Se casaron en la intimidad en Hyundai, en
un borrascoso día de otoño, con sus familiares más cercanos, incluyendo los
asombrados padres de Heechul, que miraban todo a su alrededor como esperando
despertarse en cualquier momento.
«Vosotros y yo», pensó él con tristeza.
Su hermano se lo tomó de otra forma completamente
diferente, con calma y bromeando.
—¡Te lo has montado mejor de lo que yo
podía imaginar, hermanito!
¡Ni que hubiera ganado la lotería!
Pero él sabía que su hermano hablaba en
serio. Y que Siwon le caía bien y le parecía un buen hombre.
Bueno, ¡por supuesto que sí! Siwon se había
dejado la piel para ganárselo. Lo había llevado a navegar por los alrededores
de la isla, le había presentado a jovenes llenos de glamour y había derrochado
su encanto con él, lo cual habría hecho que hasta el cínico más recalcitrante
terminara por comer de su mano.
A Heechul se le ocurrió pensar cómo habría
sido si él hubiera sido igualmente persuasivo para ganárselo a él, y lograr que
aceptara su proposición de matrimonio... pero en su caso Siwon no había
empleado el encanto, desde luego que no, ni siquiera se había molestado en
intentarlo.
Tal vez Siwon no se había atrevido, o tal
vez había advertido instintivamente que él se echaría atrás. Porque el encanto
no era sino un barniz superficial y frívolo que la gente empleaba para ocultar
sus verdaderos sentimientos.
En lugar de eso, él había discutido con una
lógica fría e implacable, citando precedentes históricos, mareándole con hechos
sobre la familia real de Hyundai y su progenie.
Al menos, si algo le agradecía Heechul a Siwon
era que él no se había molestado en disfrazar su propuesta de matrimonio de
algo que no era.
Y al final, había estado demasiado cansado
para oponerse a él, y había reconocido que todo un gobierno apoyaría a Siwon si
él osaba oponerse a sus deseos. Tal vez el embarazo le hacía más vulnerable y
susceptible, porque Heechul se había encontrado incapaz de que su interés
propio se impusiera a los derechos de su bebé. ¿Quién en su sano juicio lo
habría hecho?
Él le dijo que, ante todo, habría un
contrato legal entre ambos, y cualquier cosa que no estuviera contemplada en él
tendría que ser negociada por los dos.
Sus abogados habían redactado un largo
acuerdo prematrimonial. Heechul había contratado al mejor abogado que podía pagar
y había seguido su consejo, aunque había peleado en vano la cláusula que
determinaba que, si se divorciaban, la familia Choi se quedaría con la custodia
del niño o niña.
—¿Pueden hacer eso? —había preguntado,
acalorado.
El abogado había esbozado una sonrisa
tensa.
—Oh, sí. Tienen las de ganar, aunque usted
podría intentarlo. Pero ¿se imagina usted al juez permitiéndole que dejara a un
niño de sangre azul con un guardaespaldas mientras usted se va a trabajar? Esa
gente logrará lo que deseen, no se equivoque.
Así que aquél era el trato. Si quería
mantener a su hijo a su lado, debía estar casado con el padre.
Y ahí estaba, de camino al altar con toda
la parafernalia de un novio, con el estómago hecho un nudo y no sintiendo
ninguna de las gozosas expectativas de un novio normal.
—Madre del amor hermoso —exclamó su padre
débilmente cuando su carruaje tirado por caballos se detuvo delante de la
escalinata de la catedral—. ¡Mira a toda esa gente!
Había una multitud, todos ondeando banderas
y dando gritos de alegría. Sus rostros se iluminaron con lo que parecía una alegría
sincera al verlo.
—Todo va a salir bien, papá —susurró Heechul,
apretándole suavemente el brazo—. Imagínate que es la iglesia del pueblo.
—Me temo que mi imaginación no es tan buena
—replicó su padre con ironía.
Heechul iba vestido en tono marfil, que
resaltaba su pelo más de lo que lo hubiera hecho el blanco puro.
