—¿Estás
diciéndome que quieres regresar?
Kangin
apartó la mirada, avergonzado.
—Por
momentos, sí, pero entonces miro a mi esposo y pienso que soy un bastardo
egoísta. Lo amo tanto que me duele en sitios que no sabía que existían. Cada
vez que pienso en verlo lastimado, o a Sora… no puedo respirar. No puedo vivir.
Odio sentirme inútil. Odio saber que voy a envejecer y morir y abandonarlos.
—No
vas a morir, Kangin.
—¿Cómo
lo sabes? —preguntó con brusquedad.
—No
te dejaré.
Kangin
resopló.
—Como
si pudieras evitarlo. Ambos sabemos que no tengo elección excepto morir como un
viejo… si tengo suerte y llego a tanto, y no me muero de un ataque al corazón,
accidente de auto, envenenamiento por comida, o un millón de otras catástrofes
—dijo apoyando la cabeza en las manos.
Shin
verdaderamente lo lamentaba por su amigo.
Era difícil ser humano.
Demonios,
era difícil vivir de cualquier modo.
La
vida definitivamente no era para los pacientes. Cada vez que algo parecía salir
bien, al menos tres o cuatro cosas tenían que salir mal. Era la ley de la
naturaleza.
A
pesar del espantoso tono, Shin sintió su felicidad. Y su terror.
—Felicitaciones.
—Gracias
—Kangin observó la pila de papeles en su escritorio—. Estoy intentando poner mi testamento en
orden, por si acaso.
Shin
reprimió la necesidad de reír ante su fatalista amigo.
—No
vas a morir, Kangin —repitió.
Sabía
que Kangin no lo estaba escuchando. Estaba demasiado ocupado concentrándose en
todas las cosas que podían salir mal, no sólo con Leeteuk y el bebé, sino con
él mismo.
—¿Serás
padrino del bebé nuevamente? —preguntó Kangin con calma.
—Por
supuesto.
—Gracias.
Ahora, si no te molesta, tengo que llevar esto al abogado y a la compañía de
seguros mañana.
—Muy
bien. Buenas noches, General.
—Buenas
noches, Shindong.
Shin
recogió su mochila y cerró la puerta mientras salía. Se detuvo en el pasillo
para encontrar a Leeteuk parado en la puerta de su dormitorio, envuelto en una
bata color crema. Había lágrimas en sus ojos.
Shin
acortó la distancia entre ellos.
—¿Estás
bien?
Él
se encogió de hombros.
—¿Es
así para todos los que recuperan sus almas?
Suspirando,
él asintió.
—Es
difícil reajustarse. Uno pasa cientos de miles de años pensando que,
literalmente, tienes todo el tiempo del mundo, que nadie puede tocarte y que tu
cuerpo nunca duele por más que algunas horas, para convertirte en mortal y
darte cuenta que te quedan treinta o cuarenta años, si eres afortunado. Ahora
eres susceptible a la muerte y las enfermedades como todos los demás. No es una
situación sencilla. El primer corte real con un papel casi los mata.
Una
sola lágrima cayó por la mejilla de Leeteuk. La secó y aspiró delicadamente.
—Desearía
haberlo dejado como estaba. Desearía que me hubieras dicho que esto pasaría.
—¿Decirte
qué, Leeteuk? —preguntó—. ¿Que ambos pasarían el resto de sus vidas amándose?
¿Criando a sus hijos? Ninguno de ustedes tiene idea de lo milagrosa que es su
vida. Cuánta gente vendería alegremente su alma por lo que ustedes tienen.
Olvida a Artemisa y la inmortalidad. Lo que ustedes tienen es infinitamente más
valioso y especial —su corazón se apretó, mientras que su furia hacia ambos
nacía del hecho de que estaban dudando de su amor, y si habían tomado o no la
decisión correcta—. Incluso yo cambiaría toda mi inmortalidad por un solo día
de lo que ustedes tienen —tomó la mano marcada de Leeteuk y la levantó para que
pudiera ver el sitio donde el alma de Kangin lo
había quemado, cuando la había regresado a su cuerpo—. Una vez te
pregunté si él valía la pena. ¿Recuerdas lo que me dijiste?
—Caminaría
por los fuegos del infierno para morir por él.
Shin
asintió.
—Y
yo atravesaría los fuegos del infierno para mantenerlos a salvo.
—Lo
sé.
