Sus protectores instintos estaban
todavía corriendo en caliente, palpitando a través de él igual que un martillo
perforador. No estaba seguro de ser capaz de controlarse a sí mismo lo bastante
como para pensar racionalmente, pero lo intentaría. Por Sungmin.
—Bien —dijo Hyungsik—. Este es un buen
comienzo. Ahora, mi señor, si eres tan amable, ¿podrías darme algunos detalles
más?
—Traje una camioneta llena de explosivos
aquí para haceros volar a todos al infierno. No necesito decir que cambié de
idea. En realidad, no soy gran fan del asesinato, así que para mí funcionó.
—¿Por qué querías matarnos a todos?
—preguntó Hyungsik con sólo el más débil interés coloreando su cultivada voz.
—Porque pensé que erais los tipos malos.
Hyungsik asintió.
—Dada la manera en que esos dos estaban
actuando justo ahora, difícilmente puedo culparte.
—El está cometiendo un acto de guerra
—clamó Shindong—. Iba a matar a los niños.
La voz de Hyungsik se derramó como agua
fría sobre la chamuscada tierra.
—Entiendo lo mucho que esto debe haberte
molestado, shindong, pero creo que podemos hacer una excepción, considerando
las circunstancias. Lo necesitamos, y él ha confesado.
—Eso no hace que esté bien. Ni mucho
menos. Ni siquiera sabemos si está mintiendo —dijo Shindong.
—Kyuhyun lo sabrá. Están conectados. Él
será capaz de ver si está mintiendo — Hyungsik se volvió a Kyuhyun—. ¿No es
verdad?
—No —dijo Kyuhyun, sintiéndose como un
traidor ante el único hombre que podía salvar su lastimoso culo—. Intenté
entrar en su cabeza, pero no fue muy bien.
La mirada de Hyungsik se entrecerró con
sospecha y giró la cabeza hacia Sungmin.
—¿Es verdad? —le preguntó.
Sungmin alzó la barbilla y miró a Hyungsik
directamente a los ojos.
—Soy demasiado estúpido, supongo.
—Has estado bloqueándole. Manteniéndole
fuera —dijo Shindong.
—No quise decir eso.
—Intentó
dejarme entrar, pero
no funcionó —dijo Kyuhyun—. Ha
erigido
demasiadas defensas mentales o algo así.
—Cualquiera que sea la defensa que
tenga, no influirá en mí —dijo Hyungsik deslizándose más cerca. Sus labios se
levantaron una fracción de pulgada, suficiente para que Kyuhyun viese el
perlado brillo de sus colmillos.
Los instintos se reunieron dentro de Kyuhyun,
llenándole con una potente y feroz rabia. Sungmin era suyo. Había jurado
protegerlo y pensaba hacer justamente eso. No importaba a quién tuviera que
cortar en pedazos para hacerlo.
—De ninguna jodida manera —gruñó Kyuhyun
empujando a Hyungsik hacia atrás—. No vas a conseguir su sangre.
—Es la única manera de estar seguros
—dijo Hyungsik.
—Entonces vais a tener que seguir
haciéndoos preguntas, porque ninguno va a tomar su sangre.
—¿De qué está hablando, Kyuhyun?
—preguntó Sungmin, su voz teñida con un tinte de temor.
El había estado a su lado y se acercó
medio paso.
—Hyungsik quiere chuparte la sangre y
dar un paseo por tu cabeza.
—Déjale —ordenó Shindong—. Es la única
manera de que salgan de esto con vida.
La mano de Sungmin se cerró alrededor de
su bíceps. Sus dedos estaban fríos y temblorosos.
—Tiene que haber otra manera.
Shindong avanzó, cerniéndose sobre él,
haciéndolo parecer más grande y significativo de lo que Kyuhyun había visto
alguna vez. Por lo general era un hombre razonable, amable, pero todo eso había
volado cuando su cara descendió sobre Sungmin.
