Zhoumi había dormido toda la noche.
Henry no. ¿Cómo podría dormir teniendo a un hombre cálido y dulce en sus
brazos?
Un hombre que era su esposo
Sonrió. Una noche de descanso le había
sentado bien. Las sombras bajo los ojos habían desaparecido. Todavía parecía
demasiado delgado, pero sabía como arreglar eso. A partir de ese momento
tomarían todas las comidas juntos. Organizaría una barbacoa e invitaría a los
Jang y a todos sus conocidos, y presentaría a su esposo a gente que le haría
sentir bienvenido.
En cuanto a Mark… cuando volviera a
hablar con él, le dejaría bien en claro que era hora de que se buscara otro
asesor financiero, ya que era un hombre casado que no toleraría ninguna falta
de respeto hacia su esposo, porque Zhoumi se merecía su respeto, su felicidad
y, por encima de todo, su am…
Contuvo el aliento.
Con cuidado se quitó la mano de Zhoumi
del pecho. Él usuró una protesta y suspiró, acurrucándose contra su cuerpo.
El tiempo se detuvo
Henry miró el techo, con la mente en
blanco; único sonido del universo era el reloj de pared y el suave murmullo de
la respiración de Zhoumi
Era una tontería. El amor no existía.
Jamás se había engañado con eso. La pasión, la lujuria…eran emociones
comprensibles. Un matrimonio podía cimentarse en ellas, siempre y cuando se
añadieran otras cosas. Respeto. Felicidad. Lealtad. Amistad.
Creía en esos principios. Su esposo
también creería en ellos. Se los exigiría. Solo ellos dos. Nadie mas. La noche
anterior se lo había dicho. La lujuria era lo que lo había unido. Cuando el
deseo se hubiera desvanecido, los principios los mantendrían unidos.
Zhoumi suspiró y se pegó a él, con el
aliento cálido contra su cuello. Henry gimió, dejó de pensar y lo tomo en
brazos. Le besó la sien, la mejilla y cuando Zhoumi volvió a suspirar, lo
colocó boca arriba, le acarició el pelo y con suavidad le besó los labios.
Su esposo fue despertando lentamente,
susurrando su nombre, y a Henry le recorrió un placer tan profundo que le
sacudió el alma. El cuerpo de Zhoumi estaba encendido al lado suyo. Y sedoso.
Ladeó la cabeza y profundizó el beso, abriendo los labios a él con la punta de
la lengua. Zhoumi gimió y le acarició el pelo.
-Zhoumi –susurró, el nombre tan dulce
como su sabor- Zhoumi, amor mio, te deseo. Te deseo tanto que me duele.
Zhoumi apoyó la mano en su nuca y le
bajó la cabeza para darle un beso; era toda la respuesta que Henry necesitaba
Se apartó y estudió el rostro de su
esposo mientras apartaba las sábanas de su cuerpo
-Eres hermoso, querido –musitó Henry
con la respiración aclarada. Le dio otro beso en la boca y bebió de su sabor
mientras deslizaba la mano por su pecho, continuaba por la cadera y trazaba la
linea del muslo. Los gemidos suaves de ambos se entremezclaron, y Henry
abandonó todo intento de pensar teniéndolo en los brazos.
Le besó la garganta y el hombro, el
pecho. Zhoumi murmuró su nombre cuando con la lengua jugó con sus pezones. El
suspiro se convirtió en un gemido cuando Henry descendió con la boca hacia el
vientre.
A Henry le recorrió una intensa
sensación de necesidad, de tomarlo, de poseerlo, de hacerlo suyo al fin. Se
arrodilló sobre él, dejó que los dedos buscaran en su entrepierna, deslizó la
mano entre sus muslo y lo tomó
Estaba húmedo en su mano, húmedo y
despierto por el deseo. Henry se dijo que era mejor ir despacio. Temía
lastimarlo; nunca había hecho el amor con alguien que hacía pocas semanas de
había tenido un parto.
Le dijo lo hermoso que era, lo mucho
que lo deseaba, con suaves palabras mientras bajaba sobre su cuerpo. Con
delicadeza apoyó la boca sobre su vientre. Zhoumi emitió un grito sobresaltado
cuando le abrió los muslos, puso las manos bajo su cuerpo y lo alzó hacia él.
Entonces tomó su sexo en la boca.
