Pálido y sintiéndose muy desgraciado, Donghae
temblaba vestido de novio. No se sentía como uno.
A pesar de la alianza que llevaba en el
dedo, todavía no podía creer que hubiera hecho aquello.
Hacía sólo quince días desde que lo había
visto en la isla. Y desde entonces había habido una actividad frenética.
Abogados trabajando día y noche, papeles firmados, organización de la boda
del siglo.
Para Donghae la ceremonia había sido una
pesadilla. No había imaginado la atracción que aquel evento sería para la
prensa, que siempre habían estado fascinados por Lee Hyukjae. Y el hecho de que
se hubiera casado con el nieto de su enemigo había sido una noticia bomba. Los
flashes no habían dejado de brillar, pidiéndole una mirada, una sonrisa, así
todo el tiempo.
La presencia de su abuelo en la boda había
despertado mucho interés, puesto que éste no solía aparecer en público. Y todos
querían ver el encuentro entre Lee y Park.
Donghae no quería despertar el interés de
la prensa, y no había levantado la vista del suelo. No quería que los
periodistas empezaran a hurgar en su vida. No quería que nada impidiese aquella
boda y la operación de su appa.
Se había puesto el traje que su abuelo le
había dado y había intentado representar el papel de heredero de Park, algo
nuevo para él.
Varias veces había pensado que aquélla no
era una boda como debía ser. Pero él no había tenido expectativas de boda, así
que tampoco se había sentido decepcionado.
—Podrías intentar parecer un novio excitado
en lugar de alguien a quien se ha llevado a la tortura, ¿no crees? —le dijo Hyukjae—.
Esto es lo que querías, después de todo. Te has hecho multimillonario. Sonríe.
Donghae agarró la copa que le ofreció el
camarero, agradecido, y bebió. Su desprecio por Lee Hyukjae aumentaba cada vez
más. Era frío, horrible. Donghae al menos se sentía incómodo con la situación.
Pero a Hyukjae no parecía importarle que ni siquiera se gustasen.
De acuerdo, se casaba por dinero. Pero lo
hacía porque estaba desesperado, no como él. Hyukjae ya tenía una empresa. ¡Era
asquerosamente avaricioso por querer dos!
Era como su abuelo. Rico, exitoso, codicioso.
Decidió que una copa de champán podría
ayudarle. No solía beber alcohol. Pero necesitaba adormecer los sentidos para
soportar aquello.
—Yo no esperaba todo esto…
—Se llama boda —le dijo Hyukjae, sonriendo
a una mujer deslumbrante que lo había mirado—. Y es una de las cosas por las
que has firmado el acuerdo. Disfrútala. Cuesta mucho dinero.
El dinero. Hacía bien Hyukjae en
recordárselo.
Donghae tomó otro sorbo de champán. Lo que
tenía que hacer era recordar el dinero. Nada más. No importaba que se sintiera
la persona más desgraciada del mundo. Lo que importaba era que por fin, su
querido appa recibiría el tratamiento que necesitaba.
Donghae miró al hombre que tenía a su
lado. Estaba relajado, como si todos los días se casara con un extraño. Era el
tipo de hombre por el que se morían. Sofisticado, caprichoso, y tan
terriblemente rico que jamás comprendería lo que podría sentirse siendo pobre.
Lo que era necesitar tan desesperadamente el dinero como para hacer cualquier
cosa para conseguirlo.
El traje le quedaba perfecto, resaltando
sus anchos hombros, su complexión atlética. Y se movía con la seguridad de
alguien que ha vivido con cubertería de plata toda la vida.
No había vivido nunca la pobreza ni la
dureza de la vida.
¿Cómo iba a poder comprender lo que le
había llevado a aquel momento?
De pronto sintió miedo de que se
arrepintiese de su acuerdo y no le diera el dinero. Debía haber ido al banco,
pensó.
Lo miró y preguntó:
—¿Han transferido el dinero a mi cuenta?
—en cuanto lo dijo se arrepintió.
—Me extraña que no te hayas ido de la
fiesta para empezar a gastarlo…
Donghae se relajó, y se dijo que la
opinión de Hyukjae no debía importarle. No estaba en posición de criticarle por
querer dinero.
