Las piernas de Leeteuk se sacudían
mientras corría por los pasillos hacia la nueva habitación de Sungmin. Y no sólo porque
estuvieran físicamente exhausto.
Sungmin había planeado matarles. A su
familia. A su esposo.
Leeteuk todavía tenía problemas para
creérselo. ¿Cómo podía haber estado tan equivocado con el hombre al que consideraba
un amigo?
Tocó a la puerta de Sungmin y, cuando se
abrió, Sungmin lo miró con la nariz roja y los ojos brillantes. Había estado
llorando, y no habían sido lágrimas de niño, precisamente. Por el tamaño del
fajo de pañuelos de papel empapados de su mano, habían sido grandes lagrimones
de culpabilidad.
Todos los pensamientos de Leeteuk sobre
estar equivocado con Sungmin desaparecieron. Cualesquiera que hubieran sido las
elecciones de Sungmin desde que sus caminos se habían separado, se estaba
arrepintiendo de ellas. No había ni una sola duda en la mente de Leeteuk.
La necesidad de consolarlo creció en su
interior y pasó los brazos alrededor del hombre, sujetándolo con fuerza.
Sungmin sollozó, su voz apagada.
—Te lo dijeron, ¿verdad?
Leeteuk asintió contra la cabeza de Sungmin.
Su cabello estaba más oscuro ahora, más suave. No más deslumbrantes puntas
rubias. Pero era un buen aspecto para él incluso si le hiciera parecer más
vulnerable, más humano.
—Todo irá bien —dijo Leeteuk.
Sungmin se apartó del abrazo y Leeteuk
lo dejó ir a regañadientes, cerrando la puerta frontal.
—No estoy seguro de eso. Por la manera
en que Kyuhyun dejó la habitación, con tanta prisa, estoy seguro de que nada va
bien. Pasa algo, ¿verdad?
—Vamos a sentarnos. Tomemos un té. No
deberíamos afrontar todo esto sin unas comodidades básicas, ¿de acuerdo?
Era una técnica evasiva y Leeteuk lo
sabía; era sólo que todavía no estaba preparado para afrontar lo más grave
todavía. A pesar de lo triste que fuera, incluso aunque sólo se conocieran de
unos pocos meses, Sungmin era su amigo más cercano sin contar a Kangin. No podía creer que
hubiera tenido tan poco criterio como para hacerse amigo de alguien que estaba
dispuesto a matar inocentes.
Sungmin se movió en silencio a su
cocina, rebuscando para localizar las cosas en el nuevo espacio. Sus
movimientos eran torpes, y sus dedos temblaban cuando tiró los pañuelos y se
lavó las manos.
—Iba a rescatarte —dijo Sungmin—. Estaba
seguro de que te habían lavado el cerebro para que creyeras que ellos eran los
buenos. Creo que al final era yo el que tenía la cabeza llena de pájaros, ¿huh?
—No puedo culparte por actuar de acuerdo
a lo que considerabas correcto.
—¿Incluso aunque no lo fuera? —los
remordimientos hicieron sonar la voz de Sungmin débil y difícil de escuchar.
—Yo también estuve equivocado sobre Kangin
al principio. Todo este mundo es tan irreal que se necesita algo de tiempo para
acostumbrarse.
—¿Me odias? —preguntó Sungmin en un hilo
de voz.
—No. Por supuesto que no.
Sungmin puso dos tazas de agua en el
microondas, dándole a Leeteuk una mirada sombría sobre su hombro.
—Iba a matar a Kangin. Ya lo sabías,
¿verdad?
Leeteuk asintió, con la garganta
demasiado seca para hablar. Ni siquiera podía pensar en perder a Kangin. Era
parte de él. Si algo le ocurriera, estaba seguro de que eso acabaría con él.
—¿Y aún así no me odias?
—No. Nunca lo habrías hecho —dijo Leeteuk.
