Tu Mi Destino- Capítulo 3



Kyuhyun no llevó a Sungmin al complejo como había esperado. En vez de eso, tiró por el camino de una modesta granja al norte de la frontera entre Texas y Oklahoma, bien alejada del trillado camino.

—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó, mirando la casa.

El interior estaba oscuro, pero la luz del porche delantero ardía brillando a modo de bienvenida. No había forma de que esto fuese lo suficientemente grande para ser el complejo tras los que él y los Defensores estaban.

Se suponía que habría docenas de esos tíos vigilando los alrededores.

—Esta es una de nuestras casas Elf. Aquí estamos a salvo así que podremos descansar un poco —dijo Kyuhyun—. No sé tú, pero yo estoy molido.

Estaba cansado, pero sólo porque había estado trabajando cada momento disponible durante la última semana. Sabía que después de su llamada telefónica a Kyuhyun, no tendría mucho tiempo, y necesitaba bastante dinero para mantenerse a él y Leeteuk a salvo una vez estuvieran libres.

—Puedo turnarme conduciendo. Sólo dime a dónde vamos.

Kyuhyun le lanzó una sospechosa mirada.


—¿Quieres mis llaves de modo que puedas huir otra vez?

El alzó su brazalete y lo movió ante él.

—¿Cómo puedo huir cuando llevo esta cosa?

—No lo sé, pero si alguien puede encontrar una manera, ese eres tú. No dudo de que royeras tu propia mano si eso es todo lo que te costaría.

—No confías en mí, ¿verdad?

—Infiernos, no. He pasado demasiadas semanas cazándote como para cometer el mismo error dos veces. Pero en caso de que encuentres una manera, quiero que tengas esto —sacó la billetera de su bolsillo trasero y le entregó una pila gruesa de billetes.

Billetes de cien dólares.

Sungmin contempló el dinero, mirándolo fijamente. Allí habría cerca de dos mil dólares. ¿Qué demonios?

—Si vas a irte otra vez, si algo me sucede, no quiero que tengas que coger un trabajo en un lugar sórdido como aquel. Apuesto a que los hombres como esos se toman demasiadas libertades con tu trasero y, simplemente, no puedo soportarlo.

No sabía que decir. Nunca había tenido tanto dinero en toda su vida.

—No puedo aceptarlo —se las ingenió finalmente para farfullar.

Le tendió el dinero.

Kyuhyun lo tomó, lo dobló a la mitad y lo deslizó en el bolsillo delantero de su delantal.

—Quizás lo necesites. Yo no. Sólo considéralo un pago por toda la gasolina que hice que quemaras alejándote de mí.

Antes de que pudiera encontrar una respuesta a eso, él salió del vehículo y agarró su maletín de la parte de atrás. Sungmin lo observó deslizar las llaves profundamente en el bolsillo delantero del pantalón. Quería saber dónde estaban en caso de que tuviera que salir de aquel lío. No es que eso fuese probable. A menos que hubiese alguna cizaña o cortador de alambre en aquella casa. El oro era tan delgado que quizás pudiera obtener incluso unas tijeras robustas en alguna parte.

E incluso si conseguía liberarse, ¿entonces qué? Esta era su oportunidad para salvar a Leeteuk, para derribar a un puñado de peligrosos maníacos antes de que pudieran secuestrar a alguien más. El no huiría de eso. No podía dejar que Leeteuk se las arreglara por sí mismo.

Kyuhyun abrió le abrió la puerta y le ofreció una mano para bajar. Tenía manos encantadoras. Fuertes y amplias manos con sólo bastante rugosidad para hacer su piel más sensible cuando le tocaba.

Cuando. No sí. Había estado con él durante tres horas completas y ya había perdido eso. A este paso, le estaría besando el culo al amanecer.

Lo cual no sonaba como una cosa completamente mala. Si su trasero era tan agradable bajo sus vaqueros como parecía, realmente podría disfrutarlo.

Sungmin respiró profundamente, buscando su resolución, su jodida cordura. No podía dejar que él le consiguiera, sin importar cuánto apelara al paquete.

No podía dejar que le abrazara nunca más. No podía dejar que le tocara. No podía dejarle hacerle cosas que sabía no eran reales.

Leeyeuk era real. El peligro era real. El resto de esto, las enmarañadas sensaciones que tenía cuando él le tocaba, eran solo fingidas. Un truco de la mente.

Ignoró la mano que le ofrecía y saltó de la camioneta, aterrizando sobre los dedos de sus pies. Él ni siquiera parpadeó. En vez de eso, le dedicó una conocedora sonrisa.

