Ride With Me- Capítulo 4

Kangin regresó un poco antes de las doce. Entró en la cocina sonriente.

Leeteuk preguntó:

—¿Qué ha sucedido?

—Lee Onew dijo que sentía de verdad lo de mamá.

—¿Y?

—También dijo que como soy su familiar más cercano, tengo un trabajo fijo y estoy dispuesto a hacerme cargo de él, todo debería ir bien.

—¿Eso fue todo?

—No. Nos hará una visita. Es su modo de proceder habitual. Vienen, echan un vistazo, hablan con nosotros y comprueban que todo es como debería ser. Después Onew hace su recomendación.

—¿Qué Min se puede quedar contigo?

—Sí, así parece.

Aquel día cuando Leeteuk llegó a casa encontró un mensaje de Hee en el contestador automático.

—Me llamó mamá y me dijo que Park Seyoung había muerto. Lo siento. Llámame.

Leeteuk tomó el teléfono y marcó el número de Hee. Hablaron durante una hora y Hee lo entendió como siempre solía hacer.

—¿Quieres que vaya a verte? —le dijo antes de colgar—, para darte apoyo moral.

Siempre había podido contar con Hee cuando algo le iba mal. Pero ahora tenía un marido y muchas cosas que hacer.

—No, estoy bien, pero muchas gracias por ofrecerte.

—Siempre que quieras. Tú lo sabes.

Leeteuk colgó sonriente. Se sentía reconfortado al saber que podía contar con alguien como su hermano cuando necesitaba apoyo.

Al día siguiente Kangin tuvo que ir a trabajar y Leeteuk también. Quedaron en encontrarse en casa a las cuatro, para que pudieran estar juntos cuando llegara Onew a las cuatro y media.

Min se pasó el día en la cafetería con Leeteuk, sintiéndose a sus anchas como siempre.

Kangin llamó sobre el mediodía y preguntó dónde estaba Min.

—Lo he mandado a buscar algo arriba.

—¿Puedes hablar?

—Sí. ¿Dónde estás?

—En mi casa. Me llamó Yunho para decirme que ya tenían los resultados de la autopsia.

Leeteuk sintió un nudo en la garganta al oír mencionar la autopsia. Aquel miedo secreto que lo había estado obsesionando lo asaltó de nuevo. Estaba seguro de que iba a decir que si hubieran llegado antes la habrían podido salvar.

Kangin siguió hablando, pero no de los resultados de la autopsia. Le dijo que estaba a punto de marcharse a la capital porque tenía que hablar con una funeraria de allí. Ya había hablado con el reverendo y el funeral tendría lugar en la iglesia metodista del pueblo, a las dos del sábado.

—De acuerdo —dijo Leeteuk, tratando de que su voz no delatara lo que sentía. Le latía el corazón tan deprisa que estaba casi seguro de que Kangin lo podía oír al otro lado de la línea.

—¿Leeteuk?

—Sí, sí. Estoy aquí.

—Leeteuk —su voz sonaba aún más dulce de lo habitual—, Yunho me dijo que mi madre murió de una hemorragia cerebral. No hubiéramos podido hacer nada. Aunque hubiera sucedido en la sala de emergencias de un hospital prestigioso, las posibilidades de hacer algo por ella habrían sido mínimas.

—¿Mínimas?

—No ha sido culpa tuya. Nadie habría podido hacer nada.

Leeteuk apretó el teléfono con fuerza miró por la ventana. Hacía un día precioso, un típico día californiano.

—¿Estás seguro? —susurró.

—Por completo.

Sintió un gran alivio. Ahora podría pensar en Seyoung y echarla de menos, pero sin aquel sentimiento de culpabilidad que la había estado ahogando.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Kangin.

—Sí, sí.

Le oyó reír por lo bajo.

—Sí, por tu voz se diría que te encuentras mejor.

—Me estaba… sintiendo culpable.

—Lo sé —Leeteuk se preguntó cómo habría podido saberlo—. Leeteuk, eres transparente.

—¿Qué quieres decir exactamente?

—Yo estaba sintiendo lo mismo que tú.

—¿Lo mismo? ¿Quieres decir que tú también te estabas sintiendo culpable?

—Sí.

—Pero, ¿por qué?

—No hacía más que pensar en que debería haber regresado de la acampada antes, y que no me debía haber quedado tanto tiempo en tu casa. Ya sabes, ese tipo de cosas.

Claro que lo sabía. Había pensado lo mismo.

—Sí, claro que lo sé.

—Pero ya te he dicho que nadie podía haber ayudado a mamá. Había llegado su hora. Eso es todo.

