Heecheol oyó el nombre de Siwan, pero no le dijo nada. Le sonrió a Kwanghee
y, cuando miró educadamente al hombre que estaba a su lado, sus ojos se abrieron
como platos. Se quedó pálido y bajó lentamente la mirada mientras el corazón le
latía como si le quisiera salir del pecho. Siwan destacaba por encima de la
multitud, con su esmoquin negro y esa aura de arrogancia y virilidad que era
imposible de ignorar. Pero eso fue lo que él hizo.
Heecheol no podía creerlo, un error en su vida, y se presentaba delante
de él. Se había acostado con él sin saber cómo se llamaba. Acostarse... no,
tenía que llamar las cosas por su nombre: sexo, habían tenido sexo ilícito y
nada más que eso. Se odiaba a sí mismo y a él por haber sido infiel a su novio,
que no debía estar muy lejos.
Con el estómago encogido y un terrible esfuerzo, murmuró Heecheol.
—Encantado de conocerte —sin casi mirarlo, volvió su atención a Siwon.
Para Im Siwan era una experiencia completamente nueva, y no del todo
agradable que lo ignoraran de ese modo, pero no iba a dejar que aquel gato promiscuo se saliera con la suya, a pesar de seguir con Kwanghee colgado de su
brazo.
—Hola... Heecheol, ¿verdad? —murmuró con voz provocativa. Él volvió a
mirarlo con ojos fríos.
—Sí. Hola —y apartó la mirada de nuevo.
Estaba decidido a hacer que le prestara atención, y le ofreció la mano. Le
correspondió sin ganas, pero cuando él sintió la suavidad de su piel, no pudo
evitar una oleada de excitación sexual que no había sentido desde su encuentro
con Heecheol, o Chelie, por primera vez en el yate. Bajó la mirada algo
aturdido, y vio el anillo de casado en su mano. Eso le hizo recordar su norma:
no involucrarse con jóvenes casados. Pero aquel no le había dicho que lo estaba
hasta después de haberlo llevado a la cama.
Heecheol notó el tono seductor de su voz y se quedó helado. Lo miraba
como retándolo, pero sus ojos despedían un brillo seductor y apartó rápidamente
la mano.
—Jung Heecheol —murmuró. Kwanghee interrumpió la escena.
—¿Puedes hacerme un favor, Heecheol, y cuidar del abuelo de Siwan? Tuvo
un accidente hace un par de días y no puede caminar muy bien —dijo, con su poco
tacto habitual—. Tenemos que saludar a mucha gente, y Jongwoon quiere hablar de
negocios con Siwan.
A pesar de todo, Heecheol agradeció la interrupción de Kwanghee:
—No hay problema. Estaré encantado.
Cuando se alejaron entre la multitud, Heecheol respiró aliviado, pero
aún estaba tembloroso. Su peor pesadilla se había hecho realidad.
La desagradable coincidencia de encontrárselo allí en aquel momento le
revolvió el estómago y deseó marcharse. Se volvió hacia Siwon para excusarse y
lo vio mirando a Kwanghee con expresión asombrado, cosa que no le extrañó.
—Kwanghee tiene un efecto sorprendente sobre los hombres —dijo, tranquilizador—,
pero creo que su nieto puede manejarlo. Y además, hacen una bonita pareja.
Él hizo un sonido indescifrable y empezó a toser violentamente. No podía
marcharse, estaba claro que el hombre no estaba muy bien.
—No está bien, Siwon. Siéntese un momento y deje que vaya por una
copa de champán —sugirió tomándolo
del brazo—. Así podrá contarme lo de su accidente y con qué estuve de acuerdo
en la reunión del viernes — bromeó.
—Desde luego —repuso él, sonriendo—. Pero, ¿puedes decirme quién es el
joven con el que está mi nieto? —dijo, señalando a la pareja con la empuñadura
de su bastón.
