—Vaya, qué
satisfecho se te ve —señaló Cho Kyuhyun cuando entró en el comedor de su casa y
encontró allí a Kangin, sentado a la mesa, como solía hacer antes de que Kyu se
casara.
La sonrisa que lucía Kangin mientras
removía la comida con aire ausente cambió de forma casi imperceptible.
—¿Satisfecho? Si acabo de sentarme a comer.
Kyuhyun rió.
—No me refería a la comida, amigo, sino a
otra clase de satisfacción. Tu expresión te delata. Me recuerdas a un gallo en
celo que acaba de encontrar el gallinero. ¿Tan apetitoso es?
Kangin se ruborizaba en raras ocasiones,
pero ésta fue una de ellas. Y era extraño, porque compartir los pecadillos con
los amigos solía divertirle más que avergonzarlo. Quizá fuera porque había
jurado no volver a tener un amante, y Kyuhyun lo sabía. Sin embargo, estaba a punto
de confesarle que tenía un nuevo amante.
El día anterior, cuando había vuelto a casa
a cambiarse de ropa, había encontrado una nota de Kyuhyun diciendo que él y su
esposo pasarían una semana en la ciudad para hacer compras y visitas, lo que en
realidad significaba que Sungmin quería hacer compras y visitas y que el pobre Kyu
se había visto obligado a acompañarlo. En los últimos tiempos, Kangin no iba
mucho por Foresight, donde Kyuhyun tenía una finca y donde él y Sungmin hibernaban,
al menos durante la temporada de fiestas en Londres. Durante la recepción de
boda de Taemin, Kangin no había tenido ocasión de hablar con su amigo,
distraído como estaba pensando en una excusa para retirarse temprano y regresar
con Leeteuk.
Lo más curioso es que tenía sentimientos
encontrados: por un lado quería hablar de Leeteuk con Kyu, y por otro, no.
Los dos amigos tenían muchas cosas en
común. Kyu era vizconde. Kangin también lo era, pues había recibido el título
junto con una de sus fincas, pero algún día se convertiría en el cuarto marqués
de Suju.
Los dos eran hijos ilegítimos, razón por la
cual Kyu se había hecho amigo de Kangin en sus años escolares, si bien esto era
del dominio público en el caso de Kangin y un secreto en el de Kyuhyun. Ni
siquiera Kangin lo había sabido hasta después de que Kyu se casara con su primo
Sungmin.
Pero por lo menos Kyuhyun sabía quién era
su madre. La mujer a quien todos habían tomado por su madre, la esposa de su padre, lo despreciaba
tanto como él a ella y le había hecho la vida imposible. La hermana de esta
mujer, a quien el joven siempre había creído su tía, era su verdadera madre.
Siempre había estado a su lado, pero Kyu no había descubierto su identidad
hasta pocos años antes.
Los jóvenes veían su ilegitimidad de
manera distinta. Cuando Kyuhyun se había enterado, había sentido un profundo
rencor, aunque sólo hasta que se había casado con Sungmin, a quien estas
tonterías le tenían sin cuidado. Kangin lo había sabido siempre, pero no le
había importado... demasiado. Al fin y al cabo, tenía una gran familia que lo
aceptaba tal como era. Kyuhyun había carecido de esa clase de apoyo. Pero a Kangin
le dolía no haber conocido a su madre y que nunca le hubieran dicho quién era.
En las pocas ocasiones en que había interrogado a su padre al respecto, éste le
había dicho que estaba muerta y que, por lo tanto, su identidad carecía de
importancia.
Por fin Kangin respondió a la observación
de Kyuhyun:
—En realidad, se trata de mi amante.
Kyu arqueó las cejas.
—Corrígeme si me equivoco, pero ¿no habías
jurado que nunca volverías a tener un amante?
—Sí, pero esta vez las circunstancias son
distintas —aseguró Kangin.
—Eso pensamos todos durante una temporada
—replicó Kyuhyun con su habitual cinismo—. Pues disfrútalo mientras puedas,
porque tan pronto como pase la novedad comenzarás a husmear por ahí en busca de
otro. A mí me ocurrió muchas veces... Bueno, hasta que conocí a tu primo.