Miró el reloj de pulsera que llevaba. Sólo
eso valía más que lo que él gastaba en todo un año.
—¿Y la empresa de mi abuelo?
—Ahora me pertenece, junto con una gran
cantidad de deudas y problemas con la plantilla. Así que estaré muy ocupado
arreglando sus problemas en el futuro. Me temo que eso demorará nuestra luna de
miel.
«¿Luna de miel?», pensó Donghae. Lo miró.
—No… No pensaba que tendríamos una luna de
miel…
—Los amantes tienen luna de miel. Y se
supone que nosotros lo somos. Pero de momento, no tengo tiempo para un esposo.
Así que no habrá luna de miel.
Donghae respiró, aliviado. Una luna de
miel habría sido insoportable.
Con suerte, Hyukjae estaría tan ocupado
que no tendría tiempo para él y podrían llevar vidas separadas.
Donghae miró el jardín que era escenario
del banquete, observando el glamour y el lujo. Habían venido invitados de todo
el mundo para asistir a la boda de Lee Hyukjae, y adonde mirase había personas ricas
y elegantes, poderosos y seguros.
¿Se notaría que él no pertenecía a ese
círculo a pesar de ser el esposo de Lee y el nieto de Park? ¿Que no tenía un
céntimo? ¿Qué trabajaba de camarero para ganar dinero extra?
Pero ahora tenía dinero, se recordó,
llevándose la copa a los labios. Gracias a su marido ahora era un joven muy rico.
En los papeles. En la realidad el dinero ya estaba gastado. Había firmado un
acuerdo con el banco de manera que el dinero era transferido inmediatamente
para pagar los gastos médicos de su appa.
—Me pregunto qué estás planeando —le dijo Hyukjae—.
Tienes aspecto de joven que está tramando algo.
—Yo… No… no estoy tramando nada.
—¿No? Entonces serás el primer joven que
no lo hace.
Antes de que pudiera contestar, Hyukjae
levantó una mano y le acomodó un mechón de cabello.
—¿Qué estás haciendo?
—He pagado por ti. Y has sido muy caro, cariño.
Por lo tanto tengo derecho a usarte como quiera.
Donghae casi se atraganta de rabia.
—Tú no eres mi dueño…
—Oh, sí, lo soy. Soy tu dueño, Donghae. De
cada una de tus partes. Soy el dueño de tu pelo sedoso y de esos ojos
increíbles que casi me convencen de que eres inocente aunque sé que eres un joven
codicioso. Soy dueño de ese cuerpo fabuloso que debes haber usado en numerosas
ocasiones para convencer a los hombres de que gastasen su dinero en ti. Soy
dueño de todo, Donghae. El acuerdo que firmamos ha sido una compra por mi
parte.
Donghae cerró los ojos.
—Me haces sentir un… un…
—¿Un prostituto? Supongo que es difícil
ver la diferencia, pero tú estás satisfecho con la carrera que has elegido, ¿y
quién puede culparte? Hay formas peores de ganar una suma sustancial de dinero.
—¡Yo no soy promiscuo! —exclamó Donghae,
furioso.
—No me extraña, con lo que cobras… —dijo
él mirándolo cínicamente—. Sabes muy bien cómo ser exclusividad de un hombre.
Sólo pueden permitírselo los más ricos.
—Te odio —respondió Donghae, ofendido.
—Es posible —él sonrió—. Pero necesitas mi
dinero, cariño, lo que dice mucho de tu personalidad, ¿no crees?
Donghae se sintió tentado de decirle
exactamente por qué necesitaba su dinero, pero se reprimió el pronto y las
ganas de darle un bofetón y se quedó mirándolo.
No podía decírselo.
Donghae se puso de pie, decidido a poner
distancia entre ellos, pero unos dedos fuertes le rodearon la cintura.
—Si vas a hacer una escena, piénsatelo
nuevamente —le aconsejó Hyukjae—. Ahora eres mi esposo y espero que te
comportes como tal. Éste no es momento ni lugar para pataletas. Todo el mundo
te está mirando. Siéntate.
Donghae intentó soltarse, pero él apretó
más la mano en su cintura. Y se volvió a sentar en la silla preguntándose cómo
diablos iba a hacer para sobrevivir a la siguiente hora con aquel hombre, y
menos a toda una vida con él.
