Tu Mi Destino- Capítulo 20



Yesung no podía quitarse de encima la acuciante necesidad de volver a Seungki.

Había estado hacía sólo unos pocos minutos, pero todo en su interior le gritaba que volviera.

Quizás su amigo se había puesto peor.

La pena agarró a Yesung por la garganta y luchó para respirar mientras los pasos de sus pesadas botas aporreaban a través de los pasillos. Recordó su amor por su hermano, incluso si ya no podía sentir cómo corría por él, dándole fuerzas. Todo lo que sentía ahora era miedo de que perdieran a un gran guerrero.

Empujó abriendo la puerta de la nueva suite de Seungki y atravesó la oscura sala de estar hacia su habitación. Él no era un gran fan de Sunny, pero sufriría la escalofriante mirada de la extraña niña lo suficiente para echarle un vistazo a su amigo.

La primera cosa que vio era que Seungki estaba despierto. Estaba sentado en la cama y los delgados brazos de Sunny le rodeaban el cuello en un apretado abrazo. El hombre la abrazó durante un único segundo, antes de soltarle suavemente las manos.


La segunda cosa que vio fue la enferma mirada de miedo en los ásperos rasgos de Seungki. Desde que Yesung no podía recordar la última vez que había visto a Seungki asustado, lo dejó alucinado.

Por una buena razón.

Wook estaba en su cama. Tendido cerca del hijo de puta. Estaba blanco como el hielo y lo extraño de todos modos, era que su mano izquierda estaba roja y ampollada.

La rabia se estrelló en el interior de Yesung, golpeando sus costillas hasta que estuvo seguro que se romperían. No podía perderlo. Había luchado demasiado para liberarlo de cada sgath sobre el que podía poner las manos encima, y seguro como el infierno que no lo había hecho para que pudiera morir ahora sobre él.

—¿Qué le has hecho? —su voz salió afilada y fría.

Los ojos de Seungki encontraron los de Yesung y se abrieron desmesuradamente. Intentó hablar, pero no salió nada. El hombre había estado inconsciente durante días y su garganta era igual que un tubo de papel de lija.

—No ha hecho nada —dijo Sunny—. Wook se ofreció a ayudar.

Ella trepó desde la cama y fue a por una taza de agua para él.

—¿Ayudar? ¿Cómo? Apenas es lo suficientemente fuerte para mantenerse a sí mismo.

Yesung fue al lado de Wook y presionó los dedos contra su escaso cuello. Un débil pulso latía bajo la superficie de piel delgada como el papel.

Estaba vivo.

Quería sentir alivio, pero todo lo que sintió era la necesidad de aporrear a Seungki con los puños hasta que Wook despertara.

Igual eso ayudaba.

Yesung tenía miedo de tocarlo más de lo necesario. Era tan frágil. Rompible. Pero el impulso de sentir el calor de su piel bajo los dedos era demasiado para resistirlo. Le apartó el pelo blanco de la cara, mostrando las delgadas líneas azules de sus venas corriendo a lo largo de sus sienes.

—Me trajo de vuelta —susurró Seungki. Su voz eran trozos desgarrados de sonido, pero se las arregló para mantener su punto—. Sentí que se hacía más débil. Me empujó hacia la superficie y se hundió de nuevo. Intenté agarrarlo, pero ya se había ido.

Ido.

Esa palabra hizo eco en la cabeza de Yesung igual que un cañonazo.

Ido.

De ninguna jodida manera.

—Salid de aquí —vociferó él.

Seungki le dedicó una extraña mirada, pero se deslizó de la cama, poniendo su cuerpo entre Yesung y Sunny cuando la condujo fuera de la habitación. Arrastraba los pies, apenas capaz de sostenerse, pero eso era sólo jodidamente malo. Se lo merecía por hacerle eso a Wook.

La puerta se cerró tras ellos con un clic, dejándolo solo en la habitación con Wook.

