El le
llamó y prácticamente había roto el record de velocidad en la tierra para
volver a su lado.
Eso era
todo en cuanto a sus buenas intenciones de mantener la distancia. Yesung se
quedó ahí, tieso e incómodo, inseguro de qué hacer ahora que estaba ahí. Nunca
debería haber ido.
Wook apenas estaba hecho un nudo en la cama. Su cabello blanco
había sido lavado y cepillado hasta que brillara, y se desplegaba como un
abanico alrededor de su cabeza. Estaba delgado, frágil, casi etéreo. Rompible.
Si se acercaba demasiado, estaba seguro de que podría lastimarlo
accidentalmente.
Heechul le miró expectante, como si él tuviera todas las
respuestas.
—¿Qué coño quieres que haga? —él le preguntó.
—No lo sé. Sólo siéntate con él y sostén su mano, supongo.
—No voy a tocarlo —le dijo a Heechul.
—Bien. Entonces, sólo sienta tu culo ahí hasta que despierte
otra vez.
Oh, no.
No había dejado de hacer lo que estaba haciendo para convertirse en niñera.
Tenía sgaths que matar. Ya había matado a setenta y dos en lo iba de la semana.
Si tuviera que decir algo al respecto, sería que tendría exterminados a los
hijos de puta de la faz de la tierra antes de fin de año.
Tal vez entonces Wook estaría bien.
—Sólo puedo quedarme unos minutos —dijo Yesung.
Heechul
apretó la mandíbula y su boca se tensó como si no quisiera escupir las
palabras.
—Tu
seguridad fue la primera cosa en su mente después de estar inconsciente durante
más de una semana. Y creo que podrías ser un poco más cuidadoso.
No, no
podía. El cuidado era para los hombres con almas. Él estaba encogido. Sólo el
rígido anillo negro que llevaba mantenía la última hoja de su marca de vida de
completar su caída. La hoja colgaba en éxtasis sobre sus costillas, congelada
como a mediados de otoño. Su marca de vida estaba desnuda. Su alma estaba tan
bien como muerta. No le importaba nada más que matar y follar. Y Wook no era
bueno para ninguna de las dos cosas.
Sin embargo, había hecho un juramento como uno de la Banda de Áridos, el grupo
secreto, sólo por invitación, de Suju que se mantenían con los árboles desnudos
como él, de ser descubiertos y enviados a la muerte. Había prometido pretender
que aún seguía siendo uno de los chicos buenos, así ninguno de ellos sería
descubierto. Si uno de la banda fuera revelado, sabía que cada Suju a salvo estaría
buscando signos de traición. Las falsas hojas tatuadas en sus marcas de vidas
no engañarían a nadie que mirara de cerca. Por ahora tenía que desempeñar su
papel como le había prometido a Hyukjae que lo haría. Tenía que actuar como
antes de que su alma hubiera muerto.
Era eso, o dejar que enviaran a los cazadores para asesinarle,
junto con todos los otros hermanos de la banda.
Ni una puta oportunidad.
Yesung dejó escapar un largo suspiro, y se dejó caer a sí mismo
en el borde de la cama. El cuerpo de Wook se desplazó hacia la depresión en el
colchón.
Se puso tenso, preocupado de que Wook pudiera tropezar con él y
conseguir tocarle o algo así. Pero él no lo hizo. Ni siquiera le tocó, que era
lo mejor. Al menos fue eso lo que trató de decirse a sí mismo.
Heechul miró su reloj.
—Shindong dijo que otros tres Suju se reportaron para venir a
ver a Wook. Deberían estar aquí pronto.
—Bien. Deja que uno de ellos juegue de niñera.
Heechul dejó caer su largo cuerpo en una silla y se cubrió el
rostro con las manos. Se le veía cansado, y Yesung por una fracción de segundo
se preocupó por él. Extraño.
—Espero por Dios que uno de ellos sea compatible. Kevin dice
que eso podría salvarlo, restaurar su cordura.
El estómago de Yesung se contrajo contra el golpe de los celos.
No quería a ningún otro Suju cerca de Wook, tan estúpido como era. Quería ser
el único que lo salvara, lo cual era completamente ridículo. Había estado cerca
de él el tiempo suficiente para saber que eso nunca pasaría.
