Kyuhyun observó con ojos entornados a Sungmin
mientras lo acompañaba al Rolls-Royce negro que los estaba esperando frente a
la puerta del hospital. No estaba fingiendo la amnesia. A pesar de su
incredulidad inicial, Kyuhyun ya no tenía dudas. Sungmin no tenía ni idea de quién
era o de lo que había hecho. Y estaba embarazado de él. Eso lo cambiaba todo.
Lo ayudó a entrar en el coche con
delicadeza. No tenía equipaje. Uno de sus hombres había llevado el destrozado
Aston Martin al taller mientras el otro se había ocupado del asunto del buzón. Sungmin
llevaba puesto la misma ropa que había llevado al entierro de su padrastro el
día anterior.
No llevaba maquillaje. Eso le daba un
aspecto diferente. Kyuhyun jamás lo había visto sin brillo labial, aunque con
su delicada piel, gruesos labios y brillantes ojos negros, no lo necesitaba
para conseguir que todos los hombres, cualquiera que fuera su edad, se
volvieran para mirarlo en la calle. Cuando Sungmin se giró y lo miró, sonriendo
dulcemente, Kyuhyun tuvo que reconocer que distaba mucho de ser inmune a sus
encantos.
—¿Adónde vamos? —le preguntó—. No me
lo has dicho.
—A casa —replicó él mientras lo hacía
entrar en el coche y cerraba la puerta.
A él, el modo en el que reaccionaba su
cuerpo le resultaba irritante… y turbador a la vez. No le gustaba. Lo odiaba.
Cuando la vio por primera vez en el hospital, Sungmin tenía un aspecto pálido y
enfermo que distaba mucho del vivaz y voluptuoso joven que él recordaba.
Dormido tenía un aspecto inocente,
mucho más joven de los veinticinco años que tenía. Parecía muy menudo. Frágil.
Kyuhyun había ido a Londres para
destrozar su vida. Llevaba tres meses soñándolo. Sin embargo, ¿cómo podía
vengarse de él si Sungmin no sólo no recordaba lo que le había hecho sino que,
además, estaba embarazado?
Apretó los puños y se dirigió hacia el
otro lado del coche. Aunque sólo estaban en septiembre, el verano parecía haber
abandonado repentinamente la ciudad. En el cielo, había unas nubes bajas y
grises y caía una pertinaz lluvia. Se montó a su lado y Sungmin,
inmediatamente, se volvió para seguir preguntándole:
—¿Dónde está nuestra casa?
—Mi casa está en… Seul —dijo mientras
cerraba la puerta.
—¿En Seul? —preguntó él, boquiabierto.
—Allí es donde yo vivo y tengo que
cuidarte. Me lo ha ordenado el médico —añadió, con una tensa sonrisa.
—¿Y yo vivo allí contigo?
—No.
—¿No vivimos juntos?
—A ti te gusta viajar —respondió él
con ironía.
—Entonces, ¿dónde está mi ropa? ¿Y mi
pasaporte?
—Seguramente en la finca de tu
padrastro. Mis empleados recogerán tus cosas y se reunirán con nosotros en el
aeropuerto.
—Pero… Yo quiero ver mi casa. El hogar
de mi infancia. ¿Dónde está?
—La finca de tu padrastro está en
Buckinghamshire, según creo. Sin embargo, no creo que ir allí de visita te vaya
a ayudar. Pasaste allí una noche antes del entierro. Pero hace mucho tiempo que
ese lugar no es tu hogar.
—Por favor, Kyuhyun. Quiero ver mi
casa…
Él frunció el ceño y contempló el
suplicante rostro de Sungmin. Parecía haber cambiado mucho. Su amante de antaño
jamás le habría suplicado nada. De hecho, ni siquiera lo recordaba pronunciando
la palabra «por favor». Excepto…
Excepto la primera noche que se lo
llevó a su cama, cuando, tras derribar todas sus defensas, Kyuhyun descubrió
que el joven más deseado del mundo era, en contra de todo lo esperado, virgen.
