Sometido a la
ráfaga sensual de su mirada descarada, Wonwoo se puso rígido. Le aterrorizaba
la calidez que le invadía y el cosquilleo en su entrepierna. Sus tiernos
pezones se endurecieron y cruzó los brazos nervioso.
—Entonces, si
has estado pensando…
—Todavía
necesito algunas respuestas. Al menos, sé realista —el brillo de sus ojos se
ocultaba ahora bajo las pestañas y su forma de hablar era terriblemente suave—.
¿Qué hombre no lo haría en mi lugar?
Wonwoo no
quería ser realista, sólo quería que se volviese a marchar y dejase de amenazar
la tranquilidad mental que tanto le había costado conseguir.
—¿Qué es lo
que tengo que hacer para que entres en razón?
—Debes tener
en cuenta las dos partes de la ecuación. Sé la persona razonable que yo sé que
eres. Es absurdo que me pidas que me vaya sin saber siquiera si el niño es mío
o no —su voz tranquila y pausada ejercía sobre Minwoo un efecto casi hipnótico.
—Sí, pero…
—Wonwoo apretó los labios por miedo a precipitarse en sus palabras—. No es tan
sencillo.
Wonwoo se puso
tenso y sus ojos reflejaron su
indecisión.
—Mingyu…
—Un niño tiene
derecho a saber quién es su padre. Hasta que cumplí siete años, creí que mi
padre era el primer marido de mi madre. Pero tras el divorcio, me enteré de que
había sido otro hombre. Sé de lo que hablo. ¿Piensas mentirle a Hyuk?
—Sí… ¡no! ¡Ay,
por el amor de Dios! —jadeó Wonwoo, retirándose el pelo de la frente con mano
ansiosa, desarmado ante su sinceridad—. Haré lo que sea mejor para Hyuk.
—Algún día Hyuk
se hará mayor y lo perderás si le mientes sobre su nacimiento —atacó Mingyu con
frialdad—. ¿Habías pensado en esto, o en el hecho de que Hyuk también tiene sus
derechos?
Wonwoo se
acobardó ante aquel recordatorio tan desagradable.
—¿Y si te pasa
algo? ¿Quién iba a cuidar de él?
—Eso ya está
previsto en mi testamento.
Mingyu se
quedó tan inmóvil como una pantera a punto de saltar. Sus esfuerzos por
mantener la calma se disiparon al oír aquellas palabras.
—¿Aparezco yo?
Tenso como un
arco, Wonwoo negó lentamente con la cabeza. Entonces se hizo un silencio tan
espeso como la niebla.
Con gran
esfuerzo, Wonwoo volvió a mirarle. Mingyu lo observaba con una expresión
condenatoria que le caló hasta los huesos. Era obvio que él ya había sacado sus
propias conclusiones sobre la paternidad del niño. Se sintió hundido, ya que no
podía convencerlo de lo contrario. No contaba con un método mágico que les
hiciera retroceder en el tiempo y garantizara que él no averiguase lo que,
según creía Wonwoo, él hubiese sido feliz ignorando.
—De acuerdo
—dijo bruscamente, y sus hombros se desplomaron, porque se sentía tan agotado
como si llevara peleando ya diez asaltos con un peso pesado—. Me dejaste
embarazado.
A Mingyu le
sorprendió la enorme satisfacción que se apoderó de él y el alivio que le
supuso no tener que presionarlo. Tal y como él pensaba, Wonwoo había escuchado
a su conciencia. Así que era hijo suyo. El niño era un Kim: la siguiente
generación de la familia.
Sus tres
jóvenes tíos abuelos se alegrarían enormemente al saber de la continuación del
linaje de los Kim, y sus parientes más avariciosos quedarían destrozados al
verse apartados de la herencia. Mingyu había decidido hacía tiempo no casarse
ni tener hijos, pero hasta entonces no se le había ocurrido que podía disfrutar
de un heredero sin tener que preocuparse demasiado.
—Sabía que no
me mentirías —dijo con aprobación. Pero Wonwoo sentía que había hecho mal
porque la decencia era en él una debilidad cuando estaba con Mingyu. Seguía
atrapado en el brillo de aquellos ojos; su mirada seguía dejándole sin habla.
