Kyuhyun miró por encima del quebrado
muro, dándose cuenta por primera vez cuán vulnerables eran en realidad. Y
cuánto tiempo iba a permanecer así.
Habían trabajado toda la noche y sólo
añadieron medio metro a la estructura. Todas las rocas se amontonaban, listas
para ser utilizadas, pero sólo podían colocarse después de que una de las parejas
hubiera tejido magia defensiva a través de las moléculas de la piedra. De lo
contrario, lo único que iba a mantener fuera serían humanos y animales.
El amanecer se acercaba y todos menos unos
cuantos Suju habían entrado a buscar su descanso. No había nada más que
pudieran hacer ahora que Leeteuk y Changmin se habían ido a dormir al interior,
ninguno lo suficientemente fuerte como para mantenerse en pie sin ayuda.
Kangin había tenido que llevar en brazos
a Leeteuk, y aunque Changmin había aceptado el apoyo de Yunho, no le había
permitido hacer lo mismo. Había una especie de extraña distancia entre ellos
que Kyuhyun no entendía, pero que esperaba como el demonio que se arreglara
pronto. Este lugar les necesitaba fuertes, funcionando como un equipo.
Le necesitaba a él y a Sungmin haciendo
lo mismo.
A Kyuhyun le dolía la espalda, pero la
ignoró, prefiriendo la monotonía autómata del trabajo sobre las preocupaciones
que le carcomían.
¿Qué ocurriría si los temores de Sungmin
eran ciertos y nunca lograba acceder a su poder? Estaba seguro de que el
fracaso le aplastaría, sin mencionar el hecho de que no tenía ni idea de lo que
significaría para él. Su marca de vida ya no se estaba muriendo, pero no se
renovaba, tampoco. No había nuevas hojas formándose, ningún brote.
Paciencia. Tenía que dejar de
preocuparse y tener algo de fe. Habían sido sólo un par de días. Tenía que
darle un tiempo a Sungmin para resolver las cosas. El cielo sabía que el muchacho
lo estaba intentando.
Una cálida sonrisa tiró de su boca.
Apenas podía esperar a que volviera a intentarlo.
Un pequeño gemido de sonido llegó hasta
sus oídos, apenas audible. Kyuhyun se calmó y contuvo la respiración,
escuchando. Llegó de nuevo, un poco más fuerte esta vez, desde los arbustos al
otro lado del muro. Sonaba como un animal herido.
O un niño.
El miedo le pateó duro, haciendo ponerse
al cuerpo de Kyuhyun en acción. ¿Y si uno de los niños humanos vagaba a través
de la apertura y sufría algún daño? Había tanto caos alrededor del destrozado
muro que podría haber sucedido.
El sonido se repitió, un pequeño sonido
de lloriqueo de dolor y terror. Definitivamente no era un animal.
Kyuhyun gritó a los hombres más
cercanos.
—Jonghyun, ven aquí. Respáldame.
El cielo se había aclarado lo suficiente
que los reflectores que iluminaban el área de trabajo se habían apagado. Todos
los humanos que habían necesitado la iluminación se habían ido al interior para
comer, de todos modos.
Las profundas sombras dejaban huecos
oscuros sobre el paisaje, pero Kyuhyun había servido lo suficiente en el
perímetro para conocer el área al dedillo y no tuvo ningún problema para
detectar las depresiones y surcos en la penumbra.
Jonghyun llevaba el torso desnudo. Cogió
su camiseta de la cintura de su pantalón y se limpió el polvo y el sudor de su
rostro.
—¿Qué sucede? —Preguntó Jonghyun. Su voz
era engañosamente perezosa cuando llegó junto a Kyuhyun, moviéndose con tanta
discreción, que era difícil verle.
—Creí oír algo. Como un niño.
—Lo dudo —Jonghyun arrastró las palabras
mientras dejaba caer la camiseta y sacaba su espada.