—¿Te estoy consiguiendo, cariño? ¿Quizás rayando contra esa vena de independencia tuya?

—No sabes nada acerca de mí. No finjas que lo sabes.

Él lo siguió a la puerta, alcanzando la luz del porche y sacando una pequeña caja magnética que contenía una llave.

—Te conozco en abundancia. Leeteuk me ha dicho todo acerca de ti.

—Leeteuk no me conoce tan bien. Sólo lo he conocido durante unos pocos meses.

—No dirías eso por la forma en la que habla. Juro que actúa como si hubieseis crecido juntos.

Kyuhyun abrió la puerta y miró detenidamente al interior antes de dejar entrar a Sungmin.

—Él se preocupa mucho por ti, ¿sabes?

Sungmin se negó a dejarle ver lo mucho que eso le molestaba. Leeteuk era el que estaba en un problema, ¿y todavía se preocupaba por Sungmin? No había una persona más cariñosa sobre la faz del planeta, y se sentía honrado de haber conocido a Leeteuk, incluso por un breve espacio de tiempo como el que había tenido. Con algo de suerte, tendrían mucho tiempo para llegar realmente a conocerse el uno al otro.

—Deberías llamarlo y decirle que estoy llegando. Mejor aún, déjame usar tu teléfono y se lo diré yo mismo.

Kyuhyun lo contempló durante un largo momento, haciéndole querer retorcerse bajo su pálida mirada.

—Nada gracioso —le advirtió él.

—¿Cómo qué?

—Como llamar a la policía. No tengo tiempo para tratar con ellos, y juro que si lo haces, te pondré sobre mis rodillas y te azotaré.

Sungmin se rió. No podía evitarlo. Él estaba loco si pensaba que iba a dejar que eso sucediera. Le mataría antes.

—Podrías intentarlo. Pero te prometo que no lo intentarías una segunda vez.

—¿Una cosita pequeña como tú haciéndome daño? No puedo creerlo.

—¿Deberíamos comprobar la teoría? —le desafió.

Él sonrió y le dedicó un guiño.

—Quizás más tarde. Después de que haya comido. Tengo el presentimiento de que necesitaré conservar mis fuerzas contigo, ¿no es cierto?

—Definitivamente.

Kyuhyun dejó la habitación, encendiendo las luces mientras se dirigía a la cocina. Sungmin esperó hasta que su cabeza estuvo en el frigorífico antes de marcar el número de Leeteuk.

—¿Lo encontraste, Kyuhyun? —respondió Leeteuk. Su voz vacilante con la fatiga, haciendo que Sungmin se preguntara por cuánto había estado pasando—. ¿Está él a salvo?

—Hey, hola, Leeteuk. Soy Sungmin.

La exhalación de alivio de Leeteuk llenó la línea.

—Gracias a dios, estás bien. ¿Qué pasó?

Kyuhyun no le estaba prestando atención, pero suponía que estaría escuchando cada palabra que decía. No podía decirle realmente a Leeteuk que la aterrada llamada de teléfono que le había hecho la pasada semana había sido un truco —una manera de hacer que Kyuhyun viniese a por él.

Y había funcionado. Mejor de lo que había esperado.

—Te lo diré después —dijo Sungmin—. Todo lo que tienes que saber ahora es que estoy yendo hacia ti.

—¡Eso es fantástico! Realmente te he extrañado. Como también la Señorita Sora.

—¿Ella también está ahí?

—Sí. Los Centinelas no podían eliminarle los suficientes los recuerdos para hacer que fuera seguro devolverla a su casa, así que la trajeron aquí. Incluso se las arreglaron para sanar algo de su artritis así que ya no necesita un andador. Increíble, ¿huh?

Sungmin se quedó mudo. ¿Habían sanado a la Señorita Sora? ¿Por qué harían eso? Era demasiado vieja para pelear contra nada que ellos quisieran hacerle. Podrían haberse alimentado de ella, bebido toda su sangre y dejarla morir en su casa. Nadie siquiera habría sabido quién la había asesinado.

—¿Sungmin? ¿Estás todavía ahí?

Sungmin se aclaró la garganta.

—Sí, estoy aquí.

—¿Estás bien?

—Bien. Sólo… entendiendo algunas cosas.

Leeteuk bajó la voz.

—¿Kyuhyun está bien? No lo estaba llevando muy bien la última vez que hablamos.

Sungmin miró hacia la cocina. Estaba cortando una manzana. Mirándole.