—Lo habría hecho. Si no hubiera sido por
Kyuhyun y la manera en que me trató, lo habría hecho.
—Llevas su luceria. Eso está bastante
lejos de odiar a alguien lo suficiente como para matarlo.
Sungmin se encogió de hombros.
—No quería que muriera. Si llevar esta
cosa le mantiene con vida, entonces la llevaré. Es lo mínimo que puedo hacer.
—Y la parte de la magia también es
bastante genial, ¿huh?
—No lo sé. No funciona conmigo.
Sungmin se mantuvo dándole la espalda a Leeteuk
todo el tiempo, así que le sujetó por el brazo y le obligó a dar la vuelta. Un
brillante rubor de turbación hacía que su cara estuviera tan roja como su
nariz.
Con voz amable, Leeteuk le preguntó:
—¿Qué quieres decir con que no funciona
contigo?
—Me refiero a que estoy roto —tiró de la
luceria y ésta pulsó con vivos verdes y azules—. Esta cosa no funciona conmigo
de la manera que se supone que tiene que hacerlo.
—Dale tiempo. A mí me llevó un tiempo
cogerle el truco a esto de usar fuego.
—Si, Kyuhyun me dijo que eres todo un
Provocador de Fuego. Difícil de creer.
—Para mí también. Creí que nunca amaría
a alguien más de lo que temía el fuego, pero me equivoqué.
—Así que, ¿le amas? —preguntó Sungmin.
Sus ojos oscuros bajaron hacia el suelo
como si no pudiera soportar mirar a Leeteuk.
—Lo hago. Y mucho.
Después de un breve silencio, Sungmin
dijo:
—Me alegro por ti, Leeteuk. De verdad
que sí.
La campana del microondas sonó, dándole
a Sungmin la excusa de dedicar su atención a cualquier otra cosa.
Leeteuk no iba a dejarle escapar tan
fácilmente.
—Me parece que si mi miedo por el fuego
me impedía usarlo, quizá tú tengas algunos miedos propios a los que
enfrentarte.
Sungmin resopló y echó las bolsitas de
té en las tazas.
—Demasiados para contarlos. Creo que ese
es el problema.
—Lo solucionarás.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? ¿Tan
seguro? Ni siquiera nos conocemos. No realmente. Y tú acabas de saber que
estaba tratando de matar al hombre al que amas.
—Sé que no fue idea tuya. No eres del
tipo violento.
Sungmin llevó las tazas humeantes al
salón.
—¿Te has olvidado del episodio en el restaurante?
Apuñalé a Kyuhyun. Eso es bastante violento.
—Estaba siendo demasiado enérgico. Se
merecía un recordatorio de que no puede maltratar así a las personas.
Sungmin negó con la cabeza, sonriendo
ligeramente a Leeteuk.
—No estoy seguro
de que él
estuviera de acuerdo
con eso.
—No te guarda rencor, ¿o sí?
—No. El hombre no se enoja. No tengo ni
idea de por qué sigue perdonándome por cada mierda de cosa que hago.
—Te necesita, Sungmin. Todos lo hacemos.
Si tenemos que hacer la vista gorda con algunos errores, eso es lo que haremos.
—Yo no diría que he cometido un error.
Es más grave que eso.
—Te sientes culpable. Bien. Deberías,
pero tenemos que seguir avanzando. Estamos... desesperados.
—¿Cómo de desesperados?
Leeteuk no estaba seguro de cuánto
debería contarle a Sungmin. Era obvio que todavía se estaba acostumbrando a su
nueva vida, y Leeteuk sabía por experiencia propia lo difícil y agradable que
podría ser la transición. Pero si Sungmin no estaba preparado para
comprometerse con la lucha, no quería asustarlo más. Lo necesitaban demasiado.
Leeteuk se conformó con decirle:
—Lo suficientemente desesperados para que
Kyuhyun y el resto de los Suju estén deseando darte el beneficio de la duda. No
eres el único aquí que tuvo impresiones equivocadas sobre los Centinelas y lo
que son. Por otra parte, necesitamos toda la ayuda que podamos reunir.
