Con un nudo en el estómago por la tensión, dudó un segundo. Siwan le
dijo en una ocasión que a veces había que elegir lo menos malo, y sabía que tenía
razón. ¿Qué era peor? ¿Un hijo que se negaba a casarse con un hombre y
condenaba a su padre a la cárcel o un joven que se casaba con un hombre al que
no amaba para salvar a su padre y tener el hijo que deseaba?
—Sí —dijo por fin.
—Bien —dijo él, e hizo un gesto hacia la mesa—. Vamos a recoger esto.
Tenemos que elegir un anillo de compromiso antes de esta noche.
—¿En serio? —acababa de darse cuenta de la dimensión de lo que había
accedido a hacer y, por instinto, se llevó la mano al dedo y acarició su
alianza—. ¿Es necesario? —no había pensado que tuviera que quitarse el anillo
de Kevin, y quería retrasar el momento todo lo necesario.
—Mucho —declaró él—. El significado de un anillo de compromiso es
declarar que esa persona ya tiene dueño. Tu marido lleva dos años muerto, y ya
es hora de que lo asumas. Heecheol, cariño, yo soy tu futuro —dijo, y se acercó
aún más.
La tensión del ambiente casi se podía cortar. Enfadado y triste a la
vez, Heecheol vio sus ojos de lobo brillar triunfantes y quiso golpearlo, pero
antes de poder hacer nada, lo tuvo encima reclamándole un beso. Su lengua pidió
paso para buscar la humedad de su boca. Cuando por fin levantó la cabeza,
Heecheol intentó recuperar el aliento.
Aún sin haberse recuperado del beso, Heecheol lo observó recoger la
mesa. Siwan era un hombre de negocios, y acababa de firmar un trato sobre un
matrimonio. Nada más que eso, y lo odió por ello.
Si Heecheol lo había pasado mal en la fiesta de Kwanghee, aquélla estaba
siendo aún peor. Era un manojo de nervios, cada vez estaba más alterado, y la
mano de Siwan, siempre en su cintura, no ayudaba nada.
Era culpa de Siwan. Tenía que habérselo imaginado cuando lo arrastró
hasta la zona comercial mas lujosa de la ciudad y pagó una fortuna por un
anillo con un impresionante con diamantes. Después lo había llevado a casa con
la excusa de que tenía cosas que hacer, y que lo recogería a las siete y media.
Se había duchado y vestido sin ser consciente de lo que hacía, hasta que
llegó el momento de quitarse su alianza. Entonces no pudo evitar derramar algunas
lágrimas, pero aun así, cuando Siwan llamó a la puerta, estaba ya listo para
salir.
Se había puesto el mismo traje clásico negro que había llevado en la
fiesta de Kwanghee, y al verlo, Siwan le lanzó una mirada reprobatoria, que dio
paso a una sonrisa al no ver su alianza en el dedo.
—Buena chico, Heecheol, pero recuérdame que te compre ropa más alegre.
Después de todo ya no eres un viudo de luto —y lo acompañó a una limusina.
Ignorando el comentario sobre su viudedad, Heecheol preguntó:
—¿Y cómo es que vamos en limusina? —dijo, mirándolo de reojo e
intentando no pensar en lo guapo que estaba con ese traje negro.
—Siempre que sé que voy a beber alcohol voy en limusina —se llevó la
mano al bolsillo y sacó el impresionante anillo de compromiso—. Imagino que se
harán muchos brindis esta noche por nuestro compromiso y por el cumpleaños de
tu padre.
Heecheol acarició el bonito anillo.
—¿Es necesario todo esto? —él lo miró y Heecheol sintió un escalofrío.
¿Qué había hecho aceptando casarse con Siwan?—. ¿Qué pensará la gente? Mi padre
y Matias no comprenderán esta boda tan acelerada, por no hablar de Kwanghee...
—Sí que lo harán, porque hablé con tu padre hace una hora. Y el anillo
es necesario, como todas las tradiciones de un matrimonio convencional, porque
eso es lo que será a ojos de la gente, mientras tú me sigas la corriente y no
digas nada.
