A Wonwoo se le
secó la boca al ver a Mingyu. Estaba a punto de decirle que Hyuk era de hecho
muy alto para su edad, pero olvidó lo que estaba pensando. Mingyu, con unos
vaqueros y una camiseta color café a juego con una chaqueta de lino, distrajo
por completo su atención. Con el pelo negro hacia atrás, y los ojos oscuros y
profundos clavados en Hyuk, Mingyu resultaba increíblemente espectacular.
Dolorosamente guapo, moderno y elegante. Wonwoo se sintió de pronto acalorado,
mal vestido… y terriblemente feo.
—¡Hyuk!
—Wonwoo llamó al pequeño, que intentaba trepar por el gran cuadrado que formaba
la mesa de café. Estaba en edad de escalar cualquier obstáculo que encontrase
en su camino.
—Deja que se
divierta —le dijo Mingyu con impaciencia.
«La forma de
entender la paternidad de los Kim», pensó Wonwoo, y luego se
regañó a sí mismo por sus prejuicios. Mingyu se agachó al otro lado de la mesa.
Hyuk le dedicó una enorme sonrisa y cayó a medio camino del arreglo floral que
había captado su atención. A cierta distancia, Wonwoo observó cómo se miraban. Hyuk
no tenía miedo a nada y estaba lleno de vida. Mingyu sólo tuvo que abrir los
brazos para que Hyuk se riese y corriera hacia él, notando que se le ofrecía
alguna diversión.
—Hombre
—pronunció Hyuk con aprobación, ya que en su mundo no había ninguno.
Wonwoo abrió
la boca para objetar algo y luego volvió a cerrarla. Mingyu levantó a Hyuk y lo
sostuvo bocabajo por encima de él, y a Hyuk le encantó aquella maniobra.
Wonwoo
contempló realmente fascinado cómo Mingyu, al que jamás había visto hacer un
movimiento poco elegante, jugueteaba sobre la alfombra con Hyuk. Se tendieron
una emboscada el uno al otro en el sofá. Hyuk rodaba y se veía lanzado,
encantado de las manos que le manejaban.
Sintiéndose de más, Wonwoo se sentó en el brazo de un sillón. Pensó que sería
el punto de conexión entre ambos, pero ni su hijo ni el padre de éste
necesitaban que los animaran a conocerse el uno al otro y le asombró descubrir
a Mingyu relajado con el niño.
—Es increíble —dijo
Mingyu finalmente—. ¿Qué hago ahora con él? —Cansado de tanta excitación, Hyuk se
había acomodado sobre Mingyu.
—Está listo
para irse a la cama.
—No hay
problema —Mingyu se levantó de un salto—, le he preparado una cuna arriba.
—¿Quieres que
lo lleve yo?
—No, tengo que
aprender a manejarme con él.
—Pues para ser
alguien que no está acostumbrado al trato con los niños, lo haces muy bien
—Wonwoo lo acompañó por una larga y elegante escalera.
—Hyuk es
distinto. Es mío.
En el
dormitorio en que estaba la cuna había también una niñera de uniforme que
fácilmente podría aspirar a presentarse a un concurso internacional de belleza.
Se trataba de una rubia nórdica de uno ochenta de alto con una sonrisa perlada,
que tomó a Hyuk en sus brazos y lo arrulló mientras lo atendía con una
eficiencia impresionante. Aun así, a Wonwoo le consternó la velocidad con que
Mingyu había contratado a alguien para que cuidase de Hyuk, y se lo dijo.
Mingyu se
encogió de hombros.
—Tenemos que
hablar. Hyuk tiene que dormir y necesita que alguien lo vigile. Jeonghan tiene
unas referencias estupendas. Despégatelo de las faldas.
Wonwoo se
sentía avergonzado.
—¿De veras es
eso lo que piensas?
—Quiero
compartir contigo la responsabilidad de criar a Hyuk. Deja de preocuparte. Ya
no estás solo.
—Pero solo me
las he apañado muy bien.
Ignorando
aquella réplica defensiva, Mingyu dejó descansar la mano delgada sobre su
espalda y lo condujo al final del rellano, donde un enorme ventanal ofrecía una
impresionante vista de los jardines. Él sabía con exactitud lo que estaba
haciendo y estaba decidido a obtener su consentimiento. Si todo iba según sus
planes, Hyuk volaría con él a Grecia al día siguiente y presentaría a su hijo a
la familia.