Donghae alzó la mirada y se encontró con
un atractivo trigueño mirándolo.
—Ahora comprendo lo que quieres decir con
eso de que la gente nos mira. Ese joven parece disgustado —dijo a Hyukjae,
mirándolo de lado—. ¿Me equivoco al pensar que a él le gustaría estar sentada
donde estoy yo?
Hyukjae fijó los ojos en el joven en
cuestión y sonrió.
—Unos cuantos querrían estar sentados
donde estás tú, así que deberías considerarte afortunado.
—¿Ni siquiera te importa que esté
disgustado? —dijo Donghae—. Realmente no tienes sentimientos. Tal vez estuviese
enamorado de ti, y le hayas roto el corazón.
—Curioso… Jamás habría pensado que eras
una persona romántica. Después de todo, te acabas de casar para tener más
dinero… ¿Es que vas a decirme que crees en el amor?
—Evidentemente, ese joven está disgustado…
—Tú también lo estarías si vieras amenazar
tu glamuroso estilo de vida. Relájate. Su afecto está basado en mi cartera. Sus
heridas serán curadas por el próximo hombre rico que lo mire.
Donghae lo miró, estupefacto.
—¿Con qué tipo de gente te has pasado la
vida? ¿De dónde sacas una opinión tan baja del género?
—¿De gente como tú, quizás?
Donghae tuvo que callarse. No podía
contradecirlo.
—Será mejor que no finjamos que creemos en
cuentos de hadas ni en el amor. Evidentemente, tú no crees en ellos, si no, no
estarías sentado aquí ahora.
Donghae miró su plato, y luego se
sobresaltó al sentir la mano de Hyukjae encima de la suya. Alzó la mirada, e
inmediatamente fue hechizado por el brillo seductor de sus ojos negros. Era una
mirada que anticipaba algo. Y por un momento se sintió preso y no pudo apartar
los ojos de aquella sexualidad.
Él tenía algo que Donghae jamás había
conocido. Un magnetismo… Hyukjae se inclinó y él contuvo la respiración.
—Mi madre va a venir a vernos y a hablar
contigo —murmuró Hyukjae suavemente al oído. Sus dedos morenos jugaron con un
mechón de cabello de Donghae—. Y tú no dirás nada que pueda disgustarla, ¿has
comprendido? Para ella estamos locos el uno por el otro. Un solo movimiento en
falso de tu parte y el dinero deja de llegarte.
Donghae se estremeció. Aquel tono
implacable contrastaba con el brillo seductor de sus ojos.
—Seguramente sabrá que esto es un acuerdo
de negocios… — murmuró—. Nos hemos conocido hace sólo dos semanas.
—Mi madre es una romántica —sonrió Hyukjae—.
Cree que estamos hechos el uno para el otro. Ella cree que esto termina con el
enfrentamiento entre las familias.
Donghae apenas podía respirar cuando él
estaba tan cerca. Tragó saliva y luego se giró para saludar a la mujer que se
había acercado a ellos mientras estaban hablando. Se la había presentado
brevemente antes de la ceremonia, pero nada más. Y Donghae había estado muy
nervioso para prestarle atención.
Su madre era otro miembro de la familia Lee,
responsable de la muerte de su padre como todos, desde su punto de vista.
Lee Dukboon miró a los recién casados con
ternura y orgullo. Y de pronto Donghae sintió que no podía odiarla, ni la podía
ver como a una enemiga. Era simplemente la madre de alguien. Una madre
asistiendo a la boda de su amado hijo. Orgullosa. Nerviosa.
—Estás muy guapo, Donghae —dijo la mujer—.
Tu appa habría estado muy orgulloso de ti si hubiera podido verte…
El que le recordase que su appa ni
siquiera sabía que se había casado le rompió el corazón. Su appa se habría
horrorizado de saber que se había casado y con quién.
Incapaz de hablar por un momento, sabiendo
que no podía revelar que su appa estaba vivo, Donghae luchó con un torbellino
de emociones que amenazaban con salir al exterior.
—Éste es un día muy feliz para nuestras
familias. Me alegro de que tu abuelo haya venido hoy —su madre se sentó en una
silla cerca de Donghae —. Todos quieren
tener a la familia cerca en el día de su boda.
