Con el corazón latiendo aceleradamente, Donghae
lo miró, impotente. Hizo un gesto de disgusto. Intentó soltarse, pero él lo
sujetó más firmemente.
Pensando en que Hyukjae se había pasado
casi toda la noche con otro, Donghae apretó los dientes y dijo:
—Ya sé cómo es estar casado con un coreano,
Hyukjae. Se sufre una gran soledad y frustración. Te casaste conmigo y
desapareciste durante quince días sin decirme nada. Luego vuelves y sales
conmigo una noche y te pones a coquetear con otro. Te odio.
Y lo que más odiaba era que le importaba.
—Yo no estaba coqueteando —dijo él.
—Sí lo estabas haciendo. No dejabas de
mirarlo, y él no dejaba de tocarte y tú te has olvidado completamente de que yo
estaba allí. Bueno, ¡me niego a que me
ignores! Tú has querido traerme aquí, y luego has sido un grosero. Y lo peor es
que todo el mundo nos estaba mirando —de pronto se sintió mareado—. Y ahora
estoy un poco mareado.
—¿Has bebido?
—Nunca bebo.
—Te has bebido la copa de un trago.
—Entonces debiste beber agua —comentó él
agarrándolo firmemente —. Para tu información, el alcohol no es lo mejor para
quitar la sed.
Apoyó la frente en el pecho de Hyukjae, y
deseó que la habitación dejase de girar.
—Lo único que he bebido es la limonada que
tú me has dado. Es posible que esté mareado de dar vueltas. Ese hombre era muy
buen bailarín.
—La bebida era vodka con un poco de limón
—dijo él—. Y creo que no se te puede dejar más de cinco minutos solo. Eres como
un niño en su primera fiesta.
—Y tú eres horrible —lo miró—. Me haces
todas esas cosas en la cama, y luego te marchas y no me dices nada agradable.
Ni una sola cosa. No comprendo por qué piensan que eres tan fabuloso. Haces
cosas sin sentido… Y no creo que pueda seguir fingiendo que soy la persona que
crees que soy. Es agotador.
Hyukjae se quedó petrificado.
—Repite lo que has dicho…
Hubo algo en su tono que a Donghae le
advirtió de que no iba por buen camino. Pero su cabeza estaba confusa para
deducir qué era.
—No me dices nunca nada agradable cuando
estamos en la cama… —repitió.
—Esa parte, no. La otra… La de que no eres
capaz de seguir fingiendo…
—Bueno, no soy ese estúpido heredero
descerebrado que tú piensas… Y sinceramente, es una lucha fingir que lo soy
—respondió—. Jamás he usado ropa de diseño en mi vida. Nunca he tenido tiempo de
ir a fiestas, y tú crees que soy una especie de prostituto, y ni siquiera… —se
quedó callado.
Hyukjae alzó una ceja.
—¿Y? —lo animó a seguir—. ¿Ni siquiera…?
El efecto del alcohol se le estaba pasando
y tuvo el presentimiento de que había dicho algo que no debía decir, pero no
sabía exactamente qué. Lo único que quería era dormir.
—Bueno, no soy un prostituto —repitió—.
Aunque me gusta la ropa que llevan —volvió a apoyar la cabeza en el hombro de Hyukjae.
Entonces oyó jurar a Hyukjae, y después que
lo abrazaba con fuerza.
—Hueles tan bien —dijo Donghae—. Pero no
volveré a la cama contigo hasta que aprendas a decir algo agradable. Me haces
sentir muy mal.
Hyukjae no contestó, pero Donghae notó que
su mandíbula se tensaba y que daba pasos más largos.
Sintió el aire frío al salir del club.
Luego en el asiento del coche Hyukjae se sentó a su lado y le dio instrucciones
en coreano al chofer.
Donghae se acurrucó en el asiento como si
fuera un bebé.
—No voy a volver a bailar. El mundo da
vueltas sin parar…
—Eso es el efecto del alcohol, no del
baile. Y no puedo creer que hayas llegado a los veintitrés años sin saber qué
se siente al emborracharse.