Mirando la joya, Heecheol pensó en la última vez que un hombre le había
puesto un anillo en el dedo, con amor. Aquello parecía una burla a todo lo que
había creído y deseó quitárselo.
—Ni lo pienses —le dijo él, leyéndole en pensamiento, y antes de que
pudiera decirle nada, se abalanzó sobre él para besarlo hasta dejarlo sin conocimiento.
La situación empeoró cuando llegaron a casa de su padre, que salió
radiante a felicitarle diciendo:
—Cuánto me alegro de que ustedes dos hayan superado vuestras
diferencias.
Heecheol aún estaba pensando en qué habría querido decir su padre, cuando
Matias, en una sorprendente muestra de afecto, lo abrazó y le deseó mucha
felicidad. Kwanghee fue el que más le sorprendió al aparecer del brazo de un
joven y guapo modelo y susurrarle al oído: «Bien hecho, chico».
Que su familia estaba contenta era algo evidente y, de hecho, al mirar a
la gente, todo el mundo en la fiesta parecía estar feliz, excepto él. Sin pensar, se llevó la mano al colgante de
brillante que llevaba en el cuello y se tranquilizó.
Siwan sintió que estaba más relajado y pensó que Heecheol se estaba
acostumbrando a la situación, pero al verlo con la mirada perdida y jugueteando
con el colgante vio que se estaba aburriendo.
Le apretó ligeramente la cintura y lo miró, enfadado.
—¿Lo estás pasando bien, cariño? —murmuró suavemente. No estaba
acostumbrado a estar con jóvenes que no le prestasen toda su atención, y
Heecheol tenía cierto hábito de evadirse a un mundo propio, cosa que lo
irritaba.
Heecheol lo miró y no quiso mentir.
—No me gustan mucho las fiestas, y menos cuando soy el centro de todas
las atenciones por el anillo que me has puesto en el dedo —dijo, cariacontecido.
Había sido un día terrible y la noche no mejoraba nada la situación, así que
podía imaginar el dolor de cabeza que se le avecinaba. Estaba harto de todo—
Creo que voy a ir a buscar a mi padre. Tengo que hablar con él; además, hoy es
su cumpleaños y tú ya has saboteado su fiesta. Puedes hacer lo que quieras,
pero después de hablar con él, yo me voy a casa —dijo, desafiante, y le apartó
la mano de su cintura.
Siwan podía haberlo detenido con facilidad, pero contuvo su rabia y no
lo hizo.
—Tienes razón. El compromiso ya es público y ya hemos estado aquí
bastante tiempo —después lo besó suavemente en los labios y él se ruborizó,
cosa que a Siwan le supo a recompensa—. Te doy diez minutos y después iré a buscarte
—le dijo antes de verlo desaparecer entre la gente.
Siwan sonrió travieso. Para haber estado casado, Heecheol era muy
inocente. Desde luego, debía imaginarse que él prefería estar a solas con él
que rodeado de toda esa gente. La sangre le ardió en las venas al pensar en la
noche que les esperaba.
Heecheol, por su parte, no pudo evitar sonrojarse, pero al ver a su
padre salir de la sala, se olvidó de Siwan. No iba a dejar a Jongwoon escaparse
de aquélla: quería oír la verdad de sus labios. Quería saber si estaba enterado
de los planes de Siwan desde el principio. ¿Y qué había querido decir con eso
de que si Siwan y él habían resuelto sus diferencias?
Llegó al pasillo justo a tiempo para verlo desaparecer en su estudio,
pero antes de poder seguirlo, Kwanghee, ligeramente ebrio, lo alcanzó.
—Heecheol, tengo que admitirlo: nunca lo habría imaginado... Siwan me
llevó a comer después de mi cumpleaños y me dijo que sólo me consideraba un
amigo. Después me preguntó por ti, pero nunca se me ocurrió que lo conocieras
tan bien... hasta...