De hecho, basándose en la velocidad en la que su anillo estaba
perdiendo su color, su vida, estaba fuera de tiempo para los milagros de
ninguna clase. Incluso si un pareja compatible entrara por la puerta ahora
mismo, tal vez no sería lo suficientemente pronto. Una vez que los colores se
hubieran ido, no sería capaz de vincularse con nadie, compatible o no. Había
estaba roto, una concha vacía de lo que había nacido para ser.
—¿Qué? ¿No hay palabras vacías de esperanza? —preguntó Heechul.
Tenía los ojos cerrados, como si estuviera demasiado cansado
para molestarse en mantenerlos abiertos.
—La esperanza es para las personas que no han sacado su cabeza
de su culo lo suficiente como para ver la realidad —dijo Yesung.
—Ah. Un optimista. Encantador. —Dejó escapar un largo bostezo.
Yesung soltó un bufido.
—Ve a tomar una siesta. Me quedaré hasta que los demás lleguen.
Un golpe sonó en la puerta principal de la suite de Siwon y
Heechul.
—Tal parece que te has librado —dijo Heechul—. Ellos están
aquí.
Heechul salió de la habitación y se demoró más de lo que
esperaba. Tal vez se estuviera entrevistando con ellos, o algo parecido.
Eventualmente, regresó con una estela de tres Suju tras él.
Cada uno tenía una mancha de sangre en su camisa de donde habían dado a Heechul
su juramento para protegerlo.
El se veía un poco verde, y más que un poco inquieto cuando se
hizo a un lado y dejó que los hombres vieran a Wook.
Yesung sabía todo de ellos, por supuesto. Había estado luchando
a su lado ahí fuera durante varios siglos. Eso no significaba que confiara en
ellos. No alrededor de Wook. Iba a quedarse ahí hasta que ellos se fueran.
O hasta que uno de sus anillos comenzará a reaccionar a Wook.
La sola idea era más de lo que su estómago podía soportar.
Apretó los puños y se levantó de la cama. No quería una vista cercana del
espectáculo por venir.
Wook dejó escapar un pequeño gemido, tan bajo que no estaba
seguro si Heechul lo había escuchado. Y si así fue, no mostró ninguna reacción.
Yesung frunció el seño y se felicitó a sí mismo por evitar ir a
comprobar cómo estaba. Incluso podía ver el ascenso y descenso de su
respiración desde ahí. Eso iba a tener que ser lo suficientemente bueno.
—Caballeros —dijo Heechul—. Éste es mi hermano, Wook.
Las miradas de esperanza, reverentes en su rostro, hicieron a Yesung
querer golpear algo con sus puños. ¿Cómo se atrevían a mirarlo como si… como si
ya fuera de ellos?
Jonghyun se adelantó primero. Todavía llevaba su chaqueta
cuero, probablemente reciente de la cacería. Su pelo negro estaba lleno de
polvo y había una mancha de suciedad en su mejilla. No se había molestado en
tomar una jodida ducha antes de ir allí.
Cabrón.
Lo miró con ojos que brillaban de inteligencia. Una línea de
risa profundizaba la esquina de su boca mientras sonreía. Extendió su mano
hacia la de Wook, frágil y
huesuda,
y fue todo lo que Yesung pudo hacer para mantenerse en su lado de la
habitación.
Quería arrastrar a Wook en sus brazos y llevárselo lejos de
todo eso. Estaba demasiado débil para tener a esos hombres escarbando en Wook.
Jonghyun observó su anillo mientras tomaba la mano flácida en
la suya. Yesung observó también.
No pasó nada. Su anillo de colores se quedó fijo.
Wook gimió y retiró la mano a distancia.
Yesung dejó escapar un largo suspiro de alivio y la aguda mirada
de Heechul se encontró con la suya.
—¿Problemas? —preguntó Heechul.
—No —gruñó Yesung, dándole un jodido ceño fruncido.
—¿Alguna cosa? —preguntó Heechul a Jonghyun.
El rostro del hombre cayó, eliminando todo rastro de sonrisas
en su rostro.
—Nada.
Heechul asintió con la cabeza una vez, y señaló al siguiente
hombre para que se adelantara. Ese era Jung Yonghwa, un destacado mujeriego. No
perdió el tiempo, simplemente se acercó y acarició con su mano la mejilla de Wook.
Yesung iba a tener que matar al hijo de puta por tocarlo tan
íntimamente. Tenía la mano sobre su espada, dispuesto a hacer exactamente eso
cuando Yonghwa dio un paso atrás, casi tropezando lejos de Wook.
