En la tranquilidad de su despacho, Sang
contemplaba los fotogramas de la película por tercera vez. La cámara,
obviamente manejada por un hombre cautivado desesperadamente por el exquisito
rostro de Jian, lo seguía en todos sus movimientos durante un concierto
infantil.
Ante la cámara era natural y muy fotogénico,
y los medios de Bakhar habían sucumbido ante ese primer ataque de fiebre por una
celebridad. Cuando sus hermanos habían llevado a Jian de compras, el tráfico se
había detenido porque el interés hacia él había sido tan grande que los
conductores habían salido de sus coches para tratar de verlo en carne y hueso.
Alarmado por el tamaño de las
aglomeraciones que se habían formado esa mañana, Sang no había perdido el
tiempo y había triplicado el equipo de seguridad. También había puesto al mando
a un hombre de más experiencia. Jian era increíblemente popular.
Pasó de nuevo la película y absorbió las
prolongadas sonrisas de su radiante esposo, su relajada calidez con los niños,
y el interés que mostraba en cada persona que se dirigía a él. Su inteligencia
y carisma generaban muchos comentarios de admiración.
Así que, ¿por qué se decía que la cámara
nunca mentía? ¿Era ése el mismo joven que un día lo había engañado, le había
sacado dinero mientras se acostaba con otros? ¿Era el hecho de que aún no se
hubiera acostado con él una prueba de que todavía existía esa persona sin
escrúpulos? ¿Era sencillamente un actor fantástico? ¿Le estaba dando a la gente
lo que quería del mismo modo que hacía el papel de inocente en su propio beneficio?
Después de todo, Sang estaba deseando reconocer que su inocencia era lo que
había deseado la primera vez que la había conocido.
Con una sonrisa en el rostro, Sang congeló
la imagen de Jian en la pantalla. El joven de la película era una versión más adulta
del chico que recordaba y que tan profundamente lo había perturbado.
Jian estaba consiguiendo mantener el lado
oscuro realmente bien oculto a la vista de él y a la de todo Bakhar. Poca gente
era del todo mala o del todo buena, se dijo impaciente. ¿No era posible que él
hubiera descubierto lo errada de su conducta y hubiera cambiado? ¿Cómo podía él
mismo dudar un solo momento de que Jian era culpable? ¿No era eso lo que
realmente le preocupaba?
Con un movimiento súbito, Sang fue derecho
a la caja fuerte y la abrió. Tuvo que buscar en el fondo para encontrar la fina
carpeta de seguridad que buscaba.
El informe, elaborado por un detective
privado británico, estaba escrito en coreano. Sang recordó la batalla que había
sido entenderlo la primera vez que lo había leído y la conmoción que había
provocado en él.
Recordó que había llegado hasta él
directamente desde una fuente impecable. Sintió que necesitaba volverlo a leer,
pero creyó que sería descortés con Jian siquiera abrirlo dos días antes de la
boda.
Sintió que su tensión se aflojaba. En dos
días Jian sería suyo al cien por cien. Ya no tendrían fundamento sus quejas
sobre leyes y costumbres medievales. Ya no habría ninguna duda de que su unión
era legal y sincera. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su sensual boca.
Sonó el teléfono y le informaron de que la
familia de Jian estaba a punto de llegar. Sang miró el informe y lo metió en su
maletín. Decidido a otorgar a su appa y sus hermanos toda la cortesía y
sintiendo curiosidad por volverlos a ver, Sang salió de su despacho para estar
al lado de Jian.
Realmente no había sido invitado a
hacerlo, pero estaba dispuesto a olvidar ese pequeño desaire.
Jian rodeó con sus brazos a Woozi y a Renjun
y, si hubiera tenido un tercero, habría abrazado también a Chenle. Kun sacudía
la cabeza y miraba sorprendido el esplendor y el tamaño del palacio.
—Demasiado para el trabajo de contable del
que hablabas —bromeó Woozi—. Aquí estás, cubierto de ropa de diseño, viviendo
entre el lujo y apunto de casarte con el amor de tu vida. Evidentemente se
miraron dos veces y se lanzaron al agua de nuevo. Lo único que hace que no sea
perfecto del todo es que Appá no esté aquí.
Jian suspiró de acuerdo con él.
—Lo sé. Está eufórico por que me case con
Sang, pero realmente triste de no poder estar con nosotros.
—Appá está mucho más feliz y menos
nervioso —le dijo en confianza su joven hermano—. Kun cree que haberse perdido
tu boda puede haber sido el empujón que le haga recurrir a la ayuda profesional
que necesita.
