Sus dedos delgados se deslizaron sobre
su pecho hasta que alcanzaron la piel desnuda de su garganta. La banda que
había estado allí tanto tiempo, cubriendo su piel, se fue, sensibilizando su
carne al tacto. Sungmin le acarició, como si supiera que ese era el caso, y el
cuerpo de Kyuhyun comenzó a calentarse con una dosis previsible de lujuria. El
hombre fue directamente a su cabeza.
—Tu piel esta mucho más clara aquí —dijo
Sungmin.
—Hambrienta de luz del sol desde que
nací —Kyuhyun tembló y sus músculos se tensaron. Sangre caliente corrió a su
ingle, poniéndole tan duro tan rápidamente que era doloroso.
—¿Te lastimé?
—No mi cuello —él le dijo entre dientes
apretados.
Sungmin se movió para poder ver su cara.
Sus ojos chocolate agridulce se deslizaron sobre él, buscando la fuente de su
incomodidad. Inevitablemente, vio su erección y sus pestañas descendieron. Una
sonrisa tibia calentó su boca, haciéndolo casi irresistible.
—¿Quieres que la bese y la haga mejorar?
—preguntó.
Un puñetazo de deseo en bruto lo golpeó
en las entrañas, haciéndole gruñir contra la fuerza de ello.
—Estás tratando de matarme, ¿verdad?
Sungmin negó con la cabeza.
—No. Te quiero, Kyuhyun. Pero te quiero
sin los juegos mentales. ¿Crees que puedes hacer eso?
Él no estaba seguro, pero sabía que lo
intentaría como el demonio. Haría casi cualquier maldita cosa para darle lo que
quería, queriéndole sólo a él a cambio.
Él asintió con la cabeza.
—Sólo sexo —le dijo Sungmin, lamiendo
sus labios.
No era lo que él quería, no era como se
suponía que fueran las cosas entre ellos, pero sabía que tomaría lo que pudiera
conseguir. Especialmente si implicaba tener a Sungmin desnudo sólo para él.
Kyuhyun intentó estar de acuerdo, pero
sus cuerdas vocales estaban aseguradas apretando dentro de su garganta. Se
acomodó para la acción en lugar de las palabras, tomando su boca en un beso
suave.
Sungmin dejó escapar un gemido de
satisfacción y profundizó el beso, deslizando su dulce lengua contra la de él. Sungmin
agarró su cabeza y extendió sus dedos a través de su pelo, sujetándole mientras
bebía hasta llenarse.
Kyuhyun intentó dejarlo marcar el paso,
pero no podía mantener sus manos para sí mismo. Él no era tan fuerte. Le agarró
sus caderas en sus palmas y la presionó abajo contra su erección estirándose.
El contacto, aún a través de todas esas capas de ropa, disparo chispas a lo
largo de su columna vertebral y desgarró un sonido animal de lujuria de su
garganta.
Todas sus buenas intenciones de hacerle
la corte, hacerle confiar en él, se deslizaron a través de sus dedos, perdidas
y olvidadas. Palidecieron en comparación con el resplandeciente fuego de
necesidad arañando sus entrañas.
Los dedos de Sungmin se deslizaron abajo
de su cuerpo y tiraron del dobladillo de su playera sobre su cabeza, dejando al
descubierto su pecho. Romper el beso le disgustó y él lo arrojó abajo sobre el
sofá donde podía mantenerle justo donde le quería.
Sus labios estaban rojos, húmedos e
hinchados y sus ojos resplandecían con anticipación. Sungmin extendió sus manos
sobre su pecho y Kyuhyun sintió su marca de vida oscilar, las ramas desnudas
arqueándose bajo su toque.
Antes de que se olvidara de sí mismo y
terminara lastimando a uno de ellos, Kyuhyun desabrochó su cinturón de cuero
para llevar la espada y la coloco al alcance de su mano. Parpadeó ante la
visibilidad, el patrón de la hoja de plata que adornaba la empuñadura y la
vaina resplandeciendo en la luz amarilla de las velas que todavía ardían en la
cocina.
Él quería ver la piel de Sungmin bajo
esa luz cálida. Todo
—Quítate la camiseta —él le dijo,
renuente a confiar en sí mismo para hacer el trabajo sin arrancarla de su
cuerpo. Su voz salió pesada y oscura, casi siniestra, pero no había nada que
pudiera hacer al respecto. No ahora, mientras su necesidad por Sungmin lo
golpeaba.
