A Wonwoo le
costó muchísimo salir de la casa y conducir rodeado de preguntas a gritos y
cámaras apuntando hacia él y disparando sus flashes. Cuando llegó, allí no le
esperaba ningún periodista, pero una muchedumbre empezó a formarse a su
alrededor antes de que pudiese subir las escaleras para dirigirse a su oficina.
Cuando salió
de su despacho a mediodía, tuvo que abrirse camino hasta el coche, que estaba
rodeado de fotógrafos pidiéndole la oportunidad de hacerle una foto en
condiciones. Para cuando logró alejarse de allí, las manos le temblaban sobre
el volante y tenía la frente sudorosa.
El alma se le
cayó a los pies cuando, al girar hacia la granja, vio que había más paparazis
esperando allí que aquella mañana. Se sintió agradecido al ver que el equipo de
seguridad de Kim había despejado el sendero que llevaba hasta la casa.
Seungkwan
seguía sentado en la penumbra, con las cortinas echadas. Meanie estaba dentro
de la casa pero en un estado lamentable, temblando y negándose a salir de
debajo de la mesa. Hyuk yacía hecho un ovillo con el perro. Wonwoo lo tomó en
sus brazos y lo abrazó.
—Estoy un poco
extrañado —señaló Seungkwan—, por que les preparé un café a los guardaespaldas
y, ¿qué crees que averigüé?