—No la hay, y no me arriesgaré a que
vayas a herir a mi gente. O lo haces o te mataré yo mismo.
—Tendrás que matarme a mí también —dijo Kyuhyun—.
Has estado fuera de los campos de batalla demasiado tiempo, probablemente sea
la última cosa que hagas.
—¡Suficiente! —gritó Hyungsik—. Ninguno
va a morir aquí esta noche. Hay una simple manera de solucionar esto.
—¿Una que implica que le chupes la sangre,
sanguijuela? —le dijo Kyuhyun.
Los pálidos ojos de Hyungsik llamearon
más brillantes durante un segundo, emitiendo un misterioso brillo.
—Creí que éramos amigos, Kyuhyun. Había
esperado que confiaras en que no lastimaría a tu pareja.
No lo hacía. No confiaba en nadie lo
bastante para dejar que sangrara a Sungmin.
El cuerpo de Kyuhyun se tensó y su mano
se estiró otra vez a por su espada. Iba a tener que cortar su camino para salir
de aquí.
Iba a tener que matar a sus amigos.
Cuando se movió para hacer eso, Sungmin
puso una estable mano sobre su brazo.
—No lo hagas —dijo suavemente—. Sé lo
que estás pensando y no puedes. Dejaré que él tome mi sangre.
—No.
Sungmin dio un paso adelante. Sus ojos
vagaron sobre su rostro y le ofreció una valiente sonrisa.
—Estaré bien. Soy el único que ha tomado
la decisión de venir aquí bajo falsas pretensiones. Soy el único que accedió a
matar a gente antes de que tuviese todos los hechos. Seré el único en tratar
con las consecuencias.
—Estarás perfectamente a salvo —dijo Hyungsik.
Él le puso la mano sobre el hombro y Sungmin
se estremeció ligeramente antes de permitir el contacto.
Kyuhyun odiaba esto, pero ¿qué elección
tenía? Sungmin había estado de acuerdo. Había sellado su destino.
Kyuhyun le dedicó a Hyungsik una dura
mirada, llena de promesas de venganza.
—Será mejor que lo esté.
Hyungsik decidió que su mejor curso de
acción iba a ser hacer esto tan rápido como fuera posible.
Kyuhyun hervía con rabia apenas
contenida. Shindong había maniobrado de modo que pudiera retener a Kyuhyun de
ser necesario, y Sungmin —valiente chiquillo que era— había cuadrado sus
hombros y esperaba mirando a Hyungsik directamente a los ojos.
—Esto no dolerá —le aseguró cuando se
llevaba su muñeca a la boca.
Ni soñar con tentar al destino poniendo
sus labios en su garganta. Hyungsik no estaba completamente seguro de que Shindong
fuera lo bastante fuerte para contener a Kyuhyun si las cosas se ponían
difíciles.
—Sólo hazlo —le gruñó Sungmin.
Una pequeña cosita tan hermosa. Su fina
barbilla en alto y sus ojos oscuros fijos en matar. Era completamente posible
que Sungmin todavía estuviese planeando destruirlos, pero dado que había
accedido a este tratamiento, Hyungsik lo dudaba.
Tomó una firme sujeción y se acercó de
modo que no tuviese más elección que mirarle a los ojos. Hyungsik reunió el
pobre poder que le quedaba y dejó que inundara sus ojos, succionándolo.
Capturándolo.
Su mirada deslumbrante se desvaneció y
un somnoliento peso bajó sus párpados.
Le llevó sólo un breve segundo atraparlo,
pero podía sentirlo empezando a luchar contra él como si se diera cuenta de lo
que estaba sucediendo.
Antes de que pudiera reaccionar, mordió
la delicada piel de su muñeca, perforando la vena. Dulce sangre caliente brotó
sobre su lengua igual que la lluvia más pura. El no había sido nunca sangrado. Hyungsik
era el primero y el poder que lo llenaba era una embriagadora mezcla de
inocencia y fuerza.
