Hacía once años, toda una vida, la última vez que había
estado en Mouserabbit, había recorrido aquel camino bajo el candente sol,
vestido con unos pantalones cortos, camiseta y sombrero. Había llegado a Mouserabbit
sudoroso y polvoriento.
Entonces no podía imaginarse que volvería a Mouserabbit en
un coche cuyo costo era prohibitivo para él cuando tenía diecisiete años.
En
aquella época, cuando pensaba en el futuro se imaginaba trabajando en una
tienda, casado y con hijos.
Si en un hotel no hubiesen dejado de entregarle cierto
mensaje a Kim Yesung, lo más probable era que el futuro que se imaginaba se
hubiese convertido en realidad.
De pronto, Wook se dio cuenta de que estaba tan absorto en
sus pensamientos que había estado a punto de equivocarse de camino y giró
bruscamente el volante. Tendría que concentrarse.
Más adelante, se veían cinco buzones juntos, lo que les daba
el aspecto de colmenas. Suspendido de la barra superior había un pulcro letrero
que indicaba a los visitantes que se encontraban en Mouserabbit. Al verlo, Wook
sintió un nudo en el estómago. Respiró hondo y pisó el freno.
Unos doscientos metros antes de llegar a la primera de las
casas, el camino se dividía. Wook siguió la vereda que conducía hacia la más
grande de las casas; como estaba entre una plantación de árboles, lo único que
de podía verse era parte del tejado.
Sentía tanto miedo, que se le secó la boca y tuvo la
tentación de dar la vuelta, volver hacia la carretera y regresar a Incheon.
—Pero no vas a hacerlo —se dijo con energía, y paró el
coche.
Un túnel verde conducía hacia una hermosa casa de madera de
dos pisos. Wook sintió de pronto que tenía tanto la espalda como las manos
húmedas de sudor, por lo que tuvo que secarse con un pañuelo antes de bajar del
coche, a la vez que respiraba hondo para intentar relajarse.
Sabía quién lo estaba esperando en el interior de la casa,
pues a pesar de las objeciones del detective, hacía una semana le había escrito
a Kim Yesung para comunicarle su visita.
—Huirá —había pronosticado.
—Kim Yesung no es capaz de huir —había asegurado Wook, al
que tal idea le parecía ridícula.
En ese momento, mientras contemplaba la casa, se preguntó si
no tendría razón el detective y debería haber llegado sin anunciarse.
Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, recorrió la
vereda hasta llegar a la puerta. Después de pasarse la lengua por los labios
resecos, Wook llamó al timbre.
Para asombro suyo, abrió la puerta Kim Yesung en persona. Wook
dejó que sus hermosos ojos se recrearan en el semblante del hombre que durante
los últimos once años lo había obsesionado, desde aquella ultima visita a Mouserabbit.
Era más alto que él, delgado, ágil y de aspecto fuerte.
Estaba bloqueando la puerta y observaba a Wook con la disciplinada y aterradora
concentración de un depredador. Ni siquiera sus ojos, ni la hermosura de su
boca, suavizaban las duras facciones de su rostro.
La familia Kim vivía en aquel lugar desde hacía unos cien
años, eran los amos y señores de la región.
—¿Qué tal, Yesung? —dijo Wook, en un tono de voz distante y
manteniendo sobre sí mismo un rígido control.
—Ryeowook —la voz de Yesung era tan grave que casi parecía
adusta. Era una voz capaz de penetrar con facilidad las defensas de cualquiera.
Sin embargo, en aquel momento Wook no encontraba en la expresión de Yesung ni
un atisbo de sensualidad—. Haz el favor de pasar.
En cuanto cruzó el umbral, Wook comprendió de golpe la
situación. Sólo estaba él en la casa.
En ese momento, la mezcla de miedo y esperanza que había
albergado a lo largo de los últimos cinco meses se evaporó de inmediato,
quedándole tan sólo amargura. Pero, después de todo, él ya sabía que no iba a
ser fácil.
—Vamos a mi despacho —sugirió Yesung mientras daba un paso
hacia atrás para que Wook pudiese precederlo por el pasillo hacia una
habitación que tenía equipada con los últimos adelantos técnicos en
informática, extrañamente combinados con unas estanterías de madera del lugar y
el rico colorido, aunque algo apagado por los años, de una alfombra persa.