Yesung quería tomarlo en sus brazos, pero no se atrevió. Estaba temblando tanto que seguramente lo rompería.

—Wook. Despierta.

El tomó una respiración, pero eso fue todo.

—Maldición, Wook —Su voz sonó demasiado alta en la silenciosa habitación. Demasiado dura. Con todo, no podía controlarlo. Estaba demasiado desesperado por arreglar eso. Por hacer que se pusiera bien. Envolverlo y mantenerlo a salvo por la eternidad—. ¡Despierta joder!

Sus párpados revolotearon y Yesung contuvo el aliento. Lentamente, sus ojos se abrieron. Tan jodidamente hermosos que le rompió el corazón.

—Volviste —dijo Wook en un débil soplo de aire.

—Nunca me fui. —Aunque había estado a punto.

Cuanto menos estuviese a su alrededor, mejor. Le deseaba demasiado para seguir resistiéndose, especialmente cuando se despertaba con él sobre su cuerpo, su propia cálida manta viviente.

—¿Seungki está bien?

—Jodidamente bien. ¿En qué demonios estabas pensando, utilizando un truco así? ¿Metiéndote en la cama de otro hombre?

—Sunny lo necesitaba.

Una frase tan simple, pero decía demasiado de él para la paz mental de Yesung. Wook no se había parado a pensar en lo que le costaría hacer lo que quiera que la jodida hubiera hecho. Sunny necesitaba a Seungki, así que Wook lo había despertado.

¿Quién más iba a necesitar algo que quizás consiguiera matarlo?

Sus huesudos dedos se cerraron alrededor de su muñeca y él tiró de su brazo hacia el pecho. Su piel suave y delicada.

La sangre se reunió en su polla, haciendo que se hinchara y palpitara. No debería haberse encendido por esa esquelética figura de niño, pero lo había hecho. No importaba con cuanta fuerza lo intentara, no podía quitárselo de la cabeza.

Tal vez si sólo tomara lo que él inconscientemente le ofrecía y le daba una agradable y dura cabalgada, conseguiría sacárselo de su sistema.

Sí, y quizás también lo matara en el proceso. No era un hombre suave. Si lo jodía, Wook lo sentiría. Y luego otros.

Era malditamente frágil. No tenía nada que hacer tan cerca, dejar que lo tocara.

—No quiero que salgas otra vez con algo como eso, ¿entendido?

Wook no respondió. Se había dormido, su respiración profunda y llana. Era un sueño natural. Pobre niño se había agotado salvando a Seungki.

Yesung le debía una por eso. Todos los Suju se la debían. Necesitaban cada guerrero que tuvieran, y Seungki era uno de los mejores.

Y por que Yesung le debía su sacrificio, liberó su muñeca de su apretón, volviéndose y saliendo de la habitación sin mirar atrás.

Cuanto más lejos de Wook se mantuviese, más seguro estaría él. Todo lo que Wook necesitaba de él era la sangre de un sgath en su espada, tantos y con tanta frecuencia como fuera posible.

Era hora de ir a cazar.



—Y ahora, ¿qué? —preguntó Sungmin.

Tanto Kyuhyun como Shindong le estaban mirando como si esperaran que hiciera algún número de circo.

—Ahora nos contarás todo lo que sepas sobre estos Defensores —dijo Shindong.

Podría jurar que no confiaba en él por la rigidez de sus hombros y el helado brillo en sus ojos, sin importar cuánto se lo hubiera garantizado Hyungsik.

Bien. No necesitaba su confianza. Mientras Kyuhyun creyera en él, sería más que suficiente.

Suungmin dejo escapar un fuerte suspiro.

—No sé mucho más aparte del hecho que querían deshacerse de los Centinelas.

—Son dorjan —afirmó Shindong con una retorcida mueca de asco.

—¿Qué es un dorjan?

La boca de Kyuhyun sonaba tensa cuando habló.