Debería haber caído en la cuenta de que estaba enamorado en cuanto advertí que
no podía quitármelo de la cabeza.
—No, Kyu, te aseguro que esta vez las
circunstancias son muy distintas. No sólo lo mantengo, sino que... eh... lo he
comprado.
Kyu volvió a arquear las cejas.
—'¿Cómo has dicho?
—Que lo he comprado —repitió Kangin, y
aclaró—: Lo vi en una subasta y lo compré.
—¿Y se puede saber cuánto pagaste por él?
—No creo que quieras saberlo.
—Caray, entonces será mejor que tu padre no
se entere.
Kangin se estremeció de sólo pensarlo.
—Lo sé. Pero no tiene forma de enterarse.
Kyuhyun sacudió la
cabeza.
—Doy por sentado que es tan guapo que no
pudiste resistir la tentación.
—En realidad, ésa fue la reacción inicial
de Minho. El muy bribón me pidió dinero prestado para comprarlo. Estaba
resuelto a hacerlo hasta que le recordé que no tenía dónde alojarlo.
—Conque Minho también estaba allí.
—Y Changmin.
—¿Y dónde se llevó a cabo esa extraña
subasta?¿En uno de nuestros... eh... vuestros cotos de caza habituales?
Kangin
sonrió. En un tiempo el trío estaba formado por Kyu, Changmin y él, pero eso
había sido antes de que Hyukjae se mudara a Londres con Minho y el pobre Kyu se
dejara atrapar por Sungmin.
—No —respondió Kangin—. Fue en la nueva
Casa de Boom, que se abrió después de que tú te retiraras de la buena vida, un
antro donde atienden los caprichos de
los pervertidos, aunque entonces nosotros no lo sabíamos. Pasamos por allí
porque uno de los chicos favoritos de Minho se había mudado a la casa.
Kyuhyun rió.
—¿Así que el muchacho te pidió dinero
cuando tú superaste su puja? Se necesitan agallas, aunque tiene a quien salir,
por supuesto.
—Eh, venga, no empieces a meterte con el
tío Hyukjae, que todos sabemos ya cuánto le quieres. —Kangin esperó el
previsible gruñido de respuesta, y en cuanto lo obtuvo, prosiguió—: Además, yo
no estaba pujando y no tenía la menor intención de hacerlo.
—¿No? ¿Y entonces por qué lo hiciste?
—Porque había otra persona pujando.
¿Conoces a un tal Shangho?
—No lo creo. ¿Por qué?
—Hace poco tiempo tuvimos una pelea con
él, mientras estábamos de juerga cerca del río. Lo encontramos azotando con un
látigo a una ramera que había atado a su cama. La zurró con tal brutalidad que
la pobre desgraciada tendrá cicatrices durante el resto de su vida. Y lo peor
es que aquello era el preámbulo de sus relaciones sexuales. Si la mujer no
hubiera conseguido quitarse la mordaza de la boca, nunca habríamos oído sus
gritos.
Kyuhyun dejó escapar un gruñido de
disgusto.
—Ese tipo debería estar en un manicomio.
—Estoy completamente de acuerdo, pero por
lo visto ha conseguido mantener sus repugnantes hábitos en secreto. Pocos saben
de ellos, y paga muy bien a sus víctimas para que éstas no lo denuncien.
Aquella noche lo dejé sin sentido. De hecho, estuve a punto de matarlo. Supuse
que con eso le habría hecho desistir, hasta la otra noche, cuando lo vi pujar
por este joven y me di cuenta de lo que se proponía hacer con él. No podía
dejarlo librado a su suerte, ¿verdad?
—Yo lo habría invitado a salir y habría
vuelto a pegarle hasta dejarlo sin sentido. Te habría salido más barato, puesto
que tú no querías al chico.
—De todos modos se habría quedado con él,
pues su puja era la última. El propietario del local lo habría esperado y le
habría entregado al joven más tarde. Además, no me arrepiento de haberlo
comprado.
Kyuhyun rió.
—Es verdad. Había olvidado la expresión que
tenías en la cara cuando entré.
