Sungmin se acercó a Kyuhyun, necesitando
calmarle, queriendo tocarle. Muriéndose por probar algunas de las cosas que Leeteuk
le había contado.
Pasó las manos por su musculoso pecho y
cerró los dedos alrededor de la parte posterior de su cuello.
Kyuhyun cerró los ojos e inhaló
profundamente. Aquello los presionó a ambos más cerca. Sungmin sintió que se le
endurecían los pezones bajo la delgada tela de su camiseta.
Lo mismo le pasaba a Kyuhyun.
Él soltó un gruñido casi inaudible de
necesidad y lo agarró por las caderas con sus grandes manos.
—Tenemos que hablar —le dijo a él.
—Lo haremos. Después.
Leeteuk decía que hacer la conexión con Kyuhyun
sería más fácil durante el sexo. La intimidad y la confianza ayudaban a relajar
el flujo de poder o algo así. Sungmin realmente no lo comprendía, pero estaba
dispuesto a poner la lección de Leeteuk en buen uso.
Se puso de puntillas y tiró hacia abajo
a Kyuhyun para poder besarle. El primer roce de sus labios contra los suyos
extrajo un gemido de placer de su cuerpo, pero no era suficiente ni de cerca.
Necesitaba saborearlo, sentir deslizar su lengua contra la de él.
Kyuhyun no lo hizo esperar. Inclinó la
cabeza hacia abajo y profundizó el beso, separándole los labios para poder
saborear su calidez, su necesidad por él. Como un hombre famélico, se alimentó
de su boca, sosteniéndolo tan fuerte que pudo sentir la fuerza contenida en sus
brazos.
Cuando estuvo sin aliento, Kyuhyun se
apartó justo lo suficiente para mirarlo. El deseo iluminaba sus ojos. Sungmin
no había soltado ese cordel de plata y a través de el, un único pulso de
necesidad física palpitaba entre ellos. Ni siquiera tenía que concentrarse.
Sólo pasaba.
Estaba funcionando.
El se humedeció los labios y le dio una
sonrisa victoriosa.
Los ojos de Kyuhyun se concentraron en
su boca y él vio sus pupilas ensancharse, sintió aumentar el sostén que tenía
sobre él.
—Cama —dijo Kyuhyun— antes de que olvide
usar una.
Sungmin asintió y Kyuhyun lo levantó
hasta que lo puso a caballo sobre sus caderas. El sintió el grueso calor contra
sí, quemándole a través de sus pantalones vaqueros. Mientras lo llevaba de
regreso a la habitación, cada paso le enviaba una sacudida de sensación
travesándolo, haciendo que su cuerpo se tensara.
Kyuhyun lo bajó y se desabrochó el
cinturón de la espada. La espada parpadeó volviéndose visible, brillando a la
luz de la sala. No se había molestado en encender la luz de la habitación, y él
consideró brevemente encender la lámpara, hasta que Kyuhyun se despojó de la
camisa por la cabeza.
Entonces Sungmin no pensó en nada que no
fuera la belleza de su pecho, la anchura de sus hombros y los ensombrecidos
relieves de su estómago. El árbol de su pecho se balanceaba ligeramente y Sungmin
se subió de rodillas sobre la cama. Presionó las manos contra la carne
caliente, amando el contorno liso y duro de su cuerpo. No se cansaba. Podría
pasar un año tocándole y todavía no saciar su necesidad de sentir su piel bajo
las manos.
Kyuhyun se quedó allí, rígido e inmóvil,
mientras él le tocaba, pasando los dedos por las intrincadas ramas, bajando por
el grueso tronco hasta que sus vaqueros le cerraron el camino.
Sungmin le miró mientras sus dedos
hacían un trabajo rápido con el botón y la cremallera. Sus costillas se
expandieron y contrajeron como si acabara de terminar una larga carrera. Un
brillo de sudor brillaba a lo largo de su frente y su mandíbula estaba
fuertemente apretada.
Sungmin presionó un beso por encima de
su ombligo, girando la lengua contra su piel. Los músculos de su estómago se
apelotonaron y una oscura sonrisa de satisfacción estiró la boca de Sungmin.
Kyuhyun era todo un hombre, y era todo
suyo.
Bajarle los apretados vaqueros por las
caderas estrechas fue más difícil de lo que hubiera sido sin la pesada erección
ocupando tanto espacio, pero no le importó el esfuerzo adicional. Valía más que
la pena. No se detuvo para ayudarle quitándose las botas. No podía esperar
tanto para conseguir lo que quería.