Sungmin no le había oído. Sus ojos
estaban cerrados mientras deslizaba sus manos sobre su pecho. El sudor trataba
valientemente de enfriar su piel sobrecalentada, pero no pudo lograr
exitosamente la tarea, no mientras Sungmin estuviera tocándole.
La mirada de absorción y disfrute total
en su cara era humillante. La idea de que podía complacerlo con algo tan simple
como su pecho desnudo le hizo sentirse poderoso, dándole más esperanza para su
futuro de lo que creyó posible.
Su luceria brilló tenuemente alrededor
de su garganta, resplandeciendo como un plumaje pálido y luminoso de jade y
verdes esmeraldas.
Una ráfaga de posesividad estalló dentro
de él. No iba a dejarlo ir. No iba a dejarlo esconderse de él. Quería cada
parte de Sungmin. Su cuerpo, su mente, su alma. Todo eso. Para siempre.
Sungmin aspiró un aliento jadeante y sus
ojos se abrieron desmesuradamente. Tembló debajo de él y sus dedos se clavaron
en sus hombros.
— ¿Qué fue eso?—preguntó Sungmin con voz
desesperada.
Kyuhyun no sabía lo que quiso decir, y
no iba a desperdiciar ese pequeño pensamiento racional que le había quedado
para aclararlo. Necesitaba eso para recordar como desnudarlos a ambos. Ahora.
Él deslizó sus manos debajo de su camiseta,
frotando sus nudillos a través de la piel de raso de su vientre. Chispas de
poder salieron a raudales de él, hundiéndose en Sungmin dondequiera que tocara.
Sus músculos temblaban bajo sus dedos y él sintió su respiración acelerarse,
vio sus pezones tensarse debajo de su ropa.
El deseo de sentir esos rígidos puntos
contra su lengua lo abrumó, y empujó su camiseta arriba sobre sus brazos y lo
que quería estaba justo allí, apretado, ansioso y mendigando por él.
Kyuhyun lo cubrió con su boca. Sungmin
se levantó fuera del sofá en un poderoso arco. El movimiento hizo que sus
miembros se rozaran, y él casi se vino en ese mismísimo momento. Necesitó
varias inhalaciones por la nariz para calmarse, pero no podía resignarse a
mover su boca. Su pezón estaba duro contra su lengua y el sabor del hombre, de
su piel lo llenó y le puso más hambriento al mismo tiempo.
Sungmin tomó su pelo en sus puños y lo
sostuvo con fuerza, haciendo ruidos eróticos de ánimo. Sus caderas se mecieron
debajo de él, frotándose perfectamente. Demasiado perfecto. Él no quería
venirse aún y terminar el placentero tormento. Colgar sobre el borde de locura
se sentía demasiado bueno y lo quería justo allí mismo con él cuando cayera.
De alguna forma, logró abrir sus
pantalones vaqueros y sus dedos se deslizaron debajo de sus boxer hasta que
sintió su resbaloso miembro. Sungmin estaba duro por él, y listo tan
rápidamente que quiso caer de rodillas en agradecimiento. No estaba seguro de
que pensara lo suficiente claro como para hacer esto bien, y él en realidad
quería que fuera adecuado para Sungmin.
Sungmin levantó la cabeza y cubrió su
boca en un beso abrasador. Sonidos ansiosos, necesitados llenaron sus pulmones
y él los bebió de un trago, muriendo por oír más.
—Te necesito —le dijo.
Las palabras lo llevaron más allá de lo
posible.
Sungmin se apartó, despojándose de su camiseta
en un tiempo récord. De alguna manera, salió de debajo de él y se arrodilló
delante de él en el sofá, esforzándose por retorcerse fuera de sus jeans.
La tierra en el mundo de Kyuhyun se
detuvo. El titilar de las llamas de las velas sobre su piel desnuda y
ruborizada lo recorrió lentamente en una perezosa caricia de calor y luz. Sus
pezones estaban brillantes y distendidos por la humedad de la succión de su
boca. La curva suave de su estómago refulgía de sudor. Lentamente, tan despacio
que él pensó que perdería la razón, Sungmin empujó sus jeans y los boxer abajo,
desnudándose ante él hasta que se arrodillo allí, desnudo y glorioso,
ofreciéndosele.
