Habían pasado Seis semanas, Siwon estaba junto a la mesa
de diseño de Heechul, admirando sus bocetos. En un rincón había una foto
arrancada de una revista, era la habitación de un bebé. Siwon sonrió, aunque Heechul
se negara a aceptar sus regalos sabía perfectamente lo que quería. Sonó el timbre.
—¿Puedes abrir? —preguntó él desde la cocina.
Siwon fue a la puerta deleitándose con el olor
maravilloso que salía de allí. Abrió la puerta de par en par y miró a la mujer
que había llamado.
—Tú debes ser Siwon —dijo ella, examinándole con ojo
crítico de la cabeza a los pies.
—¿Y usted es...?
La mujer extendió una mano y los brazaletes que cubrían
su brazo tintinearon. Tomó la de Siwon y se puso a estudiarla intensamente. Heechul
asomó la cabeza desde la cocina y suspiró.
—Princesa? —gimió él, desamparado.
—Ya veo que has conocido a mamá.
—Bueno, yo no diría tanto.
La madre de Heechul estaba ajena a su conversación. Heechul
le suplicó con la mirada que tuviera paciencia. Por lo visto, los miembros de
su familia tenían flojos los tornillos.
Geumhee levantó los ojos un instante sonrió y le palmeó
la mano, momento que Siwon aprovechó para recuperarla y poner ambas a salvo en
los bolsillos de sus pantalones cortos. Se arrepintió de no estar mejor
vestido.
—Heechul, cariño, mírate —canturreó su madre
teatralmente.
Geumhee lo tomó de las manos y le hizo abrir los brazos
para contemplarlo. Tenía lágrimas en los ojos.
—Oh! Estás tan.,. tan...
—Tan magníficamente gordo? —dijo Heechul antes de que
empezara a llorar.
Geumhee se echó a reír, un sonido suave y aterciopelado.
Siwon supo dónde lo había oído antes, con Heechul en la cama. Heechul abrazó a
su madre mientras le guiñaba un ojo a Siwon. Kim Geumhee era una mujer menuda.
—Ibamos a comer ahora mismo.
—Nada de carnes rojas, espero. Los nitratos son fatales,
ya lo sabes.
—No, pollo a la plancha.
—Bueno —dijo Siwon—. Yo... tengo que hacer algunos
recados.
Con cara de pánico, Heechul le alcanzó más deprisa de lo
que él había creído posible.
—¿Es que voy a tener que sobornarte?
Siwon lo abrazó y le puso una mano sobre la curva
familiar del trasero.
—Hum! ¿Qué tienes en mente? —preguntó mientras le daba un
apretón.
—Siwon!
Su sonrojo hizo que él se riera satisfecho. Heechul echó
una mirada fürtiva hacia la cocina.
—Ya estará revisando los armarios y tirando por la
ventana todo lo que no haya sido cultivado biológicamente.
—No! —se burló él—. ¡Mis galletas de mantequilla de
cacahuete!
—Si te das prisa aún puedes salvarlas de la total
aniquilación.
Siwon respiró hondo y se preparó para conocer a la mujer
que pronto iba a convertirse en su suegra, o eso esperaba. Dos horas después,
Siwon y Geumhee estaban en el porche, tomando un té horrible que ella se había
encargado de preparar, para depurar todos los nitratos que su cuerpo había
acumulado. Siwon sólo lo probó después de que Heechul le hubiera asegurado
discretamente que no se convertiría en un mutante. Siwon chasqueó los labios,
paladeando el sabor a hierba y sintiéndose como una vaca bien alimentada. Heechul
se había ido a dormir.
—¿Os estáis acostando, verdad?
Siwon había tenido tiempo para acostumbrarse a su
crudeza, de modo que asintió.
—En este momento, Heechul necesita sentirse deseado. Sé
por experiencia que cuanto más engordas, menos atractiva te sientes y sólo
deseas que todo acabe de una vez.
—Yo lo encuentro muy hermoso. Lo quiero. Geumhee le dio
unas palmaditas en la mano.
—Lo sé, Siwon, querido. Lo sé. Y has sido muy paciente,
pero tendrás que serlo mucho más para manejar a mi Heechul.
—Yo no quiero manejarlo, Geumhee.
—Yo no deseaba que se quedara embarazado de ese modo,
pero nada de lo que dijéramos hizo que cambiara de opinión. Es muy testarudo.