Se volvió y se alejó del umbral, bajando por el estrecho corredor.

—Él está bien.

—Entonces debe tener razón.

—¿Sobre qué?

—Él es tu Kangin.

—¿Qué?

—En realidad es una larga historia, pero juro que tiene un gran final. Sólo escucha tus instintos y estarás bien. Ambos lo estaréis.

—No tiene ningún sentido lo que dices, Leeteuk.

Ahí estaba de nuevo, ¿por qué debería? Le habían lavado el cerebro.

—Quizás ahora no, pero lo hará con algo de tiempo. Él es un buen hombre. Se merece ser feliz. Todos ellos se lo merecen.

¿Feliz? Claramente, el Leeteuk que Sungmin había conocido se había ido. Lo habían convertido completamente, lavándole el cerebro para que creyera lo que estaba diciendo. A Sungmin le tomó cada gramo de fuerza no dejar que las lágrimas cayeran de sus ojos. Era demasiado tarde. Incluso si sacaba a Leeteuk de allí, no estaba seguro de que pudiera salvarlo.

Los Defensores le habían advertido que quizás pasara esto, pero hasta ahora, Sungmin no había querido creerlo.

—Si hay alguna cosa allí de la que no puedas separarte, empaquétala y estate listo para irnos —dijo Sungmin. Su voz rota, pero contuvo las lágrimas—. Ocúpate de que la Señorita Sora haga lo mismo —no tenía idea de cómo iba a liberarlos a ambos, pero tenía que intentarlo. No podía dejar a la Señorita Sora detrás.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Ahora no puedo hablar. Te contaré todo cuando esté ahí —asumiendo que se las ingeniara para conseguir apartar a Leeteuk de su captor el tiempo suficiente para hablar en privado.

—No sé de qué estás hablando, pero no voy a dejar a Kangin. Le amo.

Sungmin ya estaba listo para su resistencia. Sabía que no sería fácil sacar a Leeteuk de sus captores.

—No te haría eso —mintió Sungmin—. No te preocupes.

—¿Qué estás maquinando? —Preguntó Leeteuk—. Sé que estás planeando algo. Puedo oír girar los engranajes de tu cabeza desde aquí.

—No estoy planeando nada —otra mentira, pero una necesaria—. Sólo olvida lo que he dicho.

—Sé que no confías en estos tíos, pero verás cuando llegues aquí lo equivocado que estás. No son los monstruos que tú piensas. Lo juro. Yo estaba equivocado acerca de mi visión. Acerca de Kangin. Nunca se quedó allí de pie y observándome morir.

Por supuesto que eso era lo que él diría. Probablemente habían engañado a Leeteuk para que creyera que su visión de muerte no era real. Ellos le hicieron creer esto, al igual que le hicieron creer que la Señorita Sora estaba viva y bien cuando probablemente tendía muerta sobre el suelo de su casa en Kansas.

—Estoy seguro de que estás bien —dijo Sungmin, sólo para apaciguar a Leeteuk—. Yo tengo mucho que aprender.

—No te preocupes. Kangin es un gran profesor. Estoy seguro de que Kyuhyun también lo será.

Por encima del cadáver de Sungmin.

Sintió los ojos de Kyuhyun deslizándose sobre él un momento antes de que el calor de su cuerpo empapara su piel. No le había oído acercarse, pero estaba justo detrás, casi tocándolo.

¿Durante cuánto tiempo? ¿Qué había oído?

—Tengo que irme, Leeteuk. Te veré pronto —Sungmin colgó el teléfono y se lo devolvió.

Estaba cerca. Demasiado cerca. Y parecía enfadado.

—¿Vas a ir a verlo, Sungmin? —le preguntó—. ¿O estás planeando hacer algo más?

—Supongo que eso depende de ti.

—¿Eso qué se supone que quiere decir?

—Quiere decir que si me dejas vivir el tiempo suficiente, entonces sí, voy a ver a Leeteuk.

—¿Si te dejo vivir lo suficiente? —Kyuhyun se pasó una mano por la cara en frustración—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no te voy a hacer daño?

Él podría decirlo hasta que el sol parpadeara y todavía no le creería.

—Lo que quede de mí que sea enterrado junto a mi madre en San Antonio. Ella es la única familia que tengo. Me gustaría ser enterrado a su lado si eso no causa demasiado problema.

Su rostro se oscureció, y Sungmin oyó como rechinaba las muelas.

—Nadie va a enterrarte en ningún lado. No mientras yo todavía respire.

