Siwon bajó por la hermosa escalera de cerezo que conducía a un pequeño rellano. Frunció el ceño ante la etiqueta de “Riesgo biológico” que estaba justo donde Heechul había dicho. Giró hacia la izquierda, donde dos puertas francesas, a las que les vendría bien un arreglo, llevaban hacia un pequeño comedor. Dentro había una vieja mesa campestre marrón y blanca y sillas de respaldo alto que, en algún momento, habían estado en mejores condiciones.
Las
paredes estaban pintadas de un blanco brillante, las persianas negras habían
sido cerradas por él, para bloquear la luz del sol. Y un aparador negro estaba
ubicado contra la pared más lejana. La parte superior estaba atestada de fotos
y platillos de colección, pero lo que lo sorprendió fue una foto de 8 x 10 en
el centro del aparador, de quien parecía ser Heechul en un traje de novio,
junto a un hombre cuyo rostro estaba cubierto por una pequeña foto recortada de
la cabeza de Russell Crowe.
Se
estiró para quitar la foto.
—Allí
estás —dijo Heechul detrás de él. Siwon se quedó duro inmediatamente.
—¿Estás
casado? —preguntó.
Él
frunció el ceño, hasta que vio la fotografía.
—Oh,
por Dios, no. Ese es mi hermano Leeteuk en su boda. La bebé en la foto de al
lado es su hija, Sora.
Siwon
estudió la foto de la boda.
—¿Tienes
un hermano gemelo?
—¿Y
por qué tu hermano está casado con Russell Crowe?
Heechul
rió.
—Ah,
es una broma para mi cuñado, el santurrón y proselitista.
Él
lo miró con picardía.
—Veo
que no le tienes afecto.
—En
realidad, lo quiero a morir. Es realmente bueno con mi hermano y mi sobrina, y
es verdaderamente adorable a su propio modo. Pero, como tú, se toma a sí mismo
demasiado en serio. Ustedes deberían relajarse y disfrutar más. La vida es
demasiado corta… bueno, quizás no para ustedes, pero para el resto de nosotros, mortales, lo es.
Siwon
estaba fascinado por este joven que debería provocarle repulsión. Era vulgar y
rústico y, aún así, era divertido y encantador del modo más inesperado.
Él
dejó caer una pequeña lata roja sobre la mesa, de la cual sobresalía una
cuchara de plástico entre lo que parecía ser una especie de macarrones y salsa
marinara.
Siwon
frunció el ceño.
—¿Qué
es eso?
—Ravioles.
Él
arqueó una ceja.
—Eso
no son ravioles.
Heechul
observó la comida.
—Bueno,
está bien. Son Carnarrones. Mi sobrina llama ravioles a cualquier cosa que
venga en estas pequeñas latas para calentar en el microondas. —Apartó una silla
para él—. Come.
Siwon
estaba horrorizado por lo que le estaba ofreciendo.
—¿Perdón?
En realidad no esperas que coma eso, ¿verdad?
—Bueno,
sí. Dijiste que querías algo italiano. Es italiano —Levantó la lata e indicó la
etiqueta—. Mira. Chef Boyardee. Él sólo hace las mejores cosas.
Siwon
jamás había estado tan pasmado en toda su vida. Seguramente, él estaba
bromeando.
—No
como en tazones de papel y con cubiertos de plástico.
—¡Bueno,
bueno, Sr. Presumido!. Lo siento si te ofendí, pero aquí en el planeta Tierra,
el resto de nosotros los plebeyos tendemos a comer lo que esté a mano, y cuando
nos dan algo, no lo cuestionamos.
Heechul
cruzó los brazos sobre su pecho mientras él se quedaba duro como una piedra. Si
las miradas pudiesen matar, su pobre tazón de Carnarrones estaría hecho
pedacitos.
—Me
retiraré hasta el anochecer.
Hizo
una majestuosa inclinación con la cabeza antes de dirigirse de regreso a las escaleras.
Heechul
se quedó boquiabierto mientras él se iba. Realmente estaba ofendido, y muy
dentro, herido. A esto último no le encontraba ningún sentido. El era quien
debería sentirse insultado. Recogiendo los Carnarrones, suspiró, tomó un bocado
y regresó a la cocina.