Un regalo que él no podía rehusar.
Su pareja se inclinó hacia adelante
hasta que su boca estuvo al nivel de su pecho y presionó un beso contra su
marca de vida. El zumbido llenó su cabeza y su árbol se estremeció debajo de su
boca.
Su aliento barrió sobre su pecho y Sungmin
le contempló desde debajo de largas pestañas. Era la clase de mirada que un
hombre soñaba con ver una sola vez en su vida, llena de deseo y lujuria y el
suficiente calor para abrasar su alma. Aún sin poder ver dentro de su mente, él
sabía sin duda alguna que lo que estaba ocurriendo entre ellos era exactamente
lo que Sungmin quería.
Sus dedos fueron a sus pantalones
vaqueros y esta vez, él no le impidió hacer chasquear el botón. Sungmin
solamente quería sexo, así que eso sería lo que le daría. El suficiente como
para hacerlo gritar de placer. El suficiente como para dejarlo doliendo por
más, porque él estaba seguro de que nunca a conseguiría suficiente. Si ésta era
la única parte que Sungmin le permitiría tener, iba a usarla para su completa
satisfacción.
Él le ayudó a librarlo de sus ropas y
sus zapatos, entonces apretó los puños en sus costados mientras sus ojos
oscuros vagaban por su cuerpo desnudo en oscura apreciación.
—Eres un hombre atractivo, Kyuhyun.
— Recuéstate —las palabras sonaron
cortantes y afiladas, pero al menos salieron. Era más de lo que él esperaba.
Sungmin sacudió la cabeza y gateó lejos
en un alboroto de piernas y brazos flexibles. Dijo algo mientras salía, pero Kyuhyun
no lo oyó. Su sangre martilleaba en sus oídos, su pulso un rugiente tambor de
necesidad.
El le había dejado. Otra vez.
Kyuhyun observó su bello culo
contonearse mientras caminaba. El tatuaje de lobo en su hombro le devolvió la
mirada, burlándose de él con su verde mirada. El tenía los dos hoyuelos más
sexys que alguna vez hubiera visto en la base de su columna vertebral. De
alguna manera, eso no hizo la vista de Sungmin dejándole más fácil de soportar.
Todas esas noches de desesperación sin esperanza... noches que había pasado
buscándola mientras sufría a través de horribles espasmos dolorosos...
regresaron a él.
El no iba a dejarlo. No ahora. Nunca
más.
Los instintos animales... la necesidad
de reclamar a su compañero asumió el control y él saltó de pronto. No estaba
seguro de cómo había cruzado la habitación, pero lo había hecho, y Sungmin
estaba inmovilizado debajo de él sobre el tapete, sus ojos amplios con
aprensión.
A Kyuhyun no le importó. El había
intentado dejarlo otra vez, como si fuera basura arrojada en la calle. No iba a
dejarle hacer eso. No esta vez.
Él empujó sus muslos abiertos, empujando
su rodilla entre ellos. Su pene se deslizó a lo largo de su resbalada entrada,
latiendo, grueso y caliente. Su respiración se aceleró y sus dedos se apretaron
contra su pecho. Él tenía sus brazos sujetos para que no pudiera moverse, pero
eso era joder rudo. Sungmin había intentado escaparse. Necesitaba saber que él
no lo iba a consentir.
—Kyuhyun — Su nombre fue una plegaria
desgarrada por algo que él no podía descifrar.
Estaba tan mojado y duro, tan listo para
él. Kyuhyun se abrió paso, deslizándose dentro de su cuerpo fácilmente,
empujando la cabeza de su erección justo dentro de el. Sungmin era cómodo,
ardiente y el deseo de empujar su polla en él hasta venirse era casi abrumador.
Pero se contuvo, aunque no estuviera
seguro de por qué.
Sus ojos se agitaron cerrados y un rubor
rosa oscuro se extendió sobre sus mejillas. Calientes listones de poder manaron
de él, aliviando una parte de la presión en su interior, ayudando a aclarar su
cabeza.
Su boca estaba abierta, su aliento
caliente llenando el espacio entre ellos. Su pecho era suave contra su pecho
húmedo, contra sus pezones duros apuñalándolo.
Él empujó hacia adelante sus caderas,
necesitando estar dentro en su totalidad, llenándolo, reclamándolo.
