La tensa expresión
de Shindong se relajó. Incluso parecía un poco avergonzado también él.
—Empiezo a comprender —dijo con voz
ronca—.Lamento que no haya solución en este asunto. Tengo la sensación de que
habrías sido un excelente esposo para Kangin, si a él le fuera posible casarse
contigo.
—Gracias. Pero me esforzaré por hacerle
feliz... sin matrimonio.
Shindong suspiró.
—Jamás le habría deseado mi propia
situación a mi hijo... pero me alegro de que te tenga a ti.
Aquél era el mejor cumplido que podía haber
recibido de él. No se quedó a azorarles a ambos con nuevas expresiones de sus
sentimientos. En realidad se marchó a toda prisa, probablemente porque no
quería tropezarse con Kangin. Pero Leeteuk supuso que Kangin ya lo sabía, que
debía haber visto a su padre en el vestíbulo, cuando volvieron a llamar a la
puerta, a los pocos minutos de la partida de Shindong.
Pero tampoco esta vez era Kangin, ni Shindong
había decidido que tenía más cosas que decirle. Esta vez era la madre de Kangin.
Pero Leeteuk no lo supo al principio, hasta que tuvo ocasión de advertir hasta
qué punto eran idénticos algunos de sus gestos y expresiones, como la misma sonrisa, y lo preocupada que estaba la mujer.
—Lamento molestarlo a altas horas, joven
Park —empezó la mujer.
—¿Nos conocemos?
—No. —La mujer sonrió—. Soy Jung Nari, ama
de llaves de SM. Acabo de descubrir que usted... Y Kangin acaba de descubrir
que su padre y yo... Y, bueno, necesito hablar con él.
Leeteuk volvía a ruborizarse. Era evidente
que el maldito anuncio de Kangin ya había circulado también entre la
servidumbre, pero...
—¿Usted y su padre? —La respuesta se le
ocurrió a Leeteuk antes de acabar de formular la pregunta—. ¡Oh! Discúlpeme. No
tiene que darme explicaciones. Pero Kangin no está aquí.
—¿No? Lo vi salir de SM. Pensé que vendría
directamente a verlo a usted.
—Y supuso que me encontraría en las
proximidades.
—Pues sí, eso hice.
Leeteuk sacudió la
cabeza con incredulidad. ¿Todos los hombres viajaban con sus amantes? ¿O sólo
era práctica habitual entre los Kim?
—Bueno, si no está en SM, no tengo ni idea
de dónde está.
—Entonces habrá salido para estar solo
—dijo Nari, retorciéndose las manos—. Me lo temía. Es lo que siempre hacía de
niño cuando estaba trastornado. Salía solo para lamentarse.
—¿Por que cree que estaba trastornado?
—preguntó Leeteuk—. Últimamente se moría de curiosidad por descubrir quién era
usted, es decir, por saber con quién su padre... En fin, supongo que se sentirá
aliviado al saberlo.
—No debió enterarse nunca, joven Park. No
debería haberlo averiguado. Pero como ya lo sabe, bueno, no quiero ahora que
piense mal de mí.
Leeteuk frunció el ceño, sin comprender muy
bien la preocupación de la mujer.
—Sería un poco hipócrita por parte de Kangin,
¿no cree?
—No necesariamente —replicó Nari—. Hay
otros factores... pero eso no es importante. Esperaré y hablaré con él otro
día. —Y después también ella se marchó.
Cuando volvieron a llamar a la puerta, Leeteuk
ya no esperaba que fuera Kangin. Pero era él, y tenía un brazo escondido detrás
de la espalda. Lo llevó al frente para ofrecerle varias rosas exquisitas.
Leeteuk sonrió, complacido.
—Increíble, ¿dónde las has encontrado, en
esta época del año?
—He asaltado el invernadero de mi padre.
—Oh, Kangin, no has debido hacerlo.
El sonrió, rodeándolo con sus brazos para
abrazarlo estrechamente.
—No las echará de menos, con los centenares
de variedades que tiene. Pero yo sí que te he echado de menos hoy.
Leeteuk se envaró, recordando sus
anteriores visitas.
—Me sorprende que hayas tenido tiempo,
sabiendo que has tenido un día lleno de actividades.
Kangin lo miró con expresión cautelosa.
—¿Cómo puedes saber cómo ha sido mi día?