Habían hablado por teléfono con cierta
frecuencia desde que Jian se había marchado, así que sabía que Zhoumi estaba
mucho mejor de salud y más tranquilo desde que había dejado de preocuparse por
las deudas. La preocupación había sido la causa del empeoramiento de su appa.
El final de las amenazadoras visitas de Calvin también había ayudado.
—¡Sang! —gritó de pronto Renjun y se lanzó
a través de la sala para detenerse con una duda repentina a unos centímetros
del hombre que un día había idolatrado.
Riendo por la ruidosa y entusiasta
bienvenida, Sang se acercó al pequeño jovencito y se inclinó para hablar con él.
—Es como un cuento de hadas —dijo Woozi
poniendo los ojos en blanco—. Tan guapo. Siempre amable y encantador. ¿Por qué
demonios rompieron hace años? ¿Una discusión estúpida?
—Algo así.
—Hay algo que deberías saber. ¿Te acuerdas
de los periodistas que los esperaban en el aeropuerto? —murmuró Woozi dubitativo—.
Fue culpa de Chenle y se siente fatal.
—¿Cómo demonios va a ser culpa de Chenle?
—preguntó Jian.
—Papá… Calvin —Woozi sonrió—. Chenle llama
por teléfono a Calvin algunas veces y le contó algo sobre Sang y tú. No es raro
pensar que Calvin le pasó la noticia a alguien, a lo mejor por algo de dinero.
Jian se sintió aliviado por descubrir
quién había sido el responsable, pero preocupado porque su hermano pequeño
mantuviera contacto con su padre. Respiró hondo y contó a Woozi que Calvin le
había estado quitando dinero a su appa. Woozi regañó a Jian por no habérselo
contado antes y prometió advertir a Chenle.
La atención de Jian volvía a Sang. Había
sabido muy poco de él el último mes. Todas las noches había caído en la cama
exhausto, después de las lecciones de historia y protocolo, y había permanecido
despierto en vano intentando averiguar si Sang volvía a casa.
De forma lenta pero segura, su fría
separación había empezado a enfurecerlo. Un miembro del equipo de Sang le había
llevado un sobre precintado en el que estaban todos los documentos de
cancelación de la deuda y de inscripción de la casa a nombre de su familia. Le
había mandado una educada nota de agradecimiento.
Pero no había conseguido la respuesta
deseada, porque Sang no había ido a verlo. Le había dicho que lo dejara en paz
y Sang, que nunca había hecho lo que le decía, lo estaba dejando en paz.
Al principio se había dicho que aquello
demostraba que no había ninguna realidad en la afirmación de él de que su
matrimonio no tenía por qué ser una charada.
Pero pronto había sido consciente de que
su exigencia de habitaciones separadas había sido una forma de garantizar que
su relación siguiera siendo un fraude. Por mucho que le doliera reconocerlo,
quería mucho más de él.
La jornada laboral de Sang empezaba
pronto. En cuanto Sang salía del edificio, corría por el pasillo y
atravesaba un patio hasta la habitación de él para comprobar si su cama había
estado ocupada la noche antes. Sabía que tenía una gran reputación de playboy,
así que había desarrollado la costumbre de comprobar continuamente que no hacía
nada sospechoso. Estaba tan al tanto de la agenda de Sang como el más
experimentado de los miembros de su equipo.
Trabajaba muy duro. Había salido dos veces
al extranjero por asuntos de trabajo y él no había dormido nada preocupado de
que lo que estuviera haciendo era reponerse de esas semanas de abstinencia
sexual.
Le enviaba flores y, si se habían visto
poco, le llamaba por teléfono. Si estaba callado o enfurruñado, él llevaba el
peso de la conversación. Sus modales eran insultantemente correctos, su reserva
impenetrable. A veces, le habría gustado lanzar alaridos por el teléfono para
ver si así conseguía provocar alguna reacción en él, pero si hubiera hecho algo
así, se habría sentido terriblemente infantil.
En ese momento lo observaba hablando con
sus hermanos y recibiendo una cálida respuesta por parte de todos ellos. Era
bueno con la gente, conseguía rápidamente que se encontraran a sus anchas.
Incluso Kun sonreía y Chenle, con frecuencia un adolescente silencioso,
charlaba distendido.
—¿Dónde está tu appa? —preguntó a Jian en
un aparte unos minutos después—. ¿El viaje lo ha dejado muy cansado? ¿Ha subido
arriba a acostarse?
Jian se puso de inmediato a la defensiva.
—No está aquí. No ha podido venir.
—¿Por qué no?
—No te lo voy a decir y arriesgarme a que
me digas que te cuento historias lacrimógenas.