Mientras lo penetraba, Sungmin lo miró con una callada súplica en los ojos y él
pensó… casi pensó…
Apartó aquel recuerdo violentamente.
No pensaría cómo había sido el pasado con él. No pensaría en cómo Sungmin había
estado a punto de hacerle perder todo, incluso la cabeza.
—Muy bien, te llevaré a tu casa, pero
solo para recoger tus cosas. No podemos quedarnos.
El encantador rostro de Sungmin se
iluminó. Parecía tener muchos menos años sin maquillaje.
—Gracias.
Otra palabra que jamás le había
escuchado antes.
Se reclinó en los suaves asientos de
cuero beige del coche mientras el chófer atravesaba la ciudad para dirigirse al
norte del país. Observó la lluvia durante un rato y luego cerró los ojos. Se
sentía tenso y cansado por el ajetreo de los últimos dos días.
Sungmin embarazado.
Aún no se lo podía creer. No era de
extrañar que se hubiera estrellado con el coche. Sólo pensar que iba a perder
su figura y que no iba a poder ponerse todos los modelos de diseño que poseía
debía de haberlo desquiciado. Meses enteros sin poder beber champán, sin
trasnochar con todos sus ricos, guapos y superficiales amigos. Sungmin
seguramente debió de sentirse furioso.
Kyuhyun no le confiaría el cuidado de
una planta, y mucho menos el de un niño. Ni siquiera parecía tener instinto paternal.
No podría querer a un niño. Era la persona menos cariñosa que Kyuhyun había
conocido nunca.
Lentamente, abrió los ojos. Hacía poco
más o menos una hora que sabía lo del niño, pero estaba completamente seguro de
una cosa. Tenía que protegerlo.
—Entonces, no vivo en Inglaterra —dijo
Sungmin, de repente. Al mirarlo, Kyuhyun vio que tenía un aspecto triste y
abatido—. ¿No tengo casa?
—Vives en hoteles —respondió,
fríamente—. Ya te lo he dicho. Viajas constantemente.
—Entonces, ¿cómo consigo tener
trabajo?
—No tienes trabajo. Te pasas los días
comprando y asistiendo a fiestas por todo el mundo. Eres un heredero. Un joven bello
y famoso.
—Estás bromeando…
—No —dijo él, sin entrar en detalles.
No podía explicarle cómo sus disolutos amigos y él se pasaban el tiempo
viajando, bebiéndose todas las bebidas de cada hotel de lujo en el que se
alojaban antes de pasar al siguiente. Si lo hubiera hecho. Sungmin podría haber
notado el desprecio en su voz y cuestionar así la naturaleza de sus verdaderos
sentimientos.
¿Cómo era posible que lo hubiera
atrapado en sus redes un joven como él? ¿Qué locura se había apoderado de él
para terminar convirtiéndose en su esclavo? ¿Cómo podía asegurarse de que su
hijo jamás se viera descuidado, herido o abandonado por Sungmin después de que
recuperara su memoria?
De repente, se le ocurrió un nuevo pensamiento.
Si no podía recordarlo a él, si no
podía recordar quién era ni lo que había hecho, eso significaba que no tenía ni
idea de lo que estaba a punto de venírsele encima. No tendría defensa alguna.
Una lenta sonrisa le frunció los
labios. Preparó un nuevo plan. Se lo quitaría todo, incluso el hijo que llevaba
en las entrañas. Y ni siquiera lo vería venir.
—Entonces, vine aquí para el entierro
de mi padrastro —dijo Sungmin suavemente—, pero no soy británico.
—Tu madre lo era, según creo. Los dos
regresasteis a Inglaterra hace algunos años.
—¡Mi madre! —exclamó él más contento.
—Murió —le informó él secamente.
Entonces, recordó que se suponía que estaba enamorado de él. Tenía que
hacérselo creer si quería que su plan tuviera éxito—. Lo siento mucho, Sungmin,
pero, por lo que yo sé, no tienes familia.