Siwon
cerró cuidadosamente la puerta de la habitación de Heechul, cuando lo que en
verdad quería hacer era dar un portazo. Pero la nobleza no andaba a los golpes
dentro de la casa. Eso era para los plebeyos. Los nobles mantenían sus emociones
bajo un prudente dominio.
Y
no se sentían heridos por la opinión de burdos jóvenes sin refinamiento que los
insultaban. Había sido un tonto por pensar siquiera un momento que él…
—No
necesito agradarle a nadie —murmuró en voz baja.
Había
vivido toda su vida sin que a nadie le importara un comino. ¿Por qué debería
cambiar ahora?
Y
aún así, no podía acallar a esa diminuta parte que anhelaba que alguien tuviera
un comentario bondadoso hacia él. Un simple, “dile a Siwon que le mando
saludos”. Sólo una vez en su vida…
—Estás
siendo un tonto —se gruñó a sí mismo.
Mejor
ser temido que querido. Las palabras de su padre resonaron en sus oídos. La
gente siempre traiciona a quien quiere, pero jamás a alguien a quien
verdaderamente teme.
Era
cierto. El temor mantenía a raya a la gente. Él, más que nadie, sabía eso. Si
sus hermanos le hubiesen temido…
Siwon
dio un respingo ante el recuerdo, y fue a sentarse en la silla de director de
cine que estaba en una esquina de la habitación.
Estaba
ubicada junto a una biblioteca que poseía una amplia variedad de novelas. Mientras
Siwon se estiraba para alcanzar un libro sobre la antigua Roma, su mirada
recayó sobre el cesto de basura junto a la silla. Era grande, como los que la
mayoría de las personas tenían en la cocina, pero lo que llamó su atención fue
el pedazo de manga negra que asomaba bajo la tapa. Abriéndolo, encontró su
camisa y su abrigo.
Su
ceño se profundizó aún más mientras los extraía. Aún estaban cubiertos de
sangre y desgarrados. Metió un dedo por el tajo en la espalda, donde el Daimon
lo había cortado con una espada.
Pero
él estaba vistiendo su…
Siwon
se puso de pie y se quitó su suéter de seda. Era Ralph Lauren, idéntica a la
que llevaba la noche pasada. Había una sola explicación.
Heechul
le había comprado ropa nueva.
Fue
hacia el armario y examinó el abrigo. No fue hasta entonces que notó que los
botones eran de un tono cobre ligeramente diferente. Aparte de eso, era una
copia exacta.
No
podía creerlo. Sólo el abrigo le había costado mil quinientos dólares. ¿Por qué
haría Heechul algo así?
Deseando
una respuesta, regresó escaleras abajo, donde lo encontró sola en la cocina,
cocinando.
Siwon
vaciló en el umbral. Estaba parado de costado a él, con un perfil perfectamente
sereno. Era un joven verdaderamente hermoso.
Sus
vaqueros negros gastados se ceñían a unas largas piernas y un trasero
extremadamente atractivo. Llevaba un suéter negro abotonado de mangas cortas
que estaba en plena forma, su cabello castaño estaba retirado hacia atrás, y se
veía extrañamente tranquilo parado descalzo ante la cocina; un anillo de plata
brillaba en un dedo de su pie derecho. La radio estaba encendida, las caderas
de Heechul se movían al compás de la música, en un ritmo erótico que era mucho
más atractivo de lo que él quería admitir.
De
hecho, apenas podía evitar acercarse, inclinar su cabeza y probar un poco de la
suculenta piel que lo llamaba.
Heechul
era una persona colérica, que seguramente lo cabalgaría bien. Dio un paso
adelante y él se sobresaltó, y estiró su pie. Siwon maldijo mientras dicho pie
hacía contacto con su entrepierna, y se doblaba por el dolor.
—¡Oh,
dios mío! —jadeó Heechul al darse cuenta de que había golpeado a su huésped—.
¡Lo siento tanto! ¿Estás bien?
Él
lo miró amenazadoramente.