Kyuhyun había formado equipo con Jonghyun
lo bastante a menudo como para saber que a pesar de su manera casual, el hombre
podría pasar de cero a asesino en unos tres segundos.
—Sí, yo también. Supongo que ya veremos
—Kyuhyun comprobó el cielo—. Sea lo que sea, no puede ser malo por mucho
tiempo. El Sol casi se ha levantado.
El lastimero sonido llegó desde el fondo
de un barranco poco profundo a unos quince metros de distancia.
—Sin duda alguna suena humano —dijo Jonghyun,
pero no apartó su espada.
Llegaron al borde, y Kyuhyun vio un
movimiento en la maleza de abajo. Algo llevando puesto azul claro.
—Ayúdame —dijo el chico, y era
definitivamente un niño—. Estoy atrapado.
Los dos hombres se deslizaron por el
lado del barranco, que tal vez tendría unos dos metros de profundidad y unos
seis de ancho. Durante la temporada de lluvias por la grieta corría el agua,
pero ahora mismo, estaba llena de arbustos secos, barro y maleza.
Jonghyun envainó la espada mientras Kyuhyun
se abría paso entre la maleza hacia el niño. Era un niño pequeño, tal vez de
diez años. Vestía jeans desteñidos y cerca de él había una caña de pescar y una
caja de aparejos. Sus pies se hundían en el lodo hasta las pantorrillas y se
había vuelto a caer de espaldas, hundiendo sus brazos y su culo en el espeso
fango también.
Kyuhyun no reconoció al niño, pero había
un montón de niños en la SM ,
todo el tiempo.
—¿Cómo te llamas, hijo? —le preguntó Kyuhyun,
mientras buscaba una manera de llegar al niño sin quedarse atrapado.
—Chan.
—¿Está herido, Chan?
—Me torcí el tobillo.
Sorbió por la nariz y parecía que
deseara poder secarse las lágrimas de su rostro antes de que Kyuhyun estuviera
lo bastante cerca como para verlas. Su visión nocturna era lo bastante buena
que no tuvo problemas para divisar las brillantes vetas en el rostro del niño.
—No te preocupes. Te sacaremos de aquí.
Su voz temblaba de genuino miedo.
—¿Vas a decírselo a mi mamá?
Por supuesto, pero no tenía sentido
meterle miedo al niño. Tenía que aprender lo peligroso que era salir fuera del
muro, que lo aprendiera lo suficientemente bien para que no lo volviera a hacer
de nuevo.
—No te preocupes por eso ahora mismo. Vamos
a centrarnos en sacarte de aquí.
Detrás de él, Kyuuhyun oyó el chasquido
metálico de un arma siendo cargada. Se volvió para ver qué estaba ocurriendo,
aunque ya sabía que era malo.
Un corpulento hombre con un mono de
mezclilla estaba en la pendiente de atrás y por encima de Jonghyun con una
pistola negra apuntando a la cabeza del Suju.
—Muevanse y volaré sus sesos —dijo el
desconocido.
Kyuhyun se puso delante del niño para
protegerlo de las balas perdidas.
La mano de Jonghyun se movió a su
espada.
—Yo no haría eso —dijo otro hombre
detrás de Kyuhyun.
Kyuhyun se dio la vuelta y vio a un
flaco humano con una desaseada barba, al otro lado del barranco. En sus manos
llevaba una escopeta, y apuntaba al chico.
La indignación aumentó a través de Kyuhyun.
Todo esto había sido una trampa con el chico actuando como cebo.
—No vas a matarlo —dijo Kyuhyun—. Este
niño es uno de los tuyos.
—No es mi hijo —dijo el flaco, con la
voz fría de indiferencia—. Adelante. A ver si voy de farol.
Los ojos del muchacho se desbordaron por
las lágrimas y su nariz comenzó a gotear.
—Dijiste que íbamos de pesca.
—Cállate —ladró el flaco.
—¿Qué quieres? —Preguntó Kyuhyuun.
—Tú y tu amigo vendréis con nosotros.