—Oh…
Lo tomó entre sus brazos y lo estrechó
con fuerza contra su pecho.
Le dio un beso en la parte superior de
la cabeza. A pesar de su estancia en el hospital, el cabello le olía a vainilla
y azúcar, los aromas que siempre asociaría con él. El olor hizo que el cuerpo
se le tensara inmediatamente de deseo.
No entendía por qué no podía dejar de
desearlo después de todo lo que Sungmin le había hecho. Había estado a punto de
arruinarlo, ¿cómo era posible que su cuerpo aún siguiera anhelando su contacto?
¿Acaso era un hombre sin honor ni orgullo? Claro que los tenía, pero el modo
como Sungmin tenía de actuar, incluso comportándose de un modo tan inocente, lo
atraía como si fuera una llama. Recordó la fiera pasión que ardía dentro de Sungmin
y que él era el único hombre que lo había saboreado…
«¡No!». No pensaría en él en la cama.
No lo desearía. Demostraría que tenía control sobre su cuerpo.
Sungmin agarró con fuerza la manga de Kyuhyun
y apretó el rostro contra la impoluta camisa.
—No tengo a nadie —susurró—. Ni
padres. Ni hermanos. A nadie.
Kyuhyun lo miró y le hizo levantar la
barbilla para poder ver cómo las lágrimas llenaban aquellos maravillosos ojos negros.
—Me tienes a mí.
Sungmin tragó saliva y examinó el rostro
de Kyuhyun como si estuviera tratando de encontrar sentimientos detrás de la
expresión de su rostro.
Él trató de reflejar preocupación y
admiración, amor por él, sin sentir realmente nada de ello.
Sungmin suspiró. Entonces, una suave
sonrisa se le dibujó en los labios.
—Y a nuestro hijo —dijo.
Kyuhyun asintió. Efectivamente, su
hijo era la razón por la que tenía que asegurarse que el control que ejercía
sobre Sungmin fuera absoluto. La razón por la que tenía que conseguir que
creyera que sentía algo hacia él.
No era diferente de lo que, en una
ocasión, Sungmin le había hecho a él.
Conseguiría que creyera que podía
confiar en él. Haría que aceptara casarse con él. Y entonces…
En el momento en el que estuvieran
casados, la finalidad de su vida sería conseguir que recordara la verdad.
Estaría a su lado cuando Sungmin por fin rememorara todo. Contemplaría cómo la
sorpresa se apoderaba de su rostro. Entonces, lo aplastaría. La venganza
consiguió alegrar su corazón.
«No se trata de venganza, sino de
justicia», se dijo.
Se inclinó hacia delante y lo estrechó
con fuerza en el asiento trasero del Rolls-Royce.
—Sungmin —dijo, enmarcándole el rostro
entre las manos—. Quiero que te cases conmigo.
¿Casarse con él?
«Sí», pensó Sungmin mientras observaba
extasiado el hermoso rostro de Kyuhyun. Al sentir cómo las fuertes manos de él
acariciaban la suavidad de su piel, experimentó una calidez que le llegó hasta el
pecho y más allá.
¿Cómo podía ser un hombre tan
masculino, tan guapo y tan poderoso al mismo tiempo? Kyuhyun representaba todo
lo que su vacía y asustada alma podía desear. Él lo protegería. Lo amaría.
Haría que su vida fuera completa.
«Sí, sí, sí».
Sin embargo, cuando estaba a punto de
pronunciar las palabras, algo se lo impidió. Algo que no podía comprender le
hizo apartar el rostro de las caricias de Kyuhyun.
—¿Casarme contigo? —preguntó mirándolo
a los ojos. Sintió que los latidos del corazón se le aceleraban—. Si ni siquiera
te conozco.
Kyuhyun parpadeó. Sungmin comprobó que
él estaba sorprendido. Entonces, frunció el ceño.
—Me conociste lo suficientemente bien
como para concebir a mi hijo.
Sungmin tragó saliva.
—Pero no me acuerdo de ti. No sería
justo casarme contigo. No estaría bien.
