Heechul jadeó mientras el dolor lo ahogaba. Jamás se había sentido así. Era como si algo hubiese invadido su cuerpo.
Shin
maldijo mientras estiraba la mano y lo golpeaba.
Heechul
gritó por la agonía de su golpe. Era como si algo estuviese intentando
destrozarle.
Incapaz
de pararse frente a eso, comenzó a caer, sólo para darse cuenta de que alguien
lo sostenía contra un fuerte pecho.
—Te
tengo —dijo Siwon mientras lo levantaba en sus brazos y lo sostenía con fuerza.
El
corazón de Heechul se elevó ante su cercanía. No sabía cómo había llegado él
allí a atraparle, simplemente estaba agradecido que lo hubiera hecho.
—Ten
cuidado —dijo con los dientes apretados, para evitar gemir ante el dolor que le
abrumaba.
Con
los ojos borrosos por las lágrimas, temió que el fantasma estuviera ahora
intentando meterse dentro de Shin o Siwon.
—Olvídalo
—dijo Shin. El espíritu rió y se desvaneció. Shin estuvo junto a él en un
instante—. Respira despacio —susurró.
Heechul
no pudo hablar más mientras recostaba su cabeza contra el cuello de Siwon e
inhalaba el cálido aroma de su piel. Jamás hubiese pensado que podía sentirse
de ese modo por alguien.
Se
sentía extrañamente protegido, aunque no podía defenderse.
En
un segundo estaba en el camino fuera de la casa de Kangin, y al siguiente
estaba en el cuarto de Siwon, en su hogar.
Siwon
pareció aliviado mientras lo recostaba gentilmente sobre su colchón.
—¿Estás
bien?
—Eso
creo —susurró.
El
dolor estaba comenzando a disminuir un poquito.
Él
le ofreció una cariñosa sonrisa antes que su rostro se endureciera y girara
para mirar a Shin.
—¿A
qué nos estamos enfrentando?
Shin
respiró hondo y pareció debatir qué decir por varios minutos.
—Ese
fantasma fuera de la casa de Kangin era Changsu. La buena noticia es que no es
corpóreo… aún.
—Pero
yo luché con él en forma física —dijo Siwon—. Me atacó antes.
—¿Cuándo?
—preguntó Heechul mientras el terror regresaba multiplicado por diez—. No lo
vi.
—Fue
a quien el fantasma protegió al final de la pelea. ¿Recuerdas?
Heechul
sacudió la cabeza.
—Ese
no era Changsu. Créeme, recuerdo el rostro de ese bastardo —dijo, tocando la
cicatriz en su mejilla.
—No
—dijo Shin—. Era su hijo mayor. Según Shangli, comparten el mismo nombre.
Heechul
puso los ojos en blanco.
—¿Qué
sucede con ustedes, antiguos, que tenían sólo… qué? ¿Tres nombres en todo el
linaje familiar, y todos los reciclaban?
—Era
la tradición —dijo Siwon—. Una que estoy feliz de haber visto terminar.
Shin
se puso rígido repentinamente. Heechul podía sentir su aprensión.
—¿Shin?
—¿Qué
sucedió? —susurró Shin sin prestarle atención. Era como si estuviese hablando
con alguien más.
—¿Shin?
—Ustedes
dos quédense aquí y no vuelvan a abandonar la casa esta noche. Se desvaneció
instantáneamente.
Heechul
miró a Siwon, cuyo ceño imitaba al suyo.
—¿Qué
fue eso? —preguntó.
—No
lo sé, pero tengo la sensación que no es bueno.
Shin
entró a su hogar en katraoteros con un torbellino intenso y rápido fluyendo
detrás suyo. Las sólidas puertas de roble de más de 4 metros de alto resonaron
amenazadoramente mientras se cerraban de golpe a voluntad propia detrás de él.
En el instante en que cruzó el elegante umbral, su ropa cambió de la moderna
gótica a la antigua Atlante.
