Al día siguiente, después de comer, la
mayoría de los miembros de la familia se reunieron en la sala de estar para
tomar el té. Los recién casados eran los dos únicos que estaban tan absortos el
uno en el otro que apenas se percataron del tenso ambiente que se respiraba en
la habitación. En cuanto a los demás, apuntalaban la conversación como mejor
sabían, esforzándose lo indecible por no sacar a colación la irremediable
situación de Leeteuk y Kangin.
Era obvio que Kangin y su padre no se
hablaban. Todos supusieron que se debía a la intransigencia de Shindong con su
hijo. Nadie preguntó cómo había ido su conversación después de que abandonaran
el comedor la noche anterior, pero resultaba evidente que no se habían puesto
de acuerdo. De hecho, Kangin parecía más enfadado que antes.
Y en ésas, el mayordomo se llegó hasta la
puerta con una visita que no esperó a ser anunciada, que de hecho le apartó de
un empujón para entrar. Era una mujer apenas cuarentona y muy atractiva para su
edad, lo que apuntaba a que en otro tiempo había sido toda una belleza. Y si
bien no era muy alta, y en aquel momento, su expresión y su porte le conferían
un aspecto cuando menos formidable.
—Busco a Kim Kangin.
Kangin se puso en pie y dedicó a la mujer
una leve inclinación de la cabeza.
—Se refiere usted a mí, señora —dijo,
aunque lo reconoció con cierta prevención ante el tono seco que había empleado
la mujer.
—¿Dónde tiene escondido a mi sobrino?
—preguntó imperiosamente, volviéndose hacia él—. Y no me mienta. Sé que lo
tiene usted. Mi marido, ese patán, me ha hecho una confesión completa. Se
enteró de su nombre por el sinvergüenza a quien usted se lo compró cuando fue a
recoger su sucio dinero.
No se oyó ni una palabra tras esta
declaración. Silencio absoluto.
Hasta que intervino Sungmin gozosamente.
—Por favor, tome asiento, mi buena señora.
Estoy seguro de que Kangin no tiene oculto a su sobrino. De hecho, yo no
dudaría de que no se encuentra muy lejos de aquí.
Sora miró suspicazmente a Sungmin.
—¿A usted no lo conozco, jovencito?
—Sí, nos conocimos recientemente en su
hotel. Yo mismo estaba buscando a Leeteuk, y aunque usted me dijo que tenía un
joven sobrino con ese nombre, llegué a la conclusión de que el Leeteuk que yo
buscaba no podía ser ningún pariente suyo. —Y acto seguido, Sungmin sonrió,
encantado de que la tía de Leeteuk se hubiera enterado por fin de la verdad, lo
cual tal vez podría suponer una enorme diferencia—. Al parecer, yo estaba muy
equivocado, ¿verdad?
—En efecto —dijo airadamente Sora.
Kangin intervino finalmente, con la frente
fruncida por el desconcierto.
—Espere un momento. ¿Debo entender que
usted es la tía de Park Leeteuk?
—Lo ha entendido perfectamente —respondió Sora,
fulminándole de nuevo con una hosca mirada.
—Pero yo no tenía noticia de que aún
viviera ninguno de sus parientes.
—Viven muchos de ellos, pero es
absolutamente irrelevante que usted lo supiera o no.
—La mayoría de los presentes conocemos a su
sobrino, señora. Y al igual que Kangin, no estábamos informados de que tuviera
familia de ninguna clase. Quizá sería una ayuda que usted se presentara —dijo Shindong.
—¿Y puedo saber quién es usted? —le
preguntó Sora engoladamente.
—Soy el padre de Kangin, Kim Shindong.
—Ah, bien. Usted podrá garantizar que su
hijo colabora en esta cuestión. Y yo soy Kang Sora. Mi apellido no significará
nada para usted, naturalmente, puesto que me casé con alguien de condición
inferior, y en este momento significa aún menos para mí. Sin embargo, mi abuelo
fue el duque de Dongguk, un título que ha quedado sin pretendiente legítimo y
así seguirá hasta que Leeteuk engendre un hijo varón.