—Es mi hermanastro, Kwanghee —respondió mientras conducía al hombre
hacia una esquina del elegante salón—. ¿Está bien? —preguntó preocupado al
notar que tropezaba.
—¿Tu hermanastro? No sabía que tenías uno.
—Claro, apenas me conoce —rió él.
—Creo que necesito esa copa —dijo Siwon, sentándose en un sillón a la
vez que murmuraba algo en coreano que sonaba a juramento.
—Espere y le traeré un brandy, que creo que le irá mejor que el champán —Heecheol
empezaba a preocuparse por el hombre.
Mientras, Siwan le había puesto una mano a Kwanghee en la espalda y
caminaban juntos entre la multitud. El sonreía cuando Kwanghee agradecía las
felicitaciones de cumpleaños de sus amigos mientras se dirigían hacia sus
padres en el otro extremo de la sala. Siwan podía actuar como la pareja
perfecta aunque sus pensamientos seguían centrados en el precioso Heecheol.
Miró a su alrededor intentando descubrir a su marido entre todos esos
hombres. Era un hombre con suerte, o bueno, no tanta, se dijo Siwan. La química
sexual, la pasión salvaje que hubo entre Heecheol y él no podía haber sido
malinterpretada. Aquel marido era más objeto de compasión que de envidia, se
dijo.
Pero tenía que centrarse en Kwanghee y en ayudar a su abuelo. Echó una
ojeada por la sala y lo vio sentado en un sillón, sus miradas se encontraron un
instante. Por un segundo, Siwan creyó ver pánico en la mirada de su abuelo,
pero al ver a Heecheol ofrecerle una copa de brandy, el rostro del hombre se
tornó sonriente.
—¿Está seguro de que está bien? —preguntó Heecheol al darle la copa,
sentándose a su lado con una copa de champán en la mano. Normalmente no bebía,
pero aquella noche necesitaba algo que le calmara los nervios.
—Mucho mejor —lo tranquilizó Siwon después de tomar un sorbo de
brandy—. Tu hermano Kwanghee parece conocer bien a Siwan. ¿Lo conocías de
antes? — preguntó.
—No —mintió Heecheol apretando los dientes. No quería que nadie supiera
lo que había habido entre aquel hombre y él—. Pero Kwanghee sí —Siwon empezó a
toser de nuevo—. Parece que ha pillado un resfriado.
—No, en serio, estoy bien —insistió él, y cambió de tema para explicarle
lo que había votado en la junta. Al parecer había sido una ampliación de
capital.
—La verdad es que eso no me dice nada —dijo—. No se me dan bien los números y no sé nada de finanzas, pero
no le diré que no al dinero.
—Eso tiene fácil solución —apuntó Siwon, dejando su copa en una mesita
auxiliar—. Puedes venderme la casa de tu tía en Hansan. Esa casa perteneció a
mi familia hasta que la tuve que vender. Llámame sentimental, pero la verdad es
que me gustaría recuperarla y estoy dispuesto a pagarla por encima del precio
de mercado.
—Me parece normal que quiera recuperarla, y se la vendería si pudiera,
pero no puedo hacerlo —Heecheol vio la cara de asombro de Siwon y se explicó
mejor—. Mi tía me la dejó en usufructo; para mí y para mis hijos, y los hijos
de mis hijos... está todo bien atado legalmente.
—Ya veo —el hombre entrecerró los ojos, pensativo—. ¿Y has pensado en
romper esas ataduras? Legalmente, se puede hacer.
—Tal vez algún día —cuando fuera tan viejo que no pudiera tener hijos.
Además, le debía a su tía intentar cumplir sus deseos, pensó con tristeza, pero
no quiso contarle a Siwon toda la historia.
—Desde luego, eso es decisión tuya —dijo Siwon, y levantó las manos en
señal de rendición—. Lo comprendo. He vivido lo suficiente como para comprender
que uno no consigue todo lo que quiere en esta vida. Ahora, dime honestamente
lo que piensas de Siwan.
«Es un depredador sexual, experimentado en el arte de la seducción, que
se aprovecha de las debilidades», pensó Heecheol, pero no dijo nada.
—Parece... agradable —volvió a mentir—. Y Kwanghee tiene un concepto muy
alto de él.
En el otro extremo de la sala, Siwan parecía centrar toda su atención en
los Kim, pero realmente estaba pensando en el informe que le había pasado su
oficina en Tokio aquella mañana sobre Kim Jongwoon: un hombre con problemas que
intentaba ocultarlos.
Siwan sabía lo que Kim quería de él; se lo había insinuado en la cena
del miércoles cuando se dio cuenta de que era el propietario de Im
Internacional. Jongwoon quería que
invirtiese en Secret, o que se lo recomendase a sus inversores, para financiar
sus planes de expansión. Siwan no tenía intención de hacer ni lo uno ni lo
otro, pero tenía que ser discreto por el momento.
Había invitado a Kwanghee a cenar en un par de ocasiones aquella semana,
y se había contenido para no mencionar el tema de su herencia. Había mantenido
su relación a un nivel de flirteo, pero sin llegar más allá.
En ese momento se acordó de su abuelo y miró hacia el lugar donde estaba
sentado aún junto al infiel Jung Heecheol. Cuando el anciano vio que lo miraba,
le hizo señas con su bastón llamándolo para que se acercara. ¿Qué ocurría?
—Disculpen —dijo Siwan de repente—, pero creo mi abuelo me necesita —y
con una sonrisa de disculpa a Kwanghee y a sus padres, se alejó de ellos para
llegar junto a Siwon.
En cuanto se acercó, su abuelo descargó sobre él un torrente en coreano
declarándole el más idiota de la cristiandad. ¿Qué estaba haciendo agarrado a
ese palo de escoba? Estaba saliendo con el hijo equivocado. ¿Estaba loco? Era
con Heecheol con quién debía estar saliendo, pero con aquello había hecho
desaparecer todas las posibilidades de Siwon de conseguir la casa.
Asombrado ante tanta información, Siwan miró a Heecheol y después a Siwon,
sintiéndose en efecto el más idiota. Después el sentimiento se vio reemplazado
por una ira repentina y le replicó a su abuelo que cómo demonios iba a saber él
que había dos hijos. Además, Siwon no le había dicho el nombre claro.
En ese momento pensó que tenía que haber estado loco para dejar que Siwon
lo metiese en ese lío. Ahora tendría que dejar una relación con Kwanghee que
nunca había deseado empezar. Y no sería fácil. Empezó a contárselo a Siwon en
términos muy claros.
Heecheol veía claramente que los dos hombres estaban discutiendo y,
aunque no le gustaba la idea de enfrentarse a Siwan, sintió compasión por Siwon.
Levantándose, cortó la larga parrafada en coreano con voz serena.
—Disculpe, señor Im, pero su abuelo no se encuentra muy bien y los
gritos no lo ayudarán.
¡Heecheol le estaba dando una lección! A Siwan le dejó sorprendido cómo
aquel joven se atrevía a darle lecciones.
—No estaba gritando —dijo Siwan cuando se recuperó de la sorpresa—. Los
coreanos somos muy apasionados al conversar y en todo lo demás —dijo, como
recordatorio nada sutil de los momentos que habían compartido—. Además, sé
perfectamente lo que Siwon necesita —miró a su abuelo y vio que sonreía.
¡Estaba disfrutando con aquello! Pero Siwan estaba decidido a no quedar como el
malo de la película ante aquel joven que se acostaba con el primero que
pillaba. Por precioso que fuera.
