Tu Mi Destino- Capítulo 18



Sungmin había estado planeando matarle.

El shock ni siquiera empezaba a cubrir lo que estaba sintiendo ahora mismo. La traición venía de cerca, pero no lo bastante cerca. Su cuerpo se sacudió con rabia y un dolor tan profundo que no sabía que tuviera ninguna terminación nerviosa allí hasta ahora. Años de sufrimiento no lo habían preparado para un golpe como ese.

Sungmin, el hombre con el que suponía que pasaría su vida, amaría y defendería, había planeado matarle.

Y a todo el mundo allí, todas esas inocentes almas que había jurado proteger.

Kyuhyun no podía concebir algo así. Quizás nunca podría ser capaz, pero habría tiempo para que lo intentara después; ahora mismo, tenía que encargarse de esa crisis y asegurarse que nadie salía herido. Incluyendo a Sungmin.

Los Suju no iban a tomarse su traición tan a la ligera.

—¿Hay algún riesgo de que esa mierda se escape? —exigió él.

—No. Es seguro. Tengo que enganchar todo al C-4 antes de que haya una amenaza.

—¿Estás seguro?

—No estaría por aquí si no lo estuviera. Hay niños alrededor. Nunca me arriesgaría a hacerles daño. Me crees, ¿verdad?

No tenía más opción que creerle por ahora, hasta que tuviese tiempo para comprobarlo por sí mismo.

—Me utilizaste —se ahogó él, incapaz de formar las palabras.

El dolor de su traición corría profundo y más profundo de lo que había considerado posible en su breve tiempo juntos.

—Te utilicé. No espero que me perdones, pero no sabía qué estaba haciendo.

—¿Y ahora lo sabes? ¿Ahora sabes cuán jodido era éste plan tuyo?

Los ojos oscuros de Sungmin se mantuvieron inamovibles, pidiéndole que creyera en él. Que confiara en él.

—Lo siento de veras, Kyuhyun, nunca le haría daño a la gente de aquí. Lo sabes, ¿verdad?

Quería creerle, pero las vidas de demasiadas personas estaban en juego.

—Sólo hay una forma en la que pueda estar seguro de eso, Sungmin.

—¿Cómo? Quiero arreglar esto. De verdad lo quiero. Eso es por lo que estoy dejándome las tripas aquí. —Parecía sincero.

Le sostuvo la mirada y no se retorció cuando lo fulminó al devolvérsela. Parecía que no estaba intentando mentir.

A nadie más.

Todavía, el hecho de que hubiese mentido lo hacía sospechoso. Kyuhyun conocía una única manera de probar su inocencia.

—Vas a dejarme entrar en tu mente. Vas a dejarme ver tus pensamientos.

—No, Kyuhyun. Eso es demasiado escalofriante. Demasiado intrusivo.

—Demasiada mierda que lo sea. Te has metido en éste lío mintiendo, y la única manera de aclararlo es esa. Voy a tener que decirle a Shindong lo que has hecho. Posiblemente no pueda atestiguar a tu favor si no me dejas hacer esto.

—Tiene que haber otra manera.

—No la hay.

Sungmin retrocedió, golpeando la pared tras de él.

—Soy una persona reservada.

Kyuhyun lo siguió, buscando cualquier signo de que quizás intentara huir.

—Ya no. Vamos a hacerlo, Sungmin. De una manera o de otra. Tengo un juramento hacia esa gente que mantener.

—¿Qué hay de tu juramento hacia mí?

—He dado mi vida para protegerte, incluso cuando estoy tan furioso como lo estoy, pero lo que voy a hacer de ninguna manera violará eso. —E iba a hacerlo. Incluso si tenía que obligarlo.

No sería agradable, pero sería un infierno mucho mejor que lo que Shindong quizás se viera forzado a hacer para obtener la verdad de Sungmin. Quizás llamara a uno de los Zea, y Kyuhyun no iba a dejar a uno de esos chupópteros hurgando en su mente.

—No quiero eso.

—No me importa. Esto va en serio.

—También yo —dijo, alzando la barbilla.

Joder. Sabía malditamente bien que si Sungmin peleaba con él sobre eso, quizás acabara lastimado. Con todo, tenía que hacerse. Tenía que estar seguro, sin lugar a dudas, que no había nada que Sungmin le estuviese ocultado. Demasiadas vidas estaban en juego si estaba equivocado.

