Deber y Pasión- Capítulo 10



Zhoumi había dormido toda la noche. Henry no. ¿Cómo podría dormir teniendo a un hombre cálido y dulce en sus brazos?

Un hombre que era su esposo

Sonrió. Una noche de descanso le había sentado bien. Las sombras bajo los ojos habían desaparecido. Todavía parecía demasiado delgado, pero sabía como arreglar eso. A partir de ese momento tomarían todas las comidas juntos. Organizaría una barbacoa e invitaría a los Jang y a todos sus conocidos, y presentaría a su esposo a gente que le haría sentir bienvenido.

En cuanto a Mark… cuando volviera a hablar con él, le dejaría bien en claro que era hora de que se buscara otro asesor financiero, ya que era un hombre casado que no toleraría ninguna falta de respeto hacia su esposo, porque Zhoumi se merecía su respeto, su felicidad y, por encima de todo, su am…

Contuvo el aliento.

Con cuidado se quitó la mano de Zhoumi del pecho. Él usuró una protesta y suspiró, acurrucándose contra su cuerpo.

El tiempo se detuvo

Henry miró el techo, con la mente en blanco; único sonido del universo era el reloj de pared y el suave murmullo de la respiración de Zhoumi

Era una tontería. El amor no existía. Jamás se había engañado con eso. La pasión, la lujuria…eran emociones comprensibles. Un matrimonio podía cimentarse en ellas, siempre y cuando se añadieran otras cosas. Respeto. Felicidad. Lealtad. Amistad.

Creía en esos principios. Su esposo también creería en ellos. Se los exigiría. Solo ellos dos. Nadie mas. La noche anterior se lo había dicho. La lujuria era lo que lo había unido. Cuando el deseo se hubiera desvanecido, los principios los mantendrían unidos.

Zhoumi suspiró y se pegó a él, con el aliento cálido contra su cuello. Henry gimió, dejó de pensar y lo tomo en brazos. Le besó la sien, la mejilla y cuando Zhoumi volvió a suspirar, lo colocó boca arriba, le acarició el pelo y con suavidad le besó los labios.

Su esposo fue despertando lentamente, susurrando su nombre, y a Henry le recorrió un placer tan profundo que le sacudió el alma. El cuerpo de Zhoumi estaba encendido al lado suyo. Y sedoso. Ladeó la cabeza y profundizó el beso, abriendo los labios a él con la punta de la lengua. Zhoumi gimió y le acarició el pelo.

-Zhoumi –susurró, el nombre tan dulce como su sabor- Zhoumi, amor mio, te deseo. Te deseo tanto que me duele.

Zhoumi apoyó la mano en su nuca y le bajó la cabeza para darle un beso; era toda la respuesta que Henry necesitaba

Se apartó y estudió el rostro de su esposo mientras apartaba las sábanas de su cuerpo

-Eres hermoso, querido –musitó Henry con la respiración aclarada. Le dio otro beso en la boca y bebió de su sabor mientras deslizaba la mano por su pecho, continuaba por la cadera y trazaba la linea del muslo. Los gemidos suaves de ambos se entremezclaron, y Henry abandonó todo intento de pensar teniéndolo en los brazos.

Le besó la garganta y el hombro, el pecho. Zhoumi murmuró su nombre cuando con la lengua jugó con sus pezones. El suspiro se convirtió en un gemido cuando Henry descendió con la boca hacia el vientre.

A Henry le recorrió una intensa sensación de necesidad, de tomarlo, de poseerlo, de hacerlo suyo al fin. Se arrodilló sobre él, dejó que los dedos buscaran en su entrepierna, deslizó la mano entre sus muslo y lo tomó

Estaba húmedo en su mano, húmedo y despierto por el deseo. Henry se dijo que era mejor ir despacio. Temía lastimarlo; nunca había hecho el amor con alguien que hacía pocas semanas de había tenido un parto.

Le dijo lo hermoso que era, lo mucho que lo deseaba, con suaves palabras mientras bajaba sobre su cuerpo. Con delicadeza apoyó la boca sobre su vientre. Zhoumi emitió un grito sobresaltado cuando le abrió los muslos, puso las manos bajo su cuerpo y lo alzó hacia él.

