Tu Mi Destino- Capítulo 10



Wook luchó contra el tirón de los monstruos, forjando su mente en contra de la fuerza de su llamada. No quería estar con ellos esta noche. Quería estar con Yesung, en su verdadero cuerpo, y deleitarse con la intrepidez que le rodeaba.

Cuando estaba cerca de él, no tenía miedo. Se sentía casi normal. Yesung le confortaba con su presencia.

Pero Yesung no quería estar con él. Lo había dejado claro cuando lo dejó mientras dormía. Se había ido y no había regresado.

La idea de dormir solo lo asustó. Necesitaba que le librase de los monstruos que tiraban de él para separarla mientras dormía. ¿Por qué no entendía eso?

Heechul entró en la habitación de Wook mientras terminaba de pasarse un gran suéter por su cabeza. El suéter que le había pedido prestado a Heechul colgaba bajo sus huesudas caderas y se agrupaba alrededor de sus tobillos, pero le ayudaba a mantenerse caliente contra el aire acondicionado moderadamente frío del interior de la SM.

Se sentía más fuerte, hambriento por primera vez de lo que sintió en años. Ya había tomado tres comidas desde que se había despertado, pero estaba listo para otra.

—Es la hora —dijo Heechul—. Los hombres te están esperando.


Wook había recuperado la conciencia sólo durante un puñado de horas, pero desde entonces, siete Suju habían venido a verlo. Para tocarlo.

Trató de no tener miedo, pero sin Yesung aquí, no era fácil combatir el dolor y el pánico de tantos desconocidos manoseándolo.

—No voy a dejar que me toquen —le dijo a su hermano—. Duele —las ampollas del último lote todavía no se habían curado.

La boca de Heechul se tensó.

—Sé que duele, pero es la única manera de estar seguros. Son hombres buenos, Wook. No tienen intención de hacerte daño. De hecho, uno de ellos puede ser capaz de ayudarte.

—No quiero su ayuda.

No eran Yesung.

Heechul lo miró desde su imponente altura, dándole a Wook esa mirada de desesperada preocupación que había llegado a conocer tan bien durante los últimos ocho años.

—Lo sé, pero no hay otra manera.

—Por favor, no me hagas hacer esto.

Él pánico comenzó a derramarse en su estómago, ahuyentando el hambre bajo su abrumador peso. Wook no podía soportar las manos de esos hombres en él. Todos querían algo y sentía su desesperación hundirse más en él con cada toque. Acababa de recuperar lo suficiente de su mente para estar empezando a sentir de nuevo otra vez y, a continuación, llegaban todos estos hombres, cada uno de ellos deseando coger un pedacito suyo.

Ellos le dejaban con astillas de su necesidad y dolor, empujándolas en su piel como agujas, tan profundas que no podía sacarlas.

Heechul se sentó en la cama junto a Wook y le tomó la mano. Los dedos de Heechul eran largos, fuertes y capaces, a diferencia de los de Wook, que eran débiles.

Deseaba tanto ser fuerte como Heechul. Para saber lo que era real y lo que no. Para poder permanecer dentro de su mente y no ser lanzado a través del espacio hacia monstruos sedientos de sangre, hasta que ya no supiera quién era.

Heechul acarició el dorso de la mano en un círculo calmante.

—Odio hacerte esto, cariño. Realmente lo siento, pero Kevin está convencido de que lo mejor para ti es encontrar a tu Suju. Una vez que lo hagas, él podrá ayudarte a sanar.

—Yesung está ayudando —dijo Wook.

La mandíbula de Heechul se tensó.

—Lo sé. Ha estado fuera matando a diestro y siniestro a los sgaths y eso es genial, pero no es suficiente.

—¿Cómo lo sabes?

Heechul miró hacia otro lado, hacia la puerta donde él deseaba poder escapar. Sus ojos se oscurecieron.

La mano de Wook fue a su propia garganta, que estaba desnuda y huesuda, y sintió una sensación de pérdida. Wook observó la luceria que Heechul llevaba.