Además, se
habría sentido hipócrita vestido de blanco, cuando ambas familias sabían que
estaba embarazado, y pronto el resto del mundo lo sabría también. Habría
sonrisas de suficiencia por todas partes, estaba seguro de ello. ¿Acaso él no
leía las columnas de los periódicos y sacaba la cuenta de si un niño había sido
concebido antes o después del matrimonio?
El pasillo le pareció tan largo como una
pista de aterrizaje de aviones, y aun así, Heechul no veía más que los oscuros
y brillantes ojos del novio, y una medio sonrisa que parecía de ánimo conforme se acercaba a él.
—¿Estás bien? —le preguntó él suavemente
cuando se le unió frente al altar.
Siwon sentía el corazón acelerado. Una
parte de él había dudado de si él finalmente accedería a todo aquello, o si se
marcharía a toda prisa, ya que nadie podría haberlo detenido físicamente, e
intentaría pelear con él acudiendo al juzgado para conseguir la custodia del
niño. ¿Había tenido el suficiente sentido común como para hacer caso de sus
palabras y darse cuenta de que esa batalla la tendría perdida antes de haberla
empezado? Tal vez eso explicaba la sonrisa de determinación en su rostro.
¿Tenía también el sentido común para ver que era posible hacer que aquello
funcionara?
—Estoy bien, gracias —contestó Heechul
educadamente, descubriendo que era fácil acallar los inquietantes demonios del
arrepentimiento con mucha práctica.
Heechul había decidido comportarse como lo
haría cualquier novio, y no iba a permitir que sus padres, ni él mismo, se
derrumbaran. Estaba embarazado de Siwon, y eso implicaba unas repercusiones que
había sido obligado a aceptar. Tenía claro que no iba a comportarse como un adolescente
petulante, enfurruñado por que su matrimonio no era aquél con el que había
soñado tantas veces.
Sí, aparentemente era una boda de ensueño.
Sus amigos habían recibido la noticia a ratos con envidia y a ratos con
incredulidad. ¿Cuántos con el pasado de Heechul terminaban casándose con un
arrebatador príncipe de una pintoresca isla asiática? ¿Cuántos se convertirían
en jóvenes príncipes en el momento en que el anillo se deslizara en su dedo?
Su amigo del colegio, Gunhee, había dicho
en voz alta lo que la mayoría estaban pensando.
—¡Qué suerte, al menos no vas a tener que
ahorrar toda la vida para pagar el banquete, ni la luna de miel!
Heechul había dejado que lo envidiaran,
porque el orgullo le había impedido confiarle a nadie que era un simple
matrimonio de conveniencia. Pero era Heechul quien sentía envidia. Tal vez Gunhee
tuviera que ahorrar durante mucho tiempo, pero tenía un novio que lo adoraba y
que haría cualquier cosa para hacerlo feliz.
Y ahí estaba la diferencia.
Heechul tenía a Siwon, un príncipe rico y
poderoso.
Y tremendamente distante.
Lo miró a los ojos y no vio más que una
mirada de triunfo y determinación.
La ceremonia fue en coreano y en inglés, de
acuerdo con la ley de Hyundai. Y, cuando Siwon deslizó la alianza de platino en
el tembloroso dedo de Heechul, fue consciente de que su vida nunca volvería a
ser la misma. Había dejado atrás a Kim Heechul y se había convertido en el
joven príncipe Choi Heechul.
Cuando salieron de la catedral, los recibió
una lluvia de pétalos de rosas y las cegadoras luces de los flashes de las
cámaras, que resaltaban las flores de los escalones que conducían al carruaje.
En cuanto cerró la puerta, Siwon se giró
hacia él.
—¿Te he dicho ya lo hermoso que estás?
—murmuró.
Heechul estaba sintiéndose como una flor mustia,
no se sentía nada hermoso.
—Ahora estamos solos, Siwon —dijo
irascible—. Puedes dejar de fingir.
Siwon sintió las sienes palpitantes.
—Cómo me pones a prueba, Heechul —comentó
él en tono plano.
Heechul sonrió a una niña que había lanzado
dentro del carruaje un ramillete hecho por ella.
—No veo por qué dices eso. Ya tienes lo que
querías, ¿no? Legalmente soy tu esposo, ¡pero en realidad soy tu prisionero!