Las
costuras de sus jeans se convirtieron en lazos apretadamente tejidos en zigzag,
que fijaban los ajustados pantalones de cuero negro perfectamente esculpidos a
la parte inferior de su cuerpo. Su camisa y chaqueta se disolvieron para formar
una pesada foremasta de seda negra, una larga bata con forma de guardapolvo que
flotaba majestuosamente alrededor de su flexible y musculoso cuerpo. En la
parte trasera de la foremasta estaba bordado el emblema de un sol dorado
perforado por tres relámpagos plateados.
Era
su símbolo personal de poder, y marcaba todo lo que le pertenecía.
Sin
detenerse, caminó directamente por el gran vestíbulo de mármol negro, que tenía
el mismo diseño en el centro del piso.
No
había muebles en el vestíbulo circular, pero el dorado techo abovedado sobre él
estaba sostenido por dieciséis columnas que habían sido talladas como estatuas
de los dioses Atlantes más prominentes.
Dioses
que una vez habían hecho de este reino su hogar. En aquellos días, se habían
reunido afectuosamente ahí, en ese salón, para compartir tiempo con los demás,
mientras vigilaban al mundo humano y lo protegían.
Pero
esos días habían terminado mucho tiempo atrás. Los propios antiguos dioses se
habían ido.
Shin
se dirigió a la habitación del trono, que estaba frente a las puertas
principales. La puerta estaba flanqueada por los retratos de Apollymi la
Destructora y su esposo, Archon Kosmetas, un apellido que significaba Orden. En
una época, ambos habían presidido los reinos inferiores de katoteros y
Kalosis y, en un ataque de furia, Apollymi había arrasado con todos los que
allí moraban.
Todos
ellos.
Ni
un solo dios Atlante había permanecido de pie luego que ella hubiese asolado al
templo con su violenta furia. Shin jamás había comprendido qué podía haberla
impulsado a hacer una cosa semejante.
Pero,
mientras ingresaba a la habitación del trono de los antiguos dioses, comenzaba
a hacerse una idea.
—¡Shangli!
—gruñó, convocando a su sirviente ante sí.
Shangli
apareció en la habitación del trono Atlante preparado para encargarse por sí
mismo del demonio. Se agachó mientras veía la verdadera forma de Shin mientras el Dark Hunter estaba de pie
ante la tarima dorada que contenía dos tronos de oro tallados en forma de
dragón.
Shangli
aún tenía problemas para tratar con Shin cuando el hombre se veía de ese modo.
Los llameantes ojos rojo sangre eran suficiente como para hacer que incluso un
semidiós como Shangli se acobardara, y el tono de piel mármol con líneas azul
iridiscente de Shin…
Esteee…
Pero
la cosa más perturbadora era la profunda y violenta cicatriz que iba desde el
ombligo de Shin hasta su garganta, donde había sido marcada la huella de una
mano. Se veía como si alguien hubiese sostenido alguna vez al hombre por la
garganta mientras lo cortaba.
Shangli
se había enterado el día de su llegada a katoteros que, mientras que la
cicatriz de la mano iba y venía, la cicatriz vertical era sólo visible en este
reino, y que jamás debía reaccionar a ella.
Al
menos, no si valoraba su vida.
El
desequilibrado temperamento de Shin estaba presente en los relámpagos y truenos
que crepitaban y refulgían fuera de las ventanas delanteras del templo.
Había
muy pocas cosas en la vida que asustaran a Shangli. El hombre extremadamente
poderoso frente a él era una de ellas.
Ni
siquiera la mascota de Shin salía para estar con su amo cuando tenía este
humor. A diferencia de Shangli, la pequeña criatura alada con forma de dragón
se había mantenido sabiamente escondida.
—¿Qué
tienes que reportar? —le preguntó Shindong, con la voz grave con su acento
Atlante.
—Básicamente
que todo el infierno se está desatando en el infierno.
Shindong
pareció poco complacido con la noticia. Más relámpagos cruzaron el cielo fuera
de las ventanas que iban del suelo al techo detrás de los tronos. Le daban un
espeluznante resplandor al cuerpo de Shindong. Un trueno resonó ominosamente
mientras hacía temblar el suelo del templo donde Shangli estaba de pie.
—¿Qué
está sucediendo?
