Siwon Y Hyukjae no
regresaron a la planta principal hasta mucho rato después. La expresión de
ambos aún era sombría, después de lo que habían presenciado en aquella prisión
excavada bajo el sótano.
No esperaban encontrar lo que encontraron, cuatro jóvenes tan aterrorizados y torturados que
jamás se recuperarían por completo.
Sorprendentemente, estaban en mucho mejor
estado de lo que cabría esperar... aparte de las cicatrices que les habían
dejado. Las heridas abiertas habían sido tratadas regularmente antes de que
volvieran a abrirse.
Los habían
alimentado. Sus celdas no eran cálidas, pero tampoco excesivamente frías, lo
que posiblemente había mantenido a raya las infecciones y la proliferación de
gérmenes. El hedor con el que convivían y al que se habían acostumbrado,
procedía de la sangre derramada que sólo había sido baldeada y se había
coagulado bajo las tablas del suelo, y de los cubos de deshechos corporales que
se vaciaban ocasionalmente.
Sólo uno de los jóvenes, un bello rubio,
tenía aún heridas abiertas y era el que estaba más aterrorizado. Los otros
estaban cubiertos de cicatrices de cintura para abajo, pero sus heridas habían
sanado por completo y no tenían tanto miedo, debido a que Shangho había dejado
de visitarlos hacía mucho tiempo. Y lo que el casero hiciera con ellos, bueno,
no era nada que no hubieran experimentado antes.
Podía haber sido muchísimo peor, lesivo
para sus mentes además de para sus cuerpos, si no hubieran estado ya habituados
a la brutalidad de algunos hombres antes de que Shangho los hubiera encontrado...
y acostumbrados a vender sus favores para vivir. Completamente vestidos, nada
visible revelaría la horrible experiencia que habían vivido allí. Pero ellos lo
sabrían, y nunca lo olvidarían.
Y Hyukjae les estaba ofreciendo la ocasión
de vengarse. Siwon había encontrado ropa para ellos en la habitación cerrada
del piso de arriba, sin duda ropa antigua, pero al menos aprovechable. Sin
embargo, habían rehusado vestirse... todavía.
El mayor de ellos se explicó:
—Siempre se desnudaba antes de los
latigazos. Por las salpicaduras de sangre, ya sabe.
Una observación excelente, ya que Hyukjae y
Siwon habían amarrado a Shangho en la misma cama que Leeteuk había ocupado,
antes de despertarle. Allí estaban los látigos. Allí estaba el cuchillo. Y se
marcharon dejando a os jóvenes allí, solos con él.
—Puede que lo maten —señaló Siwon mientras
cerraban la puerta del sótano para que ahogara los gritos que ya empezaban a
sonar abajo.
Hyukjae asintió.
—Si lo hacen, le proporcionaremos un bonito
entierro.
Siwon soltó una risita.
—¿No crees que lo maten?
—Creo que querrán pagarle con la misma
moneda, y eso, mi querido muchacho, es lo que se merece ese tipo. Calculo que
cuando acaben con él irá directo al manicomio. De lo contrario, tendré que
encargarme de él personalmente, para impedir que lo haga Kangin.
—Mmm. Estoy de acuerdo, ese chico es
demasiado joven para ir por ahí matando a la gente. No quiero que digan que
sigue los pasos de sus tíos.
—No le des más vueltas, hermano.
Tras la horrible experiencia con lord Shangho,
Leeteuk casi había olvidado que su tía Sora y su hermana estaban en la ciudad y
confiaban en verla al día siguiente. Les envió un mensaje excusándose y
posponiendo la visita a otro día de la misma semana.
Aquella visita iba a ser toda una prueba
para sus emociones, y en su esfuerzo por mantener la verosimilitud de sus
mentiras, sin duda tendría que idear otras nuevas... y fracasaría en ambos
empeños por mucho que lo intentara. No podía enfrentarse a eso, después de la terrible experiencia que acababa de
vivir.
Además, Kangin se
había negado a separarse de su lado, y a él le resultaría muy duro tenerle
pegado a sus talones al ir a ver a sus parientes, cuya existencia aún
desconocía.
De hecho, necesitó toda una semana e
incontables afirmaciones de que se encontraba bien para que Kangin bajara la
guardia y volviera a sus ocupaciones habituales. Pero ni siquiera entonces dejó
de mimarlo y tratarlo casi como si fuera un inválido, hasta que accedió a
hablar del incidente, imaginando que Kangin tenía la sensación de que si no
podía hablar abiertamente de ello, nunca se sobrepondría por completo.