El grito de éxtasis de Zhoumi se elevó
en el silencio de la habitación. El mundo de Henry tembló; gimió, perdido en su
sabor, preparándolo, con el conocimiento de que estaba listo para que lo
poseyera. Lo siguió besando y jugando con la lengua, y cuando Zhoumi se arqueó
hacía él y introduciéndose aun mas en su boca, subió por él, se arrodilló entre
sus muslos y lo penetró despacio y se movió en su interior con una
concentración casi mística, mientras se centraba en el poco autocontrol que le
quedaba, sabiendo que no debía moverse con fuerza, que no debía lastimarlo…
-Henry – susurró y se aferró a él,
haciendo que perdiera el control que le quedaba.
Se derrumbó con la respiración
entrecortada, extenuado, lleno de un júbilo que nunca antes había
experimentado. Zhoumi lo abrazó y susurró su nombre sobre su cuello. Él lo
rodeó con los brazos y murmuró palabras de cariño en taiwanés e ingles y lo
besó.
Yacieron de esa manera mientras el
tiempo pasaba y sus respiraciones se recuperaban, hasta que Henry se dio cuenta
de que tenia inmovilizado a su amante con todo el peso de su cuerpo. Maldijo en
voz baja, fue a apartarse pero él lo sujetó con los brazos.
-Por favor, no me dejes.
Henry rememoró aquella noche en que se
habían dejado mutuamente y lo besó.
CAPÍTULO 10
Zhoumi había dormido toda la noche. Henry no. ¿Cómo podría dormir teniendo a un hombre cálido y dulce en sus brazos?
Un hombre que era su esposo.
Sonrió. Una noche de descanso le había sentado bien. Las sombras bajo los ojos habían desaparecido. Todavía parecía demasiado delgado, pero sabía como arreglar eso. A partir de ese momento tomarían todas las comidas juntos. Organizaría una barbacoa e invitaría a los Jang y a todos sus conocidos, y presentaría a su esposo a gente que le haría sentir bienvenido.
En cuanto a Mark… cuando volviera a hablar con él, le dejaría bien en claro que era hora de que se buscara otro asesor financiero, ya que era un hombre casado que no toleraría ninguna falta de respeto hacia su esposo, porque Zhoumi se merecía su respeto, su felicidad y, por encima de todo, su am…
Contuvo el aliento.
Con cuidado se quitó la mano de Zhoumi del pecho. Él usuró una protesta y suspiró, acurrucándose contra su cuerpo.
El tiempo se detuvo.
Henry miró el techo, con la mente en blanco; único sonido del universo era el reloj de pared y el suave murmullo de la respiración de Zhoumi
Era una tontería. El amor no existía. Jamás se había engañado con eso. La pasión, la lujuria…eran emociones comprensibles. Un matrimonio podía cimentarse en ellas, siempre y cuando se añadieran otras cosas. Respeto. Felicidad. Lealtad. Amistad.
Creía en esos principios. Su esposo también creería en ellos. Se los exigiría. Solo ellos dos. Nadie más. La noche anterior se lo había dicho. La lujuria era lo que lo había unido. Cuando el deseo se hubiera desvanecido, los principios los mantendrían unidos.
Zhoumi suspiró y se pegó a él, con el aliento cálido contra su cuello. Henry gimió, dejó de pensar y lo tomo en brazos. Le besó la sien, la mejilla y cuando Zhoumi volvió a suspirar, lo colocó boca arriba, le acarició el pelo y con suavidad le besó los labios.
Su esposo fue despertando lentamente, susurrando su nombre, y a Henry le recorrió un placer tan profundo que le sacudió el alma. El cuerpo de Zhoumi estaba encendido al lado suyo. Y sedoso. Ladeó la cabeza y profundizó el beso, abriendo los labios a él con la punta de la lengua. Zhoumi gimió y le acarició el pelo.
- Zhoumi –susurró, el nombre tan dulce como su sabor- Zhoumi, amor mío, te deseo. Te deseo tanto que me duele.
Zhoumi apoyó la mano en su nuca y le bajó la cabeza para darle un beso; era toda la respuesta que Henry necesitaba
Se apartó y estudió el rostro de su esposo mientras apartaba las sábanas de su cuerpo
- Eres hermoso, querido – musitó Henry con la respiración aclarada.
Le dio otro beso en la boca y bebió de su sabor mientras deslizaba la mano por su pecho, continuaba por la cadera y trazaba la línea del muslo. La deslizó hasta la entrepierna de Zhoumi, acariciando sensualmente mientras recorría el corto camino hasta llegar a su pene, tomándolo entre sus dedos y acariciándolo firmemente.
Todo esto sin perder de vista a Zhoumi, quien se estremecía incontrolablemente bajo sus caricias, gimiendo cada vez más profundamente. Henry lamió la blanca piel que tanto deseaba, recorriendo el mismo camino trazado antes por sus dedos, metiéndosela por fin en la boca y acariciándola con la lengua, mojándola con su saliva.