Shangli
reprimió su sarcasmo mientras comenzaba a señalar que el clima en Kalosis
reflejaba al clima ahí en Katoteros. Eso probablemente sería suicida.
—No
lo sé. Changsu regresó al salón con su hijo a cuestas hace poco. Me informaron
que le dijo algo a Stryker que ocasionó que recompensara a Changsu otorgándole
la habilidad para reencarnarse. Apollymi la Destructora está encerrada en su
templo y nadie tiene permitido verla. Aparentemente alguien hizo algo mal, y
desde entonces tiene a sus demonios Charonte en una caza de sangre por todo
Kalosis para encontrar al perpetrador. Hay Spathis cayendo como moscas por
todos lados, y todos están mojándose los pantalones por el miedo a su furia.
—¿Y
tu padre?
Shangli
se puso tenso ante el recordatorio que Stryker, el líder de los Daimons Spathi
que eran controlados por la Destructora, lo había engendrado.
—No
lo sé. En el instante en que Changsu partió, se volvió loco en el salón
principal y ha estado destrozando el lugar desde entonces —su rostro se endureció—. Continúa gritando mi nombre, y no
sé por qué. Quizás se enteró que estoy
vivo —Shindong
apartó la mirada de él—. ¿Qué sucede, Shin? Sé que sabes.
—No,
no sé. La Destructora está en silencio para mí. No escucho nada de ella y eso
es lo que más me preocupa. Ella jamás es silenciosa en nuestras batallas.
Shangli
maldijo ante lo que eso significaba.
—¿Qué
podría haberlos hecho partir a ambos al mismo tiempo?
El
músculo en la mandíbula de Shindong temblaba con un impresionante ritmo
staccato.
—Mi
suposición es que Stryker envió a Changsu con una prueba para mí. Una vez que Changsi
vio que era efectiva, se lo reportó a Stryker, quien tuvo toda la confirmación
que necesitaba.
—¿Confirmación
de qué?
La
mirada de Shindong lo atravesó.
—De
lo que él realmente significa para Apollymi.
Shangli
silbó bajo.
—Sí,
eso realmente lo espantaría. Quizás tengamos suerte y él y la Destructora se
maten entre sí —Shindong lo miró de tal modo que lo hizo dar un paso atrás—.
Perdón —dijo, rápidamente.
Shindong
comenzó a pasearse. Con su bata flotando sobrenaturalmente detrás de sí, y sus botas con suela de plata
sonando contra el piso de mármol negro, era una imagen espectral.
—¿Por
qué intentaría Changsu apoderarse del cuerpo de Heechul?
—¿Qué
quieres decir? —preguntó Shangli.
—Intentó
tomarlo mientras yo estaba allí. Luego que lo saqué de un golpe, vino por mí.
Eso
no tenía sentido. ¿Qué tan estúpido podía…? Bueno, era Changsu, después de
todo.
—¿Por
qué intentaría eso si supiera lo que eres?
Shin
rió baja y ominosamente.
—No
creo que Stryker haya compartido esa información con Changsu. No se atrevería.
Socavaría su propia autoridad en Kalosis si lo hiciera.
Buen
punto.
—Entonces,
la verdadera pregunta es quién será el donador de cuerpo.
Shindong
levantó la cabeza, como si acabara de darse cuenta de algo.
—Está
detrás de Kangin y Leeteuk. Como no pudo obtener el cuerpo de Heechul ni el
mío, probablemente irá detrás de alguien a quien conozcan y en quien confíen. Y
eso es lo próximo que necesito que descubras. Stryker me tiene bloqueado, así
que no puedo sentir nada respecto a Changsu.
—Que
conste que estoy comenzando a sentirme como carne de cañón. Hay muchas personas
en Kalosis que se alegraron el día que Stryker me cortó el cuello. Si una de
ellas se entera que estoy allí espiándolos, me regresarán a ti en pedacitos.
Shindong
le sonrió irónica y perversamente.
—Está
bien. Te uniré nuevamente.
—Gracias,
jefe. Y ese pensamiento me parece aún más perturbador.