El monstruo hambriento en su interior
cobró vida, asumiendo su cuerpo. No se movió de su muñeca, sorbiendo el poder a
enormes tragos. No perdió el tiempo respirando. Cada segundo contaba, y en
algún lugar en la parte de atrás de su mente, sabía que Kyuhyun no iba a
permanecer de brazos cruzados y permitirle alimentarse más tiempo.
Los latidos de su corazón rasgueaban a
través de su lengua mientras se hacía una parte de él. A donde quiera que Sungmin
fuera, mientras viviera, él sería capaz de encontrarlo de nuevo, de modo que
pudiera alimentarse de él.
Sintió que Sungmin se debilitaba y su
brazo se abrigó alrededor de su cintura, sosteniéndolo derecho. Sungmin luchó,
pero él no se ablandó. Necesitaba más. Mucho más.
—Suficiente —oyó en la distancia, pero
ignoró la exigencia en esa voz.
Todo lo que importaba era la calidez de
su sangre atravesándole, llenando todos los vacíos agujeros en su vientre.
A Hyungsik le dio un vuelco la cabeza
cuando su poder regresó. Su cuerpo ardía y su piel hormigueaba cuando fue
restaurado a su verdadera forma, no este frágil y hambriento cuerpo descarnado
que tenía que utilizar.
Los músculos se hincharon y sus huesos
se endurecieron. La constante y fastidiosa hambre que lo molestaba se disipó
con cada trago.
El peso del hombre en sus brazos se
incrementó a medida que se debilitaba, pero eso no importaba.
Hyungsik ahora estaba fuerte, fácilmente
capaz de soportar su insignificante peso.
El latido de su corazón fluctuó y la
cabeza de Hyungsik comenzó a girar.
Todavía no había empezado a respirar y
sus pulmones estaban ardiendo por oxígeno.
—¡Para! —el imperioso grito lo devolvió
a sí mismo.
Se suponía que estaba haciendo algo algo importante.
Traición. Se suponía que tenía que estar
investigando en el interior del hombre buscando signos de traición.
Antes de que perdiera la posibilidad, Hyungsik
se metió en su mente, golpeando los formidables escudos que había construido.
Estos eran gruesos y fuertes, pero Hyungsik era mucho más fuerte ahora, gracias
a su sangre. No tuvo problemas en romper lo que le había llevado años erigir.
Sungmin estaba aterrado. Débil.
Hyungsik lo estaba matando y él no se
había dado cuenta de que lo había estado haciendo.
Inmediatamente, selló la herida de su
brazo, lamiendo los restos de sangre que dejó atrás. Rastreó su mente,
averiguándolo rápidamente, antes de que fuese demasiado tarde.
Vio parpadeos de su vida —breves flashes
de gente y lugares que Sungmin había visto. Sintió algunos momentos de triunfo
y pánico, pena y alegría. Su vida era como la de muchos otros, llena de una
brillante mezcla de sentimientos, recuerdos y esperanzas.
Hyungsik encontró los que quería y se
paseó por ellos. El se estaba desvaneciendo rápidamente, hundiéndose en la
inconsciencia.
Tomó algo del altísimo poder que le
había dado y lo dejó volver a filtrarse en él a través de la sujeción sobre su
brazo. Si Sungmin se desmayaba, estaba seguro de que Kyuhyun lo cortaría en
pedazos.
Un frágil recuerdo le molestó. Él había
probado sangre como la suya antes; sólo que no podía recordar dónde o cuándo.
Céntrate. Necesitaba concentrarse en la
parte de los planes que tenía de destruir su hogar.
Hyungsik indagó en aquellos pensamiento,
vio un collage de caras masculinas que no reconoció, entonces seleccionó lo que
necesitaba.
Sungmin le estaba diciendo la verdad. No
tenía intención de matarlos. No, desde que había descubierto que ellos no eran
los monstruos que había creído.