—Son humanos que trabajan para los Sasaengs a cambio de algo que desean. Dinero, poder... ese tipo de cosas.

Sungmin negó con la cabeza.

—Eso no suena como si fueran estos tipos. Saben acerca de los Sasaengs, pero seguro como el infierno que no trabajan para ellos.

Shindong dejó escapar un bufido de incredulidad.

—¿Y por qué querrían matarnos a menos que estuvieran trabajando para los Sasaengs?

—Porque destrozasteis su tierra con vuestras batallas. No volverá a crecer nada en esa tierra bañada en sangre por vuestra guerra. Saben que no son lo suficientemente fuertes como para hacer frente a vuestras mascotas así que creen que si vosotros, los Centinelas, os vais entonces los Sasaengs se irán también y la tierra volverá a ser un lugar seguro.

Ambos hombres le miraron como si necesitara una camisa de fuerza.

Kyuhyun se recuperó primero.

—¿Nos estás diciendo que esos Defensores realmente creen que los Sasaengs se irán si no queda ninguno de nosotros para tenerlos bajo control

—Si —miró a uno y otro hombre, sintiéndose más y más incómodo por su silencio—. ¿Qué? ¿Se equivocan?

—Están totalmente equivocados —dijo Shindong—. No son nuestras mascotas. No podemos controlarlos. Si nosotros desaparecemos, no quedará nada que impida a los Sasaengs invadir el planeta. Lo convertirán todo en una gigantesca granja y desangrarán a todos los humanos para alimentarse.

—Oh —eso no sonaba bien—. Tenemos que decirles a los Defensores lo equivocados que están.

Kyuhyun negó con la cabeza.

—Los hombres como ellos no escuchan. Lo hemos intentado en el pasado con otros grupos. Normalmente, con el tiempo, desaparecen hasta que alguien se topa con los desvaríos de algún loco en su diario.

Un diario como el de su madre. Sungmin hizo una mueca de dolor cuando la punzante verdad le golpeó. Su madre había sido una de esas lunáticas y había educado a Sungmin para seguir sus pasos. No lo había visto con sus propios ojos, pero él todavía estaría convencido de que esos hombres eran el mal encarnado.

—¿Qué más sabes sobre ellos? —preguntó Shindong.

—Están liderados por un hombre llamado Hong Jack. Vive en el norte de Dallas. Su hija fue asesinada hace años y los culpa a ustedes.

—¿Cómo lo conociste? —preguntó Kyuhyun.

—Mi madre se quedaba con él a veces mientras yo estaba creciendo. Cuando nos quedábamos sin dinero o ella pensaba que los monstruos nos acechaban. Él nos acogía y le daba a Mamá trabajo, y nos quedábamos durante un par de semanas. Lo suficiente como para volver a la carretera.

Omitió la parte sobre las lecciones que Jack les daba a los niños que estaban en su esfera de influencia. Ese hombre le había provocado más pesadillas con las historias de la muerte de su hija que ningún monstruo de verdad jamás lo había hecho. Lo único que había aprendido de él había sido que, si no se portaba bien, los monstruos lo encontrarían y se lo comerían. Si era malo, moriría gritando de dolor, tal y como su hija lo había hecho.

—¿Te pidió que hicieras algo más? —preguntó Shindong.

—¿Quiere decir aparte de mandar vuestro recinto a la mierda? No. No que yo recuerde.

Miró a uno y a otro hombre. Shindong estaba al otro lado de la habitación, con uno de sus macizos hombros apoyado contra la pared. Kyuhyun estaba sentado en la cama con él, con su cuerpo entre ellos. Sungmin estaba más que seguro de que no era por casualidad.

Claramente Kyuhyun todavía no se fiaba de la presencia de Shindong cerca de él.

Una extraña sensación de paz se desplegó en su interior. Kyuhyun le estaba protegiendo. Nadie se había preocupado tanto por él como para protegerlo desde que su madre había muerto. Era agradable sentir eso de nuevo. Un consuelo.