«¿Familia?», pensó Donghae. Su appa no
estaba enterado de su boda. Y a su
abuelo lo había conocido hacía dos semanas, nunca habían tenido relación en el
pasado y jamás la tendrían.
Tuvo que reprimirse para no decir que su
abuelo no era su familia. Había mucho en juego. Si descubrían que su appa
estaba vivo y que su abuelo los había desheredado, adivinarían que aquella boda
era una venganza.
Se sintió culpable por engañar a la madre
de Hyukjae y cambió de tema.
—No sabía que Hyukjae tenía una familia
tan grande —comentó Donghae.
Mirase donde mirase, había hermanas,
hermanos, primos y tías abrazándolo y niños esperando trepar a su regazo.
Su madre sonrió y dijo:
—Ahora son tu familia también —la mujer
agarró la mano de Donghae—. No sabes cuánto he esperado este momento. Creí que Hyukjae
no sacrificaría nunca su vida de soltero por alguien. Había perdido las
esperanzas de que encontrase a alguien que lo mereciera.
Al ver que la mujer estaba sinceramente
conmovida, Donghae se sintió incómodo. No podía fingir…
—Mi madre es una romántica —dijo Hyukjae,
dejando a los niños de la familia y
dirigiéndose a los mayores—. Sólo sueña con finales felices… —hubo una mirada
de advertencia a Donghae.
—Siempre he soñado con tener nietos
—confesó su appa—. Como supongo que lo ha hecho tu abuelo.
Donghae sintió una punzada en el corazón.
Aquello era lo que jamás podría darle…
Cerró los ojos, diciéndose que no debía
importarle lo que quería la familia Lee, que los odiaba, al igual que odiaba a
su abuelo y a todo lo coreano, porque representaba todo lo que había arruinado
la vida de su appa.
Entonces, ¿por qué sentía aquel cargo de
conciencia?
Hyukjae observó a su flamante esposo.
Estaba acostumbrado a las parejas interesadas en su dinero, pero Donghae ni
siquiera se había molestado en fingir ningún otro interés. Era lo único que le
había preguntado, si el dinero había sido transferido a su cuenta.
Había estado desesperado toda la
ceremonia, ansioso, angustiado, pálido. Hasta el punto de que había empezado a
preguntarse si no le pasaba algo serio a su consorte.
Cualquiera que hubiera pensado que
necesitaba el dinero. Pero él sabía que no era más que codicia.
Consciente de que su madre los seguía
mirando, Hyukjae intentó sacar un tema de conversación que les interesara a los
dos.
—Dime, ¿cuál será tu primera compra con tu
nueva riqueza? ¿Mil pares de zapatos de diseño? ¿Un yate? ¿Un caballo de
carrera o dos?
Donghae levantó la mirada de su plato de
comida intacto y lo miró:
—¿Cómo dices?
Por primera vez él notó sus ojeras. No
debía haber dormido.
—Te estaba preguntando cómo vas a gastar
mi dinero —repitió Hyukjae, dándose cuenta de que él no le estaba prestando la
mínima atención, algo a lo que no estaba acostumbrado—. Creo que debería saber
algo por lo menos de mi esposo.
—Oh —él dudó—. Yo… No lo sé todavía.
Supongo que… iré de compras.
Tendría que comprar hasta hartarse para
poder gastar aquella suma de dinero, pensó Hyukjae. Y evidentemente, le
llevaría mucho tiempo gastarlo, por lo que no vería mucho a su esposo.
Extendió la mano, se puso de pie y dijo:
—Es hora de que te empieces a ganar ese
dinero. Se supone que tenemos que bailar.
—¿Bailar? ¿Tú y yo?
—Los novios deben bailar, según la
tradición.
Sin darle tiempo a discutir, tiró hacia él
y le sonrió. Donghae se sorprendió de aquel
gesto.
—Es hora de que le demos al público lo que
ha estado esperando, cariño.
Lo llevó a la pista de baile rodeándole la
cintura, un afectuoso gesto de cara a los invitados. Pero él sospechaba que si
lo soltaba, huiría.
Donghae lo miró como si se hubiera
vuelto loco.
—Sonríeme como si yo fuera el único hombre
en el mundo —le ordenó Hyukjae suavemente cuando lo situó en el medio de la
pista y se dispuso a bailar—. Somos el centro de atención y no quiero
decepcionar a los invitados.