No, entiéndeme —añadió ella al ver que sonreía— Incluso cuando los médicos le
advirtieron que era doloroso y arriesgado, él siguió adelante. Cuando pienso en
el modo en que Jungsoo le amargó la vida ofreciéndole un asesoramiento legal
que él no quería y qué sé yo... Lo que quiero decirte, Siwon, es que si él no
quiere casarse contigo, será muy dificil que dé su brazo a torcer.
—Sí, porque todo saldrá bien al final —dijo ella
levantándose y dándole otra sesión de palmaditas en la mano.
Sin embargo, sus ojos decían que habría mucho dolor antes
de llegar allí. Geumhee fue a ver cómo dormía su hijo y se despidió.
—¿Se ha ido ya? —preguntó Heechul cuando se levantó.
Siwon se dio la vuelta y lo encontró escondiéndose tras una esquina.
—Pequeño tramposo.
—No, pero es que mi madre tiene tendencia a ser un
poco...
—Entusiasta?
Heechul se rió y esperó a que él lo abrazara.
—No cree que quieras casarte conmigo.
—Y tiene razón.
—Te juro que no logro entenderte, princesa —masculló él,
ocultando su dolor con un ceño— Yo te quiero, tú me quieres, ¿por qué no?
—Simplemente no puedo.
—No me cansaré de pedírtelo —le amenazó él.
—Lo sé. Eres un latoso, pero yo te quiero de todas
maneras.
Siwon sonrió, pero la alegría no iluminó sus ojos. Amar a
Heechul casi era un duelo de voluntades. Dios sabía que él era feliz, que le
adoraba, pero también sabía que la paciencia de un hombre tenía un límite. Se
preguntó cuándo y qué haría que la suya se acabara.
Un par de semanas después, Siwon ayudaba a Heechul a
subir al coche. Tenía aspecto de cansado, el pelo desordenado y unas ojeras
profundas. Se sintió traspasado de compasión. Le faltaban menos de tres semanas
para salir de cuentas y se sentía deprimido. No había dormido bien últimamente,
no podía encontrar una postura cómoda por muchas almohadas que utilizara. Las
noches que él se quedaba a dormir, llegar hasta Heechul era como atravesar un
mar plagado de animales feroces.
—¿No crees que podrías cerrar la tienda un par de días...
una semana quizá?
Siwon se ganó una mirada furibunda.
—Métete una cosa en la cabeza, no pienso cerrar hasta que
no sea necesario.
La cara de Siwon se crispó. Su obstinación ya no tenía
gracia y tuvo que reprimir los deseos de zarandearlo.
—Heechul, sé un poco razonable. ¡Por el amor de Dios,
mira qué pies tienes!
—Sé perfectamente cómo los tengo, soy yo el que los
siente.
Siwon guardó silencio y Heechul se dedicó a mirar por la
ventanilla, reprochándose su hostilidad cuando él sólo pretendía ayudarlo. Heechul
detestaba estar tan gordo que él tuviera que llevarlo en coche a todas partes,
odiaba depender de los demás para hacer las cosas más simples. Heechul sabía,
estaba convencido, de que todo era culpa de Siwon.
—Lo siento —dijo cuando él se puso al volante.
—Te quiero.
Heechul le puso la mano en la barbilla y le miró a los
ojos.
—Yo también te quiero, cariño. No lo olvides.
—Incluso cuando me lanzas esos zarpazos de tigre herido?
—Siempre.
Siwon lo llevó a su casa. Hicieron el trayecto
enfrascados en un silencio doloroso.
—¿No te molesta si no te pido que te quedes? —le preguntó
Heechul—. Me siento muy cansado.
Con un último beso, Heechul desapareció. Siwon trató de
no sentirse herido, pero le hubiera gustado que Heechul compartiera todo lo que
le molestaba con él.
Al día siguiente, Heechul miró a la calle a través del
escaparate mientras se masajeaba un dolor que tenía en la base de la columna
vertebral. No había clientes y él lo agradecía porque los pies le estaban
matando. Estar embarazado sólo era bonito hasta el séptimo mes, después se
hacía insoportable. Le echaba la culpa a las hormonas, al sobrepeso, al dolor
en la espalda o a la presión que no le dejaba dormir, pero en realidad sólo
quería echarle la culpa a Siwon.