Él
apretó su mano con más fuerza.
—¿Realmente
deseas haberlo dejado con su vida de Dark Huntert?
Leeteuk
sacudió la cabeza.
—Moriría
sin él.
—Y
él moriría sin ti.
Leeteuk
se secó los ojos y le sonrió.
—Oh,
sólo estoy cansado y embarazado. Odio este estado emocional hormonal. Lamento
desahogarme contigo cuando estoy seguro de que es lo último que necesitas.
Poniéndose
en puntas de pie, lo atrajo para poder abrazarlo.
Shin
apretó su mano en un puño contra la espalda de Leeteuk mientras saboreaba la
bondad de su contacto. Era raro que alguien lo tocara como un amigo, y
significaba todo para él.
—Te
quiero, Shin —le susurró antes de besarlo en la mejilla—. Eres el mejor amigo
que alguien podría desear.
Excepto
Minho…
Shin
dio un respingo mientras recordaba su enojo, más temprano. No debería haber
hecho lo que hizo. No daba rienda suelta a su furia con frecuencia. Simi era
uno de los pocos disparadores que quedaban dentro de él. Hasta que Minho la
había mancillado, ella había sido lo único puro que había en su vida.
Una
parte de él odiaba a Minho por lo que había hecho.
Pero
la parte cuerda y racional, comprendía. Aún así, no podía perdonar lo que
habían hecho. Tenía miedo de cómo cambiaría eso a Simi. En lo que podría
convertirse…
—¿Minho
está bien?
Leeteuk
parecía extremadamente incómodo.
—Quedó
bastante golpeado. Intenté convencerlo de ir al hospital, pero se rehusó. Dijo
que había tenido suficientes costillas rotas en su vida como para saber cómo
atenderlas. Así que Kangin y Kyuhyun lo vendaron y lo enviaron a casa.
Shin
asintió.
—Vigílalo.
—¿Y
qué hay de ti? ¿No vas a chequear cómo está?
—No
puedo. Al menos no por un tiempo. Necesito tiempo para superar esto, y puedo
garantizarte que no volveré a lastimarlo. Dios sabe que Minho tiene un
verdadero don para decir lo incorrecto en cualquier situación.
Él
vio el acuerdo en el rostro de Leeteuk.
—Sabes
que él te quiere, ¿verdad?
—Sí,
pero las emociones no tienen cerebro.
—No,
supongo que no.
Shin
lo empujó suavemente hacia su habitación.
—Ve
a dormir.
Leeteuk
dio un paso y se detuvo, mientras giraba para mirarlo.
—¿Shin?
—¿Sí?
—¿Por
qué uniste a Heechul con Siwon?
—Por
la misma razón que te entregué el alma de Kangin el día que nos conocimos.
—Debes
saber que jamás habrá paz entre ellos dos. Nunca. Heechul no puede traer a Siwon
a nuestra familia. No es justo para Kangin.
—Quizás,
pero la verdadera pregunta es: si hubieses conocido a Siwon antes que a Kangin,
¿te sentirías del mismo modo hacia el romano? Y si Heechul se hubiese casado
con Siwon, y luego hubieses encontrado a Kangin, ¿cómo te sentirías si él te
dijera que deberías dejarlo ir? —Leeteuk apartó la mirada—. Exactamente, Leeteuk.
Para poder tener un futuro, Kangin necesita desprenderse del pasado.
Heechul
aspiró entre dientes mientras Siwon lamía la salada mantequilla de ajo de su pecho. Él rió juguetonamente con
su pezón entre los dientes mientras lo miraba.
Se
apartó lo suficiente para sumergir otro trozo de camarón en la mantequilla,
antes de levantarlo para que lo mordiera. Heechul chupó sus dedos sensualmente
mientras comía de su mano.
—Creo
que establecimos un récord para la comida más larga de la historia.
Siwon
sonrió mientras colocaba otro camarón en su pezón derecho. La mantequilla
corrió por el costado de su pecho. Él la lamió de su piel antes de ir en busca
del camarón y devorarlo.
Heechul
apartó el cabello del rostro de Siwon.
—Ves, sabía
que los romanos
eran brutos para
estas cosas. Tenía
razón, ¿verdad?
—Tenías
razón —dijo él mientras exprimía un limón sobre su estómago.
Los
dedos de los pies de Heechul se encogieron mientras él bebía a lengüetazos el
jugo.
