Siwon estaba prendiendo el último botón de su camisa mientras bajaba las escaleras, buscando a Heechul. Él estaba parado de espaldas a él.
Se
detuvo en las escaleras para admirarlo. Estaba reclinada sobre la mesa,
regalándole una agradable visión de su trasero. Una pequeña sonrisa jugueteó en
el borde de sus labios mientras recordaba cómo se había visto ese trasero la
noche anterior, desnudo contra él mientras bailaba en la habitación.
Se
puso duro instantáneamente.
Controlando
un poco a su traicionero cuerpo, entró a la sala, y frunció el ceño al ver la
enorme caja blanca sobre la mesa de la cocina. Olía bien, pero…
—¿Qué
es eso? —le preguntó.
—Pizza
—dijo, girando para enfrentarlo. Él frunció el ceño con asco—. Oh, vamos —dijo Heechul
irritablemente—. Es italiana.
—Es
pizza.
—¿Alguna
vez comiste pizza?
—No.
—Entonces
siéntate y cállate mientras busco un poco de vino. Te gustará, lo prometo. Fue
hecha a mano por un italiano llamado Bubba.
—No
hay italianos llamados Bubba.
—Claro
que sí —dijo insolentemente—. Es más italiano que Siwon. Al menos el nombre de
Bubba realmente termina en una vocal.
Siwon
abrió la boca para contradecirle, y entonces se detuvo. No había modo de
razonar con Heechul cuando estaba con ese humor impertinente.
—¿Estás
malhumorado porque no dormiste lo suficiente o porque deseas que me vaya?
—No
dormí lo suficiente y, si sabes lo que es bueno para ti, te sentarás y comerás
—fue hacia la cocina. Siwon no lo escuchó. Lo siguió, lo levantó y se lo echó
sobre el hombro—. ¿Qué estás haciendo? —preguntó, en tono enojado.
Él
lo sentó en una silla y apoyó las manos en sus brazos para que quedara atrapado
allí.
—Buenas
noches, Heechul. Estoy bien esta noche. ¿Cómo estás tú?
—Enojado
contigo.
—Lamento
oír eso —dijo él, levantando una mano para acariciarle la mejilla—. Desperté
debido a tu olor en mi piel y debo decir que eso me puso de un humor bastante
bueno, que no quiero que destruyas.
Heechul
se derritió ante esas palabras, y la tierna expresión en su rostro. Sin
mencionar que el aroma fresco y limpio de la piel de Siwon podía deshacer
incluso el peor humor imaginable. Sus labios estaban tan cerca de los suyos que
ya podía saborearlos.
Y
esos ojos oscuros… Eran seductores.
—Realmente
sabes cómo ser exasperante, ¿verdad? —le preguntó. Se obligó a apartar su ira,
y le ofreció una sonrisa—. Está bien, seré agradable.
Atrajo
la cabeza de Siwon a la suya para poder besarlo.
Apenas
estaba metiéndose en el beso cuando sonó su teléfono. Maldiciendo ante la mala
coordinación, se levantó a atender.
Era
Leeteuk. Otra vez.
Heechul
no estaba prestando atención a su hermano realmente, mientras divagaba acerca
de Sora y Kangin, y de otro sueño que había tenido.
Al
menos no hasta que mencionó a Changsu y a él.
—¿Qué?
—dijo, forzándose a no mirar a Siwon, quien estaba pinchando la pizza como si
fuese un ovni.
—Dije
que estoy asustado, Hee. Realmente asustado. Durante la siesta soñé que Kangin
y yo éramos asesinados por Changsu.
Heechul
colgó el teléfono, aterrado. Jamás había escuchado tanto temor en la voz de Leeteuk.
Peor aún, conocía los poderes de su hermano… si Leeteuk había anticipado su
propia muerte…
Sin
vacilar, Heechul llamó a Shindong.
—Hola,
Shin —dijo, notando el modo en que la atención de Siwon pasaba de la pizza a él—.
Tengo un problema. Leeteuk acaba de llamarme, y dijo que había soñado con su
propia muerte, y anoche me crucé con algo verdaderamente horripilante. Era…
Shin
apareció ante él.
—¿Qué?
—preguntó.
Heechul
se quedó helado un segundo, al darse cuenta de lo que Shin había hecho. Era
realmente terrorífico a veces.