La última parte salió casi en un jadeo
de agotamiento, a pesar de los esfuerzos de Leeteuk por permanecer en pie.
La expresión de Sungmin se endureció y
chispas de rabia brillaron en sus ojos.
—Te han tenido trabajando demasiado
duro, ¿verdad?
—Yo he estado trabajando duro. Es mi
elección. Tenemos que levantar esa pared. Es importante.
—¿Lo suficientemente importante para que
te estés matando para hacerlo?
Leeteuk hizo un ademán de desdén con la
mano, pero la mano le pesaba demasiado para aparentar el aplomo que había pretendido.
—No seas tan melodramático. No me estoy
matando.
Pero estaba bastante cerca. No podía
dormir lo suficiente para alejar el cansancio que le perseguía. Cada día se
levantaba más cansado que el anterior. Si no sucedía algo pronto, iba a enfermar.
Tal vez se quemaría vivo.
—¿No puedes tomarte un descanso?
—preguntó Sungmin.
—No del todo. Los días se hacen cada vez
más cortos, y las noches más largas, lo que significa que hay más posibilidades
de un ataque cada día. La pared es lo único que mantiene a los Sasaengs fuera.
Ya hemos tenido que afrontar dos intentos de romperlo la semana pasada. Se
pondrá peor conforme se acerque el invierno.
—¿Crees que puedo ayudar?
—Eso espero. Necesitamos todo lo que
podamos conseguir. Hay mucha gente que depende de nosotros, muchos niños
que no tienen dónde más ir. Si este sitio cae...
Sungmin levantó las manos para detener a
Leeteuk de decir algo más.
—Lo pillo. Este lugar no puede sucumbir.
Aspiró un largo suspiro y lo dejó salir
lentamente.
—De acuerdo, cuéntame sólo lo que
necesite saber.
—Primero, necesitamos deshacernos de
todo lo que se cruce en nuestro camino. Lo que sea que te impide usar el poder
de Kyuhyun.
—¿Crees que el problema está en dónde
acabé?
Habiendo estado donde Sungmin estuvo,
estaba más que seguro de eso; pero en lugar de eso, dijo:
—Lo averiguaremos. Es un buen lugar tan
bueno como cualquiera para empezar.
—Bien. Estoy en el juego. Tengo mucho
que compensar y haré todo lo que sea necesario.
Leeteuk no era un experto, pero tenía un
par de ideas de lo que podía ir mal e incluso más ideas de cómo arreglarlo. Sungmin
iba a disfrutar hasta la última de ellas, y Kyuhyun iba a disfrutar aún más.
Kyuhyun se acercó a la oficina de Shindong
con el corazón apesadumbrado. Rezó para estar equivocado, que el alma de Shindong
todavía estuviera en buenas condiciones, pero no podía pensar en ninguna otra
razón de por qué su hermano se apartaría de su camino elegido hasta ahora tanto
como para estar dispuesto a matar a los Defensores.
Con Yunho a un lado y Kangin al otro,
hacían un trío formidable mientras entraban en la oficina de Shindong sin
llamar. Si la confrontación se ponía fea, iban a necesitar al menos mucha ayuda
para someter al hombre al que habían elegido para guiarlos.
Shindong levantó la mirada de su
escritorio con los ojos legañosos. Tenía el pelo desordenado. Los papeles
abarrotaban el lugar y los mapas estaban clavados sobre tres paredes. Centrado
enfrente de él había un montón de fotos. Kyuhyun no podía distinguirlas debido
al resplandor que cruzaba sus superficies brillantes, pero tenía cosas más
importantes sobre las que preocuparse.
—¿Qué es esto? —Preguntó Shindong—. No
parecéis como si estuvierais aquí para una visita de cortesía.
Mejor ir al grano.
—Muéstranos tu pecho —dijo Kyuhyun.