—Eres
tan maravilloso —dijo en voz baja.
Siwon
se quedó helado ante sus palabras. Nunca nadie había dicho una cosa semejante
sobre él.
Nadie.
Y
en ese momento, tuvo un pensamiento aterrador. Iba a tener que dejarlo ir.
Una
fuerza desconocida lo golpeó en el pecho ante esa idea. Lo dejó completamente
sin respiración.
Vivir
sin Heechul.
¿Cómo
podía desgarrarlo así el pensarlo, cuando apenas lo conocía? Y sin embargo,
mientras intentaba imaginarse de regreso en su mundo frío y estéril en el que
la gente lo ignoraba, se burlaba de él o no le prestaba atención, quería gritar
por esa injusticia.
Quería
quedarse con Heechul.
El
deseo de unirlo a él era salvaje e irracional. También era egoísta y erróneo.
Heechul
tenía una familia que lo amaba. Su familia siempre había sido una parte
esencial de su vida. Él lo había visto por sí mismo. El amor. La preocupación.
La
familia de Siwon había sido una pesadilla de celos y crueldad. Pero la de Heechul…
No
podía apartarlo de ellos. No estaría bien.
—¿Siwon?
¿Sucede algo?
Él
le ofreció una media sonrisa.
—No.
—No
te creo.
Siwon
se recostó sobre él y sólo lo escuchó respirar. Heechul lo acunó con su cuerpo
y él se deleitó en la sensación de la piel de Heechul contra la suya. De sus
brazos y piernas envueltos alrededor de su cuerpo desnudo.
Pero
no sólo su piel estaba desnuda. Su espíritu también estaba despojado.
Daría
cualquier cosa por tener a este joven, y era la única persona con el que jamás
podría quedarse.
No
era justo.
Heechul
acarició la espalda de Siwon mientras sentía sus emociones. Estaba lleno de una
furiosa desesperación, y él no sabía por qué.
—Bebé
—le susurró—. Háblame.
—¿Por
qué me dices “bebé”?
Su
respiración cosquilleaba contra el pecho de Heechul.
—¿Te
molesta?
—No.
Es sólo que nunca tuve a nadie que usara un término cariñoso al hablarme. Es
extraño escucharlo de ti.
Heechul
pasó la mano por las cicatrices de la espalda de Siwon mientras su corazón se
anudaba por él.
—¿Estuviste
alguna vez enamorado? —le preguntó. Él sacudió la cabeza.
—Sólo
tuve a Liu.
—¿Pero
jamás la tocaste?
—No.
Dormí con parejas que tenían la opción de estar o no conmigo.
Heechul
frunció el ceño.
—¿Pero
no quisiste a ninguna de ellas?
—No
—Él inclinó la cabeza para poder mirarlo—. ¿Y tú? ¿Alguna vez estuviste
enamorado?
Heechul
suspiró mientras recordaba su pasado y a la única persona con la que había
querido compartir el resto de su vida.
—Amaba
a Jey. Deseaba tanto casarme con él que, cuando terminó conmigo, pensé que
moriría de dolor.
Heechul
sintió los celos que atravesaban a Siwon.
—¿Por
qué terminó contigo?
Heechul
trazó la fina línea de su ceja y luego enterró la mano en su cabello, para
jugar con él mientras le explicaba.
—Dijo
que lo agoté —las lágrimas inundaron sus ojos mientras recordaba ese día de
verano en que Jey había ido y puesto fin a la única relación decente que había
tenido—. Dijo que con lo difícil que era seguirme el paso teniendo veinticinco
años, estaba aterrado de intentar hacerlo a los cuarenta. Me dijo que si
abandonaba la caza de vampiros y mi tienda, podríamos tener una posibilidad.
Pero, ¿cómo podría renunciar a las cosas que tanto significan para mí? Vivo
para cazar. Se lo debo a aquellos que no pueden defenderse.
Siwon
se incorporó y besó suavemente sus lágrimas.
—Era
un tonto.
Heechul
sonrió mientras el delgado y musculoso cuerpo de Siwon se deslizaba contra el
suyo. Oh, él era delicioso. Toda esa fuerza y ese poder…
Y
se preguntó tras quién habría ido luego de convertirse en Dark Hunter.
—¿De
quién te vengaste? —preguntó tranquilamente. Él se puso rígido mientras se
apartaba.