—Esto es ridículo. Creí que habíamos
acordado que no jugaríamos juegos. Que seríamos sinceros el uno con el otro.
—En privado, sí. Pero al mundo exterior
hay que darle la impresión adecuada. Mi madre
necesita pensar que
este matrimonio es
real, el mercado financiero necesita pensar que este matrimonio es real.
Así que les vamos a hacer pensar que lo es…
Por un momento, él se fijó en la forma
perfecta de su boca, y olvidó lo que estaba diciendo del mercado financiero.
Vio cómo se entreabrían sus labios, suaves y delicados.
Su cuerpo se tensó en una reacción
primitiva al ver el movimiento nervioso de su lengua, un gesto de
vulnerabilidad.
—Te estás engañando. Nadie que nos esté
mirando pensará que somos más que un matrimonio de conveniencia.
Hyukjae desvió la mirada de su boca.
—Entonces, habrá que probarles que se
equivocan —sin pensarlo, Hyukjae lo apretó contra él con un movimiento
posesivo, y notó que se estremecía al sentir su cuerpo.
Una corriente eléctrica pasó entre los
dos. Hyukjae respiró profundamente, sorprendido por la inesperada fuerza de
aquella sensación. Fue como si sus cuerpos hubieran reconocido algo que ellos
no habían sido capaces de notar.
La fragancia suave de Donghae embriagó sus
sentidos y seducía su mente para que se olvidase de todo, excepto del joven que
tenía en sus brazos.
No habló ninguno de los dos, pero Hyukjae vio
que él respiraba irregularmente, notó que las pupilas de aquellos increíbles
ojos café se dilataban al sentir aquella atmósfera opresiva.
Lo sintió temblar y entonces tomó
conciencia de lo frágil que era. La primera vez que lo había visto, había
mostrado bajo las transparencias un cuerpo formidable. Pero se había equivocado
en su primera impresión. El resto de Donghae era delicado y frágil.
Hyukjae puso su mano en la espalda de Donghae.
Al parecer, a su libido no le importaba que fuera un joven codicioso. Pero,
¿qué había de malo en eso? Codicioso o no, era increíblemente hermoso, y tenía
que alegrarse de que su flamante esposo tuviera sus compensaciones. Mientras no
tuvieran que mantener grandes conversaciones, la noche que los esperaba distaba
mucho de ser aburrida, pensó él.
Desde que le había tocado el cabello, se
vio tentado de hundir su cara en aquella fragancia sedosa.
Donghae intentó apartarse, pero él lo
sujetaba firmemente.
—¿No es asombroso? ¿Qué nuestros cuerpos
puedan sentir algo que nuestras mentes no quieren registrar?
Él puso una mano en el pecho de Hyukjae
como para separarse de
él.
—No sé de qué estás hablando.
—Oh, sí lo sabes. Lo sabes perfectamente.
—¿Qué estás haciendo? Nos están mirando
todos…
—Para ser una persona inescrupulosa,
pareces demasiado sensible — murmuró él, rodeándolo con la otra mano y
apretándolo más contra él—. ¿Cómo es que
te preocupa lo que piense la gente?
—No me gusta que me miren, simplemente.
Él se rió burlonamente.
—Entonces, será mejor que te vayas
acostumbrando. Toda mi vida me han estado mirando.
Otras parejas se unieron a ellos en la
pista de baile y Hyukjae se dio cuenta entonces de que Donghae apenas se estaba
moviendo, sino que estaba aferrado a él como si fuera a caerse.
Hyukjae frunció el ceño. ¿De dónde sacaba
aquella vulnerabilidad?
Tuvo que recordarse que aquel matrimonio
era el fruto de su falta de principios. Su vulnerabilidad debía ser parte de su
representación para cazar hombres ricos. La verdad era que era un joven especulador,
manipulador, que estaba dispuesto a cualquier cosa por acumular dinero.
—No voy a dejarte marchar. Tú has firmado
por esto cuando has aceptado casarte conmigo por mi dinero.
—No he firmado para hacer representaciones
públicas.