Entonces tomó su sexo en la boca.

El grito de éxtasis de Zhoumi se elevó en el silencio de la habitación. El mundo de Henry tembló; gimió, perdido en su sabor, preparándolo, con el conocimiento de que estaba listo para que lo poseyera. Lo siguió besando y jugando con la lengua, y cuando Zhoumi se arqueó hacía él y introduciéndose aun mas en su boca, subió por él, se arrodilló entre sus muslos y lo penetró despacio y se movió en su interior con una concentración casi mística, mientras se centraba en el poco autocontrol que le quedaba, sabiendo que no debía moverse con fuerza, que no debía lastimarlo…

-Henry – susurró y se aferró a él, haciendo que perdiera el control que le quedaba.

Se derrumbó con la respiración entrecortada, extenuado, lleno de un júbilo que nunca antes había experimentado. Zhoumi lo abrazó y susurró su nombre sobre su cuello. Él lo rodeó con los brazos y murmuró palabras de cariño en taiwanés e ingles y lo besó.

Yacieron de esa manera mientras el tiempo pasaba y sus respiraciones se recuperaban, hasta que Henry se dio cuenta de que tenia inmovilizado a su amante con todo el peso de su cuerpo. Maldijo en voz baja, fue a apartarse pero él lo sujetó con los brazos.

-Por favor, no me dejes.

Henry rememoró aquella noche en que se habían dejado mutuamente y lo besó.

CAPÍTULO 10

Zhoumi había dormido toda la noche. Henry no. ¿Cómo podría dormir teniendo a un hombre cálido y dulce en sus brazos?

Un hombre que era su esposo.

Sonrió. Una noche de descanso le había sentado bien. Las sombras bajo los ojos habían desaparecido. Todavía parecía demasiado delgado, pero sabía como arreglar eso. A partir de ese momento tomarían todas las comidas juntos. Organizaría una barbacoa e invitaría a los Jang y a todos sus conocidos, y presentaría a su esposo a gente que le haría sentir bienvenido.

En cuanto a Mark… cuando volviera a hablar con él, le dejaría bien en claro que era hora de que se buscara otro asesor financiero, ya que era un hombre casado que no toleraría ninguna falta de respeto hacia su esposo, porque Zhoumi se merecía su respeto, su felicidad y, por encima de todo, su am…

Contuvo el aliento.

Con cuidado se quitó la mano de Zhoumi del pecho. Él usuró una protesta y suspiró, acurrucándose contra su cuerpo.

El tiempo se detuvo.

Henry miró el techo, con la mente en blanco; único sonido del universo era el reloj de pared y el suave murmullo de la respiración de Zhoumi

Era una tontería. El amor no existía. Jamás se había engañado con eso. La pasión, la lujuria…eran emociones comprensibles. Un matrimonio podía cimentarse en ellas, siempre y cuando se añadieran otras cosas. Respeto. Felicidad. Lealtad. Amistad.

Creía en esos principios. Su esposo también creería en ellos. Se los exigiría. Solo ellos dos. Nadie más. La noche anterior se lo había dicho. La lujuria era lo que lo había unido. Cuando el deseo se hubiera desvanecido, los principios los mantendrían unidos.

Zhoumi suspiró y se pegó a él, con el aliento cálido contra su cuello. Henry gimió, dejó de pensar y lo tomo en brazos. Le besó la sien, la mejilla y cuando Zhoumi volvió a suspirar, lo colocó boca arriba, le acarició el pelo y con suavidad le besó los labios.

Su esposo fue despertando lentamente, susurrando su nombre, y a Henry le recorrió un placer tan profundo que le sacudió el alma. El cuerpo de Zhoumi estaba encendido al lado suyo. Y sedoso. Ladeó la cabeza y profundizó el beso, abriendo los labios a él con la punta de la lengua. Zhoumi gimió y le acarició el pelo.

- Zhoumi –susurró, el nombre tan dulce como su sabor- Zhoumi, amor mío, te deseo. Te deseo tanto que me duele.