—¿Por
qué quieres saber?
—Sólo
estaba intrigado. Acuchillé los neumáticos del auto de Jey cuando terminó
conmigo.
La
expresión de Siwon era de espanto.
—No,
no lo hiciste.
El
asintió.
—Hubiese
hecho más, pero decidí que eso era suficiente para sacar mi enojo. Tenía unos
neumáticos Pirelli realmente lindos —confesó.
Él
sacudió la cabeza y rió.
—Entonces,
menos mal que no conduzco.
—Y
estás evadiendo mi pregunta —dijo, dándole un golpecito en la punta de la nariz
con el dedo—. Cuéntame, Siwon. No pensaré mal de ti, lo juro.
Siwon
se recostó a su lado mientras los recuerdos enterrados volvían a la superficie.
Generalmente hacía su mayor esfuerzo por no recordar esas últimas horas de su
vida humana. Por no recordar su primera noche de inmortalidad.
Se
apoyó sobre un codo mientras trazaba círculos alrededor del pecho de Heechul.
Adoraba el hecho de que él no estuviese consciente de su cuerpo. La desnudez de
los dos no le molestaba en lo más mínimo.
—¿Won?
—lo incitó.
No
iba a dejarlo escapar. Respirando hondo, él detuvo su mano sobre el arito del
ombligo.
—Asesiné
a mis hermanos —Heechul trazó la línea de su mandíbula mientras sentía su
sufrimiento y culpabilidad—. Estaban bebiendo y toqueteándose con sus esclavas
prostitutas cuando llegué. Jamás olvidaré la expresión de terror en sus rostros
cuando me vieron y se dieron cuenta de porqué estaba allí. Debería haberlos dejado ir, pero no pude —se
alejó con los ojos llenos de tormento y dolor—. ¿Qué tipo de hombre asesina a
sus propios hermanos?
Heechul
se sentó y atrapó su brazo mientras él abandonaba la cama.
—Ellos
te mataron primero.
—Y
como dice el viejo dicho, dos errores no hacen un bien. Éramos familia, y los
destruí como si fuesen enemigos extraños —se pasó la mano por el pelo—. Incluso
maté a mi propio padre.
—No
—dijo Heechul seriamente, apretando con más fuerza el brazo de Siwon—. Yesung
mató a tu padre, no tú.
Él
frunció el ceño.
—¿Cómo
sabes eso?
—Shin
me lo dijo.
Su
rostro se volvió piedra mientras lo miraba con furia.
—¿Y
te contó cómo lo mató Yesung? Atravesó a mi padre con mi espada. Una espada que
le entregué luego que mi padre me rogase que lo salvara.
Heechul
sintió su dolor y quiso darle paz.
—No
quiero ofenderte, pero tu padre era un bastardo que merecía ser asesinado.
—No
—dijo él, sacudiendo la cabeza—. Nadie merece lo que le sucedió. Era mi padre,
y lo traicioné. Lo que hice estuvo mal. Tan mal. Fue como la noche en que…
Heechul
no pudo respirar mientras una terrible ola de culpabilidad lo atravesaba.
Se
sentó en la cama.
—¿Qué,
bebé? ¿Qué noche?
Siwon
apretó los puños mientras intentaba bloquear los recuerdos de su infancia. Era
imposible.
Una
y otra vez veía la violencia, escuchaba los gritos que resonaban a través de
los siglos, incluso ahora.
Jamás
había sido capaz de bloquearlos.
Antes
de comprender lo que estaba haciendo, le contó lo que ninguna otra alma sabía.
—Tenía
cinco años cuando Kangin murió, y estaba allí la noche en que regresó por su
venganza contra mi abuelo. Así fue que supe lo que era Yesung la noche en que
vino por mi padre. Cómo supe el modo de llamar a Artemisa cuando morí. Yo…
Sacudió
la cabeza para aclararla. Pero era difícil. Las imágenes del pasado eran claras
como el agua y lo perseguían.
—Mi
abuelo me había mantenido despierto hasta tarde esa noche, para contarme lo
glorioso que era triunfar sobre un digno adversario, aunque fuese por
traición. Estaba en
el salón con
él cuando escuché
a los caballos afuera, reaccionando ante algo.
Podías sentir que había algo maligno allí. Se aferraba al aire. Entonces
escuchamos a los guardias gritando, y muriendo. Mi abuelo me metió en un
armario para esconderme mientras tomaba su espada.