—Yo me crié sin padre. No tengo
intención de que mi hijo tenga que soportar eso. Daré un apellido a nuestro
hijo. No puedes negármelo.
¿Negárselo? ¿Cómo podía alguien negarle algo a
Cho Kyuhyun?
«Sin embargo, no me parece bien».
Respiró profundamente y apartó la
mirada. Miró por la ventanilla y comprobó que habían dejado atrás las afueras
de Londres para adentrarse en la dulce y verde campiña.
—Sungmin…
Miró a Kyuhyun. Era tan guapo y tan
poderoso… Su gesto indicaba que estaba claramente decidido a salirse con la suya,
pero algo en su interior lo obligaba a resistirse.
—Gracias por pedirme que me case
contigo —dijo—. Es muy amable por tu parte, pero aún faltan meses para que
nazca mi niño…
—Nuestro niño.
—Y yo no puedo convertirme en tu esposo
cuando ni siquiera me acuerdo de ti.
—Ya veremos.
El silencio se apoderó de ellos
durante lo que restaba de viaje. Por fin, el coche se apartó de la carretera y
tomó un sendero. Sungmin vio por fin una mansión situada en la base de las
colinas, cuya silueta se reflejaba en un amplio lago.
—¿Es ésa la casa de mi padrastro?
—Sí.
El coche fue avanzando por los
jardines de la casa hasta que, por fin, se detuvo en la entrada. Sungmin
contuvo el aliento y estiró el cuello para poder verla bien. No se creía lo que
veía.
—¿Y yo he vivido aquí?
—Sí. Y ahora es tuya, junto con una
gran fortuna.
—¿Y cómo lo sabes tú?
—Tú te enteraste ayer, cuando
asististe a la lectura del testamento.
—¿Pero cómo lo sabes tú? —insistió él.
—Me aseguraré de que recibes una copia
del testamento. Vamos —dijo, invitándolo a entrar en la casa. En el interior,
cinco sirvientes esperaban en el vestíbulo, acompañados por la que debía de ser
el ama de llaves.
—Oh, señorito Lee… —susurró la mujer
sollozando sobre el delantal—. Su padrastro lo quería mucho. ¡Se alegraría
tanto de ver que por fin regresa usted a casa!
¿Casa? Pero si no era su casa.
Aparentemente, llevaba años sin poner el pie en aquella casa.
—Era un buen hombre, ¿verdad?
—preguntó. Decidió cambiar de tema al ver el rostro entristecido del ama de
llaves.
—Sí que lo era, señorito. El mejor. Y
lo quería a usted como si fuera hijo suyo de verdad, aunque en realidad no lo
fuera. Se alegraría tanto de ver que por fin ha regresado después de tanto
tiempo…
—¿Tanto ha sido?
—Seis o siete años. El señor Lee
siempre lo invitaba a que viniera por Navidad, pero usted…
El ama de llaves interrumpió de nuevo
sus palabras y volvió a secarse una vez más las lágrimas con el delantal.
—Pero nunca lo hice, ¿verdad?
La anciana negó tristemente con la
cabeza.
Sungmin tragó saliva. Aparentemente,
había aceptado el dinero de su padrastro y había dejado que pagara sus facturas
mientras él se divertía por todo el mundo, pero ni siquiera había tenido la
amabilidad suficiente como para volver a visitarlo.
Y había muerto.
—Lo siento —susurró.
—Deje que lo acompañe a su habitación.
La encontrará exactamente igual que la dejó la última vez que estuvo aquí.
Poco después, en la oscuridad de su
dormitorio, seguido siempre por Kyuhyun, Sungmin apartó las cortinas y, al
volverse a ver su dormitorio, ahogó un grito de desolación. Todo era rojo y
negro. Moderno. Sexy. De mal gusto.
Siempre observado por Kyuhyun, examinó
el dormitorio, tratando desesperadamente de encontrar algo que le dijera lo que
necesitaba saber. Abrió las puertas del armario y deslizó las manos por las
prendas que colgaban de las perchas. La ropa era como la habitación. Ropa
apropiada para un joven que deseaba la atención de los demás y sabía cómo
mantenerla.
