Tras muchos años
de estar lleno hasta los topes, el invernadero había sido trasladado fuera de
la casa. Situado detrás de las cuadras, era un edificio rectangular con techo
de cristal, casi tan grande como la propia casa.
Kangin se quitó la chaqueta en cuanto
entró. El olor a flores, tierra y
fertilizantes era sofocante. Y no le resultaría fácil encontrar a su padre en
un sitio tan amplio, donde casi siempre había por lo menos media docena de
jardineros trabajando.
Pero finalmente localizó los rosales y a Kim
Shindong inclinado sobre los delicados pimpollos blancos que trasplantaba en
esos momentos. A un desconocido le
habría resultado difícil creer que ése fuera el marqués de SM, con la camisa
arremangada, los antebrazos cubiertos de tierra, algún terrón en la ropa —otra
camisa blanca estropeada— y una mancha de barro en la frente, adonde se había
llevado la mano distraídamente para enjugarse el sudor.
Shindong estaba tan absorto en su tarea,
que Kangin tuvo que carraspear varias veces para anunciar su presencia. Pero
cuando el grandullón se volvió por fin, su
atractivo rostro se iluminó con una sonrisa y dio la impresión de que se
proponía abrazar a su hijo.
Kangin retrocedió
un paso, alzó una mano y dijo con cara de susto:
—Si no te importa, acabo de bañarme.
Shindong se miró a
sí mismo y respondió:
—Comprendo. Pero me alegro mucho de
verte, hijo. Ya no vienes por aquí muy a
menudo.
—Y tú tampoco vas a Londres —replicó Kangin.
—Es verdad.
Shindong se encogió de hombros, se dirigió
hacia una bomba de agua y hundió los
brazos en la tina que había debajo, rodeada por docenas de regaderas. Las
flores más cercanas recibieron una cuota adicional de agua cuando sacudió las manos.
—Los negocios y las bodas son los únicos
motivos capaces de arrastrarme a una ciudad tan atestada de gente —añadió Shindong.
—A mí me gustan las multitudes —respondió Kangin.
Shindong soltó un gruñido.
—Como a la mayoría de los hombres de tu
edad, te encandilan las diversiones que puedes encontrar en la ciudad. En ese aspecto has salido a mis hermanos Hyukjae
y Siwon.
Esa observación encerraba una crítica, y a
pesar de su sutileza Kangin se alarmó.
—Pero ellos están casados —respondió con
fingido horror—. Caray, espero no haber caído en esa trampa sin darme cuenta.
—Sabes muy bien lo que he querido decir
—gruñó Shindong con expresión severa.
Lo mejor de ser hijo de aquel austero y
sobrio jefe de familia era que uno no tenía que refrenar el deseo de provocarlo
como el resto de los parientes. Kangin había aprendido de pequeño que pese a su
apariencia severa, su padre era mejor ladrador que mordedor, al menos cuando se
trataba de su hijo.
Kangin sonrió. Al fin y al cabo, todo el
mundo sabía que Kim Hyukjae y Kim Siwon habían sido los picaros más célebres de
Londres y que no habían sentado la cabeza hasta bien entrados los treinta.
—Claro que lo sé —respondió Kangin sin
perder la sonrisa—. Y cuando tenga la edad de tus hermanos, es probable que ya te
haya dado un par de nietos. Pero falta mucho para eso y mientras tanto me gusta
seguir sus pasos... sin crear los escándalos que los hicieron célebres, por
supuesto.
Shindong suspiró. Había sacado el tema que
le preocupaba y, como de costumbre, Kangin lo había eludido. De modo que se
concentró en los asuntos más inmediatos.
—Te esperaba ayer.
—Ayer viajé a Bridgewater. Tu mensajero
tuvo que seguirme hasta allí.
Casualmente llegó en el mismo momento que yo y no me dio tiempo ni para cenar antes
de salir hacia aquí.
—¿Bridgewater, eh? Conque te estás ocupando
de tus propiedades. Nadie lo hubiera dicho después de oír a Dongho. Recibí una carta de él donde decía
que llevaba una semana buscándote
infructuosamente. Dice que es un asunto urgente. Por eso te envié a buscar.