—¡Lo sabía! —exclamó Heecheol, quedándose blanco como una sábana. Siwan
debía haberle contado todo a Kwanghee sobre su encuentro en Hansan.
¿Cómo podía ser tan cruel?
—Puedes dejar de hacerte el viudo recatado, Heecheol. Mi appa me dijo lo
vuestro en cuanto llegué esta tarde.
—¿Matias te lo dijo? —aquello estaba empeorando por momentos y Heecheol
no se dio cuenta de que su padre había vuelto hasta que estuvo a su lado.
—No pasa nada, Heecheol —dijo el hombre, abrazándolo—. No tienes que
aparentar estar sorprendido. Sabes que Siwan insistió en que le contara a Matias
lo de la empresa. Se quedó un poco sorprendido al principio, pero cuando le
dije que ustedes dos se conocían desde hace un año, que se habían separado tras
una pequeña discusión, pero que ahora él quería resolver las diferencias, y con
suerte, casarse contigo, quiso llamarte enseguida —Heecheol no podía comprender
la expresión orgullosa de su padre—. Le dije que no tenía que interferir,
aunque mi futuro yerno se había ofrecido para salvar mi negocio. ¿Y ves cómo
tenía razón? Con sólo comer juntos, han decidido hacer las paces, y yo no
podría estar más feliz.
Ni más aliviado, pensó Heecheol amargamente.
—¿Siwan te dijo que ya nos conocíamos? —preguntó.
—No te hagas el sorprendido, Heecheol —dijo Kwanghee—. Tenías que
haberme dicho en la fiesta que lo habías conocido en Corea y que habías estado
en su yate en lugar de hacerme quedar como un tonto intentando llevármelo a la
cama. Pero no te guardo ningún rencor: lo mejor después de un marido rico es un
cuñado rico. Tenía que habérmelo imaginado cuando me ofreció invertir en mi
empresa a la vez que insistía en que sólo éramos amigos.
Heecheol era incapaz de articular palabra. Siwan lo había orquestado
todo para parecer el amante atento y generoso. ¡Tenía que ser una broma! Por un
momento estuvo a punto de decir toda la verdad, pero al ver sus rostros
sonrientes, decidió morderse la lengua.
—¿Puedo unirme a la fiesta? —dijo Matias, apareciendo de la nada para
agarrarse al brazo de su marido muy sonriente—. Heecheol, cariño, siempre supe
que había algo especial en ti. Bien hecho.
—Gracias —respondió, pero por dentro la rabia lo consumía.
Como no sabía si podría contenerse mucho tiempo más, se dio la vuelta
para marcharse, pero chocó directamente contra Siwan. Él le pasó el brazo por
la cintura para equilibrarlo, y Heecheol lo miró a los ojos. Tenía un gesto
burlón que le hizo desear hacerlo pedacitos.
Consciente de que estaba furioso, Siwan lo mantuvo a su lado firmemente,
y sonrió a su padre.
—Si nos disculpan... después de todo, ésta es tu fiesta, Jongwoon —miró
a Heecheol—. Ya le hemos robado bastante protagonismo a tu padre por hoy.
¿Fue él el único que se dio cuenta del énfasis que había puesto en la
palabra «robado»? Heecheol permaneció en silencio mientras Siwan se despedía de
los demás...
BASTARDO! ¿Cómo te atreves...? —le gritó en cuanto salieron de la casa.
—Heecheol, ahórratelo y entra en el coche —dijo él, y casi lo empujó.
Entraron en el coche y él lo sujetó por los hombros.
—No me des órdenes —le espetó—. ¿Y cómo has podido decirle a mi padre
que éramos...? —se detuvo. ¿El qué? ¿Amantes?
—Pobre Heecheol —dijo él suavemente, con toda la ironía—. Llevas tanto
tiempo con la cabeza metida en un agujero que no sabes reconocer la verdad
cuando la tienes delante.