—Yesung lo ha comprobado e hizo una doble verificación. No eres compatible — dijo Heechul.

—¿Cómo puede estar seguro? —preguntó.

—Créeme, cariño. Es lo que él quiere, también. Todos los hombres quieren que tú seas el único que pueda salvarlos, pero eso no significa que pueda ser.

Wook se negó a creerle.

—Si Yesung no pretende ser mío, ¿por qué me acerqué a él? ¿Por qué él es la única persona aparte de ti que me hace sentir seguro?

Heechul acarició el cabello de Wook apartándolo de su rostro y un titubeante brillo de lágrimas centelleó en sus ojos.

—Es un truco de tu mente, nene. Al igual que todos los demás.

—¿Y las ampollas? ¿Son un truco de mi mente, también?

—No lo sé. Tal vez. Pero no quiero que te preocupes. Encontraremos a alguien que pueda ayudarte.

Wook no estaba tan seguro. El se había roto. Nunca podría encontrar al hombre que pudiera darle el don de la magia.

Y si ese hombre no era Yeesung, ni siquiera quería intentarlo.

—Estaré junto a ti —dijo Heechul—. Sólo hay dos hombres en este momento, por lo que no tomará mucho tiempo.

—No quiero hacerlo —dijo Wook.

Sonaba como un niño testarudo, pero no le importaba. Estaba cansado de hacer las cosas que no le gustaba. Cansado de no tener opciones. Todo el mundo le decía lo que tenía que hacer. Tenía casi veintiuno y era lo bastante mayor como para tomar sus propias decisiones.

—Podemos esperar hasta mañana si quieres. No les gustará, pero te esperarán. Voy a decirles que no te sientes lo bastante bien como para verlos.

—No—dijo Wook. Si quería que la gente comenzara a tratarlo como si fuera un adulto, iba a tener que actuar como tal. Haciendo cosas difíciles—. Vamos a acabar con esto.

Y luego, una vez que el dolor se apaciguara, se deslizaría fuera de su cuerpo e iría a buscar a Yesung. Él no sabría que estaba allí, observándole cazar, así que no podría escapar. No sería tan bueno como sentir su cuerpo, sólido y fuerte contra el suyo, pero si era la única manera en la que podía estar con él, entonces tomaría lo que pudiera.



Yunho contestó al tentativo golpe en su puerta, esperando que fuera Shindong, en
busca de un informe sobre los progresos en la barrera. No es que hubiera mucho que informar. Las parejas estaban agotadas y el progreso había disminuido hasta casi detenerse. A este ritmo, iban a estar allí fuera en pleno invierno, construyendo la maldita cosa de respaldo.

Pero, en lugar de Shindong, era Kevin, con su bellamente delgado rostro apretado con hambre y fatiga.

Era casi el amanecer y por su aspecto general, no se trataba de una visita social.

Genial. Justo lo que necesitaba Yunho para acabar su día de mierda. Más mierda.

—¿Necesitas algo? —le preguntó a Kevin, manteniéndose firme en la puerta para que el hombre supiera que no era bienvenido dentro.

—¿Está Changmin todavía despierto? —preguntó Kevin.

—No. Tendrás que hablar con él mañana.

—No quiero hablar con él. Necesito hablar contigo. A solas.

Yunho ocultó su sorpresa.

—¿Por qué?

La garganta de Kevin se balanceó mientras tragaba. Su delgada mano cogió la puerta como si fuera a perder el equilibrio.

—Por favor. Es importante.

Yunho no estaba dispuesto a despertar a Changmin después del día que había tenido, por lo que salió al desierto pasillo y, en silencio, cerró la puerta detrás de él.

—Muy bien, habla.

—Creo que podría haberlo hecho —dijo Kevin—. Creo que podría haber encontrado una manera de curar la infertilidad de tu gente.

La esperanza llameó en el interior de Yunho, pero sujetó fuertemente la emoción antes de que pudiera despertar a Changmin. No sólo necesitaba su sueño, sino que sabía sin lugar a dudas que él no compartiría su felicidad con esta noticia.