—Tu padre ha estado aquí.
Lo soltó para pasarse los dedos entre los
cabellos.
—Maldición. Te ha molestado, ¿verdad?
—No, ¿por qué iba a molestarme que le hayas
contado lo nuestro a toda tu familia? Y en cuanto a tu padre, sólo necesitaba
algunas garantías de que yo no me casaría contigo.
—Maldición —repitió Kangin, exasperado.
Y antes de que lo hubiera digerido por
completo, Leeteuk añadió:
—Tu madre también ha estado aquí.
—¡Mi madre!
—Sí, estaba preocupada por si tú estabas
enfadado por lo que has descubierto esta noche.
—¿Descubierto? Oh, ¿hablas de Nari? Pero
ella no es... mi... ¡No! No puede ser. ¡Él me dijo que mi madre había muerto!
Leeteuk palideció al oírlo.
—Oh, Kangin, lo siento tanto... Había
supuesto que sabías quién era tu madre, pero que no sabías que ella era la
amante de tu padre. Pero, por favor, sólo ha sido una conjetura mía.... y
evidentemente, errónea. Ella no dijo que fuera tu madre.
—No, jamás lo diría. Al parecer, yo no
debía enterarme. Pero ahora lo veo con toda claridad. Ella es mi madre, no hay
duda. Y malditos sean los dos por habérmelo ocultado.
Kangin estaba absolutamente furioso. Su madre
estaba viva... y no sólo eso: había estado viviendo todos aquellos años allí
mismo, en SM. Y no les había parecido conveniente decírselo a él. Dejaron que
creyera que Nari no era más que una sirvienta. Dejaron que creyera que su madre
había muerto.
Eso
no podía perdonarse. Shindong podía haberle dicho cualquier otra cosa, que se
había fugado con otro hombre, que estaba demasiado avergonzada para revelar su
identidad, que no quería saber nada del hijo que había alumbrado. Cualquier
cosa habría sido más fácil de digerir que el hecho de que su madre había estado
allí desde el principio y nunca se lo habían dicho.
Fue a buscar a su padre. Imaginaba que
primero debía concederse un poco de tiempo para serenarse. Leeteuk se lo había
sugerido, había tratado de impedir que volviera a SM esa noche.
Pero estaba demasiado furioso para atender
a razones. Y cuanto más pensaba en ello, mayor era su enfado. No se
tranquilizaría, al menos hasta que tuviera algunas respuestas.
No encontró a su padre en sus habitaciones,
ni en ningún otro lugar del bloque principal de la casa.
O no estaba
allí... o bien estaba con Nari. Kangin sospechaba esto último y bajó al
pabellón de la servidumbre para averiguarlo. No necesitaba preguntar cuál era
la habitación de Nari. Había estado en ella muchas veces, de niño, cuando cayó
en el hábito de ir a contarle sus penas a la mujer. Y ahora que lo pensaba,
hacerlo le había parecido lo más natural del mundo.
Y estaba en lo cierto. Pudo oír sus voces
en el interior de la habitación antes de llamar a la puerta. Después, el
silencio, lo cual fue aún más revelador.
Nari abrió la puerta, y su sorpresa fue
evidente.
—¡Kangin! ¿Te ha dicho Leeteuk que yo
quería hablar contigo?
Kangin entró en la habitación. No había ni
rastro de Shindong, y no parecía haber ningún sitio donde esconder a un hombre
de su corpulencia. Pero él había oído la voz de su padre. No se lo había
imaginado.
Clavó la vista en Nari.
—No, ¿tenía que habérmelo dicho?
—Bueno, no —dijo la mujer, advirtiendo
finalmente por la tensión a duras penas contenida de la expresión de Kangin que
algo iba decididamente mal—. Pero entonces, ¿qué haces aquí a estas horas?
Kangin no le respondió. En su lugar, le
gritó al resto de la habitación:
—No tienes que seguir escondiéndote, padre.
Sé que estás aquí.
Nari contuvo el aliento. Pasaron unos
largos segundos mientras Shindong decidía si salir a la luz o no. Y entonces se
abrió una sección de la pared, que a Kangin le recordó la puerta oculta de la
mansión de los horrores de Shangho.