—Eres un cerdo, y tal vez hayas engañado a mi padre, pero a mí no me
engañas —apartó la vista de él y sacudió la cabeza—. Tenía que estar loco para
creer que esto podría funcionar.
La presión sobre su hombro hizo que volviera la cabeza hacia él, y su
mirada le provocó un escalofrío.
—No, sólo te engañas a ti mismo, Heecheol. Yo no miento, y mataría al
hombre que me insultara como tú lo has hecho —siseó, y Heecheol fue consciente
de que no era inteligente hacerlo enfurecer.
Siwan enfadado era un impresionante espécimen de macho primitivo e,
inexplicablemente, a Heecheol se le paró el corazón al encontrarlo atractivo
como nunca: su pecho subiendo y bajando bajo el traje, la firme columna de su
cuello y sus mandíbulas apretadas.
—Así que tienes suerte de que sea un hombre contenido —añadió.
—Si tú lo dices —repuso Heecheol al sentir su cuerpo inclinarse sobre él
alterándole los nervios de un modo que no tenía nada que ver con el miedo.
Había perdido las ganas de discutir con él, y otro tipo de deseo le hizo
sonrojarse.
—Sí que lo digo. Y para convencer a todo el mundo de que nuestro
matrimonio es serio, sugiero que hagamos frente común, cosa que no debería ser
tan difícil —estaba a escasos centímetros de él, y empezó a deslizar la mano
sobre su pecho y a acariciar el centro de éste con el pulgar sobre la tela de
su camisa—. Por eso le dije a tu padre que nos conocimos hace un año y que
estuviste en mí yate. Después tuvimos una pelea, lo cual es cierto... —murmuró
suavemente mientras lo miraba a los labios.
Heecheol, de lo más acalorado, fue a apartarle la mano, aunque realmente
deseaba más.
—Sí —susurró. Estaba confundido, y su mano acariciándole el pecho no le
ayudaba a pensar con más claridad.
—Entonces por fin estamos de acuerdo —dijo él en voz baja—. Sobre el
resto, tu padre
ha oído lo
que ha querido.
Al aparecer esta
noche prometidos, lo hemos liberado de un gran peso —y le rozó los
labios con su boca, para después besarlo más profunda y posesivamente. Heecheol
se fundió contra sus labios, muy a su pesar—. En realidad te he hecho un favor,
Heecheol. Tu familia está convencida de que esto es un matrimonio por amor y
ahora pueden dormir tranquilos y sin preocupaciones financieras —le apartó la
mano del pecho y lo dejó caer sobre sus muslos—. Y tú puedes dormir
tranquilamente en mi cama, Heecheol. Me deseas casi tanto como yo a ti, aunque
no espero que lo admitas. Pero sé que lo acabarás haciendo.
Heecheol no dijo nada, pero sabía que la versión que había dado Siwan de
su relación les había parecido bien a todos.
El coche se detuvo y él salió primero. Cuando Heecheol lo siguió, se dio
cuenta de que no estaban en su calle.
—Heecheol, tenemos mucho de lo que hablar esta noche. Me marcho a Hongkong
mañana y tenemos que decidir los detalles de la boda antes de marcharme. Y no
pretendo hacerlo en casa de tu marido fallecido, por eso estamos aquí —explicó
él, adelantándose a su pregunta.
Heecheol se detuvo, a punto de negarse, pero no pudo.
—De acuerdo.
—Muy bien —le dijo él, acompañándolo a la entrada—. Sam —le dijo al
portero uniformado—, él es Heecheol, mi prometido. Me marcho mañana, pero él
vendrá a instalarse la semana que viene, así que me gustaría que se la
presentara al resto de los trabajadores y que lo ayuden con todo lo que
necesite.
—¿Es eso necesario? —preguntó él, nada más cerrarse las puertas del
ascensor.
—¿El qué? ¿Acaso preferías esperar a estar casados para instalarte? Heecheol,
ya eres mayorcito y sabes tan bien como yo las reglas del juego. Tenemos un
trato, y cuanto antes lo aceptes, mejor para los dos.