—Sí. Eso fue lo que los Centinelas también le dijeron a mi madre.

—Mierda —murmuró Kyuhyun—. Realmente has pasado por el infierno, ¿no es así?

Sungmin no podía siquiera obligarse a asentir. Él sabía la verdad. Probablemente había sido parte del tormento que su madre había atravesado —parte de la razón por la que Sungmin había sido arrastrado de un lugar a otro desde que podía recordar.

La rabia se mezcló con sus facciones y él le ahuecó el lado de la cara en la mano. La preocupación guiñando su oscura frente y un destello iluminando sus pálidos ojos, haciéndolos brillantes. Su pulgar raspó ligeramente el hueso de su mejilla, acariciando su piel hasta que vibró.

Se sentía demasiado bien para ser real. Intentó recordarlo, pero con todo, le costaba cada onza de la voluntad que tenía no inclinarse a su toque. No perderse a sí mismo en la agradable calidez de su caricia.

Él susurró:

—Lo siento mucho, cariño. Sé que has estado pasando por mucho. Todo lo que puedo decir es que esa parte de tu vida ahora se ha acabado. No voy a dejar que nadie te vuelva a hacer daño.

Sungmin dejó que la fuerza de su resolución la bañara. Sus palabras eran una promesa dada por un hombre con poderes sobrenaturales. El diario de su madre decía que eso quería decir que él tenía que mantener esa promesa.

Pero de nuevo, quizás eso era sólo una mentira más que habían inventado para volver a los humanos confiables y manejables.

—Eso no lo sabes —le dijo.

Quería haber puesto más calor en sus palabras, pero estas habían salido con un susurro sin aire.

Él cambió su postura, cerrando la distancia entre ellos. El intoxicante calor de su cuerpo la empapaba a través de sus ropas y entraba en su piel. Su especiada esencia se abrigaba a su alrededor, haciendo que le diera vueltas la cabeza. Tintineantes chispas de energía salían de su mano donde ahuecaba su cara. La urgencia de frotarse contra él para absorber más de esa energía le estaba volviendo loco.

No podía pensar correctamente cuando Kyuhyun estaba usando esas armas contra él.

Todo en lo que podía pensar era en lo cerca que estaba él.

Sungmin se lamió los labios secos. Los ojos de Kyuhyun siguieron ese pequeño movimiento. Sus pupilas dilatadas, se tragaban el pálido negro hasta que sólo quedó un delgado borde de color. Parecía hambriento, igual que el depredador que era, pero Sungmin no podía siquiera preocuparse.

Sus dedos se cerraron alrededor de duro músculo, y hasta entonces, no se había dado cuenta que se había acercado a él. Estaba sujetando sus brazos, aferrando sus bíceps igual que un salvavidas. Kyuhyun vibraba con tensión bajo las puntas de sus dedos. Sintió sus músculos abultarse e hincharse y entonces su brazo estuvo rodeando su cuerpo, atrayéndolo cerca.

No intentó luchar con él. No le empujó para apartarlo. Y no sabía por qué.

Su cabeza bajó hasta que su nariz estuvo a sólo una escasa pulgada de la suya.

La respiración de Sungmin se aceleró y su corazón latió más deprisa. Iba a besarlo y él iba a dejar que lo hiciera. Dios lo ayudara, necesitaba que le besara. Ya no le importaba nada en absoluto que aquello fuera un truco. Lo deseaba demasiado como para preocuparle.

Su mano se deslizó por su mejilla hasta la parte de atrás de su cabeza. Él la inclinó de modo que tuviese un mejor ángulo. Podía sentir su enorme cuerpo temblando con necesidad. O quizás era él el único que estaba creando todo el temblor. No podía estar seguro.

—Sabes que voy a besarte ahora, ¿verdad? —preguntó él, su profunda voz baja en la silenciosa casa.

Sungmin no podía hablar. Le dedicó un ligero asentimiento de cabeza. No sólo lo sabía, lo deseaba.

Kyuhyun cerró la distancia un centímetro en otra fracción de minuto. Sungmin cerró los ojos y se entregó. Él era su enemigo, pero eso parecía difícilmente importarle ya. Si era condenado, quería serlo de esta manera —besando a un hombre que hacía que le bullera la sangre y derritiera su cuerpo.

—Bien, estás equivocado —le dijo—. Al igual que estás equivocado en todo lo demás.

Con eso, lo dejó ir y dio un paso atrás.

Sungmin tuvo que agarrarse a la pared para estabilizarse a sí mismo. La cabeza le daba vueltas y el cuerpo le dolía por la pérdida de su toque. Abrió los ojos justo a tiempo para verle cerrar la puerta de un dormitorio detrás de él. Se deslizó hacia abajo por la pared hasta que se sentó sobre la descolorida alfombra, abrazando sus rodillas.

Él no volvió a salir. No lo atacó. No hizo nada.

Sólo se quedó encerrado detrás de esa puerta.

Sungmin esperó en agonía. Temblaba con frío y confusión. ¿Por qué no le había besado? Le habría dejado hacerlo. Demonios, le habría dejado hacer mucho más que sólo besarlo.

¿Y qué había querido decir él acerca de estar equivocado en todo lo demás?

Cuando la niebla de la lujuria se desvaneció de su mente, se dio cuenta de que eso era una buena cosa. No quería que él lo besara o hiciera nada. Era el enemigo. El quería matarlo.

¿Verdad?

Sungmin se cubrió la cara con las manos y dejó escapar un frustrado gruñido.

Él le había hecho esto a propósito. Estaba utilizando su diabólica magia para confundirlo. Para manipularlo.

Esa era la manera en que lo hacían los Centinelas. Ellos engañaban a su presa en complicidad. Les utilizaban y entonces los mataban.

El diario de su madre había sido claro en eso.

Entonces, ¿por qué se había detenido él? Kyuhyun lo había tenido donde quería. ¿Por qué detenerse allí?

Sungmin se enderezó sobre sus tambaleantes piernas. Tenía que pensar —alejarse de él lo bastante para aclararse la cabeza. No podía huir porque tenía que acabar su misión y rescatar a Leeteuk, pero podía poner bastante espacio entre ellos de modo que su cerebro empezara a trabajar otra vez.

Se volvió para encontrar algo que pudiera cortar el brazalete de su muñeca cuando oyó un profundo gruñido de dolor procedente tras la puerta de Kyuhyun. Este se detuvo como si se cortara de golpe; entonces hubo un ruido sordo igual al de algo pesado cayendo al suelo. ¿Quizás un hombre de más de noventa kilos?

¿Qué si estaba herido?

Sungmin estaba estirándose hacia el pomo de la puerta antes de que se diese cuenta de que probablemente aquello era otro truco. Descolocarlo, entonces hacer que fuese corriendo hacia él.

Eso no iba a funcionar. No iba a caer en una trampa así.

Su madre le había enseñado bien, y era hora de que Sungmin empezara a escucharla.

Oyó otro gruñido filtrándose a través de la puerta y tuvo que cubrirse las orejas. De pronto, sentía pesados los pies y su estómago se revolvió con náuseas, pero se las ingenió para alejarse de Kyuhyun sin mirar atrás.
  


Kyuhyun se estaba muriendo.

Su cuerpo se arqueó bajo otra ola de dolor tan intensa que le cegó.

El sudor empapó sus ropas y la tela se adhirió contra su piel hasta que estuvo seguro de que estaba sangrando. Intentó arrastrarse al baño, para lavarse la sangre, de modo que esta no pudiera atraer a los Sasaengs hacia Sungmin, pero estaba demasiado débil.

Los miembros le temblaban e incluso el tomar otra respiración lo dejó exhausto.

Era tan estúpido. Nunca debería haberse alejado de esa manera. Había estado tan cerca de besarlo —tan cerca de reclamarlo para sí mismo— pero algo le había hecho retroceder.

Sungmin no confiaba en él. Él quería probarle que podía, y la única manera en que pensaba podía hacerlo era mostrándole su contención.

Mal plan.

Y ahora estaba pagando el precio. Había tenido su oportunidad para saborear su dulce boca y hacerlo a un lado, y esto lo había matado. Literalmente.

Otra pulverizante ola de dolor se estrelló en él y obligó a salir el aire de sus pulmones. Las lágrimas se derramaban por su cara, refrescando su caliente piel. Cada músculo en su cuerpo vibraba bajo la fuerza de resistir la agonía de su hinchado poder. Enormes puños de energía palpitaban en su interior, exigiendo que fuera a Sungmin y lo obligara a dejarlos salir. Hacer que el dolor se detuviera. Pero era demasiado tarde para eso. No podía ir ahora a él. Ni siquiera podía alzar la cabeza. Todo lo que podía hacer era tenderse allí y escuchar los lamentables sonidos de dolor que emergían de su garganta.

Estaba bastante seguro que eso sería la última cosa que oyera.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...