Y, sin embargo, no podía. ¡Por Dios! Si apenas se movía,
él acudía al rescate. Y ahora ni siquiera hacían el amor. Heechul había perdido
el deseo, se sentía demasiado gordo y horrible, pero echaba de menos la
intimidad. Nunca podría encontrar un hombre mejor que él. Tenía miedo de que lo
quisiera sólo por la niña y que perdiera el interés después del parto. El único
modo que tenía de protegerse era aferrarse a su independencia porque, si se
casaba con él, nunca sabría si era de verdad y para siempre.
—Disculpa? ¿Heechul?
Heechul hizo una mueca. Ni siquiera había oído la
campanilla. Se volvió y encontró a una mujer elegante que debía estar a punto
de cumplir los sesenta. Y entonces la reconoció.
—Señora Choi.
—Vamos a sentarnos, querido. Me canso sólo con verte de
pie. Soy Choi Sungryung —dijo extendiendo una mano que él estrechó.
Heechul se sentía nervioso, pero la acompañó a sentarse
en el sofá. Sungryung notó lo fría que tenía la mano y se la frotó. Su
expresión era tan compasiva que Heechul empezó a perder la compostura.
—Lo sé —masculló.
—Oh, Heechul! No he venido a molestarte, si es eso lo que
piensas. Y tampoco me ha mandado Siwon. Kangta y yo esperábamos que fueras a
vernos, pero cuando no...Lo comprendimos.
—Ojalá hubiera ido —dijo Heechul de mal humor.
—No te encuentras solo en esto. Conozco a mi hijo, ama
con toda su alma, pero puede llegar a ser muy molesto. Si las cosas no cuajan
entre vosotros, quiero que sepas que siempre habrá un sitio para ti y para el
niño en nuestras vidas.
Heechul hizo un esfuerzo para contener las lágrimas.
—No pienso privarte de tu nieta, Sungryung. Pero ése no
es el problema. Yo también quiero a Siwon, te lo aseguro —dijo gimiendo—. Pero
no puedo confiar en él ni dejar que se salga con la suya.
—¿No sería mejor que dejaras a un lado tus sentimientos
hasta que llegue el niño?
—Ojalá pudiera, pero es imposible ponerle un candado al
amor —Sungryung sonrió, pero Heechul no se dio cuenta.
—¿Y no crees que si os vierais menos te sentirías mejor?
A Heechul se le rompió el corazón. La idea de pasar un
día sin ver a Siwon era insufrible. Sin embargo, lo que Sungryung decía era
razonable.
—Mamá, ¿qué haces aquí? ¿Te sientes bien, princesa?
Sungryung no se arredró ante la mirada desafiante de su
hijo. Se levantó y le sujetó del brazo. De repente, Siwon se sintió como un
niño de diez años.
—Paciencia, hijo. Y recuerda lo que hemos hablado.
Sungryung se despidió con un beso.
Siwon recordaba el sermón y los consejos de su madre. Le
había dicho que los hombres no podían entender lo que suponía el embarazo y que
fuera olvidándose de casarse antes de que su hijo naciera. Pero cuanto más se
acercaba la fecha del parto, más sentía que Heechul estaba echándole de su vida. Había tratado de convencerse de que
su amor no tenía nada que ver con el bebé, pero al mirarlo se dio cuenta de que
se había equivocado. Se sentó a su lado y Heechul se acurrucó contra él,
apoyando la cabeza en su pecho. Siwon cerró los ojos y se preparó para lo peor.
—Has tomado una decisión, ¿verdad?
—Hasta que nazca la niña, no creo que debamos seguir
viéndonos.
Siwon apretó los dientes y se dio cuenta de que había
tenido razón al pensar que Heechul podía destruirle con unas pocas palabras.
Durante la semana siguiente, se sintió como un voyeur.
Ver pero no tocar. Y Heechul le evitaba obstinadamente. Sin embargo, lo llamaba
por teléfono todas las noches, aunque Heechul nunca hablaba de sus sentimientos ni le contaba
lo que estaba haciendo. Y cuando colgaba el teléfono, se sentía como un cobarde
por no haberse quejado de cómo le había excluido de su vida. Y así, al cabo de
una semana, Siwon se enfureció.
—Te estás portando como si fueras Yesung —dijo Kyuhyun—.