Heecheol estuvo a punto de salir corriendo en dirección contraria cuando
él abrió la puerta de su casa, pero Siwan sintió su temor y le rodeó los
hombros con el brazo. Poco después estaba sentado en el sofá mientras Siwan
preparaba unas bebidas.
—Aquí tienes el vaso de agua que me has pedido —le dijo, acercándole un
bonito vaso de cristal tallado—. Heecheol, he estado informándome y he
averiguado que en Japón se necesitan dieciséis días como mínimo para casarse.
Como ya tuviste una gran boda con toda tu familia la primera vez, pensé que
podríamos conformarnos con una sencilla ceremonia civil el sábado dentro de dos
semanas. ¿Qué te parece?
¿Aquello era una conversación? Siwan ya lo tenía todo decidido, pero Heecheol
tenía sus propios planes y no iba a dejar que se los arruinara.
—No será posible —dijo, con toda la serenidad que pudo—. Tengo dos
semanas de vacaciones y me marcho a Corea el sábado que viene. He quedado en Hansan
con el hombre que cuida de la casa de mi tía para ver qué reparaciones
necesita. La boda tendrá que ser cuando vuelva.
—No hace falta —repuso él. Tenía la camisa ligeramente abierta y al ver
su piel y su vello, Heecheol empezó a sentirse tan acalorado como en el coche—.
Será perfecto, porque puedo organizar la boda en Corea en una semana.
—¿En Corea?
—Sí. Nos casaremos en mi casa y así Siwon no tendrá que volar. Pasaremos
la primera semana de la luna de miel en Hansan y después podemos ir a otro
sitio. Siwon puede ocuparse de supervisar las reparaciones.
—No, no podemos quedarnos en la casa —repuso—. Y Siwon tampoco. La casa
no está habitable.
—De acuerdo, nos quedaremos en un hotel y Siwon tendrá que esperar para
ver su antiguo hogar —le brillaron los ojos—. Pero la verdad es que ya tengo
ganas de ver la casa que me está costando una fortuna y mi libertad.
—¿No conoces la casa? Creía que habías nacido allí.
—No. Siwon sí nació allí, al igual que mi appa —Siwan vació su vaso y
lo dejó sobre la mesa con el ceño
fruncido—. Yo nací en Seúl, y mi appa no estaba casado, así que como ves, soy
el bastardo que decías.
Heecheol se sonrojó ante su falta de tacto. Si lo hubiera sabido, nunca
lo habría insultado de ese modo. Quiso disculparse, pero él no lo dejó.
—Déjalo, no me importa, pero a mi appa abuelo sí. Él insistió en que Siwon
vendiera la casa y se trasladaran a Seúl, donde nadie los conocía. Mi appa
murió pocos días después de mi nacimiento y mis abuelos se encargaron de
criarme. Siwon hablaba de Hansan de vez en cuando, pero mi abuelo no, y nunca
me interesó ese lugar. De hecho, me avergüenza admitirlo, pero no tenía ni idea
de que Siwon sentía que le faltaba algo y que había intentado comprar la casa
tras la muerte de mi abuelo.
—¿Por qué no lo intentó antes? —preguntó.
—No se atrevía —sonrió Siwan—. Mi abuelo era un jovencito adorable, pero
tozudo como una mula, y había prohibido que se hablara de Hansan en su
presencia. Se hubiera necesitado un hombre más valiente que Siwon o que yo para
derrotarlo.
Podía ser humano, se dijo Heecheol, tratando de imaginar al joven que
tenía el poder de intimidar a Im Siwan.
—Me hubiera gustado conocerlo —comentó Heecheol con una sonrisa
torcida—, y aprender sus secretos.
Y le sonrió de verdad por primera vez desde que se conocían. Siwan
contuvo el aliento y le tomó la cara entre las manos, mirándole los labios.
—Tengo la sospecha de que tal vez ya los conozcas —le susurró antes de
besarlo.