Kangin volvió a sonrojarse. Demonios, debía
de habérselo contagiado Leeteuk.
—El no tiene nada que ver con la clase de joven
que uno encuentra habitualmente en un lugar así. Su madre era institutriz y ha
recibido una excelente educación, mejor incluso que la de muchos que conocemos.
Sus modales son impecables. Y aunque en la subasta se anunció que era virgen,
cosa que ningún hombre razonable habría creído, resultó que de verdad lo era.
—¿Lo era? ¿Ya no lo es?
Kangin titubeó un instante antes de
asentir, porque sintió que el rubor volvía a teñirle las mejillas. Gruñó para
sus adentros. Supuso que en el fondo no quería hablar de Leeteuk en esos
términos, ni siquiera con su mejor amigo. Lo que no dejaba de ser una tontería,
por supuesto; no era más que otro joven con quien disfrutar del sexo. Sin duda Kyuhyun
tenía razón. Pronto pasaría la novedad y volvería al torbellino social en busca
de otro joven capaz de despertar su interés.
—No me desagrada tenerlo a mi lado. El gasto
adicional no fue para cazarlo a él sino para desbaratar los planes de Shangho,
y me alegro mucho de haberlo hecho. El problema es que se me hiela la sangre
cuando pienso que he detenido a Shangho por una única vez y que seguirá
encontrando a quien maltratar a cambio de dinero. Sólo Dios sabe a quién más
someterá al dolor y a la angustia de sus perversiones sexuales. No es cliente
habitual de la Casa
de Boom, que atiende a esta clase de hombres, pero sin llegar a las mismas
cotas de brutalidad. Me gustaría detenerlo para
siempre. ¿Alguna idea?
—¿Aparte de matarlo?
—Bueno, sí.
—¿Qué tal castrarlo?
—Mmm. ¿De verdad crees que eso lo
detendría? —especuló Kangin—. ¿Cuando
parece disfrutar tanto causando dolor?
—Puede que sí y puede que no, pero se lo
tendría bien merecido si lo que me
cuentas es cierto.
—Claro que es cieno. Yo estaba algo trompa
el día que lo encontré, pero no vi
visiones. Minho y Changmin estaban allí y quedaron tan asqueados como yo.
Kyuhyun frunció la frente con aire
pensativo.
—Doy por sentado que la mujer no
atestiguará en su contra si lo
denunciamos.
—No; aquella noche estaba demasiado
dolorida para hablar con coherencia, pero fui a verla una semana después, cuando empezaba a recuperarse, y se
negó en redondo a declarar contra Shangho.
—¿Porque es un caballero?
—Puede que eso influyera, pero lo
fundamental es que él le había pagado muy bien, más de lo que la pobre podría
llegar a ganar en dos o tres años de ejercer su oficio,, y temía que le
obligara a devolverle el dinero. Aunque la cifra era una insignificancia para Shangho.
Lo he comprobado. Es lo bastante rico para hacer lo mismo varias veces a la semana sin necesidad
de vaciar sus bolsillos.
—Supongo que le habrás ofrecido una suma
igual o superior para que declarara contra él.
—Sí; desde luego. Fue la primera idea que
se me ocurrió —admitió Kangin—. Por desgracia, ella me confesó que sabía lo que
Shangho se proponía y que de todos modos había aceptado acompañarlo. Claro que
no podía imaginar hasta dónde llegaba su brutalidad ni tampoco que le iba a
dejar cicatrices para el resto de su vida. Curiosamente, aún no había caído en
la cuenta de las consecuencias que podrían tener esas cicatrices en su futuro
profesional, y yo no tuve el valor de señalárselo.
Kyuhyun suspiró.
—Estás ante un gran dilema, amigo. Pensaré
en ello, pero de momento no se me ocurre ninguna solución, sobre todo teniendo
en cuenta que ese individuo se está cubriendo las espaldas siendo sincero, o
parcialmente sincero, con sus víctimas. Por desgracia, en esta ciudad
encontrará una fuente inagotable que harían cualquier cosa por unas libras, sin
pensar en las consecuencias.
—Estoy de acuerdo
—dijo Kangin.