En cuanto se encontró en el interior del despacho, Wook se
detuvo y le dirigió una mirada despiadada al hombre que tenía frente a él.
—¿Dónde están? —preguntó con traicionera ansiedad.
—¿Te gustaría tomar algo? —preguntó Yesung mientras se
acercaba a un armario. A pesar de su altura, se movía con movimientos ágiles,
con la gracia y el estilo de un felino.
—No, gracias. ¿Dónde están? —a pesar de sus esfuerzos, a Wook
le temblaba la voz.
—Siéntate.
Wook se sentó en un cómodo sillón; las últimas trazas de
nerviosismo pronto fueron sustituidas por el resentimiento. Aunque Wook pensaba
que Yesung iba a intentar intimidarlo permaneciendo de pie para demostrarle su
fuerza y poder, él también se sentó, y mantuvo la mirada fija en el semblante
de Wook, en un escrutinio que era tan controlado como irónico.
—He visto tu fotografía cientos de veces —comentó, con
cierto sarcasmo—, y aunque pensaba que el efecto se lograba a base de
maquillaje y efectos, estaba equivocado. Tu belleza es exquisita.
—Mi aspecto no tiene importancia —replicó él, haciendo un
gran esfuerzo para no perder la calma.
Yesung estaba interesado en que se
enfadara y estaba a punto de lograrlo. Pero la ira le impediría dominarse y Yesung
podría aprovecharse de su debilidad. De modo que se dio ánimos y lo miró a los
ojos—. ¿Dónde están los niños?
—¿De verdad piensas que podían estar aquí? —Preguntó con
aparente diversión—. Debes creer que peco de exceso de confianza.
—Parece que el confiado fui yo —se puso de pie y se dirigió
hacia la puerta.
—¿A dónde crees que vas?
—¿Y tú qué crees? ¡Me voy! —Wook advirtió aliviado que en su
voz no se reflejaba ningún sentimiento—. No me apetece seguir hablando contigo.
Sólo he venido a ver a los niños.
—Vuelve aquí y siéntate —le ordenó él.
Wook volvió la cabeza.
—¿Por qué?
—Porque tenemos que hablar —al ver que no se movía, Yesung
se apoyó en el respaldo de la silla y le dirigió una dura mirada—. El sentido
común debería indicarte que no estoy dispuesto a permitir que te entrometas en
su vida.
Yesung tenía razón. Tenían que hablar, así que Wook asintió
lentamente con la cabeza y se acercó de nuevo hacia el sillón, en el que tomó
asiento, tratando de adoptar una expresión de fría indiferencia.
—En primer lugar —continuó diciendo Yesung sin ninguna
inflexión en la voz—, ¿por qué de repente, después de todo este tiempo, has
decidido que querías verlos?
—No ha sido una decisión repentina —sus bien escogidas
palabras disimulaban su furia. ¿Pensaría Yesung que se trataba de un mero
capricho?—. Nunca he dejado de preocuparme por su bienestar, pero sólo hace
unos meses que he conseguido averiguar quién los había adoptado —sonrió, pero
su sonrisa estaba completamente desprovista de humor—. Y ahora que lo sé, lo
que quiero es verlos.
—Si logras convencerme de que no los molestarás —repuso Yesung—,
podrás verlos.
Wook le dirigió una mirada burlona.
—¿En serio? Estoy seguro de que perdonarás mi ligera
incredulidad, pero tengo el presentimiento de que serías más que feliz si el
appa biológico de tus hijos no hubiese aparecido. Te has esforzado mucho en
cubrir tus huellas. A pesar de las nuevas leyes, me ha costado cinco años
averiguar quién había adoptado a mis hijos. Eres muy poderoso, Yesung.
—Y no dudaré en hacer uso de ese poder —le aseguró él. A
pesar de la suavidad de su voz, se encerraba tal amenaza en sus palabras que a Wook
se le pusieron los pelos de punta—, para impedir que alguien haga daño a mis
hijos.
—Yo no quiero hacerles ningún daño —a quien hubiese querido
causarle daño era a él—. Lo único que quiero es ver que son felices.