El
rostro de Shindong se endureció una vez más.
—Ve,
Shangli.
Inclinando
la cabeza, Shangli dio un paso atrás y partió hacia Kalosis.
Shindong
se quedó parado silenciosamente en su habitación del trono, escuchando. Aún
así, no oía nada del otro lado. Más rayos destellaron fuera mientras los
vientos soplaban contra los cristales.
—Háblame,
Apollymi. ¿Qué estás haciendo?
Pero,
por primera vez en once mil años, ella estaba absolutamente callada.
El
único sonido que escuchaba en el ensordecedor silencio de su mente, era la
débil voz de su hermana.
“Ten
cuidado con lo que deseas, hermanito. Podrías obtenerlo.”
Heechul
colgó el teléfono luego de hablar con Leeteuk. Kangin y Hyukjae habían estado
ocupados en vendar las costillas de Minho mientras él le advertía a su hermana
sobre el ataque de Changsu justo fuera de su casa.
—Estoy
asustado, Won —dijo mientras dejaba el teléfono—. Realmente asustado. Continúo
oyendo la voz de Leeteuk, contándome acerca de su sueño en que él y Kangin
mueren. Sé que lo odias, pero…
—No
odio a Kangin, Heechul. Él me odia a mí.
El
asintió mientras Siwon lo envolvía en un apretado abrazo, que realmente
necesitaba. Lo sostuvo cuidadosamente contra su pecho mientras una mano jugaba
con su cabello.
Heechul
inhaló su rico y acogedor aroma, que lo tranquilizaba aún más que su contacto.
—Shindong
no permitirá que muera —le dijo, reconfortantemente—. Lo sabes.
—Eso
espero, pero en su visión…
—Esas
pueden ser alteradas. Shindong está siempre diciendo que el destino está
indefenso contra el libre albedrío. Lo que él vio es una posible consecuencia.
Heechul
se ahogó con las lágrimas mientras pensaba en cómo sería la vida sin Leeteuk.
Era más de lo que podía soportar.
—No
puedo perder a mi hermano, Siwon. No puedo. Siempre nos hemos tenido el uno al
otro.
—Shh
—susurró él antes de depositar un suave beso en su frente—. Estoy seguro que
siente lo mismo que tú, y juro por mi vida que ninguno de los dos tendrá que
temer perder al otro. No mientras yo los proteja.
Heechul
estaba maravillado por su ternura cuando era evidente que jamás le había sido
mostrada.
Se
apartó un poco para mirarlo.
—¿Cómo
pueden haberte matado tus hermanos? —Él lo soltó instantáneamente y dio tres
pasos atrás. Por la expresión de su rostro, podía saber que la pregunta lo
había lastimado profundamente—. Lo siento, Won. Eso fue insensible de mi parte.
—Está
bien. Las cosas eran diferentes en aquella época —esa parecía ser su respuesta
para todo, y a él le parecía demasiado fácil aceptarla—. Llamaré a Kennie para
que nos traiga la cena. No sé tú, pero yo estoy hambriento.
Heechul
asintió y le dio el alivio temporal que, percibió, necesitaba. Sin mirar atrás,
él lo dejó solo en su biblioteca.
—¿Qué
le ves a ese bastardo?
Giró
rápidamente ante la imprevista voz detrás de él, para encontrarse con un hombre
de la altura de Won mirándolo furiosamente. Vestido con vaqueros negros y una
camiseta negra, era increíblemente apuesto, con una barba de candado
esmeradamente recortada, cabello corto negro azabache.
—¿Quién
diablos eres tú?
—Yesung.
El
inesperado nombre lo tomó desprevenida. Así que este era el infame chico
azotado que había vivido en el hogar romano de Siwon. Así, de pronto, no había
mucho más que el cabello oscuro y la altura que los identificara como hermanos.
Heechul
cruzó los brazos sobre el pecho mientras lo enfrentaba.
—Así
que eres la bolsa de basura con relámpagos.
Él
rió malignamente ante su insulto.
—Si
fuera tú, tendría cuidado. No hay ninguna ley que diga que no puedo freír tu
trasero también.
