«Yo no le habría dado mi virginidad a menos
que fuera merecedor de mi amor», se dijo. No había querido casarse con él tan
rápidamente.
Había tratado de resistirse, pero Kyuhyun
no había hecho más que insistir.
Se había mostrado tan cariñoso, tan
paciente… Tan perfecto…
¿Habría cometido un grave error casándose
con él?
«Y tienes motivos para tenerlo». Eso era lo
que él le había dicho, con una extraña mirada en los ojos.
¿Era posible que se
hubiera casado con él sólo porque estaba embarazado de su hijo o por alguna
otra razón más siniestra?
No podía ser por amor a juzgar por el modo
en el que se comportaba con él.
El Bentley se detuvo frente a un elegante
edificio de nueve plantas situado en una imponente plaza del centro de la
ciudad. Kyuhyun se bajó del coche sin mirar atrás. Por primera vez, dejó que
fuera el chófer quien lo ayudara a salir del coche.
Ya en la acera, Sungmin miró el edificio y
la ciudad, que estaba iluminada. Se sobresaltó al oír la voz de Kyuhyun a sus
espaldas.
—Bonita, ¿verdad?
Se dio la vuelta y vio que él le estaba
observando con un gesto cruel y jocoso a la vez.
—Sí.
Mientras el conductor y el portero se
ocupaban del equipaje, Kyuhyun se acercó.
—Te encantará la vista que tenemos desde el
ático. Allí fue donde te entregaste a mí por primera vez —le susurró al oído—.
Durante semanas, no dejamos esa cama casi en ningún momento.
—Bien, pues espero que disfrutaras porque
no va a volver a ocurrir —le espetó, levantando la barbilla.
Los ojos de Kyuhyun se oscurecieron ante
aquel desafío. Le agarró la mano y, aunque él trató de apartarla, Kyuhyun no lo
soltó. Seguidos de guardaespaldas y sirvientes, entraron en el exquisito
vestíbulo y se dirigieron al ascensor.
Sólo lo soltó cuando estuvieron a solas en
el enorme ático. Sungmin se frotó la muñeca y lo miró fijamente.
—¿Por qué estabas tan decidido a casarte
conmigo tan rápidamente, Kyuhyun? —le preguntó—. ¿Por qué? Quiero la verdad
ahora mismo.
—¿La verdad? —replicó él—. Eso es una
novedad en lo que se refiere a ti.
—¿Ha sido porque yo estaba embarazado?
—Siempre protegeré a mi hijo.
El dolor que sintió al oír aquellas
palabras fue inmenso. No había amor. No tenía nada que ver con el amor.
—Si sólo ha sido por el bien del niño, ¿por
qué me has mentido? ¿Por qué me dijiste que me amabas?
—Yo no te he mentido nunca. Dije que quería
casarme contigo y darle mi apellido a ese niño. Las dos cosas son ciertas.
—Me hiciste creer que me amabas —susurró,
con los ojos llenos de lágrimas—. Me engañaste para que me casara contigo. ¿Es
que no tienes sentido alguno del honor?
—¡Honor! ¡Tú me acusas de deshonor!
Sungmin de repente sintió mucho miedo. Kyuhyun
estaba muy cerca de él y le había agarrado las dos muñecas con fuerza.
Entonces, sintió el aliento de Kyuhyun sobre la piel. Oyó que su respiración
dejaba de reflejar ira para indicar algo muy distinto. Él comenzó a mirarle los
labios y, en aquel momento, Sungmin creyó que el corazón iba a detenérsele.
Tras tomar una gran bocanada de aire, le
soltó las manos. Se apartó y se dirigió hacia el pasillo. Unos instantes más
tarde, regresó con una prenda muy ligera en las manos.
—Ponte esto —le dijo, con desprecio. Entonces,
le lanzó la prenda a la cara.
Sungmin lo observó durante un instante. El
corazón seguía latiéndole con fuerza. Entonces, consiguió serenarse y levantó la
ropa. Era una camisa roja con adornos plateados que se le pegaba al torso,
acompañado de unos muy ajustados pantalones negros.
Resultaba muy sexy… como el resto de las
prendas que había regalado en Venecia.
—No. Te he dicho que no quiero volver a
vestirme así nunca más.
—Harás lo que yo te diga.
—Soy tu esposo, no tu esclavo.
Kyuhyun se acercó de nuevo a él con gesto
amenazante y lo agarró por los hombros.
—Me obedecerás o…
—¿O qué? —le espetó.