Yesung frunció el ceño.
—¿Y por qué no iban a serlo? —Exigió saber—. Reciben amor y
cuidados.
—Necesito asegurarme —Wook cerró los ojos durante un
segundo—. Son tanto mis hijos como los tuyos. Sabes que no los abandoné, que si
hubiese podido, me habría quedado con ellos.
Yesung no dijo nada, se limitó a inclinarse hacia adelante.
—No es necesario que sea aquí —continuó él con calma—.
Podríamos encontrarnos en algún parque. Solamente quiero hablar con ellos un
momento; sin decirles quién soy.
—¿Y si llegaras a creer que no son felices? —preguntó Yesung
cortante—. ¿Qué harías entonces?
—No lo sé. Pero... yo soy una persona razonable, Yesung. Tú
eres su padre y los has tenido contigo desde que tenían una semana; no voy a
meterme en sus vidas, a menos que llegue a pensar que la situación lo exige
—esbozó una sonrisa llena de dolor—. Pero no creo que ocurra nada de eso. Sólo
quiero verlos.
—Supongo que tu detective privado te habrá dicho que Sunjoon
ha muerto —dijo Yesung con tristeza.
—Sí —contestó en un susurro.
Sabía lo mucho que Yesung había amado a su esposo y suponía
lo mucho que su muerte había significado para la familia. También había sido
muy duro para él.
En aquel joven mayor, primo de su madre, Wook, un joven tan
necesitado de apoyo emocional, había encontrado el amor y la consideración que
nunca había podido obtener por parte de su propia madre.
El esposo de Yesung estaba
muy encariñado con él y lo consideraba una persona valiosa; y como Sunjoon era
amable, encantador y cariñoso, Wook le había respondido con la incuestionable
gratitud de un niño. A los once años de edad, y recién llegado a Mouserabbit,
le habia impresionado mucho la convicción que Sunjoon tenía de que la vida se
podía mejorar y que sólo hacía falta trabajo para lograrlo, por lo que se había
prometido ser lo más parecido posible a Sunjoon al crecer.
—Lo siento —dijo con voz temblorosa, a pesar del esfuerzo
que estaba haciendo para dominarse—. Oh, Yesung, no sabes cuánto lo siento.
Yesung lo miró.
—Te creo —comentó con voz dura.
—¡Yo lo quería mucho! —declaró Wook después de tragar
saliva. De pronto, tuvo que llevarse las manos a los ojos para intentar
disimular las lágrimas que ya era incapaz de contener.
—Toma —dijo Yesung entregándole un pañuelo.
Wook le dio la espalda y se sonó la nariz y volvió a tragar
saliva. No podía mostrarse tan vulnerable.
—¿Cómo se lo tomaron los niños?
—Como era de esperarse —replicó Yesung con impaciencia
apenas contenida—. Les afectó mucho, pero se han repuesto bastante bien. No
obstante, en su corta vida ya ha habido suficientes problemas y no quiero que
nada vuelva a alterarlos.
—Lo único que a mí me importa es su felicidad. ¿Saben que
son hijos adoptivos?
—Por supuesto que sí —contestó Yesung encogiéndose de
hombros—. Sunjoon insistió en que así fuese.
Sunjoon todo lo había hecho bien. Menos conservar la vida.
—¿Llegó a enterarse Sunjoon de que los niños eran hijos míos?
—preguntó Wook con abierta curiosidad. Desde que había leído en el expediente
que le habían enviado que los nombres de sus hijos eran Heecheol y Hakyeon, se
había preguntado si Sunjoon y Yesung habrían descubierto de algún modo que él
era su appa. Wook le había dicho muchas veces a Sunjoon que si alguna vez tenía
hijos, les pondría esos nombres.
No obstante, el sentido común le indicaba que los nombres
sólo se debían a que a Sunjoon también le gustaban.
—No —respondió Yesung sin cambiar su dura expresión—, ni yo
tampoco. Todos los detalles de su nacimiento se mantuvieron ocultos, aunque al
ver sus características físicas y su inteligencia, me alegré de que hubiesen
tenido un padre tan parecido a mí.
—¿Alguna vez te lo has preguntado?