—Jian —dijo Sang mirándolo con unos ojos
oscuros como la medianoche.
Jian se ruborizó y se le secó la boca.
Cuando lo miró, sintió como si mil mariposas volaran en su estómago.
—De acuerdo. Mi appa sufre agorafobia.
Hace más de cuatro años que no sale de casa. Nunca. No puede.
—¿Agorafobia? —repitió consternado—.
Deberías habérmelo dicho.
—¿Por qué? Estabas en proceso de
desahuciarlo. No te interesaban los aspectos humanos de la historia. Ahora es
demasiado tarde para hablar como el señor Compasión —lo acusó.
—He sido duro contigo, pero nunca he sido
injusto —respondió finalmente Sang—. Alguien debería haberme dado una versión
real de los hechos.
—No te habría interesado.
—Tenía buenas razones para desconfiar.
Pero tu familia ahora es mi familia. Haré todo lo que esté en mi mano para
asegurarme de que tu appa recibe el mejor tratamiento posible —miró a Jian a
los ojos—. Pasado mañana es nuestra boda.
Jian dejó escapar un suspiro teatral.
—¡Cómo si pudiera olvidarlo!
Sang soltó una sincera carcajada. El día
nunca acababa de llegar.
—Lo único que puedo decir es… que estás
increíble —dijo Woozi soñador.
Jian dio un giro sobre sí mismo delante
del espejo de cuerpo entero. Su traje de boda, tenía la sencilla elegancia que
confieren el tejido y el estilo. Sus dos jóvenes hermanos parecían felices con
sus trajes a juego del color del cobre que se habían hecho a medida en Seúl. El
hermano de Sang, Jeup, actuaba como padrino de honor en la primera ceremonia a
la que luego seguiría la ceremonia bakharí una hora más tarde.
Le llevaron un teléfono a Jian. Era su appa.
Su felicidad era patente a pesar de los
miles de kilómetros que lo separaban de su hijo. Zhoumi le explicó que Sang
había hecho que le pusieran en casa una conexión de vídeo que le permitiría
seguir la boda en directo.
Jian sintió que le hacía un nudo en la
garganta. Su consideración para con su familia volvía a sorprenderlo. Cuando se
había enterado de que sus hermanos se marchaban inmediatamente después de la
ceremonia porque tanto Kun como Woozi tenían exámenes, había organizado un
recorrido turístico para ellos el día antes.
Llamó a Sang para agradecerle la conexión
de vídeo de su appa.
—No es nada —protestó él.
—Significa mucho para mi appa —dijo Jian
entrando a su cuarto de baño en busca de privacidad—. Cree que esta boda es
real, así que es un gran día para él.
—Para mí también, y para Bakhar —murmuró
Sang con frialdad.
—No quería decir… oh, por Dios, ¡por qué
no dices nunca nada sin pensarlo! —rugió Jian saliendo del baño con los ojos
brillantes y aún hablando por teléfono—. Sólo estoy discutiendo con Sang, Woozi,
no es nada nuevo.
—Jian —dijo Sang arrastrando las
palabras—, no te equivoques, esta boda es real…
Sang, devastadoramente guapo con un traje
gris con chaleco y pantalones a rayas, lo esperaba en una sala muy bien
decorada en la que estaba la familia cercana. La boda fue breve y bonita, y las
sencillas palabras de la ceremonia tenían una familiaridad que emocionó a Jian.
Sang deslizó un anillo de platino en su dedo y él hizo lo mismo con otro igual.
Por primera vez se sentía casado.
—Estás fantástico —dijo Sang en tono
confidencial.
Al encontrarse con su mirada, Jian se
estremeció. Después de haber posado ambos para las fotos oficiales con el rey
Jidwi, se llevaron a Jian para vestirlo y presentarlo como un tradicional novio
bakharí.
Jeup le preguntó si le importaba que le
decoraran las manos con henna. Jian accedió y miró fascinado como dos mujeres
le dibujaban unos delicados motivos en manos y pies. Le sirvieron té de menta.
—A los hombres no se les da muy bien
esperar por lo que desean — comentó Jeup en tono alegre—, pero Sang es una
excepción. Han pasado años desde la primera vez que mencionó tu nombre y aquí
estás. Por fin su novio.
La sorpresa hizo a Jian ponerse tenso.
—¿Ya sabían de mí? Quiero decir… ¿Sang les
habló de mí?
Jeup lo miró con aprensión.
—A lo mejor no debería haberlo mencionado…
—No, no pasa nada —lo tranquilizó Jian,
que se sentía satisfecho de pensar que había sido lo bastante importante en su
vida como para haber hablado de él a su familia.