Con un
movimiento ágil, Mingyu abandonó la posición engañosamente casual que había
adoptado al apoyarse en la mesa y enderezó la espalda mostrando la fuerza de su
cuerpo y su impresionante altura. Estiró los dedos crispados de Wonwoo para
atraerlo aún más hacia él.
—Has hecho lo
correcto —murmuró—. Te admiro por haberme dicho la verdad.
—Pues yo creo
que decirte la verdad ha sido una de las cosas más absurdas que he hecho jamás
—sus dedos temblaron en los de él mientras luchaba contra la fuerza insidiosa de
su sensualidad. «El gato escaldado del agua fría huye», se recordó
desesperadamente a sí mismo. Mingyu estuvo a punto de acabar con su autoestima
dos años antes porque, aunque Jenny y otros muchos
habían logrado de algún modo mantener con él una relación superficial, para Minwoo
fue como si le arrancaran lentamente el corazón y aquello le fuese a durar de
por vida. Y así fue durante meses.
—¿Y eso por
qué? —Mingyu notaba la agitación que él intentaba ocultarle y le extrañaba,
porque no entendía por qué seguía mostrándose tan aprensivo. Masajeando
lentamente su delgada muñeca, lo miró, entreteniéndose en la plenitud carnosa y
rosada de su boca. Se apoderó de él una corriente de excitación que no intentó
detener. De hecho, disfrutaba con la increíble fuerza de sus reacciones.
Seducir a Wonwoo, según recordaba, había sido de una dulzura inesperada, y
hacerlo ahora acabaría con toda discusión—. No estoy enfadado contigo.
—No, por el
momento… no —asintió Wonwoo con la boca seca, al notar el cambio que se había
producido en el ambiente. Su corazón se disparó. Fue como si el tiempo se
ralentizara y se despertaran todos sus sentidos. Respirando agitadamente,
intentó controlarse.
—No tuvimos
cuidado —comentó Mingyu bajando la voz, preguntándose si lograría cerrar la
puerta con llave y aprovechar aquella situación.
—Fuiste tú el
que no tuviste cuidado —susurró Wonwoo, incapaz de eximirlo de culpa al hacer
aquella injusta afirmación a pesar de que su cerebro se estaba sumergiendo en
un estado de sensualidad.
—Me dejé la
cartera en la limusina y no me dejaste llamar para que me la trajeran, así que
no llevaba preservativos…
—¡No quería
que tu chófer y tu condenado equipo de seguridad se enterasen de lo que estabas
haciendo! —protestó Wonwoo, y se ruborizó al acordarse de lo vergonzoso de
aquella situación.
Mingyu le
sonrió pícaramente.
—Pasé la noche
contigo. ¿Y qué?
—No quiero
hablar del tema —Wonwoo se dio cuenta de la engañosa intimidad de la discusión.
Resistiéndose a la atracción de su magnetismo animal, giró la cabeza.
Él alzó su
mano bronceada para retirar de su pálida frente un mechón de cabello.
Consciente de su proximidad, Wonwoo se estremeció. Todo su cuerpo se inclinaba
hacia él. Era como si hubiese pulsado un botón que hiciera que se derritiera, y
sus ansias pudiesen más que su sentido común. Sentía un enorme deseo por lo
prohibido y, por más que lo intentase, se veía incapaz de sofocarlo.
—Conviertes
esto en algo muy complicado —susurró Mingyu, y acarició la curva de su cadera
para tranquilizarlo y evitar que se alejase—. Pero para mí es muy sencillo.
Wonwoo sabía
que no era sencillo, sabía que era complicado. Incluso sabía que era un
terrible error y que se odiaría más tarde por ello. Pero cuando él inclinó su
cabeza hermosa y oscura, se encontró a sí mismo estirándose hasta ponerse de
puntillas para no tener que esperar ni un segundo más de lo necesario para
obtener un contacto físico.