Kangin frunció la frente. Era cierto que
en los últimos días ni siquiera había abierto su correspondencia, pero estaban
en plena temporada festiva y las montañas de cartas lo amilanaban. De cualquier
modo, no le gustaba la idea de que Dongho se pusiera en contacto con Shindong al
menor problema. Las propiedades que administraba Bainsworth le habían sido
legadas a él y su padre ya no tenía relación con ellas.
—Puede que vaya siendo hora de que
contrate a una secretaria. Aunque, como bien sabes por experiencia, Dongho suele
hacer una montaña de un grano de arena. ¿Mencionó acaso el asunto que considera
tan urgente?
—Tiene que ver con una oferta para
comprar el molino, con cierta limitación de tiempo, y por eso está ansioso por encontrarte.
Kangin maldijo entre dientes.
—Tal vez sea hora de que contrate también
a otro administrador. El molino no está
en venta, y Dongho lo sabe.
—¿Ni siquiera por un buen precio?
—Ni siquiera por el doble de lo que vale
—respondió Kangin con énfasis— Ni por ningún otro motivo. No acepté hacerme
cargo de mis propiedades para venderlas sin más.
Shindong sonrió y le dio una palmada en la
espalda.
—Me alegra oír eso, muchacho. Para serte
franco cuando el administrador se dirigió a mí, pensé que estarías al tanto de
la oferta y no quise esperar a verte en la boda la semana entrante. Pero
después de esta pequeña charla, la próxima vez sabré a qué atenerme... Si hay
una próxima vez.
—No la habrá —le aseguró Kangin mientras
se dirigían a la salida.
—Y hablando de bodas...
Kangin rió.
—¿Hablábamos de bodas?
—Bueno, si no es así deberíamos hacerlo
—gruñó Shindong—. La boda de Taemin se celebrará dentro de cuatro días.
—¿Asistirá Shinyoung?
El hecho de que Kangin se refiriera a su
madrastra por su nombre de pila no era una falta de respeto hacia ella.
Sencillamente, siempre le había resultado difícil llamarla “madre” cuando
apenas la conocía.
Shindong se encogió de hombros.
—Nadie sabe lo que va a hacer mi esposa. Yo
al menos no lo sé —dijo con manifiesta indiferencia—. Pero, ¿sabes, hijo?, hace
unos días estaba pensando que mi hermano Zhoumi, pese a ser más joven que yo,
está a punto de casar a su tercer hijo, mientras que yo...
—Está a punto de casar a su tercer hijo
joven —se apresuró a aclarar Kangin, que sabía perfectamente adonde quería
llegar su padre—. Sus hijos varones aún no se han dejado atrapar. Y hay una
gran diferencia, pues los jóvenes se casan en cuanto acaban los estudios, pero
los hombres no.
Shindong suspiró, consciente de que había
perdido la batalla.
—Me pareció... bueno, algo injusto.
—Padre, tú sólo tienes un hijo. Estoy
seguro de que si hubieras tenido más, o algún hijo joven, ya habrías conseguido casarlos a todos. Pero no puedes
compararte con el tío Zhoumi, que tiene una prole de cinco.
—Ya lo sé.
Echaron a andar hacia la casa en silencio.
Y sólo cuando llegaron al comedor dispuesto para el desayuno, donde les
esperaban una variedad de platos calientes, la curiosidad de Kangin se impuso.
—¿De verdad te gustaría ser abuelo tan
pronto?
La pregunta sobresaltó a Shindong, pero
tras meditar unos segundos respondió:
—Pues sí, me gustaría mucho.
Kangin
sonrió.
—Muy bien. Lo tendré en cuenta.
—Excelente, pero... Bueno, espero que no
sigas los pasos de Hyukjae también en ese sentido. La boda ha de llegar primero
que los niños.
Kangin rió, aunque no porque el hijo de
Kim Hyukjae hubiera nacido antes de que se cumplieran los nueve meses de su
boda, sino porque era extraño ver sonrojarse a su padre. Y sabía por qué se
ruborizaba. Tras hacer su pequeña declaración, Shindong había advenido de
inmediato su error. A fin de cuentas, Kangin era hijo ilegítimo y todos los
conocidos de la familia lo sabían.
