Sungmin presionó
la tela húmeda contra su cara, esperando refrescar su enfebrecida piel.
¿En qué demonios estaba pensando para permitirle tocarle así?
¿Estaba loco?
Sí. Sin duda. Estaba comprobado.
Frotó con violencia su oreja, tratando de quitarse la sensación
de su cálida lengua volando sobre su piel. Sólo el recuerdo hacía que sus
rodillas flaquearan tanto que tuvo que asegurarlas para permanecer erguido.
Cualquiera que fuera la magia que Kyuhyun estaba utilizando con él, era algo
poderoso. No estaba seguro de cómo iba a ser capaz de resistirse el tiempo
suficiente como para rescatar a Leeteuk, pero tendría que encontrar la manera.
Los Defensores le habían precavido de que sería difícil, pero
hasta ahora se había imaginado que no lo conocían lo suficientemente bien.
Porque era pequeño, la gente lo veía como alguien débil y frágil. Y era todo lo
contrario.
Excepto a lo que Kyuhyun se refería.
Sungmin gruñó de frustración, abriendo el agua fría para meter
la cabeza bajo el grifo. El frío extrajo el aliento de sus pulmones, pero al
menos le ayudó a despejar la cabeza de la niebla con la que Kyuhyun le había
llenado la cabeza.