—¿Qué te
parece Pledis Park?
—¿Este sitio?
—frunció el ceño atribulado—. Es… es magnífico.
Mingyu lo giró
hacia él. La súbita intimidad que flotaba en el aire le pilló por sorpresa y se
ruborizó, consciente de su proximidad. El brillo dorado de sus increíbles ojos
negros resplandeció sobre su rostro.
—Me gustaría
que Hyuk y tú se vengan a vivir aquí.
Desconcertado
por aquella repentina proposición, Wonwoo se quedó inmóvil mientras sus
pensamientos se agolpaban en su cabeza intentado adivinar qué querían decir
exactamente aquellas palabras. Pero sólo había una interpretación posible: ¡Le
estaba proponiendo que se fuera a vivir con él! ¿Qué podía ser si no? Mingyu
solía comportarse como si los asuntos de mayor importancia fuesen meras
banalidades. Tendía a minimizarlos con una frialdad que pocos lograrían
igualar.
—Mingyu…
—intentó decir, pero le falló la voz, que se desvaneció en el silencio.
—¿Por qué no?
—murmuró Mingyu suavemente, con los ojos puestos en él mientras le peinaba
hacia atrás el pelo con dedos suaves.
Su respiración
agitada comenzó a resonar en su garganta. Él jamás había convivido con un joven
y Wonwoo era muy consciente de ese hecho, tanto como los periódicos y revistas
que publicaban sin
cesar historias sobre la frialdad con que ponía fin a sus relaciones y mantenía
su vida de soltero. Pero nadie había tenido en cuenta en qué medida la llegada
de un niño podía afectar a la actitud mental de un Kim.
—Me has
pillado por sorpresa.
—No
discutiremos más —su boca se curvó en una amplia sonrisa al ver que levantaba
la vista para mirarlo con ojos ansiosos—. Aprecio tu generosidad.
El corazón le
latía tan deprisa que parecía querer salírsele por la boca. Le había pedido que
se mudase allí únicamente por Hyuk. En esos términos, no podía aceptar, no
podía. ¿Es que no tenía orgullo?
—Y también te
aprecio mucho a ti —indicó Mingyu, como si pudiese leer sus pensamientos.
Inclinó la cabeza y Wonwoo sintió su respiración rozándole la mejilla—. … Te
deseo.
Conmovido por
aquella segunda afirmación, Wonwoo parpadeó confundido. Todo era demasiado
precipitado, pero Mingyu era una persona muy decidida y actuaba deprisa. Se
dijo a sí mismo que sería estúpido esperar que un hombre tan poderoso como él
se comportase como los demás.
El leve aroma
familiar de su colonia despertó en él una oleada de recuerdos íntimos. Se
sentía débil, travieso. Una vocecilla interior le advertía que debía apartarse
de él, pero la ignoró, seducido por la intuición de lo que vendría después. Mingyu
le hacía sentirse bien, sentirse atractivo.
Con él, dejaba
de ser el Wonwoo formal y juicioso, y no estaba dispuesto a cambiar aquella
sensación ni por todo el oro del mundo. Era una locura. No lo había visto en
dos años y ya lo estaba invitando a irse a vivir con él.
—¿Estás
pensando en abofetearme? —dijo Mingyu. Presionó con boca experta el pulso que
latía en su cuello y a Wonwoo casi le fallaron las rodillas.
Mingyu dejó
escapar una risilla seductora y empezó a jugar con su boca. No podía respirar
de la excitación, no podía pensar. El tiempo quedó detenido mientras su corazón
latía con fuerza. Él deslizó la lengua entre sus labios en una zambullida sensual
que le hizo sentir una punzada entre los muslos.
La vocecilla
que tenía en su cabeza empezó a dar saltos y a gritarle que se detuviese, que
no fuese estúpido, que acabaría sufriendo otra vez. Pero no pudo resistir la
tentación. Sus dedos desobedientes se introdujeron en su pelo y lo mantuvo
pegado a él mientras lo besaba apasionadamente.
Mingyu lo tomó
en brazos con más prisa que ceremonia, dispuesto a aprovechar el momento.
A Wonwoo se le
cayó un zapato y se echó a reír. Era todo pasión y alegría, y a Mingyu le
encantaba verlo en ese estado. Le había sabido a poco la noche que pasó con él,
porque había puesto una almohada en el centro de la cama y le había amenazado
con chillar si intentaba volver a traspasarla.