—No
—gruñó, cojeando mientras se alejaba de él.
Heechul
lo ayudó a ir hacia la banqueta plegable que guardaba en la pequeña cocina.
—Lo
siento tanto, tanto —repitió mientras él se sentaba y mantenía su mano contra
sí—. Debería haberte advertido que no anduvieras a hurtadillas detrás de mí.
—No
andaba a hurtadillas —dijo él con los dientes apretados—. Estaba caminando.
—Espera,
deja que te busque un poco de hielo.
—No
necesito hielo. Sólo necesito un minuto para respirar y no hablar.
Heechul
levantó las manos en rendición.
—Toma
tu tiempo.
Luego
de ponerse de varios tonos interesantes, Siwon finalmente se recuperó.
—Gracias
a Júpiter que no tenías otro cuchillo en las manos —murmuró, y luego dijo más
alto—: ¿Pateas de este modo a cada hombre que entra a tu casa?
—Oh,
Señor, ¡otro más no! —dijo Gunhee mientras entraba a la habitación—. Hee, juro
que es un milagro que tengas algo de vida personal con el modo en que tratas a
los hombres.
—Oh,
cállate, Gunhee. No lo hice a propósito… esta vez.
Gunhee
puso los ojos en blanco mientras tomaba dos Coca-Colas dietéticas del
refrigerador. Le pasó una a Siwon.
—Sostén
esto contra tu herida, dulzura. Ayudará. Y agradece que no eres Phil. Escuché
que tuvieron que hacerle una operación de recuperación de testículo luego de
que Hee lo atrapó poniéndole los cuernos.
Luego
abrió su bebida y regresó arriba.
—Se
lo merecía —le gritó Heechul a Gunhee—. Tiene suerte que no se lo haya cortado.
Siwon
realmente no quería continuar con esa conversación. Se puso de pie y dejó la
Coca-Cola sobre la mesada.
—¿Por
qué estás cocinando?
Heechul
se encogió de hombros.
—Dijiste
que no querías nada que proviniera de una lata, así que estoy preparándote
pasta.
—Pero
dijiste que…
—Digo
muchas cosas que no quiero decir —Él le miró apagar el fuego y luego llevar la
olla de pasta hirviendo hacia el fregadero. Una campana sonó—. ¿Te ocuparías de
eso por mí?
—¿Ocuparme
de qué? —preguntó.
—Del
microondas.
Siwon
miró alrededor. Raramente había visto una cocina en toda su vida, y sabía muy
poco acerca de los electrodomésticos con los que uno cocinaba. Tenía sirvientes
para ese tipo de cosas.
La
campana sonó otra vez.
Asumiendo
que era el microondas, fue hacia el mismo y tiró de la manija. Dentro había un
recipiente de salsa marinara. Tomó la manopla en forma de pez que reposaba
frente al microondas y extrajo el recipiente.
—¿Dónde
debería poner esto?
—Sobre
la cocina, por favor.
Él
hizo lo que le dijo.
Heechul
llevó un pequeño recipiente hacia donde él estaba parado y cubrió la pasta con
salsa.
—¿Mejor?
—preguntó, pasándoselo.
Siwon
asintió, hasta que su mirada bajó hacia los fideos. Parpadeó, incrédulo,
mientras veía la forma de la pasta.
No.
Seguramente lo estaba imaginando.
¿Era
un…?
Se
quedó boquiabierto al comprender que era lo que parecía ser. Pequeños penes de
pasta nadaban en la salsa marinara roja.
—Oh,
vamos —dijo Heechul en un tono irritable—. No me digas que un General romano
tiene problemas con el peneroni.
—¿Realmente
esperas que coma esto? —preguntó, pasmado. El le resopló.
—No
te atrevas a usar esa actitud superior conmigo, compañero. Resulta que sé
exactamente cómo vivían ustedes, los romanos. Cómo decoraban sus casas. Vienes
de la tierra del falo, así que no actúes con tanto asombro porque te di un
recipiente lleno de ellos para que comas. No es como si tuviera unas
campanillas de viento de falos voladores colgadas en mi casa para rechazar al
mal o algo así, aunque apuesto a que tú sí las tenías cuando eras humano.
