Heecheol dejó caer la cabeza hacia atrás y se perdió en el balanceo de
sus cuerpos unidos. En una mezcla de brazos y piernas, él lo volvió en la cama
para penetrarlo con fuerza en el momento final, cuando un rugido desgarrado
surgió de su garganta y todo el mundo explotó alrededor de Heecheol en oleadas
de éxtasis tan sublime que pensó que iba a morir de placer. Apenas consciente
de que estaba sollozando su nombre, vio a Siwan sobre él de nuevo
estremeciéndose, y su mente se deslizó a un estado de semiinconsciencia.
Cuando volvió a abrir los ojos, Siwan estaba sobre él y aún dentro de su
cuerpo. En el espejo observó su magnífico cuerpo bronceado, su piel perlada de
sudor, su trasero, y volvió a cerrar los ojos.
Poco después oyó la voz de Siwan en su oído:
—Peso demasiado y no quiero aplastarte —le dijo, apartándose a un lado.
Heecheol abrió los ojos y sus miradas se encontraron a través del
espejo. Le había gustado contemplar a Siwan en el espejo, pero se dio cuenta de
que él también estaba desnudo y ya no se sintió tan cómodo. Era normal que dos
amantes se vieran desnudos, pero había un punto de voyeurismo en mirarse en un
espejo.
—Tu tía debió ser una mujer de lo más especial —dijo Siwan—, y con una
imaginación erótica de lo más interesante —en ese momento se fijó en una
pintura de la pared que estuvo a punto de hacerlo sonrojar... y eso sí que
sería una novedad para él—. Aunque tal vez fuera idea de su amante.
A Siwan le parecía mucho mejor esa opción que la de que él lo hubiera
usado como sustituto de su marido muerto. Él sabía apreciar la lujuria en
estado puro, como seguramente también lo hacía el hombre que había pagado aquel
nido de amor.
—¿Sabes quién fue el amante de tu tía? —preguntó él sin mucho interés.
—No, no tengo ni idea.
Siwan lo miró con el ceño fruncido. Tenía el rostro adorablemente sonrojado,
pero sus ojos se negaron a mirarlo y él supo que estaba mintiendo.
—¿Y eso? ¿Tu tía no te dio ninguna pista? —insistió, dándole una segunda
oportunidad para salir con buen pie de aquello.
—No —respondió, y se levantó—. Y ahora que está muerta, ya no importa
—se giró para mirarlo—. ¿Te das cuenta de que hemos acabado al revés en esta
cama?
—No hay «al derecho» ni «al revés» en una cama redonda —sonrió él,
consciente de que intentaba cambiar de tema, y decidió dejarlo correr. Al fin y al cabo, aquello no
era asunto suyo, pero le sentaba mal saber que Heecheol le había mentido y que
no le había confiado el secreto.
¿Qué le importaba? Se había casado con él, y la compatibilidad sexual
era increíble. Sólo tenía que tocarlo para que respondiera inmediatamente, pero
eso no evitaba que él se preguntara que secretos le escondería.
—Supongo —sonrió Heecheol, y un escalofrío le recorrió. De repente, la
habitación le resultó claustrofóbica y sintió una terrible urgencia de salir de
allí. Recogió su ropa rápidamente y se vistió a toda velocidad.
A Siwan le tranquilizó su sonrisa hasta que vio la sombra que cruzó su
mirada y la ansiedad con la que se vistió. ¿Se arrepentía de lo que habían
hecho en aquella cama o estaría recordando a su marido, deseando haber
compartido aquello con él?
No, no podía ser eso. Siwan había aprendido en los últimos días que su
bello esposo, a pesar de haber estado casado, tenía muy poca experiencia en los
asuntos de alcoba, aunque estaba deseoso de ponerse al día. Había visto su
mirada de asombro cuando él buscó entre sus rizos con su boca y lo llevó hasta
un increíble climax; después le confesó que nunca antes había experimentado
algo así y que no sabía que aquellas sensaciones fueran posibles. Tal vez su
marido no fuera una fiera en la cama.
Lo miró colocarse los zapatos, embelesado. Le encantaban sus pies... Le
encantaba todo de él y lo único que deseaba era hacerle el amor una y otra vez.