Sungmin no iba a hacerle arrepentirse por ese regalo. Iba a ponerse en pie y hacer lo que hiciera falta para arreglar eso.

—Necesito ir a buscar el C-4 y sacarlo de aquí para que no ocurra nada malo por accidente.

La mandíbula de Shindong se tensó.

—No vas a acercarte a esos explosivos, chico. Tengo a un hombre ocupándose de eso.

—¿A uno que sabe manejar explosivos?

Él elevó una oscura y burlona ceja.

—Hemos vivido varios siglos. Creo que sabemos manejarnos.

—Es algo relativamente seguro mientras los detonadores no estén conectados. Cosa que no están.

—¿Cómo ibas a poner en marcha el dispositivo? —preguntó Kyuhyun.

—Un temporizador. Tendría diez minutos para salir de aquí —dijo Sungmin, sintiéndose más y más culpable mientras revelaba sus planes.

—¿Y si no hubiera sido suficiente? —preguntó Shindong.

Sungmin se encogió de hombros, pero sus articulaciones aún se sentían oxidadas y rígidas. Lo que fuera que Hyungsik le había hecho aún no se había disipado.

—Creo que habría tenido que vérmelas con el resto de vosotros.

Kyuhyun maldijo, escupiendo una palabra violenta. Shindong apenas le miró.

—¿Hubieras muerto? ¿Voluntariamente?

—No era mi primera opción, no, pero estaba cansado de huir. Cansado de tener miedo todo el tiempo.

Kyuhyun tomó su mano y la rodeó entre las suyas, calentando sus dedos fríos.

—No tienes que huir nunca más.

Sungmin miró a Shindong.

—No estoy seguro de eso, Kyuhyun. Parece como si vuestro audaz líder aquí presente prefiriera que volviera a la carretera.

—Y una mierda —dijo Kyuhyun.

—No vas a ir a ningún sitio —ordenó Shindong—. Te quiero exactamente donde pueda tener un ojo sobre ti.

—¿Así que ahora soy un prisionero? —preguntó.

La oscura cara de Kyuhyun se endureció con un ceño pétreo al mirar a Shindong.

—No lo es, ¿verdad?

—No quiero que abandone el recinto. No quiero que haga ninguna llamada. ¿Está claro?

—Tengo que llamar a los Defensores para que sepan que sois de los buenos.

Shindong se aparto de la pared con un empujón engañosamente perezoso.

—Eso no va a pasar. Dejemos que piensen que te hemos descubierto y te matamos.

—Lo intentarán de nuevo. Alguien necesita convencerles de que no sois los monstruos que ellos piensan.

Shindong negó con la cabeza.

—No hay manera de razonar con hombres como ellos. Dejemos que lo intenten de nuevo. Estaremos preparados.

—¿Qué vais a hacer? —preguntó Kyuhyun.

Los hombros de Shindong parecieron curvarse ligeramente como si alguien hubiera puesto un peso sobre ellos.

—Lo único que podemos hacer. Eliminar la amenaza.

Kyuhyun se levantó de la cama tan rápido que pareció haber sido lanzado por una catapulta.

—No pretenderás matarlos, ¿no? —preguntó con incredulidad.

—¿Cuando no sean más que una molestia, cruzándose en nuestro camino? No. ¿Pero ahora? —Negó con la cabeza con pesar, aunque sus ojos eran duros como la roca—. Pretenden matarnos a todos. Quieren matar a los niños. Y lo intentarán de nuevo. No puedo dejar que ese crimen quede sin respuesta.

—No puedes tomar represalias, Shindong. Son humanos.

—No puedo dejar que me importe. Nunca más. Esto es un acto de guerra. Me voy a asegurar de que no ocurra de nuevo.

Los ojos de Shindong fueron hacia Sungmin quien sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No había misericordia dentro de aquel hombre. No había compasión.