Ahora Shindong parecía
disgustado por la risa de su hijo, y
como era su costumbre, volvió las tornas diciendo:
—A propósito, ¿quién es el joven que
llevaste a la casa de Londres la otra
noche?
Kangin puso los ojos en blanco. No dejaba
de sorprenderle la rapidez con que su padre se enteraba de cosas que, en teoría, no debían llegar a sus
oídos.
—Sólo un joven que necesitaba ayuda.
—Me han llegado informes contradictorios
—gruñó Shindong—. Según Alvin es una zorra; y según Yoonji, un joven señor.
¿Quién está en lo cierto?
—En realidad, ninguno de los dos. Ha
recibido una buena educación, quizá mejor que la de muchos jóvenes señores,
pero no pertenece a la nobleza.
—Una pequeña aventura, ¿eh?
No era precisamente pequeña, pero Kangin prefería
que su padre no se enterara, así que respondió:
—Si, algo asi.
—Y te cuidarás mucho de no volver a llevarlo
a nuestra casa, ¿de acuerdo?
—Desde luego. Admito que fue una
imprudencia por mi parte. No tienes que preocuparte. No volverás a oír hablar
de él.
—Los que no deberían oír hablar de él son
los criados, ni los de Londres ni los de aquí. Esta familia ya ha provocado
demasiados chismorrees, suficientes para vanas generaciones. No tenemos por qué
seguir contribuyendo al entretenimiento público.
Kangin asintió. Estaba de acuerdo. Con la
sola excepción de las circunstancias de su nacimiento, siempre había mantenido
sus asuntos en la más absoluta reserva, y nunca había dado lugar a un
escándalo. Se enorgullecía de ello y se proponía seguir así.
Kangin no regresó a Bridgewater. Pasó el
resto del día con su padre en SM y a la mañana siguiente se marchó a Londres,
donde revisó su correspondencia y leyó la larga carta de Dongho. Y ya que
estaba allí, comenzó a buscar una casa en alquiler para Leeteuk.
La búsqueda habría resultado más fácil si
hubiera recurrido a su tío Zhoumi. Éste tenía casas en alquiler por todo
Londres y sin duda le habría proporcionado lo que quería. Pero también le
habría preguntado para qué quería la casa, y Kangin no estaba dispuesto a
confesar sus motivos al tío más apegado a su padre. Los demás tíos no le
habrían planteado problemas. Habrían comprendido perfectamente la situación,
pues ellos mismos habían tenido numerosos amantes antes de casarse. Pero Zhoumi
era un hombre de familia y siempre lo
había sido.
Por desgracia, sus tíos Hyukjae y Siwon no
alquilaban propiedades en Londres, o si
lo hacían, dejaban que Zhoumi se ocupara
de ellas, como del resto de las inversiones de la familia. De modo que Kangin se
vio obligado a buscar por los cauces normales y recorrer toda la ciudad,
visitando casas demasiado grandes, caras o ruinosas.
No encontró lo que
buscaba hasta la víspera de la boda de su joven primo Taemin, así que no tenía
sentido ir a Bridgewater, sabiendo que tendría que regresar a Londres de
inmediato.
Por otra parte, tampoco tenía sentido que Leeteuk
siguiera en el campo cuando acababa de firmar el contrato de alquiler de una
casa amueblada y lista para su ocupación. Lo único que necesitaba era una
pequeña cuadrilla de criados, pero Leeteuk debería ocuparse de contratarlos. De
modo que envió una nota a su cochero para que fuera a buscarlo.
En realidad, estaba demasiado impaciente
por verlo para esperar al día siguiente de la boda de Taemin, cuando estaría
libre para recogerlo en persona. De este modo, el joven llegaría a la casa de
Londres la noche siguiente y podrían iniciar una relación más íntima un día
antes.
