Yesung no podía quitarse de encima la
acuciante necesidad de volver a Seungki.
Había estado hacía sólo unos pocos
minutos, pero todo en su interior le gritaba que volviera.
Quizás su amigo se había puesto peor.
La pena agarró a Yesung por la garganta
y luchó para respirar mientras los pasos de sus pesadas botas aporreaban a
través de los pasillos. Recordó su amor por su hermano, incluso si ya no podía
sentir cómo corría por él, dándole fuerzas. Todo lo que sentía ahora era miedo
de que perdieran a un gran guerrero.
Empujó abriendo la puerta de la nueva
suite de Seungki y atravesó la oscura sala de estar hacia su habitación. Él no
era un gran fan de Sunny, pero sufriría la escalofriante mirada de la extraña
niña lo suficiente para echarle un vistazo a su amigo.
La primera cosa que vio era que Seungki
estaba despierto. Estaba sentado en la cama y los delgados brazos de Sunny le
rodeaban el cuello en un apretado abrazo. El hombre la abrazó durante un único
segundo, antes de soltarle suavemente las manos.
La segunda cosa que vio fue la enferma
mirada de miedo en los ásperos rasgos de Seungki. Desde que Yesung no podía
recordar la última vez que había visto a Seungki asustado, lo dejó alucinado.
Por una buena razón.
Wook estaba en su cama. Tendido cerca
del hijo de puta. Estaba blanco como el hielo y lo extraño de todos modos, era
que su mano izquierda estaba roja y ampollada.
La rabia se estrelló en el interior de Yesung,
golpeando sus costillas hasta que estuvo seguro que se romperían. No podía
perderlo. Había luchado demasiado para liberarlo de cada sgath sobre el que
podía poner las manos encima, y seguro como el infierno que no lo había hecho
para que pudiera morir ahora sobre él.
—¿Qué le has hecho? —su voz salió
afilada y fría.
Los ojos de Seungki encontraron los de Yesung
y se abrieron desmesuradamente. Intentó hablar, pero no salió nada. El hombre
había estado inconsciente durante días y su garganta era igual que un tubo de
papel de lija.
—No ha hecho nada —dijo Sunny—. Wook se
ofreció a ayudar.
Ella trepó desde la cama y fue a por una
taza de agua para él.
—¿Ayudar? ¿Cómo? Apenas es lo
suficientemente fuerte para mantenerse a sí mismo.
Yesung fue al lado de Wook y presionó
los dedos contra su escaso cuello. Un débil pulso latía bajo la superficie de
piel delgada como el papel.
Estaba vivo.
Quería sentir alivio, pero todo lo que
sintió era la necesidad de aporrear a Seungki con los puños hasta que Wook
despertara.
Igual eso ayudaba.
Yesung tenía miedo de tocarlo más de lo
necesario. Era tan frágil. Rompible. Pero el impulso de sentir el calor de su
piel bajo los dedos era demasiado para resistirlo. Le apartó el pelo blanco de
la cara, mostrando las delgadas líneas azules de sus venas corriendo a lo largo
de sus sienes.
—Me trajo de vuelta —susurró Seungki. Su
voz eran trozos desgarrados de sonido, pero se las arregló para mantener su
punto—. Sentí que se hacía más débil. Me empujó hacia la superficie y se hundió
de nuevo. Intenté agarrarlo, pero ya se había ido.
Ido.
Esa palabra hizo eco en la cabeza de Yesung
igual que un cañonazo.
Ido.
De ninguna jodida manera.
—Salid de aquí —vociferó él.
Seungki le dedicó una extraña mirada,
pero se deslizó de la cama, poniendo su cuerpo entre Yesung y Sunny cuando la
condujo fuera de la habitación. Arrastraba los pies, apenas capaz de
sostenerse, pero eso era sólo jodidamente malo. Se lo merecía por hacerle eso a
Wook.
La puerta se cerró tras ellos con un
clic, dejándolo solo en la habitación con Wook.