—Quiero una lista de nombres. Cada persona que hayas conocido que esté relacionada con los Defensores.

—No te la daré —le dijo a él—. No te ayudaré a matarlos. Están equivocados, pero eso no significa que no podamos arreglar las cosas. Tráelos aquí, déjales ver lo que yo he visto y ellos entenderán.

—Es demasiado tarde para eso. Me darás la lista.

—No, no lo haré.

—Entonces le daré órdenes a Hyungsik para que te saque la información —dijo Shindong mientras se giraba para salir de la habitación—. No será tan agradable para ti, pero será igual de eficaz.

Sungmin oyó la puerta de su suite cerrarse de golpe, haciéndole saltar.

—Nunca le había visto así —dijo Kyuhyun.

—¿Lo dice en serio?

—Cada palabra.

—¿Dónde nos deja eso? —preguntó.

Kyuhyun negó con la cabeza.

—Algo va mal. Él no es así. Dame unos minutos para comprobar algo y vuelvo enseguida, ¿de acuerdo?

Sungmin asintió.

—Desde luego. Haz lo que tengas que hacer.

Le tomó la cara en su gran mano y Sungmin se recostó buscando el contacto.

—Estarás aquí cuando vuelva, ¿verdad?

—Lo prometo.

Sungmin sintió el peso de la promesa cerniéndose sobre él, fijándolo a la cama.

—Descansa un poco. Seré rápido. Llámame al móvil si me necesitas.

Con eso, se fue. Sungmin no estaba seguro de lo que Kyuhyun iba a hacer, pero si de algo estaba bastante seguro era de que no quería saber nada.



Cuando Kyuhyun encontró a Kangin, él estaba fuera ayudando a Leeteuk a reparar una sección rota de la pared. Leeteuk estaba arrodillado en el suelo, sus esbeltas manos en una piedra del tamaño de su cabeza. Los dedos de Kangin rodeaban su nuca. Leeteuk tenía el cabello del mismo color marrón suave que el de Sungmin, ahora que ya no se lo teñía.

Kyuhyun ardía en deseos de volver al lado de Sungmin y confortarlo, asegurarse de que supiera que su error no era algo imperdonable, pero todavía no podía hacer eso. No hasta que supiera con seguridad que su líder estaba en su cabales.

Un sutil zumbido de poder vibró en el aire que rodeaba a Kangin y a Leeteuk  cuando éste vertió un torrente de magia protectora dentro de la roca, fortaleciéndola contra ataques. El sudor perló su frente, y la espalda de su camiseta roja estaba oscura y se pegaba a su columna.

Kyuhyun detuvo su caminar a unos pies y los miró. Él tenía a su caballero, su Sungmin, pero no tenía lo que Kangin sí: su unión, su conexión.

Sungmin dijo que confiaba en él, pero todavía no tanto como para permitirle acercarse lo suficiente para completar su propósito. No como para dejarle ver sus pensamientos o conocer sus sentimientos. Incluso después de que Hyungsik se hubiera abierto paso, cuando Kyuhyun quiso alcanzarlo, todo lo que sintió fue una fría y dura pared. No había calor de vida, ni bienvenidas.

Quizá su educación había dejado cicatrices, y ellos nunca tendrían lo que Kangin y Leeteuk.

Cuando una espina de dolor creció en su interior, Kyuhyun la alejó. Se negaba a dejar las cosas así. Tendrían una vida plena. Ambos lo merecían. Especialmente Sungmin, después de todo lo que había sufrido. Se merecía un hogar y una familia, y Kyuhyun quería ser todo eso para él. Siempre.

Lo amaba demasiado como para no luchar por algo que sabía que podían tener juntos. El era todo lo que siempre había querido, y él iba a hacer lo que hiciera falta para hacerlo feliz.