—¿Estás seguro? —le preguntó, oyendo su voz vacilar con una mezcla de alivio y emoción.

Kevin sacudió su oscura cabeza y sus ojos se cerraron como si el movimiento le hiciera marearse.

—No, no lo estoy. Tengo que probar mi teoría en alguien.

—En mí. Quieres probarla en mí, ¿verdad?

—Parecía la opción lógica. Los otros hombres están recién emparejados y pueden tener problemas con un niño tan pronto.

Pero él y Changmin habían estado juntos desde siempre. Tiempo suficiente para que Yunho supiera cómo se sentiría Changmin sobre tener más hijos. Sus hijos habían sido asesinados en combate y aunque Sunny estaba a salvo, no era normal. Y Jeessica…

Un nudo de culpa y dolor agarrotó la garganta de Yunho por lo que su voz salió apenas como un susurro.

—No lo sé. Ha sido tanto tiempo.

—Changmin sigue siendo fértil.

—Ese no es el punto. Quiero decir, yo ni siquiera estoy seguro de que él estaría de acuerdo en tener más hijos.

—Ciertamente, ve la necesidad de repoblar nuestras filas.

—Tú nunca has tenido un hijo. No entiendes lo que es perder uno. O más.

Incluso después de todos estos años, Yunho todavía mantenía abierta la herida en su alma por la muerte de los hijos que había dejado atrás. Podía pensar en ellos ahora y recordar los buenos tiempos que habían compartido, pero había tardado décadas en llegar a ese punto.

Y después de casi haber perdido a Sunny hacía menos de una semana, el temor de que pudiera ocurrir de nuevo era fresco y crudo.

—Por favor, Yunho. Por lo menos, considéralo. Iré a Kangin o a Siwon si debo hacerlo, pero ni siquiera estamos seguros todavía de dónde provienen sus parejas. Mi cura puede no funcionar con sus alianzas.

—¿Entonces por qué no comenzar con una de ellos? Parece que tiene más sentido.

—No lo entiendes. He dedicado décadas de trabajo a esta cura. Cambiarla ahora nos costaría un tiempo precioso que no tenemos.

—Las cosas no son tan negras —dijo Yunho.

Kevin se tambaleó y se agarró a la pared. Yunho se acercó para sostenerlo, pero Kevin sacudió la cabeza.

—Mi pueblo ha escondido lo mal que están las cosas. No queda suficiente sangre. Todos estamos muriendo. Si no encontramos pronto la cura, es sólo cuestión de tiempo antes de que todos muramos y no quede nadie para sanar vuestras heridas. Tu gente morirá, también.

Yunho sentía el peso de tantas vidas presionando sobre él.

—Incluso si Changmin estuviera de acuerdo en tener otro hijo, ciertamente no estaría de acuerdo en dejar que sangraras al bebé.

—No durante años, sino eventualmente, ese niño crecerá y nos concederá la sangre que necesitamos.

—No todos los niños crecen —dijo Yunho antes de que pudiera detenerse.

Sunny, su hija, no había crecido desde que tenía ocho años. No desde la noche en que su último hermano, su último hijo, había muerto.

Yunho empujó a un lado el recuerdo antes de que le pudiera consumir. Necesitaba pensar con el cerebro y no con su corazón.

—Sé que esto es una decisión importante para ti, pero hay poco tiempo para que te decidas. Me estoy quedando sin tiempo. Debo dormir.

Se refería a dormir, como en ir a dormir durante años ya que era la costumbre de su pueblo. Era como conservaban la sangre cuando no había suficiente para sostener a todo el mundo.

—¿Cuánto tiempo tienes?

—Días. Semanas a lo sumo.

Yunho se pasó la mano por la cara, sintiendo las profundas líneas de los siglos que se habían grabado allí. La preocupación y el peligro y la risa habían deteriorado su piel y dejaron su indeleble huella. Parecía que estaba a punto de obtener otras pocas arrugas más.