Zhoumi apoyó la mano en su nuca y le bajó la cabeza para darle un beso; era toda la respuesta que Henry necesitaba

Se apartó y estudió el rostro de su esposo mientras apartaba las sábanas de su cuerpo

- Eres hermoso, querido – musitó Henry con la respiración aclarada.

Le dio otro beso en la boca y bebió de su sabor mientras deslizaba la mano por su pecho, continuaba por la cadera y trazaba la línea del muslo. La deslizó hasta la entrepierna de Zhoumi, acariciando sensualmente mientras recorría el corto camino hasta llegar a su pene, tomándolo entre sus dedos y acariciándolo firmemente.

Todo esto sin perder de vista a Zhoumi, quien se estremecía incontrolablemente bajo sus caricias, gimiendo cada vez más profundamente. Henry lamió la blanca piel que tanto deseaba, recorriendo el mismo camino trazado antes por sus dedos, metiéndosela por fin en la boca y acariciándola con la lengua, mojándola con su saliva.

Los gemidos suaves de ambos se entremezclaron, y Henry abandonó todo intento de pensar teniéndolo en los brazos.

Le besó la garganta y el hombro, el pecho. ZhouMi murmuró su nombre cuando con la lengua jugó con sus pezones, acariciándolo con su húmeda y cálida lengua, sintiendo como se iban endureciendo por sus caricias y que reaccionaba al más mínimo roce.

ZhouMi gimió sin poder evitarlo, atrayendo la atención de Henry otra vez a sus labios, besándolo profunda y largamente, explorando con su lengua todos los rincones de su boca. ZhouMi respondía cada vez con más ganas, sin esconder su deseo. Sus lenguas se acariciaron llenas de pasión, hasta que la falta de aire les obligo a separarse.

Un suspiro de ZhouMi se convirtió en un gemido cuando Henry descendió con la boca hacia el vientre.

A Henry le recorrió una intensa sensación de necesidad, de tomarlo, de poseerlo, de hacerlo suyo al fin. Se arrodilló sobre él y se situó entre sus piernas, dejó que los dedos buscaran en su entrepierna, deslizó la mano entre sus muslo y lo tomó. Introdujo uno de sus dedos en su estrecha entrada, moviéndolo despacio para ir preparándolo.

ZhouMi estaba relajado y dilatado en su mano, húmedo y despierto por el deseo. Henry se dijo que era mejor ir despacio. Temía lastimarlo; nunca había hecho el amor con alguien que hacía pocas semanas había tenido un parto.

Le dijo lo hermoso que era, lo mucho que lo deseaba, con suaves palabras mientras bajaba sobre su cuerpo. Con delicadeza apoyó la boca sobre su vientre. Zhoumi emitió un grito sobresaltado cuando le abrió los muslos, puso las manos bajo su cuerpo y lo alzó hasta su boca.

Entonces tomó su entrada con la boca.

El grito de éxtasis de Zhoumi se elevó en el silencio de la habitación. Sus gemidos eran cada vez más intensos, y su pene se erguía dolorosamente, excitado por las expertas carias de su esposo. Henry ya no soportaba más y considerando que ZhouMi estaba lo suficientemente preparado para recibirlo, retiró su boca.

El mundo de Henry tembló; gimió, perdido en su sabor, preparándolo, con el conocimiento de que estaba listo para que lo poseyera. Lo siguió besando y jugando con la lengua, y cuando Zhoumi se arqueó hacía él y introduciéndose aun mas en su boca, subió por él, se arrodilló entre sus muslos y lo penetró despacio y se movió en su interior con una concentración casi mística. Con una de sus manos volvió a masajear el pene de ZhouMi, dándole mas placer mientras se centraba en el poco autocontrol que le quedaba, sabiendo que no debía moverse con fuerza, que no debía lastimarlo…

-Henry – susurró y se aferró a él, haciendo que perdiera el control que le quedaba.

Se derrumbó con la respiración entrecortada, extenuado, lleno de un júbilo que nunca antes había experimentado. Zhoumi lo abrazó y susurró su nombre sobre su cuello. Él lo rodeó con los brazos y murmuró palabras de cariño en taiwanés e ingles y lo besó.