Yesung hizo una mueca.
—No sabía que estabas embarazado. Tu madre no se lo dijo a
nadie.
Wook abrió la boca para decirle que Sunjoon sí estaba
enterado y que hasta había ido a verlo al lugar en el que estaba recluido, pero
él continuó implacable.
—Aunque eso no tiene la menor importancia, Ryeowook; aunque
pudieses probar que tú eres su appa biológico, no tienes derecho a ninguna
reclamación legal.
—Ya lo sé, y lo acepto. ¿Tan difícil te resulta comprender
que lo único que quiero es verlos y saber que son felices?
—No creo que tú seas una buena influencia.
Wook levantó la cabeza con rapidez. Durante un momento se
quedó sin habla, mientras examinaba el semblante de Yesung intentando averiguar
si se trataría de una broma pesada. No lo era. Yesung estaba hablando
completamente en serio.
—¿Por qué lo dices?
—Por la clase de vida que has llevado durante los últimos
diez años —esperó a que Wook respondiera, pero como no dijo nada, continuó con
frialdad—. Ryeowook, mis hijos tienen tan sólo diez años de edad. Durante esos
diez años tú has vivido como has querido, has tenido infinitos amantes y no te
has privado de ningún hijo. Yo sería un mal padre si permitiese que esa
influencia llegara a mis hijos.
Furioso, Wook se puso de pie y se enfrentó a Yesung sin
temor.
—Eres un cerdo, Yesung. No comprendo cómo pudo llegar a
quererte Sunjoon. Escúchame y no lo olvides, pues no volveré a repetirlo. Estoy
decidido a ver a mis hijos. Me quedaré en Cheonan durante el tiempo que sea
necesario esperar a que vuelvan de donde los tienes escondidos, y los veré. Te
he dado la oportunidad de hacer las cosas bien, pero lograré verlos, estés o no
de acuerdo.
Se volvió hacia la puerta, pero antes de que pudiese llegar,
Yesung se interpuso en su camino y lo miró con furioso desdén.
—Déjame pasar —le pidió con los dientes apretados.
—Antes me vas a oír tú a mí —tronó él con una expresión
sobrecogedora—. Escucha, Ryeowook, y aunque sea sólo por una vez, piensa en alguien
más aparte de ti. Esos niños han pasado por una época traumática y no están en
condiciones de sufrir más. Con toda solemnidad te juro que si les haces algún
daño, los confundes o los alteras, te haré sufrir tanto que desearás no haber
nacido.
Wook echó la cabeza hacia atrás y lo miró a los ojos.
—Entonces será mejor que procures estar con ellos cuando los
vea —pidió Wook con engañosa suavidad—,para que puedas vigilar mi
comportamiento. Porque si de algo estoy seguro, es de que los voy a ver.
Yesung soltó un juramento. Wook había aprendido a ignorar
esa clase de comentarios, pero se sobresaltó ante el evidente odio que había en
la voz de Yesung.
—Pequeña zorra —dijo él lentamente—. Creía que ya había
logrado deshacerme de ti... ¿por qué demonios has tenido que volver?
De pronto, un sentimiento que Wook creía muerto para
siempre, empezó a abrirse paso en algún recóndito rincón de su corazón.
—Deberías haberte imaginado que lo haría en cuanto averiguara
dónde estaban los niños.
—No he sabido que tú eras el appa hasta hace tres días, al
recibir tu carta —le dirigió una mirada dura y letal—. A nosotros nos dijeron
que su appa se había ido lejos y que no volvería nunca.
—Quien te haya dicho eso se equivocó. Yo soy como Némesis
—contestó con voz sedosa—. Nunca me rindo. Y ahora, quítate de mi camino.
Cuando Yesung dio un paso atrás, Wook tuvo la impresión de
que le repugnaba.
—Conseguiré que los tribunales te impidan acercarte a ellos
—lo amenazó.
—Y yo utilizaré los medios de comunicación —contraatacó él
con dulzura—. Serían unos titulares muy atractivos, ¿no crees? Yo soy una
persona famosa, ¿sabes?... y los periodistas disfrutarían con un escándalo tan
jugoso.