Sungmin se volvió tenso y él sintió su
cuerpo atenazando duro en su polla.
—Déjame entrar —él ordenó.
Sungmin no respondió. No se relajó. Él
no quería lastimarlo, pero tampoco podía detenerse. No ahora que estaba tan
próximo a ser parte de él.
Kyuhyun no supo qué más hacer, así es
que cubrió su garganta con su mano, cerrando las dos partes del luceria juntos.
El poder se levantó en él, agitándose y burbujeando.
Él canalizó ese poder a través de su
enlace y lo forzó a deslizarse bien dentro de Sungmin.
El jadeó y se arqueó fuera del piso,
alojándole más profundamente dentro de su cuerpo apretado. Chispas azul
brillante de energía se derramaron de su piel, hundiéndose en la suave
alfombra. Sungmin tembló, sus músculos se tensaron y sus ojos se apretaron
firmemente.
Lo estaba lastimando.
Kyuhyun entró en pánico y yació allí
paralizado, clavando su cuerpo en el lugar. Lo había lastimado, pero no podría
retroceder, no podía detenerse. No podía dejarlo ir.
Encontró la fuerza suficiente para
decir.
—Lo siento —lamentaba lastimarlo.
Lamentaba que no pudiera detenerse.
El cuerpo de Sungmin no le pertenecía. Era
una cosa extraña, necesitada y
desesperada, llena con tantas chispas de
energía que difícilmente podía encontrar el espacio para respirar. La altura de
Kyuhyun lo mantenía en el suelo, negándole lugar al que huir. Su gruesa
erección estaba posicionada en su entrada, estirándola tan apretadamente que
casi dolía. No había estado listo para esto. Tampoco había estado listo para el
calor de esos tintineantes lazos de energía hundiéndose en su interior.
Piel desnuda sobre piel desnuda.
Y él estaba definitivamente desnudo.
Suave y duro, deslizándose dentro de suyo. El pensamiento le molestó,
provocándole un parpadeo de preocupación, pero no podía centrarse en ello lo bastante
para descubrir el por qué. Todo lo que podía hacer era estremecerse bajo la
fuerza de su presencia, la intensidad de aquellos ojos contemplándolo.
—No te dejaré ir —le gruñó él, su voz
vibraba en su masivo pecho.
Todo había estado bien hasta el momento
en que se había alejado para entrar en un dormitorio. Ahí fue cuando Kyuhyun lo
había atrapado he ido tras él igual que alguna clase de animal salvaje. Esa
fiera mirada estaba todavía allí. Su mandíbula apretada. El sudor delineando
sus cejas. Podía sentir los gruesos cordones de sus músculos mientras él
trataba de controlarse a sí mismo y al fuerte latido de su corazón. No estaba
seguro de cuánto tiempo resistiría.
La necesidad de calmarle se elevó en su
interior. No estaba seguro de si eso era porque estaba asustado de lo que le
hacía, o si temía que quizás dejase de hacerlo.
—No voy a dejarte. Sólo quisiera acabar
en una de las camas.
—¿Camas? —dijo él como si no reconociera
la palabra.
Sungmin consiguió liberar sus brazos y Kyuhyun
hizo más presión con su cuerpo sobre él, dándole una estruendosa advertencia
desde la garganta. Nunca había oído a un hombre hacer un sonido así, y tuvo que
luchar con la astilla de miedo que amenazaba con deslizarse en su interior.
No había lugar para el temor. Ya había
roto las costuras con más sensaciones de las que podía soportar.
Hizo que sus músculos se quedaran laxos
bajo Kyuhyun, diciéndole con su cuerpo que no iba a intentar huir.
Algo de la tensión en su mandíbula se
borró y él se dio cuenta en ese momento de que Kyuhyun estaba actuando por
miedo, no por rabia. Tenía miedo de que fuera a huir otra vez. ¿Y por qué no
iba a tenerlo? Ya lo había hecho antes.
—No voy a irme a ningún lado —le dijo.
Le acarició el rostro con el suave deslizar de la punta de sus dedos por su
frente, mejillas y boca—. Estoy justo donde quiero estar.
Y esa era la verdad. No había ningún
otro lugar en el que quisiera estar más que con ese hombre, recreándose en el
placer que le daba con su simple presencia.