Yesung quería tomarlo en sus brazos,
pero no se atrevió. Estaba temblando tanto que seguramente lo rompería.
—Wook. Despierta.
El tomó una respiración, pero eso fue
todo.
—Maldición, Wook —Su voz sonó demasiado
alta en la silenciosa habitación. Demasiado dura. Con todo, no podía
controlarlo. Estaba demasiado desesperado por arreglar eso. Por hacer que se
pusiera bien. Envolverlo y mantenerlo a salvo por la eternidad—. ¡Despierta
joder!
Sus párpados revolotearon y Yesung
contuvo el aliento. Lentamente, sus ojos se abrieron. Tan jodidamente hermosos
que le rompió el corazón.
—Volviste —dijo Wook en un débil soplo
de aire.
—Nunca me fui. —Aunque había estado a
punto.
Cuanto menos estuviese a su alrededor,
mejor. Le deseaba demasiado para seguir resistiéndose, especialmente cuando se
despertaba con él sobre su cuerpo, su propia cálida manta viviente.
—¿Seungki está bien?
—Jodidamente bien. ¿En qué demonios
estabas pensando, utilizando un truco así? ¿Metiéndote en la cama de otro
hombre?
—Sunny lo necesitaba.
Una frase tan simple, pero decía
demasiado de él para la paz mental de Yesung. Wook no se había parado a
pensar en lo que le costaría hacer lo que quiera que la jodida hubiera hecho. Sunny
necesitaba a Seungki, así que Wook lo había despertado.
¿Quién más iba a necesitar algo que
quizás consiguiera matarlo?
Sus huesudos dedos se cerraron alrededor
de su muñeca y él tiró de su brazo hacia el pecho. Su piel suave y delicada.
La sangre se reunió en su polla,
haciendo que se hinchara y palpitara. No debería haberse encendido por esa
esquelética figura de niño, pero lo había hecho. No importaba con cuanta fuerza
lo intentara, no podía quitárselo de la cabeza.
Tal vez si sólo tomara lo que él inconscientemente
le ofrecía y le daba una agradable y dura cabalgada, conseguiría sacárselo de
su sistema.
Sí, y quizás también lo matara en el
proceso. No era un hombre suave. Si lo jodía, Wook lo sentiría. Y luego otros.
Era malditamente frágil. No tenía nada
que hacer tan cerca, dejar que lo tocara.
—No quiero que salgas otra vez con algo
como eso, ¿entendido?
Wook no respondió. Se había dormido, su
respiración profunda y llana. Era un sueño natural. Pobre niño se había agotado
salvando a Seungki.
Yesung le debía una por eso. Todos los Suju
se la debían. Necesitaban cada guerrero que tuvieran, y Seungki era uno de los
mejores.
Y por que Yesung le debía su sacrificio,
liberó su muñeca de su apretón, volviéndose y saliendo de la habitación sin
mirar atrás.
Cuanto más lejos de Wook se mantuviese,
más seguro estaría él. Todo lo que Wook necesitaba de él era la sangre de un
sgath en su espada, tantos y con tanta frecuencia como fuera posible.
Era hora de ir a cazar.
—Y ahora, ¿qué? —preguntó Sungmin.
Tanto Kyuhyun como Shindong le estaban
mirando como si esperaran que hiciera algún número de circo.
—Ahora nos contarás todo lo que sepas
sobre estos Defensores —dijo Shindong.
Podría jurar que no confiaba en él por
la rigidez de sus hombros y el helado brillo en sus ojos, sin importar cuánto
se lo hubiera garantizado Hyungsik.
Bien. No necesitaba su confianza.
Mientras Kyuhyun creyera en él, sería más que suficiente.
Suungmin dejo escapar un fuerte suspiro.
—No sé mucho más aparte del hecho que
querían deshacerse de los Centinelas.
—Son dorjan —afirmó Shindong con una
retorcida mueca de asco.
—¿Qué es un dorjan?
La boca de Kyuhyun sonaba tensa cuando
habló.
—Son humanos que trabajan para los Sasaengs
a cambio de algo que desean. Dinero, poder... ese tipo de cosas.
Sungmin negó con la cabeza.
—Eso no suena como si fueran estos
tipos. Saben acerca de los Sasaengs, pero seguro como el infierno que no
trabajan para ellos.
Shindong dejó escapar un bufido de
incredulidad.
—¿Y por qué querrían matarnos a menos
que estuvieran trabajando para los Sasaengs?
—Porque destrozasteis su tierra con
vuestras batallas. No volverá a crecer nada en esa tierra bañada en sangre por
vuestra guerra. Saben que no son lo suficientemente fuertes como para hacer
frente a vuestras mascotas así que creen que si vosotros, los Centinelas, os
vais entonces los Sasaengs se irán también y la tierra volverá a ser un lugar
seguro.
Ambos hombres le miraron como si
necesitara una camisa de fuerza.
Kyuhyun se recuperó primero.
—¿Nos estás diciendo que esos Defensores
realmente creen que los Sasaengs se irán si no queda ninguno de nosotros para
tenerlos bajo control
—Si —miró a uno y otro hombre,
sintiéndose más y más incómodo por su silencio—. ¿Qué? ¿Se equivocan?
—Están totalmente equivocados —dijo Shindong—.
No son nuestras mascotas. No podemos controlarlos. Si nosotros desaparecemos,
no quedará nada que impida a los Sasaengs invadir el planeta. Lo convertirán
todo en una gigantesca granja y desangrarán a todos los humanos para alimentarse.
—Oh —eso no sonaba bien—. Tenemos que
decirles a los Defensores lo equivocados que están.
Kyuhyun negó con la cabeza.
—Los hombres como ellos no escuchan. Lo
hemos intentado en el pasado con otros grupos. Normalmente, con el tiempo,
desaparecen hasta que alguien se topa con los desvaríos de algún loco en su
diario.
Un diario como el de su madre. Sungmin
hizo una mueca de dolor cuando la punzante verdad le golpeó. Su madre había
sido una de esas lunáticas y había educado a Sungmin para seguir sus pasos. No
lo había visto con sus propios ojos, pero él todavía estaría convencido de que
esos hombres eran el mal encarnado.
—¿Qué más sabes sobre ellos? —preguntó Shindong.
—Están liderados por un hombre llamado Hong
Jack. Vive en el norte de Dallas. Su hija fue asesinada hace años y los culpa a ustedes.
—¿Cómo lo conociste? —preguntó Kyuhyun.
—Mi madre se quedaba con él a veces
mientras yo estaba creciendo. Cuando nos quedábamos sin dinero o ella pensaba
que los monstruos nos acechaban. Él nos acogía y le daba a Mamá trabajo, y nos
quedábamos durante un par de semanas. Lo suficiente como para volver a la
carretera.
Omitió la parte sobre las lecciones que Jack
les daba a los niños que estaban en su esfera de influencia. Ese hombre le
había provocado más pesadillas con las historias de la muerte de su hija que
ningún monstruo de verdad jamás lo había hecho. Lo único que había aprendido de
él había sido que, si no se portaba bien, los monstruos lo encontrarían y se lo
comerían. Si era malo, moriría gritando de dolor, tal y como su hija lo había
hecho.
—¿Te pidió que hicieras algo más?
—preguntó Shindong.
—¿Quiere decir aparte de mandar vuestro
recinto a la mierda? No. No que yo recuerde.
Miró a uno y a otro hombre. Shindong
estaba al otro lado de la habitación, con uno de sus macizos hombros apoyado
contra la pared. Kyuhyun estaba sentado en la cama con él, con su cuerpo entre
ellos. Sungmin estaba más que seguro de que no era por casualidad.
Claramente Kyuhyun todavía no se fiaba
de la presencia de Shindong cerca de él.
Una extraña sensación de paz se desplegó
en su interior. Kyuhyun le estaba protegiendo. Nadie se había preocupado tanto
por él como para protegerlo desde que su madre había muerto. Era agradable
sentir eso de nuevo. Un consuelo.
Sungmin no iba a hacerle arrepentirse
por ese regalo. Iba a ponerse en pie y hacer lo que hiciera falta para arreglar
eso.
—Necesito ir a buscar el C-4 y sacarlo
de aquí para que no ocurra nada malo por accidente.
La mandíbula de Shindong se tensó.
—No vas a acercarte a esos explosivos,
chico. Tengo a un hombre ocupándose de eso.
—¿A uno que sabe manejar explosivos?
Él elevó una oscura y burlona ceja.
—Hemos vivido varios siglos. Creo que
sabemos manejarnos.
—Es algo relativamente seguro mientras
los detonadores no estén conectados. Cosa que no están.
—¿Cómo ibas a poner en marcha el
dispositivo? —preguntó Kyuhyun.
—Un temporizador. Tendría diez minutos
para salir de aquí —dijo Sungmin, sintiéndose más y más culpable mientras
revelaba sus planes.
—¿Y si no hubiera sido suficiente?
—preguntó Shindong.
Sungmin se encogió de hombros, pero sus
articulaciones aún se sentían oxidadas y rígidas. Lo que fuera que Hyungsik le
había hecho aún no se había disipado.
—Creo que habría tenido que vérmelas con
el resto de vosotros.
Kyuhyun maldijo, escupiendo una palabra
violenta. Shindong apenas le miró.
—¿Hubieras muerto? ¿Voluntariamente?
—No era mi primera opción, no, pero
estaba cansado de huir. Cansado de tener miedo todo el tiempo.
Kyuhyun tomó su mano y la rodeó entre
las suyas, calentando sus dedos fríos.
—No tienes que huir nunca más.
Sungmin miró a Shindong.
—No estoy seguro de eso, Kyuhyun. Parece
como si vuestro audaz líder aquí presente prefiriera que volviera a la
carretera.
—Y una mierda —dijo Kyuhyun.
—No vas a ir a ningún sitio —ordenó Shindong—.
Te quiero exactamente donde pueda tener un ojo sobre ti.
—¿Así que ahora soy un prisionero?
—preguntó.
La oscura cara de Kyuhyun se endureció
con un ceño pétreo al mirar a Shindong.
—No lo es, ¿verdad?
—No quiero que abandone el recinto. No
quiero que haga ninguna llamada. ¿Está claro?
—Tengo que llamar a los Defensores para
que sepan que sois de los buenos.
Shindong se aparto de la pared con un
empujón engañosamente perezoso.
—Eso no va a pasar. Dejemos que piensen
que te hemos descubierto y te matamos.
—Lo intentarán de nuevo. Alguien
necesita convencerles de que no sois los monstruos que ellos piensan.
Shindong negó con la cabeza.
—No hay manera de razonar con hombres
como ellos. Dejemos que lo intenten de nuevo. Estaremos preparados.
—¿Qué vais a hacer? —preguntó Kyuhyun.
Los hombros de Shindong parecieron
curvarse ligeramente como si alguien hubiera puesto un peso sobre ellos.
—Lo único que podemos hacer. Eliminar la
amenaza.
Kyuhyun se levantó de la cama tan rápido
que pareció haber sido lanzado por una catapulta.
—No pretenderás matarlos, ¿no? —preguntó
con incredulidad.
—¿Cuando no sean más que una molestia,
cruzándose en nuestro camino? No. ¿Pero ahora? —Negó con la cabeza con pesar,
aunque sus ojos eran duros como la roca—. Pretenden matarnos a todos. Quieren
matar a los niños. Y lo intentarán de nuevo. No puedo dejar que ese crimen
quede sin respuesta.
—No puedes tomar represalias, Shindong.
Son humanos.
—No puedo dejar que me importe. Nunca
más. Esto es un acto de guerra. Me voy a asegurar de que no ocurra de nuevo.
Los ojos de Shindong fueron hacia Sungmin
quien sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No había misericordia dentro
de aquel hombre. No había compasión.
—Quiero una lista de nombres. Cada
persona que hayas conocido que esté relacionada con los Defensores.
—No te la daré —le dijo a él—. No te
ayudaré a matarlos. Están equivocados, pero eso no significa que no podamos
arreglar las cosas. Tráelos aquí, déjales ver lo que yo he visto y ellos
entenderán.
—Es demasiado tarde para eso. Me darás
la lista.
—No, no lo haré.
—Entonces le daré órdenes a Hyungsik
para que te saque la información —dijo Shindong mientras se giraba para salir
de la habitación—. No será tan agradable para ti, pero será igual de eficaz.
Sungmin oyó la puerta de su suite
cerrarse de golpe, haciéndole saltar.
—Nunca le había visto así —dijo Kyuhyun.
—¿Lo dice en serio?
—Cada palabra.
—¿Dónde nos deja eso? —preguntó.
Kyuhyun negó con la cabeza.
—Algo va mal. Él no es así. Dame unos
minutos para comprobar algo y vuelvo enseguida, ¿de acuerdo?
Sungmin asintió.
—Desde luego. Haz lo que tengas que
hacer.
Le tomó la cara en su gran mano y Sungmin
se recostó buscando el contacto.
—Estarás aquí cuando vuelva, ¿verdad?
—Lo prometo.
Sungmin sintió el peso de la promesa
cerniéndose sobre él, fijándolo a la cama.
—Descansa un poco. Seré rápido. Llámame
al móvil si me necesitas.
Con eso, se fue. Sungmin no estaba seguro
de lo que Kyuhyun iba a hacer, pero si de algo estaba bastante seguro era de
que no quería saber nada.
Cuando Kyuhyun encontró a Kangin, él
estaba fuera ayudando a Leeteuk a reparar una sección rota de la pared. Leeteuk
estaba arrodillado en el suelo, sus esbeltas manos en una piedra del tamaño de
su cabeza. Los dedos de Kangin rodeaban su nuca. Leeteuk tenía el cabello del
mismo color marrón suave que el de Sungmin, ahora que ya no se lo teñía.
Kyuhyun ardía en deseos de volver al
lado de Sungmin y confortarlo, asegurarse de que supiera que su error no era
algo imperdonable, pero todavía no podía hacer eso. No hasta que supiera con
seguridad que su líder estaba en su cabales.
Un sutil zumbido de poder vibró en el
aire que rodeaba a Kangin y a Leeteuk
cuando éste vertió un torrente de magia protectora dentro de la roca,
fortaleciéndola contra ataques. El sudor perló su frente, y la espalda de su
camiseta roja estaba oscura y se pegaba a su columna.
Kyuhyun detuvo su caminar a unos pies y
los miró. Él tenía a su caballero, su Sungmin, pero no tenía lo que Kangin sí:
su unión, su conexión.
Sungmin dijo que confiaba en él, pero
todavía no tanto como para permitirle acercarse lo suficiente para completar su
propósito. No como para dejarle ver sus pensamientos o conocer sus sentimientos.
Incluso después de que Hyungsik se hubiera abierto paso, cuando Kyuhyun quiso
alcanzarlo, todo lo que sintió fue una fría y dura pared. No había calor de
vida, ni bienvenidas.
Quizá su educación había dejado
cicatrices, y ellos nunca tendrían lo que Kangin y Leeteuk.
Cuando una espina de dolor creció en su
interior, Kyuhyun la alejó. Se negaba a dejar las cosas así. Tendrían una vida
plena. Ambos lo merecían. Especialmente Sungmin, después de todo lo que había
sufrido. Se merecía un hogar y una familia, y Kyuhyun quería ser todo eso para él.
Siempre.
Lo amaba demasiado como para no luchar
por algo que sabía que podían tener juntos. El era todo lo que siempre había
querido, y él iba a hacer lo que hiciera falta para hacerlo feliz.
Todo lo que tenía que hacer era darle
tiempo para que confiara en él, para demostrarle cada día que era digno de ese
regalo. En algún momento entraría en esa testaruda cabeza suya y le haría ver
lo que él veía. Que se pertenecían el uno al otro.
Pero antes de que pudiera volver con él
y trabajar en sus planes, tenía un trabajo que hacer. Se puso en marcha y fue
con Kangin.
—¿Tienes un segundo?
Kangin debió ver algo en la expresión de
Kyuhyun porque la mirada de orgullo y adoración que mantenía mientras miraba a Leeteuk
desapareció, y todo lo que quedó fue su cara de juego serio.
—Vuelvo enseguida —le dijo a Leeteuk—.
Quédate y descansa un minuto.
El asintió y se tumbó sobre su costado
en la hierba sin prestar atención a la suciedad o los bichos. Aparentemente,
reconstruir esa pared estaba cobrándose su costo. Changmin estaba desaparecido,
y él era la pareja Suju más fuerte del recinto.
Yunho trabajaba sólo en el lado más
alejado de la zona de construcción, transportando las rocas con su fuerza
bruta. La única cosa que debía mantener a Changmin alejado de su lado era el
absoluto agotamiento.
Bien. Eso significaba que Yunho también
podía echar una mano. Iban a necesitar toda la ayuda que pudieran reunir.
Kyuhyun llevó a Kangin en esa dirección.
Cuando Yunho los vio aproximarse, dejó caer la roca, se limpió las manos y se
acercó a recibir a la pareja.
—¿Algo va mal? —preguntó Yunho con voz
ruda.
Kyuhyun hizo un rápido examen para
asegurarse de que no había nadie en los alrededores y habló.
—Sí. Creo que tenemos un problema.
Hizo una rápida recapitulación de lo que
había pasado con Sungmin y Shindong, asegurándose de que ambos sabían sobre la
traición. La historia se sabría pronto, y era mejor que lo supieran por él
antes de que los rumores corrieran.
—¿De verdad dijo que iba a matar a los
Defensores? —preguntó Kangin con total incredulidad.
—Si —dijo Kyuhyun—. Tengo miedo de que Shindong
se haya quedado sin tiempo.
—Su marca vital —conjeturó Yunho,
frotando una mano contra su angulosa cara—. Crees que está vacía.
—Eso explicaría el modo en que está
actuado con Sungmin.
Kangin suspiró, sus ojos oscureciéndose
con aflicción.
—Tenemos que averiguarlo. Y necesito
decirle a Leeteuk lo que está pasando con Sungmin. Dame dos minutos para
explicarle las cosas y vuelvo enseguida.
Kangin se alejó tranquilamente, como si
tuviera todo el tiempo del mundo. Nadie que lo viera podría alguna vez
averiguar lo que estaba pasando.
—Podemos pedirle a Zhoumi que haga una
comprobación con sus ojos electrónicos —le dijo Kyuhyun a Yunho—. O podemos
hacer el trabajo nosotros mismos. Ahora mismo.
Yunho pareció envejecer de repente, más
desgastado. El paso de los siglos había sido clemente con él, dejándole apenas
unas arrugas y algunas canas. Pero de un segundo a otro, empezó a parecer un
hombre viejo.
—Lo haremos ahora. Tranquilízate, porque
si tenemos que enviarlo con los Cazadores, entonces lo haremos esta noche antes
de que nadie lo sepa.
Enviarlo con los Tvxq. Las antiguas
leyes demandaban que eliminaran a cualquier Suju que hubiera perdido su alma.
Podían ser malvados, peligrosos. Ya que los Cazadores Tvxq eran los Centinelas
más antiguos, eran los responsables de las leyes que habían creado. Con una
conveniencia brutal.
No importaba que sus razas se hubieran
enredado en una guerra estancada. No importaba que los Tvxq se hubieran criado
con humanos hasta llegar al punto que ya no eran las criaturas temibles que una
vez fueron. Todo lo que importaba es que se ocuparan de las leyes.
Si el árbol de Shindong estaba sin
hojas, los Cazadores Tvxq lo ejecutarían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario