—¿Aún no han oído
hablar de Junjin? —le preguntó Kangta a Donghwa después de un largo día de
entrenamiento con los otros lobos.
Aparte de un par
de peleas entre lobos jóvenes, sobre quién era más dominante, las cosas habían
ido progresando sin problemas. Había un sentido de urgencia y determinación que
mantenía a todos en el grupo concentrados. Los Alfas se habían asegurado de
mantener a los lobos ocupados, entrenándolos rigurosamente a diario, casi al
punto de agotarlos.
—No. —La voz de Donghwa
sonaba tensa y Kangta se dio cuenta que el lobo estaba muy preocupado.
—Me gustaría
decir que no tener noticias son buenas noticias —dijo Kangta, a la ligera.
Donghwa siguió
mirando por la ventana, hacia los árboles más allá de la mansión. Algo estaba
viniendo, podía sentirlo, y estaba haciendo que su lobo se pusiera inquieto.
Kangta se movió
para estar junto a él y rozó el hombro contra el suyo. Para un ser humano
habría sido insignificante, pero para el lobo en Donghwa, era consuelo de un
Alfa. Ese simple roce le hizo saber que Kangta lo respaldaba. Donghwa dejó
escapar un lento suspiro.
—Este no es mi
lugar —le dijo a Kangta.
—¿Por qué?
¿Porque no eres un Alfa o un Beta? —Kangta levantó las manos en el aire—. Estás
en la posición exacta en la que se supone que deberías estar y estás haciendo
exactamente lo que se supone que debes estar haciendo en este momento, y estás
haciendo un jodido trabajo muy bueno, podría añadir.
—Eres un buen
Alfa, Kangta.
Kangta se echó a
reír.
—Ve y dile eso a
mis lobos.
—Ellos lo saben o
no te seguirían, sin importar cuán dominante fuiste.
Kangta le dio a Donghwa
una leve inclinación de cabeza.
—Gracias por eso.
Tu Alfa estará orgulloso de saber cómo has manejado las cosas, Donghwa. Y, él
volverá. Junjin es casi imposible de matar.
Donghwa se echó a
reír entonces.
—Él es demasiado
terco para morir.
—Su propósito en
esta vida no ha terminado —dijo Kangta, poniéndose serio.
La cabeza de Donghwa
se inclinó con un ceño ligeramente fruncido deslizándose en su hermoso rostro.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque tengo que
creer que alguien que ama a su pueblo con tanto fervor y los protegería contra
todo pronóstico no puede ser arrebatado de nosotros cuando más lo necesitamos.
—Solo estamos a
un par de horas a pie de la mansión —le dijo Dambi a Hyesung mientras
continuaban el ritmo acelerado que habían mantenido.
—¿Estás tratando
de hacer un punto o sientes la necesidad de señalar nuestra posición actual en
un esfuerzo por crear una pequeña charla? —Hyesung levantó una ceja hacia la
Fae.
—Hyesung —dijo Dambi
en un suspiro fingido—, ¿dónde está el dulce y compasivo joven Alfa que todos
conocemos y amamos?
Hyesung resopló.
—Se quedó
encerrado en un armario cuando quedó claramente manifiesto que nuestros hombres
tendrían que recuperarse de su prueba antes de poder patear el trasero de
cierta bruja. Y, con el fin de hacer eso, que necesitan una buena patada en las
bo…
—Lenguaje —gruñó Junjin,
a varios metros detrás de su compañero.
Hyesung levantó
la mano en el aire y, para sorpresa de todo el mundo, le disparó a su compañero
el dedo medio.
—¿Él, hizo,
quiero decir, en serio, él…? —farfulló Hee, mientras miraba de ida y vuelta
entre Hyesung y Junjin gruñendo.
—Sí, sí que lo
hizo. —Teuk rió.
—Ya es oficial, Hyesung.
Eres mi héroe. —Hee disparó un puño en el aire con un fuerte—. ¡Hurra!
Después de varios
minutos de los jóvenes charlando de un lado a otro por las represalias de Hyesung,
el grupo se quedó tranquilo. Caminaron en silencio. Pronto, los únicos sonidos
eran su respiración y el crujido de la tierra debajo de ellos. El aire se había
calmado, sin siquiera el susurro de las hojas y el canto de las aves que había
llenado el cielo oscuro, todo se había vuelto silencioso. Pronto el silencio
fue roto por un grito estruendoso, y luego otro y otro.