Heecheol había resultado ser un amante increíble... tímido, pero cada
vez más seguro de sí mismo. Al recordar sus risas al mostrarle la habitación y
la pasión con la que había acudido a él, volvió a excitarse. Otra vez la
infantil curiosidad de saber qué tipo de amante había sido su marido.
Maldición, ¿por qué le molestaba tanto? Eso no era propio de él. Hasta entonces
no se había preocupado nunca por los compañeros anteriores de sus amiguitos, y
él nunca hablaba de los jóvenes de su pasado. Él ya sabía que era buen amante y
que Heecheol estaba satisfecho, y eso debía ser lo más importante... ¿no? En
ese momento lo vio dirigirse a la puerta.
—¿Te vas tan pronto?
—Sí —respondió, mirándolo por encima del hombro—. Ya has visto el lugar,
así que volveremos pasado mañana con el arquitecto. Tenías razón en lo de que
será una bonita casa de vacaciones, pero me parece que Siwon no debería vivir
aquí; el acceso es demasiado complicado —y sin esperar respuesta, salió al
exterior en busca de aire fresco.
Al verlo salir, Siwan supo que hacer feliz a Heecheol en la cama no era
lo más importante para él: quería mucho más. Quería que fuera incapaz de
abandonarlo, quería ser el centro del universo. Im Siwan, el hombre que no
creía en el amor, había quedado cautivo en sus redes. Había intentado negárselo
a sí mismo desde el día que se conocieron, pero sólo porque pensaba que estaba
casado. Por eso se había pasado casi un año de celibato, cuando desde su
adolescencia no había pasado dos meses seguidos sin tener a una pareja;
entonces debió darse cuenta de que algo no iba bien. Había empezado a salir con
otros por pura desesperación, pero cuando volvió a ver a Heecheol y supo que
era libre, trazó un plan y gastó una fortuna en hacerlo suyo.
Sorprendido, miró a su alrededor. Aquél era un lugar ideado por dos
amantes, pero no por Siwan. En realidad, a él no le importaba nada la casa; era
el sueño de Siwon, no el suyo, aunque lo había usado junto con la tragedia
personal de su padre para obligar a Heecheol a casarse con él.
Demonios... ¿Cómo podía esperar que se enamorara de él con ese
comportamiento? De hecho, si ese terror que le retorcía las tripas era el amor,
no estaba seguro de quererlo en su vida.
Heecheol respiró más tranquilo al llegar al borde del agua.
—¿Se ha acabado ya la fiesta? —dijo Siwan tras él, con expresión
divertida.
—Me parece que sí —respondió Heecheol—. Ahora lo que quiero es volver a
nuestro cómodo hotel y ser mimado de arriba
abajo.
Siwan le tomó la cara entre las manos. Heecheol lo miró y Siwan quiso
decirle cómo se sentía para ver la melancolía desaparecer de sus ojos y que
éstos brillaran de emoción. Pero no lo hizo. En su lugar, lo besó tiernamente. Heecheol
era suyo; haría todo lo que pudiera para mantenerlo, y eso era todo lo que
necesitaba saber...
Pero el miércoles, después de que Siwan le enseñara a Dongjoon, el
arquitecto la casa mientras Heecheol permanecía en el exterior, ya no estaba tan seguro de ello.
Dongjoon era joven y guapo, y al ver la habitación se le iluminaron los
ojos, aunque nada comparable a cuando salieron fuera, después de dibujar un
plano, y se encontraron a Heecheol tomando el sol.
Siwan se dio cuenta de que no le gustaba nada que el resto de los
hombres compartieran su aprecio por el cuerpo de su esposo, ni que el
arquitecto le comentara en coreano si de verdad quería deshacerse de la
habitación. Él lo miró de tal manera que le borró la sonrisa de un golpe, y
después fue hacia Heecheol.
—Creo que ya has tomado bastante el sol por hoy, Heecheol—le dijo, y le
ofreció la mano para ayudarlo a levantarse. Después tomó la toalla y lo tapó
con ella. En sus ojos vio que estaba sorprendido y se dio cuenta de que había
estado muy brusco, pero nunca antes había estado celoso...—. El arquitecto ha
hecho un bosquejo, y seguro que te gusta —dijo, rodeándolo con el brazo,
posesivo—. La casa tendrá forma de «L», con cuatro habitaciones. Además, haremos
un cobertizo para barcos y acondicionaremos el muelle. Con eso resolveremos el
acceso de Siwon a la casa.