Mientras lo
llevaba a la cama, se sintió satisfecho al ver que había ganado aquella mano,
ya que no creía del todo que accediese a sus planes. El noventa y nueve por
ciento de los jóvenes le hubiese arrancado el brazo en sus ansias por darle un
sí, pero Wonwoo abordaba las cosas portando un listado de requerimientos. Y
además estaba su veta de joven chapado a la antigua, y cuando se cerraba en
banda, no había forma de hacerle cambiar de idea.
En algún sitio
se oyó cómo se cerraba una puerta y Wonwoo tuvo que volver a abrir los ojos. Él
lo dejó sobre una alfombra suave y sedosa. Arrojó lejos el otro zapato y
respiró agitado cuando él dejó de devorar su
boca, ahora enrojecida. Él se puso a desabrocharle la chaqueta de
algodón. Sumergió los dedos en su pelo y le echó hacia atrás la cabeza.
—Mírame —le
instó—. He esperado mucho tiempo para volver a tenerte en mi cama.
Alzó las
pestañas, mostrando sus ojos aturdidos. Igual que en aquella ocasión, hacía más
de dos años, en que arrojó sus principios a la basura, todo estaba ocurriendo
demasiado deprisa y sus dudas se apilaban casi a la misma velocidad. Él
mordisqueó su labio inferior, lo que le provocó una tensión deliciosa. Pero
aquel diminuto y placentero dolor lo devolvió al mundo real y murmuró
febrilmente:
—¿No
deberíamos estar hablando de lo que has sugerido?
—Luego…
—Pero… ¿no
sería un paso demasiado grande para ti? —preguntó Wonwoo, preocupado.
—Ne… sí
—confirmó Mingyu farfullando en griego, incómodo con el tema y decidido a no
entrar en él a menos que le obligasen. Había planeado conseguir su aceptación
poniendo en juego toda su astucia y disimulando
cualquier obstáculo.
—¿Estás seguro
de esto? —susurró Wonwoo sin despegar los ojos grandes y ansiosos de su bello
rostro.
—Totalmente.
—Pero yo soy
tan mediocre… —dijo Wonwoo en voz baja, incapaz todavía de creer que él
estuviero dispuesto a ofrecerle más de lo que nunca hubiera soñado.
—… Bésame
—pidió Mingyu, logrando con paciencia que Minwoo separase los labios para que
su lengua se introdujese sinuosamente en el sensible interior de su boca,
haciéndole perder el control. Una
irresistible sensación hizo que Wonwoo se estremeciese y dejase escapar un leve
gemido.
Cuando Mingyu
lo soltó, él temblaba. Sin saber qué hacer, dudó mientras le abría la camisa.
La última vez llevaba encima dos copas de vino, un montón de sentimientos
turbulentos y una sensación de temeridad que lograron llevarle al punto de
tener una relación íntima con él. Pero la culpa y el embarazo no deseado le
habían granjeado un miedo instintivo al desvergonzado que llevaba dentro.
—Eres muy
hermoso.
Wonwoo se
sentía aún terriblemente inseguro de sí mismo. Pero cuando él le acarició con
sus fuertes manos, una inevitable reacción física lo envolvió, haciendo que sus
pensamientos se parasen en seco. Cada caricia le provocaba pequeños
estremecimientos y un nudo
aterciopelado de calor
y expectación se
desató en su
vientre.
Cuando jugó
con sus tiernos pezones, introduciéndoselos en la boca para incitar su
exuberancia y dureza, una tensión deliciosa se apoderó de él hasta hacerle
jadear, desarmando su cuerpo y provocándole hormigueos de placer.
—No imaginaba
que este día acabaría siendo así —confesó vacilante, y finalmente una especie
de asombro floreció en su interior y se transformó en alegría.
Al ver sus
preciosos ojos brillar como el fuego, Mingyu lo echó lentamente sobre la cama.
—Deja volar tu
imaginación. Este día y todos los demás pueden ser lo que quieras que sean en
este momento.
—Que se
cumplan los deseos —susurró Wonwoo, acariciando con la mano su muslo.
—En este
momento, mi deseo es ser muy dominante y que te tumbes ahí y me dejes
complacerte —dijo Mingyu en voz baja y áspera.