Mira, sobra con un hermano depresivo y ermitaño en la familia. Además, Siwon,
sólo es hasta que nazca el niño.
—Cierra la boca, Kyuhyun.
—¿No quieres que hablemos de eso?
—No hay nada que hablar, no tengo nada que decir. Heechul
es el que manda, ¿no te habías dado cuenta? Heechul dice que menee el trasero y
me largue y yo, como un cachorrito bueno, voy y le obedezco.
Siwon levantó la mirada de las cartas y contempló a los
amigos que habían soportado su rabia las últimas dos semanas. Entonces se dio
cuenta de que sólo estaba buscando bronca. Ni él mismo podía soportarse. Había
discutido con todo el mundo, incluso le había gritado a su madre por haber
interferido. Su padre había estado a punto de estamparlo contra la pared.
Estaba furioso, había dejado que él gobernara sus relaciones. Pero aquello se
había acabado. Mientras conducía camino de la casa de Heechul, pensó que iba a
decirle cuatro cosas claras.
“Como qué? ¿Date prisa en tener al niño para que pueda
razonar contigo? ¿Te quiero tanto que no puedo soportar un momento más lejos de
ti, sin abrazarte, sin oír tu risa?”
Aparcó delante de la casa como un energúmeno, pero sólo
quería sentir rabia. Cualquier otra cosa le convertiría en gelatina en el
momento en que lo tuviera delante.
Bajó del jeep con un portazo y echó a andar como un
marine cargando contra el campo enemigo. Aporreó las puertas y las ventanas.
Después se metió las manos en los bolsillos y comenzó a andar arriba y abajo.
Nada. Trató de echar un vistazo pero las cortinas estaban echadas. Se dio
cuenta de que las luces estaban encendidas y volvió a aporrear la puerta.
Entonces oyó un gemido.
El corazón se le subió a la garganta y buscó
frenéticamente la llave. Cuando abrió la puerta, lo encontró de rodillas en el
suelo, abrazándose el vientre. Por un momento, Siwon se quedó paralizado. Heechul
miró por encima del hombro y levantó una mano.
—Siwon! ¡Ayúdame!
Siwon sólo necesitó dos zancadas. Heechul jadeaba y
estaba empapado en sudor.
—Jesús, Heechul! ¿Cuánto hace que estás así? ¿Por qué no
me has llamado? —preguntó mientras le apartaba el pelo mojado de la cara.
—Lo intenté —gimió él, haciendo un gesto hacía el móvil
que estaba unos pasos más allá en el suelo—. Empezó ayer. No le presté atención hasta
que los dolores se hicieron más fuertes. Zhoumi dijo que podía tardar, pero...
Una contracción lo dobló sobre sí mismo y sacudió todo su
cuerpo.
—Dios! Estaba tratando de llegar al teléfono.
—No te preocupes, princesa —dijo abrazándolo.
—No! Ni siquiera puedo ponerme de pie.
Siwon se sorprendió de lo tranquilo que estaba cuando
había creído que iba a atragantarse con su propio corazón. Con cuidado, levantó
a Heechul y lo acunó contra su pecho.
—Respira, princesa. Y mírame —dijo cuando se dio cuenta de
que jadeaba demasiado—. Heechul, no dejaré que nada te haga daño.
—No creo que puedas controlar esto —dijo él con una
chispa de humor.
En unos segundos estuvieron en la carretera. Siwon llamó
al doctor con el teléfono del coche, tratando de sonreír. Le parecía que Heechul
iba a morir antes de llegar al hospital. Avisó a su familia y a la de Heechul.
En el hospital la actividad no fue menos frenética. El examen reveló que estaba
listo.
Siwon iba a convertirse en padre en cuestión de minutos.
El pánico le dominó, no podía entrar al quirófano, no. Una enfermera le ayudó a
ponerse unos guantes y una especie de babero ridículo y lo condujeron a la
sala. Cuando lo vio sobre la mesa de cirugía, sintió que le fallaban las
rodillas. Zhoumi le saludó con un gesto de ánimo y le señaló una silla que
había al lado de Heechul.
—Ya falta poco, Heechul —dijo Zhoumi—. Pero, la próxima
vez, procura venir un poco antes.
—No habrá próxima vez! —masculló él entre dientes y
mirando rencorosamente a Siwon.