Mingyu era
ante todo un hombre embriagador. Sus labios buscaron los suyos con una avidez y
exigencia que le llegó a la punta de los pies. Su lengua encontró la suya y
aquello le hizo estremecer. Se apretó contra él, acercándolo con sus fuertes
manos, dejándole sentir abiertamente la fuerza de su erección.
Wonwoo sintió
una llamarada de calor bajo su vientre y jadeó ante el acoso de su boca,
clavándole los dedos en los hombros. Sin acordarse de cómo habían llegado a
aquella situación, apartó de pronto sus manos sintiéndose culpable. Tuvo que
obligarse a liberarse de su abrazo, y aquello le dolió tanto como si le
arrancaran un pedazo de piel.
Con los ojos
encendidos de resentimiento ante aquel descaro, Wonwoo se apartó torpemente de
su lado y fue a topar con un armario que tenía justo detrás y que proporcionó
un piadoso punto de apoyo a sus piernas temblorosas.
—¿A qué
demonios estás jugando? —le dijo bruscamente, condenándolo furioso y enfadado por su debilidad y la odiosa inevitabilidad
de que él se aprovechara de ello—. ¿Es porque te eché de mi casa ayer? ¿Insulté
a tu ego? ¡Acabas de descubrir que eres el padre de mi hijo! ¿Y qué es lo que
haces? ¡Intentar seducirme!
—¿Y por qué
no? —Mingyu había seguido su natural inclinación y había encontrado en él una
respuesta alentadora, de modo que no estaba de humor para disculparse, sobre
todo porque estaba reprimiendo un enorme deseo de volver a tenerlo entre sus
brazos—. Creo que me estoy portando muy bien. Y estoy dispuesto a aceptar mi
responsabilidad…
—¡Jamás en tu
vida has aceptado responsabilidades! —afirmó Wonwoo con una amargura que él
encontró inconcebible.
—Estoy
dispuesto a responsabilizarme de Hyuk.
—¡Pero estás
tan ocupado seduciéndome que me acabas de volver a demostrar por qué no soporto
la idea de introducirte en la vida de mi hijo! —le gritó Wonwoo, y la fuerza de
sus sentimientos resonó en su voz. Todo su cuerpo hormigueaba de forma casi
dolorosa, inundada por un sentimiento que sólo podía describirse como
privación. La vergüenza que sentía por haber perdido el control amenazaba con
asfixiarlo.
—Tendrás que
aprender a soportar la idea y también a mí, porque no tengo intención de
apartarme de mi hijo —sus ojos oscuros se clavaron en él como estocadas de
advertencia—. Hyuk es un Kim.
—No importa lo
que haga falta, pero te juro que no permitiré que tengas contacto alguno con él —respondió
Wonwoo apretando los puños.
Mingyu espiró
en un siseo lento y burlón.
—Dame una
buena razón por la que debas comportarte así conmigo.
—¡No tienes
más que fijarte en lo que ser un Kim ha supuesto para ti! —contestó Wonwoo
atacándole furioso, porque la descarada seguridad en sí mismo que exudaba sólo
lograba recordarle que había perdido la dignidad al rendirse entre sus brazos—.
Eres un irresponsable. No respetas a las parejas. Tienes fobia al compromiso…
La burla dio
paso a una incrédula indignación, y Mingyu bramó:
—¡Eso es
intolerable!
—Es la verdad.
Ahora mismo, Hyuk sería para ti una novedad, como un juguete nuevo. Sólo te
tomas en serio tus negocios. No tienes noción de vida familiar, de la necesidad
de estabilidad que un niño requiere. ¿Cómo ibas a tenerla después del modo en
el que te han criado? No te culpo por tus deficiencias –le dijo Wonwoo
forzándose a bajar la voz—, pero no pienso disculparme ante mi necesidad de
proteger a Hyuk del daño que puedes llegar a hacerle.
Mingyu
palideció de ira.
—¿Qué quieres
decir con eso de deficiencias?