Los ojos de Wook se abrieron de golpe y miró a Yonghwa con
horror. Un alto, dolorido sonido se elevó de su garganta, y Yesung cruzó el
espacio hasta su lado. Antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo,
estaba sentado en la cama y había arrastrado a Wook prácticamente sobre su
regazo.
Wook lo vio y sus claros ojos se llenaron de lágrimas.
—Volviste —le dijo, y hundió la cara contra su cuello.
Yonghwa negó con la cabeza, mirando como si hubiera visto un
fantasma o algo así.
—No sé lo que sea él, pero no es para mí.
—¿Cómo puedes estar seguro? —Preguntó Heechul—. El tuvo un tipo
de reacción a tu toque.
—No una buena. Créeme.
Heechul puso su mano sobre el brazo de Wook.
—Wook, nene ¿estás bien?
Los brazos de Wook se levantaron alrededor del cuello de Yesung
y se aferró más fuerte a él. Cuando no contestó, Heechul le dijo a Yesung.
—Revísalo y asegúrate de que no está herido.
Como si él fuera algún médico. Carajo.
Yesung no sabía cómo sacarse a Wook sin tocarlo, y si lo
tocaba, podría lastimarlo también.
Con tanto cuidado como podía, lo sacó lejos de su cuello y
revisó su rostro marcado por los daños.
—¿Ese hijo de puta te hizo daño? —le pregunto.
La cara de Wook estaba roja y una ampolla se había levantado
donde Yonghwa lo había tocado. Wook asintió con la cabeza, sus ojos brillando
con lágrimas.
—Sí.
Yesung iba a tener que matarlo. Simplemente, no había ninguna
manera que pudiera evitarlo.
La habitual sonrisa de Yonghwa no se veía por ningún lado.
—Siento mucho haberte herido Wook. En verdad. No voy a tocarte
de nuevo. — Salió de la habitación como si estuviera en llamas y Yesung se
alegró de verle irse.
Jonghyun dio una nostálgica mirada por última vez a Wook, y
luego salió justo detrás de Yonghwa.
Choi Jonghun dio un paso adelante, con los ojos fijos en Wook. Yesung
tuvo que sofocar el impulso de enrollar su cuerpo a su alrededor y esconderlo
de su vista.
—Tal vez yo pueda ayudar —dijo Jonghun en una voz suave y
tranquila—. Me gustaría mucho ayudarte Wook.
Su cuerpo se estremecía en contra de Yesung. Podía sentir sus
huesos asomando dondequiera que se tocaban. El estaba débil. Frágil. Quería que
Wook descansara y sanara.
A pesar de lo que Yesung quería, Wook necesitaba encontrar al
hombre que estaba destinado para protegerle. Por todo lo que sabía, ese hombre
podría ser Jonghun.
Extendió la mano hacia él. Su mano izquierda estaba cubierta de
cicatrices de quemaduras, por lo que su anillo resplandecía limpio y prístino
en contraste.
Wook le miró la mano y tomó aliento.
—¿Feo, eh? —preguntó Jonghhun con una sonrisa tímida—. Lo
siento por eso.
—No quiero que me lastimes —le dijo.
—No quiero eso. Si quieres, puedo volver más tarde —dijo Jonghun.
La garganta de Wook se movía mientras tragaba nerviosamente.
Sus dedos encontraron la mano de Yesung y apretó con fuerza. La piel donde Jonghyun
lo había tocado era roja también, y pensó que podía ver la formación de
pequeñas ampollas extenderse por su por su delicada piel.
Jonghun miró más allá de Wook, a Yesung.
—Tu toque no parece herirlo. ¿Estás seguro de que no es tuyo?
Yesung no dijo nada. En lugar de eso, levantó la mano
izquierda, mostrando a Jonghun su descolorido anillo.
El rostro de Jonghun palideció, y le dedicó un corto
asentimiento con la cabeza.
—Ya veo.
Vio que Yesung ya estaba fuera de tiempo, y sin embargo, no se
regodeó ni mostró el más mínimo signo de alivio por ello. Una chispa de respeto
por el hombre se encendió dentro de Yesung. Si Wook iba a acabar con alguien
más aparte de él, quería que fuera con un hombre como Jonghun.
—Dale tu mano, Wook —lo instó Yesung.
—No. —Enrolló las piernas debajo de él y se escabulló más en su
regazo.
—No va a lastimarte.
—Los otros lo hicieron —dijo Wook.