—Muy bien. Déjame hablar con Changmin. Iré a buscarte mañana con mi decisión.

—Haz lo correcto, Yunho. Por favor —entonces, Kevin se dio la vuelta y se alejó, usando la pared para mantenerse de pie.

Sin embargo, por mucho dolor y tristeza que Angus hubiera tenido en su vida, al menos no estaba solo como Tynan. Tenía a Gilda. Tenía amor. Tenía esperanza.

Kevin no tenía nada para seguir adelante, excepto el olvido del sueño —un medio para escapar de su hambre. En alguna parte del camino, Yunho se había olvidado de lo que se sentía al estar tan desesperado como lo estaba Kevin. O tal vez, nunca había estado tan desesperado. Su vida había sido dura, pero también se había llenado de bendiciones.

Era el momento de reforzar y devolver algo de la buena vida que le había ofrecido.

De una forma u otra, tenía que convencer a Changmin a renunciar a su dolor y seguir adelante. Tal vez, al hacerlo, Changmin sería capaz de curarse y perdonarse a sí mismo por las cosas que no podía cambiar.

Tal vez Changmin aún recordase cómo sonreír de nuevo.



Kyuhyun se despertó justo antes del amanecer. Su cuerpo le dolía, pero ya no estaba afectado por el calor ardiente del veneno.

Iba a vivir.

Una oleada de alegría rodó a través de él, y sintió la necesidad de correr y encontrar a Sungmin para poder celebrarlo con él. Sólo que no tenía mucho camino por recorrer. El estaba tumbado en la cama, durmiendo con la cabeza apoyada en un libro abierto y su pálida mano extendida sobre su oscuro pecho.

Kyuhyun sonrió hacia él, dejando que la visión de su belleza le llenara con un profundo sentido de satisfacción.

No le había dejado. Se había quedado justo a su lado a pesar de que le había quietado el brazalete de su muñeca, permitiéndole irse.

No tenía ni idea de cuánto sueño había conseguido él la noche anterior, por lo que no quiso despertarlo, pero no parecía cómodo, así que le apartó el libro de debajo de la mejilla y metió una almohada en su lugar.

Sungmin hizo monos y somnolientos sonidos, pero no se despertó. Le cubrió completamente y se fue a buscar un poco de café para ayudar a aclararse el resto de inercia de su cabeza que el veneno había dejado atrás.

Tenían un gran día por delante. Con algo de suerte, hoy sería el día que Sungmin estaría de acuerdo en llevar su luceria. Después de todo, no le había dejado. Eso tenía que significar que se preocupaba por él, ¿verdad? Y si le importaba, no le dejaría solo para sufrir. Sabía que ella no lo haría.

Kyuhyun dejó el libro en el mostrador de la cocina, marcando su lugar mediante una servilleta sobre las páginas abiertas. Hurgó en los armarios hasta que encontró una cafetera y preparó café que dejó en la cocina, y luego fue al baño, se dio una ducha rápida, se vistió y regresó cuando las últimas gotas estaban haciendo ondas sobre la oscura superficie del café.

Se sirvió una taza, añadió una tonelada de azúcar y se sentó a entretenerse con su conmoción.

El libro aún estaba abierto por la página que Sungmin estaba leyendo cuando se quedó dormido. Estaba escrito a mano, apretada y casi minúscula caligrafía, tan pequeña que había pensado que era de imprenta cuando lo había visto la primera vez. Cuando volvió a mirar más de cerca, vio que ciertas palabras estaban subrayadas o en círculos. Frenéticos garabatos llenaban los márgenes, con flechas señalando a diferentes pasajes.

No era dado a fisgonear, pero si éste era el diario de Sungmin, no iba a ser capaz de resistirse. Podría asomarse a su mente tan pronto como se unieran, así que realmente no estaba fisgoneando, de cualquier manera. Estaba simplemente avanzando lo que iba a ver pronto.

Kyuhyun comenzó a leer la anotación, que estaba cerca del principio del libro. Estaba fechada hacía veintitrés años.