Se echó a temblar.
Abrió más puertas y tocó cada artículo
ligeramente con las manos.
Zapatos de diseñador. Una bolsa de
Gucci. Una maleta de Louis Vuitton. Encontró su pasaporte y lo hojeó, buscando
respuestas que no encontró. Zanzíbar, Bombay, Ciudad del Cabo…
—Veo que no bromeabas —dijo—. Viajo
constantemente. En especial durante los últimos tres meses.
—Sí, lo se…
Sungmin echó el pasaporte en la maleta
junto a algunas de aquellas seductoras prendas y zapatos que le resultaban
completamente ajenos, como si pertenecieran a otra persona. Se apoyó contra la
cama y miró a su alrededor.
—Aquí no hay nada.
—Te lo dije.
Con desolación, recorrió la librería
con la mirada. Tenía revistas de moda, de hacía muchos años, y unos cuantos
volúmenes sobre etiqueta y encanto personal. Encima de éstos, había otro libro
cuyo título lo hundió por completo Cómo atrapar a un hombre.
—Nunca has tenido problema con eso
—comentó él.
Sungmin sintió que el corazón estaba a
punto de rompérsele al ver que Kyuhyun era capaz de hacer bromas. Agarró el
libro y se lo lanzó a él.
Kyuhyun lo atrapó sin dudar.
—Mira, Sungmin. No importa…
—Claro que importa. ¡Todas estas cosas
me dicen quién soy! —exclamó, señalando el armario—. Acabo de descubrir que era
la clase de joven al que sólo le preocupaban las apariencias, que no le hacía
ni caso a un padrastro que lo adoraba y que jamás se preocupaba por regresar a
casa en Navidad —añadió, con los ojos llenos de lágrimas—. Además, dejé que
muriera solo. ¿Cómo puedo haber sido tan cruel?
Lleno de desolación, tomó una
polvorienta fotografía. En ella, se veía a un hombre guiñando el ojo con
descaro, una hermosa mujer de cabello oscuro que reía de alegría y, entre ambos,
un niño regordete que sonreía a la cámara.
Sungmin miró a los adultos que
aparecían en la fotografía durante un largo tiempo, pero no pudo recordar nada.
Tenían que ser sus padres, pero no se acordaba de ellos. ¿Sería cierto que no
tenía alma?
—¿Qué has encontrado?
—Nada. No me ayuda —respondió,
arrojando la fotografía sobre la cama. Entonces, se cubrió el rostro con las
manos—. No me acuerdo de ellos. ¡No puedo!
Kyuhyun cruzó la habitación y lo
agarró por los hombros.
—Yo apenas conocí a mis padres, pero
eso no me ha hecho daño.
—No es sólo el pasado —susurró—. ¿Por
qué ibas tú a querer estar con una persona como yo, sin personalidad alguna y
sin corazón?
Kyuhyun no respondió.
—Ahora, es demasiado tarde —añadió—.
He perdido a mi único familiar. No tengo hogar.
—Tu hogar es el mío.
Sungmin lo miró, sin saber si podía
creerlo.
—Deja que te lo demuestre —añadió,
acariciándole lentamente los brazos.
Sungmin se enfrentó al impulso de
acercarse a él, de apretarse contra su pecho. Sacudió la cabeza y respiró
profundamente.
—No puedo.
—¿Por qué?
—¡No quiero que te cases conmigo por
pena!
Kyuhyun lo envolvió lentamente con los
brazos.
—Te aseguro que lo último que siento
por ti es pena.
Sungmin cerró los ojos y, muy a su
pesar, se inclinó hacia delante.
Ansiaba sentir más caricias. Quería
notar su calor, su tacto… Kyuhyun lo abrazó más estrechamente. Sungmin aspiró
el aroma que emanaba del cuerpo de él y la calidez que se desprendía de sus
ropas.