—¡No te pongas tan melodramático! —le
espetó él, enfadado—. ¡Eres libre para moverte a tu antojo!
—¿Ah, de verdad? Entonces, si tomo un avión
a Inglaterra mañana, ¿te parecería bien?
—En teoría no existiría ninguna objeción.
—¿En teoría?
Heechul abrió los ojos de par en par,
consciente de que estaba siendo quisquilloso, pero ¿acaso no era un mecanismo
de defensa? Estaba intentando aceptar la situación como lo que era, y no como
quería que fuera.
Y estaba intentando contenerse para no amar
a un hombre que lo había utilizado desde el principio.
Siwon esbozó una sonrisa dura.
—El médico te ha aconsejado que no viajes
—dijo, suavemente.
—¡Muy convenientemente para ti! —replicó él—.
¡Y supongo que si el médico me hubiera dicho que tenía que dar vueltas por los
jardines de palacio todas las mañanas, tú estarías detrás!
—Te aseguro que si yo estuviera utilizando
al médico para decir lo que yo quiero, serían órdenes más satisfactorias que
correr por las mañanas —murmuró él.
Heechul se sonrojó.
—¡Eso ha sido innecesario!
—¿De veras? —preguntó él inocentemente—. No
sabes a qué me estaba refiriendo.
No, pero se hacía una idea muy aproximada.
Aparte de un breve comentario de él durante el
período previo a la boda, no habían hablado de la parte física de su
matrimonio. En el alboroto de la preparación no habían tenido el tiempo ni las
ganas para ello, al menos no por parte de Heechul. Además, era un tema difícil
de abordar.
Cuando se trataba de una pareja que
practicaba sexo, no existía discusión, a menos que alguno quisiera describir
sus preferencias eróticas. Pero ellos habían dejado de ser una pareja y habían
dejado de practicar sexo hacía mucho tiempo. El bebé había sido la causa de
aquel extraño matrimonio. Y por supuesto iban a ignorar el tema.
Pero, como todo asunto ignorado
deliberadamente, crecía dentro de cada uno. A Heechul lo torturaban los
recuerdos de lo bien que habían estado... y de lo mucho que habían cambiado las
cosas. Ya nunca volvería a ser igual, ¿o no? De momento, no.
Se giró con una amplia sonrisa hacia la
multitud que los saludaba a gritos.
—¿Tienes intención de que éste sea un
matrimonio como debe ser, Heechul? —le preguntó él calmado.
Él se volvió para mirarlo de frente. ¿No
quedaba aún en su interior algún resto del colegial idealista, que no quería
que palabras hirientes empañaran el que debía ser el día más feliz de su vida?
Y así, independientemente de lo que sucediera en el futuro, podría decirle a su
hija o hijo que había sido un día feliz.
¿Qué era lo que él quería? ¿Un «sí» sumiso,
mientras recorrían las calles de Hyundai en el carruaje tirado por caballos?
—¡Ahora no es ni el momento ni el lugar
para discutir eso, Siwon!
—Como desees, príncipe mío —se burló él.
El palacio Arco Iris estaba engalanado con
flores, y se había dispuesto un desayuno en el Comedor de los Espejos, el cual,
según contaba la leyenda, había servido como modelo para una de las
habitaciones del palacio de Versalles. Heechul veía su imagen reflejada desde
todos los ángulos. ¿Aquella criatura pálida y con ojeras vestida con un
bellísimo traje era realmente él?
El príncipe heredero estaba hablando con él
y, haciendo un gran esfuerzo, Heechul le dirigió una amplia sonrisa.
—¿Quieres algo de comer? —le preguntó él.
—Yo...
Últimamente su apetito se había reducido al
mínimo, por decir algo. Estaba a punto de decir que no quería nada cuando vio
la mirada de preocupación en aquellos ojos y asintió, tomó una fina loncha de
un pescado exquisito y se la metió en la boca. De hecho, había perdido peso. En
quince días, la modista de París que le había hecho el vestido había tenido que
arreglárselo dos veces.
—Está delicioso —dijo.