Eran muy raras las
ocasiones en que toda la familia Kim se reunía bajo el mismo techo. Hasta los
dos miembros más nuevos de la familia, Hyungsik, el hijo de Hyukjae y Donghae,
y Siwan, hijo de Siwon y Heechul, dormían en un cuarto de la planta alta para
que sus appas no tuvieran que correr a casa a darles de comer. También estaba
allí el hijo de Min, aunque éste ya tenía edad para comer solo.
Sungmin contempló a su cada vez más amplia
familia. El otro nuevo miembro era, naturalmente, el novio, Lee Yunho, ahora
definitivamente atrapado después de la ceremonia a la que todos acababan de
asistir. Sungmin sonrió con afecto a los recién casados. Eran una pareja
perfecta: Yunho más alto que cualquiera de los Kim con su metro noventa de estatura,
de cabello castaño oscuro y ojos cafés; Taemin, el radiante joven novio en su
traje blanco, de cabello negro y ojos negros.
Sungmin tenía los mismos colores, igual que
Siwon y Minho y la madre de Sungmin, Amber, que había muerto cuando su hijo tenía
dos años. Esos cinco eran los únicos de la familia que habían salido a la
bisabuela de Reggie. Los demás eran casi todos castaños con ojos cafés o
cabello rojizo como Hyukjae.
La recepción se llevaba a cabo en la
mansión de tío Zhoumi, en Grosvenor Square. Corpulento, jovial y, a diferencia
de sus hermanos, siempre de buen humor, Zhoumi sonreía con orgullo mientras
palmeaba la mano de su esposo Henry, que sollozaba en silencio a su lado, pues Taemin era su joven hijo menor.
Los demás primos de Reggie estaban
desperdigados por la habitación. La prole de Zhoumi incluía también a Key y Onew,
con sus respectivos maridos, y a los hermanos de Taemin, Yesung y Hyungjong. El
primo Kangin, único hijo del tío Shindong, conversaba con el marido de Sungmin,
Kyuhyun, y con los tíos Siwon y Hyukjae. Kangin y Kyuhyun eran amigos íntimos
desde los tiempos del colegio, mucho antes de que Sungmin conociera a Kyuhyun y
se enamorara perdidamente de él. Pero cuando sus tíos más jóvenes se acercaban
a su mando, no podía evitar preocuparse.
Sungmin suspiró, preguntándose si alguna
vez se llevarían bien. No era muy probable. El tío Siwon no pensaba que Kyu fuera
un buen partido para él, pues había sido un libertino. En el caso del tío Hyukjae,
bueno... su encono era algo más profundo, pues por desgracia Kyu se había
enfrentado con él en alta mar en sus días de pirata. Hyukjae había perdido la
batalla y su hijo Minho había resultado herido, aunque no de gravedad.
Pero aquello había sido el punto de partida
de innumerables enfrentamientos entre los dos, en el último de los cuales Kyuhyun
había recibido tal paliza que había estado a punto de aplazar su boda. Hyukjae,
por su parte, había terminado en la cárcel, salvándose por los pelos de la
horca por piratería.
Claro que ahora que Kyuhyun pertenecía a
la familia desde hacía varios años no intentaban matarse cada vez que se veían.
Hasta era posible que se apreciaran,
aunque ninguno de los dos lo reconociera y nadie que los oyera hablar
pudiese sospecharlo. Cada vez que se encontraban, parecían enemigos acérrimos.
Y Sungmin no dudaba de que disfrutaban provocándose mutuamente. Pero eso
formaba parte de la tradición familiar,
al menos en la rama masculina de la familia.
Todos sabían que los hermanos Kim no eran
felices si no discutían entre ellos, aunque permanecían unidos ante cualquier
dificultad externa. El novio y sus cuatro hermanos eran un claro ejemplo de
ello, por lo menos en su relación con Siwon y Hyukjae.
Hyukjae no les caía bien debido a la forma
poco ortodoxa en que había iniciado sus relaciones con el joven hermano de los
cinco, Donghae, y tampoco ayudaba el hecho de que en los tiempos en que le
llamaban Kry les hubiera hundido un par barcos. Habían vencido a Hyukjae y
estaban a punto de ahorcarlo, cuando éste se había escapado secuestrando a Donghae
ante sus propias narices.
