Tu Mi Destino- Capítulo 17



Yunho encontró a Changmin en la Sala de los Caídos. Un fuego bajo ardía en el hogar, calentando la sala, haciendo que las pulidas espadas de los guerreros muertos brillaran en la oscuridad.

Changmin se sentaba en una silla de piel con una espada en su regazo. La seda de su túnica gris brillaba a la luz del fuego, abrazando su cuerpo y haciendo que se doliera por deslizar sus manos por sus lujuriosas curvas. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que lo había sostenido en sus brazos y le había hecho el amor — casi una semana. Changmin había estado distante últimamente, y no importaba lo duro que lo intentara él, parecía no poder traer de vuelta una sonrisa a sus labios.

El fracaso pesaba sobre sus nervios, robándole su generalmente tranquila paciencia y férreo control. Si no le decía lo que podía hacer para agradarlo, iba a encontrar su propia manera de ayudarlo —una que estaba absolutamente seguro que él no aprobaría.

Sus delgados dedos recorrían amorosamente la hoja. La espada de su hijo — Yunho la reconoció ahora que estaba cerca. Conocía cada mella y rasguño sobre esa hoja, cada gastado lugar por el apretón de su hijo.


Los ojos oscuros de Changmin revolotearon cerrándose cuando extrajo un recuerdo de las espejas profundidades del acero, reviviendo un momento del pasado de su valiente hijo. Una única lágrima se deslizó por su mejilla y jadeó en un sollozo.

—Changmin —le dijo suavemente, de modo que no lo sobresaltara.

El levantó la cabeza y la fuerza de su belleza le golpeó con la fuerza de un martillo neumático. Cada línea de su rostro estaba perfectamente formada. Incluso las insondables profundidades de sus ojos negros le atraían y le hacían temblar contra la necesidad de tocarlo, consolarlo.

El tiempo no había alterado demasiado su apariencia a lo largo de los siglos. Había una madurez en él, aunque no tenía una sola arruga. La sabiduría brillaba en cada movimiento suyo, aunque ni uno de sus cabellos se hubiese vuelto gris como lo había hecho el de él. Era una belleza intemporal y de infalible lealtad.

Yunho lo amaba muchísimo, algunas veces estaba seguro de que su corazón se abriría resquebrajándose por el pecho.

—No deberías estar aquí —le dijo—. No es sano para ti hurgar en estos recuerdos.

—Eso es todo lo que me queda de él. Un recuerdo de mis errores.

Él tomó la espada de sus manos y la colgó de regreso en su lugar de honor.

—No todos los errores de nuestra gente son tuyos.

—Nuestros hijos han muerto y no hay allí ninguna culpa excepto la mía —dijo Changmin.

—Sunny todavía vive. Y Jessica.

Changmin apretó la mandíbula.

—No. Jessica está muerta. Sólo es su cuerpo el que está vivo.

Yunho no estaba de acuerdo, pero ahora no era momento para ese viejo argumento. Ambos lo sabían demasiado bien.

—¿Y qué hay de Sunny? Ella ha vuelto a casa con nosotros. A salvo.

—¿Por cuánto tiempo? —preguntó Changmin mirando al fuego.

—El muro está siendo levantado tan rápido como podemos arreglarlo.

La rabia estiró su llena boca y Yunho no pudo recordar la última vez que lo había visto sonreír.

—El muro no la ha protegido antes. No lo hará ahora, nadie más que tú o yo podemos hacerlo. Su abducción lo probó más allá de toda duda.

—La esperanza no se ha perdido. ¿No lo ves?

Changmin se levantó y se giró.

—¿Crees que sólo porque unas pocas parejas Suju han atravesado nuestras puertas todo irá bien? ¿Realmente eres tan estúpido?

El afilado comentario le hirió, pero aceptó el dolor sin quejarse, perdonándolo por ello incluso cuando había dejado su boca. Él sabía bajo cuanta presión estaba. No era él mismo —no el mismo hombre al que había crecido amando a lo largo de los años, aunque no pudiera amarlo menos, incluso si lo intentaba.