—Has aceptado ser mi esposo, con todos los
detalles. ¿Sabes lo que pienso?. Creo que te has enceguecido tanto con mi
dinero, que no has visto el resto del trato. Creo que sólo has pensado en el
dinero…
Hyukjae notó que se ponía rígido. Notó el
pulso en su cuello, la tensión emanando de su delicioso cuerpo. Y volvió a
excitarse.
¿Cómo había podido pensar que el heredero
de Park era frío?
Podía ser inglés y reservado en la
superficie, pero ahora no tenía ninguna duda de que en sus venas corría una
sangre caliente coreana que le aseguraría una vida sexual muy entretenida.
Hyukjae bajó la cabeza, tan cerca de la
boca de Donghae que sus labios casi se tocan.
—Has conseguido lo que querías. Ahora me
toca a mí.
—Tú también has conseguido lo que querías:
la empresa de mi abuelo.
—La empresa de mi padre —lo corrigió Hyukjae
suavemente, deslizando su mano hacia el cuello de Donghae—. Y eso sólo era
parte de lo que quería. Ahora es el momento de tomar el resto.
Hyukjae bajó la cabeza y lo besó, algo que
había estado deseando desde que lo había visto en la isla. Con aquel beso le
demostraba al heredero de Park qué había entregado por dinero. Quería
demostrarle que la codicia tenía un precio.
Su boca era tibia y suave, y los sentidos
de Hyukjae explotaron, haciéndole perder el control. Sintió un calor en sus
partes bajas, y un ardiente deseo se apoderó de él.
Lo apretó más para satisfacer aquel deseo
de poseerlo. Pero aquello no hizo más que aumentar el deseo.
Estaban tan cerca que él podía sentir cada
leve estremecimiento de su cuerpo. Sentía que Donghae temblaba en sus brazos.
Vio el shock en sus ojos. Luego los cerró, y apoyó sus dedos en el pecho de la
camisa de él como buscando sujeción.
El último pensamiento de Hyukjae fue que
aquello no era como lo había planeado.
Una parte de su cerebro le decía que se
apartase, que cortase aquello. Pero aquella boca suave y delicada embriagaba
sus sentidos y no lo dejaba separarse. Al contrario, quería más.
Decidió llenarse de él. Su fragancia era
intoxicante; no lo dejaba respirar. Y la sangre en su cabeza golpeaba
nublándole la razón. El deseo se apoderó totalmente de él. Lo consumía un fuego
que jamás había experimentado, y él se adentraba más y más en sus llamas.
Como a la distancia, oyó un suave gemido
de asombro y de deseo, y ese leve sonido fue suficiente para romper el hechizo
sensual con el que lo había envuelto.
Hyukjae dejó de besarlo, turbado. Por
primera vez sabía lo que era perder totalmente el control.
¿A qué estaba jugando? Él siempre se había
considerado un hombre disciplinado. Entonces, ¿por qué había perdido el control?
Su cuerpo todavía anhelaba el de Donghae,
y su sexo se quejaba de excitación.
La idea de que él lo excitase tanto lo
molestaba, y quería recuperar la racionalidad. Encontrar alguna explicación
para aquello.
Lo miró. No era como para sorprenderse. Su
esposo podía ser cualquier cosa, pero indudablemente era hermoso. Y proyectaba
un aire de vulnerabilidad e inocencia muy tentadores para un macho coreano, se
dijo. No habría sido humano si no hubiera reaccionado.
La solución estaba en llevarlo a la cama.
Los jóvenes no solían interesarles más de una o dos noches, aunque fuesen
hermosos. Después de eso, sería capaz de pensar con claridad y seguir adelante.
Agarró la muñeca de Donghae y lo llevó
hacia la salida sin decir nada.
Y para que los invitados no dudasen de sus
sentimientos le dio otro beso. Sonrió a su appa, que estaba tratando de
contener sus lágrimas del brazo de su padre, y salió hacia el jardín en
dirección a la limusina que los estaba esperando.
Donghae no se movió. Tenía la cabeza
apoyada en su hombro, como si estuviera resignado. Y nuevamente él se sintió
conmovido, un sentimiento que rápidamente quiso borrar de su corazón.
Lo dejó en el asiento de la limusina. «Una
noche», se dijo.
