— Es un ascensor —le explicó Donghae—. Aprietas estos
botones y subes a la planta que quieres. Yo trabajo en el último piso, que es
el octavo. —Y apretó el botón de diseño antiguo.
Hyukjae se puso aún más nervioso cuando comenzaron a
ascender.
— ¿Es seguro?
Donghae alzó una ceja y lo miró con curiosidad.
— No me puedo creer que el hombre que se enfrentaba sin
miedo a los ejércitos romanos esté ahora asustado de un simple ascensor.
Hyukjae le dedicó una mirada irritada.
— Sé lo que son los romanos, pero esto me resulta
desconocido.
—No es muy complicado. —Señaló a la trampilla del techo—.
Sobre esa puertecilla hay unos cables que suben y bajan la cabina, y también
hay un teléfono —dijo, señalando el intercomunicador situado bajo los botones—.
Si el ascensor se queda atascado, lo único que hay que hacer es apretar el
botón del teléfono y, el equipo de emergencia acudirá de inmediato.
Los ojos de Hyukjae se oscurecieron.
— ¿Y suele quedarse atascado con mucha frecuencia?
— La verdad, no. Llevo trabajando en este edificio cuatro
años y no ha sucedido ni una sola vez.
— Y si no estabas dentro, ¿cómo lo sabes?
— Los ascensores tienen una alarma que se activa si se
quedan atascados. Confía en mí, si nos quedamos encerrados aquí dentro alguien
nos oirá.
Hyukjae dejó vagar su mirada alrededor del reducido
espacio y, por la luz que había en sus ojos Donghae supo las malvadas ideas que
le pasaban por la cabeza.
— ¿Puedes hacer que se detenga a propósito?
Donghae se rió a carcajadas.
— Sí, pero no quiero que me pillen en flagrante delito
en el trabajo.
Hyukjae inclinó la cabeza y depositó un leve beso en su
mejilla.
— Pero ser pillado en flagrante delito en el trabajo
puede ser muy divertido.
Donghae lo abrazó con fuerza. ¿Qué había en él que le
hacía sentirse feliz? Sin importar lo que ocurriera, Hyukjae siempre conseguía
que las cosas fueran mucho más divertidas. Más brillantes.
— Eres malo —le dijo, y se apartó de él de mala gana.
— Cierto, pero te encanta.
Donghae volvió a reírse.
— Tienes toda la razón. Me encanta que seas malo.
Las puertas se abrieron y Donghae se encaminó hacia su
consulta, situada muy cerca del ascensor. Hyukjae lo siguió.
Lisa los miró cuando entraron y abrió los ojos de par en
par. Sus labios dibujaron una amplia sonrisa al contemplar a Hyukjae.
— Doctor Donghae —dijo, jugueteando con un mechón rubio
de sus cabellos —, su novio es una bomba.
Meneando la cabeza, Donghae los presentó y, después, le
enseño a Hyukjae su consulta. Él se quedó de pie, observando a través de los
ventanales mientras Donghae encendía el ordenador.
Se detuvo al percibir que Hyukjae lo miraba fijamente.
— ¿De verdad vas a pasarte todo el día aquí?
Él se encogió de hombros.
— No tengo nada mejor que hacer.
— Te vas a aburrir.
— Te aseguro que estoy más que acostumbrado al
aburrimiento.
Lo malo era que Donghae lo sabía. Colocó una mano sobre
su mejilla al imaginárselo dentro del libro, solo, encerrado en la más completa
oscuridad.
Se puso de puntillas y lo besó con ternura.
— Gracias por acompañarme hoy. No creo que hubiera podido
estar aquí de no ser por ti.
Él mordisqueó sus labios.
— Es un placer.
Lisa lo llamó por el intercomunicador.
— Doctor Donghae, su cita de las ocho está aquí.
— Esperaré fuera —le dijo Hyukjae.
Donghae le dio un apretón en la mano antes de dejar que
se marchara.
Durante la siguiente hora, no fue capaz de concentrarse
en su paciente. Sus pensamientos volaban al hombre que le aguardaba fuera, y no
paraban de dar vueltas a lo mucho que significaba para él.
Y a lo aborrecible que encontraba el hecho de que se
marchara.
Tan pronto como acabó la sesión, acompañó a su paciente a
la puerta. Lisa estaba enseñando a Hyukjae a hacer solitarios en el ordenador.
— Doctor Donghae —le dijo—, ¿sabe que Hyukjae no había
jugado antes al solitario?
Donghae intercambió una sonrisa chispeante con Hyukjae.
— ¿En serio?
Lisa se apartó de Hyukjae para echar un vistazo a la
agenda.
— Por cierto, su cita de las tres ha sido cancelada. Y la
de las nueve ha llamado para decir que llegará unos minutos tarde.
— De acuerdo. —Donghae señaló a la puerta con el pulgar—.
Mientras jugáis, voy un momento al coche. Olvidé mi Palm Pilot.
Hyukjae alzó la mirada.
— Yo iré.
Donghae negó con la cabeza.
— Yo puedo hacerlo.
Sin contestarle, él rodeó el escritorio de Lisa y
extendió la mano para que Donghae le diera las llaves.
— Yo iré —dijo con un tono que no admitía réplicas. Como
no tenía ganas de discutir, le dio las llaves.
— Está bajo mi asiento.
— Vale, no tardaré nada.
Donghae le hizo un saludo militar.
Con gesto de pocos amigos, salió de la oficina y se
encaminó hacia el ascensor, al final del pasillo.
Iba a apretar el botón cuando se detuvo. ¡Por los
dioses!, cómo odiaba esa cosa estrecha y cuadrada.
Y la idea de estar allí dentro, solo…
Echó un vistazo a su alrededor y vio las escaleras. Sin
dudarlo ni un instante, se dirigió hacia ellas.
Donghae estaba intentando encontrar el informe de Rachel
en su maletín, pero cayó en la cuenta de que había dejado un par de
archivadores en el asiento trasero del coche.
— ¿Dónde tengo hoy la cabeza? —se reprendió. Pero no hizo
falta que pensara mucho la respuesta. Sus pensamientos estaban divididos entre
dos hombres que habían alterado su vida por completo.
Enfadado consigo mismo por no ser capaz de concentrarse,
cogió el maletín y salió de la consulta, detrás de Hyukjae.
— ¿Dónde va, Doctor? —le preguntó Lisa.
— Me he dejado unos cuantos informes en el coche. No
tardo.
Lisa asintió.
Donghae se acercó al ascensor. Aún estaba rebuscando en
el maletín en busca de los archivos cuando se abrieron las puertas.
Sin prestar mucha atención, entró en al ascensor y, de
forma automática, apretó el botón de la planta baja.
Justo cuando las puertas se cerraron, se percató de que
no estaba solo. Lu Han estaba justo enfrente, mirándolo fijamente.
— ¿Me vas a decir quién es él?
Donghae se quedó helado mientras le invadían el terror y
la furia. ¡Sentía deseos de despedazarlo!
Y era muy inestable.
Ocultando el pánico, le habló con calma
— ¿Qué hace usted aquí?
Él hizo un mohín.
— No me has contestado. Quiero saber quién es él.
— Eso no es de su incumbencia.
— ¡No digas tonterías! —chilló.
Se balanceaba al borde de la locura y lo último que
Donghae necesitaba era que él se hundiera en el abismo mientras estuvieran
encerrados en el ascensor.
— Todo lo que te rodea es asunto mío.
Donghae intentó hacerse con el control de la situación.
— Escúcheme, señor Lu. No le conozco de nada, y usted no
me conoce a mí. No entiendo por qué se ha obsesionado conmigo, pero quiero que
esta situación llegue a su fin.
Él apretó el botón que detenía el ascensor.
— Ahora, me vas a escuchar, Donghae. Estamos hechos el
uno para el otro. Lo sabes igual que yo.
— Muy bien —le contestó, intentando apaciguarlo—. Vamos a
discutir esto en mi consulta. —Y apretó el botón para que el ascensor comenzara
a moverse de nuevo.
Él volvió a detenerlo.
— Hablaremos aquí.
Donghae tomó una profunda bocanada de aire. Tenía que
salir de allí sin enfadarlo aún más.
— Estaríamos mucho más cómodos en mi consulta.
En esta ocasión, cuando él fue a apretar el botón Lu le
cogió la mano.
— ¿Por qué no hablas conmigo? —le preguntó él.
— Estamos hablando —contestó Donghae mientras se
aproximaba lentamente al intercomunicador.
— Apuesto a que hablas con él, ¿verdad? Apuesto a que
pasas horas riendo y haciendo Dios sabe qué cosas con él. Dime quién es.
— Señor Lu…
— ¡Han! —gritó—. ¡Maldita sea! Me llamo Han.
— Vale, Han. Vamos a…
— Apuesto a que te ha puesto sus sucias manos encima, ¿verdad?
—le preguntó mientras le aprisionaba en el rincón, de espaldas al teléfono—.
¿Cuántas veces te has acostado con él desde que me conociste, eh?
Donghae se estremeció ante la salvaje mirada de aquellos
ojos, pequeños y brillantes. Estaba perdiendo el control de su mente.
Donghae intentó agarrar el auricular pero, antes de poder
acercárselo a la oreja, él lo agarró.
— ¿Qué coño estás haciendo? —le preguntó él.
— Necesitas ayuda.
Han estrelló el auricular contra el panel de botones.
— No necesito ninguna ayuda. Sólo necesito que hables
conmigo. ¿Es que no me oyes? ¡Sólo necesito que hables conmigo! —gritó,
mientras estrellaba el teléfono contra el panel, enfatizando cada palabra con
un golpe.
Aterrorizado, Donghae contempló cómo el auricular se
hacía pedazos. Han comenzó a tirarse del pelo.
— Te ha besado, lo sé. —Repetía una y otra vez la misma
frase, mientras se arrancaba el pelo a tirones.
¡Santo Dios! Estaba atrapado con un loco. Y no había
salida.
Hyukjae regresó a la consulta de Donghae con el Palm
Pilot.
— ¿Dónde está Donghae? —le preguntó a Lisa al no
encontrarlo en su escritorio.
— ¿No se ha encontrado con él? Salió unos minutos
después que usted. Iba a su coche.
Hyukjae frunció el ceño.
— ¿Está segura?
— Claro. Dijo que se había dejado unos informes o algo.
Antes de poder preguntarle cualquier otra cosa, un atractivo
trigueño vestido con un conservador traje negro y con un maletín en la mano,
entró a la oficina.
Se detuvo en la puerta y se quitó un zapato con un
puntapié, para frotarse el talón.
— Definitivamente, hoy es lunes —le dijo a Lisa—. Sólo me
faltaba tener que subir ocho pisos por la escalera porque el ascensor se ha
quedado atascado. Y ahora, ¿qué maravillosas noticias tienes para mí?
— Hola, doctor —lo saludó Lisa alegremente, mientras
pasaba la mano sobre el libro de citas—. Su cita de las nueve es Lu Han.
Hyukjae se quedó paralizado.
— Oh, no. Espere —dijo Lisa—. Esa cita es del doctor
Donghae. La suya…
— ¿Ha dicho Lu Han? —le preguntó a la secretaria.
— Sí. Llamó para cambiar la cita.
Hyukjae no esperó a que Lisa terminara de hablar. Arrojó
el Palm Pilot sobre el escritorio y salió corriendo de la oficina hacia el
ascensor. Con el corazón latiendo desbocado, sólo podía pensar en llegar hasta
Donghae lo más rápido posible.
Fue entonces cuando comprendió que el ruido que había
estado escuchando era una alarma.
Un escalofrío de terror le recorrió la espalda al
comprender lo que había sucedido. Han había detenido el ascensor con Donghae
dentro. Estaba seguro.
De repente, se escuchó un grito sofocado tras las puertas
cerradas del ascensor.
Con la visión nublada por la furia y el miedo, tiró de
las puertas hasta abrirlas.
Y se quedó helado.
No se veía el ascensor. Sólo un abismo negro, muy
parecido al libro. Peor aún, bajar por allí sería como descender hacia su
infierno. Un infierno oscuro, asfixiante y estrecho.
Luchó para poder respirar y superar el miedo.
En su corazón, sabía que Donghae estaba allí abajo. Solo
con un loco y sin nadie que lo ayudara.
Apretando los dientes, dio un paso hacia atrás y tomó
impulsó para alcanzar de un salto los cables.
Donghae apartó a Han con un violento empujón.
— ¡No voy a compartirte con nadie! —gruñó él, agarrándole
de nuevo por el brazo—. Eres mío.
— No pertenezco a nadie —le contestó, propinándole un
rodillazo en la entrepierna.
El hombre cayó de rodillas al suelo.
Desesperado, Donghae intentó subir por las barras
laterales para poder alcanzar la trampilla del techo. Si pudiese llegar hasta
allí…
Han lo agarró por la cintura y lo estrelló de espaldas
contra el rincón.
Con el rostro contraído por la furia, colocó los brazos a
ambos lados de Donghae.
— ¡Dime cómo se llama el hombre que ha estado dentro de
ti, Donghae! Dímelo para saber a quién tengo que matar.
Con una escalofriante mirada en sus ojos vacíos, comenzó
a arañarse el rostro y el cuello hasta hacerse sangrar.
— ¿No sabes que eres mi pareja? Vamos a estar juntos. Sé
cómo cuidar de ti. Sé lo que necesitas. ¡Soy mucho mejor que él!
Donghae se agachó, para alejarse un poco de él.
— ¡Quiero saber con quién has estado! —chilló él.
En el mismo instante en que Han daba un paso hacia atrás,
la trampilla se abrió. Donghae miró hacia arriba.
Hyukjae se tiró desde el hueco y cayó agachado como un
sigiloso depredador. Lo rodeaba un aura de peligrosa tranquilidad, pero la
expresión de sus ojos era aún más terrorífica. Iluminados por la ira del
infierno, estaban clavados en Han con mortal determinación, y lanzaban fuego.
Se puso en pie lentamente, hasta enderezarse del todo.
Han se quedó paralizado al ser consciente de la altura de
Hyukjae.
— ¿Quién coño eres tú?
— El hombre con el que él ha estado.
Han abrió la boca por la sorpresa.
Hyukjae miró escuetamente a Donghae para asegurarse de
que se encontraba sano y salvo, y volvió su atención de nuevo a Han, lanzando
un rugido.
Aplastó al tipo contra la pared con tanta fuerza que
Donghae pensó que habían dejado una señal en los paneles de madera.
Hyukjae lo agarró por la camisa y volvió a golpearlo
contra la pared. Cuando habló, la frialdad de su voz hizo que Donghae se
estremeciera.
— Es una pena que no seas lo suficientemente grande para
poder matarte, porque quiero verte muerto —le dijo apretando los puños—. Pero
pequeño o no, si vuelvo a encontrarte cerca de Donghae otra vez o haces que angustie
una vez más, no habrá fuerza en este mundo ni en el más allá que me impida
hacerte trizas. ¿Lo has entendido?
Han luchó inútilmente para zafarse de los puños de
Hyukjae.
— ¡Es mío! Te mataré antes de que te interpongas entre
nosotros.
Hyukjae ladeó la cabeza como si no pudiese creer lo que
acababa de oír.
— ¿Estás loco?
Han lanzó una patada al vientre de Hyukjae. Él le dio un
puñetazo en la mandíbula con los ojos ensombrecidos. Han cayó desmadejado al
suelo.
Mientras Hyukjae se agachaba junto al tipo, Donghae
suspiró aliviado. Todo había acabado.
— Es mejor que te mantengas inconsciente —lo amenazó
Hyukjae. Se enderezó y abrazó a Donghae hasta casi aplastarlo.
— ¿Estás bien, Donghae?
Él no podía respirar pero, en ese momento, no le
importaba.
— Sí, ¿y tú?
— Mejor, ahora que sé que estás bien.
Unos minutos después, la policía consiguió abrir las
puertas del ascensor y Donghae vio que habían quedado atrapados entre dos
pisos.
Hyukjae lo alzó por la cintura y Donghae agarró la mano
que le tendía un policía para ayudarle a llegar hasta el suelo.
Una vez estuvo fuera del ascensor, frunció el ceño
mientras observaba a los tres agentes que estaban ayudando a Hyukjae a sacar el
cuerpo inconsciente de Han.
— ¿Cómo supieron que estábamos ahí?
El agente de más edad retrocedió un paso y dejó que los
otros dos hombres alzaran a Han para sacarlo.
— La operadora del servicio de emergencias nos llamó.
Dijo que parecía haber una guerra en el ascensor.
— Y lo fue —le contestó, nervioso.
— ¿A quién esposamos?
— Al que está inconsciente.
Mientras Donghae esperaba que Hyukjae llegara a su lado,
observó la oscuridad que reinaba en el hueco del ascensor, por donde había
bajado para llegar hasta él. Era un espacio muy reducido.
Recordó la mirada en el rostro de Hyukjae, la noche que
apagó la luz. Y la expresión alterada que tenía poco antes, cuando subieron a
su consulta.
Aún así, había venido a rescatarlo.
Abrumado, sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.
Ha sido capaz de pasar por eso para protegerme.
Tan pronto como salió del ascensor, Donghae lo abrazó con
fuerza.
Hyukjae temblaba a causa de la fuerza de las emociones
que sentía. Estaba tan aliviado al verlo sano y salvo… Lo cogió por la cintura
y lo besó.
— ¡No!
Hyukjae lo soltó en el mismo instante que Han se zafaba
de una patada del policía. Las esposas le colgaban de una de las muñecas
mientras se hacía con la pistola del agente y apuntaba.
Acostumbrado a reaccionar en mitad de una batalla,
Hyukjae agarró a Donghae y lo empujó hacia la izquierda en el instante en que Han
disparaba.
El disparo pasó rozándolos, y fue seguido por otros dos
más. Otro de los agentes, el de más edad, había disparado a Han.
Donghae intentó acercarse, pero Hyukjae se lo impidió.
Lo mantuvo pegado a él, con el rostro enterrado en su
pecho, mientras observaba cómo Han moría.
— No mires, Donghae —susurró—. Hay ciertos recuerdos que
no necesitas conservar.
Sabía que tarde o temprano iba a suceder esto, la locura de Han era incontrolable y estoy segura que si HyukJae no hubiese ido a ayudar a Hae algo peor podría haber pasado. HyukJae es admirable pues a pesar del temor que le tiene a la oscuridad y a los espacios cerrados fue capaz de vencer sus miedos para ayudar a Hae, me gustó que Hae se diera cuenta de aquello y de qué por fin la pesadilla de Han se acabe.
ResponderEliminarGracias por la actu ^^
Trágico lo del tipo ese,pero el mismo se lo busco....al menos ya no hay la posibilidad de que se traume con alguien más y llegue a causar algun daño que como este,pueda ser irreparable.
ResponderEliminarEse disque doctor se atrevio a llegar...eish,valiente doctor
Jo,lo que hace la necesita y el querar ayudar a alguien,hyuk lo hizo sin tener en cuenta sus propios traumas.....admirable y que bueno que hae es consciente ello.
Ahora solo nos queda un par de problemas..uno menos ya es algo