Colgó
el teléfono y repitió todo otra vez, incluyendo detalles acerca del fantasma
que habían visto la noche anterior.
Shin
tenía una mirada remota en los ojos, inclinando la cabeza como si estuviera
escuchando a alguien.
—¿Puedes
ver su muerte? —le preguntó Heechul.
Shin
se quedó allí de pie, con el corazón latiendo salvajemente mientras intentaba
aclarar la bruma que rodeaba el futuro de Leeteuk y de Kangin.
No
veía nada.
No
escuchaba nada.
Demonios.
Por eso es que siempre hacía lo posible por no dejar que nadie se acercara
demasiado a él. Cada vez que se permitía que alguien le importara o formara
parte de su propio futuro, no podía ver sus destinos.
No
había nada excepto oscuridad en lo que concernía a Kangin y Leeteuk, y odiaba
eso más que nada.
—Háblame,
Shin.
Miró
a Heechul, escuchó y sintió el miedo y el pánico en su mente. Los pensamientos
que divagaban, mientras buscaba un consuelo que él no podía darle.
Incluso
su futuro estaba prohibido para él ahora.
—Su
destino era ser feliz —dijo con calma.
Pero
la palabra clave de esa frase era “era”. El libre albedrío podía, y con
frecuencia lo hacía, alterar el destino.
¿Qué
había cambiado?
Algo
era, y Leeteuk debía haberlo vislumbrado en su sueño.
Confiaba
lo suficiente en los poderes de Leeteuk como para no dudar de él. Si había
anticipado sus muertes, entonces era una consecuencia probable, a menos que él
pudiera encontrar la causa y cambiarla antes que fuera demasiado tarde.
Shin
cerró los ojos y se permitió sentir las mentes de los humanos. Buscó lo que
posiblemente podría cambiar el destino de Leeteuk, pero no encontró nada.
Nada.
¡Maldita
fuera!
Siwon
estaba detrás de él ahora. Shin dio un paso al costado para no darle la espalda
al romano.
—Dime
exactamente qué sucedió anoche —le dijo Shin a Heechul.
Heechul
relató toda la escena con el fantasma mientras Siwon agregaba algunos detalles.
—¡Shangli!
—llamó Shin, convocando a su contacto Spathi.
Heechul
frunció el ceño. Shin estaba actuando de un modo muy extraño, y podía sentir su
preocupación.
—¿Quién
es Shangli?
Antes
que completara la pregunta, otro hombre alto e increíblemente apuesto apareció
en su cocina. Estaba vestido con pantalones de cuero negro y una camisa negra,
y tenía el cabello rubio muy claro y ojos azules.
No
parecía nada complacido mientras entrecerraba esos ojos celestes mirando a Shin.
—No
uses ese tono conmigo, Shin. No me importa quién eres, no me agrada.
—Te
guste o no, necesito saber qué están haciendo los Spathis. Más precisamente,
necesito saber si Changsu ha regresado al campo de juego.
El
horror inundó a Heechul. Shangli frunció el labio.
—¿Por
qué estás preocupado por él? Des es un joven sin experiencia.
—Changsu
está muerto —dijo Heechul enfáticamente—. Kangin lo mató.
Shangli
se burló.
—Sí,
y yo soy el Conejo de Pascuas… ¿no ves mi cola esponjosa? Uno no mata tan simplemente
a los Spathi, pequeño. Lo único que haces es ponerlo fuera de combate por un
tiempo.
—¡Mierda!
—dijo Heechul bruscamente.
—No,
Heechul —dijo Shin, suavizando su voz—. La esencia de Changsu ha sido liberada.
Pero si uno de sus hermanos o hijos decide traerlo de regreso, podrían. No es
fácil de hacer, pero es posible.
Estaba
espantado que Shin les hubiera ocultado algo tan importante.
—¿Por
qué nunca nos dijiste eso?
—Porque
tenía la esperanza que no sucediera.
—¿Tenías
la esperanza? —chilló Heechul—. Por favor, dime que no estabas depositando la
vida de mi hermano y la de Kangin en una esperanza —Shin no respondió. Mientras
tanto, el verdadero significado de los últimos días cayó completamente sobre él—.