Heechul
se mofó de eso y se rehusó a ceder ante su intimidación.
—Claro
que sí. Shin te mataría si me lastimaras.
—Podría
intentarlo, pero dudo que tuviera éxito.
Aspiró
con los dientes apretados ante su temerario tono.
—Eres
arrogante, ¿verdad? —Él se encogió de hombros
impasiblemente—.Entonces, ¿por qué estás aquí? —le preguntó.
—Los
he estado observando.
Estaba
irritado por su confesión, y por la idea de ser su elección de examinación
personal. Le hizo estremecer de repulsión.
—¡Increíble
pervertido!
La
mirada de él se estrechó peligrosamente.
—Difícilmente.
Me he asegurado de apartar la vista cuando ustedes dos comienzan con toda esa
porquería de tortolitos. Ya estuve ciego una vez en mi vida. No tengo deseos de
regresar a eso.
—Entonces,
¿por qué estabas observándonos?
—Principalmente
por curiosidad.
—Y
ahora estás aquí, ¿por qué?
—Porque
estoy intrigado de porqué el cuñado de Kangin se acostaría con alguien como Siwon.
El
resopló.
—Eso
no es tu condenado asunt… —Heechul se quedó callado mientras la habitación
giraba a su alrededor. De pronto, la biblioteca de Siwon había desaparecido, y
se encontró a sí mismo en lo que parecía ser un pasillo espejado. Se vio
reflejado en los espejos, con Yesung a su lado—. ¿Dónde estamos?
—En
el Olimpo. Tengo algo que quería mostrarte.
El
espejo delante de él brilló y cambió. Ya no los reflejaba. En cambio, le
mostraba el pasado.
Vio
una antigua tienda de lona, con un hombre ensangrentado atado a un marco de
madera que había dentro, siendo torturado. Sus gritos resonaban al rogar piedad
en latín mientras otro hombre lo golpeaba con un látigo con púas.
Encogiéndose,
Heechul cubrió sus oídos hasta que los golpes terminaron y otro hombre vestido
con armadura Romana dio un paso adelante.
Era
un joven Siwon. Su oscuro rostro necesitaba una afeitada, y su armadura estaba
manchada con sangre. Se veía cansado y desarreglado, como si no hubiese dormido
en días, pero aún así tenía un majestuoso aire de superioridad.
Arrojó
agua al rostro del hombre.
—Dime
adónde marchan.
—No.
Las
palabras en latín resonaron en su cabeza junto con la imagen de Siwon
ordenándole a un soldado que golpeara más al hombre.
—Fue
tu amante quien me dejó ciego —gruñó Yesung en su oído mientras el espejo se
nublaba, y luego se aclaraba para mostrarle la imagen de dos niños.
Uno
estaba recostado en el suelo, hecho una bola, mientras el otro lo golpeaba con
un látigo. Uno de los coletazos cortó profundamente el ojo del niño, haciendo
que gritara mientras lo cubría con una mano mugrienta.
—Yo
soy el que está en el piso —refunfuñó Yesung en su oído—. Siwon es el que me
está golpeando despiadadamente, y tú te acostaste con él.
Incapaz
de observar la crueldad, Heechul giró y chocó con alguien más.
Comenzó
a luchar hasta que levantó la vista y se encontró con Shin, que parecía muy
poco complacido.
—¿Qué
estás haciendo, Y?
—Estoy
mostrándole la verdad.
Shin
sacudió la cabeza ante el antiguo Dark Hunter.
—No
puedo creer que te hayas casado con un ninfa de la justicia y aún tengas que
aprender algo de él. Siempre hay tres partes de un recuerdo, Y. La tuya, la de
los demás, y la verdad, que está en algún sitio en medio de las otras dos. Sólo
estás mostrándole una parte simple y válida para probar tu punto. ¿Por qué no
le enseñas la película entera? —Shin le hizo girar hacia el espejo—. No voy a
mentirte, Hee, o intentar cambiar tu opinión. Este no es el recuerdo de Yesung
ni el de Siwon. Es sólo la verdad objetiva, sin manchas, de lo que les sucedió.