—¿Quieres decir que habrá que tapar el jardín y las rocas?
—Sí. Es muy lógico, ¿no te parece? —dijo él, cada vez más entusiasmado—. El sol da a ese lado por la
tarde, y podríamos construir un porche a lo largo del edificio para que dé
sombra. El resto será un patio enlosado para poder cenar fuera. Podrás tener
plantas en tiestos y todo lo que quieras. Así tampoco requerirá mucho
mantenimiento.
—No —rechazó firmemente, y le dijo a Dongjoon—. Lo siento, pero tendrás
que hacer otros planes. Tal vez otro piso en la casa, o restaurar las dos
habitaciones que había al principio.
Siwan estaba asombrado y algo dolido por su inmediato rechazo del plan.
—Heecheol ten en cuenta que ése es el único terreno aprovechable. Además, el jardín no es necesario con la
belleza natural de la bahía alrededor.
—Para mí sí lo es —declaró, sin mirarlo a los ojos.
Él ya sabía lo mucho que le gustaba la jardinería, pero aquello rozaba
el ridículo.
—De acuerdo —le dijo a Dongjoon—. Enséñale el bosquejo y tendrá que
admitir lo bueno que es.
Pero para su sorpresa, Heecheol tomó el papel y lo hizo trocitos.
—Me temo que mi esposo te ha confundido, Dongjoon. Esta casa es mía y sólo mía, y si se altera de algún modo, tendrá que ser bajo mi consentimiento. ¿Está claro, Siwan? —preguntó, mirándolo furioso—. Por lo que recuerdo, así lo firmamos en el contrato prematrimonial —recordó con toda la intención—. Tú te quedas lo tuyo para ti, y yo hago lo mismo con lo mío. Y ahora, si me disculpan, me voy a bañar —y se quitó la toalla para dirigirse al agua.
Siwan tuvo ganas de estrangularlo, pero en su lugar, acompañó al
arquitecto a la entrada de la propiedad. Para cuando bajó del acantilado, Siwan
había tenido tiempo de pensar y su malhumor se había calmado.
Era un nombre inteligente que había hecho una fortuna interpretando las
fluctuaciones de la Bolsa, así que intentó aplicar sus habilidades para
comprender a su esposo. Heecheol era un joven sexy, pero también dulce y leal.
Todo el mundo lo adoraba y él se sentía a gusto con todo el mundo. Nunca se
había compenetrado sexualmente de ese modo con otra persona, y no se saciaba de
él. De hecho, la fuerza de sus sentimientos casi lo asustaba; lo que tenían no
era sólo una conexión física, sino también mental. Lo amaba y no había sentido
nada igual en su vida.
Por eso sabía que no era propio de Heecheol reaccionar como lo había
hecho con el arquitecto. ¿Por qué era tan importante el jardín? Se quitó la
ropa, se quedó en bañador y fue hacia el agua. Heecheol surgió de las aguas, se
puso de pie y se echó el pelo a un lado. Pudo ver cómo se ponía tenso en cuanto
lo vio, pero empezó a caminar lentamente hacia él.
Se encontraron al borde del agua... ¡Dios, era precioso! Pero se sacudió
la cabeza. No era el momento de pensar en aquello. Lo que quería era saber lo
que había hecho que se comportara de un modo tan poco propio en él.
—Dongjoon se ha marchado y no volverá hasta que tú quieras —le colocó la
mano en la suya—. Tenemos que hablar.
—Eso suena muy serio —dijo, pero él lo condujo hasta la toalla extendida
sobre la arena, se sentó y lo obligó a imitarlo—. Siwan, tengo que vestirme.
Tenías razón en lo de que ya he tomado mucho el sol.
—No vas a ir a ningún lado hasta que no me digas por qué es tan
importante el jardín para no poder solarlo. Estoy seguro de que me ocultas
algo.
Heecheol se estremeció. Siwan estaba casi desnudo y aunque había perdido
gran parte de su inhibición en la última semana, inhibición que había ignorado
poseer hasta que Siwan fue su amante, empezaba a costarle respirar, así que
pensar en una mentira creíble era inviable.
—Ni lo intentes —le dijo él—. Tus ojos te delatan siempre. Intenta
confiar en mí esta vez.