Entonces realmente eran Spathis con los que luché la noche que conocí a Siwon.
Shangli
se mofó.
—Confía
en mí, pequeño, debes haberte enfrentado a los neófitos. Si hubiesen sido
verdaderos Spathis, ambos estarían muertos ahora.
Su
arrogancia estaba comenzando a irritarlo seriamente. De cualquier modo, ¿quién
era este idiota?
—¿Cómo
sabes tanto sobre ellos, Doctor Intelecto?
—Solía
ser uno.
Con
su furia saltando, Heechul fue hacia él.
Shin
lo atrapó y lo sostuvo. Lo levantó del piso. Heechul pateó y maldijo mientras
luchaba por alcanzar a Shangli, que la miraba con una sonrisa afectada.
—Basta,
Hee —le dijo Shin al oído—. Shangli está de nuestro lado ahora. Créeme, ha
pagado por su alianza con el otro lado más de lo que podrás saber en toda tu
vida.
Sí,
claro.
—¿Cómo
pudiste traer a un Daimon a mi casa luego de lo que me hicieron? ¿De lo que le
hicieron a mi familia? —exigió saber.
—Oh,
ya no soy un Daimon, pequeño —dijo Shangli, con los ojos brillando
peligrosamente—. Si lo fuera…
—Estarías
muerto —dijo Siwon, interrumpiéndolo con un tono siniestro—. Por mi mano.
Shangli
rió.
—Sí,
claro —miró a Shin—. La arrogancia de tus Hunters en verdad no tiene límites.
Deberías pasar más tiempo educándolos acerca de nosotros, Shin.
Shin
soltó a Heechul, y luego le habló a Shangli.
—Necesito
que vayas y averigües qué está pasando. ¿Queda alguno que aún pueda serte leal?
El
Daimon se encogió de hombros.
—Probablemente
pueda desenterrar uno o dos lacayos. Pero… —la mirada de Shangli fue hacia Heechul—.
Si Chang realmente regresó, querrá terminar lo que comenzó. Que los dioses los
ayuden si ha sido reencarnado. Las cosas se pondrán sangrientas en Nueva
Orleáns.
—¿Quién
querría traer de regreso a ese monstruo? —preguntó Heechul.
—Sus
hijos —dijeron Shangli y Shin simultáneamente.
Heechul
aún no podía creer lo que estaba escuchando. Pero mientras hervía de cólera, el
rostro de Shangli finalmente pareció compasivo. Cuando habló, la arrogancia
había desaparecido de su voz.
—Confía
en mí, es difícil olvidar la lealtad que sientes hacia un padre que te salvó de
morir una muerte horrible a los veintisiete años.
Algo
en su tono decía que hablaba por experiencia propia.
—¿Tu
lealtad está con tu padre? —le preguntó Heechul. El rostro de Shangli se
convirtió en piedra.
—Hubiese
hecho cualquier cosa por mi padre, hasta el día que me mató y me quitó lo único
que significaba más para mí que mi vida. Cualquier vínculo que sintiera con ese
hombre fue destruido instantáneamente —miró a Shin—. Veré qué puedo descubrir.
Una
bruma anaranjada brillante tragó a Shangli un instante antes que desapareciera
de su cocina. Aún entonces, su malevolencia se aferraba al aire alrededor de
ellos.
—Diablos
—murmuró Shin—. Shangli y su histrionismo. Tengo que recordarle que deje la
pirotecnia cuando va y viene.
—Ese
es un hombre enojado —dijo Heechul.
—No
te das una idea, Hee —dijo Shin—. Y tiene todo el derecho del mundo a odiar así
—sacudió la cabeza como para aclararla, y luego les habló con calma—. Mientras Shangli
está ocupado, necesito que ustedes dos se mantengan unidos y se cuiden las
espaldas. Changsu es hijo de Dionisio, y Dionisio aún continúa molesto conmigo
por lo que sucedió en Mardi Gras tres años atrás. No creo que sea lo
suficientemente estúpido como para ayudar a Changsu, pero no descartaría nada
cuando se trata de ellos —miró significativamente a Heechul—. Aún si papi no lo
ayuda, Changsu tiene muchos poderes divinos que pueden ser mortales, como
indudablemente recuerdas.