Algo de razón podía haber en eso, porque
al principio no le resultó fácil contarle todo lo que le había sucedido aquel
día, pero poco a poco se hizo más sencillo y al final se sintió mucho mejor. Kangin
también tenía otras cosas que contarle, cosas de las que él no estaba enterado.
No sabía que el casero se había roto el
cuello, no había visto su cadáver tendido en el sótano, porque Kangin le había
mantenido la cabeza vuelta en la otra dirección cuando habían pasado junto a
él. El otro hombre que había sido aporreado y atado en el establo junto a Seungin
era el cochero de Leeteuk y se recuperaría.
Había intentado
ayudarlo, y por ello Kangin había añadido una inmensa bonificación a sus
honorarios. El hombre probablemente sería leal a él durante el resto de su
vida.
En cuanto a los desafortunados jóvenes, los
tíos de Kangin les habían asignado una cantidad de dinero suficiente para que
no tuvieran que volver a su oficio anterior, incluso para que no tuvieran que
volver a trabajar si así lo deseaban. Los hermanos Kim no tenían obligación de
hacerlo. Había sido todo un detalle de su parte.
Y lord Shangho, bien, Leeteuk no se
sorprendió en lo más mínimo al enterarse de que estaba completamente loco, ya
que no le faltaba casi nada para llegar a eso. Pero lo que le había empujado
más allá de la línea divisoria entre la cordura y la locura sí lo sorprendió.
—Le han internado en el manicomio de
Bedlam, de donde ya no saldrá, pues ha perdido el juicio por completo —le contó
Kangin varios días después—. Verás, mi tío Hyukjae lo dejó a solas con aquellos
jóvenes, y bueno, le dieron a probar su propia medicina... y un poco más.
Leeteuk no comentó que si él hubiera sido
uno de esos jóvenes, lo habría convertido además en un eunuco y Kangin no
comentó que a uno de ellos ya se le había ocurrido la idea.
Finalmente llegó
el día en que no pudo seguir posponiendo la visita a su tía y su hermana. Y
resultó tan perturbadora y agotadora emocionalmente como había sospechado. La
parte más dura, que no se esperaba en absoluto, fue mantener a Kangin al margen
de la conversación. Sorprendentemente, su nombre acudía a sus labios con toda
naturalidad, y en cada ocasión tenía que morderse la lengua.
Superó la visita sin cometer errores. Sin
embargo, regresó a casa bastante alterado
y su ánimo no mejoró en todo el día. Por desgracia, ésa fue la noche que eligió
Kangin para pedirle que se casara con él.
Estaban cenando. Leeteuk acababa de tomar
un sorbo de vino tinto. Fue una suerte que el mantel fuera de color azul
marino. Así no se vería tanto la mancha.
—Lo siento. —Kangin sonrió mansamente—.
No era mi intención sobresaltarte de ese
modo.
¿Sobresaltarlo? Conmocionarlo, era más
exacto.
—No deberías bromear con esas cosas —lo
riñó lanzándole una mirada sombría.
—No bromeo.
—¿Cómo puedes hablar en serio?
—¿Por qué no?
—No seas obcecado, Kangin. Tú sabes por
qué. Soy tu amante. Un noble como tú no se casa con su amante. Sencillamente,
es imposible.
—Se hará si yo quiero que se haga.
Era una afirmación tan absurdamente
obstinada, que los ojos de Leeteuk casi saltaron de sus órbitas. Pero estaba
demasiado alterado por la petición para encontrarle la gracia.
Naturalmente, le encantaría casarse con
él. No se le ocurría nada que deseara más. Pero sabía tan bien como Kangin que
eso era imposible. Y que él había planteado el tema para hacerlo rabiar.
¿Cómo se atrevía a
tentarlo? No importaba que fuera la pareja ideal para él, o al menos lo habría sido antes de venderse en una
casa de mala reputación, en una habitación llena de aristócratas londinenses.
Venderse lo había vuelto definitivamente no apto para el matrimonio, aunque
fuera él quien lo había comprado.
—No me casaré contigo, Kangin —dijo con voz
tensa—. Y no te agradezco que me lo hayas pedido.
—¿No quieres casarte conmigo?
—Yo no he dicho eso, he dicho que no me
casaré contigo. No os mezclaré a ti y a tu familia en otro escándalo más.
—Leeteuk, deja que yo me preocupe por mi
fam...
—Mi
respuesta es no, Kangin, y no cambiará. Y te agradecería que no te quedaras esta
noche. Me gustaría estar solo.
Kangin se quedó mirándolo con incredulidad.