—Al igual que el infierno —dijo Jonghyun,
lenta y pesadamente.
Y luego fue un borrón de movimiento que
cortó la mano del arma del hombre en la muñeca, enviándola a dar vueltas por el
aire.
El hombre gritó, sosteniendo su
sangrante muñeca contra su cuerpo.
Kyuhyun no esperó a ver lo que Jonghyun
hacía a continuación. En su lugar, se abalanzó sobre el chico y lo arrancó del
barro. Se dio la vuelta, poniéndose de espaldas a la escopeta, conteniendo la
respiración a la espera de la explosión.
Ninguna llegó. Kyuhyun arrojó al niño a
unos matorrales cercanos para amortiguar su caída y sacó la espada.
—¡Corre! —Ordenó al muchacho.
Un segundo después, un dolor candente
floreció en su espalda cuando el poder diluvió sobre él, estirando sus entrañas
hasta que pensó que estallaría.
Rugió de cólera y se dio la vuelta en un
torpe arco, golpeando su puño contra el hombre detrás de él. El hombre se
tambaleó hacia atrás, revelando a dos hombres agazapados en la maleza.
Kyuhyun sacó su espada y fue a la carga.
Uno de los hombres levantó algún tipo de
arma y disparó. Un sonido crepitante rompió el aire, y un instante después,
otro mazazo de dolor se estrelló contra el pecho de Kyuhyun.
El segundo hombre apuntó y disparó.
Los músculos de Kyuhyun se tensaron,
completamente fuera de su control. Las ramas de su marca de vida se estremecían
de dolor, y un alto chillido brotó de su garganta en contra de su voluntad.
Cayó al suelo, aterrizando sobre su
costado, quedándose sin aliento, tratando de parpadear para aclarar su visión.
Cuando se despejó, tenía frente a sí un par de gastadas botas de trabajo.
Intentó moverse, pero no pudo. Una de esas botas retrocedió y se estrelló
contra su cabeza, lanzándole de espaldas. Miró hacia arriba y vio a un anciano
cuyo rostro estaba a la sombra de un sombrero de vaquero sosteniendo una
especie de pistola eléctrica en la mano.
Los alambres se arrastraban fuera del
instrumento, directamente hasta Kyuhyun.
¿Eso era lo que habían utilizado? ¿Armas
eléctricas?
—Funcionó a las mil maravillas —dijo el
hombre—. Justo como ese espeluznante socio prometió.
Kyuhyun tuvo problemas para darle
sentido a lo que el hombre había dicho, pero no perdió el tiempo pensando en
eso. A lo lejos vio a Jonghyun desplomándose en el suelo, con la cabeza
sangrando mucho, un par de cables de transmisión en su pecho desnudo. Mientras Kyuhyun
observaba, varias hojas en su marca de vida cayeron mientras yacía allí, con
contracciones.
La adición de tanta energía en el cuerpo
de Jonghyun tan rápidamente y sin forma de expulsarla iba a matarle. Kyuhyun
tenía la ventaja de estar conectado a Sungmin, pero Jonghyun no tuvo tanta
suerte.
El flaco levantó otra pistola
paralizante de su cinturón y apuntó a Jonghyun. Kyuhyun no creía que su amigo
sobreviviera a otra descarga.
Kyuhyun trató de llegar a su espada para
matar a ese bastardo antes de que pudiera matar a Jonghyun, pero no podía
moverse. Ni siquiera podía encontrar el aire suficiente como para pedir ayuda.
Si no hacía algo, ambos acabarían
muertos. Tal vez el niño junto con ellos.
Ese fue el pensamiento que le quemó a
través de la parálisis y consiguió poner su cuerpo en movimiento otra vez.
Encontró la empuñadura de su espada y tiró para liberarla de la vaina.
—Oh, no, no lo harás —dijo una áspera
voz.
La conmoción hizo al cuerpo de Kyuhyun
entumecerse, y un segundo después, se dio cuenta de que había sido pateado en
la cabeza otra vez. Era curioso, pero no le dolió.