Sungmin envolvió los dedos alrededor de
su pene, deleitándose con la suave dureza de su cuerpo. Incluso en la
oscuridad, era fácil ver su mano deslizándose sobre él. Si hubiera estado
ciega, tan pronto como hubiera oído su bajo gemido de placer, habría sabido que
lo había hecho a la perfección.
La concentración era difícil, pero Sungmin
estaba decidido a hacerlo funcionar. Encontró ese alambre de plata allí,
olvidado en su mente, y le dio un fuerte tirón.
Una ola de cruda lujuria le llenó,
haciéndole aspirar una fuerte bocanada de aire. Su lujuria, pura y potente, era
tan feroz que él no tenía ni idea de cómo podía soportarlo. La cabeza de Sungmin
cayó sobre el abdomen de Kyuhyun y cerró los ojos, tratando de encontrar
suficiente cordura para recordar lo que había estado haciendo. Era importante.
Había tenido algún tipo de plan, sólo que no estaba seguro de lo que era.
Olió el calor masculino de su piel, el
almizcle de su necesidad por él. Dentro de su férreo control, la erección de Kyuhyun
palpitó. El alambre de plata entre ellos brillaba.
Poder. Estaba tratando de alcanzar el
poder de Kyuhyun. El sexo ayudaba. La intimidad ayudaba incluso más.
De acuerdo. Sungmin lo recordaba ahora.
Podía hacerlo. De hecho, nunca había querido hacer algo tanto en su vida como
quería hacer esto.
—Acuéstate —le dijo Kyuhyun.
No era parte de su plan. Sungmin sacudió
la cabeza, dejando que su pelo pasara por encima de su cadera.
—Aún no.
Sintió hincharse su erección y supo que
estaba a punto de perder el control sobre su plan cuidadosamente coreografiado.
Antes de que pudiera hacerse cargo, Sungmin tomó su erección en la boca,
hundiéndose profundamente.
Kyuhyun siseó de placer y su cuerpo
entero se tensó. Sus manos acunaron su cabeza, deslizando los dedos
convulsivamente sobre su cuero cabelludo.
Sungmin se echó atrás, dejándolo casi
libre. Se le hizo la boca agua mientras giraba la lengua encima de él, sacando
un suspiro de su poderoso cuerpo. Sabía bien. Caliente, masculino, una
combinación intoxicante de necesidad y hambre que sólo él podía satisfacer.
Su propio cuerpo se arqueó, pero lo que Sungmin
quería era más importante que el placer. Quería esperanza, la promesa de ser lo
que Kyuhyun más necesitaba. Una compañera.
La luceria vibraba alrededor de su
garganta, calentándose más con cada movimiento de sus labios y lengua sobre su
dura carne. Podía sentir algo maravilloso justo asomándose fuera de su alcance,
a un pelo de distancia. Ese algo brillaba y pulsaba, inundando su visión de luz
y color. Hermoso verde jade, tan lleno de promesas que casi podía saborearlas.
Sungmin lo alcanzó, luchando por
mantener la concentración.
Su cabeza giró y el rico sabor del
cuerpo de Kyuhyun desapareció. Oyó un sonido rasgado. El aire frío asaltó su
piel y cuando abrió los ojos para averiguar qué iba mal, se encontró sobre la
espalda, su camisa rasgada por la parte delantera y los frenéticos dedos de Kyuhyun
deshaciéndose de sus vaqueros.
Eso no era en absoluto lo que había
planeado.
—Kyuhyun, espera —dijo.
Se detuvo y lo miró, con el rostro tenso
de lujuria insatisfecha. Sungmin vio su boca moverse como si estuviera tratando
de encontrar las palabras, pero ninguna salió. En cambio, sintió temblar la
luceria, entonces se llenó con un deseo tan desgarrado y duro que estalló en su
interior, haciéndole gritar por la fuerza de la misma.
Su cuerpo se estremeció y puso los ojos
en blanco. Puro y crudo placer rasgó su cuerpo, empujándolo hasta el borde del
orgasmo. No era lo suficientemente grande para contener tanta sensación. No le
daba espacio para respirar.
Y no le importaba.
Antes de tener tiempo para ajustarse a
tantas sensaciones, Kyuhyun le dio más. Sungmin sintió estirarse su conexión,
haciendo a la luceria calentarse bajo la tensión. Y entonces, todos los
pensamientos de planes y conexiones fueron expulsados de su mente cuando una
burbuja de placer estalló en su interior, haciéndolo correrse.