—He llegado a los veintitrés años sin
conocer muchas cosas —le confesó, somnoliento—. Estas semanas he vivido muchas experiencias
nuevas. Algunas buenas y otras malas. Lo peor es que tú…
—«… no me digas cosas agradables en la
cama» —repitió él—. Me lo has dicho varias veces. Ya he comprendido el mensaje.
Donghae lo miró.
—En realidad iba a decir «has coqueteado
con otro joven» —dijo mirando sus facciones duras—. Pero me gustan los zapatos
y la ropa. Y bailar ha sido estupendo… Quiero que me vuelvas a traer. Quizás
mañana.
Hyukjae lo miró achicando los ojos:
—Mañana, tengo otros planes para ti.
Donghae gruñó. De momento sólo quería
dormir.
—Bueno, supongo que por la mañana te
habrás ido, como siempre…
—Esta vez, no —murmuró él—. Voy a llegar
hasta el fondo de la persona que eres. Mañana tú y yo vamos a empezar a
conocernos realmente.
Donghae se despertó con dolor de cabeza.
—Bebe esto —le dijo Hyukjae.
—No puedo beber cualquier cosa…
—Te ayudará —Hyukjae deslizó un brazo por debajo de sus hombros, lo levantó y le dio el
vaso.
—Sabe mal —dijo al probarlo.
—Créeme, te ayudará.
Bebió. Esperó a que su estómago dejara de protestar
y agregó:
—Tienes razón, me siento mejor.
—Bien. Porque tienes menos de una hora
para prepararte —Hyukjae se incorporó y Donghae se dio cuenta de que estaba
vestido y calzado.
—No más clubes nocturnos —le dijo.
—Es la hora de comer —le hizo señas hacia
la ventana—. Así que no habrá clubes nocturnos. No suelen abrir hasta la
medianoche. No lo sabes, ¿verdad? Puesto que no has estado nunca en ninguno,
¿no?
Donghae notó algo en su tono de voz. No
recordaba casi nada de la noche anterior.
—Yo… No he dicho exactamente que no había
estado en un club nocturno…
—Sí, lo has dicho. Además de otras cosas,
que no veo la hora de explorar con más detalle —Hyukjae miró su reloj—. Tengo
que hacer unas llamadas importantes antes de marcharnos. Aprovecha para ducharte
mientras, pero no te vuelvas a dormir. Mi piloto nos recogerá en menos de una
hora.
—¿Tu piloto? —se volvió a sentir mareado.
—Exacto —él abrió la puerta—. Nos vamos de
luna de miel. Mejor tarde que nunca…
—¿De luna de miel? Si no íbamos a tener
luna de miel… Me dijiste que no querías pasar mucho tiempo conmigo.
—Eso fue porque pensé que una sola noche
contigo sería suficiente. Me he equivocado. Lo he intentado todo: Duchas de
agua fría… Evitar verte… Pero no me ha servido de nada. Así que intentaremos un
acercamiento diferente.
Donghae se quedó con la boca abierta.
—¿Has intentado evitarme? ¿Es por eso que
has desaparecido durante dos semanas?
—Sí, pero no ha funcionado. He aceptado
las cosas tal cual son. Estamos casados. Es normal que pasemos tiempo juntos, y
yo necesito cansarme de ti.
—¿Y cómo vas a hacerlo?
—Acostándome contigo interminablemente, cariño—sonrió
él—. Dentro de una hora nos marcharemos a una isla privada donde estaremos sólo
tú y yo. Así que no te molestes en hacer el equipaje. No necesitarás ni ropa
interior.
Estaban volando sobre el mar.
—Puedes abrir los ojos —le dijo él—.
Aterrizaremos en menos de cinco minutos.
Donghae siguió con los ojos cerrados. No
estaba interesado en el paisaje. El mar le aterraba.
—¡Dios mío! ¡Estás blanco como una hoja!