Yesung se irguió y pareció crecer quince centímetros más. Y
la impecable resistencia que había presentido se convirtió en una dura y
concentrada furia.
—No te atreverías —musitó casi entre dientes.
—¿Quieres apostar? —preguntó Wook pensando que no debía
dejarse intimidar—. Después de todo, no se puede confiar en nadie de mi calidad
moral.
Entonces, Yesung le rodeó el cuello con los brazos y Wook
tuvo miedo, sobre todo al ver la fría determinación de su mirada y comprender
que estaba excitado.
Ya alguna vez Kim Yesung le había demostrado lo que era un
hombre descontrolado.
—Ya te lo he advertido —repuso Yesung con calma, mientras le
acariciaba suavemente el cuello con el dedo—. No me presiones más, Ryeowook,
porque si lo haces nunca podrás superar mi venganza.
El sentido común le indicaba a Wook que no debería albergar
ningún temor; que, aunque no lo pareciera en ese momento, Yesung era una
persona civilizada.
Pero el instinto le indicaba lo contrario.
No obstante, no se dejó intimidar, a pesar de que sintió que
palidecía.
—Puedes dejar de tratar de asustarme, Yesung —dijo,
mirándolo con toda la determinación y la frialdad que pudo—. No tiene ningún
sentido que montes un drama. Si me dejas ver a los niños, seguiré mi viaje, y
no volveré a molestarte.
—No te acerques a ellos —le desafió él, haciéndole levantar
la barbilla hasta un ángulo incómodo y hasta ligeramente doloroso.
El inmediato y total rechazo de Yesung restalló en el
corazón de Wook con la fuerza del más cruel de los látigos. Entonces bajó la
mirada de modo que lo único que veía de su rostro era la línea de su barbilla,
tan firme como su carácter. Pero aquello no era ninguna novedad para él, que
por experiencia propia sabía lo duro que podía llegar a ser Yesung.
—No me detendrás —volvió a asegurarle Wook superando su
miedo—. Sé razonable, Yesung. No podrás mantenerlos siempre encerrados, y esta
vez nadie va a poder echarme de aquí.
—Continúa.
—Eso es todo. Voy a verlos.
—Maldito seas —musitó Yesung—. Has sido mi obsesión durante
años enteros... ¡supongo que sabías que al volver aquí nos pondrías a todos en
una situación intolerable!
Y entonces lo besó.
Abriéndose paso a través de los escombros y las ruinas de
los once años pasados, lo despojó de toda su mundanal experiencia y lo dejó
convertido de nuevo en el inseguro joven adolescente de su primer encuentro. Wook
volvió a sentirse como si tuviera dieciocho años.
Sunjoon le había regalado un reloj y un nuevo guardarropa
más acorde con su nueva condición de persona adulta. Pero a pesar de su
supuesta madurez, Wook se había enamorado perdidamente de
Yesung y había caído
en sus garras con una ciega e indeseable pasión.
Esa misma pasión resucitada, palpitaba en el interior del
joven con una intensidad que ni siquiera trató de resistir. Su boca se abrió al
sentir la proximidad de la de Yesung como una flor lo hace ante el sol. La
sangre le pulsaba a toques de tambor a un ritmo marcado por un deseo que le
hacía estremecerse a pesar del calor que le embargaba.
Yesung volvió a posar su boca sobre la suya y continuó
besándolo seductoramente. Le agarró de la cintura y lo atrajo hacia él para que
pudiera sentir la intensidad de su deseo.
La cordura y la razón de Wook se ahogaron en un mar de
sensaciones que le impedían pensar con claridad.
Pero de pronto, Yesung lo hizo separarse de él y dijo con
voz tan cortante como un cuchillo recién afilado.
—Y ahora lárgate de aquí, pequeña zorra.
Wook, que todavía seguía prisionero de los sentimientos que Yesung
había despertado en él, apenas pudo maldecirse a sí mismo por haber caído en la
trampa más antigua del mundo.
—No vas a deshacerte de mí con tanta facilidad —le aseguró
con voz ronca y sensual—. Te guste o no, Yesung, no podrás apabullarme ni con
tu dinero ni con tu poder. Mi decisión de ver a esos niños es irrevocable, y lo
lograré, a pesar de cualquier vigilancia que puedas ponerles, por estricta que
ésta sea.