—Detesto hacerte esta sugerencia, pero,
¿sabes?, creo que deberías pedir consejo a tu tío Hyukjae. Él...eh... tiene
experiencia en este campo, ¿no es así?
Kangin sonrió.
—Ya lo había pensado. Tengo una cita con él
mañana por la mañana.
—Estupendo. Cuando uno se vincula con la
peor escoria del mundo, como siempre ha hecho él, adquiere una perspectiva
distinta de las cosas. Bien, ahora basta de hablar de cosas serias. Me alegro
de que hayas venido a visitarme, así podrás hacerme compañía mientras Sungmin va
de compras.
—Estaré encantado... al menos durante lo
que queda de la mañana. Tengo planes para la tarde.
—Muy bien, amigo. Me conformaré con el
tiempo que puedas dedicarme. ¿Sabes?, te echo de menos desde que vivo en el
campo. No te dejas ver con frecuencia. A propósito, he comprado otro caballo de
carreras y me gustaría enseñártelo.
—Changmin también compró uno —dijo Kangin—.
Te morirás de envidia cuando lo veas.
Kyuhyun rió.
—Ya lo he visto. ¿Quién crees que me vendió
el mío? Conseguí covencerlo de que lo cambiara por otro.
—¿Estás casado?
Kangin parpadeó. Acababan de subir al coche
cuando Leeteuk dejó caer la pregunta. No había podido pensar en otra cosa desde
que se había levantado esa mañana. Y aunque sabía que debía de haberlo
preguntado con más tacto, ignoraba cuánto tiempo tardarían en llegar a su
destino y quería una respuesta lo antes posible. Obtuvo precisamente la que
deseaba.
—¡Caray, no! —exclamó Kangin—. Y no tengo
intenciones de casarme en mucho tiempo. —El alivio de Leeteuk fue inmediato y
manifiesto, lo que le llevó a añadir—: No, querido. No estás robándome a nadie.
—¿Ni siquiera a otro amante?
—Ni mucho menos —repuso él—. Bueno, quiero
decir... Diantres, tuve un amante una vez y no salió bien. No estaba en mis
planes tener otro, pero las circunstancias me hicieron cambiar de idea.
—¿Las circunstancias? ¿Quieres decir que me
compraste por una razón distinta de la obvia?
—Bueno, sí —respondió él con reticencia—.
No podía permitir que lord Shangho se quedara contigo, ¿no? Sobre todo sabiendo
que es capaz de las más terribles perversiones.
Leeteuk comprendió a quién se refería y se
estremeció. El tal Shangho parecía un hombre cruel. Era evidente que se había
salvado de un destino peor del que
imaginaba. Y tenía que agradecérselo a Kangin.
—Te
estoy muy agradecido, muy agradecido, por lo que has hecho por mí.
—No me des las gracias, querido. Ha sido
una buena inversión. Ahora lo sé.
Leeteuk se ruborizó y Kangin sonrió.
Pero la curiosidad del joven aún no estaba
satisfecha, así que dijo:
—He notado que no quieres que la gente se
entere de nuestra... relación. Al menos ésa fue la impresión que tuve en
Bridgewater. Y habida cuenta de que no tienes esposo, dime, ¿es sólo una
cuestión de formas?
—No, no es sólo eso —respondió él—. Verás,
mis dos tíos más jóvenes eran propensos a crear escándalos. Provocaban uno tras
otro y eso sacaba de quicio a mi padre. Crecí escuchando sus diatribas en
contra de sus hermanos. Eso me ha enseñado prudencia. No quiero hacerlo sufrir
con otro escándalo.
—¿Y yo sería motivo de escándalo?
—No, en absoluto. Tener un amante no es
nada inusual. Pero prefiero no dar razones para que mi nombre figure en los
chismorrees de sociedad. A mi padre no le gusta que nadie se meta en nuestros
asuntos, ni siquiera los criados, ¿entiendes?
Leeteuk asintió y sonrió, porque lo
entendía muy bien. También a él le habían enseñado a ser discreto. En
incontables ocasiones sus padres habían guardado silencio en medio de una
discusión, acalorada o no, sólo porque un criado acababa de entrar en la
habitación.