¿Es esto consecuencia de la noche pasada también?
Donghae no podía hablar, por la lucha
interna que tenía con el miedo al mar.
Hubo un momento de silencio, y luego unos
dedos le agarraron la mano fría.
—Ahora recuerdo que el día que te conocí
estabas igual de pálido. No sabía que te daba tanto miedo volar… Perdóname, la
próxima vez iremos en barco. El viaje se hace más largo, pero será más cómodo
para ti.
Se sorprendió porque Hyukjae parecía
sensible a sus sentimientos. ¿Debería confesarle que lo que le daba miedo era
el agua y no volar?
—No me mires así. Todos tenemos una
debilidad. Es casi un alivio saber que tienes algo que no sea codicia. Puedes
relajarte ahora. Hemos aterrizado. Bienvenido a mi escondite.
Donghae recordó lo cerca que estaba el
helipuerto de la isla del mar y sintió pánico.
—Sigues muy pálido. Deberías acostarte un
rato antes de cenar. ¿O prefieres nadar?
—Quizás más tarde —no supo qué decir.
—Después de unos días en Seúl la gente no
puede resistir la tentación de zambullirse en el mar —lo miró—. Pero hay tiempo
de sobra. No tengo prisa en volver a la ciudad.
Donghae disimuló su sorpresa al oírlo. ¿Cuánto
tiempo pensaba quedarse?
—Estás muy tenso, y el objetivo de este
viaje es que te relajes. Aquí no hay otra cosa que hacer que relajarse. Aunque
debes estar cansado después de anoche.
Lo miró, confundido. ¿Por qué era amable
con él?, se preguntó.
—Estoy cansado. Tienes razón.
—Échate un rato antes de cenar…
Entraron en la mansión y Donghae miró,
impresionado a su alrededor. La primera vez que había estado allí, no había
entrado en la casa.
—Es hermosa…
—La diseñó mi primo. Tiene un negocio de
decoración de interiores. También es
responsable de los cuadros.
—¡Tiene mucho talento! —descubrió un piano
y exclamó—: ¡Oh!
—¿Tocas el piano? —le preguntó él
siguiendo la dirección de su mirada.
—Sí —Donghae se acercó al piano y lo
acarició.
—Siéntete como en tu casa —le dijo Hyukjae
haciéndole un gesto hacia el instrumento.
—No… Yo no… Bueno…
—¿Qué no qué? ¿Qué no quieres que sepa
nada de ti? ¿Es eso lo que te ha dicho tu abuelo que hagas? ¿Qué escondas la
persona que eres?
Donghae lo miró, consternado.
—Yo…
—Estamos casados ahora. El acuerdo está
firmado y sellado. Nada de lo que digas o hagas cambiará eso. Es hora de que te
relajes y seas tú mismo.
—Soy yo mismo.
—No. Vuelves a ser la versión callada de
ti mismo. Anoche, tuve la impresión de que he tenido un atisbo de la persona
que eres realmente.
—Bebí demasiado…
—Y claramente eso bajó tus inhibiciones
como para revelar tu verdadera personalidad —dijo él con simpatía—. He
descubierto anoche que mi gatito tiene uñas.
—Me irritaste —dijo.
—Un lapsus que no volverá a suceder —Hyukjae
tiró de él y lo abrazó—. He descubierto que mi esposo tiene personalidad, algo
que creo que ha ocultado por obedecer las órdenes de su abuelo.
—Yo… —Donghae tragó saliva.
—Desde ahora en adelante, quiero que seas
tú mismo —le ordenó—. Quiero saber todo sobre ti. Sin secretos.
Donghae cerró los ojos. Él aún pensaba que
su appa estaba muerto, que había muerto con su padre… Y que su abuelo lo
quería…
Si se enteraba de cuánto le había mentido,
se pondría furioso. En algún momento se enteraría, y temía su ira.
—Necesito echarme un rato…
—No volverás a beber… —prometió Hyukjae. Lo
llevó al dormitorio principal. Era tan impresionante como todo lo demás.
—Es fabuloso… —comentó Donghae. Y era muy
silencioso.
—¿Dónde están los demás?
—¿Los demás? —repitió él.
—Tú generalmente tienes empleados…
—Éste es mi refugio. No lo sería si lo
llenase de empleados, ¿no crees? Aquí vengo a olvidarme de mis
responsabilidades de empresario.
Donghae lo miró.
—¿Estamos solos aquí?
—Solos completamente.
Se dio cuenta de su tono sensual. Recordó
que la pasada noche había estado coqueteando con otro y levantó la barbilla, en
un gesto desafiante.
—¿Quién cocina, entonces?
—A veces yo, a veces otros… Un barco trae
productos frescos todos los días, y hay huerta en la mansión.
—¿Cocinas tú? —se quedó con la boca
abierta—. Si los hombres coreanos no cocinan nunca…
—Suelo venir aquí solo, así que tenía que
aprender a cocinar o me moría de hambre…
Donghae lo miró, confundido, pensando que
tal vez no lo conocía bien. Pero no era de extrañar, llevaban poco tiempo
juntos. Y no habían compartido casi nada, ni una comida, aparte de la cama.
Hyukjae se acercó a las puertas de cristal
y las abrió.
—Descansa un rato. Yo estaré en la
terraza, si necesitas algo.
Donghae esperó a que se marchase para
desvestirse.
Se acostó en ropa interior. Tenía sueño.
Su cabeza aún le dolía por la falta de sueño y el alcohol. Se quedó dormido.
Cuando
se despertó se
sintió culpable. ¿Cuánto
había dormido?
Mucho.
Y Hyukjae no estaba por allí. Se levantó y
buscó los vaqueros.
—Los he tirado —le dijo una voz.
—¡Me has asustado! —Donghae se tapó
rápidamente con la sábana.
—No estamos más que nosotros en la isla,
¿por qué te asustas? Y no hace falta que muestres ese pudor, cariño. No me
importa que andes desnudo.
—Bueno, a mí, sí me importa. ¿Y qué quieres
decir con que has tirado mis vaqueros? Me has dicho que no traiga equipaje. La
única ropa que tengo es la que tenía puesta antes.
—No los vas a volver a usar —le dijo él.
Se había puesto unos pantalones de lino, y tenía las mangas de la camisa enrolladas
por encima de los brazos—. Como parece que no te has comprado nada para usar en
clima caluroso, me he tomado la libertad de comprarte un ropero adecuado.
—¿Un ropero? —preguntó agarrándose a la
sábana.
Hyukjae sabía que él no se había comprado
nada; y no era estúpido.
—No estás acostumbrado a ir de compras,
¿verdad? —Hyukjae fue al cuarto ropero y volvió con pantalón de lino corto y
una camisa de seda sin mangas azul—. Algo extraño en alguien que necesita una
suma de dinero tan grande para mantener su estilo de vida.
Donghae se quedó helado. Y no se le
ocurrió nada que decir.
—Vístete —le ordenó él—. Luego ven a la
terraza. Cenaremos y charlaremos.
Donghae sintió un escalofrío ante la idea
de charlar con él. De pronto, Hyukjae parecía dispuesto a conocerlo, y eso
sería un problema para él.
Hyukjae esperó a su esposo en la terraza,
mirando la piscina. Evidentemente, su esposo tenía personalidad. Era la primera
vez que se sentía confundido por un joven. Él se salía totalmente del patrón.
Su reacción ante la ropa de diseño que le
había comprado para ir al club nocturno había sido la de una persona que nunca
se hubiera puesto algo así. Ninguno de los que había conocido había reaccionado
con semejante entusiasmo. Donghae había reaccionado como una criatura que
descubre el placer de vestirse y arreglarse. Lo desconcertaba con aquellas
reacciones tan poco propias del heredero de Park.