Leeteuk asintió con vehemencia, sin darse cuenta de que él no podía verle.

—¿Leeteuk?

—¿Hummm?

—¿Lo comprendes?

Rió, sintiéndose idiota.

—Oh, sí. Lo comprendo.

—Entonces te veré en casa a las cuatro.

Cuando colgó sonreía y se sintió mejor el resto del día.

Cuando Leeteuk y Min regresaron a casa se encontraron a Kangin esperándolos en el porche. Llevaba puestos unos vaqueros casi nuevos y una camiseta que no estaba arrugada y tenía mangas.

—Tienes muy buena pinta, Kim —le dijo Leeteuk.

Onew llegó a la hora concertada y la visita se desarrolló bien. Onew observó la casa y preguntó a Kangin cómo tenía previsto ocuparse de Min, Kangin explicó que tenía bastante dinero como para mantener la casa y que pensaba quedarse a vivir allí.

—¿Y has dicho que Leeteuk se ha ofrecido a ocuparse de Min cuando tú no estés? —preguntó Onew.

—Sí, ése es el plan.

Leeteuk intervino diciendo que desde que Seyoung había empezado a trabajar con él, Min había considerado la cafetería como su segunda casa y no veía por qué no podía seguir siendo así, cuando además a él le encantaba tenerlo a su lado.

A Onew le pareció bien y después él y Kangin se demoraron un poco en el porche.

Leeteuk permaneció en la casa con Min, pensando que todo había ido bien. Pero cuando Kangin volvió a entrar, no tuvo más que mirarlo a los ojos para darse cuenta de que algo no marchaba.

—Creo que todo ha ido a las mil maravillas —dijo Leeteuk, para no preocupar a Min.

—Sí —agarró por el hombro a Min y le dio un apretón—, muy bien.

Más tarde cuando Sungmin ya se había ido a la cama, Kangin hizo una seña a Leeteuk para que salieran al porche.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó, sentado en las escaleras.

—Onew me dijo que Hakyeong piensa litigar por la custodia de Min.

—¡Oh, no!

—Hakyeong ha contratado un abogado y piensa pedir la custodia temporal del niño… hasta que pueda ser permanente.

Leeteuk pensó en lo triste que estaba Min sin su madre. Aquello podría empeorar las cosas.

—Entonces, ¿qué va a suceder?

—Ahora mismo, nada.

—¿Se queda Min contigo?

—Sí, Onew me ha dicho que piensa recomendar que el niño haga en lo posible la vida a la que estaba acostumbrado.

—Bueno, entonces las cosas no están tan mal, después de todo.

—Por el momento. Si Hakyeong continuara el proceso legal, Onew ya no sería la única persona que decidiera sobre el futuro de Min.

—¿Qué quieres decir?

—Que creo que voy a necesitar un abogado.

Leeteuk cerró los ojos y se apoyó en la barandilla de la escalera. Cuando los volvió a abrir vio que Kangin la estaba mirando con tanta tristeza como si Hakyeong ya hubiera conseguido la custodia.

—Bueno —le dijo, volviéndose a poner derecho—, la gente contrata abogados todo el tiempo y eso no quiere decir que gane los casos.

Kangin se encogió de hombros.

—Según Onew si se da el caso de que un juez tenga que decidir a quién da la custodia de la niña, va a tener en cuenta que yo estoy soltero y un estilo de vida un poco particular y decidir que Hakyeong y Kangsoon son una influencia más recomendable para un niño de once años que alguien como yo.

—Estás diciendo que podrían ganar.

—Sí, o conseguir que Min terminara siendo acogido por unos padres adoptivos hasta que se tomara una decisión.

Leeteuk se puso de pie.

—¡Oh, Kangin, eso es horrible!

Kangin se pasó una mano por el cabello.

—Sí, Hakyeong está casada y en casa todo el día. Tenemos que afrontar que aunque tenga un corazón de piedra, sobre el papel reúne todas las características para ser una buena madre adoptiva y eso es lo que le importa a un juez.

Leeteuk lo miró, sintiendo pena por él y Min. De repente la idea estaba allí, en el aire, pero fue Leeteuk el que le dio voz.

—¿Y qué pasaría si tú estuvieras casado con una persona buena y con un trabajo estable?

—Vamos, eso es una locura —le dijo él.

—Respóndeme.

—Espera un poco —le dijo, retrocediendo.

Pero Leeteuk cerró la distancia que Kangin había creado.

Por un momento se hizo el silencio y sólo se oyó el canto de un pájaro.

—¿Qué pasaría si estuvieras casado? Contéstame.