El cabalgó las olas de la sensación,
dejando que lo arrastraran, llevándolo donde quisieran. Pensó que el poder
podría desgarrarlo, pero en su lugar, lo acunaba y facilitaba su vuelta a la
realidad cuando pasó golpeando.
Tenía los parpados pesados, pero se
obligó a abrirlos. Kyuhyun estaba sobre él, apoyando su peso de manera que los
músculos sobresalían en sus brazos. Sintió la cabeza de su erección presionar
contra su entrada y estaba tan suave y resbaladiza que se deslizó con
facilidad. Su cuerpo se extendió para aceptarlo sin quejas. De hecho, cada
centímetro de terreno que él ganaba hizo que se le enroscaran los miembros con
una nueva agitación de deseo.
El aliento de Sungmin ni siquiera se
había igualado por su orgasmo, y ya, Kyuhyun lo llevaba a otro. Si no actuaba
rápido, iba a perder su oportunidad de fortalecer su vínculo.
Kyuhyun se movió en su interior,
asentándose profundamente. Pudo sentir el palpitar de su corazón latiendo en su
erección, verlo golpeando en la vena a lo largo de su cuello. Tenía los ojos
abiertos, sexy adormilado, mirándolo. Vio su garganta moverse como si estuviera
intentando hablar, entonces, en mitad de su agitada lujuria, sintió un sutil
aleteo de preocupación deslizarse hacia él.
Kyuhyun estaba preocupado por él.
Le ofreció lo que esperaba fuera una
sonrisa alentadora y dijo:
—Estoy bien. Mejor que bien.
Kyuhyun asintió satisfecho y cerró los
ojos de alivio. Sin dudarlo más, sus poderosos músculos se acumularon y
flexionaron mientas establecía un ritmo constante.
Sungmin apretó los dientes, tratando de
permanecer enfocado en su tarea, pero era casi imposible. Su necesidad fluía
hacia él como agua, su cuerpo lo llenaba, conduciéndolo más alto. No podía
concentrarse o recordar lo que Leeteuk le había dicho que hiciera. Ya no más.
Sentía demasiado en su interior para dejar cualquier espacio para pensar.
Derrotado, pero de la forma más dulce
imaginable, Sungmin se dio por vencido y se dejó ir. Llevó los dedos al sedoso
pelo de Kyuhyun y tiró de su cabeza hacia él. Le besó la boca, la mandíbula,
bajando por su cuello. Cada toque de sus labios contra su piel era recompensado
por un profundo sonido de placer. Cada giro de su lengua lo llenaba con su
embriagador sabor.
Su hombre. Todo suyo.
Kyuhyun pellizcó un pezón entre dos
dedos. Eróticas corrientes rasgaron a través de su cuerpo, haciéndole arquear
sus caderas entre embates.
Su cuerpo temblaba, débil por la tensión
y la pérdida de sangre, pero Sungmin ignoró los temblores. El cuerpo de Kyuhyun
se tensó y aceleró el ritmo, cambiando por lo que cada embate golpeaba
solamente en los puntos correctos. Su mundo giró en el espacio de minutos entre
sus tirantes cuerpos y chisporroteantes sacudidas de electricidad formaron un
arco entre ellos.
Un profundo retumbar sacudió el pecho de
Kyuhyun, resonando en el interior de Sungmin. Envolvió su brazo alrededor de
sus caderas, sosteniéndolo inmóvil y metiéndose profunda y duramente en su
interior. Sintió su erección hincharse y pulsar, sintió el calor de su
liberación mientras pequeñas chispas bailaban por sus miembros.
Era demasiado. No podía aguantar ninguna
sensación más. Toda esa tensión en espiral giró libre y rebotó dentro de su
cuerpo mientras el clímax le desgarraba.
La luz bailó en su visión y sintió la
calidez de la luz del sol lo engullía, arrastrándolo.
Minutos más tarde, aunque no tenía idea
de cuántos, encontró fuerza suficiente para abrir los ojos. Kyuhyun lo cubría,
con la respiración ralentizándose. El sudor enfriaba su cuerpo donde las
corrientes de aire la tocaban. En todos los demás estaba caliente y
completamente contento.
Kyuhyun parecía no tener prisa por
moverse, y a é le gustaba allí. Tenía cuidado con su peso para no aplastarlo,
pero estaba lo suficiente sólido para sentirse protegido bajo él. La
articulación de su cadera había sido empujada hasta sus límites, abriendo
espacio para su gran cuerpo entre sus muslos, pero incluso ese dolor era muy
agradable.