Trató de reaccionar, pero nada parecía
funcionar bien. Perdió el agarre sobre su espada mientras sus flojos dedos se
desprendían inútilmente. Incluso su cuello no podía moverse. No podía girar la
cabeza para mirar a sus atacantes y defenderse.
Otro golpe sacudió su cuerpo. Perdía el
sentido. Trató de alcanzar la mente de Sungmin, tratando de enviarle una
advertencia: la SM
está siendo atacada. No estaba seguro si él consiguió enviarla o no, pero
mientras su visión se desvanecía, supo que era demasiado tarde para él y Jonghyun.
No había nada que se pudiera hacer a tiempo para salvarles.
Hong Gildong respondió a la llamada de Sungmin
al primer timbrazo, a pesar de que no eran ni las 6 de la mañana. No
parecía somnoliento, lo que le hizo preguntarse si habría pasado la noche sin
dormir, también.
—¿Hola? —preguntó.
—Soy Sungmin.
—Gracias a Dios —respiró con alivio—.
Creíamos que te habían matado.
—Estoy bien. De hecho, mejor que bien.
Nos equivocamos sobre los Centinelas, Gildong. Y esto no es ninguna clase
lavado de cerebro parlante, tampoco.
Esperó.
El silencio se derramó sobre la línea
por un momento.
—¿Estás solo? —Preguntó.
—Sí, ¿por qué?
—Sólo quería asegurarme de que podías
hablar libremente.
—Puedo. Soy yo, Gildong. No estoy seguro
de donde mi mamá consiguió todas esas ideas que mantenía en su cabeza, pero
todas están equivocadas. Estos hombres son buenos. Están dando sus vidas para
proteger a los humanos de los Sasaengs.
Otra larga pausa que la puso nerviosa.
—Quiero saber lo que has aprendido.
¿Puedes reunirte conmigo para que podamos hablar de ello?
Reunirnos. Sólo había una razón para que
quisiera hacer eso en lugar de hablar por teléfono.
—No me crees. Crees que me han lavado el
cerebro, ¿verdad?
—Sólo quiero estar seguro, Sungjin. La
única manera de hacerlo es sacarte de ahí. Lejos de cualquier agarre que puedan
tener sobre ti.
—Es Sungmin, no Sungjin. No volveré más
a la clandestinidad.
—Tal vez deberías hacerlo. Sólo
reunámonos durante unos minutos, y déjame que juzgue por mí mismo si realmente
eres tú el que habla.
No era inteligente. Sabía cómo
trabajaban. Si creían que le habían lavado el cerebro, dejarían de confiar en él,
o peor aún, lo verían como su enemigo.
—No puedo. Lo siento, Gildong, pero no
confío en que no cometas alguna imprudencia.
—¿Saben lo del C—4?
Sungmin cerró los ojos en señal de
frustración. Deseaba tanto que Gildong viera lo que él tenía, pero no sabía
cómo hacerle abrir los ojos.
—Sí. Se lo dije.
Oyó el sonido de un siseo que podría
haber sido Gildong profiriendo una maldición, pero no estaba seguro.
—Eso no fue una buena idea. Nos lo harán
pagar.
—Es gente razonable, Gildong. Todo lo
que necesitamos hacer es sentarnos juntos y hablar las cosas. Déjales mostrarte
esto, verás todos los niños que han salvado, y sabrás que no son los monstruos
que mi madre y tu padre creían.
—¿Hay niños ahí?
—Muchos.
—Joder. No me extraña que no activaras
el detonador.
—Sí, incluso si hubieran sido tipos
malos, no podría haberlo hecho. —Otro largo tramo de silencio hizo que Sungmin
agarrara el teléfono duramente—. ¿Gildong? ¿Estás ahí?
Gildong bajó la voz como si estuviera
tratando de ocultar la conversación.