Lo había rechazado. Y estaba furioso. Reconoció las señales. Se contenía, pero
Leeteuk estaba furioso con él... porque lo había pedido en matrimonio, por
todos los demonios. Y encima había pensado que a le complacería la idea... por
lo menos había pensado que le respondería que sí.
Kangin suspiró. Ni siquiera se había
acostumbrado a la idea él mismo, sólo había llegado a la conclusión de que
deseaba casarse con Leeteuk, y eso después de una larga semana debatiéndose
entre sentimientos muy extraños.
El factor
desencadenante había sido que una vez muerto Boom y Leeteuk enterado de ello,
no había nada que lo retuviera junto a él salvo la propia honradez del joven.
Ya no tenía que
temer que Boom lo obligara a cumplir el trato que habíais sellado. Y a esas
alturas debía conocer a Kangin lo bastante bien para saber que nunca ejecutaría
aquel documento de venta. Podía marcharse en cualquier momento, como cualquier
otro amante. Que Kangin hubiera pagado un montón de dinero por él ya no tenía
importancia.
Y eso había
provocado pánico en Kangin. Cuando comprendió que sentía terror, intentó
determinar por qué. Y la respuesta le había llegado con harta prontitud. Se
había enamorado de su amante.
Era algo condenadamente estúpido. Incluso
él sabía eso. Pero lo había hecho igualmente. Y sabía que no tenía que casarse
con él. Podían seguir perfectamente como estaban hasta ahora... siempre que Leeteuk
deseara seguir con él. Pero a Kangin no le gustaba el “siempre que”. Quería
continuidad. Quería que Leeteuk se instalase en su casa. Quería que criara a
sus hijos. No deseaba seguir ocultándolo.
Pero Leeteuk lo había rechazado. Y había
insistido en que su respuesta no cambiaría.
Por Dios que cambiaría... aunque quizá no
esa noche.
Kangin no volvió hasta tres días más tarde.
Una decisión prudente, como se demostró. Leeteuk había tardado todo ese tiempo
en tranquilizarse. El joven había acabado decidiendo que la petición de
matrimonio de Kangin era posiblemente consecuencia del incidente con Shangho,
debido a la extraordinaria preocupación del muchacho por él durante ese tiempo.
También era probable que la propuesta obedeciera a un impulso. Y al disponer de
más tiempo para pensar en ello, comprendió que había sido una idea absurda.
No volvió a
mencionar la propuesta cuando se presentó al cabo de tres días, por lo que Leeteuk
decidió olvidar el asunto también. Por añadidura, cuando se le hubo pasado el
enfado, lo tomó realmente como una buena señal, o por lo menos una señal de que
Kangin le estaba cogiendo más cariño del que había advertido. Cuando un hombre
no expresaba abiertamente sus sentimientos, era agradable encontrar pistas de
ellos, y una proposición de matrimonio era una pista bastante clara.
Fingieron, por así decirlo, que en realidad
no habían discutido. Y hacer el amor con él aquella noche fue una experiencia
más apasionada que de costumbre, en realidad fue explosiva, y tan prolongada
que ambos durmieron hasta bien entrada la mañana.
Leeteuk despertó
antes. Se vistió rápidamente y bajó a ver lo que Sunhwa había preparado para
desayunar, con la idea de subirle una bandeja a Kangin.
No tenía mayordomo porque no consideraba
que necesitara ese sirviente en su pequeña casa, sobre todo porque no recibía
visitas. Y su lacayo solía encargarse de esos menesteres. Pero cuando él no
estaba en casa, quien estuviera en la planta baja y más cerca de la puerta se
encargaba de abrirla si alguien llamaba.
Esa mañana le tocó a Leeteuk, pues alguien
llamaba a la puerta justo cuando llegó a la planta baja. Y la sorpresa que se
llevó al abrir fue muy desagradable, a aquella hora de la mañana.
—¿A que soy buen investigador? —dijo Cho
Sungmin, dedicándole una sonrisa deslumbrante.
Leeteuk se quedó completamente en blanco,
incapaz de pensar una respuesta. Las situaciones como aquélla no tenían que
producirse. ¿No le había prometido Kangin que no tendría que volver a tratar
con su familia?
Y Sungmin entró resueltamente, como si no
dudara ni por un instante que sería bienvenido. Y no lo dudaba. Después de
todo, se habían hecho amigos a primera
vista... al menos por lo que respectaba a Sungmin.
Leeteuk gimió para sus adentros.
—¿Cómo me has encontrado? —fue lo único que
se le ocurrió decir finalmente.
—Bueno, primero fui a casa de Changmin.