Él le bajó los
pantalones a media pierna en una maniobra lenta, erótica, y le separó
suavemente las piernas. Minwoo sintió que se derretía como la mantequilla
frente a una antorcha. Mucho antes de que él pudiese alcanzar su entrepierna,
su excitación había llegado a su punto máximo. Clavó sus ojos lánguidos en
aquellas facciones oscuras y marcadas y alcanzó a decirle:
—Esta vez, me
limitaré a tumbarme aquí y me pensaré lo de vivir contigo.
Mingyu
percibió el desastre que se avecinaba y casi juró en voz alta hirviendo de
frustración. Una cosa era evitar los detalles, pero no le era posible mentir.
Rodó hacia un lado y lo inmovilizó bajo su
muslo.
—No viviremos juntos
—murmuró—. Vivirás aquí con Hyuk y yo me quedaré aquí cuando venga a visitalos.
—¿Visitarnos?
—Wonwoo sintió que se quedaba helado para protegerse de la inmensa oleada de
dolor que amenazaba con hacerle perder la calma. Su sentido del rechazo estaba
agudizado, pero no se parecía en nada a la humillación a la que se veía sometido.
Era como si lo
abofeteasen con su propia estupidez, porque Mingyu no deseaba en absoluto vivir
con él, simplemente pretendía alojar al niño en una residencia de lujo en la
que poder visitarlo a conveniencia y disfrutar de vez en cuando del sexo con el
appa de su hijo. No le estaba ofreciendo de ningún modo algún tipo de
compromiso con respecto a un futuro compartido. Cerrando los ojos con fuerza,
intentó liberarse de él.
—No… no, ¡no
volverás a huir de mí! —bramó Mingyu, agarrándole las manos y sujetándolas
sobre su cabeza con una de las suyas para evitar que se moviese—. Cálmate.
—Estoy
tranquilo —dijo Wonwoo.
—Lamento haber
provocado que me malinterpretaras.
—Suéltame
—dijo entre dientes.
—Podría pasar
algunos fines de semana contigo. Incluso podríamos pasar juntos unas vacaciones
de vez en cuando, —dijo Mingyu, sujetando con su peso aquel cuerpo que luchaba
por liberarse—. Estaría muy bien. Sería un arreglo muy práctico.
«Práctico».
Aquella palabra descorazonadora agotó la última gota de la esperanza que Wonwoo
pudiese albergar.
—Si no dejas
que me levante, gritaré.
Mingyu hubiese
preferido un grito a la frialdad de su rostro y lo inexpresivo de su voz. Se
apartó de él con mucho esfuerzo.
Cubriéndose y
bajando la vista para ocultar unas lágrimas que le quemaban como el ácido bajo
los párpados, dejó la cama, recogió su ropa y se dirigió al baño.
—Te
agradecería que me esperases abajo.
—Aigo… ¿por
qué estás siendo tan poco razonable? —preguntó Mingyu, saltando enérgicamente
de la cama—. ¡Cualquiera diría que te he insultado!
Y entonces
Wonwoo estuvo a punto de perder los nervios. De haber tenido algo a mano, lo
habría agarrado y se lo habría arrojado con intención de alcanzarle. Por
suerte, allí no había nada, así que cerró la puerta y se quedó inmóvil y con la
vista perdida.
¿Cuándo
aprendería a mantener las distancias? Sólo un idiota habría creído que Kim Mingyu
le estaba ofreciendo una relación seria. Los ojos le escocían, y reprimió las
lágrimas con todas sus fuerzas. Había estado a punto de acostarse de nuevo con
él.
«Concéntrate
en lo positivo», se dijo, «no en tus errores». No podía permitirse dejar fluir
sus emociones. Tenía que volver a enfrentarse con él: aún tenían que resolver
cómo dos personas tan distintas, una de ellas un millonario dominante, egoísta
y malcriado, podrían criar juntos a un niño.
Mingyu se giró
en el momento en que Wonwoo entró en el salón, pero antes de que pudiese decir
nada, le dijo:
—Concentrémonos
en Hyuk.
—Dios mio,
Wonwoo…
—Es el único
asunto que tenemos que tratar. Deberíamos evitar temas más personales.
Mingyu le
dedicó una respuesta fulminante:
—Hyuk no es
ningún asunto.
—Hyuk es la
única razón por la que sigo en esta casa hablando contigo —confesó Wonwoo.
—Muy bien
—apretó la mandíbula—. Quiero una prueba de ADN, y no porque dude de que Hyuk
es hijo mío, sino porque no quiero que nadie ponga en duda que es un Kim.