—¡Santo Dios! —exclamó Siwon.
—¡Me dijo que su madre era una institutriz!
—dijo Kangin con incredulidad.
—En absoluto —casi le espetó Sora—. Su
madre, que era mi única hermana, murió a principios de este año en un
desafortunado accidente... después de matar a su marido. ¿Es posible que no
hayan oído hablar de ese incidente? El padre de Leeteuk era Park Joongki, el
cuarto conde de Sungkyunkwang.
Hyukjae se echó a reír.
—Eso explica por qué parecía, se comportaba
y hablaba como un joven señor, ¿no es verdad?
—Pero esto es fantástico. Ahora es
perfectamente apto...
—Perfectamente no, Donnie —lo interrumpió Hyukjae.
Heechul lo secundó.
—Pero está mucho más cerca de ser...
—Ni siquiera está cerca, cariño —lo cortó Siwon.
Ambos jóvenes lanzaron furibundas miradas a
sus respectivos maridos pero guardaron silencio. Naturalmente, tendrían mucho
que decir más tarde, cuando lo pillaran a solas.
Sungmin aprovechó aquel momento para
reflexionar en voz alta.
—Me pregunto por qué Leeteuk no mencionó
que su bisabuelo fue un duque cuando me contó... bueno, casi todo esto.
—¿Estás diciendo que tú sabías que era el
joven hijo de Park? —preguntó Kangin, mirando con hosquedad a su primo—. ¿Y no
te molestaste en contármelo?
Sungmin se removió incómodo en su asiento,
pero procuró explicarse.
—Me obligó a prometérselo, Kangin. No
creerás que me gustaba guardar un secreto tan grande, ¿verdad? Me estaba
volviendo loco, saber la verdad y no poder aportarla a la... ejem, conversación
que mantuvimos anoche.
Sora miró a Sungmin con un poco más de
simpatía. Si Leeteuk había confiado en él, cuando no le había dicho la verdad a
su amante, este chico debía gustarle. Por eso se extendió en sus explicaciones.
—Leeteuk no sabe quién era su bisabuelo, de
modo que no podía haberlo mencionado. Murió mucho antes de que él naciera, y mi
hermana y yo decidimos no abrumarlo con ese conocimiento. La responsabilidad de
engendrar al siguiente heredero de los Dongguk supuso una presión demasiado
grande para mi madre, que sólo concibió hembras, y después en mi hermana y en
mí, cuando nos llegó el turno. Pero ahora depende de Leeteuk, porque yo no he
tenido hijos, y mi hermana sólo tuvo a sus dos hijas antes de morir.
—¿No se le ha ocurrido pensar, lady Sora,
que lo que ha hecho su sobrino ha estropeado sus posibilidades de conseguir un
buen matrimonio? —preguntó Shindong, eligiendo cuidadosamente sus palabras.
—Sin duda alguna —respondió Sora—. Razón por
la cual habría matado al estúpido de mi marido si hubiera tenido a mano una
pistola cuando me confesó lo que había hecho.
—¿Qué tiene él que ver en esto?
—Leeteuk y su hermana menor, Inyoung,
vinieron a vivir con mi marido y conmigo después del funeral, y ese estúpido lo
convenció de que estábamos al borde de la ruina, que los acreedores iban a
quedarse con mi casa irremediablemente y que la única manera de evitar que nos
viéramos en la calle era que Leeteuk se convirtiese en el amante de algún aristócrata,
que pagaría las deudas de Dongyup.
—¿Está diciendo que ése no era el caso?