—¿Eres feliz, Heechul?
La inesperada pregunta de Kangta lo pilló
desprevenido. ¿Qué le habría contado Siwon? ¿Creería Kangta que era un
matrimonio por amor? Si así era, ¿qué derecho tenía él a desilusionarlo?
Heechul sabía que, independientemente de lo
que sintiera en su interior, había establecido un contrato con Siwon por el
bien del bebé. Y, por el bien de todos, debía interpretar el papel del novio
contento.
Elevó su vaso de zumo.
—Sí, lo soy —afirmó, sintiendo una punzada
de dolor al ver a su madre al otro extremo de la mesa, riendo con algo que
había dicho Siwon.
Le sonrió, estaba orgulloso de ella. Para
ser una mujer cuya fecha más señalada del año era el mercadillo de la
parroquia, parecía estar desenvolviéndose muy bien. Bueno, él también debía
hacer que su madre se sintiera orgullosa de él.
—Es un día muy excitante —murmuró.
—Desde luego que sí —coincidió Kangta
pensativo—. ¿Siwon te va a llevar a las montañas para vuestra luna de miel?
—Sí —afirmó, en un tono plano.
—¿No habrías deseado un destino más
tradicional, Paris por ejemplo?
—Oh, no. Quiero conocer mi nuevo país
—respondió él inamovible.
No podía decirle a Kangta que aquella
ciudad estaba contaminada para siempre por los recuerdos de lo que había
existido entre ellos.
Entonces habían compartido sexo y risas, y él
había estado decidido a desempeñar el rol de independencia que Siwon requería
de él, pero le había salido el tiro por la culata. Y en ese sentido no había
cambiado nada. Aún desempeñaba un rol, sólo que el rol había cambiado.
—¿Y después de la luna de miel? —la voz de Kangta
interrumpió sus pensamientos—. ¿Qué vais a hacer?
—Aún no lo hemos decidido.
O sería mejor decir «discutido», igual que
muchas otras cosas. Heechul tuvo que contenerse cuando levantó la vista y se
encontró con que Siwon le miraba fijamente.
Él le había estado observando y vio que,
mientras que con su hermano había estado cómodo y distendido, cambió a una
actitud fría y distante cuando sus miradas se cruzaron. Como si deseara estar a
millones de kilómetros de allí...
«Bueno, yo también deseo lo mismo, cariño»,
pensó Siwon amargamente. Lo último que deseaba en el mundo era sentirse
encarcelado en Hyundai, de nuevo con la camisa de fuerza de la formalidad y lo
ritual.
Pero tenía que ser así. ¿O tal vez no?
Tal vez el entorno se añadía a la sensación
de Heechul de estar atrapado. ¿Debería darle alguna seguridad al respecto,
decirle que su estancia allí podía ser sólo temporal, si él así lo deseaba?
Pero Siwon sintió el pulso de la ira cuando
Heechul apartó la vista de él como si fuera invisible. Bueno, si ésa era la
forma en que quería hacerlo, si tenía intención de ser terco, entonces
descubriría muy pronto que él también podía ser terco...
Oculto por el mantel de damasco, Heechul
colocó su mano sobre su vientre, animándose a no sucumbir a la ola de emoción
que le embargaba. ¿Eran las hormonas lo que le hacía sentirse tan vulnerable?
Si era por eso, debía asegurarse de no mostrarlo. Porque a Siwon no le
preocuparía, ¿y por qué iba a hacerlo?
No tenía sentido esperar una respuesta
suave de un hombre como Siwon. Él nunca se había comportado de esa forma, ¿por
qué iba a cambiar ahora?
Lo vio ponerse en pie, resplandeciente con
su traje de cóctel. Estaba acercándose a él y Heechul sintió que el corazón le
daba un vuelco. ¿Por qué las emociones no tenían lógica? ¿Por qué diablos el
amor tenía que aparecer y apoderarse de él de una manera tan poco apropiada,
haciendo que quisiera preocuparse por alguien aunque el instinto le decía que
no iba a obtener nada a cambio?
Siwon dejó escapar una breve risa al ver
que él palidecía, y sus palabras fueron tan suaves, que sólo él pudo oírlas.