—Oye —susurró él a su oído—. Que no tuve el placer de
poner a éste dentro de ti. “Pero te prometo que para el próximo no habrá
escapatoria”.
Con un placer malicioso, Heechul se dio cuenta de que
estaba pálido. Sin embargo, le secaba la cara, lo apoyaba. Pero él sólo pensaba
en que, si conseguía sacar a aquella niña, nunca más volvería a hacer el amor,
jamás!
—Tranquilo, princesa. Respira despacio.
—De acuerdo, Heechul. Vamos a sacar a esta niña —dijo el doctor
mientras iniciaba la cirugía.
El pánico se reflejó en su cara cuando oyó las palabras
del doctor y entonces, increíblemente, se calmó para concentrarse. Heechul no
pensaba en nada, pero su mente bullía con imágenes dispersas, Siwon sentándolo
en su regazo en el restaurante, sus manos fuertes y cálidas masajeándole la
espalda, señalando los deditos de su hija, de sus lágrimas cuando vio la
ecografia.
Siwon miró con todo su amor a Heechul y deseó que su bebé
naciera pronto. Tenía un aspecto completamente desamparado ahí acostado,
pálido, esperando ver a su hijo.
Siwon seguía mirando y vio cómo su hijo venía al mundo
gritándoles por perturbar su tranquilidad.
—Es un niño! —exclamó el doctor, sosteniéndolo en alto
para que lo vieran. El bebé berreaba y se retorcía, pero sus padres rieron.
—Ya te lo dije —susurró Siwon.
Heechul se relajó y lo miró. Le pasó un dedo por la
mejilla para capturar una lágrima solitaria.
—Nunca me dejarás olvidarlo, ¿verdad?
Siwon sacudió la cabeza. Había perdido la voz, pero
ocultó la cara contra la curva de su cuello.
—Lo has hecho muy bien, princesa. Es precioso. Estoy muy
orgulloso de ti.
Lo besó con adoración y Heechul sintió un dolor agudo en
el pecho. Le había echado mucho de menos aquellos últimos días. Pero entonces
le pusieron a su hijo sobre el pecho y sólo pudo llorar y reír. El niño
temblaba. Heechul le consoló con ternura mientras observaba cómo su padre le
acariciaba la cabeza con una mano temblorosa.
Mientras el doctor
acababa con Heechul, una enfermera se llevó el niño a una mesa y, tras un
rápido examen, le hizo señas a Siwon de que se acercara.
Su hijo. Un bulto que se retorcía y pataleaba. Se inclinó
y le besó en la mejilla. Sin poder controlar el temblor de sus manos, le dio su
primer baño, contándole los dedos, hablándole dulcemente, diciéndole lo mucho
que se alegraba de conocerle y advirtiéndole que fuera la última vez que hacía
sufrir a su appa.
Con lágrimas en los ojos, Heechul se dio cuenta de que
era el momento más feliz de su vida. Siwon, con los ojos rebosantes de amor, le
puso aquel pequeño bulto en los brazos.
—Creo que le gusto.
Heechul sonrió pacientemente. Siwon parecía inseguro y esperanzado.
El personal desapareció, pero Siwon no se dio cuenta hasta que una enfermera le
pidió que tomara a su hijo para que ella pudiera lavar a Heechul. Le habían
puesto una etiqueta en el tobillo. “Bebé Kim”. Siwon estuvo a punto de dejarse
llevar por el rencor. Su apellido tendría que haber estado allí. Mientras
trataba de pensar en algún nombre grandilocuente para el pequeño, se dio cuenta
de que aquél sería el apellido que figuraría en su partida de nacimiento.
Decidió que iba a luchar por sus derechos, pero se olvidó
de toda la ira y el resquemor acumulados durante aquellas semanas en el
instante en que la enfermera descorrió la cortina y vio a Heechul. Estaba
exhausto, pero nunca le había parecido tan bello. Volvía a ser el ángel
delicado que había puesto su mundo patas arriba. De inmediato, abrió los brazos
reclamando a su hijo.
—¿Qué nombre vamos a ponerle?
Heechul se dio cuenta de que Siwon hablaba en plural.
Tenía razón, siempre estarían vinculados a través de su hijo.
—A mí siempre me ha gustado Siwan —dijo él.