Kangin caminó hasta el otro lado del porche, donde apenas estaba iluminado y se quedó mirando a la oscuridad de la noche.

—Kangin…

—Vale, vale —se volvió hacia él.

—Contéstame. ¿Qué pasaría si estuvieras casado? ¿Sería todo distinto?

Kangin asintió.

—Onew me lo sugirió incluso.

—¿Qué te casaras?

—Sí —rió sin ganas—. Me dijo en confianza que si él fuera yo trataría de encontrar una pareja honesta que se quisiera casar conmigo lo antes posible.

Se volvió a hacer el silencio y lo único que se oyó fue el canto de las cigarras y las aves nocturnas.

Leeteuk pensó que aquello era una locura. No podía casarse con el rebelde Kim Kangin, cuando apenas cuarenta y ocho horas antes casi no le conocía. Además era lo más diferente al hombre de sus sueños que había conocido…

Pero si no se casaba con él, Min podía acabar con Hakyeong y el pobre niño sufriría mucho.

Kangin pareció darse cuenta de la indecisión que reflejaban sus ojos.

—Déjalo. Tal vez no sea una buena idea.

—No —se acercó a él en la oscuridad—, no es una mala idea —le apretó el hombro y le pareció tan duro como el acero. Quería transmitirle su solidaridad con aquel apretón, pero tan pronto como le tocó quiso apartar la mano. Se sintió como un niño que pone la mano sobre el fuego a pesar de que sabe que va a quemarse—. Hagámoslo.

—¿Estás de broma? —le dijo, incrédulo.

—No, te lo digo de verdad. Hagámoslo.

Pareció pasar una eternidad hasta que él susurró:

—¿Cuándo?

De repente Leeteuk se dio cuenta de donde se estaba metiendo y sintió que la mente se le paralizaba. Tuvo que tragar saliva antes de responder.

—Bueno, supongo que…

—¿Cuándo?

—Deberíamos pensar primero en el funeral —dijo.

—El funeral es el sábado.

—Entonces tal vez podríamos ir a la capital el domingo. Min podría venir con nosotros.

—La capital —repitió como si lo estuviera considerando—. Este domingo —movió la cabeza—. No.

—¿Cómo?

—No quiero ir a la capital.

—No lo entiendo. ¿No deberíamos estar haciendo esto lo más rápidamente posible, para así poder demostrar a todos que tenemos una vida estable?

Kangin se acercó a él y le apretó el hombro como había hecho él antes.

—Deberíamos dejar claro que esto es de verdad al cien por cien. Deberíamos hacerlo como si estuviéramos orgullosos de ello.

Levantó la mano para apretarle el otro hombro, pero como la camisa que llevaba no tenía mangas, sus manos le rozaron la piel desnuda. De repente fue incapaz de concentrarse en lo que le estaba diciendo y tuvo que hacer grandes esfuerzos por prestarle atención.

—¿Qué quieres decir?

—Que si vamos a hacerlo tiene que parecer real. Deben asistir a la boda tu madre y tus hermanos.

Leeteuk sintió que el corazón empezaba a latirle a toda prisa. No le hacía ninguna gracia que su madre la viera casarse con Kim Kangin.

Tenía una extraña mirada y Leeteuk se preguntó si se daría cuenta de lo difícil que le resultaba todo aquello. Kangin había empezado a acariciarle el brazo con suavidad, con mucha suavidad.

—Puede ser una ceremonia sin gran boato, tan sólo con la familia y algunos amigos, pero tiene que celebrarse aquí, en el pueblo. Podríamos organizarlo en una semana, si nos lo propusiéramos. Tú irías de traje blanco y yo podría alquilarme uno. Min sería el paje de honor.

—Pero si me habías dicho que nunca te pondrías ropa formal.

—¿Y?

—Un traje es ropa formal.

—Se trata de mi maldita boda. Haré una excepción. Tienes razón cuando dices que debería celebrarse pronto, pero tiene que ser real.

Leeteuk trató de llevarlo a su terreno.

—En la capital sería real.

Dejó de acariciarlo y le apretó de nuevo los hombros, no dejando lugar a la discusión.

—O te casas conmigo delante de toda el pueblo, o no hay boda.

—¿No daría lugar a habladurías el que nos casáramos tan poco tiempo después de la muerte de Seyoung?

—¿De verdad crees que me importa un rábano lo que piense la gente?

Leeteuk se quedó mirándolo.

—Me imagino que no.

—Entonces decide. ¿Me vas a ayudar?

Siguió mirándolo y le pareció más enorme que nunca. Pensó que llenaba el mundo con su fuerza, su calidez, su sorprendente dulzura y aquel carácter rebelde que tenía.