—Por supuesto que no... aunque mi marido lo
creía sinceramente, y había contraído fuertes deudas sin decírmelo. Pero cuando
me casé con él —en contra de los deseos de mis padres, debo añadir—, mi madre
me asignó una considerable cantidad de dinero, acompañada del consejo de no
decírselo nunca a Dongyup, y hasta el día de hoy, jamás lo he hecho. Y hablando
de eso... —Sacó un abultado fajo de billetes de su bolso de red y se acercó a Kangin—.
Creo que ésta es la suma que usted...
Kangin la cortó en seco.
—No quiero su dinero.
—¡Pero se lo quedará! —Y le arrojó el
dinero sobre el sofá que había a su espalda—. Leeteuk ya no tiene obligación
alguna con usted. Se viene a casa conmigo.
—No.
—¿Cómo ha dicho?
Kangin se aclaró la garganta.
—Quizá he sido un poco brusco —dijo.
—¿Un poco? —dijo Siwon, riendo.
—No te metas en esto, viejo, y deja que el
chico salga del apuro por sus propios medios —sugirió Hyukjae —. Esto empieza a
ponerse interesante.
Sora había mirado sucesivamente a los dos
hombres mientras hablaban. Shindong masculló algo para sus adentros antes de
despejar su incertidumbre, señalando a Hyukjae y Siwon.
—Mis
hermanos menores... que realmente no se toman nada en serio.
—Permíteme discrepar en eso, Shindong —replicó
Hyukjae—. Si quieres una opinión seria...
—No la quiero —le interrumpió Shindong.
—Yo también tengo que discrepar, Shindong...
Santo cielo, ¿significa eso que estoy de acuerdo con Hyukjae? —preguntó Siwon con
una mueca de asco fingido—. Hee, deprisa, tócame la frente. Debo haberme
contagiado la fiebre de Siwan.
Hyukjae soltó un bufido. Shindong empezó a
gruñir. Zhoumi, que hasta entonces había permanecido en silencio, se unió a la
refriega.
—Parece mentira, Siwon. Eso ha sido
gratuito.
—¡Increíble! —exclamó Sungmin, llegados a
este punto—. ¿Estáis peleándoos los cuatro en un momento como éste?
—En absoluto, guapo —respondió Siwon,
dedicándole una de sus picaras sonrisas—. Sólo estamos dándole a este
jovenzuelo un poco de tiempo para salir de la fosa que se está cavando.
—Oh... bueno, en ese caso, continuad.
—Gracias, tío Siwon, pero eso no era
necesario. —Kangin se enfrentó a la mujer—. Lady Sora, no puedo decir que
lamente que no hubiera sido usted informada antes de las dificultades
económicas de su marido, pues en ese caso tal vez nunca habría conocido a su
sobrino. Pero...
—Eso es muy egoísta por su parte, jovencito
—le interrumpió ella rígidamente.
—Así es, pero lo amo, ¿lo sabía? Y quiero
casarme con él.
Sora parpadeó. Aquello no se lo esperaba. Pero
tampoco se esperaba que Kim Kangin fuera un joven tan apuesto. Había ido allí
hecha un basilisco, dispuesta a todo lo que fuera necesario para sacar a Leeteuk
de aquel penoso dilema. No había tenido en consideración la posibilidad de que
su sobrino no quisiera salir de él.
—¿Leeteuk sabe que usted desea casarse con él?
—preguntó a Kangin.
—Sí.
—¿Y qué opina al respecto?
—Se niega a casarse conmigo.
—¿Por qué?
—Por el escándalo.
—Ah, ya. El escándalo que resultaría
imposible evitar. ¿He mencionado que el título que heredará su hijo a través de
él va unido a unas fabulosas tierras y fortuna? Sea cual fuere el escándalo que
persiga al chico, en realidad no tendrá muchas dificultades para encontrar
marido.
—Demasiados escándalos se han asociado ya
con nuestra propia familia —intervino Zhoumi hoscamente— Y por supuesto que no
tenemos necesidad de mayor fortuna.
—¿De modo que así soplan los vientos por
aquí? —preguntó Sora con un mohín de indignación.