—Creo —dijo él cuidadosamente—, que las cosas están cambiando para mejor. Prefiero vivir en esperanza que morir en la desesperación —tomó una profunda respiración, acorazándose a sí mismo para la reacción que sabía tendría ante sus próximas palabras—. Lo cual es por lo que voy a permitir a Kevin que intente restaurar mi fertilidad. Él piensa que tiene una cura.

Su cuerpo se tensó y sólo sus ojos se movieron. Estos se entrecerraron peligrosamente, hirviendo con una emoción demasiado fuerte como para nombrarla. Yunho extendió la mano por la conexión de la luceria que los vinculaba, buscando sentir lo que iba más allá de aquellos ojos, pero encontró un duro muro.

Changmin le estaba bloqueando. Rechazándole.

Yunho encajó la sorpresa. El nunca, ni una sola vez, le había rechazado de ese modo. Ni siquiera cuando estaba enfadado. Claro, él había sentido el repliegue de sus emociones y filtrar las cosas que no quería que sintiese, pero nunca se había negado a él tan completamente, nunca ni una sola vez, le había cerrado la puerta de esta manera en su propia cara.

La furia y la soledad se estrellaron en él, pero se negó a rendirse.

—Sabía que mi decisión te molestaría, pero no tenía idea de cuánto.

—¿Molestarme? —respondió en un bajo tono de voz despectivo—. Tomaste una decisión como esa sin ni siquiera pedir mi opinión, ¿y crees que estoy simplemente molesto?

—Furioso, entonces. Si no me dejas entrar en tus pensamientos, no seré capaz de decirlo, ¿no crees?

Changmin ignoró su insulto y sus puños se cerraron en su pantalón, arrugando la delicada tela.

—No daré a luz a otro niño. Ni siquiera por ti.

—Tampoco te he preguntado. Conozco tus sentimientos sobre ese tema.

—¿Y todavía permitirás que Kevin te cure?

—Sí, de ese modo descubrirá cómo curar a los otros hombres. Tú puedes no querer niños, pero ¿qué hay de las otras parejas que tenemos con nosotros?

—Asumo que ninguno querrá ver a sus hijos masacrados como yo tuve que ver a los míos. Les estás haciendo un favor rechazando a Kevin —dijo Changmin.

Yunho respiró profundamente, buscando paciencia. El profundo dolor de Changmin por la muerte de sus hijos no conocía límites. No había sanado como era natural, como él había sanado. Su pena no se había diluido durante décadas. De alguna manera, todo el miedo, la cólera y la pérdida habían ulcerado el interior de Changmin, volviéndose más grande y más oscuro con el paso del tiempo.

Debería haberse dado cuenta antes. Debería haber procurado ayudarlo antes, pero no lo había hecho y ahora temía que esa aflicción que sufría fuera demasiado amplia y profunda para ser curada.

Excepto, posiblemente, por el nacimiento de otro niño. Uno que protegerían y mantendrían a salvo de daño. Uno que salvaría a su appa de la pena.

El alma de Yunho se dolía por sostener un bebé en sus brazos, por oír el sonido de su risa y sentir el orgullo de verlo crecer fuerte, valiente y amable. Apreciaba a todos sus hijos, incluso a aquellos que habían hecho pobres elecciones. Los extrañaba, y siempre había un vacío en su corazón por no poder sostenerlos y hablarles, pero ese vacío no le había destruido. Eso no le había arrancado su voluntad de vivir o su habilidad para ver la alegría que les rodeaba. Esto no había deslustrado el orgullo que tenía al trabajar para mantener a tantos humanos a salvo.

—No voy a volverle la espalda a mis responsabilidades —dijo Yunho, refiriéndose a más que sólo sus responsabilidades para sus hombres.

Changmin también lo necesitaba, aunque dudaba que estuviese de acuerdo.

—No, en vez de eso, me estás volviendo la espalda a mí.

Él se estiró hacia Changmin, pero éste le evitó, y dejó que su mano cayera a un lado.

—Eso nunca, amor. Tú eres ahora y has sido siempre el centro de mi mundo. Haría cualquier cosa por ti.

—¿Cualquier cosa excepto decirle que no a Kevin? —Sus manos se aflojaron y su rostro mostró impasibilidad—. Hazlo. No te detendré, pero entiende esto: mientras haya la más leve posibilidad de que seas fértil, no permitiré que te vayas a la cama conmigo.

