Kyuhyun logró finalmente liberarse de
las cuerdas, cogió su espada de la cabina principal de la casa rodante, y corrió
hacia Sungmin cuando sintió que la barrera entre ellos se fundía.
El poder emergió de él, obligándolo a ponerse de rodillas en estado de
shock. Las piedras herían su carne, hincándose en sus articulaciones, pero
apenas lo sintió. Su cuerpo aún estaba entumecido y hormigueante por haber
estado atado tanto tiempo, y aunque casi se había arrancado la piel de sus
antebrazos al escaparse de las cuerdas, no sentía dolor.
En vez de eso, fue rodeado por un calor
calmante como si Sungmin lo sujetase entre sus brazos.
—Te quiero, Kyuhyun —susurró en su
mente.
Las palabras estaban teñidas de
resignación por su decisión. Una valiente resignación.
Kyuhyun sintió sus emociones correr a
través y sabía lo que significaban. Iba a detonar el dispositivo pronto.
Llevándose con él tantos Defensores como pudiera. Había visto su plan brillando
en sus ojos, lo había oído en su voz cuando preguntó a Jack si él estaría
dispuesto a morir por su gente.
Yo lo estaría.