—Ésta es la única manera en la que puedo protegerte, Sungmin. Si no hacemos esto, alguien más lo hará, y no serán tan cuidadosos contigo como lo seré yo.

Sungmin se le quedó mirando durante un momento. Sus pupilas habían descendido a helados puntos de negrura. Todo el color se había desvanecido de sus mejillas, dejando atrás la grisácea palidez del miedo.

Kyuhyun no podía soportar verlo así. Tenía un trabajo que hacer, e iba a hacerlo, pero eso no quería decir que no pudiera hacérselo tan fácil como fuese posible. Nadie más lo sabía. Todavía tenía tiempo para tomárselo con calma. Hacerlo fácil.

Alisó su pelo, fino como el de un bebé, apartándoselo de la frente. Todavía estaba húmedo de la ducha y se pegaba a sus dedos, atándolos.

—Necesito que me dejes hacerlo. Si me obligas a utilizar la fuerza, te hará daño.

Su cabeza cayó contra la pared y vio cómo tragaba nerviosamente.

—Sí. Claro. Yo me he metido en esto. Aceptaré mi castigo como un adulto.

—Esto no es un castigo. —Aunque quizás eso fuera lo que le estuviera rondando todavía por la cabeza.

—Seguro que se le parece.

—Sólo cierra los ojos y relájate. Yo haré el resto.



Sungmin hizo como le dijo Kyuhyun e intentó no caer enfermo a sus pies.

No podía creer que fuera a dejar que alguien jugara en el interior de su cabeza. Si hubiese sabido el costo de pactar con los Defensores, antes habría decidido pasar hambre.

La mano de Kyuhyun se extendió sobre su garganta, y él sintió alzar su collar hasta que éste entró en contacto con su anillo. Las dos bandas se juntaron igual que imanes, y un lento chorro de cálida energía se hundió en su piel, irradiando del collar.

El vello de su cuerpo se le puso de punta, y un potente temblor le recorrió, iluminando cada terminación nerviosa.

Sungmin dejó escapar un bajo gruñido de placer. No podía evitarlo. Lo que quiera que le estaba haciendo se sentía tan bien, casi igual que un narcótico atravesando como un rayo su sistema.

Sus huesos se suavizaron y su cuerpo se deslizó por la pared. El fuerte brazo de Kyuhyun alivió su caída, evitando que cayese con fuerza. Acabó en un montón en el suelo con la camiseta subida por la espalda, dejándolo expuesto contra la fría y dura pared.

—Eso está bien —le susurró él—. Solo relájate.

No tenía realmente otra opción, no era que estuviese cooperando. Si hubiese sabido que estar jodiendo la mente de alguien se sentía tan bien, quizás le habría dejado hacerlo antes.

Sus ojos apenas estaban abiertos, sólo lo justo para poder ver la oscura cara de Kyuhyun cerniéndose sobre él. Era tan guapo, tan masculino. Esa boca suya era llena y suave, al contrario del resto de su duro y delgado cuerpo, y sabía cómo utilizarla para hacerle sentir bien. Sólo los besos ya eran mejor que todo el paquete del sexo con otros hombres. No estaba seguro de cómo funcionaba, pero estaba seguro de que si pasaba algún tiempo estudiándolo, lo adivinaría.

Sungmin se estiró a por él, sus brazos yendo a rodear su cuello en un descuidado paso de sus dedos. No podía encontrar la fuerza para sujetarlo, y sus manos se deslizaron a su regazo. Lo intentó otra vez, pero Kyuhyun le cogió las muñecas en su mano libre y las mantuvo en el sitio.

—Solo relájate —le dijo.

Si se relajaba aún más, iba a hundirse en la alfombra, haciendo un charco de humedad. Quizás eso fuera lo que él quería. Pensó que podría hacerlo si así fuera.

—Lo estás haciendo fantástico, cielo.

Cielo. No lo llamaría así si lo odiara, ¿verdad?

Sungmin se concentró en aquella idea y la retuvo. No quería que lo odiase. Quería que lo amase.

Amor. El pensamiento le impresionó calmándolo. ¿Por qué querría que le amase? Eso sólo complicaría las cosas. No había decidido siquiera si la vida que él llevaba iba a funcionar o no para él. Claro, Kyuhyun había hecho un largo camino para convencerlo de que se quedara. Le había dado una casa, lo había hecho sentir como un rey. Haciéndolo sentir importante. Necesitado.