Todo lo que tenía que hacer era darle tiempo para que confiara en él, para demostrarle cada día que era digno de ese regalo. En algún momento entraría en esa testaruda cabeza suya y le haría ver lo que él veía. Que se pertenecían el uno al otro.

Pero antes de que pudiera volver con él y trabajar en sus planes, tenía un trabajo que hacer. Se puso en marcha y fue con Kangin.

—¿Tienes un segundo?

Kangin debió ver algo en la expresión de Kyuhyun porque la mirada de orgullo y adoración que mantenía mientras miraba a Leeteuk desapareció, y todo lo que quedó fue su cara de juego serio.

—Vuelvo enseguida —le dijo a Leeteuk—. Quédate y descansa un minuto.

El asintió y se tumbó sobre su costado en la hierba sin prestar atención a la suciedad o los bichos. Aparentemente, reconstruir esa pared estaba cobrándose su costo. Changmin estaba desaparecido, y él era la pareja Suju más fuerte del recinto.

Yunho trabajaba sólo en el lado más alejado de la zona de construcción, transportando las rocas con su fuerza bruta. La única cosa que debía mantener a Changmin alejado de su lado era el absoluto agotamiento.

Bien. Eso significaba que Yunho también podía echar una mano. Iban a necesitar toda la ayuda que pudieran reunir.

Kyuhyun llevó a Kangin en esa dirección. Cuando Yunho los vio aproximarse, dejó caer la roca, se limpió las manos y se acercó a recibir a la pareja.

—¿Algo va mal? —preguntó Yunho con voz ruda.

Kyuhyun hizo un rápido examen para asegurarse de que no había nadie en los alrededores y habló.

—Sí. Creo que tenemos un problema.

Hizo una rápida recapitulación de lo que había pasado con Sungmin y Shindong, asegurándose de que ambos sabían sobre la traición. La historia se sabría pronto, y era mejor que lo supieran por él antes de que los rumores corrieran.

—¿De verdad dijo que iba a matar a los Defensores? —preguntó Kangin con total incredulidad.

—Si —dijo Kyuhyun—. Tengo miedo de que Shindong se haya quedado sin tiempo.

—Su marca vital —conjeturó Yunho, frotando una mano contra su angulosa cara—. Crees que está vacía.

—Eso explicaría el modo en que está actuado con Sungmin.

Kangin suspiró, sus ojos oscureciéndose con aflicción.

—Tenemos que averiguarlo. Y necesito decirle a Leeteuk lo que está pasando con Sungmin. Dame dos minutos para explicarle las cosas y vuelvo enseguida.

Kangin se alejó tranquilamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Nadie que lo viera podría alguna vez averiguar lo que estaba pasando.

—Podemos pedirle a Zhoumi que haga una comprobación con sus ojos electrónicos —le dijo Kyuhyun a Yunho—. O podemos hacer el trabajo nosotros mismos. Ahora mismo.

Yunho pareció envejecer de repente, más desgastado. El paso de los siglos había sido clemente con él, dejándole apenas unas arrugas y algunas canas. Pero de un segundo a otro, empezó a parecer un hombre viejo.

—Lo haremos ahora. Tranquilízate, porque si tenemos que enviarlo con los Cazadores, entonces lo haremos esta noche antes de que nadie lo sepa.

Enviarlo con los Tvxq. Las antiguas leyes demandaban que eliminaran a cualquier Suju que hubiera perdido su alma. Podían ser malvados, peligrosos. Ya que los Cazadores Tvxq eran los Centinelas más antiguos, eran los responsables de las leyes que habían creado. Con una conveniencia brutal.

No importaba que sus razas se hubieran enredado en una guerra estancada. No importaba que los Tvxq se hubieran criado con humanos hasta llegar al punto que ya no eran las criaturas temibles que una vez fueron. Todo lo que importaba es que se ocuparan de las leyes.

Si el árbol de Shindong estaba sin hojas, los Cazadores Tvxq lo ejecutarían.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...