Era
cierto, pero habían pasado siglos desde que… pensándolo mejor, jamás había
visto algo como esto.
Heechul
le alcanzó un tenedor.
—No
es plata, pero es acero inoxidable. Estoy seguro de que podrás arreglártelas.
Él
aún estaba hipnotizado por la pasta.
—¿Dónde
conseguiste esto?
—Vendo
éstos y los senoronis en mi negocio.
—¿Senoronis?
—Me
parece que puedes deducirlo.
Siwon
no sabía qué decir. Jamás había comido alimentos obscenos y, ¿qué tipo de
negocio tenía si vendía semejante mercancía?
—La
casa de Vetti —dijo Heechul, con los brazos en jarras—. ¿Necesito decir más?
Siwon
estaba muy familiarizado con la casa Romana de la que él hablaba, así como con
sus escabrosos murales. Era verdad, su gente había sido bastante abierta con su
sexualidad, pero él no había esperado para nada encontrarse cara a cara con
ella en esta época moderna.
—Non
sana est puella —dijo Siwon en voz baja, que en latín quería decir “Este chico
está demente”.
—¿Quin
tu istanc orationem hinc veterem antque antiquam amoves, vervex? — retrucó Heechul.
“¿Dejarías de usar ese idioma obsoleto, cabeza de oveja?”
Siwon
nunca se había sentido tanto insultado como divertido al mismo tiempo.
—¿Cómo
es que hablas latín tan perfectamente?
Heechul
sacó un trozo de tostada de su horno.
—Tengo
una maestría en Civilizaciones Antiguas. Mi hermana, Judith, tiene un
doctorado. Cuando estábamos en la universidad pensábamos que era tonto
insultarnos en latín.
—¿Choi
Judith? ¿La lunática con una mesa de cartas de tarot en la Plaza?
Heechul
lo miró ferozmente.
—Esa
loca resulta ser mi adorada hermana mayor, y si la insultas otra vez, te dejaré
cojeando… aún más.
Siwon
se mordió la lengua mientras iba hacia la mesa del comedor. Se había encontrado
con Judith varias veces en los últimos tres años, y ninguno de esos encuentros
había salido bien. Cuando Shindong la había mencionado por primera vez, Siwon
se había sentido deleitado ante la idea de tener a alguien con quien hablar,
que conociera su cultura y su idioma.
Pero
en cuanto Shindong los presentó, Judith había tirado su bebida sobre el rostro
de Siwon. Le había dicho cada insulto conocido por la humanidad e incluso había
inventado un par.
Él
no sabía por qué Judith lo odiaba tanto. Lo único que ella le decía era que era
una lástima que él no hubiese muerto bajo una estampida de bárbaros, hecho
pedazos.
Y
ese era uno de sus más bondadosos deseos para su muerte.
Era
más que seguro que la complacería mucho saber que su verdadera muerte había
sido mucho más humillante y dolorosa que cualquiera de sus discursos
rimbombantes.
Cada
vez que él se aventuraba dentro de la Plaza para patrullar en busca de Daimons,
ella le lanzaba maldiciones, así como cualquier cosa que tuviese a mano para
arrojar en su dirección.
No
cabían dudas de que se emocionaría al descubrir que su hermano lo había
apuñalado. Su único lamento sería que él aún estuviese vivo y no muerto, tirado
en una cuneta.
Heechul
se detuvo en la puerta y vio cómo Siwon comía su pasta en silencio. Estaba
rígidamente erguido y sus modales eran impecables. Parecía calmado y sosegado.
Pero
también se veía increíblemente incómodo en su casa. Sin mencionar que parecía
fuera de lugar.
—Ten
—le dijo, acercándose para alcanzarle el pan.
—Gracias
—dijo él mientras lo tomaba.
Frunció
el ceño como si estuviera buscando un plato para el pan. Al final depositó el
pan sobre la mesa y regresó a su excéntrica pasta.
Había
un incómodo silencio entre ellos. Heechul no sabía qué decirle. Era raro tener
a este hombre en su presencia, cuando había oído tanto sobre él.