—Vente conmigo —susurró—. Vente
conmigo a Seul y conviértete en mi esposo.
Sungmin sintió la dureza del cuerpo de
Kyuhyun contra el suyo. Era mucho más alto que él, más poderoso. Le acarició
suavemente las caderas, recorriéndole la espalda.
Tragó saliva y se echó a temblar.
—No puedo marcharme así. Necesito
recuperar la memoria, Kyuhyun. No puedo dejarme llevar sin saber quién soy. No
me puedo casar con un desconocido, aunque tú seas el padre de mi hijo…
—En ese caso, te llevaré al lugar en
el que nos conocimos. Al lugar en el que empezó todo —susurró él sin dejar de
mirarle los labios—. Te mostraré el lugar en el que te besé por primera vez.
—¿Y cuál es?
—Venecia…
—Venecia —repitió. Sabía que debía
negarse. Sabía que debía quedarse en Londres y consultar al especialista que el
doctor Kim le había recomendado, pero no pudo pronunciar ni una palabra.
Permaneció atrapado en sus sueños
románticos. Atrapado en él.
Kyuhyun levantó una mano para
acariciarle suavemente el labio inferior con el pulgar.
—Ven a Venecia —dijo—. Te lo enseñaré
todo —añadió mientras le enmarcaba el rostro con las manos—. Y luego, te
casarás conmigo.
Aaaww....pobresito Sungmin,se iente solo,pero que bueno que no se quiere casar con Kyuhyun,en realidad no sabe para que lo quiere en verdad,y que se le niegue,le da tiempo para recuperar su memoria...aunque yo aun tengo mis dudas,.....no sé...no sé...Kyuhyun quiere venganza,quien me dice que Min no quiere lo mismo?
ResponderEliminarpero bueno,suponiendo que en verdad no recuerda nada,muy bien por kyu,porque de alguna manera quiere complacerlo y que recupere sus recuerdos...y es que este también es otro..la venganza..y ese bebé en camino debe ayudar..
waaaaaaaaaaaaaaa pobre Minn creo que este es el que estaba atrapado en su interior que lo cambio tanto?, Y SE CONVIERTIERA EN ESE min, cielos y Kyu solo quiere vengarse de el....Oh Yota gracias esta increible....
ResponderEliminarme da mucha pena sungmin al enterarce de la clase de persona que fue y ahora kyu con sus deseos de venganzas pero ete sungmin es distinto y espero que le sirva a apreciar a las personas y uidar de su hijo mil gracias por este hermosos kyumin ♥ y por el mp en verdad es un verdadero placer leerte .hasta pronto y exitos ♥
ResponderEliminarTengo curiosidad por saber como era Min en el pasado en realidad, por que se comportaba como lo hacia y que fue lo que hizo para lastimar a Kyu y que este lo deteste "tanto".
ResponderEliminarNo me gusta nada el plan de Ky8u, y en mi opinion se le van a voltear las cosas cuando menos se lo espere y se arrepentira.
Muchas gracias por la actu =)
uuuuuuuuuuuuuuuuhh kyu busca venganza! pero ahora el Sungmin que tiene al lado no es el Sungmin quien lo lastimo!! esto sera de mucho angst!! este Sungmin me da tanta tristeza porque no sabe en quien confiar y al estar embarazado se estresara y puede repercutir en el bebe!! y este Cho que solo busca lastimarlo!
ResponderEliminarMuchas gracias por el mp!! me encanto el cap!
Todo debe ser un enredo en la mente de SungMin, darse cuenta de lo vacía frívola que fue su vida, lo hace sufrir, además se siente solo y desamparado al no tener familia y por otro lado los sentimientos que tiene por KyuHyun lo confunden más, quiere estar con él, pero hay algo que no logra convencerlo de hacerlo.
ResponderEliminarSigo preguntándome que fue exactamente lo que hizo SungMin. KyuHyun no se va a rendir en sus nuevos planes, sin embargo es innegable que sigue sintiendo cosas por SungMin.
Gracias por el Mp. Bye ^^