En la recepción del lujoso hotel donde iba
a celebrarse la recepción, Jian leyó en un cartel que sólo se podía acceder con
invitación. Pagó un precio desorbitado por un refresco con aspecto de agua para
poder sentarse en el recibidor del hotel. Se abrió una puerta de dos hojas para
que pudiera salir un hombre en silla de ruedas y Jian pudo ver dentro de la
habitación a un hombre alto y fuerte.
Sintió que el corazón se le paraba como si
lo hubieran lanzado al aire sin avisarle antes. Era Sang y había algo tan
dolorosamente familiar en el orgulloso perfil de su oscura cabeza que se puso
en pie sin siquiera ser consciente de ello. Era increíblemente guapo. Recordó
los días en que inocentemente pensaba ser artista cuando había dibujado su rostro
una y otra vez, obsesionado con cada detalle de sus rasgos.
Estaba rodeado por un círculo de gente.
Deseaba que se diera la vuelta y lo mirara en el mismo momento en que vio una delicada
mano que se apoyaba en su brazo. Por un instante, le pareció increíble no haber
reparado en el joven moreno que le sonreía con confianza. Pensó que había
censurado esa parte de su visión porque sólo quería ver lo que podía manejar.
La última vez que había visto a Sang en carne y hueso había sido hacía cinco
años y también había estado con otro joven, algo que había añadido una dosis
extra de humillación a su ya doloroso sentimiento de rechazo.
Conmocionado por la falta de reacción, Jian
se quedó pálido como la muerte. Volvió a la recepción y preguntó si podían
darle un mensaje al príncipe Sang. Esperó mientras deliberaban, pero los
minutos transcurrían y nadie le daba una respuesta. Volvió a sentarse sintiendo
un hambre repentina; no había comido nada desde por la mañana. Pero no tenía
otra opción que esperar. No podía marcharse mientras le quedara una pizca de
esperanza de que él pudiera responder a su petición de tener una reunión.
Pasaron casi tres horas antes de que Sang
decidiera marcharse. Varios hombres salieron del salón de baile y formaron una
línea de guardia antes de que Sang apareciera. Su acompañante casi tenía que
correr para mantener su paso. Jian nunca hubiera podido atravesar el cordón de
seguridad que mantenía a los simples mortales alejados de su real presencia. Vio los destellos de las
cámaras de los paparazis y oyó las preguntas que gritaban, pero Sang los ignoró
y bajó las escaleras.
—¿Joven Wang?
Un hombre mayor le tendió una tarjeta,
hizo una ligera reverencia y salió por la puerta.
Parpadeando por la sorpresa, Jian miró con
detenimiento la tarjeta. En ella, había una dirección y una hora de la tarde
del día siguiente. Respiró tembloroso. Sang le estaba dando la oportunidad de
que le explicara la situación de su familia. Pero si no hubiera esperado todas
esas horas como un humilde mendigo reclamando la atención de su alteza real, no
habría conseguido la audiencia. Sintió que volvía la rabia; reconoció cómo Sang
lo hacía sufrir; primero el látigo, después el premio, pero sólo si se exhibía
la humildad adecuada.
Recostado en la comodidad de su limusina, Sang
pensó en Wang Jian desafiantemente vestido con esas ropas que a él nunca le
habían gustado. ¿Por qué se vestía de ese modo? No mermaba en absoluto su
belleza natural.
Sang había disfrutado manteniéndolo a la
espera. Sabía la clase de persona que era y no cedería ni un ápice cuando
tratara con él. La verdad era que ser rudo le salía de modo natural, mucho más
fácil que ser tierno o contenido. Mientras se entretenía recordando a Jian,
descubrió que la sensación de poder ilimitado era un potente afrodisíaco. El
moreno que tenía a su lado le apoyó una estilizada mano en el muslo. Sang
apretó el botón que oscurecía las ventanillas…
Al día siguiente Jian estaba sentado
envarado en el atestado
autobús que lo llevaba a su destino, se esforzaba por
controlar sus nervios.
Desgraciadamente, cada vez que recordaba
cómo Sang lo había ignorado en el hotel, una sensación de haber sido tratado
injustamente crecía en su interior. ¿Qué había hecho para merecer ese trato?
Después de todo, la situación no era como si él hubiera sabido que su appa le
había pedido en su momento ayuda económica. Se llevó las frías manos a las
mejillas ardientes como si así pudiera aplacar la vergüenza que esa idea había
despertado en él. Lo desagradable de la situación lo tenía destrozado.