Los gemidos suaves de ambos se entremezclaron, y Henry abandonó todo intento de pensar teniéndolo en los brazos.
Le besó la garganta y el hombro, el pecho. ZhouMi murmuró su nombre cuando con la lengua jugó con sus pezones, acariciándolo con su húmeda y cálida lengua, sintiendo como se iban endureciendo por sus caricias y que reaccionaba al más mínimo roce.
ZhouMi gimió sin poder evitarlo, atrayendo la atención de Henry otra vez a sus labios, besándolo profunda y largamente, explorando con su lengua todos los rincones de su boca. ZhouMi respondía cada vez con más ganas, sin esconder su deseo. Sus lenguas se acariciaron llenas de pasión, hasta que la falta de aire les obligo a separarse.
Un suspiro de ZhouMi se convirtió en un gemido cuando Henry descendió con la boca hacia el vientre.
A Henry le recorrió una intensa sensación de necesidad, de tomarlo, de poseerlo, de hacerlo suyo al fin. Se arrodilló sobre él y se situó entre sus piernas, dejó que los dedos buscaran en su entrepierna, deslizó la mano entre sus muslo y lo tomó. Introdujo uno de sus dedos en su estrecha entrada, moviéndolo despacio para ir preparándolo.
ZhouMi estaba relajado y dilatado en su mano, húmedo y despierto por el deseo. Henry se dijo que era mejor ir despacio. Temía lastimarlo; nunca había hecho el amor con alguien que hacía pocas semanas había tenido un parto.
Le dijo lo hermoso que era, lo mucho que lo deseaba, con suaves palabras mientras bajaba sobre su cuerpo. Con delicadeza apoyó la boca sobre su vientre. Zhoumi emitió un grito sobresaltado cuando le abrió los muslos, puso las manos bajo su cuerpo y lo alzó hasta su boca.
Entonces tomó su entrada con la boca.
El grito de éxtasis de Zhoumi se elevó en el silencio de la habitación. Sus gemidos eran cada vez más intensos, y su pene se erguía dolorosamente, excitado por las expertas carias de su esposo. Henry ya no soportaba más y considerando que ZhouMi estaba lo suficientemente preparado para recibirlo, retiró su boca.
El mundo de Henry tembló; gimió, perdido en su sabor, preparándolo, con el conocimiento de que estaba listo para que lo poseyera. Lo siguió besando y jugando con la lengua, y cuando Zhoumi se arqueó hacía él y introduciéndose aun mas en su boca, subió por él, se arrodilló entre sus muslos y lo penetró despacio y se movió en su interior con una concentración casi mística. Con una de sus manos volvió a masajear el pene de ZhouMi, dándole mas placer mientras se centraba en el poco autocontrol que le quedaba, sabiendo que no debía moverse con fuerza, que no debía lastimarlo…
-Henry – susurró y se aferró a él, haciendo que perdiera el control que le quedaba.
Se derrumbó con la respiración entrecortada, extenuado, lleno de un júbilo que nunca antes había experimentado. Zhoumi lo abrazó y susurró su nombre sobre su cuello. Él lo rodeó con los brazos y murmuró palabras de cariño en taiwanés e ingles y lo besó.
Yacieron de esa manera mientras el tiempo pasaba y sus respiraciones se recuperaban, hasta que Henry se dio cuenta de que tenia inmovilizado a su amante con todo el peso de su cuerpo. Maldijo en voz baja, fue a apartarse pero él lo sujetó con los brazos.
-Por favor, no me dejes.
Henry rememoró aquella noche en que se habían dejado mutuamente y lo besó.
Zhoumi había dormido toda la noche. Henry no. ¿Cómo podría dormir teniendo a un hombre cálido y dulce en sus brazos?
Un hombre que era su esposo.
Sonrió. Una noche de descanso le había sentado bien. Las sombras bajo los ojos habían desaparecido. Todavía parecía demasiado delgado, pero sabía como arreglar eso. A partir de ese momento tomarían todas las comidas juntos. Organizaría una barbacoa e invitaría a los Jang y a todos sus conocidos, y presentaría a su esposo a gente que le haría sentir bienvenido.
En cuanto a Mark… cuando volviera a hablar con él, le dejaría bien en claro que era hora de que se buscara otro asesor financiero, ya que era un hombre casado que no toleraría ninguna falta de respeto hacia su esposo, porque Zhoumi se merecía su respeto, su felicidad y, por encima de todo, su am…
Contuvo el aliento.