Pero no esta mañana, sino la semana pasada.
—¿Por qué?
—Para ver si aún seguías en la ciudad, ya
que yo sí. A Kyuhyun le han surgido unos negocios que nos han obligado a
quedarnos más tiempo del previsto. En cualquier caso, fui a casa del bueno de Changmin
y él no estaba, pero su mayordomo me dijo que allí no se alojaba ningún joven
primo suyo, ni que él haya tenido ningún primo recientemente. Le dejé el
mensaje de que viniera a verme, pero no lo hizo. Y no soy famoso por mi
paciencia, precisamente. De modo que empecé a preguntar en los hoteles de los
alrededores, y no me importa confesarte que me puse en ridículo, presentándome
en un hotel donde se había registrado una dama Park. No creí que fuera algún familiar tuyo, ya
que hasta donde me habías dicho estabas solo, era una dama con su sobrina. Y
resultó que incluso tenía además un joven sobrino llamado Leeteuk.
—Imagínatelo —exclamó Leeteuk entre risas.
—Es exactamente lo que hice. Pero ni
siquiera habían oído hablar de Changmin, por lo que su Leeteuk no podías ser
tú. Y cuando agoté los hoteles, pregunté en las mejores agencias de alquiler de
propiedades, y no tenían constancia de haber mantenido tratos contigo o con Changmin.
Pero entonces, y no sé por qué se me ocurrió, salvo que Kangin se ha ocupado de
algunos asuntos de negocios para Changmin con frecuencia en el pasado, mencioné
su nombre y, con toda certeza, había alquilado recientemente esta casa. Por eso
estoy aquí.
Sí, allí estaba, y Leeteuk no sabía qué
diablos hacer. Mal podía ofrecer una taza de té a Sungmin, cuando Kangin podía
bajar del dormitorio en cualquier momento. Lo había dejado durmiendo, pero
tendía a despertarse muy deprisa en cuanto él se iba, como si pudiera percibir
su ausencia incluso dormido.
Y que se condenara si una puerta no se
abría en la planta alta en ese momento. Un instante después se oyó la voz de Kangin,
llamándolo.
—¿Dónde te has metido, cariño? Al menos
podías haberme despertado. ¿Leeteuk?
Debió suponer que él estaba en la parte de
atrás de la casa y no podía oírle, porque la puerta volvió a cerrarse. Leeteuk estaba
a punto de caerse muerto allí mismo.
Naturalmente, Sungmin había alzado la
cabeza al oír la voz, y no tuvo dificultades para reconocerla.
—¿Qué está haciendo él aquí, y en las
habitaciones?
Leeteuk se había ruborizado violentamente,
y cuando Sungmin clavó la vista en él y lo vio, exclamó: “Ah”, y empezó a
sonrojarse también. Pero de pronto debió formarse la imagen mental completa, al
menos la imagen resultante de sus propias conclusiones, y añadió indignado:
—¡Vaya, menudo desvergonzado! ¿Cómo se
atreve a aprovecharse de ti de esta manera?
Leeteuk volvió a gemir, esta vez
audiblemente.
—Sé lo que estás pensando... Quiero decir
que espero las circunstancias no son... Por favor, Sungmin, vete antes de que
baje. Te lo explicaré más tarde.
—¿Más tarde?, ¿cuándo? Esto no es algo que
pueda simplemente pasar por alto, ¿sabes?
Leeteuk no sabía por qué no, pero
comprendió que no se libraría de dar explicaciones.
—Iré a tu casa esta tarde.
—¿Me lo prometes?
—Sí.
—Muy bien —cedió Sungmin, aunque seguía un
tanto irritado—. Pero espero que tengas una buena explicación; de lo contrario
me veré obligado a informar de esto a mi tío Shindong. Kangin sabe que no
debería ir por ahí seduciendo jóvenes inocentes de buena familia. Incluso
nuestros irreverentes tíos tienen un límite.
Un dilema —otro dilema— que Leeteuk no
tenía ningún deseo de afrontar. Mentiras truculentas. En cuanto empezaban, iban
en aumento, una conducía a la siguiente... Leeteuk estaba tan enredado en ellas
que apenas podía recordarlas todas. ¿Y qué iba a hacer con este dilema en
particular? Le había prometido a Sungmin una explicación.
Pero ¿qué explicación le daría? ¿Toda la
verdad? ¿O la verdad que conocía Kangin, que sólo era otra sarta de mentiras? Y
estaba tan asqueado de mentiras.
Llego a la casa de Park Lane hacia las tres
de la tarde. Lo esperaban y lo condujeron directamente a un saloncito del
primer piso. Una doncella le sirvió té. Sungmin apareció detrás de ella.