—Hyuk es
alguien muy valioso. ¿Qué puedes ofrecerle aparte de dinero? Necesita un adulto
dispuesto a anteponerlo a todo, que lo
cuide, pero para ti la libertad es mucho más importante. Lo primero que
perderías como padre es la posibilidad de hacer lo que quieras y cuando
quieras, y eso es algo que no aguantarías ni cinco minutos…
—¡Ponme a
prueba! —desafió Mingyu lleno de ira—. ¿Quién te crees para juzgarme así?
¡Jamás has salido de tu pequeña y académica pompa de jabón! ¿Con qué derecho me
llamas irresponsable?
Wonwoo volvió
a levantar la cabeza a pesar de su cara tensa y demacrada.
—Tengo más
derecho que cualquiera. ¡Nunca llamaste para preguntarme cómo estaba después de
la noche que pasamos juntos!
—¿Y por qué
debería haberlo hecho? —bramó Mingyu como un oso.
Wonwoo se
resistió a reaccionar de forma más personal y se guardó el dolor que le produjo
aquel rechazo cruelmente gratuito.
—Porque habría
sido el comportamiento más responsable por tu parte dado que sabías que había
riesgo de embarazo —le informó en tono inexpresivo.
Ante aquella
respuesta, Mingyu juró en griego y le lanzó una mirada de censura.
—Fuiste tú
quien me dejó —argumentó.
Wonwoo pensó
en lo que realmente había ocurrido aquella mañana y se quiso morir de
vergüenza. Dejarlo habría sido la opción más digna y sensata, pero realmente no
fue aquélla su intención. Y como él no lo sabía, creyó que ya no venía a cuento
habiendo pasado tanto tiempo. No se sentía orgulloso de lo que hizo, pero había
decidido ser consecuente con su decisión.
—Tú eras el
que debías haberme llamado al saber de tu embarazo — añadió Mingyu con dureza.
—No te
merecías tanta consideración —contestó sin dudarlo. El desdén endureció la belleza
de sus facciones.
—No te llamé…
¿es ésa la razón de todo esto? ¿Pretendes castigarme negándome cualquier
contacto con mi hijo?
Wonwoo lo miró
fijamente y sus ojos se tornaron desafiantes ante aquel desprecio.
—No te atrevas
a tergiversar mis palabras. Sé sincero contigo mismo. ¿Realmente deseas la
complicación que supondría un niño en tu vida?
Sólo cuarenta
y ocho horas antes, Mingyu habría respondido que no a esa pregunta sin dudarlo
ni un instante. Ahora las cosas eran distintas. No podía borrar de su mente la
imagen de aquel niño que le sonreía desde la fotografía. Wonwoo lo había
juzgado y lo había encontrado insuficiente, cosa que nadie se había atrevido a
hacerle jamás.
Sin previo
aviso, la puerta se abrió de par en par.
—¿Se puede
saber por qué hay tanta gente merodeando por ahí afuera? —preguntó la señora
con la que Wonwoo compartía despacho—. Ay, perdón. No me había dado cuenta de
que tenías visita. ¿Interrumpo?
—En absoluto
—murmuró Mingyu impasible—. Ya me marchaba.
Preso de una
enorme ola de frustración, Wonwoo vio marchar a Mingyu. No entendía por qué se
sentía tan desolado. El despacho no era lugar para discusiones y, además, él
tenía que reflexionar sobre lo que le había dicho. Sin darse cuenta, se llevó
la mano al labio inferior, hinchado todavía por su beso.
¡Qué propio de
Mingyu manejar y emborronar las cosas importantes con sexo! Podía manejar el
sexo. Maravillosamente. Lo que no era capaz de manejar eran los sentimientos.
Asombrado, su
compañera corrió hacia la puerta.
—Santo cielo,
¿era quien yo creo que es? ¿Era realmente Kim Mingyu?
Una masa de
rostros especulativos escudriñaron a Wonwoo como si fuera un animal exótico que
se exhibe por primera vez en el zoo…
Wonwoo no
logró dormir aquella noche, ni tampoco la
noche siguiente.
¿Cuánto tiempo
había pasado desde que se enamoró de Kim Mingyu? Casi siete años. Sonaba como
una condena, y a veces lo parecía, sobre todo cuando luchaba por sentir algo,
cualquier cosa, por alguien más apropiado.