Confiar en Siwan... ése sí era un concepto nuevo que no había tenido en
cuenta.
—Te prometo que tu secreto estará seguro conmigo.
Por extraño que parezca, lo creyó. A pesar de su fama de hombre de
negocios despiadado y de jugador, Heecheol sintió que había una fuerza
incorruptible en su interior. Tal vez lo heredara de su abuelo, o tal vez se
estuviera equivocando totalmente, pero sentía la necesidad de confiar en él. El
peso del secreto de su tía empezaba a ser demasiado para él.
—Hace veinte años, mi tía se quedó embarazada de su amante. Estaba de
cinco meses y salieron a navegar, como tantas veces. Lamentablemente, al bajar
del barco, mi tía se resbaló y cayó al suelo. Tuvo un aborto al cabo de una
hora. Todo ocurrió muy rápido y no tuvieron tiempo de pedir ayuda, aunque
tampoco hubiera servido de mucho. El bebé era una niña, y ellos enterraron el
feto al pie del acantilado con unas pocas piedras encima de la tumba para marcar
el lugar. La tía me dijo que en esa época no había nada de ilegal en su acción.
Para mi tía, esa hija era el símbolo de un vínculo amoroso de por vida con su
amante. Como no pudieron poner una lápida, yo arreglé las rocas y planté las
flores como recuerdo, y también prometí preservar el lugar de descanso del bebé
—a Heecheol se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar el dolor de su tía
al contarle esa misma historia.
Siwan no era un sentimental, pero podía comprender por qué la casa le
había sido cedida a Heecheol para que la traspasase a sus hijos, y éstos a los
suyos propios. De lo que no estaba tan seguro era de que aquello fuera justo
para Heecheol. Al ver la expresión triste de su rostro, le acarició el pelo y
lo besó en la frente.
—No digas nada más, cariño. Lo comprendo —y lo abrazó con fuerza a la
vez que le frotaba la espalda para reconfortarlo.
Heecheol se sintió mucho mejor en los brazos de Siwan, y el compartir el
peso del secreto fue toda una liberación.
—¿En serio? —murmuró suavemente—. Tú no crees en el amor, y tal vez eso
sea lo mejor. Causa demasiado dolor —no notó cómo la mano de Siwan se retiraba
de su espalda y no vio cómo apretaba los labios—. Mi tía siempre amó a un
hombre que no pudo tener y siempre quiso una familia que no consiguió. En su
lugar, tuvo que conformarse con unas pocas semanas al año compartidas con su
amante. ¿No te parece trágico? — Heecheol miró la bahía—. Este lugar parece el
paraíso, pero tal vez haya una serpiente por aquí escondida.
—No vayas tan lejos —le dijo él—. Tu tía eligió su estilo de vida y
hubiera dado igual el lugar donde estuviera.
—Puedes creer lo que quieras —le dijo, temeroso de haberle contado
tantas cosas, y se levantó—. Pero tengo la impresión de que la casa da mala
suerte. No le dio suerte a mi tía, y me parece que a Siwon tampoco, pues ahora
su única familia eres tú.
Siwan se levantó y lo miró. Heecheol vio en sus ojos una emoción que no
reconoció, y después vio que intentaba relajarse y sonreír.
—Olvídate de la casa. Tú y yo nos vamos a marchar de esta isla para pasar el resto de nuestras vacaciones de
crucero en mi yate y trabajando en el proyecto de crear mi pequeña familia.
El ruido del agua corriendo en la ducha fue lo que despertó a Heecheol.
Se estiró, abrió los ojos y miró el despertador. Eran las seis de la mañana.
Entonces recordó que era lunes y que Siwan se iba a Hongkong. Tenía que haberse
marchado la noche anterior, pero en el último momento cambió de idea, y sus
doloridos músculos le recordaron el motivo.
La puerta del baño se abrió y Heecheol se volvió a mirar al que era su
marido desde hacía cuatro meses. Él estaba desnudo excepto por una toalla
alrededor de las caderas y era pura perfección masculina, pensó Heecheol.
—Conozco esa mirada, Heecheol—dijo él—. Pero tengo que estar en Hongkong
a mediodía y ya me has retrasado una vez —dijo desapareciendo en el vestidor.