—Insistí para que se quedara en casa, pero él quería venir a la fiesta
para volver a verte, Heecheol —dijo Siwan—. Al parecer, le has causado muy
buena impresión. No ha dejado de hablar de ti desde la junta de accionistas. Me
dijo que tenías un negocio, pero omitió que tenías un socio —y miró a su
alianza—. Bueno, su japonés no es muy bueno —añadió, mirando a su abuelo, que
acababa de darse cuenta de que el joven estaba casado—. ¿Está aquí tu marido?
Me gustaría conocerlo —dijo, casi insultantemente, mirándolo fijamente con
aquellos ojos de acero.
Heecheol no pudo evitar que se le tiñeran las mejillas de rojo ante una
pregunta tan directa de él, pero de pequeño había sufrido una leve dislexia y estaba acostumbrado a las
risas de los demás, así que se preparó para defenderse.
—Siwon habla japonés muy bien
—dijo, mirando al anciano y
sonriendo—. Yo lo entiendo perfectamente, y usted no debería dejar en mal lugar
a su abuelo —añadió, sus ojos chocando con los de él—. Y sí, tengo un socio y
se llama Minwoo, mi mejor amigo, aunque yo no le dije nada de eso a Siwon
cuando nos conocimos —lo que implicaba que estaba llamando a Siwan mentiroso—.
Y, con respecto a mi marido, murió hace tiempo. ¿Está satisfecho?
Por segunda vez en pocos minutos, Siwan se quedó sin saber qué decir. El
bello Heecheol estaba libre de nuevo; no le importaba cuándo hubiera muerto su
marido, sino que estaba a su alcance... excepto por el hecho de que él estaba
saliendo con su hermano. Hacía falta un control de daños, y rápido.
—Lo siento, Heecheol —dijo, captando en sus ojos un brillo de tristeza
que lo hizo sentir como un idiota—. No pretendía ofenderte, ni tampoco a Siwon.
Siento profundamente la pérdida de tu marido.
—Gracias —respondió él secamente, sin creerlo y sin mirarlo. Estaba
demasiado sorprendido: Im Siwan lo había enfadado tanto que había admitido en
público la muerte de Kevin, cosa que rara vez tenía fuerzas de hacer.
—Disculpa a mi nieto por ser tan brusco. Sé exactamente cómo te sientes
—le dijo Siwon, y Heecheol agradeció su intervención—. Yo también he perdido a
mi esposo, pero deja que te asegure que con el tiempo te sentirás mejor
—después de dedicarle una dulce sonrisa, miró a su nieto—. Pero Heecheol tiene
razón, Siwan. No me encuentro muy bien y tal vez no debí haber venido —se puso
en pie con mucha más agilidad de la que Heecheol hubiera imaginado en él, justo
en el momento en que Kwanghee apareció junto a ellos.
—Siwan, cariño, ¿va todo bien?
Heecheol miró a los dos hombres y tuvo la impresión de que se acababan
de intercambiar un mensaje mudo.
Kwanghee le colocó posesivamente la mano a Siwan sobre el pecho.
—Mi abuelo no se encuentra muy bien, así que voy a llevarlo a casa.
Siento que nos tengamos que marchar tan pronto, pero es necesario —dijo él
suavemente.
—Oh, ¿en serio? —protestó Kwanghee—. ¿No te puedes quedar aunque tu
abuelo se vaya? Podemos llamar a un taxi para que lo lleve a casa.
—No voy a dejar que se vaya solo —respondió él, endureciendo el tono y
apartando la mano de Kwanghee de su pecho. Heecheol sintió que su hermanastro
había cometido un error con él.
—Pero no es necesario que te vayas tú... —y se volvió hacia Heecheol—.¿Puedes
hacernos un favor y acompañar al señor Im a casa, Heecheol? Sabes que no te
gustan las fiestas, y él estará bien contigo. Además, Siwan aún no ha podido
hablar con Jongwoon.