—Sí
—dijo sarcásticamente mientras recordaba el modo en que él y sus Daimons los
habían atravesado a él y a sus amigos, como si no fueran nada—. Lo recuerdo.
Shin
miró a Siwon.
—Changsu
puede manipular a la gente. Poseerlos, si quieres llamarlo de ese modo. Heechul
es tan terco que lo único que podría poseerlo es el espíritu del chocolate.
Tenemos suerte. Pero Gunhee podría ser persuadida. Kennie debería estar a
salvo. Pero el resto de tu equipo… deberías pensar en darles algún tiempo
libre.
Por
la expresión en el rostro de Siwon, Heechul podía decir que él preferiría estar
muerto.
—Puedo
manejarlos.
—En
algún momento tienes que dormir. Uno de los sirvientes podría entrar fácilmente
a tu cuarto y matarte. No creo que ninguno de ellos te quiera lo suficiente
como para dudar de las órdenes de Changsu, como lo hizo la cocinera de Kangin.
Las
fosas nasales de Siwon se ensancharon.
Shin
ignoró el dolor que Heechul podía sentir en Siwon.
—Los
necesito juntos en esto. Tengo que ir a advertir a Janice y Jean-Luc sobre lo
que está sucediendo — giró para enfrentarlo—. Heechul, haz las maletas y múdate
con Siwon por un tiempo.
—¿Y
qué hay de mi tienda?
—Que
Gunhee la cuide algunas semanas.
—Sí,
pero…
Los
rasgos de Shin se endurecieron.
—No
discutas conmigo, Heechul. Changsu es un poder importante, con un terrible
rencor hacia ti, tu hermano, y Kangin. No jugará con ustedes tres esta vez. Los
matará.
Normalmente,
discutiría con él sólo para fastidiar. Pero conocía ese tono de voz. Nadie
discutía con Shin por mucho tiempo.
—Bien.
—Tienes
tus órdenes, General —le dijo Shin firmemente a Siwon. Siwon hizo un saludo
romano bastante sarcástico.
Poniendo
los ojos en blanco, Shin desapareció de la habitación.
Ahora
que estaban solos, Siwon lo miró fijamente, sin hablar. La furia ardía tan
crudamente en su interior, que en realidad lastimaba a Heechul.
—¿Qué?
—le preguntó.
Sin
una palabra, él fue hacia la fotografía de la boda de Leeteuk que estaba sobre
el aparador, y quitó la foto de Russell Crowe del rostro de Kangin.
Siwon
maldijo.
—Debería
haberlo sabido cuando me dijiste que su nombre era Leeteuk.
La
expresión de repugnancia en su rostro la hizo enfadar.
—Sí,
y mi nombre es Heechul, no Leeteuk. ¿Qué tiene que ver eso?
Pero
él no le escuchó. Lo sabía.
Caminó
en silencio por la habitación y regresó arriba. Se sobresaltó ante el sonido de
su puerta golpeándose con fuerza.
—Bien
—le gritó—. Compórtate como un bebé. No me importa.
Siwon
estaba sentado sin moverse sobre borde de la cama mientras su mente vociferaba
sobre quién era Heechul en realidad.
El
gemelo del esposo de Kangin lo había salvado. Esto no tenía precio,
verdaderamente no lo tenía. Había pasado los últimos dos mil años evitando al
griego para no lastimarlo recordándole lo que su familia le había hecho, y
ahora esto…
Apretó
los dientes mientras se sentía mal por la traición hacia Kangin. Su abuelo, una
copia exacta de Siwon, había seducido a la adorada esposa de Kangin, siglos
atrás, y la había usado para traicionar a su marido. Kangin no había sido
capturado en el campo de batalla, como correspondía a un hombre de su
categoría. Había sido drogado por la mano de su esposa en su propio hogar,
mientras intentaba salvarla, y luego había sido entregado a su enemigo mortal.
El
estómago de Siwon se revolvió, mientras recordaba las semanas que su padre y su
abuelo habían torturado al General griego para obtener información y por
diversión. Recordaba los gritos de Kangin.
La
imagen del hombre allí recostado, ensangrentado y derrotado, lo perseguía hasta
el día de hoy. Kangin había yacido allí, los ojos llenos de dolor y vacíos.