Shindong se puso rígido y de pie en toda
su alta y dominante altura.
—¿Perdón—preguntó en una fría voz baja.
—Creo que tu marca de vida está desnuda.
Creo que por eso les has vuelto la espalda a los humanos.
La mandíbula se Shindong se apretó tres
veces antes de ser capaz de pronunciar las palabras.
—No le he vuelto la espalda a nadie. ¿A
quién coño te crees que estoy tratando de proteger?
—Dijiste que estabas dispuesto a matar a
los Defensores.
—Lo estoy. Pero sólo debido a que se que
van a salvar vidas a largo plazo — Shindong miró a Kangin, después a Yunho—.
¿Os lo ha dicho todo? ¿Os ha dicho que Sungmin tenía la intención de
masacrarnos? ¿Qué estaba trabajando para esos Defensores?
—Sungmin no es el tema —dijo Kyuhyun.
—Nos lo dijo —dijo Yunho, su voz tan
tranquila e igualada como un estanque en calma—. El chico estaba confuso. Mi
apuesta es que estos Defensores también lo están. No podemos salir y masacrar a
cada grupo que esté en esto por nosotros. No hay tanto tiempo en el día.
—¿He sugerido eso? No. No lo he hecho. Y
antes de que hagáis una búsqueda desnudándome, mirad esto —cogió las fotos y
las arrojó hacia ellos por el escritorio.
Escombros. Toneladas de ellos. Muros
rotos, suelos destrozados, techos astillados. Cemento aplastado como si alguien
hubiera dejado caer un asteroide sobre lo que quiera que este edificio hubiera
sido alguna vez.
—¿Qué es esto? —preguntó Kyuhyun.
—Nuestra fortaleza africana. O al menos,
lo que queda de ella —dijo Shindong.
Kyuhyun pasó las fotos hasta que vio
filas de ensangrentados cuerpos rotos tendidos. Docenas de ellos. Docenas de
niños, sus oscuros ojos congelados en la muerte.
Yunho levantó la mirada, pero Kyuhyun no
podía apartar la vista de las fotos.
—¿Quién hizo esto?
—Los Defensores, o su equivalente
africano, metieron a un hombre a hurtadillas. Usó explosivos como Sungmin había
planeado hacer. Destrozó el lugar en la mitad del día.
—¿Había Zea allí? —preguntó Kyuhyun,
sintiendo una sensación de temor enfermizo rodar por sus entrañas.
Los Zea habían sido maldecidos a vivir
siempre en la oscuridad. Si alguno de ellos se atrevía a dejar que el sol
tocara su piel, habría convocado a los guerreros Trot a este mundo, y si eso
pasaba, esos guerreros, los Vigilantes, matarían a cualquiera en su camino.
Shindong asintió, confirmando los
temores de Kyuhyun.
—Los Vigilantes llegaron y mataron a
todo aquel que no murió en la explosión.
—¿Cuántos? —preguntó Kangin.
—Cuarenta y tres Centinelas. Trescientos
diecisiete humanos, la mayoría de ellos niños. Doce personas sobrevivieron.
Doce jodidas personas. Y sólo lo hicieron porque no estaban allí. Estaban de
camino aquí para ver si Wook era compatible con ellos.
Increíble. Incluso viendo las fotos, a Kyuhyun
le fue difícil aceptarlo como verdad.
—Por lo tanto, cuando digo que estoy
dispuesto a eliminar a estos Defensores, hombres que están planeando hacer eso
a la gente bajo mi techo, bajo mi protección, no lo estoy haciendo debido a que
no tenga alma. Lo estoy haciendo debido a que no tengo otra opción —y para
demostrarlo, Shindong se abrió la camisa de un tirón, enviando botones volando
golpeando las paredes.
Se quedó allí de pie, dejando al
descubierto su musculoso pecho, mostrando un
pequeño pero saludable montón de hojas
aferrándose todavía a su marca de vida.