Tal vez su
corazón estuviese también encerrado en una celda, ya que ni la inteligencia ni
el sentido práctico habían ejercido influencia alguna sobre sus sentimientos.
Había hecho lo imposible por superarlo. Conocía todos los defectos de Mingyu y
no lo respetaba como persona. Pero una compasión mal entendida por un hombre
frío e incapaz de reconocer el sufrimiento le había llevado a bajar la guardia
tras el funeral de su prima y concebir un hijo al que adoraba.
«¿Quién te
crees para juzgarme así?». Todavía sopesaba esa
pregunta al amanecer del segundo día después de su última visita. Ahora
que él se había enterado de la existencia de Hyuk, todo había cambiado y había
tardado mucho en reconocerlo. De pronto se veía obligado a justificar las
decisiones que había tomado y ya no estaba seguro de si tenía derecho a negar a
Hyuk todo contacto con su padre.
Estaba
acostumbrado a tomar decisiones por sí mismo, pero en este caso se sentía tan
implicado emocionalmente que decidió que lo más sensato sería pedir una segunda
opinión a alguien en cuya discreción pudiese confiar.
Aquella
mañana, fue a ver a Seungkwan y le contó quién era el padre de su hijo. Durante
el transcurso de un minuto, aquel joven se limitó a mirarlo atónito e incrédulo.
—¿Kim Mingyu?
¿El millonario griego que aparece en las revistas de famosos? ¿El que fue novio
de Jenny?
Rojo como un
tomate, Wonwoo asintió con la cabeza.
—Santo Dios.
¡Qué callado te lo tenías! —exclamó Seungkwan—. ¿De verdad es Kim Mingyu el
padre de Hyuk?
—Sí.
—Nunca quise
preguntarte quién era porque no parecías querer hablar del tema —Seungkwan
sacudió la cabeza asombrado por lo que acababa de oír—. Debo ser franco
contigo. Me he quedado pasmado. ¿Qué es lo que ha hecho que de repente te
decidas a contármelo todo?
—Mingyu acaba
de descubrir la existencia de Hyuk y quiere verlo — Wonwoo apretó los labios—.
Le he dicho que no.
Seungkwan hizo
una mueca.
—Pues no me
parece buena idea, Wonwoo. ¿Te parece sensato enojar a un hombre tan poderoso
como él?
—Está muy
molesto con mi actitud —admitió Wonwoo con tristeza.
—Si alguien te
negara el acceso a tu hijo, ¿no te enfadarías? —inquirió el joven irónicamente—
Intenta ponerte en su lugar y sé justo.
—No es tan
fácil —le confió Wonwoo, agobiado.
—¿Pero por qué
correr el riesgo de convertir a Mingyu en tu enemigo? ¿No sería eso aún más
peligroso? He oído historias desgarradoras sobre niños secuestrados por padres
extranjeros.
Seungkwan no
podía haber dicho nada que alarmase más a Wonwoo.
—No me
asustes, Seungkwan.
—Estás jugando
con sentimientos muy fuertes. Y yo, en tu lugar, intentaría ser razonable.
—Creo que lo
que ocurre es que Mingyu siente curiosidad. No me lo imagino implicado en la
vida de Hyuk —dijo Wonwoo, tenso—. A Mingyu no le gustan los niños.
El joven lo sometió
a una inteligente apreciación:
—Conoces muy
bien a Mingyu, ¿verdad?
Wonwoo bajo la
vista defendiéndose:
—Lo
suficiente.
—Pues aférrate
a ese vínculo, no vayas a perderlo para siempre —le advirtió Seungkwan
compungido—. Por el bien de tu hijo. Algún día, Hyuk deseará conocer a su
padre. Tomar decisiones por el bien de Hyuk es una gran responsabilidad.
Avergonzado al
reconsiderar su posición, pero no sin cierto recelo, Wonwoo volvió directamente
a casa y marcó el número privado de Mingyu.
Éste contestó
al teléfono, y en cuanto escuchó su voz, hizo una señal a su asistente personal
para indicarle que sus abogados debían esperar a que acabase la conversación.