—No, aquí no —respondió Kangin con énfasis,
mirando ceñudamente a su tío.
—Mi hijo está en lo cierto. Contará con mi
apoyo si se casa con el joven.
Todos los ojos de la habitación se
volvieron hacia Shindong, la mayoría de ellos desorbitados por la incredulidad.
Y el silencio volvió a imponerse.
Donghae lo rompió primero.
—Caramba, Hyukjae, no sabía que fueras tan
persuasivo.
Hyukjae resopló.
—No me mires a mí, Donnie. Este cambio de
sentimientos no es obra mía.
—¿Hyukjae persuasivo? —añadió Siwon—. Sólo
con los puños, querido niño, y si te fijas bien, no verás ni una marca en la
cara del viejo.
—Esto es absurdo, Shindong —protestó Zhoumi—.
¿Consientes que te influya el hecho de que ahora presenta buenas referencias?
¿No se te ha ocurrido pensar que con eso el escándalo sería aún mayor?
—Probablemente lo será —admitió Shindong—,
pero ya había cambiado de opinión, y no volveré a cambiar ahora sólo porque
haya resultado ser un joven señor. He decidido que le debo mi apoyo a Kangin en
esto, para que no cometa uno de los mismos errores que cometí yo.
—¿Qué error? —preguntó Zhoumi.
—Eso queda entre Kangin y yo. Si el joven le
acepta, contarán con mi bendición.
Kangin no agradeció a su padre su
sorprendente apoyo, pero sí hizo mella en la ira que seguía albergando. Y de
pronto notó otra vez aquel estúpido bulto en la garganta, que casi le
asfixiaba.
Tuvo que aclararse la garganta varias veces
antes de poder decirle a Sora:
—Si tiene la bondad de acompañarme, la
llevaré hasta Leeteuk. Quizá usted consiga hacerle cambiar de idea acerca de
casarse conmigo.
Sora carraspeó intencionadamente.
—Eso será si yo coincido en que debería
hacerlo. Y después de escuchar a su dividida familia, muchacho, no estoy nada
segura de que ése sea el caso.
Leeteuk estaba sentado rígidamente en el
sofá de su habitación. Kangin estaba presente y recorría la habitación de un
lado a otro con expresión inescrutable. Sora también estaba presente, sentada
junto a Leeteuk. Y ésa era la razón de que su rostro estuviera encendido por el rubor. Ahora ambos sabían la
verdad, todo. Y se sentía tan avergonzado
que había estado a punto de salir corriendo de la habitación... varias veces.
—Debiste acudir a mí, Leeteuk —estaba
diciendo Sora—. Tenía dinero más que suficiente para saldar las deudas de Dongyup.
Nada de esto tenía que haber ocurrido.
—En aquel momento no me pareció una opción
válida —replicó Leeteuk—. Ni Dongyup ni yo teníamos la menor idea de que tú
tuvieras dinero propio.
Sora suspiró.
—Lo sé. Y me doy cuenta del sacrificio que
realizaste para protegernos a todos. Por eso se me revuelven las entrañas
cuando pienso en lo sucedido. Te lo juro, de verdad habría matado a Dongyup si
hubiera tenido una pistola a mano.
—No me esperaba que confesase.
—Supongo que le remordía la conciencia.
Sabe que había ido más allá de los límites de la decencia. Y te metió esa idea en la cabeza deliberadamente,
querido. Reconoció eso también. Que estuviera desesperado no es en absoluto una
excusa.
—¿Dónde está ahora?
—No lo sé, ni me importa —dijo forzadamente
Sora—. Lo he echado de mi casa a patadas. Jamás podré perdonarle por esta
atrocidad.
—Aun así, la elección fue mía, tía Sora. Él
no me obligó a venderme...
—¡No le defiendas!
—Entonces déjeme a mí —intervino Kangin—.
Yo me alegro una barbaridad de que hiciera lo que hizo, por las razones que
fueran.
—¡Kangin! —exclamó Leeteuk.
—Me alegro —insistió él—. Lamento la
angustia que has sufrido, pero no lamento haberte conocido, Leeteuk, y de otro
modo no te habría conocido.
Su expresión ya no era inescrutable en lo
más mínimo, era apasionada. Hablaba muy en serio. Y realmente le pareció otra
vez que era... y empezó a ruborizarse de nuevo.
—Egoísta —masculló Sora—. Y fuera de lugar.
Leeteuk se viene conmigo a casa. Dentro de un par de años, cuando todo este lío
se haya olvidado, será presentado en sociedad adecuadamente.
—No —dijo Kangin con firmeza—. Si usted
desea que inicie un cortejo formal, accederé a ello. Pero no accederé a esperar
un par de años...
—Kim —le interrumpió severamente Sora—, no
es usted quien debe tomar esa decisión, y no creo haber mencionado que mi
sobrino podía casarse con usted.
Leeteuk contuvo el aliento al ver que Kangin
fulminaba virtualmente con la mirada a su tía.
—Señora, usted sabe muy bien que debido a mi
relación con Leeteuk, lo he comprometido más allá de toda redención. ¿Por qué diantre no me está
usted insistiendo para que me case con él?
—Porque no insistiré en que se case con
nadie. Es él quien debe hacer la elección de con quién se casa, y cuándo, y aún
no lo he oído decir que quiera casarse con usted.
Leeteuk tuvo que taparse la boca para
disimular su sonrisa. Ver a aquel par de testarudos era... sorprendente, cuando
menos. Y sabía que su tía Sora estaba siendo arbitraria sólo por hacerle pasar
un mal rato a Kangin. Probablemente pensaba que era la pareja ideal para Leeteuk.
Pero se negaba a admitirlo.
Y entonces suspiró, porque Kangin lo estaba
mirando a él, pidiéndole una respuesta, y su respuesta seguía siendo la misma.
—Nada ha cambiado en cuanto a eso, Kangin.
Yo no tengo tanta confianza como mi tía en que este asunto sea olvidado. Muchos
hombres saben que tú estuviste allí aquella noche, te llamaban por tu nombre, y
saben que me convertí en tu amante. Se quedarían boquiabiertos si te casaras
conmigo. Y bajo ninguna circunstancia guardarían silencio al respecto.
—¿Cuántas veces debo repetírtelo, Leeteuk?
Me importa un rábano que nos asocien al escándalo que sea.
—Eso no es verdad y tú lo sabes —replicó él—.
Fuiste extremadamente cauteloso para no provocar ningún escándalo porque tu
padre los aborrece.
—Mi padre apoya ahora nuestro matrimonio
—dijo él rígidamente.
Leeteuk pestañeó.
—¿Ha cambiado de idea porque en realidad
puedo añadir el tratamiento de lord a mi apellido?
—No, por mi madre. Creo que quería casarse
desde hace mucho tiempo, pero dejó que los convencionalismos se impusieran, y
ahora se arrepiente.
—Pero el apoyo de tu padre no va a detener...
Una llamada a la puerta la cortó en seco, y
Cho Sungmin no espero una invitación, sino que asomó la cabeza por la puerta
con una gran sonrisa.
—Min, estamos manteniendo una conversación
privada —le dijo Kangin.
—¿En serio? —fingió sorprenderse—. Oh,
vaya... Bueno, no os entretendré mucho rato. Pero pensé que debíais estar
avisados del escándalo que estallará mañana.
—¿Otro escándalo? —Kangin suspiró—. ¿Qué va
a ser ahora?
—Bueno, sé de buena fuente que mañana
empezará a extenderse por los círculos sociales de Londres el rumor de que el
prometido de Kim Kangin... —Hizo una pausa para mirar significativamente a Leeteuk—.
¿Sabías que estaban comprometidos desde que nacieron? Bueno, en cualquier caso,
este joven señor estaba tan preocupado por si su prometido en realidad no tenía
ganas de casarse con él que decidió forzar la situación, por así decirlo, con
el fin de ver cuáles eran sus verdaderos sentimientos.
—Min, ¿de qué estás hablando? —preguntó Kangin
con incredulidad—. Yo no he estado comprometido en toda mi vida.
—Claro que sí, primo, y déjame terminar.
Este chisme es cada vez mejor.
—Ha perdido el juicio —le aseguró Kangin a
Leeteuk—. Te juro que no tengo ningún prometido...
—Oh, cállate, primo. Ahora sí lo tienes —le
interrumpió Sungmin con una sonrisa—. Bien, como iba diciendo, este joven señor
es un poco travieso y le gusta poner en evidencia a los demás —como a mí mismo, cuando era más joven—, y
decidió que la única manera de determinar los verdaderos sentimientos de lord Kim
hacia él era obligarle a comprarlo, y en una subasta, nada menos. Imagináoslo.
Escandalosamente extravagante, lo sé, pero el pobre joven estaba tan enamorado
de él que no pensaba con claridad. Y resulta que él pagó por sacarlo de aquella
subasta, y una suma exorbitante, debo añadir. Qué romántico, ¿no os parece? Por
supuesto, lo llevó directamente a casa de su tía, y ha adelantado la fecha de
la boda, para asegurarse de que no vuelva a hacer otra locura semejante.
Kangin se había quedado pasmado.
—¡Dios Santo, Min! Verdaderamente lo has
resuelto, ¡y de una forma brillante!
Sungmin le sonrió, satisfecho, aunque con
cierta afectación burlona.
—¿Verdad que sí? Y, por cierto, incluso el
tío Zhoumi coincide en que este escándalo es tan tonto que sólo provocará
algunas risitas entre la gente de buen tono, por lo menos entre los caballeros.
Las damas y jóvenes señores, por su parte, lo considerarán muy romántico, como
yo mismo.
—Eso es más que posible —coincidió Sora—.
Tiene cierto encanto, lo del caballero forzado a rescatar al joven señor de su
propia locura de amor.
—¿Leeteuk? —dijo Kangin—. Este escándalo no
es nada comparado con la verdad, de la cual nadie sabrá nunca nada.
Leeteuk supo lo que le estaba pidiendo. Y
no respondió inmediatamente. Tardó unos instantes en asimilar que la razón que
le había dado para no casarse con él había desaparecido. Y la razón que no le
había dado era su propio obstáculo hacia la felicidad.
Lo soltó abruptamente:
—¿Esperas que me case con un hombre que no
me ha dicho ni una sola vez que me ama?
Kangin se lo quedó mirando con
incredulidad. Sungmin puso los ojos en blanco. Sora rió con disimulo.
—Los hombres son tan tímidos en ese
aspecto... —dijo—. Se lo dirán a todo el resto del mundo, excepto a quien
necesita oírselo decir.
Leeteuk enrojeció
violentamente.
—Supongo que yo también he sido tímido.
—Posiblemente éste sea el momento de
marcharnos —dijo Sungmin a Sora.
—Tienes razón.
Leeteuk seguía mirando fijamente a Kangin,
y ni siquiera oyó cerrarse la puerta cuando salieron su tía y su amigo. Y Kangin
le cogió la mano y tiró de él para que se levantara del sofá. Después le besó
la mano cortésmente.
—Dilo, cariño. Di que me amas.
—Te amo —reconoció Leeteuk—. Mucho,
muchísimo.
Él le sonrió.
—Lo sabía. Y tú sabías que yo te amo. Lo
has sabido desde que te pedí por primera vez que te casaras conmigo. ¿Por qué
otro motivo iba a quererte por esposa?
Leeteuk suspiró y se inclinó hacia él.
—¿Quién sabe qué motiva a un hombre? Yo te
aseguro que no. Necesitaba oírtelo decir, Kangin.
Él lo atrajo hacia sí.
—A partir de ahora, nunca dejarás de oírlo,
tonto.
Kangin entró en la sala de estar de SM junto
a Leeteuk, entrelazando sus dedos con los del joven.
—Tengo otra cosa que comunicaros —dijo
orgullosamente a su familia, que se encontraba reunida en la habitación.
—No es necesario, muchacho —replicó Hyukjae,
sonriéndole—. La expresión de tu rostro lo dice todo.
—Deja que lo diga de todos modos —dijo Siwon
a su hermano—. No ocurre a menudo que un Kim se ponga los grilletes por
voluntad propia.
Kangin sonrió forzadamente.
—Lord Leeteuk ha accedido a casarse
conmigo, gracias a la habilidad de Sungmin para esparcir rumores. Por cierto,
¿dónde está ese descarado? Le debo un abrazo condenadamente fuerte.
—Yo diría que ha salido a divertirse con
ese patán con el que se ha casado —respondió secamente Hyukjae—. El muy tunante
está demasiado satisfecho de sí mismo, en estos momentos.
—Y con todo derecho —intervino Taemin —. Me
alegro tanto por ti, Kangin...
—Sigo diciendo que irse a vivir a América
era la mejor opción —añadió Yunho.
—Muérdete la lengua, yanqui —dijo Hyukjae—.
Da la casualidad de que mi sobrino es civilizado. No le habría gustado vivir
entre unos bárbaros exaltados como vosotros.
Yunho se limitó a reír por lo bajo.
—Te has casado con un americano, como los
que criticas, ¿o no te habías dado cuenta?
—Te hago saber que mi Donnie es una
excepción —insistió Hyukjae.
—Gracias... creo —dijo Donghae con una
mueca.
Pero Siwon protestó.
—¿Sabéis una cosa? Ya no es divertido
aguijonearle, la verdad. Pero al menos el viejo Kyu sigue mordiendo el cebo...
y además de una manera muy predecible, debo añadir.
—¿Verdad que sí? —Hyukjae sonrió—. Pero, en
general, todos los ingleses son mucho más predecibles.
Yunho se limitó a resoplar al oír la pulla
adicional, pero Zhoumi intervino.
—Dejadlo por un rato, vosotros dos. Éste es momento para los buenos
deseos —y a continuación añadió bruscamente, sonriéndole a Leeteuk—: Ha sido un
placer conocerte, querido. Estoy seguro que será una excelente incorporación al
redil de los Kim.
—Sí, lo será —dijo Shindong en voz baja.
Kangin observó a su padre, que estaba
sentado en su lugar habitual junto a la chimenea. La expresión de Shindong era
cautelosa, pero el Kangin no podía reprochárselo. Las últimas palabras que
habían cruzado no habían sido en absoluto agradables.
—¿Puedo hablar un momento contigo, padre?
Shindong asintió y le precedió hasta su
estudio. Kangin llevó a Leeteuk consigo. Y se tropezaron con Nari en el
pasillo, lo que le ahorró tener que ir a buscarla.
—¿Quieres acompañarnos, por favor? —le
pidió Kangin, señalando el estudio, donde Shindong ya había entrado.
Nari asintió, muy
tiesa, y entró antes que él, avanzando para situarse al lado de Shindong. Kangin
se sintió culpable por despertar sus recelos. Era su madre... pero aún no se
había acostumbrado del todo al hecho.
—Reconozco que estaba enfadado —empezó Kangin—.
Pero no hay lugar para eso con la felicidad que siento ahora. —Acercó la mano
de Leeteuk a sus labios, por si hubiera alguna duda acerca de la causa de su
felicidad—. Pero sin esas emociones acaloradas que ofuscaban mis pensamientos,
he comprendido unas cuantas cosas.
Tuvo que hacer una pausa para aclararse la
garganta. Aquel maldito bulto empezaba a subir de nuevo. Y la expresión de Nari
se había suavizado. Le había sonreído a Leeteuk. Ahora le sonreía a Kangin.
—Oh, diablos —dijo él, y atravesó la
habitación para estrechar a Nari entre sus brazos—. Lo siento. No era mi
intención causarte dolor. Estaba tan alterado y me sentía tan... poco valorado.
—Echó la cabeza hacia atrás para verla bien—. Sé que siempre has estado allí
cuando he necesitado una madre. Ojalá hubiera podido llamarte madre. Pero creo
comprender por qué pensaste que no era necesario.
—No es que fuera innecesario, Kangin —lo
contradijo ella delicadamente—. Sólo mejor para ti... pero ahora reconozco que
quizá no obré bien tomando esa decisión. Me privé de mucho por ella. Y ahora,
sabiendo lo que sientes, probablemente siempre lo lamente...
—No —la cortó él—. Ya ha habido demasiadas
lamentaciones. Y al menos ahora lo sé, finalmente. Aun así, lo comprenderé si
prefieres que siga sin llamarte madre.
Ella rompió a llorar y le abrazó con
fuerza.
—¡Oh, Kangin; siempre te he querido tanto!
Tú puedes llamarme como te dé la gana.
Él se echó a reír al oírlo. Shindong también
dejó escapar una risita. Kangin volvió la cabeza para mirar a su padre y vio
algo que jamás había visto antes. Shindong amaba real y sinceramente a Jung
Nari. Pudo verlo en sus ojos mientras la miraba.
—Supongo que no habréis pensado en casaros
también vosotros dos —comentó.
Shindong soltó un atormentado suspiro
largamente contenido.
—Sigue negándose a aceptarme.
Nari refunfuñó por lo bajo mientras se
secaba los ojos.
—No era necesario decírselo —dijo, y añadió
para Kangin—: Debo decirte que tu padre y yo vivimos muy felices tal como
estamos. No hay necesidad de revolver en un avispero por un simple trozo de
papel, no hay ninguna necesidad.
—Tengo intención de insistir en ello —dijo Shindong,
guiñándole un ojo a Kangin.
Kangin sonrió.
—Me imaginaba algo parecido.
—Pero no me hará cambiar de idea —dijo Nari,
y después le sonrió a Shindong— Aunque no me molestarán tus esfuerzos por
intentarlo.
Más tarde, esa
misma noche, cuando Kangin llevó a Leeteuk de vuelta al albergue para que
hiciera el equipaje —se trasladaba a SM hasta el día de la boda—le dijo:
—¿Sabes una cosa? A mi tío Siwon se le ha
ocurrido una buena idea durante la cena. Es verdad que no osaré arriesgarme a
que te enfades conmigo... jamás.
Leeteuk sonrió.
—Tu tío estaba diciendo bobadas. Matar
maridos a tiros no es algo que llevemos en la sangre los de mi familia. Ahora
bien, arrojarlos al fuego es otro cantar.
Kangin se echó a
reír y lo atrajo hacia sí.
—No lo olvidaré, amor mío. Pero no tengo
intención de hacer que te enfades conmigo, nunca. Locamente enamorado de mí es
como te mantendré.
—Mmm, eso suena muy bien —dijo Leeteuk,
besándole en la mejilla, y a continuación en el cuello—. ¿Crees que podrías
hacerme una pequeña demostración?
Kangin profirió un gemido y buscó los
labios del joven para estamparles un tórrido beso.
—Tus deseos son órdenes para mí —dijo con
voz ronca al cabo de unos segundos—. Y esa petición, precisamente, nunca me
cansaré de oírla.
Leeteuk lo miró y el amor resplandeció en
sus ojos.
—Demuéstramelo, Kangin. Demuéstramelo
ahora.
Así lo hizo, con el mayor de los placeres.
Haha volví a leer toda la saga y fe hermoso *^* las ame y me gusto saber que taemin se casó con yunho xD me hubiera gustado que se caerán y tuvieran bebés xD lo ame en serio *$*
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