—¿Satisfechos? —preguntó, pero le salió
más bien como un reto.
Kyuhyun no lo estaba. Ni mucho menos.
Las cosas habían tomado un giro para peor, y nada de aquello le satisfacía.
—¿Qué piensas hacer? —preguntó Yunho,
todavía tan tranquilo como si estuvieran hablando sobre la mejor manera de
limpiar sus espadas.
—Voy a usar a Sungmin para atraerlos
fuera de su escondite, y voy a asegurarme de que nunca tengan otra oportunidad
de hacerle algo así a ninguno de mi gente.
—El no te ayudará a matarlos —Kyuhyun
sabía en su corazón que era cierto.
Sungmin había crecido con esa gente, y
no importaba lo equivocados que estuvieran, no iba a ayudar a derribarlos.
—Sí. Lo hará —su voz sonó con una
autoridad absoluta.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—preguntó Kangin, haciéndose eco de la pregunta que Kyuhyun no podía hacer.
—Porque no voy a darle elección. Te
sugiero que comiences a tratar de convencerlo ahora. Ahorrará a Hyungsik el
problema de sacarle la información más tarde.
Una peligrosa ira letal se levantó en el
interior de Kyuhyun. Ya estaba lanzándose hacia Shindong cuando Kangin y Yunho
le cogieron por los brazos para inmovilizarlo.
—No te voy a dejar dañarlo —gruñó Kyuhyun,
apenas reconociendo su propia voz.
—Hyungsik no lo herirá. Le hará sentir
bien.
Y él podría, también. Hyungsik podría
hacerlo correrse sólo mirándolo a los ojos si quería.
Una neblina roja fluyó sobre la visión
de Kyuhyun y sus músculos se tensaron, doliéndose por pegarle un puñetazo a Shindong
en la mandíbula. Shindong no podía ordenarle a Hyungsik que lo tocara si no
podía hablar.
Se lanzó de nuevo hacia Shindong, pero
los hombres a su lado le contuvieron.
—Es hora de irse —dijo Kangin.
Yunho le dio un gruñido de
reconocimiento, y levantaron y sacaron a Kyuhyun fuera de la habitación. Kyuhyun
luchó contra su control, pero eran rápidos y fuertes como el infierno, y lo
sacaron por la puerta en dos segundos.
Le dio un sólido golpe en las costillas
a Kangin y se encontró estrellado contra la pared del pasillo, clavado allí por
cuatro manos duras. Sus pies apenas tocaban el suelo, lo que no le daba
ventaja.
La entrecortada respiración de Kyuhyun entraba
y salía de sus pulmones, haciéndoles arder de furia. Tendría que haber venido
por su cuenta. Habría derribado a Shindong y nadie podría haberle detenido.
—¡Ya basta! —ladró Kangin, a la derecha
de la cara de Kyuhyun.
El tono de su compañero cortó a través
de la niebla y le ayudó a recuperar la cordura lo suficiente como para
detenerse de tratar golpearle las costillas.
Kyuhyun empujó fuertemente su ira,
tratando de alejarla, pero en todo lo que podía pensar era la boca de Hyungsik
sobre el cuello de su hombre, tomando su sangre vital, drenándolo, haciéndolo
correrse.
—No voy a dejar a Hyungsik acercarse a él.
—Por supuesto que no —le tranquilizó Yunho—.
Vas a llevar tu culo de vuelta a sus habitaciones y vas a convencerlo de que
juegue limpio para que Hyungsik no tenga que hacerlo.
La incredulidad sacudió el aire del
pecho de Kyuhyun.
—¿Estás de acuerdo con Shindong? ¿Crees
que deberíamos matar a esos hombres?
Yunho se quedó callado durante un
momento como si estuviera escogiendo sus palabras.
—No voy a dejar que Changmin o Sunny
terminen como uno de los cuerpos en esas fotos, tendidos en el barro. Tan
pronto como los Defensores comenzaron a hacer planes para matar a mi familia,
renunciaron a sus derechos de seguir respirando.