Al principio sintió su resistencia, pero cuando sus alientos se
mezclaron y sus lenguas se rozaron, toda ternura desapareció por completo. Él lo
besó más profundamente, con deseo y pasión, explorando el interior de su boca,
hasta desear empezar a explorar el resto de su cuerpo que tan bien recordaba. Heecheol
le rodeó el cuello con los brazos y Siwan gruñó al sentir sus caricias en la
nuca.
Le abrió la camisa y le descubrió hasta la cintura. Tuvo que
contenerse para no tomarlo allí mismo, en el sofá. Sus ojos brillaban de deseo
y sus pezones pedían a gritos que los saboreasen.
—¿Vas a hacerme esperar hasta la boda, Heecheol? —dijo, e inmediatamente
se maldijo por su estupidez. Tenía un joven maravilloso entre los brazos y se
paraba a preguntar—. ¿Tomas la pildora? —añadió, como si con ello quisiera
justificarse.
—No a las dos cosas —respondió él, rindiéndose a los dictados de su
cuerpo, y se pasó la lengua por los labios hinchados, recordando el sabor de Siwan.
Lo levantó inmediatamente en brazos y él chilló—. ¿Qué estás haciendo?
—Te llevo a la cama —dijo, riendo ante su sorpresa, y segundos después, Heecheol
se vio en la habitación.
Siwan se desabrochó los botones de la camisa con aire triunfal mientras Heecheol,
consciente de su semidesnudez, se cruzaba de brazos, pero sin dejar de mirarlo,
fascinado.
Era un hombre magnífico, de espaldas anchas y pecho musculoso cubierto
de un fino vello negro que desaparecía bajo el elástico de sus bóxers de seda
negra. Heecheol se sonrojó aún más al ver bulto que se adivinaba bajo la fina
tela, pero era incapaz de quitarle los ojos de encima. ¿Qué le estaba pasando?
—No tienes que sonrojarte, Heecheol —dijo él, tumbándose a su lado—. Y
tampoco tienes que ocultar tu precioso cuerpo —le tomó una de las manos y se la
colocó sobre sus hombros, y la otra sobre la cama—. Tienes un pecho perfecto
—murmuró, y Heecheol se estremeció por dentro. Después se inclinó para lamer
primero un pezón y luego el otro, haciendo que se arquease hacia él—. Quiero
verte desnudo —su ropa quedó tendida en el suelo—. Quiero verte extendido sobre
mi cama.
Temblando de excitación, Heecheol deseaba que lo besara de nuevo, e
intentó atraerlo. Él sabía lo que quería y, con una sonrisa, le rozó los labios
con los suyos. Heecheol gruñó desilusionado.
—Paciencia, Heecheol. Quiero explorarte entero, quiero saborearte entero
— y lo acarició desde el pecho hasta los muslos, mientras dejaba un rastro de
besos por sus labios, sus párpados, sus mejillas—. Esta vez no quiero que te
queden dudas de a quién perteneces.
Heecheol abrió los ojos de golpe al oír eso, pero hacía mucho que no
estaba desnudo en brazos de un hombre y que no sentía el fiero placer de la
excitación. Deseaba a Siwan y lo atrajo hacia sí. Esta vez el beso no lo
decepcionó.
Siwan le acariciaba con los dedos la sensible punta de sus pezones. Dejó
escapar un gemido; estaba ardiente de deseo por él. El deslizó la mano más
abajo, hasta encontrar su endurecida entrepierna y sus gemidos de placer se
incrementaron, a la vez que le clavaba las uñas en la espalda. El cuerpo de Heecheol
estaba tenso como un arco y deseoso de sentir al máximo su posesión, pero no
quería que dejara de acariciarle de un modo tan delicioso.
—Ábrete para mí, Heecheol —murmuró él, y volvió a atrapar su boca en un
beso salvaje mientras se colocaba entre sus piernas.
Heecheol sintió la dura erección contra sus muslos, pero él no fue más
allá. Gimió, desesperado por más, pero él le miró con una furia casi salvaje y
dijo:
—Aún no. Quiero que recuerdes esto toda tu vida.