Lo dejaría embarazado esa primera noche y
eso sería todo. No tendría que volver a tocarlo. Cada uno podría vivir su vida
a partir de entonces.
Donghae se sentó en el asiento de piel de
la limusina e intentó controlar sus temblores. El asalto de Hyukjae a sus
sentidos le había demostrado que no se conocía en absoluto.
Sorprendido por su propia reacción,
intentaba racionalizar lo que había pasado.
No había estado preparado para ese beso.
Había sido oscuro, excitante, terrible. Hyukjae
le había descubierto una parte de él que no conocía.
Tenía ganas de tocarse los labios para ver
si había cambiado algo, pero no se atrevía con Hyukjae sentado a su lado. No
quería que supiera lo que había causado en él. Lo que le había hecho sentir.
Cerró los ojos. ¡Qué ironía de la vida!
Había besado a otros hombres y no había sentido nada. ¿Por qué tenía que sentir
lo que era un beso justamente con aquel nombre?
Donghae abrió los ojos, aún sintiendo la
humillación de que ni siquiera hubiera
intentado apartarlo.
—¿Adónde vamos exactamente? —preguntó
nerviosamente.
—A algún sitio más íntimo —sonrió él—. Ha
llegado el momento de hacer efectivo «el acuerdo de negocios» en otro nivel. Y
para eso no necesito público.
Donghae deseó estar en el banquete antes
que allí.
—¿Es lejos?
—Vamos a mi casa de Seúl —respondió Hyukjae
quitándose la chaqueta y la corbata—. No es lejos. Pero no vas a dormirte, cariño,
aunque estés agotado. Todavía te queda el resto del acuerdo por cumplir. Y
después de ese beso me parece que nos espera una noche muy interesante.
Donghae se estremeció, y notó un calor en su
entrepierna. Un deseo totalmente desconocido para él lo asaltó interiormente.
Donghae vio el brillo burlón en los ojos
de Hyukjae, y tragó saliva.
—No sé a qué te refieres…
—¿No? ¿Quieres que te lo recuerde?
Donghae se acomodó en el extremo opuesto
del asiento del coche, presa de un repentino pánico y una sensación más compleja,
que no podía reconocer.
Hasta aquel momento no había considerado a
Hyukjae un hombre.
Sólo un enemigo, y la solución a los
problemas de su appa.
Hasta aquel beso.
El beso había despertado algo en él. Lo
había cambiado.
Por primera vez lo veía como a un hombre.
Y por primera vez se veía como a un joven.
Donghae lo miró, como si fuera un conejo
en una trampa. Hyukjae estaba relajado. Parecía otro.
Debajo de su superficie sofisticada se
escondía un hombre primitivo, oscuro y peligroso. Un cazador.
Con este acuerdo,boda,contrato,intercambio de bienes,etc,etc...los dos se llevaran varias sorpresas de cada uno.
ResponderEliminarCada uno ya se va armando un concepto del otro paralelo al que tenian cuando se conocieron por primera vez en la isla.
Cada uno deja desconcertado al otro,pero no tanto como los han dejado sus propios cuerpos...los han "traicionado"
Creen conocer al otro por sus acciones y lo que se dice,pero en realidad no saben nada...y un simple beso ha empezado a hacer el cambio,eso es bueno,cada uno se va a ir descubriendo y veran uno no es inmune al otro👏👏👏👏
OMG
ResponderEliminarYa se casaron!!!???
Ahhhhhh
Oh si!!! Noche de bodas!!!!
Que genial!!!! Me encanta!!!!
Cuando sera que se destapa todo!!!
Ojala y se de cuenta de que es virgen(?) Jajajajajajajaja
eres odiosito lindo monito pecesito no desesperes tu puedes
ResponderEliminarYo me pregunto si tanta plata tiene Hyuk y es tanta la desconfianza que tiene de Sooman que esta esperando para contratar un detective privado que le averigüe con pelos y señales la vida de Hae
ResponderEliminarYa estoy empezando a leer la parte buena ¬v¬ hay quimica en esa pareja en verdad
ResponderEliminarSi hae le dijera la verdad a Hyuk la mar de buena que se la pasarian v_v
Me estoy actualizando lo mas rapido que puedo uff!! sobretodo por la escuela :c
pero me encanta esta adaptacion y eso que apenas estoy en el cap 3