La cabeza todavía le giraba, pero se
había aclarado lo suficiente para recordarle la meta de su seducción, tal como
era. Kyuhyun no había hecho exactamente un reto.
La idea de que él fuera tan fácil, que
le deseara tanto, le hizo sonreír.
En el oscuro silencio de la habitación,
con los cuerpos saciados y felices, Sungmin se extendió, luchando por acceder
al poder de Kyuhyun. Hasta ahora, se había figurado como sacar sentimientos de
él, pero no había sido capaz de enviarlos de regreso, ni había sido capaz de
encontrar la cinta de energía que Leeteuk describía. Era como si la conexión
entre ambos estuviera rota.
O tal vez, sólo era diferente.
Una delgada película, como la piel de
una burbuja, flotaba entre ellos. Sungmin se metió en ella, esperando romperla,
pero se mantuvo firme. Empujó más fuerte y todavía no pasó nada.
Kyuhyun apoyó el cuerpo sobre un codo.
Su cara brillaba de emoción.
—Sentí esa… presión. Inténtalo de nuevo.
Sungmin lo hizo. Empujó la barrera hasta
que se mareó, pero no se rompió.
Exhausto, dejó escapar un suspiro de
frustración.
—Lo siento.
Kyuhyun le alisó el pelo de su húmeda
frente y le dio una sonrisa alentadora.
—No te preocupes. Vendrá. Sólo necesitas
algo de descanso. Y tal vez, algo más de práctica.
Todavía estaba semirrígido dentro de él,
la parte “semi” convirtiéndose rápidamente en un recuerdo. Pero, en lugar de
aprovecharlo, Kyuhyun se retiró y se tendió a lo largo de su costado. Puso una
sabana sobre su cuerpo húmedo y pasó un dedo por la luceria. Se le oscurecieron
los ojos mientras observaba el juego de su dedo como si la visión le excitara.
Tal vez lo hacía.
—Espero que sea suficiente —dijo Sungmin.
—Lo será —su voz sonó con toda confianza—.
Pero, por ahora, necesitas recobrar sus fuerzas. Hacer un poco de sangre nueva.
Jodido chupasangre bastardo —un ceño oscureció su oscura frente.
Sungmin lo alisó con el pulgar.
—Estoy bien. En serio.
—Date la vuelta y déjame acariciarte —su
voz era ronca, pero a Sungmin no le importó.
Sintió que Kyuhyun simplemente no quería
que viera las emociones reproducirse en su rostro. Ya fuera que se sentía
culpable, o que simplemente no quería que se preocupara, no estaba seguro, pero
le siguió la corriente y rodó sobre su estómago.
La amplia mano cálida de Kyuhyun se
deslizó a lo largo de su espina dorsal, apartando la sábana a su paso. Sin
embargo, el frío del aire no lo tocaba. No con Kyuhyun a su espalda, radiando
calor como un horno.
Sungmin cerró los ojos y disfrutó de la
sensación de él acariciándole. Pequeñas chispas saltaron en su piel, pero se
estaba acostumbrando a eso ahora, y era casi como un mini masaje.
Trazó un dedo por su tatuaje de lobo,
siguiendo las sinuosas curvas de vides que rodeaban al animal.
—¿Por qué hiciste esto? —preguntó.
—Para evitar que me encontraras. Mamá
estaba convencida de que mi marca de nacimiento atraía a los monstruos hacia
mí, así que solía cubrirla con maquillaje. Cuando fui mayor, me la tatué.
Su mano se movió hasta la base de su
columna vertebral donde las espirales de filigrana de las que él se había
enamorado con quince años estaban incrustadas en su piel. Le sintió moverse,
bajando su cuerpo, sintiendo su cálido aliento barrer a lo largo de su trasero
mientras se movía para una inspección de cerca.
—Aquí —dijo él, tocando un punto justo a
la derecha de su columna—. Lo veo. El anillo que te marca como Suju.
—Sí. Eso es. Mamá decía que era
peligroso, así que teníamos que cubrirlo. Cuando vi esa marca cuando te
lanzaste sobre mí en el restaurante, supe que eran malas noticias. Me imaginaba
que si lo cubría, tal vez te impediría seguirme.
—Y así fue. Es curioso como ninguno de
nosotros sabía que funcionaría así. ¿Cómo pudo tu madre saberlo?