Yunho casi se rió ante la absurda declaración hasta que vio el destello de letal hostilidad brillando en sus ojos. La risa que burbujeaba en su interior murió y apretó los labios para callar otro desastrado sonido.

—Eso es lo que dices. Hemos hecho el amor durante más días que siglos, sin permitir que nada se interponga entre nosotros. ¿Cómo puedes siquiera decir eso?

—No traeré otro niño a este mundo.

—¿Ni siquiera si es lo que yo quiero?

Changmin le dedicó una llana mirada.

—Te amo. He intentado darte todo lo que quieres, pero esto no puede negociarse. No te amo lo bastante para ver morir a otro de mis hijos.

—No seremos capaces de resistirnos el uno al otro —le dijo Yunho con completa confianza.

—Para evitar la muerte de otro niño, lo haré. Créeme.

Yunho no dudaba de su sinceridad, pero ya no podía dar marcha atrás. Tenía que encontrar una manera de curarlos a todos ellos, traer los niños de vuelta a sus vidas.

—Tengo que hacerlo, Changmin. Los hombres me necesitan. Pero si insistes, podemos utilizar los métodos humanos de anticoncepción.

—No —la palabra fue llana, final y sucia—. Si haces eso, no me tocarás.

Una pesada sensación de derrota cayó sobre Yunho, haciéndolo sentirse viejo y cansado. Él y Changmin había atravesado mucho y siempre habían salido al otro lado más fuertes y más cercanos que antes. Esta vez, por primera vez, Yunho se cuestionaba esa posibilidad.

Le había cerrado sus pensamientos. Nunca antes había hecho eso. Nunca le había vuelto la espalda.

Yunho no podía quedarse allí y mirarle de esa manera, incapaz de encontrar una manera de ayudarle y poco dispuesto a darle lo que Changmin pensaba que quería. Tenía que actuar con su conciencia y rogar que, finalmente, viese que era lo correcto. Era lo único que podía hacer.

Se volvió, dejando la Sala de los Caídos y a Changmin tras él.

Cuando el sordo ruido de sus botas hizo eco a lo largo del corredor, Yunho sufrió en silenciosa frustración. Tenía que hacerlo. Tenía que dar a su gente esperanza de algún tipo de futuro. Si los cálculos de Kevin eran erróneos y las posibilidades de cura no eran buenas, Yunho sería el único que sufriría.

Y si esto tenía éxito, esas paredes resonarían otra vez con el sonido de felicidad de los niños. Niños Suju.

Yunho se llenó con un renovado sentido de propósito. Iba a ayudar a sus hombres.

Si alguna vez tenía otro niño, se juró que haría lo que fuera necesario para ver que sus hombres también los tuvieran. Reconstruirían sus filas y la esperanza se restauraría. No permitiría ningún resultado menor.

Changmin estaba herido ahora mismo. Débil por sus esfuerzos de restaurar la pared. Por supuesto, reaccionaría mal a una petición tan sensible. Difícilmente era culpa suya que sufriera así, y lo perdonaría. Infiernos, ya lo había hecho. Pero eso no quería decir que fuera a dejar que continuara destruyéndose a sí mismo.

Todavía no lo habían hecho. No por un largo disparo. Changmin lo había callado, pero Yunho se negaba a quedarse de brazos cruzados. Su esposo estaba demasiado herido para que él lo hiciera. Se diera cuenta o no, le necesitaba y si eso significaba que tendría que engañarlo, entonces eso es lo que haría. Su pareja era obstinado, y algunas veces, la única manera de conseguir entrar en esa dura cabeza suya era a fuerza de voluntad — del tipo de fuerza de la que un hombre como Yunho estaba más que equipado.

Lo seduciría. No sería capaz de resistirse a él. Nunca lo había hecho.

Y una vez su hijo creciera dentro de su cuerpo, encontraría de nuevo la felicidad. Se ablandaría y vería que sólo quería lo mejor para él —lo mejor para todos ellos.



Changmin observó salir a Yunho, manteniendo las rodillas cerradas hasta que estuvo
finalmente fuera de la vista. Cuando la puerta de madera tallada se cerró de golpe, se dejó caer al suelo. Su cuerpo estaba débil y e inútil, pero se aseguró que la barrera que había puesto entre ellos estaba todavía a salvo en su lugar.