Tiró de su cabeza hacia abajo, de modo
que pudiera besarle, diciéndole con sus labios y lengua que se rendía. Que era
suyo.
Su cuerpo se suavizó, relajándose
alrededor de su erección, facilitándole la entrada para que empujara
profundamente. Kyuhyun era grande, y él había pasado mucho tiempo desde que
había estado con un hombre —ninguno de los cuales podría haberlo preparado para
esto, de todas formas.
Kyuhyun lo estiró hasta los límites,
alcanzando terminaciones nerviosas que no sabía ni que existían hasta que
cobraron vida. Estaba temblando, vibrando bajo la presión de tal sensación. Con
lento y doloroso progreso, combinó sus cuerpos hasta que no hubo lugar que él
dejara sin llenar.
Presionó su frente contra la suya, su
cuerpo todavía profundizando. Su respiración salía en caliente jadeos,
mezclándose con la suya. Su erección se movía dentro de él, palpitando con
calor.
Sungmin gimió, sorprendiéndose con el
sonido de su resonante necesidad tan clara en su voz.
—¿Duele? —pronunció la palabra en una
arenosa voz.
—No.
Una llama de satisfacción iluminó sus
ojos; entonces deslizó sus brazos a su alrededor, uniendo su cuerpo contra el
suyo y empezando a moverse. La fácil y deslizadiza sensación de él dejando su
cuerpo vacío, le hacía dolerse. Se agarró a sus hombros y arqueó las caderas
hacia él cuando volvió a deslizarse en una llana embestida.
El potente calor corría a lo largo de su
columna y le llenaba la cabeza. Un ruido de rabioso placer llenó el espacio
entre ellos, pero no podía decir quién lo había hecho. Quizás ambos. Sus
gruesos brazos lo acunaban, sosteniéndolo estable mientras imponía un lento y
profundo ritmo. Brillantes globos de luz danzaban en sus ojos y, cuando se
aclararon, todo lo que vio eran brillantes lazos de poder fluyendo dentro de su
cuerpo. Estaban conectados entonces, unidos con seguridad con ninguna
posibilidad de escapar.
No es que él quisiera alguna. Todo lo
que quería estaba justo aquí, dentro de ese abrazo, y todo ello era un regalo
de Kyuhyun.
Su boca cubrió su pezón, succionándolo
con más calor. Arcos de placer saltaron a su entrepierna, haciendo que tensara
su agarre alrededor de su erección.
Kyuhyun gruñó contra la carne, la
vibración causando un nuevo disturbio de placer arremolinándose profundamente.
El poder de su cuerpo le asombraba. El
agarrador fluido y la liberación de sus músculos le empujaron más alto con cada
latido de su corazón. El calor se escurría de ellos, causando que el aire a su
alrededor estallara y chisporroteara. Kyuhyun plegó su haciendo sitio para que
su mano serpenteara entre ellos.
El cambio de posición hacía que golpeara
un nuevo y más sensible punto. Deslizó sus dedos a través de miembro, sintió
las ásperas yemas de sus dedos en toda su extension, iniciando una danza
ardiente. El balanceo de su cuerpo movió su mano lo suficiente como para hacer
que sus interiores se apretasen igual que un enrollado capullo. La exquisita sensación
de su mano era perfectamente calculada para obligarlo a ir donde él quería.
Sungmin no tenía otra opción excepto
entregarse. Estaba demasiado cansado de luchar, tan cansado de que nada en su
vida fuese fácil. Hasta ese preciso momento.
Kyuhyun cubrió su boca con la suya justo
cuando su clímax se estrelló sobre él. Toda la tensión dentro de Sungmin
explotó en un estallido de luz y sensaciones. Ésta sólo se drenó una fracción
de segundo antes de deslizarse fuera de él otra vez.
Era demasiado repentino. Kyuhyun lo
dominaba, lo destruía, lo hacía completo.
Sus sordos gritos de liberación llenaron
sus oídos y sintió como los brazos se Kyuhyun se apretaban a su alrededor. Otra
temblorosa ola de placer brilló desde él justo cuando su erección aumentó y
pulsó dentro. El último eco de su suave orgasmo se extendió por él, haciéndolo
apretarse alrededor de Kyuhyun mientras éste gruñía desde lo más profundo de su
culminación.