A Yesung le temblaban las manos pero, según observó Wook con
fascinada atención no desprovista de miedo, una fracción de segundo le bastó
para recuperar el control.
—Tienes razón —comentó Yesung cuando vio que el joven le
estaba mirando las manos—. Deberías temer lo que podría hacerte con estas
manos. Vete de aquí, Ryeowook, antes de que ocurra algo de lo que podrías
arrepentirte.
—Me hospedo en el motel Sukira, en Cheonan —contestó Wook. Se
volvió y se alejó de él para salir a la luz del sol. .
Sabía el motivo por el que Yesung lo había besado: había
sido un castigo por estar él con vida mientras que Sunjoon estaba muerto. No
había podido vencer al destino, ni gritar su desesperación a la luna, así que
había hecho algo que los hombres hacían desde que el mundo era mundo: utilizar
la superioridad de su fuerza y convertir la furia en sexualidad.
Todavía se estremecía al pensar en lo que había ocurrido,
pero por lo menos lo peor ya había pasado. Había visto a Yesung. En ese
momento, lo único que le quedaba por hacer era encontrar a los niños.
Aquel viaje al pasado había asumido todas las cualidades de
una santa cruzada. Cuando viera a los niños, estaba seguro de que se daría
cuenta de si eran o no felices.
Y si lo eran, se montaría en su coche y se alejaría
inmediatamente de allí.
Aunque pensaba que lo natural sería que con el paso del
tiempo ellos sintieran una comprensible curiosidad por saber quién era su appa
biológico, creía también que el descubrimiento no sería tan traumático si él no
fuese un completa extraño. Por supuesto que nunca podría sustituir a Sunjoon,
pero Wook sólo quería ocupar un pequeño lugar en la vida de sus hijos.
Yesung no tenía ningún derecho a mantenerlo alejado; aparte
de que su comportamiento hacia él había sido despreciable: lo había insultado,
le había gritado y le había besado...
A pesar de que le había prometido a Yesung no meterse en la
vida de sus hijos, consultaría a un abogado para que le ayudara a resolver su
problema.
Cuando llegó al hotel, se preparó una taza de té y, cuando
se sentó para tomarla, acarició con la mano el colgante que llevaba al cuello.
Después, con un súbito y veloz movimiento, buscó en su bolsa hasta encontrar la
única fotografía que tenía de sus hijos; una que había sido tomada por una de
las enfermeras cuando sólo tenían una semana de vida.
Un juvenil Wook aparecía sosteniendo a las dos bebés en
brazos con tanto cuidado que parecía estar asustado mientras miraba hacia la
cámara. Los niños habían nacido con treinta minutos de diferencia y era obvio
que no eran gemelos idénticos.
Al día siguiente de que le hicieran esa fotografía, Wook
había salido del hospital y la pareja que había adoptado a sus hijos había ido
a buscarlos y se los habían llevado.
¿Cómo se habría sentido entonces Wook si hubiese sabido que
se trataba de Sunjoon, a quien él adoraba, y de Yesung?
Pero había sido mejor que no lo supiera, pues entonces era
demasiado joven para saber enfrentarse a la situación.
Aunque en ese momento, transcurridos ya varios años, tampoco
tenía la sensación de estar enfrentándose a la situación de la forma más adecuada.
Al contemplar la fotografía recordó hasta el más mínimo
detalle del momento, incluido el leve aroma a talco, a leche y a inocencia que
tenían sus hijos. Nunca había olvidado, pensó con renovado dolor, cómo eran sus
niños.
Estaba completamente decidido a ver a sus hijos, y Kim Yesung
no iba a ser obstáculo. Yesung tenía dinero y poder, pero él también tenía
dinero, además del poder de su fama, aunque no tenía en realidad ninguna
intención de recurrir a los medios de comunicación, ya que sabía que en ese
caso todos podrían salir heridos, su amenaza podría mantenerlo avergonzado.
Vería a sus hijos.
Negándose a recordar la forma en que Yesung lo había besado,
se terminó la taza de té y después hizo una llamada a Incheon, al detective
para pedir el nombre de un abogado especialista en casos familiares. Después de
colgar el auricular, permaneció melancólico y pensativo, mientras poco a poco
se evaporaba la carga de adrenalina que lo había sostenido hasta entonces.