Sólo una vez durante esas semanas sus miradas se habían encontrado, y la
expresión de los ojos de Kangin aún ardía en el alma de Siwon.
Peor
aún, Siwon recordaba a su abuelo riendo en la cena, la noche en que Kangin
había sido crucificado luego que su padre había intentado salvarlo.
—Deberían
haber visto su expresión mientras su esposa venía a mis brazos enfrente de él.
Tenía a su perra gimiendo y rogando por mi pene mientras él me veía tomándola.
Es una pena que haya muerto antes de ver el rostro de ella cuando la rechacé.
Siwon
jamás había comprendido esa crueldad. Era suficiente derrotar a un enemigo,
pero usar a su pareja frente a él…
Y
ahora él estaba acostándose con el gemelo del esposo de Kangin. La historia, de
hecho, se repetía.
Y
Shindong sabía y no le había contado. ¿Por qué el Atlante insistiría en que los
dos estuvieran juntos cuando tenía que saber lo que eso le haría a Kangin? No
tenía sentido. No más que el hecho que Heechul lo hubiese salvado cuando sabía
que Kangin lo odiaba.
Júpiter
sabía que el hombre tenía todo el derecho a desear que él estuviera muerto. No
era de extrañar que Judith lo odiase tan ardientemente. Como cuñada de Kangin,
era un milagro que no hubiese sido aún más violenta con él.
La
puerta se abrió.
Siwon
se puso tenso mientras veía entrar a Heechul. El no le habló mientras se ponía
a empacar una pequeña maleta… de armas.
—¿Qué
estás haciendo? —le preguntó.
—Lo
que Shin dijo que hiciera. Voy a mudarme contigo.
—¿Por
qué no vas a quedarte con Kangin y Leeteuk?
—Porque
confío en Shin. Si él dice que debería estar contigo, entonces iré.
—¿Tú
también me escupirás?
La
pregunta salió antes de poder detenerla. Heechul se detuvo ante su inesperada
pregunta.
—¿Perdón?
La
mandíbula de Siwon comenzó a temblar.
—Es
lo que tu hermana Judith hace cada vez que me ve. Me preguntaba si debería
asegurarme de mantener una cabrona distancia de ti, también.
Heechul
se hubiese reído si él no hubiera estado mortalmente serio.
—Cabrona.
Una interesante palabra para ti. No hubiese pensado que la conocías.
—Sí,
bueno, tu hermana y mi último Escudero me han enseñado bien sobre la cabrona
distancia —se puso de pie y fue hacia la puerta—. Esperaré afuera, hasta que
hayas terminado.
Heechul
pateó la puerta antes de que él llegara. Siwon se dio vuelta con una suprema
expresión de arrogancia.
—¿Qué
fue lo que trepó por tu trasero y murió?
—¿Discúlpame?
—preguntó él, con la voz tan helada como su mirada.
—Mira,
hay algunas cosas que necesitas saber sobre mí. Uno, no acepto la mierda de
nadie. Dos, no me guardo nada. Sea lo que sea que siento por algo o alguien,
permito que se sepa.
—Me
di cuenta.
El
ignoró su interrupción.
—Y
tres, soy empático. Puedes pararte allí y actuar todo lo imperturbable que
quieras pero, al final del día, yo siento lo que tu sientes. Así que no actúes
todo sigiloso y frío cuando yo lo sé. Me irrita.
Su
mandíbula se aflojó ligeramente.
—¿Eres
empático?
—Sí.
Sé que la presencia de Shin en la cocina te lastimó, pero no sé por qué, y
sentí tu furia estallar en el instante en que descubriste el rostro de Kangin
—el se acercó y colocó una mano en la mejilla de Siwon—. Mi madre siempre dice
que las aguas quietas son las más profundas. El único momento en que tus
acciones han combinado con tus emociones fue anoche, mientras estábamos
haciendo el amor, y cuando viniste aquí y cerraste la puerta de un golpe —Él
intentó apartarse, pero Heechul se rehusó a dejarlo—. Enfréntame, Won, no te
alejes.
—No
te comprendo —dijo él, con el corazón martilleando—. No estoy acostumbrado a
agradarle a nadie, especialmente no a la gente que tiene todo el derecho del
mundo a odiarme.
Me duele el corasoncito de saber como sufre mi Siwonshis!
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