Con cuidado se quitó la mano de Zhoumi del pecho. Él usuró una protesta y suspiró, acurrucándose contra su cuerpo.
El tiempo se detuvo.
Henry miró el techo, con la mente en blanco; único sonido del universo era el reloj de pared y el suave murmullo de la respiración de Zhoumi
Era una tontería. El amor no existía. Jamás se había engañado con eso. La pasión, la lujuria…eran emociones comprensibles. Un matrimonio podía cimentarse en ellas, siempre y cuando se añadieran otras cosas. Respeto. Felicidad. Lealtad. Amistad.
Creía en esos principios. Su esposo también creería en ellos. Se los exigiría. Solo ellos dos. Nadie más. La noche anterior se lo había dicho. La lujuria era lo que lo había unido. Cuando el deseo se hubiera desvanecido, los principios los mantendrían unidos.
Zhoumi suspiró y se pegó a él, con el aliento cálido contra su cuello. Henry gimió, dejó de pensar y lo tomo en brazos. Le besó la sien, la mejilla y cuando Zhoumi volvió a suspirar, lo colocó boca arriba, le acarició el pelo y con suavidad le besó los labios.
Su esposo fue despertando lentamente, susurrando su nombre, y a Henry le recorrió un placer tan profundo que le sacudió el alma. El cuerpo de Zhoumi estaba encendido al lado suyo. Y sedoso. Ladeó la cabeza y profundizó el beso, abriendo los labios a él con la punta de la lengua. Zhoumi gimió y le acarició el pelo.
- Zhoumi –susurró, el nombre tan dulce como su sabor- Zhoumi, amor mío, te deseo. Te deseo tanto que me duele.
Zhoumi apoyó la mano en su nuca y le bajó la cabeza para darle un beso; era toda la respuesta que Henry necesitaba
Se apartó y estudió el rostro de su esposo mientras apartaba las sábanas de su cuerpo
- Eres hermoso, querido – musitó Henry con la respiración aclarada.
Le dio otro beso en la boca y bebió de su sabor mientras deslizaba la mano por su pecho, continuaba por la cadera y trazaba la línea del muslo. La deslizó hasta la entrepierna de Zhoumi, acariciando sensualmente mientras recorría el corto camino hasta llegar a su pene, tomándolo entre sus dedos y acariciándolo firmemente.
Todo esto sin perder de vista a Zhoumi, quien se estremecía incontrolablemente bajo sus caricias, gimiendo cada vez más profundamente. Henry lamió la blanca piel que tanto deseaba, recorriendo el mismo camino trazado antes por sus dedos, metiéndosela por fin en la boca y acariciándola con la lengua, mojándola con su saliva.
Los gemidos suaves de ambos se entremezclaron, y Henry abandonó todo intento de pensar teniéndolo en los brazos.
Le besó la garganta y el hombro, el pecho. ZhouMi murmuró su nombre cuando con la lengua jugó con sus pezones, acariciándolo con su húmeda y cálida lengua, sintiendo como se iban endureciendo por sus caricias y que reaccionaba al más mínimo roce.
ZhouMi gimió sin poder evitarlo, atrayendo la atención de Henry otra vez a sus labios, besándolo profunda y largamente, explorando con su lengua todos los rincones de su boca. ZhouMi respondía cada vez con más ganas, sin esconder su deseo. Sus lenguas se acariciaron llenas de pasión, hasta que la falta de aire les obligo a separarse.
Un suspiro de ZhouMi se convirtió en un gemido cuando Henry descendió con la boca hacia el vientre.
A Henry le recorrió una intensa sensación de necesidad, de tomarlo, de poseerlo, de hacerlo suyo al fin. Se arrodilló sobre él y se situó entre sus piernas, dejó que los dedos buscaran en su entrepierna, deslizó la mano entre sus muslo y lo tomó. Introdujo uno de sus dedos en su estrecha entrada, moviéndolo despacio para ir preparándolo.
ZhouMi estaba relajado y dilatado en su mano, húmedo y despierto por el deseo. Henry se dijo que era mejor ir despacio. Temía lastimarlo; nunca había hecho el amor con alguien que hacía pocas semanas había tenido un parto.
Le dijo lo hermoso que era, lo mucho que lo deseaba, con suaves palabras mientras bajaba sobre su cuerpo. Con delicadeza apoyó la boca sobre su vientre. Zhoumi emitió un grito sobresaltado cuando le abrió los muslos, puso las manos bajo su cuerpo y lo alzó hasta su boca.
Entonces tomó su entrada con la boca.