Hyungsik se esforzó por encontrar su
voz, y cuando lo hizo, esta salió áspera y arenosa.
—Es como él dijo —le dijo a Shindong.
Ambos hombres se relajaron visiblemente
aliviados, y Kyuhyun se precipitó hacia delante para tomar el blando cuerpo de Sungmin
de brazos de Hyungsik. Lo dejó sobre la cama con exquisito cuidado, como si su
cuerpo fuese de cristal soplado.
—El necesita líquidos —le dijo Hyungsik.
Kyuhyun le dedicó a Hyungsik una fiera
mirada.
—Tomaste demasiado.
—Sus defensas son formidables. Era
necesario —eso era una mentira, pero una que sentía que Kyuhyun aceptaría.
La última cosa que necesitaba era
cabrear a Kyuhyun lo bastante para que lo partiera a la mitad y perdiera todo
el precioso poder fluyendo en sus venas.
Aquel poder era necesario en otra parte.
El Proyecto Mazeltov estaba alcanzando su estado crítico, y todos sus parientes
que dormían bajo tierra tenían que ser alimentados.
—Dale un par de horas y estará bien
—dijo.
—Mejor reza para que ese sea el caso,
sanguijuela.
Shindong le dio a Hyungsik un formal
asentimiento de cabeza.
—Gracias por tus servicios.
Esa era una despedida y Hyungsik lo
sabía.
Bien. Tenía mejores cosas que hacer, de
todas maneras, y la rica sangre que lo llenaba iba a hacerlas todas ellas
posibles.
Wook vagó por los pasillos de la SM , siguiendo el débil rastro
de poder dejado por la estela de Yesung.
Le estaba evitando, pero no le
importaba. Lo necesitaba. Era la única cosa que mantenía al sgath alejado de su
camino, fuera de su cuerpo. Seguramente no lo dejaría sin al menos decirle
adiós.
Entonces otra vez, quizás no se lo había
dicho con su voz lo mucho que lo necesitaba. Algunas veces mezclaba las cosas
que decía con aquellas que pensaba, así que no podía estar seguro.
¿Dónde estaba él? Necesitaba encontrarlo
antes de que fuese demasiado tarde y lo dejara solo.
Wook no quería estar esa noche con el
sgath; no quería que ellos lo arrancaran de su cuerpo y lo lanzaran a la
oscuridad. Cada vez que estaba con ellos lo hacía enfermar, y no quería vomitar
la comida que había conseguido ingerir antes. Quería estar fuerte, sano, igual
que estaba su hermano Heechul.
Esa era la única manera de ir a
encontrar a su hermano, Henry. El verdadero Henry, no esos extraños huesos que Heechul
había enterrado.
Pero la salud y la fuerza estaban lejos
de él. Su cuerpo era frágil, sus huesos débiles. Le llevaría tiempo reconstruir
su fuerza, y el único momento incluso posible era cuando Yesung estaba allí
para alejar las oscuras cosas lo bastante para que pudiera comer.
Una ola de debilidad lo golpeó y se
tambaleó contra la pared. El sgath cazando en el exterior tiraba de su mente,
agarrándolo, amenazando con despedazarlo en pequeños fragmentos sangrientos.
Querían que fuera a cazar con ellos, para alimentarse de la carne y sangre de
los humanos que encontraban.
Solían utilizarlo para comunicarse unos
con otros. Estaba seguro de eso.
Había menos de ellos ahora, gracias a Yesung
y a los otros Suju, quienes habían hecho el cazarlos su prioridad principal.
Pero los sgaths que quedaban eran los más fuertes. Más inteligentes. Más altos.
Tenía problemas para resistirse a su llamada.
Wook no podía soportar el pensamiento de
ir con ellos esa noche. Necesitaba a Yesung, así que se empujó a sí mismo y
siguió la pulsante corriente de poder que había dejado atrás cuando iba a la
deriva por los silenciosos corredores de la SM.