—Qué cómodo —se burló Kangin—. ¿Debo
suponer que conduce directamente a tu dormitorio? —preguntó a su padre, y
recibió un breve cabeceo de asentimiento como respuesta—. Bueno, eso explica
cómo has conseguido mantener todo este asunto en secreto durante tanto tiempo.
—¿Estás enfadado porque he ido a hablar con
el chico? —preguntó Shindong.
—No.
Habría preferido que no lo molestaras, pero no me sorprendió que tuvieras
necesidad de hacerlo.
—¿Entonces estás enfadado porque yo fui a verte a ti? —preguntó Nari.
—En absoluto.
—Kangin, es condenadamente obvio que estás
enfadado —observó Shindong.
—Oh, sí, eso sí —dijo Kangin con voz fría,
tensamente controlada—. A decir verdad, no recuerdo haber estado nunca tan
enfadado. Pero no ocurre todos los días que la madre que te dijeron que había
muerto...¡no ha muerto!
Shindong suspiró, y sonó como una triste
derrota. Nari palideció.
—¿Cómo te has enterado? —preguntó ella en un
susurro.
—Leeteuk se percató de nuestro parecido
cuando hablaste con él esta noche, y yo no le había dicho que creía que mi
madre había muerto. Supongo que alguien de fuera, que no nos conozca de
antemano, puede ver similitudes que los que nos conocen desde hace muchos años
no verían. —Y entonces miró a su padre con ojos llameantes—.
¿Por qué no me lo habías dicho?
Fue Nari quien respondió.
—Yo se lo prohibí.
—No te engañes, Nari... ¿O debería llamarte
madre? Nadie prohíbe a Kim Shindong hacer lo que considere que tiene derecho a
hacer.
—Kangin, piensas en generalidades, cuando
había muchos factores implicados. Tu padre quería contarte la verdad, créeme.
Incluso hace poco, cuando Shinyoung le amenazó con revelártelo a menos que le concediera
el divorcio, él quiso decírtelo.
—¿Shinyoung lo sabía?
—Parece que sí, aunque el Señor sabe cómo o
cuándo lo averiguó. Pero yo lo convencí de que ahora era demasiado tarde para
cambiar la historia.
—¿Fue por eso que le concediste el
divorcio? —preguntó Kangin a su padre—. ¿Porque Shinyoung te estaba
chantajeando? Y yo que pensaba que eras muy generoso dejando en libertad a la
vieja.
Shindong dio un respingo ante el tono
burlón de Kangin. Por otra parte, Nari perdió los estribos.
—¿Cómo te atreves a hablarle así a tu
padre? —preguntó en tono imperioso—. No tienes ni idea del infierno por el que
le obligué a pasar hasta obligarle a mantener mi identidad en secreto por ti.
No tienes ni la menor idea del infierno por el que pasé yo hasta decidir que
eso sería lo mejor... para ti.
—¿Lo mejor? —dijo Kangin con incredulidad—.
Me negasteis una madre. ¿Cómo diablos puedes creer que eso era lo mejor para
mí, maldita sea?
—¿Y crees que yo deseaba renunciar a ser tu
madre? Lo eras todo para mí. Te amé desde el momento en que supe que habías
sido concebido.
—¿Por qué, entonces?
—Kangin, eso ocurrió hace veinticinco años.
Yo era joven e inculta. Hablaba como un deshollinador londinense. Entonces no
se me había ocurrido que podía educarme. Era tan ignorante que ni siquiera
sabía que eso fuera posible. Y desde el día en que tu padre decidió nombrarte
su heredero oficial, me horrorizaba pensar que el futuro marqués de Suju se
avergonzaría si supiera, si todo el mundo supiera, que su madre era una simple
doncella que ni siquiera sabía leer y escribir. Mi hijo iba a ser un lord, un
miembro de la aristocracia. No quería que se avergonzara de mí, y tú seguro que
lo habrías hecho.
—¿De modo que también te arrogaste la facultad
de predecir mis sentimientos? —dijo Kangin, meneando la cabeza, y después lanzó
una mirada acusadora a su padre—. ¿Y tú dejaste que te dominara con
suposiciones como ésa?
Nari habló sin darle tiempo a Shindong.