—Quiero disculparme por haber sido tan
grosero contigo —dijo Sungmin de buenas a primeras, en cuanto la doncella se
hubo marchado—. Me quedé tan sorprendido... bueno, estoy seguro de que lo
entiendes. Y seguro que hay una explicación perfectamente razonable. Vaya, ni
siquiera me habría sorprendido que Kangin te hubiese pedido que te casaras con
él. Eso le daría un cariz absolutamente distinto a las cosas, ¿sí o no? Quiero
decir que Kyuhyun y yo... Pero bueno, aquí estoy, hablando por los codos y sin
darte ocasión de decir nada. Por cierto, aquí nadie nos molestará... ni
escuchará nuestra conversación.
Leeteuk sonrió al oír esto último. Sin
duda, tenía que preocuparse por si alguien lo escuchaba... es decir, si se
desahogaba contándolo todo. Y eso era lo que deseaba hacer, por lo menos con
aquel Kim en particular. Pero no estaba dispuesto a hacerlo sin ciertas
garantías.
Sungmin se sentó frente a Leeteuk, ahora
guardando silencio, y sirvió té para ambos. También esperaba pacientemente a
que Leeteuk empezara. Éste seguía buscando las palabras adecuadas. Pero no
había ninguna... al menos ninguna que facilitara aquel mal trago.
—En realidad —empezó finalmente Leeteuk—, Kangin
me ha pedido que me case con él.
El rostro de Sungmin se iluminó de alegría.
—Lo
sabía.
—Pero no lo haré, y así se lo dije.
Sungmin parpadeó.
—¿Por qué no?
—Por la manera como me consiguió. Verás, lo
que te han contado de mí, todo era mentira. Pero él no sabía entonces qué más
podía decirte. No sabía que tú y yo ya nos conocíamos.
—¿Qué era mentira?
—No soy primo de Changmin —confesó Leeteuk —.
Soy el amante de Kangin.
Sungmin puso los ojos en blanco.
—De eso ya me había dado cuenta —dijo
secamente.
—No, lo que quiero decir es que ya era su
amante cuando te conocí a ti. Me compró en una subasta, en una casa de mala
nota frecuentada por muchos aristócratas conocidos suyos. Por eso no me casaré
con él. El escándalo de semejante matrimonio sería horrendo.
Sungmin tardó un rato en asimilarlo, pero
finalmente dijo:
—El escándalo no es nada nuevo para mi
familia. Pero ¿qué diablos hacías tú en un lugar como ése? Y si pretendes que
me crea que no eres un joven señor, que aquél era tu ambiente, te cogeré por
los pelos y te echaré de mi casa.
Leeteuk abrió los ojos desmesuradamente,
pero después estalló en carcajadas. Le sentó verdaderamente bien, no era en
absoluto lo que había esperado encontrarse.
Aún seguía sonriendo cuando contestó:
—No, no pretendía decirte eso. En realidad,
me gustaría decirte la verdad, pero no puedo... es decir, a menos que me
prometas que no saldrá de aquí. Ni siquiera tu marido puede saberlo, Min. Y
sobre todo, Kangin. Si se enterase, insistiría en casarse conmigo, y me importa
demasiado para acarrearle ese tipo de escándalo.
—Pero tú y Kangin sois... lo que quiero
decir es que, bueno, ¿cómo es que no lo sabe al menos él?
—Porque no se lo he contado, ni lo haré. No
sabe nada cierto de mí, sólo algunas mentiras que le he contado. Cuando tomé la
decisión de hacer lo que hice, tuve que inventarme unos nuevos orígenes, con el
fin de proteger a mi verdadera familia del escándalo que se produciría si
alguna vez se descubría quién soy en realidad. Kangin cree que mi madre era
institutriz, que me beneficié de los
excelentes tutores que tenían sus pupilos y que por eso hablo con refinamiento.
—¡Si será crédulo, el muy patán! —exclamó Sungmin,
furioso—. ¿Y de verdad se creyó eso?
—¿Por qué no iba a creerme, teniendo en
cuenta dónde me encontró? —dijo Leeteuk en
defensa de Kangin.
—Mmm, supongo que tienes razón
—concedió Sungmin—. Pero entonces, ¿cuál
es la verdad?
—¿Me lo prometes?
—¿Ni siquiera puedo contárselo a mi marido?
—trató de engatusarlo Sungmin—. Podría obligarle a jurar...
—Ni siquiera a él.
Sungmin suspiró.
—Sí, lo prometo.
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