El rastro acabó en una puerta igual a
todas las otras puertas en ese corredor. Wook giró el pomo, encontrándolo sin
llave y empujó abriéndolo.
La suite era oscura, pero un vacilante
rectángulo de luz brillaba sobre la alfombra, cayendo desde la puerta abierta
de una de las habitaciones.
El rastro de Yesung conducía allí, así
que lo siguió entrando en la luz.
Una enorme cama llenaba la habitación, y
sobre esa estaba un hombre enorme. Era guapo en una forma áspera, y varios días
de barba ensombrecían su mandíbula. Un vendaje cubría sus sienes y varias
heridas marcaban su rostro con enfermizos verdes y amarillos. Sus manos eran
enormes, extendidas a los costados, y cerca de la cama se sentaba Sunny con su
diminuta mano envuelta alrededor de dos gruesos dedos del hombre. En su otro
brazo, llevaba una muñeca de porcelana que se veía como ella, llevando un
precioso lazo azul en su pelo.
Los ojos de negro cristal de la muñeca
se abrieron y miraron a Wook. La malevolencia flotó de esa cosa, haciendo que Wook
diese un vacilante paso atrás.
Un segundo después, Sunny alzó la mirada
lentamente. Una leve sombra oscurecía sus brillantes ojos. Estaba asustada.
La niña no mostró sorpresa ante la
llegada de Wook, como si lo hubiese estado esperando todo el tiempo.
—Ven y siéntate conmigo —dijo Sunny.
Wook vaciló. Yesung no estaba allí.
Podía sentir el vacío de ese lugar sin él, y la necesidad de buscarle se hacía
más fuerte con cada paso que dada.
Con todo, él había estado allí. Quizás
ese hombre fuera importante para él. Quizás eran amigos.
—¿Quién es él? —preguntó.
La voz de Sunny se rompió como si no la
hubiese utilizado durante días.
—Seungki. Mi guardaespaldas.
—¿Está enfermo? —preguntó.
—Fue herido la noche en que me raptaron.
Los Zea han hecho todo lo que pueden.
—Heechul me dijo que tú podías ver el
futuro. ¿No sabías que esto iba a suceder?
La pena colgaba en sus palabras,
haciendo que se descolorara cuando salieron.
—No a Seungki. Eso es por lo que le
permití entrar en mi vida. Él era… tranquilo.
Las débiles piernas de Wook empezaron a
temblar con la debilidad ahora que ya no estaba caminando. Avanzó y se dejó
caer en la cama, procurando no tocar al hombre tendido allí. No podía soportar
el contacto de ningún otro hombre excepto Yesung.
—Él estuvo antes aquí, viendo a Seungki
—dijo Sunny, como si le leyera la mente—. Apenas se marchó de caza.
—¿Dijo cuándo volvería?
—No.
Durante un breve instante, Wook
consideró pedirle a la vidente cuando volvería a casa, pero hizo a un lado la
idea. Claramente Sunny estaba sufriendo, doliéndose por el hombre tendido en la
cama.
Wook iba a tener que responder la
llamada del sgath y encontrar a Yesung él mismo.
—¿Cuánto tiempo ha estado así? —le
preguntó a la niña.
—Casi dos semanas. Se pone más débil
cada día. No puedo detenerlo.
—¿Piensas que deberías ser capaz de
detenerlo?
Sunny se encogió de hombros, cambiando
la muñeca en sus brazos. La cosa todavía contemplaba a Wook, y su estómago dio
un vuelco.
—Si estuviese con alguien más, sé que lo
haría, incluso si supiera que es hora de dejarlo ir.
—¿Crees que eso es lo que habría
querido? ¿Qué lo dejases ir?
—En el fondo Seungki es un luchador. No
podría soportar verme sufrir. Es un buen hombre. —Las lágrimas vacilaron en los
ojos de Sunny durante un breve segundo antes de desaparecer.
—¿Quieres que se lo pregunte?