Y
nada bueno.
Su
cuñado y su mejor amigo, Hyukjae, pasaban horas en fiestas familiares
vociferando acerca de Siwon y su familia, y el hecho de que Artemisa
transfiriera a Siwon a Nueva Orleáns por puro despecho, ya que no había querido
dejar ir a Kangin. Quizás eso era cierto. O quizás la diosa sólo había querido
que Kangin enfrentara su pasado y lo olvidara.
De
cualquier modo, la persona que parecía más castigada por la decisión de
Artemisa era Siwon, a quien recordaban constantemente el odio de Kangin y Hyukjae.
Era
gracioso que a él no le pareciese tan malo. Cierto, era arrogante y
circunspecto, pero… Había algo más en él. Podía sentirlo.
Heechul
fue a la cocina a buscarle algo para beber. Su primer idea fue darle agua, pero
ya había sido malicioso dándole el peneroni. Había sido un impulso infantil por
el que ahora se sentía extremadamente culpable. Así que decidió abrir a la
fuerza su armario de vinos y darle algo que, sin duda, apreciaría.
Siwon
levantó la mirada mientras Heechul le alcanzaba un vaso de vino tinto. Esperaba
a medias que fuese un penetrante y barato Ripple, y se sintió gratamente
sorprendido ante el rico y aromático sabor, el buen cuerpo.
—Gracias
—le dijo.
—De
nada.
Cuando
Heechul comenzaba a alejarse, él capturó su mano y le hizo detener.
—¿Por
qué me compraste ropa nueva?
—¿Cómo
sup…?
—Encontré
la mía en la basura.
Él
se encogió, como si le molestase el hecho de que se hubiera enterado de lo que
había hecho.
—Debería
haber vaciado el cubo. Demonios.
—¿Por
qué no querías que lo supiera?
—Pensé
que no la aceptarías. Era lo menos que podía hacer, ya que fui parte de la
razón por la cual estaba arruinada.
Él
le ofreció una sonrisa que entibió su corazón.
—Gracias,
Heechul.
Era
la primera vez que decía su nombre. Su rico y profundo acento envió un temblor
a través de él.
Antes
de poder detenerse, colocó una mano sobre la mejilla de Siwon. Casi esperaba
que se apartara.
No
lo hizo. Solamente lo miró con esos curiosos ojos negros.
Estaba
impresionado por su belleza. Por su dolor interior, que hacía que su propio
corazón sufriera por él. Y antes de poder pensarlo mejor, inclinó la cabeza
para poder capturar los labios de Siwon con los suyos.
Siwon
estaba completamente desprevenido ante su movimiento. Ningun joven había
iniciado un beso con él. Jamás. Heechul era audaz en su exploración, exigente,
y chisporroteó a través de su cuerpo como la lava. Acunando su rostro entre las
manos, le correspondió.
Heechul
gimió ante el decadente sabor de su General. Su lengua rozó los colmillos de
él, provocándole un escalofrío. Él era letal y mortal.
Prohibido.
Y
para alguien que se enorgullecía de no seguir las reglas de nadie excepto las
propias, eso lo hacía aún más atractivo.
Lo
empujó sobre la silla y se sentó a horcajadas sobre él.
Él
no protestó. En cambio, dejó caer las manos del rostro de Heechul y las paseó
hasta su espalda.
Heechul
podía sentir su erección presionando contra el centro de su cuerpo, encendiendo
aún más su deseo.
Había
pasado tanto tiempo desde que había estado con un hombre. Tanto tiempo desde
que había sentido un deseo tan potente como para envolverse de ese modo
alrededor de uno. Pero deseaba muchísimo a Siwon, aunque él debería estar
completamente fuera de su menú.
La
cabeza de Siwon dio vueltas mientras Heechul paseaba sus labios por la línea de
su mandíbula, bajo su mentón, hacia su cuello. Su cálido aliento lo hizo arder.
Habían pasado siglos desde que había tomado a alguien que sabía qué era él.
Un
joven al que no tenía que besar con cuidado por miedo a que descubriese sus
colmillos.