—¿Y qué hay de Sungmin? —Exigió Kyuhyun—.
Les ayudó también a hacer planes.
—La diferencia es que ya no es una
amenaza —dijo Yunho—. Esos hombres de ahí fuera lo son. No lo voy a tolerar. De
una manera u otra.
Nada de eso se sentía correcto para Kyuhyun.
Prefería el mundo en blanco y negro donde sabía exactamente qué hacer. Todos
esos tonos de gris le molestaban.
—Así que estás diciendo que si ya no son
una amenaza, ¿les dejarás vivir?
Los ojos de Yunho clavaron a Kyuhyun
donde estaba. Ardían con una especie de sabiduría que sólo siglos de dolor y
angustian encendían. Kyuhyun no tenía nada sino respeto por este hombre que lo
había entrenado para ser el guerrero en que se había convertido. Todo su
entrenamiento entró de una patada, despertando el reflejo donde Yunho hablaba y
Kyuhyun escuchaba.
En un tono tan lleno de calmada razón
que Kyuhyun no tenía más remedio que aceptar, Yunho dijo:
—Lo que estoy diciendo es que la única
persona que puede salvar sus lamentables culos es Sungmin. Obtén su
cooperación. Tal vez tengamos suerte y encontremos una manera de mantener a los
paletos respirando.
—Vale la pena un tiro —coincidió Kangin.
Por supuesto que tenía razón. Yunho
siempre la tenía.
Toda la ira que Kyuhyun había construido
se desinfló, haciéndole sentir cansado.
—Genial. Ahora todo lo que tengo que
hacer es encontrar la manera de evitar que eche las tripas cuando piense que
vamos a usar esa información para matar a la gente que los cobijó a él y su
madre cuando pasaron tiempos difíciles. No hay problema.
Sungmin no estaba completamente
convencido de que Leeteuk supiera de lo que estaba hablando —como derribar la
barrera entre Kyuhyun y él— pero las sugerencias eran más que un poco
intrigantes. Todas envolvían una gran cantidad de tocar y piel desnuda, y la
sola idea era suficiente para acelerar un poco más los latidos del corazón de Sungmin
de anticipación.
Leeteuk lo había dejado hacía unos pocos
minutos, y ahora que el lugar estaba tranquilo, estaba solo con sus
pensamientos. Sus temores.
¿Y si no podía hacer lo que esta gente
necesitaba que hiciera? ¿Y si no podía ser como Leeteuk?
Ni siquiera era cuestión de si era o no
lo que quería. Ya no era así. Se lo debía a estas personas por su traición, y
encontraría una manera de repararlo. Pero más importante, se lo debía a los
Defensores por todas las veces que los habían protegido a él y a su madre. No
podía simplemente alejarse de ellos sin al menos tratar de arreglar este lío.
Tenía que haber una manera de conseguir
que los antiguos chicos buenos vieran las cosas de la manera en que él las veía
ahora. Y tal vez, si pudiera tener todo ese poder del interior de Kyuhyun,
podría encontrarla.
Pero primero, tenía que pasar a través
de su propia maldita obstinación y aprovechar toda la fuerza de Kyuhyun para
tener una oportunidad de luchar. Por lo que Leeteuk había dicho, era como nadar
en luz de sol, todo cálido y feliz.
Sungmin necesitaba una buena dosis de
felicidad ahora mismo.
Se acurrucó en el sofá, metiendo las
piernas bajo él, y miró la puerta. No estaba cerrada con llave. No estaba seguro
si Kyuhyun tenía una llave, y quería que él fuera capaz de entrar si se quedaba
dormido. Lo cual era una posibilidad real.
Hyungsik había tomado suficiente sangre
para dejarlo sintiendo mareo si se levantaba demasiado rápido. Esperaba que
beber líquidos le ayudara a recuperarse más rápido, pero lo que necesitaba eran
cerca de doce horas de sueño completo. Tal vez mas tarde, después de que las
vidas de tanta gente no estuvieran descansando sobre sus hombres, lo
conseguiría.