El grito de éxtasis de Zhoumi se elevó en el silencio de la habitación. Sus gemidos eran cada vez más intensos, y su pene se erguía dolorosamente, excitado por las expertas carias de su esposo. Henry ya no soportaba más y considerando que ZhouMi estaba lo suficientemente preparado para recibirlo, retiró su boca.
El mundo de Henry tembló; gimió, perdido en su sabor, preparándolo, con el conocimiento de que estaba listo para que lo poseyera. Lo siguió besando y jugando con la lengua, y cuando Zhoumi se arqueó hacía él y introduciéndose aun mas en su boca, subió por él, se arrodilló entre sus muslos y lo penetró despacio y se movió en su interior con una concentración casi mística. Con una de sus manos volvió a masajear el pene de ZhouMi, dándole mas placer mientras se centraba en el poco autocontrol que le quedaba, sabiendo que no debía moverse con fuerza, que no debía lastimarlo…
-Henry – susurró y se aferró a él, haciendo que perdiera el control que le quedaba.
Se derrumbó con la respiración entrecortada, extenuado, lleno de un júbilo que nunca antes había experimentado. Zhoumi lo abrazó y susurró su nombre sobre su cuello. Él lo rodeó con los brazos y murmuró palabras de cariño en taiwanés e ingles y lo besó.
Yacieron de esa manera mientras el tiempo pasaba y sus respiraciones se recuperaban, hasta que Henry se dio cuenta de que tenia inmovilizado a su amante con todo el peso de su cuerpo. Maldijo en voz baja, fue a apartarse pero él lo sujetó con los brazos.
-Por favor, no me dejes.
Henry rememoró aquella noche en que se habían dejado mutuamente y lo besó.
-Jamás te volveré a dejar –susurró con
voz ronca- Pero creo que puedo pesar un poco.
-No –
-Te ves tan delicado…
-¿Delicado? –Zhoumi rió en voz baja,
le acarició la cara y le apartó el pelo húmedo de la frente. “mi marido”, pensó
“éste es mi marido”- No no soy delicado señor.
-Delgado, entonces –rodó por un
costado, lo abrazó y le sonrió- Querido –respiró hondo y le acarició la
mejilla. Zhoumi pudo ver la súbita tensión en el rostro de Henry- Creo… creo
que deberíamos levantarnos
-¿Levantarnos?
-Si –sentía que los músculos se le
atenazaban- Ya sabes, darnos una ducha, desayunar...
-…averiguar qué pasó anoche con los
invitados
-Sospecho que se cansaron de tanto
esperarnos –rió Henry- No hagas eso, querido
-¿Qué? –susurró, y volvió a moverse de
manera imperceptible.
-Lo mejor será la ducha. Larga y muy,
muy fría…
-Yo tengo una idea mejor –murmuró
Zhoumi.
Metió la mano entre sus cuerpos y la
cerró en torno a la reacción de Henry. Quien gruñó, lo puso debajo, le tomó las
manos y se las inmovilizó a ambos lados de la cabeza
-Juegas con fuego –afirmó con voz
ronca
-Si –confirmó, mareado por el deseo y
por el poder que tenía sobre su marido.
-No quiero lastimarte, querido –musitó
con su último vestigio de control.
-Solo me podrías lastimar si me dices
que no quieres que volvamos a hacer el amor.
-Jamás te diré eso –despacio, sin
dejar de mirarlo, sen introdujo en él- Aceptame en tu interior, esposo mío. Y
mírame mientras lo haces.
Zhoumi abrió los ojos. Henry era todo
lo que podía ver
-Mírame y pronuncia mi nombre
-Henry –susurró Zhoumi
Él se movió
-Dilo, my love
-Henry –sollozo mientras lo llenaba-
Henry…
-¿Quién soy? –preguntó con fiereza-
Dime lo que quiero oir
-Eres mi esposo…
Esas palabras y el arco que adoptó el
cuerpo de Zhoumi le hicieron perder todo contacto con la realidad. Embistió con
mas fuerza. Zhoumi le clavó los dedos en los brazos y gritó. Y justo antes de
que Henry abandonara su mundo cuidadosamente controlado, una emoción que no
tenía nada que ver con el sexo centelleó en su mente y le atravesó el corazón.
Zhoumi despertó en una habitación
llena de dorados rayos de sol.
Estaba solo, pero no como en el
pasado. La presencia de Henry seguía allí, en la sábana cálida, en su fragancia
limpia en la almohada
Suspiró, se puso boca abajo y cerró
los ojos
Que noche increíble había sido. ¿Quién
habría podido imaginar que toda esa furia se disolvería y primero se
convertiría en ternura y luego en pasión?