Siwon
dio un respingo.
—Había
una grieta en la madera, y podía ver directo al salón. Vi a Kangin entrando.
Era completamente salvaje mientras luchaba con mi abuelo. Él no era rival para
su furia. Pero Kangin no estaba conforme con sólo matarlo. Lo asesinó
sangrientamente. Parte por parte. Centímetro por centímetro, hasta que no quedó
nada que pareciera un ser humano. Mantuve mis oídos tapados, y sofoqué mis
sollozos. Quería vomitar, pero estaba aterrado de que Kangin me escuchase y me
asesinara también.
—Así
que me quedé allí sentado en la oscuridad, como un cobarde, hasta que hubo un
completo silencio en el salón. Miré y no vi más que las paredes y el piso
manchados de sangre.
Se
pasó las manos por los ojos como para borrar las imágenes que aún lo
atormentaban.
—Salí
arrastrándome del armario y recuerdo estar mirando fijamente el modo en que la
sangre de mi abuelo cubría mis sandalias. Y entonces grité hasta que perdí la
voz, por el miedo. Durante años seguí pensando que si hubiese corrido en busca
de ayuda, podría haberlo salvado. Que si hubiese salido del armario, podría
haber hecho algo.
—Eras
simplemente un niño.
Él
rechazó su consuelo. Sabía que no lo merecía.
—No
era un niño cuando me alejé y permití que mi padre muriera.
Siwon
ahuecó la mejilla de Heechul en su mano. Era tan hermoso. Valiente. A
diferencia de él, Heechul tenía principios y bondad.
Él
no tenía derecho a tocar algo tan precioso, tan valioso.
—No
soy un hombre decente, Heechul. He destruido a todos a quienes he tocado y tú…
tú eres la bondad. Debes irte mientras puedas. Por favor. No puedes quedarte
conmigo. También te destruiré. Sé que lo haré.
—Siwon
—dijo él, tomándole la mano entre las suyas. Sentía su dolorosa necesidad de
tocarle. Sentía su deseo de mantenerlo a salvo y protegerlo. Atrayéndolo a sus
brazos, lo abrazó en silencio, en la oscuridad—. Eres un buen hombre, Choi
Siwon. Tienes honor y decencia, y lastimaré a cualquiera que diga lo contrario…
incluyéndote.
Siwon
cerró los ojos mientras la abrazaba. Acunó su cabeza entre las manos y saboreó
su calidez y su bondad.
Y,
en ese momento, se dio cuenta de algo que lo aterrorizaba más que cualquier
otra cosa.
Estaba
enamorándose de Park Heechul. Descarado seductor, cazador de vampiros, por más
grosero y lunático que fuera, lo amaba.
Y
no había modo en que pudiera tenerlo. Ninguno.
¿Qué
iba a hacer?
¿Cómo
podía renunciar a lo único que había tenido en su vida que valía algo?
Sin
embargo, porque lo amaba comprendía que debía hacer esto.
Heechul
pertenecía a su familia, y él pertenecía a Artemisa.
Se
había prometido al servicio de la diosa siglos atrás. El único modo que un Dark
Hunter fuera liberado de ese juramento era que alguien lo amara lo suficiente
como para sobrevivir a la prueba de Artemisa.
Leeteuk
había amado a Kangin lo suficiente. Sungmin había amado a Kyuhyun, y Ryeowook había
amado a Yesung.
Heechul
ciertamente era lo suficientemente fuerte como para sobrevivir a la prueba.
Pero, ¿podría una persona como Heechul amar lo suficiente a alguien como él
como para liberarlo?
Incluso
mientras la idea atravesaba su mente, se dio cuenta de lo estúpido que era.
Artemisa
no estaría dispuesta a dejar ir a otro Dark Hunter y, aunque lo estuviera, Heechul
jamás sería suyo. Se rehusaba a meterse entre él y su familia.
Podía
necesitarlo pero, al final, él los necesitaba mucho más. Estaba acostumbrado a
sobrevivir solo. Hechul no.
No
era tan cruel como para pedirle que escogiera lo imposible, cuando lo imposible
le costaría todo lo que quería.
Aish~ Siwonshis!!! Hee haría eso por ti, y más!!!
ResponderEliminarA mi lo que me preocupa, es que la diosa vaca...deje ir otro dark hunter!?!!
Será qué sí!???
O.o