Y también estaba un poco sorprendido de su
reacción con él. Nunca se había sentido tan descontrolado. Parecía no poder
saciarse sexualmente, algo extraño en él, que terminaba aburriéndose fácilmente
de sus acompañantes.
Y la noche del club nocturno, había tenido
que controlarse para no darle un puñetazo al hombre que se había puesto a
bailar con él.
Su cuerpo se incendiaba con sólo recordarlo…
Y tenía un sorprendente sentimiento posesivo hacia él.
Vestido con aquel atuendo que debía haber
costado una fortuna, Donghae salió a la terraza.
Se sorprendió ante lo que vio. La mesa
estaba puesta. Unas velas ardían en la oscuridad y el aire olía a verano y
calor. Y sabía que Hyukjae lo había preparado para él.
—¿Quieres beber algo? —le ofreció él.
—No sé si debo… —Donghae aceptó la copa.
—No es alcohol. No soy tan estúpido.
Aunque debo admitir que te transformas bajo la influencia del alcohol.
—Me ha gustado bailar… —se puso colorado.
—Lo he observado. Quiero saber por qué
anoche ha sido tu primera salida a un club nocturno. Quiero saber por qué no
has ido de compras…
Donghae buscó inspiración.
—¿Siempre te gastas todo lo que ganas?
—No… —él sonrió.
—Por eso. No sé por qué crees que el dinero
es sólo para ir de compras…
—Quizás porque suele ser así para los
jóvenes y mujeres. Pero tú me estás enseñando que son más complicados de lo que
pensaba — hizo una seña hacia la mesa—. Sentémonos… —dijo él con cortesía, algo
nuevo para Donghae.
—¿Has cocinado tú?
—No exactamente. Debo confesar que la
mayoría de los platos los compro preparados.
—Tienen buen aspecto —se inclinó y miró
uno de los platos—. Ryeowook también prepara esta comida. Es mi favorita.
—¿Quién es Ryeowook? —le preguntó Hyukjae
con desconfianza.
—Ryeowook es tu chef.
—Claro…
—Me ha enseñado a preparar platos coreanos.
Me gusta…
Le gustaba cocinar, y era estupendo no
tener que pensar en el gasto de los ingredientes, pensó.
—¿De qué otra manera has estado
pasando el tiempo en mi ausencia? —preguntó él.
—He explorado Seúl.
—¿Y? ¿Te ha gustado?
—Es una ciudad fascinante.
—¿Cómo es que no has estado antes en Seúl?
Tu abuelo tiene una casa cerca de la mía. Tienes que haber estado allí.
—Yo… No. Sólo lo he visto en su casa de Ilsan
—tomó la iniciativa y empezó a hacerle preguntas a él—: ¿Y tú? Sé que tienes
varias casas.
—Sí, tengo varias casas, cariño. Pero un
solo hogar. Éste —se quedó callado un momento, mirando el mar—. El hogar es un
sitio donde puedes ser tú mismo. Un lugar privado, donde no tienes que darle
cuentas a nadie.
—Pero tú eres rico. Tú no tienes que
rendir cuentas a nadie…
—Dirijo una empresa muy complicada, que
maneja millones de dólares. Y hay días que pareciera que tengo que rendir
cuentas al mundo entero. Las decisiones que tomo repercuten en mucha gente, a
los empleados, a su vida…
¿Y eso le importaba a él?, se preguntó Donghae.
—Mi abuelo ha dejado a mucha gente sin
trabajo…
Hyukjae se puso serio.
—Y esa gente tiene familias y
responsabilidades. El echar a la gente es el resultado de una mala organización
y de planear mal todo. Si contemplas el futuro puedes anticipar los movimientos
del mercado y reaccionar a tiempo. Mi empresa nunca ha tenido que echar gente.
—Sin embargo tienes la misma fama de
empresario despiadado que mi abuelo…
—Bueno, no soy blando. Yo recompensó
justamente a la gente, y a cambio espero de ellos que trabajen duro. Es una
fórmula muy simple.
—He leído que cuando terminaste la
universidad no te uniste a la empresa de tu padre —comentó.