—Escucha, Sungmin. Sólo tengo un par de
segundos. Tienes que salir de ahí. Saca a todos los niños. Ahora mismo.
Un sentimiento de fatalidad pesó sobre
él, deslizándose por su garganta hasta que se asentó pesadamente en su
estómago.
—¿Por qué?
—¿De verdad necesitas preguntarlo? Sólo
hazlo.
Los Defensores estaban atacando. Sungmin
no había hecho lo que había venido a hacer aquí, así que estaban tomando las
cosas en sus propias manos.
Hubo un ruido fuerte y un gruñido de
dolor. No tenía ni la menor idea de lo que era el ruido, pero el pánico fluyó
en su interior, haciendo que se le revolviera el estómago.
Desesperado, dijo:
—Cancélalo, Gildong. Haz que tu padre lo
cancele.
Pero no fue la voz de Gildong la que
volvió a la línea. Fue la de Jack. El sonido profundo de su ira era
inconfundible.
—Es demasiado tarde para eso, niño.
Tenemos a tu hombre.
Justo cuando decía esas palabras, la
cabeza de Sungmin se llenó con el sonido del desesperado grito de Kyuhyun. ¡Sungmini!
¡Estamos siendo atacados!
Oh, Dios. Ya era demasiado tarde. Tenían
a Kyuhyun.
Hizo un sonido de asfixia y casi dejó
caer el teléfono. Todo su cuerpo estaba entumecido con incredulidad cuando
intentó alcanzar a Kyuhyun, necesitando estar junto a él. Como siempre, lo
único que la saludó fue el silencio. No le podía sentir.
Jack siguió como si su mundo no se
hubiera salido fuera de control.
—Tienes un par de opciones. Puedes dar
la alarma, y le mataremos junto a su amigo en este momento, o puedes caminar
tranquilamente a través de esa ruptura en el muro, y le dejamos vivir. Todo
depende de ti. ¿Qué vas a hacer?
—No le hagas daño —le dijo para tomar
esos preciosos segundos para pensar.
Su mente voló a través de sus opciones
mientras hablaba. Un plan esquemático se formaba en su cabeza, dándole una idea
de cómo podía proteger al pueblo de la
SM.
—Déjame hablar con Kyuhyun.
—No puede. El hombre está fuera como una
luz, sangrando por todo el maldito lugar.
Oh Dios. Kyuhyun.
Sungmin cerró los ojos y tragó saliva,
tratando de aclararse la cabeza de la imagen de su cuerpo roto postrado al
antojo de Jack.
No iba a dejar morir a Kyuhyun. Su
pueblo lo necesitaba demasiado.
El lo necesitaba demasiado.
Sungmin no podía permitir que mataran a Kyuhyun
y al que estaba con él, pero sabía que si simplemente se iba sin avisar a nadie
habría una buena oportunidad para que más gente muriera.
—¿Por qué quieres que salga? ¿Por qué no
me matas con todos los demás? — Preguntó, orgulloso del hecho de que realmente
pudiera formar palabras en medio de la mezcla caótica de pánico y miedo
revolviéndose en su interior.
—Le prometí a tu madre que me ocuparía
de ti. Soy un hombre de palabra.
Había más que eso, podía oírlo en su
voz, pero Sungmin no perdió el tiempo tratando de averiguarlo.
—¿Qué será, muchacho? ¿Sales o le mato
ahora y dejo que escuches como escupe su último aliento?
—Voy —susurró.
—Buen chico. Me imaginé que verías las
cosas a nuestra manera.
—¿Qué vas a hacerme? —preguntó.
—¿Te preocupa que te hagamos daño? Eres
uno de nosotros. Lo que te hicieron no es culpa tuya. —La comprensión sonaba
extraña viniendo de los labios de Jack. No era del tipo compresivo—.
Aclararemos tu confusión y entonces nos explicarás lo que has aprendido sobre
ese lugar. Serás un activo muy valioso.
¿Eso era todo? ¿Querían información?