Yacieron de esa manera mientras el tiempo pasaba y sus respiraciones se recuperaban, hasta que Henry se dio cuenta de que tenia inmovilizado a su amante con todo el peso de su cuerpo. Maldijo en voz baja, fue a apartarse pero él lo sujetó con los brazos.

-Por favor, no me dejes.

Henry rememoró aquella noche en que se habían dejado mutuamente y lo besó.

-Jamás te volveré a dejar –susurró con voz ronca- Pero creo que puedo pesar un poco.

-No –

-Te ves tan delicado…

-¿Delicado? –Zhoumi rió en voz baja, le acarició la cara y le apartó el pelo húmedo de la frente. “mi marido”, pensó “éste es mi marido”- No no soy delicado señor.

-Delgado, entonces –rodó por un costado, lo abrazó y le sonrió- Querido –respiró hondo y le acarició la mejilla. Zhoumi pudo ver la súbita tensión en el rostro de Henry- Creo… creo que deberíamos levantarnos

-¿Levantarnos?

-Si –sentía que los músculos se le atenazaban- Ya sabes, darnos una ducha, desayunar...

-…averiguar qué pasó anoche con los invitados

-Sospecho que se cansaron de tanto esperarnos –rió Henry- No hagas eso, querido

-¿Qué? –susurró, y volvió a moverse de manera imperceptible.

-Lo mejor será la ducha. Larga y muy, muy fría…

-Yo tengo una idea mejor –murmuró Zhoumi.

Metió la mano entre sus cuerpos y la cerró en torno a la reacción de Henry. Quien gruñó, lo puso debajo, le tomó las manos y se las inmovilizó a ambos lados de la cabeza

-Juegas con fuego –afirmó con voz ronca

-Si –confirmó, mareado por el deseo y por el poder que tenía sobre su marido.

-No quiero lastimarte, querido –musitó con su último vestigio de control.

-Solo me podrías lastimar si me dices que no quieres que volvamos a hacer el amor.

-Jamás te diré eso –despacio, sin dejar de mirarlo, sen introdujo en él- Aceptame en tu interior, esposo mío. Y mírame mientras lo haces.

Zhoumi abrió los ojos. Henry era todo lo que podía ver

-Mírame y pronuncia mi nombre

-Henry –susurró Zhoumi

Él se movió

-Dilo, my love

-Henry –sollozo mientras lo llenaba- Henry…

-¿Quién soy? –preguntó con fiereza- Dime lo que quiero oir

-Eres mi esposo…

Esas palabras y el arco que adoptó el cuerpo de Zhoumi le hicieron perder todo contacto con la realidad. Embistió con mas fuerza. Zhoumi le clavó los dedos en los brazos y gritó. Y justo antes de que Henry abandonara su mundo cuidadosamente controlado, una emoción que no tenía nada que ver con el sexo centelleó en su mente y le atravesó el corazón.




Zhoumi despertó en una habitación llena de dorados rayos de sol.
Estaba solo, pero no como en el pasado. La presencia de Henry seguía allí, en la sábana cálida, en su fragancia limpia en la almohada

Suspiró, se puso boca abajo y cerró los ojos

Que noche increíble había sido. ¿Quién habría podido imaginar que toda esa furia se disolvería y primero se convertiría en ternura y luego en pasión?

Su marido era un hombre notable. El amanta más maravilloso. El poco sexo que Zhoumi había practicado con anterioridad, nunca se había parecido a eso. Henry lo había acariciado, besado y estimulados por todas partes. La última vez se había negado a dejarlo retirarse de él, y cuando se quedaron dormidos, seguía en su interior.

Se sentía saciado, laxo y extasiado de felicidad.

Se sentía… se sentía amado.

Su sonrisa se desvaneció. Se dio la vuelta, se subió la sábana hasta la barbilla y miró el techo

Habían “hecho” el amor. Eso no significaba que lo amara. Ni que quisiera que Henry lo amara. Podían tener un matrimonio perfecto sin amor, pero, ¿dos personas que se habían “amado” de verdad terminarían por odiarse? Su padrastro afirmaba haber amado a todas sus esposas… aunque la definición que le daba Shindong a la palabra merecía ser tenida en cuenta.