—Puedo ser muy convincente, y era reacia a
que tú lo supieras. Pero, sobre todo, tu padre cedió a mi insistencia porque me
ama. Y tú ya tenías que vivir con tu ilegitimidad, Kangin. Yo sabía que no iba
a ser fácil para ti, y no lo fue. Pero al menos todo el mundo asumió que eras
de sangre azul por ambos lados. Habría sido mucho peor si se hubiera sabido
quién era tu verdadera madre.
—Aun así, podíais habérmelo dicho. Podíais
haberlo mantenido en secreto ante el resto del mundo si lo considerabais
necesario, pero podíais habérmelo dicho a mí. Tenía derecho a saberlo. Y el
hecho es, Nari, que no siento absolutamente ninguna vergüenza al saber que eres
mi madre. Tu suposición era sólo eso, una suposición. Lo que sí siento, sin
embargo, es rabia porque nunca has sido mi madre, porque has tratado conmigo
todos estos años sabiendo que era tu hijo pero sin proporcionarme a mí el mismo
conocimiento. Permitiste que creyera que no eras nadie para mí. ¡Me dejaste
creer que mi madre había muerto!
No pudo continuar. Se ahogó demasiado con
sus emociones, sobre todo cuando vio lágrimas asomando a los ojos de la mujer.
Salió de la habitación antes de sucumbir al llanto también él.
Shindong acogió a Nari en sus brazos al
oírla sollozar.
—¡Oh, Dios! ¿Qué he hecho? —gimió la mujer,
y al punto rompió a llorar.
Shindong se hacía la misma pregunta, pero
lo único que pudo responderle fue:
—Todos cometemos
errores cuando somos jóvenes, Nari. Éste fue uno de los nuestros. Concédele
tiempo para que se acostumbre a la verdad. En cuanto reflexione, cuando
reflexione de verdad, comprenderá que siempre has sido una madre para él, que
siempre estuviste allí para compartir todos sus dolores y penas mientras él
crecía, que contribuíste a convertirle en el hombre de bien que es hoy.
—Ojalá hubiera estado yo presente para
oírlo —dijo Heechul a su marido, al tiempo que le tendía a Siwan —: Toma, es tu
turno de pasearlo.
—Hola, corazón —dijo Siwon a su hijo mientras
le daba un sonoro beso en la mejilla—. Hoy no estamos muy finos, ¿verdad? —A
continuación se volvió hacia su esposo—. Alégrate de no haber estado presente.
Fue condenadamente embarazoso.
—¿Embarazoso? ¿Entre la familia? —exclamó Heechul
con sorna.
Siwon enarcó una ceja, intrigado.
—¿Qué podías haber aportado tú?
Ya le
había relatado la discusión completa, pero Heechul seguía resistiéndose a creer
que Park Leeteuk no fuera el joven señor que aparentaba ser.
—Le habría dicho a tu hermano lo anticuada
que estaba su prohibición.
Siwon sonrió forzadamente.
—Detesto mencionar esto. Hee, pero Shindong
es anticuado.
—Entonces no lo menciones —le
contestó—.Pero ¿qué es más importante aquí, el amor o la opinión pública?
—¿Es una pregunta capciosa?
—No tiene gracia. Siwon —le reconvino su esposo—.
El amor es más importante, y tú lo sabes. ¿O me estás diciendo que no te
habrías casado conmigo si yo no tuviera unos cuantos condes y terratenientes en
mi árbol genealógico?
—¿Tengo que responder a eso?
—Empezaré a sacudirte a base de bien,
amorcito, si no te pones serio —dijo Heechul, empleando su acento escocés.
Él se rió.
—No mientras tengo a Siwan, no puedes...
eh, espera —añadió al verlo avanzar hacia él. Luego dijo a regañadientes—: Oh,
muy bien, sí, me habría casado contigo de todos modos, pero, afortunadamente,
no tuve que preocuparme por tu idoneidad. Y además, te olvidas que compró a esa
chico en una subasta de una casa de prostitución. Eso, querido, va un poco más
allá de la simple opinión pública.
—Sólo lo saben unas cuantas personas
—señaló Heechul objetivamente.
—Estás de guasa —replicó él—. ¿Un bocado
tan jugoso como ése? La noticia probablemente habrá corrido de boca en boca.
A varias
habitaciones de distancia. Hyukjae y su esposo hablaban del mismo tema, tendidos
en la cama y con las piernas entrelazadas. Como mínimo Donghae intentaba hablar
de eso. Hyukjae tenía otras cosas en la cabeza en aquel momento, y sus manos
inquietas dejaban pocas dudas respecto a qué.