Star Empire ocupaba un enorme y moderno
edificio de oficinas. Subió al último piso en un ascensor de cristal. En la sala de espera,
respiró hondo con desesperación. Por un momento pensó que no sería capaz, que
no podría pedirle tiempo y comprensión a un tipo que en su momento le había
roto el corazón y destrozado su autoestima.
—Joven Wang… por aquí.
Jian cuadró los hombros y siguió al
asistente personal. Entró en una enorme oficina vacía. Apenas se había cerrado
la puerta tras él cuando se abrió otra al fondo de la sala y entró Sang.
El salvaje impacto de su físico lo golpeó
como una ola que se llevó con ella cualquier pensamiento racional. Su fabuloso
traje negro de raya diplomática rezumaba estilo y enfatizaba la anchura de sus
hombros, la estrechez de sus caderas y la longitud de sus piernas. Sintió que
el corazón le latía frenético.
Al encontrarse con sus ojos encontró
difícil seguir respirando. Fue como un salto atrás en el tiempo y su respuesta
fue inmediata: se le secó la boca y todo su cuerpo se tensó, fruto de la anticipación.
Habían pasado cinco largos años desde que había experimentado por última vez
esa desasosegante sensación en la parte baja del vientre, y se sintió
profundamente alterado.
Tras mirarlo durante un instante, Sang se
detuvo al lado de su mesa. El largo abrigo negro de cuello alto se convertía en
un marco dramático para la delicada perfección de su piel de marfil. Casi divino,
pensó con cinismo, consciente de la pureza de su aspecto. Naturalmente conocía
el efecto de su deslumbrante belleza. Evidentemente esa aura de inocencia era
una fachada pensada para volver locos a los hombres. Él lo sabía mejor que
nadie.
—Gracias por recibirme —dijo Jian casi sin
aliento decidido a demostrarle que tenía mejor educación que le que había
demostrado él en el hotel.
—Me ha podido la curiosidad —reconoció Sang
perezoso.
Miró las largas pestañas color miel que
vibraban sobre los asombrosos ojos negros, el ligero mohín de su rosado labio
inferior. Tenía que reconocer que era exquisito. Unos centímetros más y habría rivalizado
con cualquier modelo. Cinco años antes, había tenido un excelente gusto, al
menos en lo referente a la apariencia. Se preguntó si Jian se atrevería a
decirle que no y la sola idea hizo que la excitación le llegara hasta los
genitales. Apretó los dientes conmocionado por esa instantánea reacción sexual.
No había pensado en que seguiría teniendo esa respuesta ante su presencia
cuando su fuerte autodisciplina iba en dirección contraria a esa debilidad.
A fuerza de no mirar directamente a Sang, Jian
recuperó la concentración y fue directamente al asunto que lo había llevado
allí.
—No tenía ni idea de que mi appa te había
pedido dinero prestado cuando salíamos. Si lo hubiera sabido en ese momento,
habría evitado que te vieras envuelto en los problemas de mi familia.
Sang estuvo tentado de echarse a reír a
carcajadas ante semejante afirmación inverosímil. Caminó hasta una ventana.
Pensó que su alegato de ignorancia era una prueba más de su viejo hábito de
reclamar siempre ser inocente o tener una explicación razonable para justificar
sus acciones. Parecía que el leopardo no había cambiado las manchas de su piel.
Nunca era nada era su culpa.
Jian se acercó un poco ansioso por dar
todas las explicaciones posibles antes de que él dijera nada.
—Mi appa no debió pedirte nada, pero tú no
deberías habérselo dado —dijo en tono de disculpa—. ¿Cómo demonios creías que
iba a ser capaz de devolverte semejante cantidad de dinero? ¿Por qué, al menos,
no me dijiste a mí lo que pensabas hacer antes de hacerlo?
Sang se dio la vuelta para mirarlo cara a
cara. Había ido demasiado lejos con esa última pregunta. Una sonrisa sardónica
se dibujo en su hermosa boca.
—Seguramente eso no era parte de tu plan.
Jian enarcó las cejas en un gesto de
confusión.
—¿Plan? ¿Qué plan? No sé de qué me hablas.
Sang lo observó fríamente y tuvo que
reconocer que era realmente convincente. Esa expresión de perplejidad en sus
ojos habría convencido a la mayor parte de los hombres de que estaba diciendo
la verdad. Por desgracia para él, las experiencias pasadas lo habían blindado
contra las mentiras que pudiera decir para despertar su compasión.
El silencio resultaba claustrofóbico a Jian.
No entendía qué había hecho mal ni por qué él no decía nada, por qué en los
ojos de Sang brillaba el desprecio.
—¿Por qué me miras así?