Heechul miró de Jonghun a Wook con la misma clase de esperanza
que había visto en los hombres. Yesung no estaba al tanto de todo lo que Kevin
le había dicho a Heechul acerca de la condición de Wook, pero estaba claro que Heechul
pensaba que eso era lo mejor para Wook, lo que significaba que probablemente lo
era.
La voz de Heechul era suave y tranquila.
—Necesitamos saber si él puede ayudarte.
—No quiero su ayuda —dijo Wook.
—Pero lo necesitas, cariño.
—No quiero forzarte —dijo Jonghun—. Volveré un poco más tarde,
¿está bien?
—No, no, no —dijo Wook—. No más tarde. Sólo hazlo.
Wook le tendió la mano y tensó su cuerpo, encogiéndose contra
el dolor que sabía que estaba por llegar.
Jonghun rozó la punta de su dedo sobre su mano y Wook se echó
atrás. Su boca se torció en una mueca resignada. Mientras tanto, observaron la
piel de Wook oscurecerse y volverse de un brillante, furioso color rojo. Esa
vez las ampollas llegaron rápido, un burbujeo a lo largo de su piel como si
hubiera sido quemado.
Entonces él le dijo a Wook:
—Supongo que no voy a poder ayudar. Estoy realmente arrepentido
por el dolor que te he causado mi señor.
No tanto como lo sentía Yesung. Sabía que eso sólo era el
comienzo de su sufrimiento. Más hombres vendrían cada día, ahora que sabían que
Wook estaba allí. Todo lo que ellos querrían sería tocarlo. Lastimarlo.
—Esto no va a funcionar —le dijo Yesung a Heechul.
Heechul asintió tensamente
—Parece que no. Voy a ir a hablar con Kevin. ¿Puedes quedarte
aquí con él?
—Tengo cosas que hacer.
—¿Cosas más importantes que asegurarse que Wook no trate de
vagar por ahí?
—Creí que no confiabas en mí —dijo Yesung.
—No lo hago. Pero Wook sí.
—No voy a dejar que me abandones de nuevo —dijo Wook. Sonaba
cansado, desgastado de su terrible experiencia con los hombres. No quería
lloriquear o suplicar, simplemente le dijo—: Te necesito.
Carajo. ¿Cómo podía decir que no a eso?
—Bien —dijo Yesung a Heechul—. Me quedaré, pero sólo por un
rato. Apresúrate a volver aquí, o consigue a Grace.
Él sintió la sonrisa de Wook contra su cuello, la suave piel de
su mejilla acariciando su piel, su luceria. Heechul cerró la puerta,
encerrándolos a los dos juntos en la habitación.
Yesung trató de no entrar en pánico. No iba a lastimar a Wook.
Iba a tener mucho cuidado y se aseguraría de no cometer ningún error. Todo lo
que tenía que hacer era sentarse allí y dejar que se aferrara a él hasta
quedarse dormido.
No pasó mucho tiempo. Su cuerpo se relajó y recostó su espalda
debajo de las mantas, justo donde Wook debía estar. Luego trasladó una silla
hasta el más lejano rincón de la habitación y dejó caer su culo ahí.
Se moría de ganas por volver junto a él, pero no se atrevía.
Wook estaba más seguro con todo ese espacio entre ellos. Cuanto más lejos se
quedara de él, mejor sería para los dos.
Pasó
casi una hora para que Leejoon terminara lo que sea que estuviera haciendo
a Kyuhyun. Había enviado a Sungmin a quemar todas las cintas y vendas
ensangrentadas, y cuando él regresó, se dio cuenta de que Leejoon había estado
bebiendo la sangre de Kyuhyun.
Un extraño y ofuscante tipo de asco lo mantuvo en su lugar. Se
quedó de pie en la entrada, mirando. Leejoon despegó la boca de la muñeca de Kyuhyun
y ahí no había sangre, pero había algo diferente en Leejoon ahora. Su piel
tenía un color saludable y su rostro ya no lucía tan delgado como antes.
Leejoon despojó su abrigo pesado de su cuerpo y se arremangó la
camisa. Tomó una jeringa de su maletín médico y deslizó la aguja en su vena.
—Kyuhyun es el enfermo aquí —dijo Sungmin.
Leejoon tiró del émbolo y la jeringa vacía se llenó de un
líquido amarillo pálido. Eso brillaba.
—¡Santo cielo! ¿Qué diablos eres? —preguntó antes de que
pudiera pensar dos veces en ello.
Leejoon le dedicó una sonrisa divertida.
—Un Zea.
Vampiro. El diario de su mamá tenía docenas de páginas llenas
de detalles acerca de lo peligrosos que eran los Zea. Podían hipnotizar a su
presa con una simple mirada y drenar su sangre en cuestión de segundos. Tenían
garras largas y afiliadas, y se alimentaban con el dolor de sus víctimas.
Y Sungmin estaba atrapado en esa casa con uno de ellos.
Su corazón pateó duro y se recostó hacia atrás, golpeando su
cabeza contra el marco de la puerta.
—Sugiero que te controles a ti mismo, pequeño niño —le
reprendió Leejoon—. Kyuhyun no tiene tiempo para que tengas miedo.
—No te tengo miedo —mintió.
Leejoon hizo girar los ojos.
—No me mientas. Puedo oír tu corazón acelerado.
Podía leer sus pensamientos, también. Mamá lo había dicho.
Oh, Dios. Y si él sabía lo que estaba planeando, ¿qué iba a
escapar de ellos? Sungmin estaba muerto.
—Ven aquí Sungmin. Necesito que me ayudes a sostenerlo hacia
abajo.
—¿Por qué? —preguntó, con la esperanza de ganar tiempo para
calcular una manera de salir de ese desastre.
—Porque cuando consiga inyectarle el antídoto para el veneno, a
él no va a gustarle. Es doloroso.
—No te dolió cuando estaba dentro de ti.
Él cruzó la habitación en dos pasos. Sus claros ojos, brillaban
de furia.
—Sí, lo
hizo. Y me puso un poco más que irritable, así que te sugiero que comiences a
cooperar.
Le
agarró del brazo y tiró de su cuerpo de vuelta a la cama, lo empujó hacia abajo
de modo que estuviera sentado sobre las piernas de Kyuhyun.
—Trata de mantenerlo quieto ahí —dijo Leejoon.
Luego inyectó esa cosa brillante de color amarillo en el brazo
de Kyuhyun.
La
reacción fue inmediata. Kyuhyun se revolvió y un grito de dolor escapó de sus
labios. El corazón de Sungmin subió a su garganta y se mordió los labios para
no llorar en respuesta al dolor de él.
Kyuhyun
pataleó, y Sungmin luchó consigo mismo para mantener su posición de modo que no
pudiera lastimarse con su poderoso cuerpo. Leejoon prácticamente había trepado
sobre el torso cubierto de Kyuhyun y parecía mantenerlo ahí sin mucho esfuerzo.
Sungmin no tuvo tanta suerte.
Mantuvo
a Kyuhyun de que hiciera daño a cualquiera de los dos, pero eso era todo. Sus
costillas iban a ser golpeadas por sus luchas.
Después
de lo que le pareció casi la mitad de un año, la reacción violenta cedió y Kyuhyun
se recostó sobre la cama. Estaba sudando y temblando y hacía sonidos lastimeros
y agonizantes, lo que le hizo contraer el estómago en simpatía.
—¿No puedes hacer algo por él? —preguntó Sungmin.
Leejoon recogió su abrigo de donde lo había dejado caer en el
suelo y se lo puso.
—Ya he
hecho todo lo que puedo. No estoy lo suficientemente fuerte como para acabar
con su dolor, también.
Él actuaba tan casual al respecto. Sungmin quería gritar.
—Tiene que haber algo que puedas hacer por él.
Leejoon cambió, su mirada brillante y hambrienta.
—Hay
una sola manera. Me podrías dar de tu sangre. Eso me daría la fuerza necesaria
para aliviar su dolor.
Él quería su sangre. Justo como su madre le había dicho. El
miedo se cerró en torno suyo, llenando el aire con su hedor. Tenía que huir
antes de que fuera demasiado tarde.
Sungmin retrocedió, tropezando con la pata de la cama.
—De ninguna maldita manera, chico vampiro. ¡Quédate atrás!
Leejoon levantó las manos, con las palmas hacia fuera.
—Como desees. Déjale sufrir. No me importa.
—Pensé que eras su amigo.
Una diversita, condescendiente sonrisa jugó en la esquina de su
boca.
—Los Zea no tenemos amigos. Harías bien en recordar eso.
—Entonces, ¿por qué le ayudas?
—Porque lo necesito para sobrevivir. Justo como tú lo
necesitas, joven Suju.