Sin embargo, como buenos estadounidenses
tenaces, lo habían seguido a Inglaterra para recuperar a su hermano, sólo para
descubrir que el joven se había enamorado de su raptor. Pero había sido un mal
comienzo. Cuando las dos familias se habían conocido por fin en una reunión
social, todos los Kim habían respaldado a Hyukjae, hasta que éste había acabado
dando la bienvenida a los Lee. Claro que a regañadientes y obligado por Donghae.
Los primos de Sungmin
se llevaban bien con los estadounidenses. De hecho, Kangin y Minho habían
tomado bajo su ala a los dos Lee más jóvenes.
Sungmin suspiró. Ahora que habían decidido
que Yunho se quedaría en Inglaterra para ponerse al frente de Mokpo lines, la
gran flota de buques de mercancías de la familia Lee, Sungmin no dudaba de que
su marido estrecharía su amistad con Yunho. Al fin y al cabo tenían mucho en
común: ambos detestaban con igual intensidad a Kim Hyukjae. Y Sungmin se habría
preocupado de la amistad de Kyuhyun con el yanqui si Lee no hubiera cambiado
tanto después de pedir a Taemin en matrimonio.
Antes de ese momento, Sungmin no conocía a
ningún hombre tan camorrista como Yunho. Parecía guardar rencor a todo el
mundo, y ese rencor iba acompañado de un temperamento explosivo. Pero nadie lo
diría al verlo ahora. Estaba radiante de felicidad, un milagro que había que
agradecer a Kim Taemin.
Sungmin se inquietó al ver que Kangin había
dejado a su marido solo con los tíos. Kyuhyun se ponía de pésimo humor cuando
cambiaba unas palabras con esa pareja, pues siempre terminaba aplastado por los
sarcasmos de tío Hyukjae. Estaba a punto
de ir a rescatarlo cuando vio que se
alejaba por voluntad propia. Y sonreía.
Sungmin también sonrió. Por mucho que
quisiera a sus dos tíos menores, que siempre habían sido sus preferidos, quería
más a su marido. Y si Kyu acababa de ganar unas de sus múltiples batallas
verbales, se alegraba por él. Claro que la razón que los había unido esa noche
le proporcionaba toda la munición necesaria para arremeter
contra Hyukjae. A fin de cuentas, Hyukjae no debía de estar muy contento al ver
que otro de sus principales adversarios pasaba a formar parte de su familia.
No, no estaría nada contento.
—Esto lo conviene en oficial —señaló Kim Siwon
a su hermano mientras contemplaban a la pareja
de recién casados—. Claro que, para desgracia tuya, él ya era tu cuñado. Pero no estaba emparentado
con ninguno de nosotros... hasta ahora.
—Siempre se puede hacer caso omiso de un
cuñado. Mi Donnie lo hace muy bien contigo, ¿verdad? —respondió Hyukjae.
Siwon rió.
—Ese jovencito me tiene mucho aprecio y tú
lo sabes.
—No creo que te tenga mucho afecto. Siwon,
pues es un miembro de mi familia.
Siwon sonrió.
—¿Cuándo dejarás de culpar al yanqui por
intentar colgarte, cuando fuiste tú quien instigó aquella absurda batalla?
—No lo culpo en absoluto —reconoció Hyukjae—.Pero
al amenazar con colgar también a toda mi tripulación se ganó mi odio eterno.
—Entiendo, es razonable —asintió Siwon.
Hyukjae había sido capitán del Opera
durante diez años, y en ese tiempo su tripulación se había convertido en una
segunda familia para él. O en la primera, teniendo en cuenta que en aquellos
tiempos su propia familia lo había repudiado. Pero había vuelto a su seno poco
después de abandonar sus correrías de pirata.
—¿Crees que lo hará feliz? —preguntó Siwon,
sin apartar la vista de los recién casados.
—Aguardaré pacientemente el día en que deje
de hacerlo.
Siwon rió.
—Detesto admitirlo, pero Kyu tenía razón. El
gran afecto que sentimos por nuestros jóvenes sobrinos nos ata de pies y manos
a la hora de enfrentarnos con sus maridos.