—Me deja perplejo que te atrevas a
aparecer ante mí y criticarme por ser generoso con tu familia. Podría ser una
argucia con algunos hombres, pero a mí me ofende.
Aquel frío tono hizo que Jian sintiera
un escalofrío.
—No estoy negando tu generosidad y no
tengo ninguna intención de ofenderte ni de ser desagradecido por haber dejado
ese dinero. Pero mi appa no tenía posibilidades de devolvértelo y eso debería
haber hecho que te lo pensaras dos veces.
—A tu appa se le dio la posibilidad de
pagar una renta.
Jian se dio cuenta de que la reunión iba
realmente mal y temió estar permitiendo que su orgullo personal y animosidad se
interpusieran en su objetivo de conseguir aclarar las cosas.
—Han cambiado muchas cosas en nuestras
vidas en los últimos cinco años, Sang. Mi padrastro se marchó. Durante una
temporada vivimos en el caos. Creo que mi appa ahora sufre…
—Para —ordenó cortante Sang—. No necesito
escuchar historias lacrimógenas. No somos personajes de un serial, tampoco
tenemos una relación personal. Estamos hablando de negocios. Esos son los
límites…
La reprimenda encendió las mejillas de Jian.
¿Historias lacrimógenas? ¿Así era como
había interpretado sus referencias a los apuros de su familia cinco años atrás?
¿Cuando había confiado en él, lo había interpretado como una petición de
compasión?
¡Ni una sola vez le había dicho nada de la
escasez de dinero que había en su casa! Lo mismo que se había sentido demasiado
avergonzado para contarle que su padrastro era un maltratador y que, además,
tenía antecedentes penales.
—Sí, lo entiendo, pero…
—No me interrumpas cuando estoy hablando,
es de muy mala educación —dijo Sang sin dudar.
—Sólo estaba tratando de explicarte la
situación de mi appa y por qué ha dejado que las cosas lleguen hasta este punto
—molesto por la llamada de atención, tuvo que hacer un gran esfuerzo para no
rebatirlo.
Mantener la cabeza fría era muy difícil
cuando Sang se estaba comportando como un extraño. Era realmente difícil creer
que alguna vez había sido otra cosa. Su coreano se había vuelto mucho más
normativo y sus maneras con él eran terriblemente frías y distantes.
Nunca había sido tan consciente de su
origen y su bagaje real. Recordar, además, el daño que una vez le había hecho
no contribuía en nada a estabilizar sus emociones.
—Las circunstancias personales de la señor
Chen son irrelevantes —afirmó Sang—. Han pasado cinco años. No ha habido ni un
intento de afrontar un solo pago del crédito, no se ha pagado la renta ni una
vez. El informe habla por sí mismo.
Mientras Sang le recordaba la vergonzante
realidad, el rubor iba cubriendo el rostro de Jian.
—Reconozco que mi appa ha manejado todo
esto realmente mal, pero por desgracia yo no sabía hasta esta semana que tú
eras el dueño de la casa y que le habías dejado dinero.
Tras esa afirmación, el gesto de Sang se
volvió realmente severo.
—¿Otra excusa inverosímil? Es difícil de
creer que pienses que el mismo timo puede funcionar dos veces.
—¿Timo? —repitió Jian con una risa
incierta—. ¿Qué timo?
—¿Te crees que hace cinco años no me daba
cuenta de que te estabas aprovechando de nuestra relación? Era un timo montado
para que tuviera compasión de ti y así me pudieras sacar dinero. Me ablandaste
con tus historias mezcladas con lágrimas; después, tu appa me rogó que os
protegiera a ti y a tus hermanos de que el diablo de tu padrastro os dejara en
la calle y sin blanca.
Jian lo miró horrorizado.
—¡No puedo creer que pienses eso de mi appa
y de mí! Siempre te he dicho la verdad. No he tratado de sacarte dinero!
—¿Qué has hecho si no? No te hagas el
sensible y refinado. ¿Por qué no miramos los hechos? Cuando te conocí,
trabajabas en un club y bailabas en una jaula.
Los ojos negros brillaron con el color de
la parte más caliente de una llama. La ira se incrementaba tanto en su interior
que apenas podía respirar. Cerró las manos y apretó los puños.
—Me
pregunto a dónde
querrás llegar para
sacar ese asunto. ¿Desde cuándo trabajar en un bar es
lo mismo que ser prostituta? No era un striper. Sólo he bailado en una jaula
una vez en mi vida un par de horas y tú nunca me vas a permitir que lo olvide
—se acercó a él furioso—. No debería haberme relacionado contigo. ¡Has sido
perjudicial para mí desde el principio!
—El pasado no es el tema de la
conversación…
—¿Excepto cuando tú lo decides?
Jian estaba furioso por la humillación que
suponía que el desagradable episodio de la jaula volviera a salir cinco años
después y por que Sang actuara como un extraño. Sang, pensó de pronto, no había cambiado ni una pizca.
Tenía la habilidad de recordarle siempre los peores momentos de su vida.
—¡No soy una persona inmoral, ni
deshonesto, ni codicioso y no lo he sido jamás!
Sang estaba ligeramente sorprendido al
comprobar que disfrutaba de aquello. Él era el único joven que se había
atrevido a levantarle la voz y a discutir con él. En su momento, ese trato lo
había irritado profundamente, pero en ese momento tenía que reconocer que le
gustaba por la novedad y la debilidad que suponía. Con autodisciplina absoluta,
alzó una ceja y preguntó en tono de broma:
—¿Es así?
—Por supuesto que es… —Jian se pasó una
mano temblorosa por unos mechones de cabello que le habían caído a la frente—.
Por alguna razón has construido todo un desagradable escenario que nunca
existió. Nunca ha habido ningún plan para sacarte dinero.
—Así que… ¿Por qué, en tu experta opinión,
me he gastado medio millón de wons desde que te conozco?
Cuando Sang mencionó la suma, la
consternación dejó a Jian sin respiración y sin carácter.
—¿Medio… millón de wons? —dijo en un
susurro tembloroso.
—La venta de la casa, al menos permitirá
recuperar parte de las pérdidas porque al menos se ha revalorizado —dijo Sang
con una tranquilidad que Jian consideró terrorífica—. Pero asumo que la renta
no se pagará nunca y el préstamo…
—No puede ascender todo a medio millón de wons
—musitó Jian conmocionado.
—Y a más. Ésa es una estimación
conservadora —dijo seco Sang—. Me
sorprende que todavía no conozcas la suma exacta. Creo recordar que tenías una
cabeza para los números mejor que una calculadora.
El tono de la afirmación había sido suave,
pero Jian pudo reconocer el velado insulto que se ocultaba en él.
—No he tenido acceso a toda la
documentación.
—En tu papel de espectador inocente, es lo
natural —dijo Sang—. Da lo mismo,
pienso reclamar la totalidad de la deuda.
Al darse cuenta de que la situación se le
escapaba de las manos, Jian sintió pánico.
—No deberías. Si nos pudieras dar más
tiempo…
—¿Hasta el milenio que viene?
—¿Por qué tienes una opinión tan mala de
mí? —dijo Jian con frustración—. Después de esto, entiendo que mi appa te
parezca un aprovechado, pero si no me dejas que te explique por qué…
—Ciñámonos a los negocios —dijo Sang
con frialdad.
—De acuerdo. En un año espero estar
completamente cualificado para ser contable.
Sang alzó una ceja sorprendido.
—¡Qué novedad! Cuando estabas conmigo,
sólo hablabas de ser artista.
Tuvo en la punta de la lengua decirle que
la necesidad de ganarse la vida y ayudar a su appa a sacar adelante a sus
hermanos le había hecho abandonar ese proyecto. Había tenido que dejar la
escuela de Bellas Artes y buscarse un trabajo, pero era un sacrificio del que
no se arrepentía.
—Podré ganar un salario decente y empezar
a pagar lo que te debemos —dijo Jian con una urgencia que dejó entrever lo
profunda de su preocupación.
—Hay un dicho: más vale pájaro en mano que
ciento volando. Las promesas no me interesan. Si no tienes nada más concreto
que ofrecer, no sé para qué has hecho tanto esfuerzo para tener esta reunión
—dijo Sang suave y frío como la seda—. Al menos, si no te hubiera conocido
podría haberme quedado con la duda. Conociéndote como te conozco, sin embargo,
sospecho que esperabas poder usar tu atractivo sexual como moneda de cambio.
Jian estaba tan sorprendido por la injusta
acusación que abrió la boca y la volvió a cerrar. La indignación hacía brillar
sus ojos.
—¿Cómo te atreves siquiera a sugerir algo
así?
—Pero si eso es lo que haces. Hace cinco
años tuviste mucho cuidado de negarme tu cuerpo y jugar la carta de virgen para
mantenerme interesado.
Mientras absorbía esas palabras, Jian
respiró tan profundamente que se sorprendió de no arder espontáneamente delante
de él.
—Así que eso es lo que tú llamas ceñirse a
los negocios…
La miró directamente a los ojos.