¿Quién no se acostumbraría a algo como eso? Eso sólo demostraba que estaba cuerdo.

Pero el amor era un gran problema. Eso cambiaba las cosas. Las hacía más difíciles. Más complicadas.

Mejores.

Una embotada presión detrás de sus ojos le hizo hacer una mueca, distrayéndolo de su hilo de pensamientos.

—No luches con ello —dijo Kyuhyun.

Sungmin no quería luchar con nada, pero su boca no estaba funcionando tan bien para decírselo.

La presión se incrementó hasta hacerse dolorosa. Un quejido se escapó de sus labios y el dolor se alivió en algo, pero no desapareció.

—Estás luchando conmigo, cariño. Tienes que bajar esa guardia tuya.

—No sé cómo —se oyó decir a sí mismo.

Kyuhyun se quedó en silencio durante un momento, y él sintió una sutil tensión traspasando su mano. Un simple pulso de miedo se deslizó a través de él y pudo decir instantáneamente que no era suyo. Era una sensación diferente a ello. Una forma diferente, más dentada y áspera que la suya propia.

Era el miedo de Kyuhyun. Tenía miedo. Por él.

Algo iba mal, pero Sungmin no podía entenderlo.

—Está bien. Lo intentaremos de nuevo. Ésta vez, quiero que te imagines un muro de ladrillo en tu cabeza. ¿Puedes hacerlo?

Sungmin dio un pequeño asentimiento y el muro cobró vida en el interior de su mente.

—Bien. Ahora echa esa pared abajo, ladrillo a ladrillo. Ya no lo necesitas. Estás a salvo conmigo.

A salvo. Eso era agradable.

Sungmin hizo como le decía, derribando la pared, sólo que nunca alcanzó el fondo. Siempre había más ladrillos, igual que si estuviesen creciendo de los que caían a la tierra como una fluida construcción dentro de su cabeza.

Negándose a rendirse, siguió haciendo lo que Kyuhyun le había dicho mientras la presión tras sus ojos empezaba a aumentar nuevamente. El calor creció dentro de su
cabeza, haciendo que temblara. La pared seguía creciendo, evitando cada intento que hacía para derribarla.

El dolor irradió, llenando su cráneo de forma explosiva. Un ruido apareció en algún lugar distante: un grito de agudo dolor y el seco traqueteo de una agitada respiración. Las duras bandas se apretaron sobre sus muñecas y un frágil punto de calor en su cuello.

Eso estaba mal. Incluso sin ningún tipo de experiencia en ese tipo de cosas, sabía en su alma que algo iba terriblemente mal.

La pared de ladrillo se alzó, espesándose a medida que crecía. Más alta y amplia de lo que podía ver, la cosa siguió creciendo e hinchándose, luchando contra la presión de su cabeza.

Un zumbido obstruyó sus oídos. Su sangre ardió mientras se apresuraba por sus venas, chamuscándolo de dentro hacia fuera. No había ninguna parte a la que huir para que se detuviera. Nada que pudiera hacer.

La audición se desvanecía. La agradable presión de la pared contra la parte baja de su espalda se convirtió en un recuerdo. La sensación de las manos de Kyuhyun alrededor de sus muñecas desapareció, junto con la sensación de las mismas muñecas. La conciencia de su cuerpo se disipó como la niebla bajo el sol hasta que no quedó nada excepto la pared de ladrillo y un incesante golpeteo tras él.

Entonces de repente el golpeteo cesó. O tal vez no se había detenido, pero ya no podía sentirlo de ningún modo. Todo excepto la pared se escabulló y Sungmin dejó que se fuera todo. Ya no necesitaba nada de eso. Todo lo que necesitaba era dejarse ir.



Sungmin estaba flácido en los brazos de Kyuhyun. El sudor le bajaba por la sien, mofándose de su punzante dolor de cabeza. Él estaba temblando igual que si hubiese acabado tras tres días de batalla sin agua, y requirió toda su fuerza el mantenerse erguido. Lo cual era triste, considerando que la pared hacía prácticamente todo el trabajo.

Había fallado. Nada de lo que había intentado parecía haber funcionado. Sungmin era demasiado fuerte, sus defensas impenetrables.

Y no confiaba en él. Profundamente en su interior, donde más importaba, no confiaba en él. Sabía que ese era el por qué había fallado.