—¡HYESUNG! —El
sonido de la voz de Junjin se elevó por encima de los gritos de las parejas,
que, una por una, se derrumbaron.
Dambi se giró
mientras veía a la última caer. Fue tan rápido, entre una respiración y la
siguiente, y las seis parejas acopladas se retorcían en el suelo. Ella cerró
los ojos y sintió la energía a su alrededor. La magia negra claramente hacía su
trabajo.
Hyukjae estaba
detrás de Junjin cuando escuchó los gritos. Él no tenía que ver a Donghae para
saber que algo estaba sucediéndole a su compañero. Sintió que su corazón dejaba
de latir y casi se detuvo cuando vio su forma pequeña caer al suelo.
Estaba sucediendo
de nuevo, solo que esta vez era de verdad. Él gritaba, había lágrimas en sus
mejillas mientras envolvía sus brazos alrededor de su cintura. Corrió hacia él,
sin preocuparse donde cayeran sus pies. Todo lo que podía ver era a Donghae; su
cabello castaño derramado descuidadamente, la piel color canela tomando un
tinte verde, incluso a medida que sus labios se volvían azules.
Cayó de rodillas
ante él y lo tomó. Cuando sus manos lo tocaron, sintió un impulso de
electricidad recorrerlo y hacerlo retroceder. Él gritó. Un coro de gritos
resonaron en el aire cuando los otros hombres trataron de tocar a sus compañeros
retorciéndose. Miró hacia Junjin y vio que el Alfa parecía tan impotente como
él se sentía.
—¡DAMBI, ARREGLA
ESTO! —gruñó Junjin.
—No crees que
estoy intentándolo, maldita sea —gritó la Fae. Sus labios se movieron con
rapidez y las piedras Fae aparecieron en sus manos.
Dambi escrutó la
magia de su gente, la magia en las piedras, y trató de luchar contra la
oscuridad que tejía un hechizo alrededor de las hembras. Era una telaraña
retorcida que se hacía cada vez más y más fuerte. Cuando se dio cuenta que no
podría romperla, decidió centrarse en tratar de romper la magia de la manada
que evitaba que los hombres fueran capaces de tocar a sus compañeras.
—Dambi, ¿qué está
pasando? —Oyó la voz de Henry a su lado, pero no abrió los ojos.
—Desdémona, ha
hecho algo a las parejas, no puedo arreglarlo.
—¿Aún? —preguntó Henry,
desesperadamente.
—No sé, Henry.
Estoy tratando de encontrar una manera para que los machos puedan tocar a sus parejas.
Si no lo hago me temo que solo podría estar enfrentando mi muerte ante los ojos
brillantes intensamente de un Alfa.
Ella no abrió los
ojos, pero sabía que Henry ya no estaba a su lado. Dambi cerró los ojos con más
fuerza y buscó cada onza de magia dentro de su antiguo ser. No fue suficiente.
“¿Por qué no los ayudas?” Dambi buscó a
la Gran Luna. “Son tus hijos, ¿por qué
los dejas sufrir?”
Ella no esperaba
una respuesta, pero obtuvo una.
“El mal existe en su mundo y debido a eso se
enfrentarán a muchas pruebas. El dolor será su amigo con demasiada frecuencia,
pero es la forma en que manejan esas pruebas y lo que hacen con el dolor lo que
va a determinar en qué se convertirán. Los amo demasiado para invalidarlos al
quitar esta espina. Permitirles soportar éstas luchas no se debe a una falta de
amor. Es porque los amo que les permito luchar, ya que así podrán ganar la
fuerza para hacer lo que sea necesario. Los lobos tienen libre albedrío y
pueden optar por confiar en mí como su creadora. Pueden optar por pedirme ayuda
o no.”
Dambi frunció el
ceño.
“Y, ¿qué pasa con los momentos en que no les
ayudas? ¿Qué pasa con los momentos en que tu respuesta es no?”
Dambi sintió la
calidez rodearla mientras la creadora de los lobos le hablaba.
“¿Un padre nunca le dice no a sus hijos? ¿Un
padre quiere alguna vez herir a sus hijos? Puede que no les ayude a evitar el
dolor, pero el dolor es necesario y siempre voy a ayudarles a soportarlo. Siempre
voy a estar con ellos, sosteniéndolos, recordándoles que son un tesoro para mí.
Mi respuesta no será siempre la que ellos quieren, y pueden no entenderlo en
ese momento, pero siempre voy a tener presente sus mejores intereses en mi
corazón. Son míos, nada puede arrebatármelo, pero mientras vivan en el mundo,
van a enfrentar al mal en él.”
“Entonces, ¿qué he de hacer para ayudarlos?”,
preguntó Dambi.
“Estar allí, Dambi. Estar allí con ellos y
darles fuerza cuando no tengan ninguna. Ofrecerles paz cuando no sientan
ninguna y recordarles que no los he abandonado.”
Dambi observó
como las personas que ella había llegado a querer yacían con dolor, sus
lágrimas empapando la tierra y los hombres que les amaban con tanta fuerza se
sentaban junto a ellos indefensos, incapaces de tocarlos, incapaces de ayudar.
Hee no podía
recordar la última vez que había sentido tal dolor. Tal vez cuando había
resultado quemado en el incendio del auto, o tal vez cuando Siwon le había sido
arrebatado, o tal vez nunca. Podía oír su voz cuando él lo llamaba. ¿Por qué no
lo tocaba? ¿Por qué no lo recogía y eliminaba su dolor? Luego, a través del
dolor pulsante que se disparó a través de todos sus miembros, recordó que había
hecho que él no pudiera tocarlo. Bueno, pensó, eso es lo que me pasa por tratar de probar un
punto.
«¿Heechul?» Oyó su voz en su mente y por
un breve momento en el tiempo, fue como un bálsamo para su dolor.
«Si mencionas por un segundo que soy la
razón por la que no me puedes tocar, te juro que te quitaré la piel y la pondré
en la habitación de nuestro hijo como alfombra».
«Te amo demasiado, princesa», le gruñó.
«¿Por qué está pasando esto Siwi?» La
voz generalmente fuerte de Hee estaba
mezclada con incertidumbre y miedo.
«No sé amor, pero voy a arreglarlo».
«Apresúrate». Fue la última palabra que
salió antes de que todo el infierno se desatara.
Teuk gritó. Trató
de no hacerlo, pero la forma descomunal que lo abordó fue demasiado. Jihoon se
cernía sobre él. No podía ser él; estaba muerto.
¿Cierto? Pero se
encontraba allí, de pie sobre él, sonriéndole de una manera que hacía que su
estómago se revolviera.
—Aléjate de mí.
—trató de sonar fuerte, pero el dolor que apuñalaba su estómago le impedía
respirar y sus palabras salieron como un gemido—. Estás muerto, sé que estás
muerto. No deberías estar aquí.
—Oh cariño, estoy
aquí y he venido por lo que debería haber sido mío. — La voz de Jihoon era tal
como él recordaba, y se sentía como si hubieran derramado aceite sobre su piel,
sucio y pegajoso. Se dio la vuelta y vomitó, a la vez que su mano agarraba su
tobillo, tirando de su cuerpo hacia él.
—¡NO! ¡ALTO! POR
FAVOR ALTO, NO ME HAGAS ESTO —gritó con todas sus
fuerzas, pero él no se detuvo. Su mente buscó un recuerdo, algo que sabía que
era real. Habían estado caminando por el bosque, él, el resto de las parejas, y
los hombres. Habían estado de camino a la mansión. ¿Cómo llegó aquí con Jihoon?
Cómo se encontraba aquí tocándolo, oh Dios, él lo estaba tocando.
Empezó a temblar
y su cuerpo se tornó frío, como si nunca volvería a estar caliente de nuevo. Sintió
sus ropas siendo rasgadas y un nuevo grito brotó de sus pulmones. Abrió los
ojos, decidido a matar a Jihoon de nuevo. Solo que no era Jihoon de pie sobre él,
era Sangchul. ¿Qué demonios? Debía estar volviéndose loco. Esa era la única
solución; tenía que estar enloqueciendo.