Su marido era un hombre notable. El
amanta más maravilloso. El poco sexo que Zhoumi había practicado con
anterioridad, nunca se había parecido a eso. Henry lo había acariciado, besado
y estimulados por todas partes. La última vez se había negado a dejarlo
retirarse de él, y cuando se quedaron dormidos, seguía en su interior.
Se sentía saciado, laxo y extasiado de
felicidad.
Se sentía… se sentía amado.
Su sonrisa se desvaneció. Se dio la
vuelta, se subió la sábana hasta la barbilla y miró el techo
Habían “hecho” el amor. Eso no
significaba que lo amara. Ni que quisiera que Henry lo amara. Podían tener un
matrimonio perfecto sin amor, pero, ¿dos personas que se habían “amado” de
verdad terminarían por odiarse? Su padrastro afirmaba haber amado a todas sus
esposas… aunque la definición que le daba Shindong a la palabra merecía ser
tenida en cuenta.
Todos sus hermanos y hermanastros
estaban locos por sus parejas, pero lo que Henry y él sentían no era amor. Era
lujuria.
Salió de la cama y se dirigió al baño.
Y eso estaba bien. La “lujuria” era lo
que había llevado a Henry a su vida, era lo que la noche anterior los había
unido. Y si tenía suerte, sería lo que los mantendría juntos, juntos con la
devoción que sentían por su hijita.
El “amor” era lo que había creído encontrar
con Calvin.
La idea que tenía Calvin del amor lo
había llevado a los brazos de otro hombre. Y a él le había roto el corazón
Mientras salía del cuarto de baño,
pensó que realmente lo que había sufrido había sido su orgullo, no su corazón.
Nunca había amado a Calvin, de lo contrario, habría anhelado sus besos, como
anhelaba los de Henry. Habría suspirado cuando lo tocaba, como llevaba
suspirando toda la mañana. Se habría envuelto en su bata, como en ese momento
tenía la bata de Henry, y anhelar su fragancia habría deseado tenerlo en
brazos…
Miró ciegamente por la ventana. No era
verdad. No podía ser. Lo que sentía por Henry era… era deseo. En ese momento
también tenía que reconocer que había respecto, algo que el día anterior habría
negado. Y le gustaba. Era inteligente, gracioso, generoso…
Pero no lo amaba
No quería amarlo. El amor era
peligroso. Inseguro. Te volvía vulnerable a la pero clase de dolor…
-Buenos días, querido
Giró y lo vio en el umbral, con una
bandeja sobre una mesa pequeña junto a la ventana y se sentó en uno de los
silloncitos. Zhoumi se sentó frente a él. Henry sirvió dos tazas de té y le
pasó una.
Se llevó la taza a los labios y
enterró el gemido de consternación en su interior. Se preguntó qué era lo mejor
que podía decir para conversar con su marido por la mañana. Con el hombre del
que se había enamorado. La taza le tembló en la mano. La dejó en el plato,
depositó ambos con cuidado en la esa y le sonrió con un gesto que esperó que
fuera mas firme que sus manos.
-Bueno –dijo
-Bueno –repitió Henry, sonriéndole
-Hmmm, he de ir a ver a Josie
-Ya lo he hecho yo. La niñera le ha
dado el biberón y ahora está dormida
-Oh
-Dije que pasaríamos a verla para el
almuerzo
-¿El almuerzo? Pero eso no será hasta…
Lo miró con timidez. Después de todo,
nunca antes había despertado en la cama de un hombre. Y en ese momento era
peor. Estaba asustado, no de Henry, sino de sí mismo. Nunca podría saber que…
que creía amarlo. De lo contrario, tendría mucho poder sobre él
-Zhoumi –le tomó la mano- ¿Qué sucede?
Zhoumi sentía los labios resecos; se
los humedeció con la punta de la lengua.
-Nada. Imagino… que no sé lo que se
supone que debo hacer
-Basta con que me dejes mirarte –se
llevó su mano a los labios, le dio la vuelta y le besó la palma- Eres tan
hermoso. Estuve a punto de despertarte para decírtelo
-Gracias –sonrió inseguro, recuperó la
mano y la apoyó en el regazo.
-Sucede algo –afirmó Henry- ¿Te
sientes mal? ¿Te sientes lastimado, querido?
-¡No! No, estoy bien. Es que… no se me
da muy bien… la mañana siguiente
-¿Por qué no?
-Bueno…-respiró hondo- Porque… porque
nunca antes había despertado en la cama de nadie.
Henry guardó silencio largo rato.
Luego asintió, como si él no le hubiera contado nada importante.