Kyuhyun esperó a que la debilidad se desvaneciera lo bastante como para poder moverse; entonces cambió la cabeza de Sungmin de modo que descansara más cómodamente, buscando un ángulo sobre su hombro. La luceria brillaba bajo las luces del dormitorio, mostrando un furioso remolino de verdes y quizás algo de azul.

El azul no había estado antes ahí, y con un enfermizo sentido de temor, Kyuhyun se dio cuenta que lo que quiera que acabara de ocurrir había realmente invertido el proceso de enlazarlos juntos.

Mierda.

La rabiosa frustración royó sus interiores. Quería repartir golpes a diestro y siniestro y expresar en algo su cólera, pero no había nadie alrededor merecedor de esa clase de trato. La fuente de la desconfianza de Sungmin eran las enseñanzas de su madre y estaba seguro de que la mujer lo había hecho únicamente pensando que tenía que proteger a su hijo.

Kyuhyun se negó a mantener eso en contra de Sungmin. Lo había mantenido a  salvo durante todos esos años cuando él no había podido y le debía respeto, no resentimiento.

Sacudió ligeramente a Sungmin.

—¿Estás bien? —le preguntó.

El no respondió. Su respiración se había nivelado y su pulso era estable y fuerte, pero no se despertaba.

¿Y si le había hecho daño?

Un enfermizo sentido de pánico le atravesó y sacó su teléfono móvil. No estaba seguro de si Hyungsik estaba en la SM o no, pero él era el único de los Zea en el que Kyuhyun confiaba lo bastante para dejarle tocarlo.

—¿Estás en casa? —preguntó tan pronto Hyungsik respondió.

—Acabo de salir. ¿Por qué?

—Te necesito. Es Sungmin.

—Iré ahora mismo.

Ahora la parte difícil. Kyuhyun marcó el número de Shindong, el líder de los Suju. Por mucho que odiara hacerlo, Kyuhyun tenía que hablarle a Shindong sobre los explosivos.

Shindong respondió al sexto tono; su voz tirante. Cansada.

—Sí.

—Necesito que vengas a la habitación de Sungmin —dijo Kyuhyun.

—Sea lo que sea, puede esperar. Estoy ocupado —sonaba más que solamente ocupado. Su voz era tensa, como si tuviese la garganta tan apretada que le fuera difícil incluso formar las palabras, desgarrándolas—. Ahora no es un buen momento.

Kyuhyun bajó la mirada a la forma inerte de Sungmin.

—Va a tener que serlo. Tenemos una… situación.

Una sorda maldición llegó del otro lado de la línea, y supo que Shindong le prestaba atención.

Kyuhyun no tenía idea de lo que quería decir, pero podía suponerlo. Estaba sucediendo algo, y no era bueno.

—Dame un segundo —dijo—. Estaré ahí.

Kyuhyun hizo a un lado su debilidad y consiguió colocar cómodamente a Sungmin en la cama. Le temblaban los brazos, así que ayudó a levantarlo y empujó un par de mullidas almohadas detrás de su espalda.

Sungmin se frotó las sienes y parpadeó. Le miró, y aunque no tenía ni idea de qué estaba mirando sobre su rostro, debió haber sido malo, basándose en la manera en que sus ojos se ensancharon y se lanzó a por él como si estuviese a punto de caerse por un acantilado.

—¿Estás bien? —le preguntó Sungmin.

Sus ojos se cerraron sobre la luceria en su garganta. Definitivamente había mucho más azul ahora. Había perdido terreno.

—Bien —la palabra salió dura y entrecortada.

—Parece como si fueras a vomitar. ¿Ha sucedido algo mientras estaba inconsciente?

—Sólo estuviste inconsciente algunos segundos.

—¿Entonces qué pasó? —preguntó.

—Eso es lo que me gustaría saber —dijo Shindong desde la entrada del dormitorio. Su enorme y pesado cuerpo llenando el espacio y su rostro constituido en rígidos ángulos—. Mejor que sea malditamente importante.

—Lo es —dijo Kyuhyun—. Tenemos un problema.

—Fantástico. Justo lo que este lugar necesita. Otro problema —Shindong dejó escapar un cansado suspiro y cruzó los brazos sobre su amplio pecho—. Adelante. No tengo todo el día.

Kyuhyun sintió que Sungmin se tensaba con cada momento que pasaba. El aire a su alrededor parecía haberse congelado y estaba perfumado con el fuerte sabor del pánico.