Sunny inclinó la cabeza y durante un
segundo, Wook pensó que vio los ojos de la muñeca entrecerrarse. Otro truco de
su mente, no había duda.
—¿Cómo lo harías? —preguntó Sunny.
Wook bajó la mirada al hombre tendido,
viendo el poder que una vez había tenido en sus fuertes miembros y amplio
pecho. Incluso inconsciente, tenía un aire de fuerza en él que empequeñecía la
vespertina energía de Wook.
Allí fuera había tantas cosas
aterradoras, y necesitaban a cada guerrero que pudieran encontrar para luchar
contra ellas. Si había una oportunidad de que Wook pudiese ayudar, tenía que
intentarlo.
—Sólo tengo que abandonar mi cuerpo y
entrar en el suyo.
—¿Puedes hacer eso?
Wook asintió.
—Creo que sí. ¿Quieres que lo intente?
—¿Es seguro?
Para Seungki, sí. Para Wook… no había
forma de estar seguros. Cada vez que dejaba su cuerpo había una oportunidad de
que no pudiera volver atrás, pero esa era la única que él afrontaría. Si su
cáscara muriese, buscaría a Yesung y se haría una parte de él. No tendría que
alejarse nunca más de Yesuung, incluso si no sabía que él estaba allí.
—Es seguro —dijo Wook.
Sunny agarró la muñeca con más fuerza y
le dio un simple asentimiento.
—¿Quieres que le diga algo?
La niña pequeña se mordió el labio como
si fuese por una gran lista, escogiendo lo que era más importante.
—Dile que lo necesito. —Tragó y encontró
la mirada de Wook. El miedo surgió en sus brillantes ojos, haciéndolos
brillar—. Dile que no quiero estar sola.
En ese momento, Wook se dio cuenta que
tenía mucho más en común con esa niña de lo que tenía con nadie, incluyendo a
su hermano. Ese era un triste comentario sobre la retorcida vida de Wook,
quizás, pero al mismo tiempo, iba a hacer todo lo que pudiera para aliviar los
miedos de Sunny.
Wook se tendió al lado de Seungki,
estirando su cuerpo a lo largo del suyo. Se sentía insustancial cerca de él,
como si pudiese hundirse en las mantas y ninguno advirtiera su pérdida.
Cerró los ojos y se llevó a sí mismo
deslizándose a través de su brazo a entrar en el de Seungki. Era alarmantemente
fácil cómo su espíritu dejaba su cáscara, como si ese ansiase la posibilidad de
ser liberado de aquel débil saco de piel que lo encarcelaba.
Atravesó como un rayo el poderoso
músculo y sólido hueso hasta que pudo deslizar su espíritu en el interior de la
mente del Suju.
Estaba atrapado en una pesadilla. Wook
olvidó el por qué estaba allí al enfrentarse con tanta sangre y dolor. Vio a Seungki
caer bajo los golpes de tres diferentes clases de demonios. Su enorme cuerpo
voló a través de una habitación como si fuese una muñeca de trapo.
La sangre cubría las paredes, goteando
como galones de pintura. No había manera de que él pudiera haber vivido a
través de eso, pero aparentemente, lo había hecho. O quizás eso no era lo que
le había sucedido, sino algo que su mente había hecho para repetir una y otra
vez dentro de sus sueños.
Los gritos de una niña hacían eco en su
cabeza, haciéndose más débiles con cada segundo.
—¡Sunny!
La palabra resonó, sacudiendo el
espíritu de Wook con su ferocidad.
Él se imaginaba que eso era lo que le
estaba sucediendo a ella. La veía siendo hecha pedazos por aceitosas garras
negras. Veía los sangrientos hocicos de los sgath cuando se alimentaban de sus
entrañas. Veía sus potentes mandíbulas desgarrando los miembros de su cuerpo
mientras se alejaban corriendo para limpiar la comida de sus huesos igual que
perros.