—De acuerdo
—concedió Wonwoo.
—También me
gustaría que me permitieses cambiar su certificado de nacimiento para que lleve
mi nombre.
—Si lo
consideras necesario… —aunque Wonwoo se sentía destrozado por lo que había
pasado entre ambos, hizo lo imposible por ocultarlo. Pero comportarse con
normalidad era todo un desafío, ya que sólo mirarle a la cara le hacía daño—.
¿Algo más?
—Mañana tengo
una boda familiar en Atenas —le informó Mingyu—. Me gustaría que Hyuk y tú fuesen
mis invitados. Había pensado presentárselo a los míos.
Wonwoo se puso
tenso, defendiéndose de la forma que había intentado evitar:
—No podemos
ir. Entre otras cosas, porque trabajo mañana.
—Entonces me
llevaré a Hyuk y a la niñera —negoció Mingyu sin dudar. Y Wonwoo se dio cuenta,
no pudo evitarlo, de lo rápidamente que prescindía de él como acompañante.
—Es demasiado
pequeño para separarse de mí y no estoy dispuesto a dejar que lo saques del
país si no es conmigo. Lo siento, pero así son las cosas por el momento —le
dijo Wonwoo, entrelazando las manos al ver la tensión de sus facciones—.
Intentaré ser razonable con otras cosas, pero te pediría que te lo pensaras dos
veces antes de decirle a la gente que tienes un hijo.
—¿También
tienes problemas con eso? —contestó Mingyu, haciendo palpable su enfado.
—Preferiría
que lo mantuvieras en secreto el máximo tiempo posible, porque llamaría la atención
de la prensa y de la opinión pública y eso dificultaría muchísimo mi vida con Hyuk.
—Por eso
precisamente te sugerí que vinieses a vivir aquí, porque tu seguridad quedaría
salvaguardada.
—No
necesitaremos seguridad alguna si mantienes en secreto tu relación con Hyuk. Te
agradecería mucho que permitieses que mi vida siguiese siendo como siempre ha…
—Eso ya no es
posible.
—No estás siendo
justo conmigo —protestó.
—Hace menos de
media hora, y por la oferta adecuada, estabas dispuesto a renunciar a la
intimidad de tu vida, tu trabajo y tu hijo —le recordó Mingyu con énfasis
burlón.
Wonwoo
palideció ante la crueldad de aquella afirmación. El malentendido lo había
hecho sentirse muy avergonzado, y el coraje era lo único que le permitía
mantenerse en pie.
—¡Tonto de mí…
—susurró con desdén—… por creer, aunque fuese durante cinco minutos, que te
comprometerías de ese modo con Hyuk o conmigo! Ni siquiera reconoces que estoy
intentado ser generoso…
—¿Generoso?
—Mingyu levantó las manos para mostrar su enérgico desacuerdo—. ¿Cuando pones
pegas a que me lo lleve a Grecia? ¿Eso es ser generoso?
—¡Tienes
suerte de que siga aquí después de la sórdida proposición que me has hecho!
—No era
sórdida. Por supuesto, preferiría que mi hijo viviese de una forma más ajustada
a su posición social. Quiero cuidar de los dos.
—No, no es
así. Quieres poder jugar a ser padre cuando gustes a costa de mi libertad, y,
sí, claro, tener sexo de vez en cuando. ¿Para mantenerme contento acaso? ¿O
para evitar que siguiese mirando a mi alrededor el tiempo suficiente como para
encontrarle a Hyuk otro padre? — preguntó asqueado—. ¿Era una estrategia o sólo
pretendías acostarte conmigo? ¿Ibas a acostarte conmigo porque podías hacerlo?
Aquellas
ofensas sobre padres adoptivos y seducciones hicieron que una furia ciega se
apoderase de él.
—Te he
ofrecido más de lo que jamás ofrecí a alguna pareja — pronunció Mingyu con
desdén, indignado ante aquella ofensiva.
—Pero no un
tipo de promesa que pudiese coartar tu libertad. Y sin eso, se convierte en una
oferta podrida, asquerosa. Hyuk necesita afecto y responsabilidad. Lo siento,
pero eso no se puede sustituir con métodos fáciles ni arreglos rápidos. ¿Crees
realmente que una relación esporádica con el appa de tu hijo le iba a
proporcionar un hogar estable y feliz? No duraría ni cinco minutos, y al
terminarse, Hyuk sufriría mucho. No puedes comprar tu acceso a él a través de
mí.
El desagrado
endureció las bronceadas facciones del magnate griego.
Sus ojos
oscuros y profundos parecían hielo
negro.
—Te pedí que
no convirtieses esto en una batalla, porque cueste lo que cueste la ganaré.
Como no había
dejado espacio para la duda, Wonwoo recibió aquella afirmación como un cubo de
hielo deslizándose por su espalda hasta asentarse en su estómago, provocándole
náuseas. El miedo a perder a su hijo se apoderó de él, y con él llegó una furia
ciega al ver que se atrevía a asustarlo de aquel modo.
—¿Y te
preguntas por qué ni siquiera me planteo la posibilidad de permitir que te
lleves a Hyuk a Grecia? ¡Olvídate de la prueba de ADN y de cualquier cambio en
su certificado de nacimiento! —le dijo con vehemencia—. Acabas de garantizar
que obstruiré cualquier derecho que pretendas ejercer sobre Hyuk.
Mingyu montó
en cólera. Caminó hacia él. El frío de su mirada era una temible señal de
advertencia.
—No permitiré
que me mantengas apartado de mi hijo. Es una locura que te enfrentes a mí de
esta manera. Esperaba mucho más de ti.
Obstinado ante
su intimidación, Wonwoo se mantuvo firme, y lo miró con furia.
—Tengo que
admitir que estoy recibiendo más o menos lo que esperaba de ti. No has cambiado
nada.
—Pero aún me
deseas —contestó Mingyu suavemente—. Tendría que haberme dado cuenta de que tu
docilidad sexual vale mucho más. ¿Hasta dónde llega tu ambición?
Aquella
insolencia en estado puro hizo que sus manos empezaran a hormiguear con
incipiente violencia.
—¿Qué quieres
decir?
—¿Por qué no
pones tus cartas sobre la mesa? ¿Esperabas que te pidiese que te casaras conmigo?
Una crispada
risa de disconformidad brotó de la garganta de Wonwoo.
—¡No! No vivo
en las nubes. Pero debo confesar que un anillo de bodas me convencería de que
puedo confiarte a mi hijo.
Mingyu le
lanzó una terrible mirada de desdén.
—Y eso es un hecho,
no una sugerencia —le dijo Wonwoo—. En este momento soy muy consiente de que
podrías utilizar tus influencias y tu dinero para presionarme, pero no me
dejaré intimidar. Dejaré que veas a Hyuk, pero eso es todo. No confío en ti,
así que no te daré la oportunidad de apartarlo de mí. ¡No le quitaré los ojos
de encima ni cinco minutos cuando tus empleados o tú estén cerca!
Aquellas
promesas enardecieron a Mingyu. Era un adulto responsable y Hyuk era su hijo.
La actitud de Minwoo le indignó.
Alguien llamó
a la puerta, interrumpiendo la conversación. Era Jeonghan, la niñera, con Hyuk.
Soñoliento y quejoso después de despertarse en una habitación extraña, el niño
extendió los brazos hacia su appa.
—Meanie… Meanie
—refunfuñó lloroso, buscando la seguridad de su mascota.
—Después verás
a Meanie —lo tranquilizó Wonwoo, acogiéndolo en sus brazos.
—¿Es un
juguete? —preguntó Mingyu.
—El perro.
—Deberías
haberlo traído.
Wonwoo no dijo
nada, pero estuvo a punto de exhalar un suspiro. Mingyu era un Kim y desde que
nació lo habían acostumbrado a que sus deseos se cumpliesen de inmediato. La
gente se desvivía por agradarle y satisfacerle. No era así como deseaba que
creciese Hyuk.
—Le enseñaré
las cuadras —dijo Mingyu con frialdad—. Disfrutará viendo los caballos.
Wonwoo negó
con la cabeza mirando hacia otro lado.
—Quiero irme a
las seis. El trayecto es largo.
Hyuk se
retorció hasta que lo dejó sobre la alfombra. Salió disparado hacia Mingyu y le
tendió los brazos para que lo levantase. Una vez en sus brazos, rió encantado.
Y aunque Wonwoo sabía que era absurdo, se sintió rechazado y dolido.
Y a si es como tu hijo te traiciona(?)
ResponderEliminarUyyy
Yo tambien pense que estaba sentado cabeza..
TT______TT