Todo había sucedido tan deprisa. Nada había vuelto a ser igual desde aquel día en que él se sentía tan vacío y trataba de ahogar sus penas en champán cuando él llamó a la puerta.

Sintió que le conocía como nunca había conocido a otra persona y que Kangin también le conocía a él.

Era una locura porque no le conocía y además Kim Kangin no se parecía en nada al tipo de hombre con el que había soñado casarse.

De repente pensó que sus sueños no le habían servido de nada porque tenía treinta y tres años y su príncipe azul aún no había aparecido y si lo hacía tal vez sería como Seunghyun que le utilizaría y le dejaría plantado.

En las últimas cuarenta y ocho horas se había dado cuenta de que le gustaba Kangin y además le respetaba. Era bueno con Min y había hecho mucho por Seyoung.

Creía poder vivir con él porque durante los dos días que había compartido su casa no había notado que tuviera ninguna costumbre extraña o desagradable. Colaboraba en la casa y se ocupaba de sí mismo.

Min necesitaba su ayuda y los tres podían ser una familia. Leeteuk estaba deseando constituir una familia y aunque aquella no era perfecta habría podido ser mucho peor.

—Toma una decisión.

—Yo…

—Leeteuk, di que lo vas a hacer, que te vas a casar conmigo delante de toda la ciudad.

Pero él no podía dejar de pensar en su madre y en los cotilleos a los que darían lugar.

—No lo harás, ¿verdad? —murmuró.

—Yo… Bueno.

—No tienes agallas.

—Yo…

Entonces, de repente, lo apretó contra su musculoso pecho y lo miró con aquellos ojos abrasadores.

—Tienes los ojos profundos —le dijo, con dulzura—. Todo lo que sientes se expresan en ellos y reflejan lo honesto que eres.

—Kangin…

—Shh. No digas nada.

—Pero…

Y entonces, antes de que pudiera decir nada, Leeteuk sintió el calor de sus labios y el cosquilleo de su bigote. No pudo evitar dejar escapar un grito ahogado. Kangin aprovechó entonces para intensificar su beso.

Al principio le apretó el pecho con las manos, como tratando de que no le abrazara, pero enseguida las quitó y entonces Kangin lo abrazó con más fuerza, acariciándole la espalda con suavidad, recorriendo todas sus curvas.

Leeteuk suspiró y de repente se le ocurrió pensar que si pasaba alguien por la calle, sin duda se daría cuenta de lo que estaban haciendo.

Pensó que debía separarse de él, pero no lo hizo. No podía, porque aquello era mucho más que un beso, era un nuevo modo de experimentar el mundo. Los sentimientos que se había negado a sí mismo sentir el otro día a orillas del río eran reales.

No le costaría acostumbrarse a aquello. No, nada en absoluto.

Sus manos ansiaban tocar, conocer aquel cuerpo. Las deslizó por su musculoso pecho y después le enlazó el cuello. Empezó a acariciarle el pelo, la nuca…

Pero de repente Kangin levantó la cabeza y lo miró. El le devolvió la mirada, transido por el deseo.

—Di que te casarás conmigo en la iglesia. Delante de todo el mundo.

Leeteuk se quedó mirando aquellos ojos negros.

—Di que lo harás. Como si fuera una boda de verdad —le susurró—. Por el bien de Min.

Le agarró por los hombros para recuperar el equilibrio.

—Yo…

—Dilo.

Él asintió.

—Sí, lo haré. Dentro de semana y media. En la iglesia. Delante de todos.

Kangin sonreía y sus manos le acariciaban la espalda.

—Hay más.

—¿Qué?

—Le diremos a todo el mundo que es por amor.

—¿Por amor?

Kangin asintió.

—Pero sería mentira. Sería…

Lo silenció, poniéndole un dedo en los labios. Leeteuk sintió que se derretía por dentro, tan solo al sentir su roce. Quería abrir la boca y chuparle el dedo.

Le vio sonreír, como si supiera exactamente lo que quería él y le empezó a pasar el dedo una y otra vez por los labios. Leeteuk sintió que le iban a arder.

—Escucha, si un día tenemos que presentarnos ante el juez por Min, pareceremos más fuertes si todo el mundo cree que nos casamos por amor —deslizó el dedo por su mejilla y le acarició el pelo. Leeteuk se sintió como un gatito, mimado por su dueño— ¿Les dirás que nos casamos por amor? —le volvió a preguntar.

Las palabras parecieron tomar forma por sí mismas.

—Sí, de acuerdo. Diremos que es por amor.