—Lo siento si te parezco curioso. Pero me
preguntaba si esto podría influir en la frecuencia de tus visitas.
Kangin frunció las cejas. Había olvidado
que debía ser prudente en ese extremo, como lo había sido con su amante
anterior. No sorprendería a nadie si iba a buscaría en pleno día, pero si
aparecía repetidamente en la casa y permanecía allí varias horas, pronto
empezarían a circular rumores. Sin embargo, no tenía intención de restringir su
tiempo con Leeteuk a unas pocas horas furtivas.
Así que respondió con una evasiva:
—Todavía no lo sé. No conozco a nadie en
este barrio, así que tendremos que esperar. Pero no te disculpes por preguntar,
querido. ¿Qué mejor manera para empezar a conocernos? De hecho, a mí también me
gustaría hacerte algunas preguntas.
—Estaré encantado de responderlas... si
puedo.
—Estupendo. Entonces dime, ¿por qué, con la
espléndida educación que te dio tu madre, no seguiste sus pasos y te hiciste profesor?
No es que lamente que hayas seguido el
camino que elegiste, pero explícame por qué lo has hecho.
Leeteuk suspiró para sus adentros. Al
interrogarlo a él, se había expuesto a
preguntas como aquélla. Sin embargo, ya se figuraba que algún día le preguntaría
algo así y estaba preparado.
—Soy demasiado joven. La mayoría de los
padres prefieren confiar la educación de sus hijos a una persona madura.
—¿Y no tenías alternativa?
—Ninguna que me permitiera ganar lo
suficiente para pagar mis deudas.
Kangin frunció el entrecejo.
—¿Cómo es posible que un joven como tú haya contraído deudas por valor de
veinticinco mil libras?
Leeteuk esbozó una leve sonrisa.
—La verdad es que las deudas no eran mías
y no llegaban ni siquiera a la mitad de
esa cifra.
—Entonces habrás sacado un buen pellizco.
—No; yo no recibí ni un penique. El
propietario del lugar se embolsó una cantidad importante por organizar la
subasta y el resto... Bueno, como ya he dicho, fue para pagar deudas.
Esperaba que Kangin se conformara con esa
información, pero no caería esa breva.
—¿De quién eran las deudas que te sentiste
obligado a pagar?
Podía mentir o eludir la pregunta, como
había hecho en otra ocasión. Pero no quería mentirle más de lo que ya había
hecho, de modo que volvió a recurrir a la misma excusa de antes.
—Si no te importa, es un asunto privado y
no me siento cómodo hablando de él.
La expresión de Kangin indicaba con
claridad que sí le importaba y que no tenía intención de cambiar de tema.
—¿Vive aún tu madre?
—No.
—¿Y tu padre?
—Tampoco.
—¿Tienes otros parientes?
Leeteuk sabía lo que se proponía. Intentaba
deducir por sí solo a quién le había dado el dinero, pero no podía
proporcionarle esa información.
—Kangin, por favor, este tema me resulta
muy desagradable. Preferiría no volver a tocarlo.
Kangin suspiró y se dio por vencido... al
menos por el momento. Luego se inclinó y le dio una palmadita en la mano. Aunque
al punto pensó que no era suficiente consuelo, si lo que quería era consolarlo,
cosa que así pareció porque acto seguido lo sentó sobre su regazo.
Leeteuk se mantuvo rígido, recordando la
última vez que le había tenido en esa posición. Pero Kangin se limitó a rodearlo
con sus brazos y a apoyar la cabeza contra su frente, envolviéndolo en su
agradable aroma y en el ritmo regular y sereno de su corazón.
—Tengo el presentimiento, cariño, de que tú
y yo vamos a hacernos muy amigos —dijo en voz tan baja que era casi un
murmullo—. Así que llegará el día en que te sientas cómodo contándome cualquier
cosa. Soy muy paciente, ¿sabes? Pero pronto descubrirás que también soy muy
perseverante.
¿Eso quería decir que volvería a
interrogarlo en un futuro próximo?
—¿Te he dado las gracias por el coche que
me enviaste?
Kangin rió ante la ingenua táctica para
cambiar de tema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario