El sol se reflejaba en las aguas del
canal. Tomaron un motoscafo, un taxi acuático privado, desde el aeropuerto
Marco Polo. Aquel día de septiembre era cálido y soleado. Cruzaron la laguna y
pasaron por delante de la piazza San Marcos y el puente de los Suspiros
mientras iban de camino a su hotel.
Venecia. Kyuhyun Jamás habría esperado
regresar allí. Sin embargo, decidió que debía adaptarse al juego. Haría lo que
fuera, sería todo lo romántico que tuviera que ser para conseguir que Sungmin
se casara con él antes de que recuperara la memoria.
Lo observó mientras cruzaban las aguas
del canal. Los ojos le brillaban con sorpresa. Observaba la ciudad con un
profundo asombro, del mismo modo en el que todos los hombres que lo veían lo
miraban a él.
El conductor del taxi no podía evitar
mirarlo constantemente por el retrovisor. Kangin, el guardaespaldas de Kyuhyun,
estaba sentado detrás de ellos y, de vez en cuando, miraba a Sungmin algo más
de lo que era estrictamente necesario.
Sungmin se había cambiado de ropa y se
había duchado durante el vuelo que los condujo allí en su avión privado.
Kyuhyun no podía culpar a nadie por
mirarlo, aunque le habría gustado matarlos por hacerlo. Resultaba extraño que
antes no hubiera sentido celos de que otros hombres miraran a Sungmin. Había
dado por sentado que el resto de los hombres siempre quería lo que él poseía. ¿Por qué había cambiado eso? ¿Por qué Sungmin llevaba a su hijo en las
entrañas?
¿Por qué tenía intención de hacerlo su
esposo?
Por supuesto, Sungmin sería su esposo
tan sólo en apariencia. Para proteger a su hijo, no porque sintiera algo por él.
Sólo sentía odio hacia él y, tenía que admitir, que deseo.
Miró al conductor con tanta dureza,
que el joven se sonrojó y apartó la mirada. Entonces, estrechó a Sungmin contra
su cuerpo. El sonrió.
—Esto es muy bonito. Gracias por traerme
aquí, aunque estoy seguro de que te ha resultado muy inconveniente…
—Nada me resulta inconveniente si te
da placer a ti —dijo él.
Entonces, le tomó la mano y se la
llevó a los labios.
—Eres muy bueno conmigo —susurró Sungmin.
Estaba visiblemente afectado por el modo como él lo había besado.
El hecho de que se mostrara como un
jovencito inocente turbó a Kyuhyun aún más. La femme fátale que él había
conocido parecía haber desaparecido con sus recuerdos. Ataviado con su
vestimenta de siempre parecía aún la misma arrogante, cruel y fascinante
criatura que había sido hacía unos meses, pero había cambiado completamente.
Una vez más, se mostraba de nuevo como un virgen.
Ya no lo era. Kyuhyun recordó el modo
en el que habían concebido a aquel bebé y sintió que todo el cuerpo le ardía de
deseo. Le miró el hermoso rostro y vio que las pupilas de Sungmin se dilataban.
Él recordó sin poder evitarlo todas aquellas semanas en Seul cuando habían
estado desnudos el uno junto al otro, cuando había creído que, bajo aquella
hermosa y superficial apariencia, existía algo que merecería la pena poseer.
Había seguido siendo de la misma
opinión hasta el día en el que lo vio desayunando con su rival, dándole
fríamente pruebas que le ayudarían a destruir su empresa.
«Recuerda ese momento. Recuerda cómo
te traicionó y por qué». Le agarró con fuerza los hombros y recordó los días y
las noches que pasaron juntos en junio. Acostarse con él se había convertido en
una adicción. Se había entregado como jamás lo había hecho hasta entonces y
como, sin duda, jamás volvería a hacerlo.
Se había considerado un hombre cruel.
Fuerte. Sin embargo, Sungmin lo había superado de tal modo que no se había dado
cuenta de lo que le estaba preparando. Por eso, lo odiaba con todo su corazón.
A pesar de todo, seguía deseándolo. Lo deseaba con una pasión que lo consumía
de tal modo que podría terminar destruyéndolo. Decidió que no cedería a la
tentación. Aunque las semanas que había pasado con él habían supuesto la
experiencia más erótica de su vida, jamás volvería a poseerlo. Si lo besaba,
podría estar encendiendo una llama que no podría controlar.
Observó a Sungmin. Parecía estar
completamente asombrado por la relación que había entre ambos.
No lo comprendía. Al contrario del Sungmin
que había conocido, el que ocultaba tan bien sus sentimientos, el que tenía
frente a él no escondía lo que sentía. Sus sentimientos se reflejaban
claramente en su rostro angelical.
«Bien», se dijo. Era el arma perfecta
para poder utilizarla contra él. Lo convencería para que se casara con él. Lo
cortejaría. Lo tomaría como esposo aquel mismo día. Haría todo lo que fuera
necesario para que así fuera.
Excepto una cosa.
No volvería a llevárselo a la cama.
Nunca.
Sungmin levantó el rostro hacia el
brillante sol que entraba por las ventanas del barco y se reclinó contra el
poderoso cuerpo de Kyuhyun.
Entonces, él le sonrió. Aquel gesto le
producía toda clase de extrañas sensaciones y le aceleraba los latidos del
corazón. Sus días de oscuridad y soledad en el lluvioso Londres parecían no ser
más que un distante sueño. Estaba en Italia con Kyuhyun. Embarazado de él. Se
colocó la mano sobre el vientre.
El barco se detuvo en el muelle de un palazzo
del siglo XV y él levantó el rostro para observar la increíble belleza gótica
de la fachada.
—¿Es aquí adónde íbamos?
—Sí. Es nuestro hotel.
Sungmin tragó saliva mientras
descendía del taxi. No dejaba de imaginarse lo que sería compartir la cama con
aquel hombre. Sólo por pensarlo, se tropezó en el muelle.
—Ten cuidado —dijo Kyuhyun mientras lo
agarraba del brazo.
Permanecieron en el muelle hasta que Kangin
pagó al taxista y comenzó a ocuparse del equipaje. Durante ese tiempo, Sungmin
no pudo dejar de admirar a Kyuhyun. Era tan alto, tan fuerte, tan guapo… Cuando
él le estrechó de nuevo entre sus brazos, se preguntó si iba a volver a besarlo.
El pensamiento lo asustó de tal manera, que se apartó de él con un gesto
nervioso.
—Tendremos habitaciones separadas,
¿verdad? —susurró. Kyuhyun soltó una sonora carcajada y sacudió la cabeza—.
Pero…
—No tengo intención alguna de perderte
de vista —le dijo mientras le apartaba un mechón de cabello del rostro y le
daba un beso en la sien—. Ni de dejar de abrazarte…
Entonces, le agarró la mano y lo llevó
al interior del palaciego hotel.
En su interior, Sungmin comenzó a
darse cuenta de que las cabezas de todos los hombres se volvían para mirarlo.
¿Por qué lo hacían? A su paso, no dejaban de murmurar entre ellos e incluso
uno, que formaba parte de un grupo de jóvenes italianos, hizo ademán de
acercarse a él. Uno de sus amigos se lo impidió y le indicó discretamente la
presencia de Kyuhyun.
Sungmin se sintió muy vulnerable y se
sonrojó. Respiró aliviado cuando por fin Kyuhyun lo condujo al ascensor. De
repente, comprendió por qué lo estaban mirando.
Era su ropa. Una camisa negra casi
transparente, los pantalones negros de cuero que le ajustaban, evidenciando
unas firmes y torneadas piernas. Lo había sacado del armario de su casa de
Buckinghamshire. Le había parecido lo más sencillo comparado con el resto de su
guardarropa. Había esperado que terminaría por acostumbrarse a la que era su
ropa, pero se había equivocado. Efectivamente, el ceñido y la transparencia de
su camisa eran como un imán para las miradas de los hombres.
Decidió que no sólo resultaba llamativo,
sino que más bien parecía un prostituto al que se le pagaba por sus servicios.
Cuando por fin llegaron a la suite del
ático y la puerta se cerró, Sungmin lanzó un enorme suspiro de alivio. Gracias
a Dios, por fin estaba a solas con Kyuhyun.
Entonces, se dio cuenta…
Estaba a solas con Kyuhyun.
Miró a su alrededor con cierto
nerviosismo. La suite era muy lujosa.
El techo abovedado estaba cubierto de
frescos. Una araña de cristal colgaba del techo. La chimenea de mármol… las
hermosas vistas del canal desde la terraza… Todo era maravilloso, pero sólo
había una cama.
—¿Salimos a cenar? —ronroneó Kyuhyun a
sus espaldas. Sungmin se sonrojó y se dio la vuelta para mirarlo, esperando que
él no fuera capaz de leer el pensamiento.
—¿Cenar? ¿Fuera? En realidad no me
apetece salir esta noche —dijo, pensando en las miradas lascivas de los hombres
que tendría que soportar.
—Perfecto —dijo él con sensualidad—.
Nos quedamos.