Algo sobre eso no parecía estar bien,
pero se le estaba acabando el tiempo y no se le ocurría ninguna opción nueva.
—Y prometes que no le harás daño a Kyuhyun?
—No, te dejaremos que hagas los honores
de matarlo a él y su amigo una vez que hayas recuperado tu sano juicio. Tengo
que admitir que voy a disfrutar del espectáculo. He visto lo feroz que puedes
ser cuando estás enojado. Y una vez que ya no controlen tus pensamientos, definitivamente
estarás enfadado.
—¿Cómo te encontraré? —Preguntó.
—No te preocupe. Te encontraremos.
Simplemente sal, y nosotros haremos el resto.
Sungmin nunca le haría daño a Kyuhyun.
Nunca. Pero Jack no tenía por qué saberlo. Le seguiría el juego y haría todo lo
posible para mantener a la gente de aquí segura y luego salvaría a Kyuhyun.
Claro, no tenía ni idea de cómo iba a
lograrlo, pero era bueno pensando rápidamente. Había conseguido algo más de los
diez o quince minutos que necesitaría para cruzar a través del desmoronado
muro.
Sí, claro.
Antes de que perdiera los nervios, Sungmin
marcó el número de móvil de Leeteuk.
Kangin respondió en tono malhumorado.
—¿Qué?
—Soy Sungmin. ¿Puedo hablar con Leeteuk?
—Está durmiendo.
Genial. Ahora tendría que tratar con un
hombre al que apenas conocía, en quien no confiaba, al menos no como confiaba
en Kyuhyun.
—Tenemos un problema. Los Defensores
están planeando atacar la SM.
—¿Cuándo? —Preguntó, la palabra fue una
fuerte punta de hielo en su oído.
—Ahora. Necesito que evacues a todo el
mundo, pero hazlo en silencio. Pueden tener alguna forma de vigilarnos. Si
saben lo que estás haciendo, es posible que se muevan más rápido.
—Sabías esto todo el tiempo, ¿no?
—Exigió él.
—No. Te lo juro —No había tiempo para
convencerle, así que no se molestó en intentarlo—. ¿Hay alguna salida secreta
de este lugar? ¿Un cuarto seguro donde la gente puede ocultarse o algo así?
—No pienso decírtelo. ¿Crees que soy un
tonto?
—Sólo hazlo, Kangin. Lleva a todo el
mundo a un lugar seguro.
—¿Hay otra bomba? —preguntó.
—No sé lo que están planificando, pero
estoy seguro que tienen algo bajo la manga. Y creo que están cerca. —Sungmin
tomó un profundo aliento y lo dejó ir en una confesión—. Tienen a Kyuhyun y a
alguien más. No sé de quién se trata.
Un rugido de salvaje rabia vibró sobre
la línea.
—¿Dónde están, Sungmin?
—No lo sé, pero voy a averiguarlo.
Vienen a por mí.
—No puedes ir solo.
—Si alguien viene conmigo, Kyuhyun es un
hombre muerto.
—Joder —escupió, y en el trasfondo, Sungmin
oyó la apenas perceptible inquisitiva voz de Leeteuk—. ¿Qué vas a hacer?
—Tendré que resolverlo cuando llegue el
momento.
—No es un buen plan. Hay demasiado en
riesgo.
El corazón de Sungmin golpeaba con
fuerza. Había empezado a temblar, gracias a una buena dosis de adrenalina.
Seguir hablando con Kangin no conseguiría nada.
—No tengo más tiempo para discutir
contigo. ¡Saca a los niños, maldita sea!
Colgó el teléfono, cogió un cuchillo
afilado de la cocina, la única arma que pudo encontrar, y se dirigió hacia la
puerta.
Aunque no oyó las sirenas, las luces en
el edificio empezaron a conectar el fluido eléctrico mientras él corría sobre
la hierba mojada de rocío. Kangin había dado la alarma.
Sólo rezaba porque lo hubiera hecho a
tiempo.
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