Heecheol se estiró y se sentó en la cama. Tenía que alegrarse de que Siwan
se marchara; una de las razones por las que se había casado con él era porque
no esperaba que pasara mucho tiempo en Inglaterra, pero las cosas no habían
salido como lo había esperado.
Al volver a Tokio después de la luna de miel, Heecheol encontró un Volvo
reluciente esperándole a la puerta como regalo de boda. En los diez días que
había pasado en Tokio antes de volar a Asia, se hizo amigo de Minwoo y Hyungsik,
y le ofreció a éste un puesto en su empresa. Además, con el apoyo entusiasta de
Minwoo, les aconsejó que contrataran a dos personas más para trabajar en la
tienda y que, como propietarios, se distanciaran más de la tienda y trabajaran
menos horas. Heecheol no había podido pararlo porque él siempre conseguía
convencer a todo el mundo de sus planes.
La única vez que Heecheol logró sus propósitos fue con la casa de Hansan:
la casa tendría cuatro habitaciones más pequeñas y sería su casita de
vacaciones.
Su casa... Qué palabra tan emotiva. Miró a su alrededor. ¿Acaso
consideraba aquel apartamento como su casa? No lo sabía. Lo único que sabía era
que Siwan no viajaba tanto como había creído en un principio.
Su vida sexual era estupenda, pero en el plano personal, no estaban
mucho más cerca de conocerse que el día de su boda, cosa que no le importaba.
El domingo por la noche Siwan lo había sorprendido con un reloj con
incrustaciones de diamantes para celebrar su cuarto mes de aniversario. Después
fueron a cenar y a la ópera, que a él le gustaba pero a Heecheol no, y más
tarde sexo, por supuesto.
Siempre le estaba comprando regalos. Tenía más prendas de las que podía
ponerse, y lo mismo era aplicable a la ropa. Era un hombre muy generoso y Heecheol
empezaba a darse cuenta de lo rico que era en realidad.
A él no le importaba el dinero mientras tuviera suficiente para vivir,
pero empezaba a tener la sospecha de que pronto tendría que preocuparse por alguien
más. Aún no se lo había dicho a Siwan, pero tenía los síntomas.
Ahora el plan de tener un hijo para criarlo como quisiera porque él
siempre estaría fuera le parecía imposible. Siwan se había infiltrado en cada
detalle de su vida y sabía que haría lo
mismo con todos los hijos que tuvieran.
—¿Estás frunciendo el ceño? Qué halago —dijo Siwan saliendo del vestidor
y yendo hacia Heecheol—. No sé si atreverme a pensar que es porque me vas a
echar de menos.
Heecheol se quedó helado al darse cuenta de que había estado a punto de
responder que sí, y se cubrió rápidamente con la sábana, como si aún le diese
vergüenza que lo viera desnudo.
Él se sentó en la cama y Heecheol observó lo perfectamente que le
quedaba el traje azul, la camisa que le cubría el torso, sus manos... No podía
ser... no podía ser que lo fuera a echar de menos. No podía estar enamorándose
de él. No dejaría que ocurriera.
—Puedes venir conmigo a Hongkong si quieres —ofreció él—. Sólo tendré
que hacer una llamada y puedo esperar media hora para salir y darte tiempo a
prepararte.
Heecheol lo miró sorprendido. Sabía que Siwan siempre viajaba en primera
y que ninguna compañía le negaría un billete a Im Siwan.
—No puedo. Tengo que ir a trabajar.
—Apenas te necesitan en la tienda ahora que tenéis ayuda —señaló él—.
Dame gusto por esta vez. Además, me apetece la idea de lucirte en Hongkong.
El hecho de que le pidiera que viajara con él lo tenía sorprendido, pero
el problema era que se veía seriamente tentado de aceptar, y eso lo aterró.
—No, viajar no estaba en nuestro trato.
—Desde luego —en su rostro se dibujó una expresión ilegible—. Qué tonto
soy —se inclinó para recoger un maletín y le dio un suave beso en los labios—.
Volveré en dos semanas, y procura no echarme mucho de menos —dijo, burlón, y se
marchó.
Heecheol estaba en la trastienda deprimido: Siwon había llamado poco
después de que Siwan se fuera para felicitarlo por su cumpleaños. Heecheol se
despidió enseguida de él diciéndole que llegaba tarde al trabajo.