Ni
una sola vez había estado con un joven tan excitante. Uno que se encontrase tan
abiertamente con él. Tan salvajemente. No había ningún tipo de miedo en este
joven. Ninguna represión.
Era
ardiente y apasionado.
Heechul
sabía que no debería estar haciendo esto. Los Dark Hunters no tenían permitido
involucrarse con parejas. No tenían permitida ninguna atadura emocional,
excepto quizás con sus Escuderos.
El
podía acostarse con Siwon una sola vez, y entonces tendría que dejarlo ir. Pero
más que eso, toda su familia odiaba a ese hombre, y él también debería odiarlo.
Debería sentir repulsión por él. Pero no la sentía. Había algo acerca de él que
era irresistible.
Contra
toda cordura y razón, lo deseaba.
Simplemente
estás excitado, Hee, déjalo ir.
Quizá
era así de simple. Habían pasado casi tres años desde que había terminado con Jey,
y en ese tiempo no había estado con nadie más. Nadie lo había atraído como más
que una curiosidad pasajera.
Bueno,
excepto Shin, pero sabía que no debía insinuársele.
Y
ni siquiera él le hacía arder de este modo. Pero él no tenía el dolor que Siwon
llevaba dentro; o si lo tenía, lo escondía mejor estando cerca suyo. Sentía
como si Siwon lo necesitara, de algún modo.
Justo
cuando se estiraba para alcanzar el cierre de sus pantalones, sonó el teléfono.
Heechul
lo ignoró hasta que Gunhee usó su walkie-talkie para decir:
—Es
Leeteuk, Hee. Dice que tomes el teléfono. Ahora.
Él
gruñó, frustrado. Le dio un beso rápido y caliente a Siwon antes de levantarse.
—Por
favor, no digas ni una palabra mientras estoy al teléfono —le advirtió.
Desde
que Leeteuk se había casado con Kangin, se había vuelto increíblemente psíquico,
y si escuchaba la voz de Siwon, sabría instantáneamente quién era. Heechul
estaba seguro de eso. Era lo último que quería afrontar.
Tomó
el teléfono que estaba en la pared de la cocina.
—Hey,
Teukie, ¿qué necesitas?
Heechul
giró para ver a Siwon mientras él se acomodaba. Echó atrás su cabello acomodándolo.
Volvió a ser majestuoso y rígido mientras tomaba el tenedor y comenzaba a comer
otra vez.
Su
hermano continuaba parloteando acerca de una pesadilla, pero no fue hasta que
el término “Daimon Spathi” apareció que Heechul apartó su atención de Siwon.
—Lo
siento, ¿qué? —le preguntó a Leeteuk.
—Dije
que tuve una pesadilla contigo, Hee, que te lastimaban gravemente en una pelea.
Sólo quería asegurarme que estabas bien.
—Sí,
estoy bien.
—¿Estás
seguro? Suenas un poco extraño.
—Me
interrumpiste, estaba trabajando.
—Oh
—dijo Leeteuk, aceptando la mentira, lo que hizo sentir a Heechul un poquito
culpable. Heechul no estaba acostumbrado a ocultarle nada a su gemelo—. Está
bien. En ese caso, no te molesto más. Pero hazme el favor de cuidarte. Tengo
una sensación realmente mala que no desaparece.
Heechul
también lo sentía. Era algo indefinible y, al mismo tiempo, persistente.
—No
te preocupes. Shin está en la ciudad y hay un Dark Hunter extra al que trajo.
Todo está bien.
—Está
bien. Confío en que sabes cuidarte, pero… ¿Hee?
—¿Sí?
—Deja
de mentirme. No me gusta.
Maldito, sensual y perfecto Sichul!
ResponderEliminarMe encanta!!! Ahhhh Siwon no lo rechazó!!! Que emoción ~
Como Siwon todavia me cae mal......me encantan las bienvenidas que le dan jajajajja....se las merece..una de cal por las que fueron de arena....y hasta ahora me da igual su pasado....hasta ahora.
ResponderEliminarPor ser gemelos,por su poder o "x" cosa,pero me encanta que Teuk sepa cuando Hee le miente...y seguro sabe más.