—No es agradable meterse en el terreno de
otro. Yo quería demostrarme que podía valerme por mí mismo.
—¿Y entonces creaste tu propio negocio?
—El negocio de mi padre es muy tradicional
—le explicó él—. Yo quería probar otras cosas, así que desarrollé software para
ordenadores con un amigo de la universidad y se lo vendimos a empresas. En el
primer año hicimos cincuenta millones de dólares de ganancia. Mantuvimos la
empresa durante varios años y luego la vendimos. Para entonces yo ya estaba
dispuesto a unirme a la empresa de mi padre. Y ya está bien de hablar de mí.
Quiero saber de ti. He oído hablar de internados ingleses…
Donghae sonrió y se sirvió más comida.
—En realidad, me encantaba.
Había sido el único hogar que había
tenido.
—¿Es cierto que estuviste allí desde los
siete años?
—Sí.
—Es una edad muy temprana…
Pero Donghae no había tenido un hogar. Su
padre había muerto. Su appa estaba gravemente enfermo. Y su abuelo lo había
desheredado.
—A mí me gustaba…
—¿Nunca te has sentido tentado de vivir
con tu abuelo?
Donghae casi se rió.
—Yo me lo pasé bien en el colegio.
—¿Y luego fuiste a la universidad
directamente?
—Estudié música.
Hyukjae le sirvió el plato por tercera
vez.
—Tienes mucho apetito… —sonrió él.
Donghae estuvo tentado de decir que nunca
había visto tanta comida en su vida, pero se reprimió a tiempo.
—Me encanta la comida coreana —sonrió.
—Me alegro de que te guste —respondió él.
Se echó hacia atrás y le hizo preguntas
acerca de sus cursos de música y cuando terminó de comer le sugirió:
—Quiero que toques el piano. Un concierto
para mí solo…
Se
miraron un momento,
y Donghae se olvidó del
piano. El deseo lo envolvió con un calor intenso.
Hyukjae asintió como si comprendiera y le
dijo:
—Más tarde. Ahora quiero que toques para
mí.
Donghae se sentó al piano. Se quedó
mirando las teclas un momento.
Y luego empezó a tocar. Primero Chopin,
luego Mozart, Beethoven y finalmente Rachmaninov. Sus dedos volaban sobre el
teclado. Hasta que la pieza final terminó y sus manos cayeron en su regazo.
Siguió el silencio.
—Ha sido impresionante, de verdad. No
sabía que tocabas tan bien. ¿Cómo es
que no ganas millones en recitales públicos?
—No soy famoso…
—Pero podrías serlo…
—No lo creo… —desvió la mirada, incómodo y
contento de que a él le hubiera gustado su interpretación.
—Has terminado tus estudios, ¿y ahora qué?
¿Qué planes tenías antes de aceptar este matrimonio?
—No lo había pensado…
—Tu abuelo no me comentó nada sobre tu
talento…
Donghae apretó los dedos.
—No creo que mi abuelo esté interesado en
la música.
Todavía no entiendo como HuykJae con tantas dudas no contrato a un investigador privado para que descubra al verdadero Hae, o de última que lo emborrache y le tire la lengua
ResponderEliminarPienso igual, como es que si sospecha tanto de Hae no lo manda a investigar, se resolverian practicamente todas sus dudas!... Pero bueno, asi fue escrita la historia.
ResponderEliminarOk...ok....ok
ResponderEliminarYa solo le falto que le dijera un par de cosas y le suelta toda la sopa a Hyuk
Y este que no desaprovecha...está ancioso por más información,que hasta se fue del trabajo y se lo llevo a su isla privada...bueno,eso y las ganas que le trae
Según él quiere acostarse con él muchas veces para cansarse de él...jajajajaj iluso,se le convertirá en una adicción,sino es que ya lo es.
Al menos no lo quiere borracho cuando le saque toda la verdad,o la mayoria.
Las sorpresas que se está llevando con Hae...y las que le faltan