Dio un paso hacia él. Sungmin
reaccionó dándose la vuelta y dirigiéndose a la ventana para contemplar la
laguna. Se veían hoteles, barcos, góndolas y hermosos edificios por todas
partes. Entonces, sintió que él le tocaba suavemente el hombro.
—¿Es éste el mismo hotel en el que nos
alojamos antes? —le preguntó—. ¿Cuando nos conocimos?
—Yo me alojé aquí solo. Te negaste a
subir a mi suite.
—¿Sí? —preguntó él dándose la vuelta.
—Traté de hacerte cambiar de opinión…
Pero tú te resististe —susurró, acariciándole suavemente la mejilla.
—¿Sí? ¿Cómo?
Kyuhyun sonrió. Deslizó los dedos
desde la mejilla suavemente hacia los labios. Lo tocó allí tan suavemente, que Sungmin
tuvo que acercarse un poco más a él para incrementar la sensación. Entonces, él
le acarició una vez más el labio inferior y se inclinó para susurrarle al oído:
—Me hiciste perseguirte, mucho más de
lo que he perseguido nunca a ningún joven. Ningún joven ha sido, ni será nunca,
comparable a ti.
Cuando se apartó de él. Sungmin sintió
que los latidos del corazón y la respiración se le habían acelerado. Kyuhyun lo
miró como si supiera la confusión que había creado en él.
—Bueno, ¿quieres que salgamos? ¿O
prefieres que nos quedemos? —preguntó él, mirando la cama.
—He cambiado de opinión —dijo—.
¡Salgamos! —exclamó, tratando de ocultar su nerviosismo.
—Entonces, veo que, después de todo,
tienes hambre.
Sungmin vio cómo sacaba la gabardina
del armario y se la daba.
Entonces, volvió a agarrarlo por la
cintura para conducirlo a la salida.
Su piel volvió a vibrar.
Sungmin estuvo a punto de suspirar de
alivio al ver que se marchaban de la fastuosa suite, con su enorme cama. Lo que
Sungmin no sabía era que iba a ser el típico caso de escapar de un peligro
exponiéndose a otro mayor.
El sol estaba empezando a ponerse,
tiñendo el cielo de tonalidades rosadas y naranjas. Rápidamente, el aire se
tomó frío, anunciando así el otoño que no tardaría en llegar. Una ligera bruma
surgió de la laguna. Entonces, Kyuhyun agarró la mano de Sungmin. Al sentir el
tacto de su piel, éste se echó a temblar de un modo que no tenía nada que ver
con la fresca noche.
Él se detuvo sobre un puente que había
entre la piazzeta y el canal.
—¿Tienes frío?
Sungmin asintió. ¿Cómo podía decirle
la verdad? ¿Cómo podía decirle que había sido el tacto de su piel lo que le
había provocado aquel escalofrío?
—Toma entonces —le dijo.
A sus espaldas, Sungmin vio las
hermosas cúpulas bizantinas de la basílica de San Marcos. La puesta de sol le
acariciaba el hermoso rostro y se lo teñía de un ligero color rojizo.
Lo envolvió con la gabardina que había
llevado hasta entonces colgado del brazo. Kyuhyun era tan guapo… Mientras se
abrochaba el cinturón, no pudo evitar mirarlo, casi con la boca abierta.
Entonces, un grupo de hombres pasó a
su lado. Sungmin oyó un ligero silbido. Se miró y se sonrojó.
—Tal vez deberíamos tomar un taxi.
—El restaurante está muy cerca. Al
otro lado de la plaza. Vamos —le dijo.
Resultaba increíblemente romántico ver
cómo el sol se ponía sobre el Gran Canal, aunque seguían incomodándole las
miradas de los hombres que la perseguían desde todas partes. Kyuhyun era
consciente de ello. Lo sujetaba con fuerza, mirando con desafío a los demás
hombres.
Era como un león dispuesto a luchar, a
matar, para proteger a su pareja.
Sungmin se sintió una vez más muy
vulnerable, como una gacela a la que un león estaba a punto de devorar. ¿Qué
importaba de qué león se tratara? Miró a Kyuhyun. Había algo en él que lo
asustaba de un modo que no podía comprender. Se decía una y otra vez que era
porque no lo recordaba. Si lo hiciera, no le tendría miedo… ¿O sí?
A sus espaldas, vio que una figura los
seguía a una discreta distancia.
—Nos está siguiendo alguien —dijo,
algo nervioso.
—Es Kangin —replicó Kyuhyun tras
comprobar de quién se trataba—. Sólo se acercará a nosotros si es necesario…
—Pero…
—Lo necesitamos. Aunque sólo sea para
protegerte de todos tus admiradores itaWooknos.