Más tarde, salió a la calle y acudió a una floristería. La
empleada lo reconoció y, al saber que ya se había retirado, le preguntó si
pensaba quedarse a vivir allí.
Hasta ese momento la idea no se le había pasado por la
cabeza, pero en ese momento pensó que sería magnífico vivir cerca de sus niños.
Pero... ¿sería justo para ellos?
¿Y qué haría Yesung en ese caso? Al pensar en cómo
reaccionaría, a Wook se le puso la carne de gallina, pues sabía que podía ser
un enemigo terrible.
Decidió acercarse al pequeño cementerio que había dado
servicio al pueblo desde hacía más de cien años. Caminó sobre el césped recién
podado y bajo la sombra de los viejos árboles. Era un lugar en el que imperaban
la paz y la tranquilidad
La lápida correspondiente a la sepultura de Sunjoon era
sencilla y austera. Con los ojos llenos de lágrimas, Wook leyó que era el amado
esposo de Yesung y el appa de Heecheol y Hakyeon, fallecido a los treinta y
siete años de edad.
Mientras colocaba sobre la tumba el ramo de flores que
llevaba, Wook pensó que la muerte era muy injusta cuando se llevaba a personas
jóvenes, buenas y felices. Y que la muerte era un final definitivo.
Cuando estaba a punto de irse de allí, pudo ver a través de
sus lágrimas que a su lado se encontraba la imponente figura del hombre que
había hecho a Sunjoon tan feliz. Maldición, pensó, olvidándose de su tristeza.
¿Por qué tenía que estar Yesung allí?
—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó Yesung con dureza.
—He venido a traer flores —respondió, y Yesung cerró los
ojos como si no pudiese haber dicho nada más doloroso—. Yesung, yo también lo
quería.
—Sí, lo sé —dijo Yesung con tristeza, mientras miraba el
ramo de flores que había llevado.
—Fue muy bueno conmigo —susurró Wook. Yesung se volvió hacia
otro lado, pero Wook alcanzó a distinguir el relámpago de desnuda emoción que
surgió en sus ojos. Lleno de compasión por él, le tocó el brazo. Yesung llevaba
la camisa arremangada, por lo que pudo apreciarse el fuerte contraste entre su
pálida piel y la piel bronceada de Yesung. Apartó la mano rápidamente, por
miedo a prolongar aquel contacto.
—Me enseñó modales y a vestirme bien. Y, en cierta forma, a él
le debo mi carrera, pues si no me hubiese llevado a SM aquella Navidad, no
habría conseguido la recomendación para la agencia de modelos y mi vida hubiese
tenido unos horizontes tan estrechos como la de mi madre. Sunjoon me lo dio
todo y lo hizo con delicadeza y cariño, sin hacerme sentir nunca que yo era un
chiquillo insignificante.
—Me pregunto qué habría pensado al saber que querías sustituirlo.
Al oír aquellas palabras, Wook dio un paso hacia atrás,
palideció y miró de soslayo hacia la sepultura.
—No te preocupes, no puede oírnos y nunca sabrá que tú
traicionaste su amor seduciendo a su esposo. Ni tampoco que los niños a quienes
dio tanto amor son tuyos y míos. Ryeowook, Sunjoon ha muerto, y tú y yo nos
hemos quedado para preguntarnos qué habría pasado si él todavía viviese. Porque
tú en cualquier caso habrías vuelto, ¿verdad?
—Sí —respondió Wook con voz temblorosa.
—Y provocarías un daño todavía mayor que cuando aquella
noche te metiste en mi lecho —Wook sacudió la cabeza, pero él continuó
implacable—. ¿Por qué lo hiciste?
—Ya te lo he dicho otras veces. Estaba dormido y no esperaba
que llegases a casa aquella noche.
—¿Y fue la casualidad la que te llevó a acostarte en la cama
en la que Sunjoon y yo dormíamos todas las noches? —Hizo una interminable pausa
y luego dijo—: Me resultaría muy difícil de creer.