Mientras esperaba, Sungmin trató de
alcanzar a Kyuhyun a través de la luceria como Leeteuk le había enseñado. Se
suponía que iba a haber una conexión entre ellos que los mantuviera unidos
incluso cuando no estaban cerca el uno del otro.
Cerró los ojos y se enfocó en el anillo
de piel donde la banda la tocaba, en busca de esa conexión.
Estaba caliente, como si tuviera su propio
calor vital, y podía sentir el más leve zumbido procedente de la cosa de vez en
cuando. Imaginó un alambre de plata uniéndose entre él Kyuhyun. Todo lo que
tenía que hacer ahora era obtener una señal que viajara a través de él.
Sungmin trató de empujar un pensamiento
a través de la conexión, diciéndole a Kyuhyun que regresara rápidamente a él.
No pasó nada. Era como tratar de empujar una cuerda hacia arriba.
Así que, tal vez debería intentar tirar.
Con los ojos cerrados, y el alambre de
plata con firmeza en la mente, Sungmin tiró. Al principio, no creía que
estuviera funcionando, pero entonces sintió un extraño cosquilleo rodear su
cuello y deslizarse por su espalda. Tomó aire y lo contuvo.
Tiró con más fuerza, y en su mente, hizo
crecer más grueso el alambre.
La rabia se estrelló contra él,
impulsando un rugido a sus pulmones.
Kyuhyun estaba enfadado. Podía sentirlo
con tanta claridad como si hubiera sido su propia furia golpeando a través de él.
De hecho, le tomó unos pocos segundos separar los dos sentimientos para no
comenzar a destrozar su nuevo lugar para vaciar algunas de las salvajes
emociones.
A pesar de que lo había separado en su
mente, todavía estaba temblando por la fuerza de aquello, doliéndose por ir
hacia él y sacarle el infierno a golpes a cualquiera que le hubiera cabreado.
Se encontró paseando, acechando a través
de la alfombra en un esfuerzo de quemar algo de la rabia. Claro, podía haberse
retirado para no sentirlo más, pero quería sentirlo. Quería decir que había
tenido éxito. Como un niño que anhelaba nuevas sensaciones, no podía detenerse
de tirar más fuerte, buscando más.
Poco a poco, la ira se desvaneció y en
su lugar hubo una sombría aceptación. Resignación.
Lo que quiera que estuviera pasando, no
había acabado. El cosquilleo de su marca de sangre en su espalda le decía que
se acercaba. Volviendo a él.
La necesidad de consolarlo era fuerte,
cada vez más fuerte con cada paso que daba. Había una profunda tristeza
derramándose en el interior de Kyuhyun, derramando lágrimas que nunca permitía
caer. Y rodeando toda esa vulnerabilidad había una fuerte necesidad de
mantenerlo a él a salvo.
De qué, no tenía ni idea, pero se
alegraba de haber conseguido hacer esta
pequeña conexión con Kyuhyun, contento
de saber sin duda que él haría todo lo posible para su seguridad.
Era humillante sentir la fuerza de su
necesidad de protegerlo. Humildad y exaltación. Se sentía como si caminara por
un precipicio sin preocuparse. Kyuhyun lo cogería.
Él abrió la puerta y la cerró tras de
sí. Su cuerpo estaba tenso, los músculos de sus brazos y hombros agarrotados
con su firme control.
Sungmin se le quedó mirando,
absorbiéndole. Era un hombre tan potente, llenando la entrada con su poder.
Tenía los pies separados y la más extraña expresión en su rostro. Su suave piel
estaba tensa en una mueca, como si realmente estuviera temiendo lo que tenía
que hacer ahora. Pero sus ojos brillaban con confianza, asegurándole que todo
iría bien. No lo dejaría caer.
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