Todos sus hermanos y hermanastros estaban locos por sus parejas, pero lo que Henry y él sentían no era amor. Era lujuria.

Salió de la cama y se dirigió al baño.

Y eso estaba bien. La “lujuria” era lo que había llevado a Henry a su vida, era lo que la noche anterior los había unido. Y si tenía suerte, sería lo que los mantendría juntos, juntos con la devoción que sentían por su hijita.

El “amor” era lo que había creído encontrar con Calvin.

La idea que tenía Calvin del amor lo había llevado a los brazos de otro hombre. Y a él le había roto el corazón

Mientras salía del cuarto de baño, pensó que realmente lo que había sufrido había sido su orgullo, no su corazón. Nunca había amado a Calvin, de lo contrario, habría anhelado sus besos, como anhelaba los de Henry. Habría suspirado cuando lo tocaba, como llevaba suspirando toda la mañana. Se habría envuelto en su bata, como en ese momento tenía la bata de Henry, y anhelar su fragancia habría deseado tenerlo en brazos…

Miró ciegamente por la ventana. No era verdad. No podía ser. Lo que sentía por Henry era… era deseo. En ese momento también tenía que reconocer que había respecto, algo que el día anterior habría negado. Y le gustaba. Era inteligente, gracioso, generoso…

Pero no lo amaba

No quería amarlo. El amor era peligroso. Inseguro. Te volvía vulnerable a la pero clase de dolor…

-Buenos días, querido

Giró y lo vio en el umbral, con una bandeja sobre una mesa pequeña junto a la ventana y se sentó en uno de los silloncitos. Zhoumi se sentó frente a él. Henry sirvió dos tazas de té y le pasó una.

Se llevó la taza a los labios y enterró el gemido de consternación en su interior. Se preguntó qué era lo mejor que podía decir para conversar con su marido por la mañana. Con el hombre del que se había enamorado. La taza le tembló en la mano. La dejó en el plato, depositó ambos con cuidado en la esa y le sonrió con un gesto que esperó que fuera mas firme que sus manos.

-Bueno –dijo

-Bueno –repitió Henry, sonriéndole

-Hmmm, he de ir a ver a Josie

-Ya lo he hecho yo. La niñera le ha dado el biberón y ahora está dormida

-Oh

-Dije que pasaríamos a verla para el almuerzo

-¿El almuerzo? Pero eso no será hasta…

Lo miró con timidez. Después de todo, nunca antes había despertado en la cama de un hombre. Y en ese momento era peor. Estaba asustado, no de Henry, sino de sí mismo. Nunca podría saber que… que creía amarlo. De lo contrario, tendría mucho poder sobre él

-Zhoumi –le tomó la mano- ¿Qué sucede?

Zhoumi sentía los labios resecos; se los humedeció con la punta de la lengua.

-Nada. Imagino… que no sé lo que se supone que debo hacer

-Basta con que me dejes mirarte –se llevó su mano a los labios, le dio la vuelta y le besó la palma- Eres tan hermoso. Estuve a punto de despertarte para decírtelo

-Gracias –sonrió inseguro, recuperó la mano y la apoyó en el regazo.

-Sucede algo –afirmó Henry- ¿Te sientes mal? ¿Te sientes lastimado, querido?

-¡No! No, estoy bien. Es que… no se me da muy bien… la mañana siguiente

-¿Por qué no?

-Bueno…-respiró hondo- Porque… porque nunca antes había despertado en la cama de nadie.

Henry guardó silencio largo rato. Luego asintió, como si él no le hubiera contado nada importante.

-¿No?

-No –bajó la vista, y de pronto supo que quería contárselo. Lo miró otra vez- Calvin fue el único otro hombre con el que he estado.

-Comprendo –la expresión de Henry permaneció inescrutable

-¿Te estoy aburriendo? –se puso de pie- Porque en ese caso…

-Zhoumi –lo tomó por la muñeca y se levantó- ¿Por qué me lo cuentas?