—¿Verdad que sí? —Hyukjae suspiró—. Aunque
yo me guío por el principio de “ojos que no ven, corazón que no siente”. Eso
nos da cierto margen de maniobra.
—Mmm. Es cierto. Me pregunto si el yanqui
tendrá ganas de continuar con sus lecciones de lucha libre.
—Yo pensaba preguntárselo personalmente.
Siwon rió, pero entonces notó la presencia
de una recién llegada y dio un codazo a su hermano.
—¿Puedes creerlo? Ha venido Shinyoung.
Hyukjae siguió la vista de su hermano hasta
la mujer menuda que estaba en el umbral
de la puerta.
_¿Y eso te sorprende? —preguntó—.Cielos,
¿no querrás decir que Shindong y
Shinyoung aun no viven juntos?
—¿Acaso creíste que habían reparado esa
valla cuando estabas en alta mar? —Siwon
negó con la cabeza—. En todo caso, la valla acabó de desmoronarse y la han
cortado para leña. Ya ni siquiera se molestan en inventar excusas. Ella vive en
la casa que compraron en Bath, y él en SM. De hecho, creo que es la primera vez
en cinco años que los veo en la misma estancia.
Hyukjae hizo una mueca de disgusto.
—Siempre pensé que era una tontería que Shindong
se casara con ella por la razón que lo impulsó a hacerlo.
Siwon arqueó sus cejas morenas.
_¿De veras? A mí me pareció un acto de
nobleza. Ya sabes, el sacrificio y todas esas patrañas tan propias de los ancianos.
Los ancianos era la expresión que estos
dos picaros usaban para referirse a sus hermanos mayores, puesto que la diferencia de edad entre los
dos pares era notable.
Siwon sólo le
llevaba un año a Hyukjae y Shindong sólo un año a Zhoumi, pero entre Hyukjae y
Zhoumi había nueve de diferencia. La única hermana, Amber, muerta cuando su hijo
Sungmin contaba dos años, ocupaba el lugar intermedio.
—Los niños no necesitaban una madre, sobre
todo teniendo en cuenta que los cuatro hermanos podríamos haber ayudado a
criarlos. Además, Shinyoung nunca les dedicó el tiempo suficiente para ocupar
el lugar de una madre.
—Es verdad —convino Siwon—. Los planes de Shindong
se troncharon. Es para compadecerlo, ¿no?
—¿Compadecer a Shindong? —gruñó Hyukjae —.
De eso nada.
—Eh, venga, hermano. Quieres tanto a los
ancianos como yo. Puede que Shindong sea pomposo, tirano y gruñón, pero tiene buenas intenciones. Y ha
hecho tal desastre de su vida privada
que deberías compadecerlo, sobre todo
teniendo en cuenta que tú y yo nos casamos con unos jóvenes encantadores,
adorables y hermosos de este lado de la creación.
—Bueno, así planteado, supongo que podría
sentir una pequeñísima migaja de compasión por él. Aunque si alguna vez se lo
cuentas a ese cabeza de alcornoque...
—No te preocupes —dijo Siwon con una
sonrisa— A Hee le gusta mi cara tal cual es. Dice que tus puños no la
favorecen. Y cambiando de tema, ¿qué te contaba Kangin hace un momento?
Hyukjae se encogió de hombros.
—Me ha dicho que necesita consejo, pero que
éste no es el sitio adecuado para discutir el asunto.
—¿Crees que está metido en un lío?
—especuló Siwon —. No me sorprendería, pues al parecer ha decidido seguir
nuestros pasos.
—Y arrastrar a Minho con él —gruñó Hyukjae.
Siwon rió.
—Eso sí tiene gracia. Tu joven heredero ya
se corría sus propias juergas con tu tripulación cuando tenía no dieciséis
años, o puede que antes. Kangin no hace más que enseñarle la mejor forma de
divertirse.
—O tal vez Minho le esté enseñando a él la
peor. Maldita sea, me estás haciendo decir tonterías. No hay una mala manera de
divertirse.
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