Pero era la verdad. Aquella noche, Sunjoon había decidido ir
con su esposo a casa de unos amigos y le había pedido a Wook que se quedase en
casa y que se quedara a dormir en su cama, donde tendría el teléfono y las
píldoras para dormir a mano.
Pero cuando había llamado al hotel para comunicarle a su
esposo el cambio de planes, él no se encontraba allí, así que le había dejado
un mensaje con un empleado, que, al olvidarse entregarlo, había cambiado el
futuro de todos ellos.
Cuando Yesung había llegado a casa, se había metido en la
cama, pensando que el joven que se encontraba a su lado era su esposo. Cuando Wook
se había despertado, se había encontrado en sus brazos. Y entonces ya era
demasiado tarde.
—¡Lo traicionaste! —repitió Yesung.
—¡Pero tú también! —contestó Wook con el corazón destrozado.
—Sí, Ryeowook —le aclaró él con calma—. Y no es necesario que
intentes hacerme sentir culpable, pues desde aquella noche la culpa no me ha
dejado vivir.
—Pero no eras culpable si pensaste que yo era Sunjoon —y era
a Sunjoon al que él había tenido entre sus brazos, Sunjoon era el receptor de
su salvaje ternura, Sunjoon...
—Esa no es ninguna excusa.
Yesung tenía razón. Eso no era ninguna excusa, como tampoco
lo era el que él no hubiera hecho nada para impedirle que continuara. Podía
haber gritado y haberse resistido para que se diera cuenta de que no se trataba
de Sunjoon. Pero aquellas expertas caricias le habían hecho rendirse en
silencio y sin protestar.
—Te voy a permitir ver a los niños —dijo él de pronto.
Wook se emocionó y abrió la boca para decir algo, pero Yesung
se lo impidió.
—Con una condición. Que firmes un documento en el que
asegures que no les vas a decir quién eres y que no harás ninguna reclamación
sobre ellos —hizo una breve pausa—. Sin documento, no hay visita.
—Sí, de acuerdo —respondió comprendiendo su recelo.
—Bien. Te espero en la oficina del notario esta tarde a las
cuatro.
Mi adaptadora favorita sólo voy a decirte que te amo.
ResponderEliminarGracias por este nuevo y maravilloso YeWook
OMG amo todas tus adaptacions son las mejores
ResponderEliminarAl principio dl cap tenía tantas preguntas pero al final n qde con la boca abierta Díos como fue a pasar todo
Realmente m sorprendi
M quede con ganas d más z:'(
Ayos besos
Realmente una se queda con
ResponderEliminarganas de mas y 8 días parecen una eternidad :'( voy a morir imaginando como sigue todo!!
Es tan duro e injusto......no niego que yesung deba tener precaución con la llegada de Wook,y claro,era evidente que tenian que hablar sobre la visita a los niños,porque con una carta no se arreglan las cosas......pero vamos,agredir de esa manera? wook le dijo muchas veces que solo queria ver a los niños,que no les dirian nada,solamente si el veía una mala situación,pero también dijo que no creía que eso pasara....y yesung se atreve a no darle el beneficio de la duda.....si wook hubiera querido hacerles daño o decirles algo,lo hubiera hecho sin avisare que iria.
ResponderEliminarOh dios,as´pasaron las cosas......seguro que sungjoon no sabia que eran hijos de wook y yesung?.....sospechoso,y lo de los nombres....aun más sospechoso....y si todo fue planeado por sungjoon porque ya sabia su destino y estos dos haciendose daño? aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
tonto yesung,hablar bien y decirle esa condición en lugar de amenazas....no hubiera sido mejor o un buen comienzo..????.....eish
Casi he muerto con esto, demasiada tensión para mi corazón, no puedo creer todo lo que ha pasado. Wook y Yesung tuvieron algo de una noche, todo por un malentendido, aunque creo que Wookie sentía algo por Yesung, queda embarazado y termina dando a los pequeños en adopción, quienes son adoptados justo por Yesung y su esposo. Qué lío!!
ResponderEliminarAl menos Yesung ya acepto que los vea, es una buena noticia, aunque creo que las cosas se van a seguir complicando.
Gracias por la actu. Nos leemos en el siguiente cap
Bye ^^