-De hecho ni yo mismo lo sé –alzó el mentón- Tuve la estúpida idea de que podría interesarte, que al ser mi marido querrías saber que no soy… promiscuo, que cuando se trata de sexo…

-No pares ahora –musitó con una leve sonrisa que Zhoumi no fue capaz de interpretar- No cuando empieza a ser interesante

-Lo que intento decirte –se ruborizó- es que nunca pasé una noche con Calvin, y qu el sexo con él no fue… nunca fue…

Calló. Henry lo acercó y l levantó el mentón con un dedo.

-Anoche hicimos el amor, querido. Hay una gran diferencia

-Si –susurró, si la hay

-Durante un momento temí que fueras a decirme que Calvin había sido un amante al que jamás olvidarías.

-No. Oh, no. En absoluto. Lo que intentaba decirte era…era…-volvió a callar, se mordió el labio y luego le regaló una sonrisa brillante- Siéntate. Deja que te sirva mas café.

Henry asintió y obedeció. Zhoumi le llenó la taza y se la pasó. Henry ya estaba harto de té, pero si permanecía allí el tiempo suficiente, quizá pudiera descubrir que diablos pasaba. Zhoumi acababa de contarle que solo había estado con otro hombre, y que no había sido tan bueno como él.

No sabía porque lo había hecho, y no es que no le gustara. Le había expuesto con claridad que el fantasma que había flotado sobre su matrimonio había sido desterrado. Sin embargo, si eso era verdad, ¿Por qué se le veía tan infelíz?

No sabía que había pasado desde la última vez que habían hecho el amor.

“Amor” pensó y la taza le tembló en las manos. Pero era verdad. Había una diferencia entre hacer el amor y tener sexo. Lo que había sentido con Zhoumi había sido… había sido diferente.

“Quédate conmigo”, había susurrado, “quédate dentro de mi, Henry”

Lo había hecho. Había querido estar dentro de él para siempre. En sus brazos, en su corazón.

Con cuidado dejó la taza sobre la mesa y se puso de pie.

-Creo que iré a darme una ducha

-Yo me vestiré –Zhoumi alzó la cara y asintió

-Bien –carraspeó- Y luego…hmmm… he de salir con algunos de mis hombres.

-Desde luego

-Si –atravesó la habitación, se detuvo junto a la puerta y lo miró- Se han visto huellas de puma cerca del pastizal  del sur. Hemos de expulsarlo o…

-Henry –murmuró Zhoumi, y el modo en que pronunció su nombre le indicó todo lo que quería saber.

-Querido –dijo abriendo los brazos.

-Zhoumi se lanzó a ellos y en ese momento, Henry supo que su vida había cambiado para siempre.




Zhoumi estaba sentado en la hierba sobre una manta con las piernas cruzadas. Josie a su lado no paraba de mover los bracitos y las piernas mientras contemplaba el cielo

-¿Lo ves? –comentó Henry orgulloso- Está mirando loas nubes. ¿Qué pensará con semejante concentración?

Su sombra cayó sobre los dos. Zhoumi alzó la vista y como siempre, el corazón le dio un vuelco al ver a su marido, que había estado trabajando con los caballos. Se veía magnifico

-Hola –sonrió

-Hola, querido –le devolvió la sonrisa. Se inclinó y le dio un beso suave en la boca. Zhoumi lo acercó mas- Necesito darme una ducha –susurró en sus labios- estoy sudoroso.

-Hmmm estas sexy – remordió el labio inferior- te he echado de menos.

Henry se sentó a su lado, le tomó las manos y le besó los dedos.

-Yo también. De hecho tengo órdenes estrictas de mis hombres no presentarme a trabajar esta tarde. Les divierte ver que no consigo concentrarme

A Zhoumi le costaba creer lo mucho que habían cambiado las cosas en un par de meses.

Sus dias eran largos y felices. Henry trabaja en el despacho por las mañanas mientras él pasaba tiempo con Josie o con Whitney en la cocina tratando de aprender los secretos de la cocina taiwanés.

Por las tardes, le enseñaba montados a caballos sus lugares favoritos, como el estanque verde esmeralda donde habían nadado desnudos y hecho el amor en la orilla herbosa.

Al observarlo en ese momento mientras sostenía su hija en brazos, de pronto pensó que era feliz.