A Sunny no le había sucedido nada de
eso, pero Seungki no lo sabía.
—Ella está a salvo —dijo Wook, esperando
calmar la masa de imágenes que destellaban por su cabeza.
Una poderosa conciencia se apresuró
hacia él y pudo oír sus pensamientos latiendo a través de su frágil esencia,
amenazando con romperla.
—¿Quién eres?
—Wook. Me envía Sunny.
—Sunny está muerta.
—No. Está ahora contigo. Sosteniéndote
la mano. ¿No puedes sentirla?
Imágenes del cuerpo roto de Sunny y los
ojos sin vida se alzaron, empujando a Wook hasta que casi lo expulsaron de su
mente.
—¡Para! —le ordenó, lanzando tanta
fuerza de voluntad como podía en su orden.
Las imágenes de detuvieron, y la mente
de Seungki se calmó. Un parpadeo de esperanza floreció dentro de él, el color
de la naciente primavera. Los aromas del fresco y rico suelo nuevamente
cultivado flotó por el aire a su alrededor, aunque no tenía idea de cómo podía
ver sin ojos o oler sin nariz.
—¿Está viva? —le preguntó.
—Me pidió que te diera un mensaje. Te
necesita. No quiere estar sola.
—Sola. —La palabra brilló con emoción.
Culpabilidad, más que nada—. La he dejado sola.
—Vuelve a ella —dijo Wook—. No la dejes
sufrir más.
El paraje cambió, y de repente Seungki
estaba de pie ante él. Wook no se había dado cuenta hasta entonces que había
construido una forma física para su conciencia. Se veía como él mismo, o al
menos como pensaba que debería verse. Su pelo era negro y su cuerpo fuerte y
ágil, no delgado y gastado.
—¿Quién eres tú? —le preguntó.
—Wook.
Él avanzó hacia delante y la tierra bajo
sus pies se llenó con suave hierba, con florecientes flores. El aire era cálido
y se mecía alrededor de sus tobillos.
—Wook —repitió él—. ¿Puedes ayudarme?
—¿Ayudarte a hacer qué?
—Conseguir volver a Sunny. No sé cómo
encontrarla.
Wook asintió.
—Toma mi mano.
Se preparó a sí mismo para el toque,
fortaleciéndose contra la chirriante sensación sobre su piel. Pero esa no
llegó. Él sujetaba su mano y no dolía.
—Sígueme —le dijo. No estaba seguro de
qué estaba haciendo, pero sus instintos eran fuertes, así que los escuchó—.
Cierra los ojos.
Seungki lo hizo, y Wook se levantó de un
salto, llevándolo con él. Lo condujo fuera de las partes más profundas de su
mente, hacia la superficie. Cuanto más lejos iban, más difícil se hacía, pero Wook
siguió tirando.
En la distancia, podía ver el brillo
superficial de su consciencia, igual que si estuviese mirando desde el fondo de
una piscina. Vio a Sunny sentada al lado de Seungki, y su propia forma
esquelética tendida cerca de él. La muñeca de Sunny todavía lo observaba, como
si pudiera ver su espíritu deslizándose por el cuerpo de Seungki.
Quizás pudiera.
El cansancio lo arrastró, igual que
garras alrededor de sus tobillos, tirando de él hacia abajo. Wook dio un rápido
puntapié, y finalmente, la cabeza de Seungki rompió la superficie.
Oyó su jadeo de respiración, sintió su
poderoso cuerpo estremeciéndose mientras jadeaba por aire. Pero allí no había
ninguno para él. Wook todavía tenía que encontrar su forma de regresar a su
propio cuerpo, y ese era un largo viaje.
Tan cansado como estaba, tan rápido como
su fuerza se estaba desvaneciendo, no estaba seguro de que fuera capaz de hacer
todo el viaje.
Al menos había despertado a Seungki y se
lo había devuelto a Sunny.
No hay comentarios:
Publicar un comentario