Vio
al pequeño Siwon otra vez, mientras un hombre notablemente similar a Yesung,
vestido en una toga, daba un paso adelante. Tenía que ser el padre.
Riendo,
palmeó el hombro de Siwon.
—Eso
es, hijo mío. Siempre golpea donde son más vulnerables. Serás un buen General
algún día.
El
pequeño Yesung los miró con furia, como si pudiese matarlos en ese mismo sitio.
Su padre quitó de un tirón el látigo de la mano de Siwon, y comenzó a golpearlo
otra vez.
Con
una expresión horrorizada, Siwon salió corriendo de la habitación, sollozando.
Parecía que fuera a vomitar mientras tropezaba por un viejo patio romano, hasta
que cayó junto a una enorme fuente en el centro del atrio. Apoyó sus brazos
doblados sobre el borde de la fuente y reposó la cabeza sobre ellos.
—Lo
siento, lo siento, lo siento —repitió una y otra vez mientras lloraba. Su padre
salió corriendo de la casa, hacia él.
—¡Siwon!
—gritó mientras llegaba junto al niño—. ¿Qué estás haciendo? — Siwon no
respondió. Su padre lo levantó del piso tironeándole del pelo. El horror en el rostro del niño lo quemó—.
Pequeño gusano patético —dijo su padre con desprecio—. Pareces más un joven que
hombre.
Su
padre lo golpeó con el revés de la mano tan fuerte que el sonido resonó y
varias aves salieron volando. Desequilibrado por el golpe, Siwon cayó al suelo.
Con
la nariz y la mejilla sangrando, Siwon intentó levantarse, pero antes que
pudiera ponerse de pie, su padre lanzó el látigo contra su espalda. El chico
cayó instantáneamente.
Aún
así, su padre lo golpeó.
Siwon
cubrió su cabeza mientras los golpes llovían sobre su pequeño cuerpo.
—Levántate
—dijo su padre bruscamente luego de darle veinte latigazos. Siwon lloraba tanto
que no podía hablar. El padre lo pateó en las costillas—. Arriba, maldito seas,
o te daré veinte más.
Heechul
no tenía idea de cómo se las arregló, pero de algún modo Siwon se puso de pie,
tembló y se estremeció. Su ropa estaba hecha jirones, su rostro cubierto de
tierra y sangre.
Su
padre lo aferró por la garganta y lo empujó contra una dura pared, para que se
raspara su destruida espalda.
Heechul
se encogió con un comprensivo dolor, intentando imaginar cómo un niño tan
pequeño podía estar allí de pie y no colapsar.
—Te
quedarás allí de pie hasta el anochecer, y si doblas las rodillas para
descansarlas, te golpearé todos los días, hasta que aprendas a soportar el
dolor. ¿Me comprendes? —El pequeño Siwon asintió
—Sungjoon
Su
padre gritó.
Otro
chico, que se parecía bastante a Siwon, salió corriendo de la casa. Era
evidente que era algunos años mayor.
—¿Sí,
padre?
—Cuida
a tu hermano; si se sienta o se mueve, ve a buscarme.
El
chico sonrió como si su padre le hubiese dado un regalo.
—Lo
haré, señor.
Ya me hice bolas con todo el asunto de Shing~
ResponderEliminarAish~ esto cada ve se vuelve más confusamente interesante!!!
Ay Yeyo y su resentimiento... Jum~ y Hee todo machito(?) enfrentándolo!!!
Ok....entiendo a Siwon...a pasado por mucho sufrimiento y ahora me da pena...aun asi sigo entendiendo a Kangin y a Yesung...no se puedo olvidar el rostro de quien huzo daño,las cosas no se olvidan facilmente,debemos superarlas pero eso lleva tiempo...aparte como dijo Shin,siempre o a veces hay 3 versiones de una historia...por lo regular nos quedamos con la nuestra...sigo sin poder culparlos....pero ya es tiempo de que yesung y kangin traten de dejarlo...por el bien de ellos.
ResponderEliminarQue Shin no sepa lo que va a pasar y que en su caveza haya silencio...es preocupante...mucho