Era verdad. Se sentía mas feliz que nunca, feliz, satisfecho y profundamente enamorado

Se dijo que no tenía sentido negarlo. Amaba a Henry, quizá desde aquella primera noche en que lo había rescatado de sí mismo.

Tampoco importaba cuando había sucedido. Bastaba con que así fuera, con que la vida que había imaginado como un castigo solitario infligido por un desconocido arrogante se hubiera convertido en una vida brillante de gozo.

Ni siquiera le molestaba las esporádicas visitas que les hacia Mark con cualquier excusa, a pesar de que Henry le había dicho que se buscara otro asesor financiero.

-No me importa –le había dicho a Henry, y era verdad, porqué Henry se encargaba de pasarle un brazo por la cintura en presencia de Mark, o de besarlo con suavidad en los labios, de modo que cuando se llevaba a Mark a su despacho, Zhoumi sentí como si aún estuviera a su lado, dejando bien claro que era al único que deseaba.

Solo habría podido hacerlo aún mas feliz que Henry se hubiera enamorado de él.

A veces…a veces casi imaginaba que así era. Había algo en el modo en que se volvía hacía él, algo en la forma en que lo miraba…

-¿Querido? –Zhoumi alzó la vista. Henry se había puesto de pie con Josie en su brazo. Sonrió, alargo la mano y le ayudó a incorporarse- ¿Entramos?

Él asintió, embargado por tanta felicidad que sintió que se le humedecían los ojos.

-¿Zhoumi? –Henry lo pegó a él- ¿Qué sucede, querido?

“Te amo”, pensó, “Te amo y soy feliz…”

-Nada –dijo con una sonrisa- Nada. Solo… creo que había debido metérseme algo en el ojo.

-Ah. Apuesto que tengo una cura para eso –lo besó. Juntos, con Josie haciendo gorgoritos, subieron en dirección a la casa.



Henry dijo que se ducharía, en cuanto dejara a Josie en brazos de su niñera.
Lo haría, pero no solo

-Parece un desperdicio tan grande de agua –murmuró cuando se quedó a solas con Zhoumi en el dormitorio. Sonriendo, le alzó la camiseta y se la quitó.- ¿No estas de acuerdo, querido?

-Sí – musitó cuando Henry le acarició el pecho –Lo estoy

-¿Lo ves? Me alegra que seas conciente de estas cosas –se inclinó y tomó un pezón en la boca mientras le acariciaba el otro. Zhoumi tembló cuando le desabotonó los vaqueros y se los bajó para quitárselos- Nunca tengo suficiente de ti –se incorporó y lo contempló- Y todavía no me creo que me pertenezcas

-Que comentario tan machista señor –murmuró Zhoumi

-Pero estas contento de pertenecerme, ¿Verdad, señor? ¿De ser mi esposo?

-Si –Zhoumi también sonrió- Oh, sí que lo estoy. Excepto…

-¿Excepto qué?

-Excepto que aún tienes la ropa puesta

-Igual que tu –dijo con suavidad

-Yo no la tengo –se ruborizó aun cuando sabía que era una tontería- Solo me quedan los calcetines.

-Estás para comerte con ellos

-Bueno, pues quiero que tú estés igual –dijo, y llevó la mano a la cremallera d elos vaqueros para cerrarla sobre la erección dura y palpitante que había bajo la tela.

-Ten cuidado –gruñó Henry, quitándole la mano para llevársela a los labios- o tendrás que pagar el precio.

Zhoumi se le acercó, pegó el cuerpo al suyo y le pasó los brazos por el cuello.

-Hazme pagar –susurró

Le hizo el amor allí mismo, en la cama, con la ropa diseminada por el suelo. El aroma de Henry, mezclado con las fragancias terrenales del cuero y la hierba, fue como un afrodisíaco. Rodeó la cintura con las piernas y lo introdujo todo lo hondo que le permitió el cuerpo, y cuando tuvo el orgasmo, segundos antes que Henry, gritó su nombre.

-No te muevas –le pidió, encantado de sentir el peso de él mientras se preguntaba cómo y cuando decirle que lo amaba.

-Ven a ducharte conmigo querido

Zhoumi cerró los ojos y volvió a abrirlos.

-Solo si me prometes que me enjabonarás la espalda.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...