Después volvió a lamerle los pezones y él se aferró a sus hombros con
una mano mientras con la otra buscaba entre sus muslos su dura erección. Estaba
atrapado en un juego en el que sólo Siwan conocía las reglas, y por eso él le
apartó la mano y se la sujetó contra el colchón mientras seguía explorando su
cuerpo y dándole un placer que Heecheol no había imaginado que pudiera sentirse.
Volvió a besarlo e introdujo los dedos entre sus piernas para volverla loca de
placer. Heecheol no podía aguantar más y suplicó:
—Por favor, Siwan...
Al escucharlo, él le levantó las caderas y lo penetró profundamente con
una fuerza que le hizo gruñir de delirio. Por primera vez en veinte años estaba
haciendo el amor sin protección, y se detuvo para mantener el control de una
situación que amenazaba con hacer explotar cada átomo de su cuerpo.
—Siwan —gritó, sintiéndolo retirarse—. No, no... no pares —gimió.
—No podría aunque quisiera —masculló él, y empezó a penetrarlo una y
otra vez a un ritmo primitivo que Heecheol correspondió hasta que pocos
segundos después, su cuerpo se convulsionó en un brutal climax.
Heecheol sintió que Siwan lo acompañaba y derramaba su semilla en su
interior justo antes de caer sobre él. Se aferró a él por instinto, sorprendido
por la intensidad del acto. Sus respiraciones atormentadas era lo único que se
oía en el cuarto.
Unos minutos después, él se apartó a un lado y lo miró a la cara.
—Ha sido fantástico, Heecheol —declaró con una gran sonrisa—. Por si
tienes dudas, es la primera vez que lo hago sin protección desde que era
adolescente, y estoy completamente sano, así que no tienes nada de lo que
preocuparte.
Su tono de satisfacción masculina fue lo que enfureció a Heecheol,
mostrándole que no estaban igualados en el terreno sexual. Él, con la excepción
de Siwan hacía un año, sólo había estado con Kevin, mientras que Siwan era todo
lo contrario.
—Te lo agradezco —repuso, irónico—. Pero ahora tengo que marcharme —y se
apartó de él—. Los viernes siempre hay mucho trabajo y además me toca ir al
mercado a las cinco de la mañana.
Se vistió sin molestarse con la ropa interior antes de atreverse a mirar
a Siwan. Él estaba aún tumbado en la cama, con el pelo revuelto y la cabeza
apoyada en la mano.
—¿Seguro que no puedo tentarte para que vengas a la cama de nuevo? Yo no
salgo para Hongkong hasta las nueve.
Heecheol sabía que él sería capaz de tentar hasta a un santo.
—No, recuerda nuestro trato, Siwan. Yo seguiré con mi trabajo.
—De acuerdo —se levantó de la cama maravillosamente desnudo—. Pero
recuerda que tienes que trasladarte antes de que yo vuelva de Hongkong —lo besó
con fuerza en la boca—. Dame cinco minutos y te llevaré a tu casa.
Heecheol se preguntó si Siwan estaría celoso de su marido y de la vida
que había llevado con él... No, era imposible. Eso significaría que le
importaba, y tenía claro que no era de ese modo.
Cuando él salió del baño, Heecheol estaba ya completamente vestido y
veinte minutos después, lo dejó frente a su puerta con un beso, físicamente
agotado, pero sin poder detener sus pensamientos. Ya no se reconocía... ¿Qué le
había impulsado a casarse con Siwan? ¿Cómo dejaba que un hombre al que no
quería y en el que no confiaba le hiciera el amor? Cerró los ojos, avergonzado.
Lo cierto era que no sólo había dejado que él le hiciera el amor, sino que
había participado activamente, como su cuerpo dolorido no dejaba de recordarle.
._____.
ResponderEliminarMenuda familia!!!
Todos cayeron redondos en las patrañas de Siwan!!!!
Ahhhhhh
Y se lo chasqueo todito!!!
Uyyyy