-¿No?
-No –bajó la vista, y de pronto supo
que quería contárselo. Lo miró otra vez- Calvin fue el único otro hombre con el
que he estado.
-Comprendo –la expresión de Henry
permaneció inescrutable
-¿Te estoy aburriendo? –se puso de
pie- Porque en ese caso…
-Zhoumi –lo tomó por la muñeca y se
levantó- ¿Por qué me lo cuentas?
-De hecho ni yo mismo lo sé –alzó el
mentón- Tuve la estúpida idea de que podría interesarte, que al ser mi marido
querrías saber que no soy… promiscuo, que cuando se trata de sexo…
-No pares ahora –musitó con una leve
sonrisa que Zhoumi no fue capaz de interpretar- No cuando empieza a ser
interesante
-Lo que intento decirte –se ruborizó-
es que nunca pasé una noche con Calvin, y qu el sexo con él no fue… nunca fue…
Calló. Henry lo acercó y l levantó el
mentón con un dedo.
-Anoche hicimos el amor, querido. Hay
una gran diferencia
-Si –susurró, si la hay
-Durante un momento temí que fueras a
decirme que Calvin había sido un amante al que jamás olvidarías.
-No. Oh, no. En absoluto. Lo que
intentaba decirte era…era…-volvió a callar, se mordió el labio y luego le
regaló una sonrisa brillante- Siéntate. Deja que te sirva mas café.
Henry asintió y obedeció. Zhoumi le
llenó la taza y se la pasó. Henry ya estaba harto de té, pero si permanecía
allí el tiempo suficiente, quizá pudiera descubrir que diablos pasaba. Zhoumi
acababa de contarle que solo había estado con otro hombre, y que no había sido
tan bueno como él.
No sabía porque lo había hecho, y no
es que no le gustara. Le había expuesto con claridad que el fantasma que había
flotado sobre su matrimonio había sido desterrado. Sin embargo, si eso era
verdad, ¿Por qué se le veía tan infelíz?
No sabía que había pasado desde la
última vez que habían hecho el amor.
“Amor” pensó y la taza le tembló en
las manos. Pero era verdad. Había una diferencia entre hacer el amor y tener
sexo. Lo que había sentido con Zhoumi había sido… había sido diferente.
“Quédate conmigo”, había susurrado,
“quédate dentro de mi, Henry”
Lo había hecho. Había querido estar
dentro de él para siempre. En sus brazos, en su corazón.
Con cuidado dejó la taza sobre la mesa
y se puso de pie.
-Creo que iré a darme una ducha
-Yo me vestiré –Zhoumi alzó la cara y
asintió
-Bien –carraspeó- Y luego…hmmm… he de
salir con algunos de mis hombres.
-Desde luego
-Si –atravesó la habitación, se detuvo
junto a la puerta y lo miró- Se han visto huellas de puma cerca del
pastizal del sur. Hemos de expulsarlo o…
-Henry –murmuró Zhoumi, y el modo en
que pronunció su nombre le indicó todo lo que quería saber.
-Querido –dijo abriendo los brazos.
-Zhoumi se lanzó a ellos y en ese
momento, Henry supo que su vida había cambiado para siempre.
Zhoumi estaba sentado en la hierba
sobre una manta con las piernas cruzadas. Josie a su lado no paraba de mover
los bracitos y las piernas mientras contemplaba el cielo
-¿Lo ves? –comentó Henry orgulloso-
Está mirando loas nubes. ¿Qué pensará con semejante concentración?
Su sombra cayó sobre los dos. Zhoumi
alzó la vista y como siempre, el corazón le dio un vuelco al ver a su marido,
que había estado trabajando con los caballos. Se veía magnifico
-Hola –sonrió
-Hola, querido –le devolvió la
sonrisa. Se inclinó y le dio un beso suave en la boca. Zhoumi lo acercó mas-
Necesito darme una ducha –susurró en sus labios- estoy sudoroso.
-Hmmm estas sexy – remordió el labio
inferior- te he echado de menos.
Henry se sentó a su lado, le tomó las
manos y le besó los dedos.
-Yo también. De hecho tengo órdenes
estrictas de mis hombres no presentarme a trabajar esta tarde. Les divierte ver
que no consigo concentrarme
A Zhoumi le costaba creer lo mucho que
habían cambiado las cosas en un par de meses.
Sus dias eran largos y felices. Henry
trabaja en el despacho por las mañanas mientras él pasaba tiempo con Josie o
con Whitney en la cocina tratando de aprender los secretos de la cocina
taiwanés.