Heecheol estuvo a punto de soltar una carcajada. El desparpajo de Kwanghee
nunca dejaba de sorprenderlo. Abrió la boca para decir algo que no le
comprometiera demasiado, pero Siwon lo interrumpió.
—No, gracias, joven Jung. No me sentiría cómodo comprometiendo a su
hermano de ese modo. Ahora tenemos que marcharnos —y toó el brazo de su
nieto—. Me siento algo débil.
Siwan tampoco se sentía demasiado bien. A él le gustaba siempre
controlar la situación, y aquella noche, se había visto superado por los
acontecimientos. Quería hablar con Heecheol, o... hacer algo más que hablar con
él. Pero aquél no era el momento ni el lugar. Además, cuanto antes se marchara
de allí, mejor.
—Disculpen, pero nos tenemos que marchar —dijo Siwan—. Despídeme de tu padre,
Kwanghee. Te llamaré más tarde. Heecheol, seguro que nos volvemos a ver.
«No si yo te veo primero», pensó él, y mientras Kwanghee monopolizaba la
atención de Siwan , él se volvió hacia el
abuelo.
—Cuídate, Siwon.
—Lo haré, gracias. Has sido muy amable conmigo, y aunque estoy
disgustado porque no podré recuperar la casa de Hansan, me gustaría agradecerte
tu amabilidad llevándote a comer mañana antes de volver a Corea.
—Mañana no puedo —dijo, alegrándose de tener una excusa real. Ya había
mentido a Siwon una vez, y prefería no volver a hacerlo—. He quedado para comer
con mis suegros. Kevin murió hace dos años, pero aún mantenemos el contacto y
voy a verlos todos los meses — dijo.
Por más que le agradara el anciano, no deseaba tener nada que ver con su
nieto, y cuanto antes salieran los Im de su vida, mejor. Heecheol se sintió
aliviado cuando los vio salir de la sala.
—Mil gracias —le dijo Kwanghee sarcásticamente cuando volvió después de
haber acompañado a los hombres a la puerta—. Podías haber acompañado al viejo a
su casa para que Siwan y yo pasáramos más tiempo juntos.
—Tal vez —le respondió—. Tú conoces a Siwan mejor que yo, pero a mí me
parece el tipo de hombre que hace lo que le apetece en cada momento. Supongo que
hará lo mismo con sus parejas, y no le veo muy fiel —era lo más lejos que podía
llegar advirtiendo a Kwanghee—. Espero que sepas en qué te metes.
—Ése es el problema —respondió Kwanghee—. Que por más que lo intento,
aún no he conseguido meterme en nada y me muero de frustración. Las revistas
dicen que está saliendo con Yeo Jingoo, un diseñador de Hongkong, pero él
está aquí ahora, él no y yo sí, y él debe estar pensando lo mismo. Es conocido
por sus proezas como amante.
Heecheol no pudo aguantar más y echó a reír. Había un toque de histeria
en sus carcajadas, pero Kwanghee no se dio cuenta.
Dos horas más tarde, estaba en la casita que había comprado con Kevin.
En su apartamento, Siwan miraba a su abuelo sin acabar de comprender la
situación. El hombre no había dicho nada en todo el trayecto de vuelta a casa,
y sólo cuando llegaron declaró que la casa no estaba a la venta y que no iba a
volver a pensar en ello. Sentado en el sofá frente a él, Siwan echaba de menos
la chispa de alegría que siempre brillaba en sus ojos y la expresión de su
rostro reflejaba resignación.
—Entonces, después de todo lo que has hecho para intentar recuperar la
casa de Hansan, ¿me dices que ya no te importa?
—Claro que me importa, pero me he dado cuenta de que es imposible —le
contó las condiciones del testamento.
—Pero estas condiciones se pueden romper —dijo Siwan—. Aún puedes seguir
luchando por la casa.
—Tal vez, pero pueden pasar años antes de que consigamos nuestro
propósito, y aunque yo viva lo suficiente... ¿Te has parado a mirar a Heecheol?