Casi nos encontraron hoy. Nos escondimos en un depósito de basura y el hedor de la basura podrida enmascaró nuestro olor. Tu olor, Sungmin. Ese dulce olor de bebé que parece atraer a los monstruos hacia nosotros.

Fuiste un buen bebé, también. No lloraste. Sólo te aferraste a mi dedo con tu regordete puño como si supieras que los monstruos me asustaban. ¿Cómo podías saberlo? Ni siquiera tenías un año de edad todavía.

Tú eres especial, Sungmin. Tu papá me dijo que lo serías la noche en que te concebimos. Me dijo que tenía que protegerte. Ocultarte.

Si algo me pasa, necesitas saber que los Centinelas te querrán por tu sangre. No puedes dejar nunca de huir. Ellos te encontrarán y te engañarán, y cuando te hayan convencido de que no son tipos malos, chuparán toda tu sangre para su magia.

No puedes dejar nunca que eso suceda. Tienes que seguir huyendo.

El cuerpo de Kyuhyun se entumeció. Sungmin habría sido demasiado pequeño para escribir hace veintitrés años. Habría sido un bebé. Este no era el diario de Sungmin.

Este era el diario de su madre.

No es de extrañar que Sungmin no confiara en él, que le hubiera apuñalado y salido corriendo cuando le había conocido por primera vez. Le habían enseñado que los Centinelas querían matarlo, que querían su sangre.

Lo cual, tuvo que admitir, era parcialmente cierto. El Zea querría su sangre, no es que él les hubiera dejado tomar nada de ella. Y aunque ellos la obtuvieran, no querrían matarle. No podría alimentarles si estuviera muerto.

Kyuhyun giró la página y siguió leyendo. Era más de lo mismo. Página tras página se describía a los Centinelas como el mal y cuántas veces habían intentado matar a su madre y a Sungmin. El libro entraba en detalles sobre lo que parecían los monstruos y cómo evitarlos. Kyuhyun reconoció las descripciones como los Sasaengs no como los Centinelas. Por supuesto, Sungmin no necesariamente conocía la diferencia.

El pensaba que el Sasaeng que los habían atacado la noche anterior había sido su mascota. No conocía nada más, lo que planteaba la cuestión, ¿qué más le había enseñado que estaba totalmente equivocado?

Kyuhyun cerró el libro y se levantó de su silla. La ira pulsaba través de él porque su madre le hubiera corrompido con mentiras como esas, pero la mantuvo a raya. No tenía manera de saber por qué su madre lo había hecho, y lo más importante, la mujer había mantenido vivo a Sungmin todos estos años, protegiéndolo cuando él no pudo.

Sungmin no necesitaba su ira. Le necesitaba para corregir su mal. Mientras tuviera todas esas ideas enredadas en su cabeza, Sungmin estaría en peligro, huyendo de las únicas personas que podrían mantenerlo a salvo.

Se giró, y Sungmin estaba de pie en la puerta de la cocina. Tenía los ojos hinchados por el sueño y sus ropas estaban arrugadas más allá de la reparación. El cabello alrededor de su rostro estaba húmedo, como si justamente hubiera terminado de lavárselo. El le miró, después al libro y otra vez a él, y en ese tiempo, todo el color desapareció de su rostro. Sus ojos oscuros se ampliaron por el miedo y echó a correr hacia la puerta de salida.

Kyuhyun corrió tras él, no dispuesto a dejarle ir. Lo que fuera que estaba pasando por esa cabeza estaba equivocado. No era culpa suya, pero no podía dejar que siguiera pensando que esas mentiras eran ciertas.

Lo cogió por la cintura directamente cuando saltaba a su camioneta. Sus brazos y piernas se agitaron violentamente, pero Kyuhyun logró impedir que se hiciera daño contra los duros bordes de metal de la puerta. Lo alejó de la camioneta y se sentaron en la hierba húmeda, sujetándole mientras se cansaba.

—No voy a hacerte daño —le dijo lo suficientemente alto para que Sungmin lo pudiera oír sobre el enfurecido griterío.