Sungmin encogió su hombro tatuado,
percibiendo a Kyuhyun sobre su cuerpo con la imagen de sus ojos sobre el cuerpo
del leopardo.
—No estoy seguro. El tío que me engendró
le dio toda clase de instrucciones sobre cómo mantenerme a salvo, y un montón
de advertencias sobre lo importante que era que me mantuviera oculto hasta que
creciera. Supongo que mamá le hizo caso.
—Me gustaría más bien darle las gracias
por cuidarte.
Un profundo dolor antiguo, desgastado
con bordes suavizados por el tiempo, creció en el interior de Sungmin. Echaba
de menos a mamá todos los días, deseando poder compartir su vida con ella ahora
que las cosas eran mejores. Más seguras.
A mamá le hubiera gustado Kyuhyun.
Después de que hubiera terminado de tratar de matarlo, por supuesto.
—¿Por qué un lobo? —preguntó Kyuhyun.
—Fue por la forma en que te movías. Como
un depredador. La manera en que me mirabas como si estuvieras hambriento,
haciéndome sentir cazado.
—Estaba cazándote. Y en cuanto a la idea
de comerte entero… eso he prometido.
Un lánguido calor se enroscó en su
interior.
—Cada vez que quieras.
Kyuhyun gruñó bajo en su garganta, pero
se apartó.
—Necesitas descansar. Si comienzo ahora,
no vas a dormir en horas.
La fatiga pesaba sobre Sungmin,
tirándolo hacia la tierra de los sueños. Tanto como quería a Kyuhyun, sabía que
se dejaría seducir sin esfuerzo si estuviera a su alrededor. El hombre era
irresistible, aun cuando no estaba tratando de serlo.
—No estoy seguro de que pueda durar
mucho.
Él le dio un rápido beso en el hombro y
se levantó de la cama.
—Por eso voy a irme un rato. Sungmin,
desnudo eres demasiado tentador para resistirme, y estoy determinado a ser un
buen chico y permitirte dormir. Si crees que puedes.
—Creo que me gustaría probar. Hay un
montón de cosas en mi cabeza ahora mismo.
Kyuhyun asintió.
—Sí. Un montón de eso por aquí.
—¿Quieres hablar de ello?
— Ahora no. Mañana es muy pronto.
Descansa un poco. Voy a salir y ver si puedo echar una mano con el muro. A
menos que prefieras que me quede.
Sungmin necesitaba algo de tiempo para
pensar, y estaba seguro como el infierno de que no iba a dormir si su varonil
cuerpo estaba justo allí, distrayéndolo con lo delicioso que era.
—No, vete. Necesitan tu ayuda. Leeteuk
dijo que no iba bien.
—No, pero saldremos adelante. Siempre lo
hacemos.
Sungmin observó mientras él cubría su
firme trasero con los descartados vaqueros, bloqueándole la hermosa vista.
—Aguafiestas —bromeó Sungmin.
Kyuhyun soltó una carcajada, sacudiendo
la cabeza.
—Deja de tratar de hacerme sonrojar. Podría
tomar represalias.
—Suena divertido.
Se abrochó el cinturón de la espada
alrededor de las caderas y la cosa brilló antes de desaparecer de la vista.
—No estás en forma para más diversión
—se inclinó y le besó la punta de la nariz—. Duerme. Entonces veremos si
podemos encontrar algo para divertirte.
Estaba justo cerrando la puerta del
dormitorio cuando Sungmin le detuvo.
—¿Kyuhyun? ¿Qué pasa si no puedo hacerlo?
¿Si nunca consigo recurrir a tu poder?
Se quedó inmóvil con la mano sobre el
pomo y le dio una sonrisa tan llena de confianza que casi la hizo creer en los
milagros.
—Puedes.
—Pero, ¿qué pasa si no puedo?
Él le miró justo a los ojos y dijo:
— Te querré de todos modos.
Kyuhyun se estaba arrepintiendo de su
confesión de amor al mismo tiempo que golpeaba en el patio de formación.
Continuaba palpando a su alrededor, tratando de conectarse a Sungmin, buscando
algún tipo de reacción a su declaración. Pero lo único que sintió fue una
abismal laguna de nada estirándose entre ellos.
Mierda.
Sabía que Sungmin lo estaba intentando.
No podía culparlo por eso, pero todavía le molestaba que las cosas no
estuvieran funcionando entre ellos como debieran.
Debido a que todavía no confiaba en él.
Ese tenía que ser el problema.