¿Puedes creer que un joven como él siga viudo mucho tiempo? Es joven y su
marido murió hace dos años.
Siwan se incorporó de su salto. ¡Heecheol no estaba casado cuando estuvo
con él!
—¿Dos años? ¿Estás seguro? —ya había cometido demasiados errores con él,
y no estaba dispuesto a cometer ninguno más. Se había equivocado tanto con él
que estuvo a punto de echarse a reír, pero la cosa no era divertida: su abuelo
se había quedado sin la casa que deseaba y él se había acostado y después
insultado al joven más sexy que había conocido.
—Sí. Me lo ha dicho poco antes de que nos fuéramos. No tiene solución y
me voy a la cama —dijo, y se levantó con ayuda de su bastón—. Hyukjae y yo nos
volvemos a Corea mañana por la mañana. Buenas noches.
Siwan vio el gesto derrotado de su abuelo al salir de la sala. No le
gustaba admitirlo, pero el anciano tenía razón: era imposible conseguir la
casa.
Recordó al precioso Heecheol, tan dulce con Siwon y tan frío con él, y
su cuerpo se endureció al recordar su cuerpo desnudo... la suavidad de su piel,
la dulzura de sus pezones y la ardiente pasión que los había consumido.
Se puso en pie. Tenía que pensar algo. Tal vez si le ofrecía a Heecheol
un montón de dinero por romper las condiciones del testamento, él accediera;
aparte de su abuelo, nunca había conocido a un joven al que no le gustara el
dinero. Y si el plan A fallaba, cosa que dudaba, buscaría un plan B. no ha
había pensado en el matrimonio, pero tal fuera el momento de decidirse. Si se
casaba con Heecheol y tenía un hijo con él, sería el nieto de Siwon el que
heredase la casa, y eso le bastaría a su abuelo para hacer realidad sus deseos.
Además, Siwan quería volver a tener a Heecheol en su cama, y él siempre
conseguía lo que quería.
Sólo había un fallo en el plan B, y era que Heecheol no le haría ni
caso, porque, aparte de haberlo echado de su yate el año anterior, él estaba
oficialmente saliendo con su hermanastro. Volvió a sentarse en el sofá y con el
ceño fruncido, repasó lo que había ocurrido aquel día y la información que
había recopilado. Sus ojos brillaban de emoción ante el reto que se le
presentaba, se levantó y se fue a la cama. Había tomado una decisión y
sabía cómo hacer que su idea llegase a buen puerto.
Heecheol aparcó el coche frente a su casa, tomó una bolsa llena de
verduras del asiento del acompañante y fue hacia la puerta. El sol de junio lo
iluminaba todo y se alegró de haber ido a Jeju, a pesar de lo lejos que estaba.
Lo había pasado muy bien. Había ayudado a su suegro, Hangeng, en su
huerto hasta que Kibum los llamó a comer. Por la tarde habían ido a dar un
paseo por la playa y después visitaron la tumba de Kevin.
La amabilidad de sus suegros había conseguido relegar el mal momento de
la noche anterior al fondo de su mente, donde tenía que estar.
Im Siwan fue para él un terrible error, fruto de la depresión y el vino.
Aquello fue tan ajeno a su carácter que casi le parecía una alucinación.
Sin prestar atención al deportivo negro aparcado en la calle, Heecheol
sacó de su la llave de casa y abrió la puerta. Dejó la bolsa en el suelo y
cuando se volvió para cerrar, soltó un grito.
—¿Puedo entrar? —Im Siwan estaba en el umbral, justo detrás de él —.
Tenemos que hablar, Heecheol —levantó una ceja, maliciosamente—. ¿O tal vez
debiera llamarte Chelie?
Con los ojos muy abiertos, sorprendido por su presencia en la casa,
montó en cólera.
—No quiero que me llames nada. ¡ Sal de mi casa inmediatamente!