—¿Qué te pasa? —preguntó Minwoo, yendo hacia él—. ¿Echas de menos a Siwan?
—Algo así —Heecheol decidió confiar en su amigo—. Hoy es su cumpleaños y
olvidé felicitarlo antes de que se marchara.
—Vaya... Bueno, puedes llamarlo esta noche, felicitarlo y tener sexo
telefónico. Eso será suficiente; él te adora.
—No sabía que tuvieras una mente tan calenturienta...
—No creía que la apreciaras hasta que no te casaste con un tipo como Siwan
—rió Minwoo, y Heecheol frunció el ceño ante el comentario.
¿Es que estar casado con Kevin no daba suficientes puntos para entrar en
el club de los esposos sexys? De repente se dio cuenta de que hacía siglos que
no pensaba en Kevin, y cuando lo hacía era para sonreír por los buenos
recuerdos de su matrimonio, no para llorar.
Recordó cómo Siwan le había invitado a acompañarlo a Hongkong, arrogante
y seguro de sí mismo, y cómo ante su negativa, se había marchado enseguida. Heecheol
se sintió culpable. ¿Qué esposo no sabía la fecha del cumpleaños de su marido?
Siwan se levantó de su despacho, cerró el maletín y suspiró. Para lo que
le había servido el trabajo, podía haberse quedado en casa. Pero, ¿dónde estaba
su casa? En cualquier parte donde se encontrase su sexy esposo. Había empezado
a desagradarle el apartamento de Tokio porque, a pesar de que Heecheol estaba
allí, no había intentado imponer su propia personalidad al lugar. Ni siquiera
había puesto un cuadro o una planta, y el piso era tan frío como Siwon le había
dicho. Nada parecido con el acogedor hogar que Heecheol había compartido con su
marido.
Siwan suspiró... vaya cumpleaños. Desde que le había dicho a Heecheol
que lo acompañara y él se había negado diciendo que no era parte del trato, no
había logrado sacudirse el mal humor. Había esperado que Heecheol superara las
circunstancias de su matrimonio, pero al parecer no había sido así.
Pero lo cierto era que no podía culparlo por ceñirse al trato: si
alguien seis meses antes le hubiera dicho que se casaría y se enamoraría de su
esposo hasta el punto de abandonar su trabajo, se habría reído en su cara.
El problema lo tenía él: había intentado complacerlo con regalos caros,
pero Heecheol no quería nada de él, excepto sexo.
La mayoría de los hombres serían felices con un esposo siempre dispuesto,
pero incluso eso empezaba a desesperarlo. En lo físico, se lo daba todo, pero
él había llegado a comprender que había una parte muy íntima que le ocultaba.
Al amarlo se había hecho más débil. Había descuidado su trabajo;
normalmente no hubiera pasado más de dos semanas en Tokio en los últimos cuatro
meses, pero lo cierto era que ya pasaba allí la mayor parte del tiempo, con Heecheol...
El sexo era adictivo, pero empezaba a comprender que el amor lo era aún
más, y ya era hora de que tomara una decisión. Tenía que seguir como estaba,
pero reorganizaría su trabajo para que la central estuviera en Tokio. Tal vez
comprar una casa más grande y conformarse con lo que tenían... o cortar por lo
sano y echar a correr. Dios... ¿cómo podía ponerse de tan mal humor sólo porque
su esposo hubiera olvidado su cumpleaños?
No, no lo había olvidado. Heecheol no sabía cuándo era su cumpleaños
porque no se había molestado en preguntar, pero él podía habérselo dicho...
sólo que su orgullo no le había dejado. Qué niñería.
Alguien llamó a la puerta y lo sacó de sus ensoñaciones. ¿Quién sería?
Todos se habían marchado ya a casa...
—¡Sorpresa! —Yeo Jingoo apareció en la puerta con una botella de champán
en la mano—. ¡Felicidades, querido!
—Gracias —respondió él. Estaba tan guapo como de costumbre, pero el
saber que era todo artificial le repelía un poco. De todos modos, él sí sabía
cuándo era su cumpleaños.
—Abre esto —le dijo, sonriendo—. Haremos un brindis como viejos amigos y
te desearé feliz cumpleaños como mandan los cánones.
No había nada «como mandan los cánones» en la proposición que acababa de
hacerle. Él ignoró la invitación, pero era demasiado caballeroso como para
rechazar el brindis. Abrió la botella y fue a buscar dos copas al mueble bar.