Las lágrimas mojaban sus mejillas, pero las ignoró. Estaba demasiado débil para contenerlas, demasiado cansado para que le importara que alguien las viese o no.

Físicamente, la tensión de usar tanta magia día tras día le estaba pasando factura. Su cuerpo temblaba, apenas capaz de mantener el esfuerzo de moverse como si nada ocurriera. Mentalmente, estaba hecho pedazos. Bloquear a Yunho le había tomado hasta la última de sus reservas, y sólo podía esperar que esa barrera se mantuviese a salvo en el lugar hasta que la pared estuviese restaurada y tuviera una oportunidad para descansar.

Pero no tenía elección. Esa barrera había sido necesaria.

Changmin no podía dejar que Yunho descubriera la verdad. No eran los Sasaengs quienes habían robado a Yunho su habilidad de tener hijos. Había sido Changmin. El había esterilizado a todos los hombres Suju en un arrebato de rabia y pena la noche en que su hijo más joven murió.

De pie sobre el sangriento parche de hierba que había sido la única cosa que quedó de su hijo, supo que nunca podría ver morir a otro niño. Y la única manera de asegurarse era que nunca tuviese otro niño.

No había querido utilizar su magia más allá de Yunho. No había querido hacerlo cuando puso tanto poder en el hechizo, causando que este se extendiera y esterilizara a todos los hombres, asegurándose que él no pudiera concebir por ninguno de ellos. No había querido permitir que su pena se vinculara con ese poder, dándole bastante fuerza para hacerlo irreversible. Al menos para él.

Quizás Kevin había encontrado una manera donde él no había podido.

Pero había privado a los hombres de algo tan fundamental que no se había parado a pensar en si importaba o no.

Si Yunho alguna vez averiguaba lo que él había hecho —si alguno de los hombres lo hacía— estaba seguro de que lo odiarían y lo rechazarían. O peor. Lo desterrarían. Enviándolo a los Cazadores igual que un hombre cuya marca de vida había muerto, dejando que esas bestias hicieran con él lo que quisieran.

La muerte vendría, pero no rápidamente. Changmin había oído las historias de que los Cazadores tenían parejas prisioneras.

No podía dejar que eso le sucediera. Más importante, no podía dejar que eso le sucediera a Yunho.

Sus destinos estaban unidos juntos. Si él moría, Yunho moriría con él, y Changmin le amaba demasiado para dejarle ser testigo de su violación y asesinato. Sería más amable terminando con su propia vida o matándole incluso a él primero, antes de tener que vivir a través de eso, indefenso para evitarlo.

Changmin se cubrió la cara con las manos, deseando haber hecho cosas diferentes.

Desearlo no cambiaba nada. Por supuesto, ninguno tenía décadas de invertir toda su fuerza para encontrar una manera de revertir la magia que había creado. Nada de lo que había hecho había ayudado. Cuanto más tiempo permanecían estériles los hombres, más fuerte parecía hacerse la magia. Había intentado todo lo que sabía, salvo el contarle a alguien lo que había hecho.

Quizás era tiempo de confesar, o al menos decirle a Kevin que lo había hecho. Tanto había protegido su secreto, constantemente preocupado de que uno de los Zea lo hubiese descubierto. Se había negado a dejar que nadie excepto Hyungsik se alimentara de él, y sólo cuando era vital. Yunho, con más probabilidad, le daría su propia sangre que permitir que le tocaran, y Changmin había aceptado su protección, sabiendo que inadvertidamente ocultaba su secreto con su bondad.

Yunho era un hombre demasiado bueno para él. Changmin lo sabía, pero eso no cambiaba nada. No iba a dejarle ir, incluso si había cientos de parejas compatibles esperando en fila.

Y no iba a dejarle morir con él. La posibilidad de que Kevin pudiera encontrar una manera de revertir su magia era demasiado arriesgada.

Perder a Jessica casi lo había matado. El que Sunny se negara a hablarle era igual que morir un poco cada día. El tiempo no había borrado el dolor que el rechazo de su última hija viva le causaba.

Pero Changmin se merecía lo que tenía. Todo ello. Era su culpa que ninguno de los hombres pudiera tener hijos, como lo era el que su niña nunca se convirtiera en una mujer.