—¡Qué temperamento! Vaya, me sorprendes. ¿Qué tiene de malo que dos
amigos se vean inesperadamente y tengan una charla informal? —dijo él,
cínicamente.
Heecheol, haciendo un tremendo esfuerzo, intentó pensar con claridad.
Deseó no haber conocido nunca a Im Siwan, y lo que más deseaba en ese momento
era echarlo de su casa, pero con sólo ver su gesto de determinación, se dio
cuenta de que esa opción era inviable.
Lo miraba con un aire masculino y decididamente amenazador. Heecheol,
negándose a sentirse amenazado en su propia casa, se puso recto y levantó la
barbilla. Sus ojos se encontraron y se preguntó una vez más cómo había podido
pensar que eran parecido a los de Kevin. Tembló levemente, y apartó el recuerdo
de su mente. Tenía que mantener la calma; él era el novio de su hermanastro y no
tenía nada que hacer con él.
—No sé cómo te has enterado de dónde vivo, pero no me hace gracia que te
presentes en mi casa por sorpresa. No tengo nada que decirte y lo que quiero es
que te marches.
—Kwanghee me lo dijo, de hecho, dice muchas cosas, y siento molestarte,
Heecheol, pero no pienso marcharme hasta que no me hayas contestado a algunas
preguntas —dijo él con suavidad.
La agresividad con la que había reaccionado al verlo, le indicaba a
Siwan que él no era tan inmune a su presencia como quería hacer ver. Lo miró
fijamente a la cara, y después fue bajando lentamente por su cuerpo. Llevaba un
bonito suéter de punto que se ceñía a su torso, marcando los pezones cuyo
recuerdo lo atormentaba por las noches. El pantalón blanco que se ajustaba a
sus finas caderas y a sus piernas. En los pies llevaba sandalias planas.
Al levantar la vista, creyó ver algo que identificó como miedo en sus
ojos cuando lo miraban. Jung Heecheol tenía un buen motivo para estar asustado:
le había mentido sobre su nombre y sobre su estado civil. Había estado comiendo
con Kwanghee ese día para hacerle saber con mucho tacto que lo consideraba un
amigo y nada más. Se lo había tomado muy bien, sobre todo cuando él se
ofreció a invertir en su agencia de modelos, y de la conversación que tuvieron
después, él había descubierto el amor de Heecheol por las plantas y que se
había pasado dos años viviendo como un monje. Eso quería decir que o Heecheol
era un gran mentiroso, o un gran actor o las dos cosas.
Como para confiar en Kwanghee, se dijo Heecheol mientras los dos seguían
mirándose en silencio. Él fue el primero en apartar la vista.
—En ese caso —dijo, agachándose para recoger la bolsa de las verduras—,
sigúeme a la cocina y dime lo que me tengas que decir mientras yo guardo esto
—y echó a andar por el pasillo, junto a la escalera, hacia el fondo de la casa.
No quería que Siwan estuviera en su salón, ni en el resto de su casa,
pero la cocina era lo suficientemente impersonal, se dijo. La cocina era amplia
y estaba presidida por una mesa en el centro, pero dejó la bolsa sobre la
encimera, junto a la ventana.
Al sentir su presencia tras él se le erizaron los pelos de la nuca, y la
cocina ya no le pareció tan grande.
—Tengo que poner esto en la nevera —le dijo, y se giró para ir hacia la
nevera, encontrándoselo de frente.
—A lo mejor me venía también bien a mí —dijo él, bromeando.
A Heecheol no le impresionó su juego de palabras y sin dejar lo que
estaba haciendo, dijo:
—Entonces te daré un refresco —dijo, sarcásticamente y levantando una
ceja.
Él estaba demasiado cerca, los ojos brillantes y el aroma de su colonia
le trajo recuerdos de otros momentos, de otros lugares... un camarote de yate,
por ejemplo. Pero no, tenía que dejar de pensar en aquello.