—Por lo menos, intenta mantener la farsa de
que eres feliz en el día de tu boda, cariño. Tu madre se quedaría muy afligida
si no. Ven, Heechul —dijo, tendiéndole la mano, con los ojos brillantes como un
mortal hielo negro—. Ha llegado la hora de iniciar nuestra luna de miel.
Y dime, Heechul —comenzó él, con un
destello desafiante en sus ojos—. ¿Qué hace una pareja en su luna de miel
cuando no están ocupados en el pasatiempo más habitual de ese viaje?
Heechul lo miró desde debajo de su sombrero
para el sol y, a pesar de su intención de contenerse, un estremecimiento de
deseo le recorrió entero. Qué diferente parecía él del hombre con el cual había
intercambiado sus votos. Se había transformado de la elegancia del traje formal
a un aspecto completamente desenfadado, como un hombre que se siente como en su
casa en la playa. Llevaba unos vaqueros desteñidos cortados a la altura de las
rodillas y una fina camisa de
algodón que había dejado abierta, brindando a Heechul ocasionales vistas de su
pecho.
Los ojos burlones de él seguían desafiándole
a que respondiera, y Heechul supo que no podía seguir huyendo de la verdad.
Respondió como el viejo Heechul, el idiota que se engañaba a sí mismo con la
idea de que podía encajar con aquel hombre a un nivel emocional.
El viejo Heechul habría afrontado ese
desafío de frente.
—¿Estás intentando decirme que estás
frustrado? —preguntó.
—¿Y tú no lo estás? —planteó él.
—Tengo otras cosas en la cabeza.
—¿Cómo cuáles?
Él señaló el libro abierto sobre su regazo.
—Deberías intentar leer algo.
—Lo mismo digo —replicó él, esbozando una
extraña sonrisa—. ¡Ese libro lleva así la última hora!
—He estado admirando el paisaje.
—Ya lo sé —se burló él.
—¿Qué quieres decir con eso?
Siwon se encogió de hombros, dejándose caer
sobre la arena junto a él.
—Si encuentras mi cuerpo tan irresistible
que no puedes apartar tus ojos de él, Heechul... entonces, ¡mira todo lo que
quieras! ¿Quién soy yo para prohibírtelo?
—¡No estaba mirando!
—Oh, sí, sí que lo hacías —le contradijo él
suavemente—. No puedes dejar de mirarme... al igual que yo no puedo dejar de
mirarte.
Dejó que sus ojos lo recorrieran. Heechul
llevaba un bañador verde oscuro que resaltaba el color de su piel.
Protegido
por una gorra, para no quemarse su clara piel, estaba sentado sobre la arena
fina y suave, y de vez en cuando bebía agua de una botella grande. El diminuto
bañador moldeaba su trasero como una segunda piel, enfatizando nalgas y el
vientre ligeramente redondeado y que crecía día tras día.
Por lo menos, parecía menos histérico ese
día, algo de la tensión que había estado a punto de hacerles estallar el día de
la boda parecía haber desaparecido Siwon había advertido su tristeza al
despedirse de sus padres, su rostro fugazmente descompuesto que había intentado
ocultar por todos los medios.
En aquel momento había querido abrazarlo y
consolarlo pero entonces se había recordado a sí mismo que no sería capaz de ir
más allá. El muro de piedra que rodeaba su corazón tenía unos cimientos
fuertes, nada podía derrumbarlo. Era mejor empezar como tenía pensado, y sabía
que nunca le daría auténtico amor. Tal vez en ese sentido al menos, Heechul
fuera el esposo perfecto para él. ¿Acaso no era ésa una de las cosas que
siempre le habían fascinado de él, el hecho de que no estaba necesitado
emocionalmente?
Después de que sus padres regresaran a
Inglaterra, Heechul se había mantenido ocupado cambiándose de ropa, evitando
que él le viera en su momento de nostalgia y, cuando había salido, había sido
con la cara pálida y tensa.
Se habían desplazado al destino de su luna
de miel, la casa en la montaña de la familia Choi, y aquella noche se había
puesto su pijama de algodón y se había metido en la cama dándole la espalda, en
un gesto silencioso que lo decía todo.