—Te aseguro que no me gusta su
atención. No quiero que me miren.
Sabía que Kyuhyun no le creía por
completo. En ese momento, decidió que tendría que cambiar su guardarropa.
Entraron por fin en un pequeño hotel,
cuyo restaurante daba al Gran Canal. Estaba a rebosar, pero les acompañaron
inmediatamente a la mejor mesa. Allí, compartieron una deliciosa cena que en sí
resultó una experiencia muy sensual. Mientras terminaba el risotto, sintió que
él le estaba observando. Sin poder evitarlo, se echó de nuevo a temblar.
Entonces, incapaz de soportar la intensidad de su mirada, apartó los ojos. A
través de la laguna, vio una hermosa iglesia cuyas blancas cúpulas estaban
bellamente iluminadas.
—Es Santa María della Salute —dijo Kyuhyun—.
La última vez te gustó mucho.
—¿La última vez?
—¿No te acuerdas de este restaurante?
—No.
—Estuvimos aquí en nuestra primera
cita.
El camarero les llevó el postre, un
delicioso tiramisú, pero Sungmin no pudo probarlo. Respiró profundamente y lo
miró a los ojos.
Entonces, él le cubrió la mano con la
suya por encima de la mesa.
—Me alegro mucho de haberte encontrado
—murmuró, haciéndole temblar—. Me alegro de que estés aquí ahora.
Kyuhyun se mostraba tan amable con él…
Sungmin no lo entendía. Se cubrió el rostro con una mano.
—Debes de odiarme —dijo en voz baja.
Kyuhyun se puso tenso de repente.
—¿Por qué dices eso?
Los ojos de Sungmin se llenaron de
lágrimas.
—¡Por qué no me acuerdo de ti! Eres mi
amante, el padre de mi hijo y te estás portando muy bien conmigo. Estás
esforzándote mucho por ayudarme a recordar, pero no sirve de nada porque mi
cerebro se niega a funcionar.
Las lágrimas comenzaron a caérsele por
las mejillas. Consciente de que estaba llamando la atención de todos los
presentes, en aquella ocasión también de otros jóvenes y mujeres, se levantó de
la silla y salió corriendo al exterior.
Kyuhyun lo alcanzó unos minutos
después. Llevaba la gabardina de Sungmin en las manos.
—Tranquilo —susurró. Entonces, volvió
a besarla en la sien—. No pasa nada…
—Claro que pasa —replicó—. ¿Cómo puedo
estar contigo y no acordarme de nada?
—Tienes que calmarte. Esto no puede
ser bueno para el bebé… Creo que te estoy presionando demasiado.
—Eso no es cierto. Te has mostrado
cariñoso y maravilloso conmigo —dijo mientras se secaba las lágrimas—. Es todo
culpa mía. Sólo mía. El doctor Kim dijo que no había daño físico alguno que me
impida recordar. Entonces, ¿a qué se debe esto? ¿Qué es lo que me ocurre?
—No lo sé.
—Tal vez debería regresar a Londres.
Ver a ese especialista…
—No. No necesitas médicos. Sólo
necesitas tiempo. Tiempo y cuidados. Y a mí. Yo recuerdo lo suficiente por los
dos. Cásate conmigo, Sungmin. Hazme feliz.
Al escuchar esas palabras, Sungmin
sintió como si todo su cuerpo ardiera consumido por un abrasador fuego. Era muy
tarde y la noche era mágica. Los turistas caminaban por la calle envueltos en
bruma, provocando el efecto de que estaban completamente solos…
Kyuhyun iba a besarlo… Sungmin quería
que él lo besara. Ansiaba que lo hiciera.
Él lentamente bajó la cabeza. Sungmin
sintió que todo su cuerpo vibraba de anhelo, de deseo…
Sin embargo, cuando cerró los ojos y
esperó sentir el beso sobre los labios, se encontró de repente a más de un
metro de distancia de él.
—¿Qué es lo que pasa, Sungmin? —le
preguntó él en voz baja—. ¿Por qué te has alejado de mí?
—No lo sé, quería besarte, pero, por
alguna razón… tengo miedo.
—Y tienes motivos para tenerlo
—replicó él, sonriendo.
—¿Qué es lo que quieres decir?
—El fuego que hay entre nosotros
podría consumirnos —dijo. Lentamente, le besó todos los nudillos de las manos—.
Cuando yo empezara a besarte, no podría parar… Vamos. Es tarde. Vamos a la
cama.
¿A la cama?