Él pateó, gritó,
y lo arañó. En su mente, sus uñas rastrillaban su rostro, extrayendo sangre que
llovía sobre él.
Kangin vio cómo
su compañero gritaba, arañando a un enemigo invisible. Estaba histérico y por
medio de los gritos, reconoció dos nombres, Jihoon y Sangchul. No paraba de
decir una y otra vez “no hagas esto”, y fue cuando vio la desesperación y el
miedo en sus ojos abiertos y nublados que supo lo que sucedía en su mente.
Era lo mismo que
había sucedido en la suya, solo que ahora Leeteuk realmente pensaba que le
sucedía. Una vez más, se sentó indefenso ante su compañero. Le temblaban las
manos cuando se acercó a él, sabiendo que no iba a ser capaz de tocarlo.
Observó mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y la sangre brotaba de
sus labios mientras se los mordía contra los gritos que combatía.
«Leeteuk», susurró suavemente en su
mente tratando de ser una presencia calmante, incluso al sentir el caos que lo
asolaba.
«¡Kangin! ¡Por favor, ayúdame, por favor!»
«No es real, amor; él no es real. Por favor,
vuelve a mí. Estoy aquí a tu lado y nadie te está tocando».
Kangin se
estremeció cuando vio en su mente lo que Leeteuk estaba viendo. Cuando vio a Sangchul
acercarse a él aulló, sintiendo una rabia como ninguna que jamás había sentido
antes.
Tal vez era la
sangre gitana en Donghae, pero sabía que lo que veía no era real. Sabía que
realmente experimentaba lo que Hyukjae había observado todo el tiempo que había
pasado en el Limbo. Incluso con ese conocimiento, no se le hizo más fácil y no
hizo que desapareciera.
Cerró los ojos
contra las manos que no eran de Hyukjae en su cuerpo. Se mordió la lengua
contra el grito que amenazaba con derramarse cuando sintió un cuchillo perforar
su piel. Luchó contra todos los instintos en su interior para evitar llamar a
su compañero, pero no era tan fuerte.
Hyukjae lo hacía
fuerte, Hyukjae hacía a Donghae quien tenía que ser, y sin él se sentía solo y
roto. Sintió a Hyukjae tratando de entrar en su mente, pero no lo quería allí.
No quería que él supiera lo que sentía, lo que experimentaba. Pero, al final,
su miedo y su necesidad de él ganaron.
«Donghae, mío». Su suave voz llenó su
mente y él gimió.
«Por favor, Hyukjae, por favor, no te
quedes. No tienes
que ver esto».
Trató de ocultar las imágenes de él, pero sabía que había fracasado
cuando sintió su ira y desesperación.
Hyukjae entendía
ahora por qué, uno por uno, los demás hombres estaban aullando. Sintió a su
propio lobo desgarrándolo, furioso por sangre.
Dambi permanecía
de pie, impotente, con Hongki y Sihyuk a su lado. Miraban a las parejas
acopladas y vieron como la rabia y la desesperación se apoderaba de ellos.
—Tenemos que
hacer algo —gruñó Hongki.
—¿No crees que he
estado tratando? —espetó Dambi—. No sé qué más hacer. Eres un maldito lobo;
ayúdame a encontrar la manera de arreglar la magia que los mantiene separados.
Hongki pensó en
ello, tratando de recordar algo, cualquier cosa de su historia que pudiera
ayudarlos. No podía pensar en nada que ayudara, pero conocía a alguien que
sabría.
—¿Tienes un
celular? —preguntó a Dambi, quien le dio una mirada de “estás bromeando”.
—Tengo que llamar
a alguien.
—¿Qué, vas a usar
la opción de llamar a un amigo a estas alturas en el juego? —Dambi se acercó a
donde Hee yacía, ignoró el gruñido de Siwon, y metió la mano en su mochila.
Sacó el celular que había estado muerto por días.
Empujó energía en
él, y luego se lo dio a Hongki.
—Espero que sepas
que éste es tu único salvavidas. Solicitar ayuda a la audiencia no es una
opción y cincuenta-cincuenta solo podría conseguir que nos maten algunos
compañeros cabreados —le dijo al doctor.
—Eres todo un
tazón lleno de esperanza. —Hongki le arrebató el teléfono y empezó a marcar.