—Siwan —repitió él sonriendo. Siwon asintió y se sentó
junto a él. Se le rompia el corazón cada vez que Heechul abrazaba a su hijo con
gesto protector, apartándolo de él. Trató de no darle importancia, pero tuvo la
sensación de estar hablando con un desconocido. Llegó a preguntarse si
aquellos últimos meses no habían sido producto de su imaginación. Detestaba
pensar que Heechul le había demostrado pasión sólo para evitar un pleito por la
custodia del niño, pero veía que su amor se desmoronaba ante sus ojos.
—Seguro que tu familia habrá venido —dijo Siwon. Silenció
que la suya también estaría esperando. Heechul asintió.
—Dentro de un momento. Ahora quiero estar solo con mi
hijo.
La expresión de Siwon se endureció, pero no dijo nada.
Acarició y besó al niño y miró un momento al appa.
—Te quiero, Heechul. Siempre te querré.
Y entonces lo besó. Fue un beso erótico, profundo, como
los que le daba cuando quería excitarlo. Y él respondió atrayéndole hacia sí y
recordándose que estaba siendo imprudente al arriesgar el amor de un hombre
bueno con su confusión emocional. Sollozó contra su boca. Siwon bebió de aquel
sollozo y lo abrazó y lo besó hasta que necesitó aire. Despacio, se separó de Heechul
y salió de la sala sin la vista atrás.
Heechul contempló a su hijo y se echó a
llorar. Siwon se había recobrado cuando entró en la sala de espera y anunció
que tenían un hijo. Hubo llantos, risas y felicitaciones. Geumhee declaró que
lo principal era leerle la mano a su nieto. Siwon se encontró con Wook por
primera vez.
Había algo etéreo en él, una especie de calma en medio de un mar turbulento. Wook
tampoco tuvo empacho en darle un abrazo.
—Se está portando otra vez como un mocoso malcriado y
cabezota, ¿verdad? —le susurró al oído.
Siwon se rió sin alegría y asintió.
—Entonces no te queda más remedio que ser más cabezota
que él.
Wook le gustó de inmediato. Trató de recordar porqué su
hermano había dicho que vivía en otro plano existencial.
—Siwon, hay gente que necesita que la rescaten de sí
misma ‘-dijo antes de soltarle.
Wook miró a Yesung, que miraba por la ventana. Y como si
sintiera aquella mirada, su hermano volvió lentamente la cabeza y alzó las
cejas al descubrirlo. Wook, al igual que Geumhee, le dio unas palmaditas en la
mano a Siwon y aprovechó para entregarle un cristal.
—Te proporcionará un poco de paz —dijo en un susurro
cuando él le dio las gracias.
Siwon soportó la procesión familiar hasta que todos
hubieron desfilado y pudo ir a la habitación de Heechul. Ambos dormían. Heechul
tenía a Siwan pegado a su pecho. Siwon se dio cuenta de que se había equivocado
cuando Heechul se puso el pequeño contra el hombro y le palmeó la espalda para
que eructara. Aquella escena le produjo una extraña mezcla de celos y
satisfacción.
—Heechul.
Él abrió los ojos. De repente Siwon se dio cuenta de que
sería todo o nada.
—Bueno, ya te veré más tarde.
¿Por qué sonaba como una amenaza? Siwon era un extraño
para su propia familia. Si Heechul le hubiera sonreído, si hubiera intentado
tocarle... Lo besó en la frente. Cuando iba a besar al pequeño, le rozó su
pecho con la mejilla y Heechul ahogó una exclamación. Siwon se marchó con una
sonrisa. Por muy frío que se mostrara con él había ciertas cosas que Heechul no
podía negar.
Hahahahahahaahha
ResponderEliminarLa madre de Hee con sus cosas,y luego esos consejos que da.
Bueno,la madre de Siwon no se queda atras,y mas con esos consejos que da,al menos sirvio para que Hee se diera cuenta de que siwon le hace falta.
Nacio......nacio.....Siwan nacio.....omg
dvndjdjnkdvjfvbf YeWook a la vista....que me muero.....me encanta,ya que no hubo 51 al menos 411 si hay
Hasta que nacio el bebe. Al final Siwon tenia la razón, el bebe es niño ^_^
ResponderEliminarPense qus con wl nacimiento del bebe las cosas mejorarian pero veo que no es asi u.u
Espero que las cosas no se compliquen mucho