Las rodillas de Sungmin comenzaron a
temblarle. Comenzaron a caminar hacia el hotel. La cama estaba esperándoles. Se
mordió el labio inferior y lo miró de reojo. Era tan guapo y tan fuerte… Sin
embargo, más allá de aquella increíble sensualidad, era un hombre paciente. No
se había mostrado enojado ni herido por el hecho de que no pudiera recordarlo.
No. Lo único que le había importado era que él se sintiera cómodo.
Eso no era del todo cierto. Había
querido otra cosa.
Quería casarse con él. El padre de su
hijo, un guapo y poderoso magnate coreano, quería casarse con él. ¿Por qué no
podía aceptar?
¿Por qué no podía dejarle al menos que
lo besara?
«Y tienes motivos para tenerlo».
De repente, sintió mucho frío.
—¿Me das mi gabardina, por favor?
Tengo mucho frío.
—Por supuesto, cariño —respondió él. Lo
envolvió tiernamente con la prenda. Durante un momento, Sungmin se sintió presa
de su mirada—. Te llevaré al hotel.
Así fue. A los pocos minutos, se
encontraban en el interior de la suite. Kyuhyun inmediatamente le soltó la
mano. Cuando Sungmin salió del cuarto de baño después de lavarse los dientes,
él ni siquiera levantó la mirada del escritorio en el que se encontraba trabajando.
—Gracias por prestarme la parte de
arriba de tu pijama —dijo incómodo—. He debido de perder el mío. No había
ninguno en mi maleta.
—Siempre duermes desnudo.
—Bueno, yo…
—Quédate tú con la cama —dijo Kyuhyun.
Se puso de pie y cerró el ordenador. Su oscura mirada era fría y distante—.
Trabajaré en el despacho para no molestarte. Cuando esté cansado, dormiré en el
sofá.
Sungmin jamás habría esperado que Kyuhyun
lo tratara como si fuera un invitado.
—¡No vas a caber en ese sofá!
—Ya me las arreglaré. El bebé y tú
necesitáis descansar —apostilló. Entonces, se dispuso a abandonar el
dormitorio—. Buenas noches.
Kyuhyun apagó la luz. Como a Sungmin
no le quedaba más elección, se metió en la cama y se tapó hasta el cuello. Se sentía
a la deriva. Triste. Solo.
Suspiró y trató de acomodarse para
poder dormir un poco.
¿Por qué no había dejado que Kyuhyun
lo besara?
Había ansiado saber lo que se sentía
al notar la boca de Kyuhyun contra la suya. Suspiraba sólo pensándolo y, sin
embargo, se había alejado de él.
«Y tienes motivos para tenerlo».
¿De qué? ¿De qué debía tener miedo? Kyuhyun
era un buen hombre. Su amante. El padre de su hijo. Se había mostrado tan
cariñoso, tan romántico, tan paciente con él… Además, quería casarse con él.
Tenía que recuperar la memoria por el
bien de Kyuhyun. Por el bien de su hijo. Por su propio bien.
Se prometió que, al día siguiente,
sería valiente. Al día siguiente. Al día siguiente permitiría que él lo besara.
Si por "x" razón Sungmin está engañando a Kyu por la perdida de memoria,van a estar a mano,porque kyu también lo estaría engañando al mostrarse de esa manera tan cariñosa con él.....por algo sungmin lo repela un poco...cierto
ResponderEliminarAún no le creo del todo a sungmin
Uy,y kyuhyun cambio un poco con él......de que se entero o a que conclusión llego para cambiar?
ay algo siente sungmin porque no se puede entregar a kyu y es solo un beso como si algo en su interior le estuviera advirtiendo algo sera su sexto sentido quizas? bueno adore este capitulo y perdon x comentar hasta ahora ,mil gracias por el mp y dejarme disfruta de esta hermosa historia de mi amado kyumin ,hasta pronto y exitos ♥
ResponderEliminarCreo que hay algo mas aqui Min es asi en su interior algo hizo que se volviera tan malo o superficial no todo es lo que parece, y Kyu siente mas de lo que dice, no solo lo odia....
ResponderEliminarOh dios Kyu me da miedito, esta siendo muy frio y el pobre Min esta alli todo indefenso.
ResponderEliminarQuisiera saber que es lo que en realidad ocurrio-
Ahora entiendo el enojo de kyuHyun, le abrió su corazón a SungMin y este lo traicionó con su peor enemigo. Me pregunto porque SungMin hizo algo como esto. Sin embargo el SungMin de ahora es totalmente diferente al del pasado, y aunque al parecer guarda sentimientos por KyuHyun, también no puede confiar plenamente en él. Veamos si de verdad se dejará besar por él.
ResponderEliminarGracias por el Mp