—No sé qué importancia puede tener que sea
de clase baja. Tú te casaste conmigo, ¿no? —le recordó Donghae—. Y te aseguro
que no tengo ningún título estúpido unido a mi apellido... es decir, no lo
tenía hasta que me casé contigo.
—Tú eres americano,
Donnie. Ser de otro país supone una diferencia condenadamente grande, y él no lo
es. Habla como un joven duque, delatando su nacionalidad con cada palabra que
sale de su boca. Además, no soy yo quien tiene que engendrar a la próxima
generación de marqueses, o las dos siguientes. Esa responsabilidad, querido mío,
recae sobre los hombros de Kangin. Para mí no había ninguna necesidad ni
siquiera de casarme, cosa que, como sabes, no pensaba hacer... hasta que te
metiste en mi cama.
—Yo no hice nada semejante —replicó Donghae
rápidamente—. Tal como yo lo recuerdo, tú me arrastraste hasta tu cama.
Hyukjae soltó una risita y acercó la boca
al oído de su esposo.
—¿Eso hice? —susurró—. Qué listo fui, si yo
también lo digo.
—Mmm, sí... ¡No, estáte quieto! Estoy
intentando hablar en serio.
Hyukjae
suspiró.
—Sí, ya me he dado cuenta. Es una lástima.
—Pues bien, quiero que hagas algo respecto
a este asunto —insistió Donghae.
—Excelente idea, Donnie —dijo, y lo estrechó
entre sus brazos para besarlo apasionadamente.
—No ese asunto —consiguió balbucear por fin
el joven, y enseguida se corrigió—Al menos, no todavía. Estoy hablando de la
actitud de Shindong. No te haría ningún daño hablar con él, hacerle ver que no
está siendo nada razonable.
—¿Yo? ¿Darle consejos a uno de los
ancianos? —Y se echó a reír a carcajadas.
—No tiene gracia.
—Sí la tiene. Los ancianos están demasiado
apegados a sus costumbres. No aceptan consejos, los dan. Y Shindong sabe que en
esta situación tiene ese derecho. Para el caso, igual que el joven. No va a
casarse con Kangin, Donnie, de modo que toda esta discusión es gratuita.
—¿Y si su negativa se debe a que conoce los
sentimientos del padre al respecto?
—Entonces es lo bastante listo para saber
que su matrimonio no sería feliz si va en contra de los deseos de Shindong. En
cualquier caso, no tienen solución. Así que no le des más vueltas. No hay nada
que podamos hacer por esos dos, como no fuera proporcionarle una nueva
identidad al jovencito, y ni siquiera eso es posible. La subasta fue demasiado
notoria. Maldición, si hubiera sido de otro modo, quizá podría idearse algún
apaño, pero no es el caso.
Donghae masculló algo para su coleto. Hyukjae
sonrió.
—No puedes solucionar los problemas de todo
el mundo, mi querido niño. Algunos son sencillamente insolucionables.
—¿Por qué no tratas de hacérmelo olvidar?
—sugirió Donghae.
—Eso sí puedo hacerlo —dijo él, y procedió
a besarlo de nuevo apasionadamente.
En el pabellón más
próximo, en el bloque siguiente, Cho Kyuhyun estaba hablando con su esposo.
—Tú sabes más de este asunto de lo que
aparentas, ¿me equivoco?
—Un poco —reconoció Sungmin.
—Y no vas a darme ninguna pista de qué
sabes, ¿verdad?
El negó con la cabeza.
—No puedo. Tuve que prometer que no diría
nada.
—Confío en que sepas que esto es muy
ofensivo, Min —se quejó él.
El asintió, en completo acuerdo.
—Es peor que eso, es trágico. No deberían
prohibirles que se casen. Se aman. Y me voy a volver loco si no se puede hacer
nada al respecto.
Kyuhyun lo rodeó con sus brazos.
—No es problema tuyo, amor mío.
—Kangin es para mí más un hermano que un
primo. Nos criamos juntos, Kyuhyun.
—Lo sé, pero de verdad que tú no puedes
hacer nada para ayudarle.
—Bueno, no creo que eso me impida
intentarlo, ¿tú silo crees?
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