Su respiración se normalizó mientras el
sudor refrescaba sus cuerpos. La boca de Kyuhyun estaba en su garganta,
mordisqueándolo, sorbiéndolo con besos que dejarían marcas.
Una satisfecha sonrisa estiró su boca.
Dejaría que lo marcara. No le importaba. Se sentía demasiado bien para
importarle ninguna otra cosa que el cómodo peso de su cuerpo sobre el suyo y el
protector círculo de sus brazos, todavía anclados a sus caderas, manteniéndolos
unidos.
Kyuhyun se movió, dejándole sitio para
respirar, pero no demasiado. Se sostuvo sobre sus codos y le acarició el pelo
apartándolo de la sudorosa frente. Una extraña y casi vulnerable mirada
oscurecía su rostro.
Quería consolarle, darle las palabras
cualesquiera que necesitara. Pero profundamente, sabía que lo que Kyuhyun necesitaba
de él no eran palabras. Eran acciones.
Quería que él se abriera a sí mismo y le
dejara entrar. No sólo en su cuerpo, sino en su mente.
¿Cómo podría hacer eso? ¿Cómo podría
poner ese tipo de confianza en las manos de un hombre que había creído su
enemigo durante tanto tiempo?
Entonces de nuevo, después de lo que
habían compartido, ¿cómo no podría?
Esto no había sido sólo sexo. Eso es lo
que él había querido que fuera, pero era más que eso. Había visto lo mucho que
lo necesitaba —lo vulnerable que era realmente a sus caprichos. Sungmin tenía
el poder de aplastarle, destruir su mundo con nada más que un pensamiento —que
la luceria cayera de su cuello y esto lo mataría— y con todo, sin embargo, su
confianza no era suficiente.
Esa clase de confianza era humillante.
Cambiaba vidas.
—Estás pensando demasiado —le dijo él—.
No debo haber hecho un buen trabajo si todavía eres capaz de pensar
correctamente.
Sungmin le dedicó una sonrisa y le besó
la punta de la nariz.
—Si lo hubieses hecho mejor, me habrías
matado.
Una arrogante sonrisa se extendió por su
boca, haciendo que sus blancos dientes brillaran en la tenue luz.
—¿Podríamos darle una oportunidad a esa
teoría?
No podía aceptar más intensidad ahora
mismo. Se sentía demasiado delicado. Demasiado frágil.
—¿Lo dejamos para otro momento?
—Para cuando quieras, cariño. Sólo di la
palabra.
Su generosidad hacía que sus defensas se
rompieran más con cada acto de bondad. No estaba seguro de cómo sabía qué armas
esgrimir contra él para hacer que se derritiera a sus pies, pero parecía tener
un instinto para ello.
Kyuhyun se retiró de su cuerpo, todavía
tan grueso y duro como si no se hubiera corrido. Pero Sungmin sabía que lo
había hecho. Podía sentir el semen goteando de su cuerpo, verlo brillando en la
oscura cabeza de su pene.
No habían usado preservativo. Eso era de
lo que se había olvidado antes.
Las ramificaciones de eso azotaron
contra él, una por encima de otra hasta que no pudo hacer otra cosa que
mirarle.
—¿Qué ocurre? —preguntó Kyuhyun, el
pánico filtrándose en sus palabras.
—No tuvimos precausiones.
Su mano se deslizó sobe su pelo en una
tranquilizadora caricia.
—Está bien. No tienes que preocuparte.
No puedo transmitirte alguna enfermedad o dejarte embarazado.
—¿Embarazado?
Los brillantes sueños se deshicieron y
se disolvieron antes incluso de que acabaran de formarse.
—Aunque seas hombre como pareja Suju
tienes la posibilidad de embarazarte, pero nuestros hombres son estériles. Algo
que nos hicieron los Sasaengs, asi que... —a pesar de la gentileza de su mano,
sus palabras eran secas y cortantes. Amargas.
—Lo siento.
Y lo hacía, pero no sólo por Kyuhyun.
—Sí. Yo también, pero es una historia
antigua —se levantó y le tendió una mano—. ¿Qué te parece si probamos esa ducha
nueva nuestra?
Sungmin asintió. Una ducha sonaba bien.
Distrayente. Tenía demasiadas cosas moviéndose a través de su cabeza ahora
mismo. Demasiadas preguntas. Demasiada confusión. Lanzar algunas de ellas por
el desagüe sonaba como una maravillosa idea.
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