—No, mi querido
amigo doctor, me estás confundiendo con alguien que quiere jugar con tu peluda
cola. Lo que soy es un tazón lleno de más te vale que esto funcione o
estamos fritos.
Wadim arrebató el
teléfono cuando reconoció el número americano.
—Hola —preguntó,
sin aliento.
—Wadim, es Hongki.
—¿Estás vivo?
—preguntó mientras se arrojaba sobre el sofá dejando escapar un profundo
suspiro de alivio.
Donghwa y Kangta
quienes habían estado hablando con él acerca de su próximo movimiento, se
acercaron a él.
—Bueno, por el
momento, la respuesta a esa pregunta es sí. Sin embargo, está sujeta a cambios
en cualquier momento.
—¿Por qué? ¿Dónde
estás? ¿Dónde está la manada? ¿Qué
está pasando? ¿Dónde está Siwon? —Wadim había saltado sobre sus pies
ante su declaración. Caminaba de un lado a otro mientras los otros dos lobos en
la sala lo miraban con intensa angustia.
—Está bien, vas a
tener que callar y escuchar —gruñó Hongki a través del teléfono.
Wadim respiró
hondo y reunió su compostura.
—Está bien, estoy
calmado.
—Estamos en el
bosque, de camino a la mansión —dijo.
—Enviaremos
vehículos por ustedes —interrumpió Wadim justo cuando Kangta dejaba la
habitación.
—¡ESPERA! —gritó Hongki.
Los machos se congelaron.
Kangta, habiendo
esperado todo lo que podía manejar le arrebató el teléfono a Wadim.
—Hongki, ¿qué
diablos está pasando? —gruñó.
—Si ustedes solo
se relajaran durante dos segundos y dejan fuera su necesidad de controlar cada
maldita cosa a su alrededor podría decírtelo.
Una pausa.
—Te escucho
—respondió Kangta, en un tono mucho más tranquilo.
—En estos
momentos, no sería prudente enviar a ningún macho cerca de estas parejas. —Kangta
oyó un grito en el fondo y sintió que su lobo se alzaba dentro de él.
—Desdémona está
usando su brujería y ha puesto un hechizo sobre las parejas. Los hombres no
pueden tocarlos…
—¿Por qué los
machos no pueden tocar a sus compañeros? —espetó Kangta.
—Una vez más,
mantén tu hocico cerrado hasta que termine.
Kangta se enfadó
ante la orden, pero lo ignoró cuando oyó a Kangin gritar el nombre de Teuk.
Tomó todo en él no aplastar el teléfono en su mano.
—Es una larga
historia, pero, básicamente, las parejas rechazaron el toque de sus compañeros.
En este momento, no puedo entrar en los por qué. Por el momento, los machos
están mirando a sus compañeros sufrir terribles visiones, que están ocurriendo
solo en sus cabezas. Y, ¡los machos no pueden tocarlos para ayudarlos! Dambi ha
tratado de romper el hechizo e intentado forzar la magia de la manada para
romperlo, pero no está funcionando. Tenemos que averiguar cómo restaurar la
capacidad de los machos para tocar a sus compañeros para que podamos acercarnos
a ellos. Dambi piensa que podemos romper el hechizo de Desdémona trasladandolos
a algún lugar más lejos. A veces este tipo de magia tiene un alcance limitado.
Es un tiro al aire, pero por el momento, creo que aceptamos cualquier
sugerencia si arregla esto.
Kangta miró al
suelo mientras su cerebro trataba de procesar lo que Hongki le acababa de
decir. Sabía que Donghwa y Wadim habían escuchado todo y podía decir por la
expresión de sus caras que estaban trabajando a toda marcha en sus cabezas,
buscando cualquier solución posible.
—¡HOLA! —gritó Hongki—.
Mira, el mundo como lo conozco se está cayendo a pedazos, y no tengo tiempo
para que vayas a entrar en el jodido modo Alfa, así que por favor ayúdame.
Wadim se acercó
lentamente mientras tomaba el teléfono de Kangta.
—Hongki… —La voz
de Wadim fue firme, a la vez que sentía menos pánico, mientras descubría que
tenía un propósito y podría ser de ayuda—. ¿Los machos estaban en su forma
humana cuando el compañero puso la atadura entre ellos?