Sungmin
se negó a creer que era uno de ellos. Ese era un truco que usaban para atrapar
a los humanos inocentes. Era más inteligente que eso. Lo sabía todo.
—Estás equivocado.
Un segundo estaba al otro lado de la habitación; al siguiente,
justo frente a él, sosteniendo su cara entre sus frías manos. Su tacto era
suave, pero sentía su fuerza contenida vibrando a través de su brazo. Temía que
si tan solo se estremecía, él le rompería el cuello.
Sus
ojos destellaron con una ráfaga de luz, y Sungmin se sintió a sí mismo caer. Él
era tan hermoso. Podría mirarlo por siempre.
—Es cierto —murmuró él—. Solo déjate ir. Te tengo.
SUngmin no quería hacerlo. Era peligroso; simplemente no sabía
por qué.
Desde algún lugar lejano, oyó a Kyuhyun gemir de dolor.
—Te
necesita, niño —dijo Leejoon—. Tienes que ir a él ahora. Consuélale. Si
sobrevive a la noche, se recuperará por completo. Debes ayudarle.
Sí. Kyuhyun lo necesitaba.
—No sé cómo.
—Tú presencia. Tu tacto. Piel desnuda contra piel desnuda.
Sungmin podría hacer eso. Aún más, quería hacer eso.
—Puedes tocarle todo lo que gustes. Dónde quieras —dijo Leejoon.
La sola
idea fue suficiente para que sus entrañas se volvieran líquido con la
necesidad. Kyuhyun estaba ahí tendido para su placer. Podría recorrer sus manos
sobre todo él y nunca nadie lo sabría.
—Perfecto —ronroneó Leejoon—. Eres una buen chico.
Su
elogio le calentó y le hizo sentir mareado. Algo no estaba bien allí, fuera lo
que fuera, no podría ser importante. Nada era más importante que escuchar a Leejoon
y mirar fijamente sus ojos. Y ciertamente, nada era tan importante como poner
sus manos sobre Kyuhyun.
—Te quedarás aquí y me llamarás si empeora, ¿no?
La
urgencia de asentir en acuerdo era fuerte, pero Sungmin se contuvo. No podía
quedarse. Tenía que correr. No sabía por qué, pero sabía que era importante.
—No. Me tengo que ir.
—No ésta noche. Es seguro aquí ésta noche.
Sungmin no estaba seguro, pero seguramente Leejoon no le
mentiría.
—¿Es seguro?
Su pulgar acarició un lado de su rostro y la luz en sus ojos
brilló más fuerte por un momento.
—Sí, estarás con Kyuhyun y entonces podrás tocarlo.
Seguro y tocar a Kyuhyun. Eso sonaba bien.
Leejoon tuvo
que abandonar la casa antes de que tomara la sangre de Sungmin contra
su
voluntad. El olía tan dulce, tan puro. Estaba seguro que el zumbido de poder
que recorrería sus venas sería rico y embriagador.
Y necesitaba tan desesperadamente esa fuerza. Estaba cansado.
Hambriento. Su interior giraba contra el vacío que ninguna comida normal podía
aliviar.
Necesitaba sangre. Y mucha. Necesitaba una fuente rica con la
que pudiera sustituir la fuerza que la curación de Kyuhyun le había drenado.
Una fuente como el hombre dentro de esa harapienta casita, al que había
hipnotizado con tanta facilidad con la mirada.
Sungmin le habría dado cualquier cosa que pidiera si hubiera
permanecido más tiempo con él. Podía haber tenido su sangre, así como su cuerpo.
Era tan bonito, casi como un hada, la idea era más que un poco tentadora.
Lástima que Sungmin no era humano. Si lo hubiera sido, se
habría alimentado de él sin considerar sus deseos. Pero si le creyó o no, era
una pareja Suju. Protegidas. Y si se alimentaba de él en contra de su voluntad,
prácticamente estaría declarando la guerra contra su pueblo.
Eso no podría pasar. Los Zea necesitaban demasiado la sangre de
los Suju como para correr el riesgo de irritarlos.
Pero no por mucho tiempo.
El Proyecto Mazeltov iba bien. Sólo era cuestión de tiempo
antes de que los Zea fueran libres otra vez para hacer lo que quisieran, como
antes, cuando ellos eran los más fuertes de todos los Centinelas.
Leejoon no estaba seguro si debía esperar ese día, o temerlo.
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