—¡Déjame ir!

Sungmin le arañó los brazos, pero él le mantuvo. El sol acababa de salir en el horizonte y él tendría horas para reparar los cortes antes de que la sangre pudiera llamar a cualquier bestia.

Poco a poco, su lucha se volvió más débil y se sentó en el círculo de sus brazos, jadeando. Kyuhyun no se atrevió a soltarlo. No se fiaba de que no tratara de huir de nuevo.

—No es cierto —dijo él, manteniendo la voz baja y firme. No quería que Sungmin pensara que estaba enojado con él, o darle alguna razón para que creyera que tenía intención de hacerle daño—. Ese era el diario de tu madre, ¿verdad?

—Ella lo sabía todo acerca de ti, pero no salvé su vida.

El cuerpo de Sungmin se sacudió con fuerza en un silencioso sollozo y rompió el corazón de Kyuhyun.

—¿Qué pasó? —preguntó él.

—No siguió su propio consejo. Bajó la guardia. No corrió lo suficientemente rápido. Tus mascotas la atraparon una noche, cuando fui a la tienda de comestibles. Volví al motel y todo lo que quedaba eran… pedazos.

Se estremeció con el recuerdo, los brazos de Kyuhyun se apretaron a su alrededor y le acarició el pelo de su mejilla. La comodidad que él le ofrecía era escasa, pero no sabía qué más hacer. Tenía mejor criterio que pensar que podría solucionar este problema para Sungmin. Su madre había muerto. Nadie podría arreglar eso.

—Cogí su diario, mi maleta y me marché. Gracias a Dios que acababa de sacarme el permiso de conducir y tenía edad suficiente para hacerlo.

Qué miedo tenía que haber pasado. Tan joven, solo y huyendo. Si hubiera sabido la verdad, entonces, podría haber venido a vivir a la SM. Podría haber cuidado de él y ayudarle a dejar atrás el asesinato de su madre. Podría haberle enseñado la verdad poco a poco, mientras todavía tenía tiempo de ser paciente.

Pero Sungmin no había conocido la verdad y no había venido a la SM. Todo lo que había tenido para guiarlo era ese diario lleno de mentiras.

Kyuhyun quería estar enfadado con su madre por engañar a Sungmin, pero no pudo. Podría haber estado equivocado, pero hizo lo que creyó necesario para proteger a Sungmin.

Y en cierto modo, había funcionado. Sungmin estaba en sus brazos, sano y a salvo, y estaba malditamente bien permaneciendo de ese modo.

—Creo que tenemos que hablar sobre el diario —le dijo suavemente—. He leído algo de él y hay un montón de cosas que, simplemente, no son verdad.

—Por supuesto que dirías eso —escupió Sungmin.

Él hizo caso omiso de su veneno.

—Vamos a comenzar con la parte de cómo los Sasaengs son nuestras mascotas. Eso es totalmente incorrecto. Son nuestros enemigos. Monstruos.

Podía sentir que le escuchaba. Su cuerpo todavía estaba inmóvil y su cabeza se giró para oírle mejor.

—Cualquier cosa que matara a tu madre, no fue uno de los Centinelas, ni se hizo bajo nuestras órdenes. No hacemos daño a los humanos. Les protegemos.

—Eso es fácil de decir.

—Pero no siempre fácil de hacer, lo sé. No lo logramos a veces, como lo ocurrido con tu madre. No puedo decirte cuánto lo siento, pero te juro que si hubiera sabido que existíais alguno de las dos, habría hecho todo lo necesario para manteneros a salvo.

—Nos habrías secuestrado, como hicisteis con Leeteuk.

—¿Es eso lo que piensas?

¿Cómo podía estar tan equivocado? ¿Quién le había dado esas mentiras a su madre? Seguro que no los Sasaengs. Sólo unos pocos de su clase podían siquiera hablar, y los que pudieran eran tan monstruosos que ninguna persona cuerda habría conseguido acercarse lo suficiente para mantener una conversación lo suficientemente larga.