Por las tardes, le enseñaba montados a
caballos sus lugares favoritos, como el estanque verde esmeralda donde habían
nadado desnudos y hecho el amor en la orilla herbosa.
Al observarlo en ese momento mientras
sostenía su hija en brazos, de pronto pensó que era feliz.
Era verdad. Se sentía mas feliz que
nunca, feliz, satisfecho y profundamente enamorado
Se dijo que no tenía sentido negarlo.
Amaba a Henry, quizá desde aquella primera noche en que lo había rescatado de
sí mismo.
Tampoco importaba cuando había
sucedido. Bastaba con que así fuera, con que la vida que había imaginado como
un castigo solitario infligido por un desconocido arrogante se hubiera
convertido en una vida brillante de gozo.
Ni siquiera le molestaba las
esporádicas visitas que les hacia Mark con cualquier excusa, a pesar de que
Henry le había dicho que se buscara otro asesor financiero.
-No me importa –le había dicho a
Henry, y era verdad, porqué Henry se encargaba de pasarle un brazo por la
cintura en presencia de Mark, o de besarlo con suavidad en los labios, de modo
que cuando se llevaba a Mark a su despacho, Zhoumi sentí como si aún estuviera
a su lado, dejando bien claro que era al único que deseaba.
Solo habría podido hacerlo aún mas
feliz que Henry se hubiera enamorado de él.
A veces…a veces casi imaginaba que así
era. Había algo en el modo en que se volvía hacía él, algo en la forma en que
lo miraba…
-¿Querido? –Zhoumi alzó la vista.
Henry se había puesto de pie con Josie en su brazo. Sonrió, alargo la mano y le
ayudó a incorporarse- ¿Entramos?
Él asintió, embargado por tanta
felicidad que sintió que se le humedecían los ojos.
-¿Zhoumi? –Henry lo pegó a él- ¿Qué
sucede, querido?
“Te amo”, pensó, “Te amo y soy feliz…”
-Nada –dijo con una sonrisa- Nada.
Solo… creo que había debido metérseme algo en el ojo.
-Ah. Apuesto que tengo una cura para
eso –lo besó. Juntos, con Josie haciendo gorgoritos, subieron en dirección a la
casa.
Henry dijo que se ducharía, en cuanto
dejara a Josie en brazos de su niñera.
Lo haría, pero no solo
-Parece un desperdicio tan grande de
agua –murmuró cuando se quedó a solas con Zhoumi en el dormitorio. Sonriendo,
le alzó la camiseta y se la quitó.- ¿No estas de acuerdo, querido?
-Sí – musitó cuando Henry le acarició
el pecho –Lo estoy
-¿Lo ves? Me alegra que seas conciente
de estas cosas –se inclinó y tomó un pezón en la boca mientras le acariciaba el
otro. Zhoumi tembló cuando le desabotonó los vaqueros y se los bajó para
quitárselos- Nunca tengo suficiente de ti –se incorporó y lo contempló- Y
todavía no me creo que me pertenezcas
-Que comentario tan machista señor
–murmuró Zhoumi
-Pero estas contento de pertenecerme,
¿Verdad, señor? ¿De ser mi esposo?
-Si –Zhoumi también sonrió- Oh, sí que
lo estoy. Excepto…
-¿Excepto qué?
-Excepto que aún tienes la ropa puesta
-Igual que tu –dijo con suavidad
-Yo no la tengo –se ruborizó aun
cuando sabía que era una tontería- Solo me quedan los calcetines.
-Estás para comerte con ellos
-Bueno, pues quiero que tú estés igual
–dijo, y llevó la mano a la cremallera d elos vaqueros para cerrarla sobre la
erección dura y palpitante que había bajo la tela.
-Ten cuidado –gruñó Henry, quitándole
la mano para llevársela a los labios- o tendrás que pagar el precio.
Zhoumi se le acercó, pegó el cuerpo al
suyo y le pasó los brazos por el cuello.
-Hazme pagar –susurró
Le hizo el amor allí mismo, en la
cama, con la ropa diseminada por el suelo. El aroma de Henry, mezclado con las
fragancias terrenales del cuero y la hierba, fue como un afrodisíaco. Rodeó la
cintura con las piernas y lo introdujo todo lo hondo que le permitió el cuerpo,
y cuando tuvo el orgasmo, segundos antes que Henry, gritó su nombre.
-No te muevas –le pidió, encantado de
sentir el peso de él mientras se preguntaba cómo y cuando decirle que lo amaba.
-Ven a ducharte conmigo querido
Zhoumi cerró los ojos y volvió a
abrirlos.
-Solo si me prometes que me
enjabonarás la espalda.
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