Changmin se quedó mirando el fuego mientras esperaba que las lágrimas dejaran de caer, mientras esperaba que el temblor en sus miembros cesase lo suficiente para permitirle ponerse en pie.

Ahora estaba solo. Sus errores habían matado a todos aquellos a los que amaba y había ahuyentado al resto. Todo lo que quedaba de él era pena y desconsuelo, y ninguna de ellas iba a ayudarlo a ponerse en pie. Estaba solo en esto. Era hora de endurecerse.



Sungmin dejó la gigante ducha antes de que Kyuhyun pudiera distraerl con su delicioso cuerpo. Una mirada a su erección rebotando contra su musculoso abdomen y todo lo que quería hacer era arrodillarse y succionarlo en la boca, sintiéndolo explotar contra su lengua.

Lamentablemente, eso no iba a conseguir acercarlo a confesar sobre la bomba que había en su camioneta, así que mantuvo los ojos en su barbilla, consiguiendo lavarse y secarse tan rápidamente como pudo.

Apenas acababa de vestirse cuando él entró en la habitación, llevando sólo una húmeda toalla alrededor de sus estrechas caderas. Su erección había disminuido y se encontró preguntándose si se habría encargado de sí mismo sin él antes de salir de la ducha.

La extraña sensación de resentimiento enderezó su columna y dejó que la sensación resbalase. Si él iba a correrse, quería ser el único que se lo provocara.

—Si no dejas de mirarme fijamente, no voy a caber en mis vaqueros —le dijo él.

Sungmin mantuvo los ojos cerrados y volvió corriendo al baño a por su cepillo para el pelo. Cuando salió, Kyuhyun estaba vestido, sentado sobre la orilla de la cama, poniéndose las pesadas botas.

—Pensé que podríamos salir e intentar algunas cosas para ver cómo manejas mí poder —dijo él.

—Hay algo que tengo que decirte primero. —Su voz tembló con aprensión y los ojos de Kyuhyun ascendieron de golpe a su rostro, entrecerrándose en preocupación.

—Puedes decirme lo que quieras, cariño. No hay necesidad de tener miedo. — Palmeó la cama junto a él, pero Sungmin sabía que si se acercaba, perdería los nervios.

Sungmin empezó a pasearse, manteniéndose al alcance de un brazo.

—Ya sabes que fui criado para no confiar en vosotros, ¿verdad?

—Sí.

—Y que realmente creía que erais los tipos malos.

—Lo cual es por lo que has seguido huyendo.

—Correcto —dijo.

—Lo entiendo, cariño. No voy a utilizar eso contra ti. Puedes relajarte.

Quizás no utilizara su educación contra él, pero ¿cómo se iba a tomar su plan para hacerle volar por los aires?

—No soy yo solo, Kyuhyun. Un montón de gente piensa que vosotros sois los tipos malos.

—Te refieres a los Defensores.

El asintió.

—Mi mamá era muy cercana a ellos.

Kyuhyun se encogió de hombros, atrayendo sus ojos por la impresionante anchura de sus hombros. El impulso de pasarle los dedos por su lisa piel y los músculos que había debajo le hacían agua la boca, pero lo resistió. Tenía que pasar por eso.

—Tampoco diría exactamente que soy cercano a ellos. Aunque pensé que eran decentes, agradables de un modo sentimental, pero hacia el final, antes de que me encontraras…

Kyuhyun se puso en pie y dio un paso hacia ellos. Sungmin alzó las manos, diciéndole que se mantuviese atrás.

Sus ojos se entrecerraron.

—¿Hacia el final, qué, Sungmin?

Sungmin, no cariño. Eso no era buen augurio.

—Estaba desesperado. No tenía dinero. No podía encontrar trabajo. Conseguir un número de la seguridad social falso se ha hecho mucho más difícil recientemente, y no tenía ninguna clase de efectivo para granjearme una nueva identidad.

—Deberías haberme llamado —dijo Kyuhyun—. Odio la idea de que hayas sufrido de ese modo.

Sungmin le dedicó una avergonzada sonrisa.

—Sí, bueno, tú eras precisamente la razón por la que necesitaba una nueva identidad en primer lugar. Estaba bastante seguro de que serías capaz de rastrearme.