Entonces, ¿de dónde venían tantas mentiras?

—Leeteuk está seguro en casa. Verás que él es feliz una vez estemos allí.

—Sólo porque lo drogáis, al igual que tratas de hacerme cuando me tocas. Tu piel es algún tipo de arma.

Una lenta sonrisa tiró de la boca de Kyuhyun.

—¿Te sientes drogado cuando te toco?

—Sí.

—¿Es bueno?

—No —dijo, pero podía oír la mentira en la forma en que su voz temblaba.

A él le gustó saber que podría hacerle sentir bien con su toque. Le gustó mucho. De hecho, tuvo que impedirse a sí mismo deslizar sus manos sobre sus desnudos
brazos. Por mucho que la deseara, tenía cosas más importantes en que pensar —como aclarar las mentiras entre ellos.

—No es una droga, Sungmin. He estado tratando de decírtelo desde que te conocí. Estamos destinados a estar juntos. Todo lo que tienes que hacer es ponerte mi luceria y podrás ver la verdad. No voy a ocultarte nada.

—No quiero tu gargantilla en mí.

Kyuhyun molió los dientes por la frustración. Sabía que si sólo miraba dentro de su mente, vería la verdad, pero no podía conseguir que confiara en él lo suficiente como para hacerlo. Tenía más de veinte años de mentiras para borrar —mentiras que estaban atadas a Sungmin por bandas de lealtad a su madre. Eso no iba a ser algo fácil para que él cediera. Iba a tener que ser paciente, pero no sabía cuánto tiempo iba a ser capaz de aguantar.

Desde que había estado cerca de él, desde que Sungmin había estado absorbiendo pequeñas corrientes de su poder al tocarse, él no había sufrido ningún daño, ni mucho menos. No estaba seguro de si eso iba a retrasar la velocidad en la que su hoja se moría o no, pero sabía que una vez que se hubiera ido, fácilmente podría convertirse en el monstruo que ella creía que era.

Y entonces, ¿qué haría? O, más importante, ¿qué no haría?

—¿Cómo puedo demostrarte que no estoy mintiendo? —preguntó él.

La cabeza de Sungmin cayó hacia atrás sobre su hombro por la derrota.

—No lo sé, Kyuhyun. Quiero creerte, pero no es ese el modo en que trabaja el diablo? ¿Diciéndote bonitas mentiras en las que quieres creer? No puedo hacerle eso a mamá.

—¿Vas a tratar de huir de nuevo?

Aún tenía el brazalete en el bolsillo. Podría utilizarlo para mantenerlo cerca en caso de que él quisiera.

No lo haría. Quería que se quedara junto a él por voluntad propia.

Su cabeza se movió en su hombro mientras ella la sacudía.

—No —dijo en voz baja—. Ya he terminado de huir. Esto se termina ahora, de una manera u otra.

Kyuhyun odió el sonido de la derrota en su voz, pero creía que lo decía en serio. Ya no huiría más.

—Bien. Porque si te unes a mí, hay una única manera en que las cosas pasarán. Verás la verdad, y tú y yo seremos felices el uno con el otro para el resto de nuestras vidas.

—Bonitas mentiras —murmuró.

—Ninguna mentira, Sungmin. Voy a llevarte a casa y a probarlo. Vamos. El Elf nos trajo un coche nuevo y sólo estamos a cuatro horas de distancia de la verdad.

Odiaba llevarlo a la SM antes de que le hubiera reclamado como su propio caballero. Bien podría haber otros Suju en su casa que también fueran compatibles con él, y no quería dejarlo escapar de nuevo. Pero lo que quería no era tan importante como lo habría sido hacía tan sólo veinte minutos. Tenía que proteger a Sungmin de sí mismo, así como de los Sasaengs, y si eso significaba que terminaba con otro hombre, tendría que aguantarse. Al menos estaría a salvo. Eso era lo que realmente importaba.

Si Sungmin elegía a otro hombre, no es como si tuviera mucho tiempo para sufrir, de todos modos.



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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...