—Wonwoo
—murmuró suavemente.
—De acuerdo,
puedes ver a Hyuk. No he sido razonable contigo, así que dime cuándo quieres
verlo.
Mingyu se
sintió inmerso en una oleada de satisfacción y una extraña sonrisa desterró la
frialdad de su rostro.
—Enviaré un
coche para que te recoja en una hora, ¿te parece?
Wonwoo tragó
saliva. La inmediatez de aquella petición lo desconcertó, porque habría
preferido organizar el encuentro en un terreno más familiar.
Además, las
advertencias de Seungkwan lo habían puesto nervioso y no quería cometer una
torpeza.
—Es algo
precipitado, pero no trabajo los jueves, así que perfecto.
—Me has
alegrado el día —anunció Mingyu mostrando su aprobación—. Hasta luego.
Wonwoo colgó
el teléfono con los dientes apretados. Sospechaba que, de haber tenido cuatro
patas como Meanie, Mingyu le habría dado una palmadita en la cabeza y un trozo
de chocolate por mostrarse tan obediente. ¿Seguro que aquello era mejor que
estar en malos términos con él? Salió disparado escaleras arriba con Hyuk para
cambiarse.
Una enorme
limusina llena de lo que parecían ser guardias de seguridad vino a recogerlo,
llenándolo de consternación. ¡Menuda discreción! Atado a su asiento en la
inmensa zona de pasajeros, Hyuk se quedó dormido.
Wonwoo, no
quería parecer impresionado por aquella tapicería de piel crema y aquel
despliegue de dispositivos. Eso fue un rato antes de darse cuenta de que debía haberle
preguntado a Mingyu dónde sería el encuentro, porque la limusina no se dirigía
hacia Seúl, tal y como él esperaba.
Al ver que el
coche descendía por una carretera hacia una enorme mansión georgiana su
nerviosismo fue en aumento.
Wonwoo decidió
que nada lo intimidaría, y colocándose a Hyuk sobre la cadera, se dirigió a una
entrada que tenía las dimensiones de un pequeño campo de fútbol. Un criado
abrió de par en par la puerta para facilitarle la entrada a un recibidor
exquisitamente amueblado. Se detuvo a dejar a Hyuk en el suelo porque se
retorcía impaciente después de tanto tiempo encerrado en el coche.
Mingyu vio
primero a Wonwoo, se apoderó de él el deseo, y aquello le enfureció. Se
preguntó, y no era la primera vez, por qué aquella leve visión del cuerpo de
Wonwoo tenían sobre él mayor efecto que un striptease integral. Al enderezarse,
su pelo brillante y castaño se retiró para mostrar sus ojos vivos y su boca, y
él supo que volvería a acostarse con él. Pero entonces apareció el niño, que se
había quedado deambulando oculto por su appa, y su visión le asaltó de tal
manera que olvidó completamente aquello en lo que había estado pensando.
—Es muy
pequeño —dijo con brusquedad.
A Wonwoo se le
secó la boca al ver a Mingyu. Estaba a punto de decirle que Hyuk era de hecho
muy alto para su edad, pero olvidó lo que estaba pensando. Mingyu, con unos
vaqueros y una camiseta color café a juego con una chaqueta de lino, distrajo
por completo su atención. Con el pelo negro hacia atrás, y los ojos oscuros y
profundos clavados en Hyuk, Mingyu resultaba increíblemente espectacular.
Dolorosamente guapo, moderno y elegante. Wonwoo se sintió de pronto acalorado,
mal vestido… y terriblemente feo.
—¡Hyuk!
—Wonwoo llamó al pequeño, que intentaba trepar por el gran cuadrado que formaba
la mesa de café. Estaba en edad de escalar cualquier obstáculo que encontrase
en su camino.
—Deja que se
divierta —le dijo Mingyu con impaciencia.
«La forma de
entender la paternidad de los Kim», pensó Wonwoo,
.____.
ResponderEliminarOh si~ sedio muy facil!!!
Ahhhhh
Ya reconocio que era el padre...ahora que!!!!!
Ahhh