—Lo intenté. No fuiste fácil de encontrar.

Ellos le habían borrado las pistas.

—De todas formas, estaba desesperado, así que fui a buscar a esos tíos con los que solía quedarse mi madre cuando las cosas iban mal.

—Los Defensores —sugirió Kyuhyun.

—Sí. Me acogieron como si fuera una de los suyos. Su líder, Hong Jack, incluso me recordaba de cuando era niño. —Y él también le recordaba.

—Me alegro de que tuvieras un lugar a donde ir.

—No vas a alegrarte cuando oigas el resto.


Kyuhyun dio otro paso hacia él, esa vez ignorando su deseo de ayudarlo en la distancia. Cubrió sus hombros con las manos, y resbaló sus manos por los brazos. El toque de su piel en la de él hacía que le diera vueltas la cabeza, y lo envolvía en un capullo de comodidad.

Tío, iba a extrañar eso. No había forma de que fuera a tocarlo de esa forma cuando oyera la verdad.

—Mientras que hayas estado a salvo, estaré bien. Acaba tu historia.

—No es una historia. Es una explicación. Quiero que entiendas por qué hice lo que hice.

—¿Y qué hiciste?

—Todavía no. Déjame acabar.

Kyuhyun asintió y Sungmin tomó una respiración para ganar fuerza.

—Los Defensores me dieron un trabajo en ese bar. Me dieron un lugar para dormir. Me alimentaron. Me prometieron que no dejarían que me encontraras.

Su mandíbula se endureció entonces, y un brillo de rabia iluminó sus ojos.

—Ninguno de ellos me habría detenido. Lo sabes, ¿verdad?

Sungmin tragó un repentino nudo de nerviosismo.

—Me alegro que no llegásemos a eso, para ser honestos. Esos hombres no eran malos tipos.

—No hubiese sido diferente si fueran santos si intentaban evitar que te encontrara.

—Bueno, no tuvieron oportunidad. En vez de eso, nosotros… elaboramos un plan.

Los dedos de Kyuhyun se apretaron ligeramente alrededor de sus brazos y su voz se endureció.

—¿Qué tipo de plan?

Sungmin no podía mirarle a los ojos. Estaba tan avergonzado de lo que había hecho.

—No es agradable, Kyuhyun.

—Sólo. Dímelo.

Era hora de afrontarlo.

Sungmin alzó la barbilla, enderezó los hombros y lo miró directamente a los ojos.

—Los Defensores habían intentado encontrar vuestra casa durante mucho tiempo. Cuando supieron que me estabas buscando, me dijeron que yo haría de gran cebo. Estuve de acuerdo.

—Así que querías que te encontrara. Ya lo sé —dijo Kyuhyun.

—Sí. Eso es por lo que llamé a Leeteuk. Estaba seguro que le habían lavado el cerebro. Sabía que él te diría dónde estaba yo.

—Así que, ¿esa noche tu llamada y el que sonaras tan asustado…?

—Era un truco. Sabía que vendrías si pensabas que estaba en problemas, aunque, al mismo tiempo, pensé que era por que querías tener el placer de matarme tú mismo.

Su mandíbula se apretó con rabia; su garganta trabajó como si estuviese intentando tragarse sus palabras. Una vena palpitaba en su sien.

Sungmin se estaba quedando sin tiempo para acabar su confesión. Tenía que conseguir soltarlo todo antes de que Kyuhyun pudiese ser bueno y estar cabreado todo al mismo tiempo. No estaba seguro de tener las agallas para enfrentarlo de esa manera otra vez.

—Así que te llamé. Viniste, justo como planeamos. Se suponía que te llevaría en mi coche y nos dirigiríamos aquí, pero mi coche se averió.

Una mirada de mortal sospecha cruzó su cara. Sungmin estaba seguro de que esa era la mirada que vio el Sasaeng justo antes de que lo partiera a la mitad.

—¿Por qué tu coche?

—Porque era donde estaban los explosivos. Tengo una camioneta de C-4 y los Defensores me enseñaron cómo utilizarlos. —Se negó a estremecerse—. Fui enviado aquí para volar éste lugar, junto con todo lo que hubiera en él.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...