—Todo va a ir bien —le dijo Kyuhyun a Sungmin—. Shindong no te hará daño.

Una expresión de indignado desprecio cruzó la cara de Shindong.

—Por supuesto que no voy a hacerle daño. ¿Qué demonios está pasando?

Kyuhyun encontró la mano de Sungmin y le di un apretón de ánimo. Abrió la boca para hablar, pero él le golpeó con fuerza.

—Es mi problema. Yo se lo diré —dijo.

Kyuhyun asintió, y una sensación de orgullo se rizó a su alrededor. Sungmin quizás estuviera asustado, pero no iba a dejar que eso lo detuviera de hacer lo correcto.

Él amaba eso de Sungmin.

Sungmin se enderezó y balanceó las piernas sobre la orilla de la cama.

—Supongo que no debería andar con rodeos.

—Eso sería agradable —aceptó Shindong—. Soy un hombre ocupado.

—Originalmente, vine aquí para hacer volar este lugar. El C—4 está en mi camioneta.

Shindong se quedó inmóvil durante un momento; entonces se apartó lentamente del marco de la puerta, su cara oscureciéndose más y más con cada segundo que pasaba.

Kyuhyun movió su cuerpo de modo que estuviese entre Shindong y Sungmin, y se llevó la mano a su espada.

—Quédate dónde estás —le advirtió a Shindong.

Aquella furiosa mirada se giró hasta caer sobre Kyuhyun.

—Lo trajiste aquí.

—Lo hice.

—Él no lo sabía —dijo Sungmin. Estaba a su lado, intentando pasar a Kyuhyun, pero él no se movía—. No es culpa de Kyuhyun.

Las palabras de Shindong salieron igual que losas de hielo, frías y pesadas.

—Has cometido un acto de guerra.

—No, planeaba uno. Realmente no llegó a cometerlo.

—Pendejadas —gruñó Shindong—. El trajo explosivos dentro de nuestra propiedad, en nuestros hogares. Hay humanos aquí. Niños.

—Lo sé —dijo Sungmin—. Ese es el por qué no seguí adelante. Nunca les habría hecho daño a los niños. Pensé que todos vosotros erais monstruos. Ahora veo que estaba equivocado. Lo siento mucho.

—Sentirlo no significa una mierda, niñito. Tu acción es castigada con la muerte.

—Por encima de mi jodido cadáver —dijo Kyuhyun.

Sacó su espada y sostuvo la desnuda hoja con la punta apuntando al corazón de Shindong.

Kyuhyun captó un movimiento desde el umbral de la puerta, pero no se volvió.

—Aparentemente, he llegado justo a tiempo —Hyungsik arrastró las palabras desde el umbral—. ¿Le importaría a alguien explicármelo?

—Kyuhyun está apenas sellando su destino por estar al lado del enemigo —dijo Shindong.

Sungmin se escabulló desde atrás de él y envolvió su mano alrededor del muy afilado acero. Si Kyuhyun tan sólo respirara con fuerza, este se deslizaría a través de su delicada piel.

—Dejad ya esta mierda de macho —le ordenó él—. Estás poniendo peor las cosas.

Rabia y un enfermizo sentido de temor rodó por su interior, haciéndolo tensarse. No podía dejar que Shindong lo hiriera, sin importar cuánto lo hubiese estropeado él.

Sungmin se volvió a Hyungsik, manteniendo su mano sobre el borde afilado de la espada.

—Yo he cometido un error. Uno enorme. Shindong saltó, lo cual es totalmente comprensible, y ahora a estos dos se les está escapando testosterona por todas partes en mi nueva habitación.

—Quizás deberíamos empezar apartando las armas —sugirió Hyungsik.

Shindong apretó la mandíbula, pero alzó las manos, con las palmas hacia fuera, y dio un largo paso atrás.

—No voy a lastimarlo. Aún. Se merece una oportunidad de hablar.

Kyuhyun reunió cada gramo de control que pudo encontrar y tiró con fuerza. Sungmin lo miró a los ojos, sus ojos suplicándole, aunque el qué, no estaba seguro. ¿Bajar el arma? ¿Sacarlo de este lío? ¿Volver el tiempo atrás de modo que nunca se hubiesen conocido?

—Mierda —escupió él—. Saca la mano de mi espada y la bajaré.

Sungmin lo hizo y Kyuhyun envainó la espada.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...