—No quiero un refresco, Heecheol —rechazó Siwan, decidido a ser
razonable a pesar de que sus instintos más básicos le decían que lo tomara
en sus brazos y lo besara hasta perder el sentido—. Lo que quiero es hablar de
la posibilidad de romper los vínculos del testamento de tu tía, para que mi
abuelo pueda comprarte la casa. Además, quiero que me expliques por qué me
dijiste que estabas casado cuando nos conocimos en la isla hace un año —se
detuvo, y esbozó una sonrisa —. Y también te quiero a ti... pero no
necesariamente en ese orden.
Siwan siguió sonriendo mientras le quitaba la lechuga que tenía en las manos
y lo dejaba en la encimera tras ellos. Después apoyó las manos en la encimera,
atrapándolo con sus brazos y su cuerpo.
Manten la calma, se decía, pero no pudo evitar gritar:
—Ni hablar de eso. Y tampoco de romper el testamento de mi tía. La casa
no está en venta. Y no te debo ninguna explicación. De hecho, no te debo ni un
minuto, dado que estás saliendo con mi hermano, pero si lo que te preocupa es
que le cuente a Kwanghee lo de nuestro breve e infortunado encuentro, puedes
quedarte tranquilo. Antes me cortaría la lengua, que admitir haberte tocado.
—Entonces pedirte que te cases conmigo, está fuera de lugar, supongo —
dijo Siwan, pasando directamente al plan B, casi divertido.
—Supones bien. No me casaría con un cerdo jugador como tú aunque fueras
el último hombre sobre la faz de la tierra —gritó Heecheol. Levantó la mano
para apartarlo, pero al apoyar la palma sobre su pecho se dio cuenta de que
había cometido un gran error.
Del rostro de Siwan se desvaneció la sonrisa y sus ojos se tornaron de
hielo.
—¿Ésa es la opinión que tienes de mí? Entonces no tengo nada que perder,
¿verdad? — lo tomó en sus brazos con fuerza, lo levantó y lo besó con una
pasión más dominante que el fruto del deseo.
Atrapado entre sus brazos y su cuerpo, no tenía escapatoria. Intentó
apartar la cabeza, pero él lo agarró con rapidez por la espalda y le puso una
mano en la nuca, inmovilizándolo contra sus labios. Heecheol podía sentir su
cuerpo tenso y la dureza de su erección. Después y por
sorpresa, cuando su lengua
consiguió abrirse paso entre sus labios, notó en su cuerpo un cosquilleo de
respuesta que le arrebató el aliento.
Aquello era lo que había estado tratando de apartar de su pensamiento un
año entero... lo que lo había asustado... la seducción completa de sus sentidos...
pero estaba tentado. Una dulce calidez anidó en su pelvis e, incapaz de
controlar su cuerpo traidor, se dejó llevar.
O______O
ResponderEliminarSiwan es un idiota!!!!
Ahhhh
Esto esta muy bueno!!!!
Puff...hombres
ResponderEliminarPero que idiota...él ya tenía un año de viudo cuando estuvieron juntos,ni pone atención...su abuelo le tuvo que decir los detalles.
Jajajaja muy gallito que tenía a Hee en sus manos...pero no era el Hee correcto....por bruto.
Pone como pretexto querer recuperar la casa que era de su abuelo...pero quiere más de Heecheol...no sé si esto que huzo le vaya a funcionar o solo le eche más tierra al concepto que Cheol tiene de él.
Que directo con lo que quiere...igual y eso le ayuda.
Dios no puede xreer que siwan sea tan tonto se ha equivocado en todo respecto a heecheol 😒
ResponderEliminarEn cierta forma siwon tiene razon en que es solo un mujeriego que no le interesa sentar cabeza 😞
Hee yo se que tu puedes reformarlo 😛
Esta adaptación esta muy buena gracias Yota 😊