Él había fruncido la boca mientras miraba
hacia el techo y contemplaba la luz de la luna jugando con las sombras.
¿Acaso Heechul creía que iba a suplicarle
para que hicieran el amor? ¿O que esperaría lo que fuera a que cambiara de
opinión? ¡Ni mucho menos!
Por la mañana, lo había llevado al mar, en
un intento por llenar su tiempo de algo más que las frustraciones no expresadas
y el resentimiento entre ambos.
Pero todo parecía estar teniendo el efecto
inverso. Heechul llevaba muy poca ropa encima, al igual que él. Y el problema
estaba en que a él empezaba a resultarle difícil ocultar cómo se sentía...
Nervioso, Heechul lo miró, comprobando por sí mismo lo excitado que estaba, y
sintió el ansia ardiente una vez más, que le tentó a rendirse. Lo deseaba. En
realidad, nunca había dejado de hacerlo. Pero, ¿qué bien les iba a hacer el
sexo en aquellos momentos? ¿No complicaría más una situación ya de por sí
complicada?
—No me mires así—rogó.
—¿Así, cómo? ¿Te refieres a la forma en que
cualquier marido recién casado miraría a su esposo?
—¡Oh, por favor, Siwon! —exclamó—. ¡No
somos en absoluto como unos recién casados!
—En algunas cosas sí lo somos —replicó él
suavemente—. O mejor dicho, podríamos serlo.
El negó con la cabeza. De la forma que
importaba no podían serlo.
—No.
—Entonces ésa es tu decisión, cariño, no la
mía —le espetó él—. Y deberás cargar con las consecuencias.
Por favor dejen el orgullo de lado que me están entrando unas ganas locas de sopapearlos a ambos.
ResponderEliminarSiwon creo que obligarlo no fue la mejor idea y amenazarlo con sacarle el bebé en caso de separación menos, así que no esperes muestras de amor incondicional por parte de Hee en largo tiempo
Que orgullo no pueden aceptar lo que siente!! Siwon empeoras las cosas..
ResponderEliminarmuy buen capitulo!!! gracias por compartirla
Cuidate
Dios... ¿Ya se casaron? ... Los demás ven todo tan normal,si sus hermanos no hubieran conocido antes a Hee,seguro pensarían algo más o quizás no,pero por ahora ven todo normal.
ResponderEliminarSon tan orgullosos,se estan consumiendo en ellos mismos pero el orgullo no los deja hacer lo que de verdad quieren.
Esa última linea de Siwon me deja pensando,encontrará la forma de hacer caer a Hee, seguro *0*
jajajaj em verdad que se casaron rapiudo. Ahora viene lo verdaderamente dificil para Hee, llevar una vidad de casado teniendole las ganas que le tiene a Siwon y viceversa.
ResponderEliminarGracias por el cap
¿consecuencias?¿que consecuencias?
ResponderEliminarLa boda fue muy rapida y extraña a mi parecer, aunque bueno, debe ser extraña dada las circunstancias
Kangta se me hace muy muy raro, hay algo con el que se me hace raro, quizas ya estoy paranoica,
Gracias por la actu =)
Me dan ganas de cortarles...la cabeza a ambos!!! XD son tan tercos y orgullosos -.- aish!!
ResponderEliminarAsí no van a llegar a nada :(
Yo sé que Kangta sabe algo o quizás solito se dio cuenta de lo que pasa y solo esta esperando alguna oportunidad para decir o hacer algo.
Espero la siguiente actualización pacientemente ^^
Saludos y hasta pronto ^^/
Qué rápido ya están casados, pensé que HeeChul iba a dar más batalla, pero al parecer ha tenido que aceptar que era casi imposible obtener lo que él quería. Creo que el gran problema de ambos es que son unos cabezotas, si hubiesen hablado con la verdad desde el principio, no estarían así y al parecer ninguno de los dos tiene planes de ser sincero xD
ResponderEliminarOjalá que ahora que están juntos se den cuenta de su error.
Gracias por el Mp.
Bye ^^