En ese momento sonó el teléfono de su despacho:
—¿Contesto yo?—y Jingoo no esperó respuesta—. Oficina de Im Siwan, Jingoo
al habla. ¿Puedo ayudarle?... ¿Quién ha dicho que es?... ¿El esposo de Siwan?...
—¡Heecheol! —Siwan le quitó el auricular a Jingoo. Él no lo había
llamado nunca antes; tenía que haber pasado algo—. ¿Ha ocurrido algo?
—No, nada —fue la respuesta, y él se sintió eufórico cuando oyó:—.
Siento molestarte, Siwan, sólo llamo para desearte feliz cumpleaños. No sabía
que era hoy, pero Siwon llamó esta mañana para felicitarte y me sentí fatal por
no haberte comprado nada. Tal vez pueda comprártelo para cuando vuelvas... un
maletín nuevo, o lo que quieras. Puedes decidirlo tú.
Siwan nunca había oído a Heecheol hablar atropelladamente como en ese
momento, pero escuchar su voz era todo un placer y sus preocupaciones
anteriores se desvanecieron como el humo.
—A lo mejor quieres que te sorprenda... ¿prefieres eso? Mira, voy a
colgar. Seguro que estás ocupado en este momento —dijo a toda velocidad.
—No, en absoluto. Mi secretario me acaba de sorprender con una botella
de champán —miró a Jingoo y le hizo un gesto para que se marchara—, pero ya se
ha ido —Siwan se sentó en su silla y vio a Jingoo salir y dar un portazo tras
de sí—. Estaba a punto de marcharme.
—Oh, bueno, no te entretendré.
—Claro que sí. Ni se te ocurra colgar ahora —ordenó él—. Estoy encantado
de que me hayas llamado para preguntarme qué quiero por mi cumpleaños —oyó cómo
contenía el aliento y dejó volar su imaginación mientras le contaba exactamente
qué quería.
Heecheol llevaba toda la tarde pensando en llamar a Siwan, pero no se
decidió a hacerlo hasta medianoche. Sabía que los nervios habían hecho que
balbuceara como un colegial, pero al oírlo murmurar cosas de lo más sensuales
por teléfono, se quedó de lo más sorprendido.
—Siwan... no deberías decir eso por teléfono —dijo, pero empezaba a
notar que le subía la temperatura—. Es tarde y me tengo que ir a la cama.
—A pensar en mí, supongo —saltó, y él oyó la sonrisa en su voz.
—Sí, dalo por seguro después de la explicación que me has dado de tus
fantasías... —respondió, y lo oyó reír con ganas.
—Bien, porque creo que yo me voy a pasar la noche bajo el chorro de agua
fría. Intentaré volver lo antes posible. Mientras, a lo mejor podías empezar a
buscar una casa... Sé que no te gusta el apartamento, y me gustaría que
empezaras a buscar algo más grande y fuera de la ciudad, con jardín, que
encajara más con tu personalidad.
Por un momento, Heecheol se quedó helado ante la dimensión de lo que le
estaba diciendo. Quería que se fueran a vivir al campo, y la idea le encantó.
—De acuerdo —dijo, llevándose una mano al estómago—. Buenas noches —y
colgó.
Al otro lado, Siwan se sirvió una copa de champán y sonrió. Con el
sonido de la voz de Heecheol aún resonando en sus oídos, su cumpleaños había
mejorado un cien por cien.
O_____O
ResponderEliminarDe quien seria la idea de hacer una habitación a si!??? De la tía o del amante??? Y quién es el amante!????
Ahhhhhh Muchas dudas!????
Ya hay bebé!??? Y por qué no le dice ya!????
Ahhhhhh
Ambos se están enamorando!!!!!! Wi~
En primera instancia presiento que el nombre del amante de su tía le traerá malestar...aunque puede que no sea así,aunque supongo que por algo no se lo quiere decir,aparte de la promesa a la tía.
ResponderEliminarSi después,a buena hora se enteró que era el cumpleaños de Siwan,se hubiera ido detras de él y darle una sorpresa...pero supongo que la llamada telefónica sirvio de mucho.
Solo espero le reciba con uno de los regalos que Siwan le sugirio...😏😏😏😏😏