—Yo fui un asunto de negocios, al menos en
lo que a ti respecta. Quisiste sablearme.
—¡Esto es indignante! —dijo con la
respiración entrecortada.
—Pero cierto, sin embargo, y si no has
venido para resolver lo de la deuda o al menos una parte sustancial de ella, ¿a
qué has venido entonces? —preguntó Sang con sequedad.
Jian apretó los puños al ser consciente de
que lo había arrinconado y lo había dejado sin escapatoria. Si le decía la
verdad y reconocía que esperaba despertar su compasión explicándole la
situación de su appa, le daría la razón en lo de que recurría a historias
lacrimógenas en su propio provecho. Apretó los dientes y dijo:
—Esperaba que nos dieras más tiempo para
pagar.
Sang caminó hacia él con una gracia que le
recordó que lo primero que había notado en él era lo excitantes que eran sus
movimientos. Al recordarlo, un estremecimiento traidor le bajó hasta el
vientre.
—¿En qué te basas para pedirme más tiempo?
—silabeó Sang—. Soy un hombre de negocios. Si no puedes reunir el dinero ahora,
hay muy pocas posibilidades de que puedas hacerlo en el futuro.
—¡No te has comportado como un hombre de
negocios cuando has comentado que no me acosté contigo hace cinco años! —dijo
de pronto Jian, decidido a jugar la partida en los términos de él—. Estás
totalmente predispuesto contra mí!
Sang se acercó un poco más. Era mucho más
alto que él, y Jian se sintió intimidado por su proximidad.
—No pierdas el tiempo tratando de
apartarme del tema. Te lo vuelvo a preguntar: ¿por qué estás aquí?
Un leve aroma a sándalo llegó a la nariz y
la garganta de Jian y eso le hizo caer en una espiral de recuerdos. Estaba
tratando de evitar encontrarse con sus ojos, pero podía sentir su mirada, y era
como si el calor palpitara donde se detenía la mirada de él. Sintió una pesada
languidez que se instalaba en sus miembros inferiores, se enroscaba en su
vientre y enviaba señales de deseo a su entrepierna.
—Por Dios, sabes perfectamente por qué
estoy aquí —arguyo casi sin respiración.
Tan cerca de él se sentía dominado, así
que dio un paso atrás.
Sang estaba decidido a dejar al desnudo
sus pretensiones de manipularlo. Redujo la distancia entre ambos.
—Desde mi punto de vista, parece que te
has acercado a mí sin nada que ofrecer excepto a ti mismo.
Un rubor caliente cubrió las mejillas de Jian
mientras empezaba a alzar la mirada. Era tan consciente de la fuerza de él que
siguió apartándose sin ser consciente de lo que estaba haciendo.
—¿Qué demonios se supone que significa
eso? —preguntó una octava más alto.
—No creo que seas así de ingenuo.
Jian lo miró con los ojos
brillantes.
—¿Estás tratando de decir que yo iba a
ofrecerte… sexo? —dijo en un jadeo.
Sang sintió que se estaba divirtiendo ante
la representación de virgen ofendida que estaba haciendo a la perfección.
—En ausencia de otra opción, ¿qué queda si
no?
Ante la crueldad de la confirmación, Jian
sintió una oleada de ira y trató de abofetearlo, pero su víctima fue más rápida
y lo agarró de la muñeca antes de que llegara a su objetivo.
—No… ¡No tolero las rabietas!
—¡Suéltame! —gritó Jian en un ataque de
furia al sentir que había sido insultado y no había podido dar una respuesta.
—No hasta que te tranquilices —dijo Sang
sin soltarle la muñeca.
Estaba enfadado, pero al mismo tiempo
empezaba a experimentar una oscura excitación interior. Un deseo de lo que una
vez le había sido negado, se dijo a sí mismo. ¿Por qué tenía que autocensurarse
por lo que no era más que un impulso natural? Tenía una libido poderosa y Jian
era un joven hermoso. Sólo setenta años antes, su abuelo había disfrutado de un
harén de concubinas. Por un segundo, Sang se permitió imaginar cómo sería tener
a Jian a su entera disposición a cualquier hora del día. Para él solo. Las
imágenes que acudieron a su cerebro fueron tan evocativas que le costó un gran
esfuerzo apartarlas.
—¡He dicho que me sueltes! —Jian estaba
tan alterado por que lo sujetara como si fuera un niño desobediente, que
intentó darle una patada.
O_____O
ResponderEliminarEstos dos tienen una confusión enorme!!!!
Ahhhh
primnera historia que leo en que Sang trata mal a Jian, normalmente simpre son una pareja dulce....esta interesante
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