La frustración lo montó con fuerza
mientras se acercaba a las desmoronadas ruinas del muro. Miró su móvil para
asegurarse de que estaba conectado y así Sungmin pudiera ponerse en contacto
con él, luego se entregó por completo al duro trabajo. Levantar rocas era eso e
incluso más.
Una hora después Sungmin
se había convencido de que Kyuhyun en realidad no quiso decir que lo amara.
Era sólo una manera de hablar. Una expresión que su pueblo usaba o algo así.
Te amaré de todas formas.
Quería tanto que fuera cierto que le
dolía el corazón. Nadie lo había amado desde su madre, y se encontró muriendo
por más, deseándolo como el respirar.
Lo cual era totalmente injusto por su
parte. Allí estaba él queriendo su amor cuando no estaba aún en condiciones de
corresponderle. No es que Kyuhyun no fuera adorable. Demonios, nunca había
conocido a un hombre que cantara a su alma en la forma que él lo hacía. Estaba
seguro de que podía llegar a amarlo.
Si se permitiera creer que todo esto era
real y que Kyuhyun era lo que parecía.
Todavía había una astilla de duda
alojada profundamente en su interior de que tal vez todo lo que había visto y
sentido desde la noche en que Kyuhyun lo había encontrado. Una alucinación
provocada por los monumentales poderes que ejercían los Centinelas.
Y no importaba cuántas veces se dijera a
sí mismo que esto tenía que ser real, que la astilla de duda todavía le hería y
acosaba, volviendo una y otra vez a su mente. Quería que todo esto fuera verdad
tan desesperadamente que estaba seguro de que quedaría devastado. Alguien
levantaría una cortina y mostraría su realidad, y todas sus esperanzas y sueños se disolverían
como un cubo de azúcar lanzado dentro de agua caliente.
En el fondo, Sungmin sentía que era este
último pedacito de duda el que se sujetaba en el fondo, pero no sabía cómo
sacudirla. Era lo único protegiéndolo, y no importa lo seguro que se sentía en
los brazos de Kyuhyun, sabía que también podía ser parte de la ilusión. Su
verdadera seguridad sólo radicaba en aferrarse a esa duda, manteniéndola cerca
de su corazón para que al menos esa parte fuera invulnerable.
Si todo esto era una mentira, y la
cortina se abría, por lo menos Sungmin sabría que había retenido la parte más
importante de sí mismo. Podría ser despojado de su orgullo y estar humillado,
podrían reírse del tonto que cayó bajo su hechizo tan fácilmente, que incluso
podrían matarlo, pero al menos no moriría con el corazón destrozado.
Era un triste consuelo.
Sungmin apartó las mantas, encontró algo
de ropa nueva que no estaba rasgada por la mitad, se duchó y se vistió.
Su primer impulso fue salir a buscar a Leeteuk
para hablar con él, pero estaría ocupado en el muro, o si no lo estaba, estaría
probablemente durmiendo. Ya que Sungmin era inútil cuando se trataba de echar
una mano mágica, lo menos que podía hacer era mantenerse fuera del camino y no
ralentizar a todos los demás.
Sólo había una cosa que Sungmin pudiera
hacer para ayudar: obligar a los Defensores a ver la realidad y ponerlos del
dado de los Centinelas. Había centenares de ellos, tal vez incluso algunos
miles, dispersos por todo el país. Si se aliaran con los Centinelas y ayudaran
a combatir contra los Sasaengs, tal vez ayudaría a igualar el juego.
Claro, no eran más que humanos sin
poderes mágicos, pero estaban fuertemente armados y dedicados por completo a la
humanidad. Incluso si sólo accedieran a proporcionar ojos y oídos, podrían
ayudar a inclinar la balanza a favor de los Centinelas.
Valía la pena intentarlo.
Además, si se las arreglaba para
convencer a los Defensores de que todo lo que esperaba fuera cierto, entonces
eso recorrería un largo camino hasta arrancar esa última astilla de duda.
¿Y si no pudiera convencerlos? Bueno, no
estaba seguro de lo que haría a continuación, pero tenía que intentarlo.
Sungmin no era tan estúpido como para
reunirse con ellos cara a cara, pero una llamada telefónica no le haría daño.
Ya sabían dónde estaba, y puesto que la bomba no había detonado, probablemente
también sabrían que había sido comprometido.
Creía poder obtener una línea exterior,
y llamaría a Hong Gildong, hijo de Jack. Era romper la cadena de mando, pero Gildong
era un hombre mucho más razonable que su padre. Si alguien iba a escuchar su
versión de los hechos, sería él.
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