Al mismo tiempo, eso le hizo estar más
decidido a saber qué había acabado totalmente con su relación. ¿Lo habría visto
con un compañero de trabajo o algún compañero del curso de verano? ¿Había
malinterpretado lo que había visto? ¿Tenía problemas de celos? ¿Había mentido
alguien sobre él?
Jian se sentó mientras lo peinaban y lo
maquillaban. Sus hermanos, con los ojos abiertos de par en par, le advirtieron
que el resultado era muy distinto de a lo que estaba acostumbrado. Extendieron
un caftán bordado de maravillosos.
Lo llevaron a una enorme sala ricamente
decorada llena de gente, pero la única persona de la que fue consciente fue de
Sang. Llevaba un uniforme militar en azules y dorados, un sable colgando de un
lateral. El corazón le dio un vuelco en cuanto lo vio.
Dejó que la parte más interior de su muro
de orgullo se suavizara un instante y reconocer la verdad, siempre había tenido
la secreta convicción de que Sang era el amor de su vida. Aunque le hubiera
hecho daño y decepcionado, aún lo amaba. Quizá, razonó triste, ya que eran esposos,
había llegado la hora de que dejara de luchar contra él y le diera una segunda
oportunidad.
De pie, Sang lo agarró de la mano y le
dijo en un murmullo:
—Estás tan hermoso… Sé que está mal que lo
piense, pero todos los hombres deben de tener envidia de mí.
Jian pasó como en un sueño a través de la
ceremonia que siguió a continuación. Abrió su corazón a las emociones y al
reconocimiento de que se sentía curiosamente en paz consigo mismo.
La recepción empezó con un opíparo festín.
Estaba sentado al lado de Sang en una butaca como un trono y con una sonrisa de
calma en los labios mientras observaba una actuación ceremonial de una danza de
espadas. Después de los bailes, se recitaron poesías y canciones y se procedió
a la entrega de magníficos regalos. Salieron a un balcón a ver una carrera de
camellos más allá de las murallas.
En la acalorada discusión que tuvo lugar
después de la carrera, Sang lo tomó de la mano y lo llevó hacia una escalera
interior.
—Ahora por fin podemos estar solos.
—¿Podemos desaparecer en medio de todo
esto?
Sang lo observó con ojos abrasadores y lo
besó con pasión. Como respuesta fue muy efectivo. La conciencia de Jian del mundo
que lo rodeaba desapareció en una vorágine hasta que él volvió a levantar la
cabeza.
—¡Has pasado el último mes prácticamente
ignorándome! —pudo decir Jian tras recobrarse.
—Pero si me dijiste que querías que te
dejara en paz —le recordó Sang sombrío mientras bajaban las escaleras—. Dijiste
que querías dormir apartado de mí.
Jian se detuvo a mirarlo y sintió que un
escalofrío de deseo le recorría el cuerpo.
—Esta noche no, pero…
—Sin condiciones —interrumpió él.
—Sólo una pequeña —dijo zalamero—. Tienes
que decirme lo que pasó realmente hace cinco años. Quiero saber lo que te hizo
volverte contra mí.
Desconcertado por la demanda, Sang respiró
hondo.
—¿Quieres revivir el pasado en nuestra
noche de bodas? ¿Estás loco?
—¿No tengo derecho a saberlo?
—Sí —concedió él, pero reacio—, pero no
esta noche.
Jian pensó que eso podía tener sentido y
se apaciguó un poco. Aun así, no quería dejar el tema hasta saber un poco más.
—¿Qué clase de pruebas tienes?
—Un informe de seguridad —dijo Sang con la
esperanza de que al revelar la fuente se retirara diplomáticamente.
No creía que tuviera ningún sentido pasar
por la incómoda situación de examinar unas pruebas que sólo le parecerían
degradantes.
Jian estaba sorprendido por ese
reconocimiento.
—¿Y cómo demonios accediste a un informe
de seguridad?
—Lleva en mi poder mucho tiempo. Nadie más
lo ha visto —dijo molesto—. Justo ahora está en mi maletín.
Satisfecho, Jian no dijo nada más. Al día
siguiente, sería el momento de revivir el pasado. Respecto al presente, Jian se
dio cuenta de que quería aprovechar al máximo el día de su boda.
O____O
ResponderEliminarPor que presiento que alguien vera ese informe y les va a ir como a perro en misa(?)
Ahhhhhh
Ya estan casados!!! Wi~
leyendo, leyendo, me dije hoy se descubre todo y zas termina el capitulo
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