—Sí.
—Está bien, está
bien —dijo de nuevo Wadim—. Los hombres tienen que cambiar. El lobo no está
vinculado al deseo de la pareja humana. El vínculo de compañeros de lobo a lobo
es diferente al vínculo humano. No tengo tiempo para explicarlo.
—¿Qué hay de Donghae?
No es un lobo.
Wadim lo pensó
por un momento, pero luego negó con su cabeza.
—Debería
funcionar igual. El lobo de Hyukjae ve a Donghae como su igual, como su pareja
lobo independientemente que no lo sea.
—Está bien,
entonces, ¿si cambian deberían ser capaces de tocarlos?
—Creo que sí.
Hongki gruñó.
—¿Lo crees o lo
sabes?
—Mierda Hongki,
no es una jodida ciencia exacta. Estoy yendo con lo que he aprendido a lo largo
de los siglos de documentar nuestra raza, así que realmente, cualquier cosa es
posible, pero, ¿qué otra opción tienen ahora? Por lo que escucho, están a punto
de matar a cualquiera y a todo el mundo. Haz que esos machos cambien y tráelos
a ellos y a sus compañeros a casa.
Wadim respiraba
con dificultad cuando terminó de hablar y su corazón latía con fuerza en su
pecho. Esto es lo que era ser de la manada. Cuando uno en la manada sufría,
todos sufrían. Cuando uno de la manada estaba en peligro, todos sentían la
urgencia de salvarlos.
—Está bien
—respondió Hongki finalmente—. Necesitas tener sus habitaciones listas. Los
machos van a querer a sus compañeros en su territorio, rodeados solo por sus
aromas. Sin ningún otro macho, a menos de que quieras un baño de sangre. Wadim,
Junjin no está en control. Necesitas preparar a los demás para eso.
La comunicación
se cortó. Wadim alejó el teléfono de su oreja y lo miró.
Miró a Kangta y a
Donghwa.
—¿Entendieron
todo eso?
Donghwa asintió.
—No nos dió un
margen de tiempo sobre cuánto les falta para llegar aquí —dijo Kangta mientras
miraba por la ventana hacia el bosque—. Necesitamos empezar a prepararnos para
su llegada ahora mismo. Junjin quedaría devastado si mata a uno de los suyos.
Wadim negó con su
cabeza mientras dejaba escapar una risa sin humor.
—Lo juro, no creí
que las cosas podrían empeorar. Después de todo lo que ha sucedido, podrías
pensar que sería lo suficientemente inteligente como para darme cuenta de que,
más que probablemente, las cosas se van a poner siempre peor… mucho, mucho
peor.
—Lo importante es
que permanezcamos unidos. La primera meta de Desdémona en cualquier batalla con
nosotros será separarnos, ya sea físicamente o creando división entre nosotros.
Eso siempre debe estar presente en nuestras mentes. Nunca ha sido tan
imprescindible como lo es ahora que dejemos de lado nuestro orgullo, nuestro
dominio, y nuestra necesidad de control. Si luchamos como uno ella no puede
ganar; no es rival para todos nosotros.
Las palabras que Kangta
dijo le dio a Donghwa y a Wadim el ánimo y la renovada determinación de dejar
de lado sus miedos y hacer lo que pudieran, lo que estaba dentro de su poder
para hacer.
Kangta esperó
mientras los otros dos machos salían de la oficina. Cerró sus ojos y buscó a su
compañera. Necesitaba sentir el consuelo y la fuerza que viene de estar
acoplado a quién es tu pareja perfecta. Sintió su amor en retorno, sintió su
espíritu estimulándole a ser el hombre que ella sabía que era. Eso es lo que
era una compañera. Era ella quien le recordaba en su hora más oscura que
todavía había luz en el mundo. Mientras aquellos que siempre están de pie para
el bien, luchan contra el mal, entonces siempre habrá esperanza y la esperanza
era todo lo que necesitaban para mantenerse firmes.
Oh si!
ResponderEliminarHee tiene razón, por querer mostrar un punto (?) ahora están sufriendo lo que sus compañeros machos sufrieron, solo esperó que ahora los alfas sepan que no pueden negar nada a sus parejas!!!!!