Sus miradas se cruzaron. Sungmin oyó que la
respiración de Kyuhyun se aceleraba. Sabía que él quería besarlo. Lo sentía.
Sin embargo, lo soltó sin hacerlo. Su expresión se convirtió en una máscara.
Cuando miró su reloj de platino, tenía un aspecto casi aburrido.
—Es mejor que te des prisa. Nos marchamos
dentro de diez minutos. Arréglate lo mejor que puedas, ¿de acuerdo? —añadió,
fríamente—. En la fiesta estará un viejo amigo tuyo.
—¿Fiesta? ¿Qué fiesta? ¿De qué amigo me
estás hablando?
Kyuhyun se marchó sin responder, dejándolo
solo para que se cambiara de ropa.
«Solo», pensó amargamente.
Ni siquiera había sabido el significado de
aquella palabra hasta que se había convertido en un hombre casado.
Había sido demasiado amable con él.
Mientras estaba sentado junto a Sungmin para recorrer el breve trayecto en
coche. Ignoró por completo los furiosos resoplidos que Sungmin lanzaba de vez
en cuando a su lado. Kyuhyun había sentido la tentación de contárselo todo en
el ático, pero se había contenido por el bien del bebé, por miedo a que la
sorpresa le provocara un aborto. Sin embargo, en pocos instantes, lo recordaría
todo cuando viera a su amante.
Apretó la mandíbula y se limitó a mirar por
la ventanilla. El Bentley pasó bastante cerca de la plaza donde Kyuhyun cometió
su único delito. A los quince años, dos meses después de que muriera su madre,
rompió la ventanilla de un coche de lujo. No saltó como había esperado. El
dueño del coche se abalanzó sobre Kyuhyun en la acera y le arrebató el
radiocasete de las manos.
Kyuhyun no trató de negar su delito. Lo
confesó abiertamente y, con tanto encanto como le permitió su inglés
autodidacta, le sugirió al hombre que le había hecho un favor.
—Creo que una marca diferente de equipo de
música le iría mucho mejor.
Entonces, inclinó la cabeza y esperó a que
el hombre llamara a la policía. En vez de eso, Kim Sanghyun lo contrató allí
mismo.
—A nuestra delegación de Seul le vendría
bien un chico como tú —le dijo.
Muy pronto, Kyuhyun se convirtió en el
mensajero del director de la naviera estadounidense. Desde aquel día, se había
sentido completamente obsesionado por la justicia. Fue subiendo en la empresa
poco a poco y, tras hacer una serie de inversiones afortunadas, ganó su primer
millón.
Entonces, el padre que había abandonado
a su madre cuando ésta se quedó embarazada de Kyuhyun, leyó un artículo sobre
él en el periódico y se puso en contacto, según él no para pedirle
dinero, sino sólo para conocerlo. Kyuhyun se negó a hablar con él. Kim Sanghyun
era para él mucho más padre de lo que aquel hombre lo había sido. Al menos, eso
había sido lo que Kyuhyun había pensado hasta once años atrás cuando Sanghyun
resultó ser un completo corrupto.
Sin embargo, en lo que se refería a
corrupción, un joven les había ganado a todos.
Miró a Sungmin. El mostraba una belleza
fría. Volvía a ser la persona que él recordaba. Como si nada hubiera cambiado.
¿No era eso lo que quería?
El coche se detuvo delante de un antiguo
edificio blanco, que en aquellos momentos era la sala de fiestas de un amigo de
Kyuhyun. Este saltó del coche y se estiró la ropa mientras esperaba. El chófer
abrió la puerta de Sungmin. Este salió del coche y se acercó a él.
—¿Qué te pasa? —le espetó—. ¿No te gusta el
aspecto que tengo?
Kyuhyun lo miró. Era un dios de hielo.
Arrebatador. Poderos.
—Servirás —replicó. Entonces, le indicó la
puerta.
Mientras él avanzaba a su lado. Kyuhyun
comprobó de nuevo cómo todos los hombres se volvían a mirarlo. Sungmin levantó
la barbilla y fingió no darse cuenta. Se mostraba distante y digno, pero él
sabía que, en su interior, ardía la furia.
En el pasado, a Kyuhyun le había gustado
presumir que tenía al joven al que todos los demás hombres deseaban. Eso había
cambiado en Venecia y, en aquel momento, la ira se había apoderado de él.
¿Por qué? ¿Por qué era su esposo? Sólo en
apariencia. Aquella noche, por fin, se vengaría de él. Cuando Sungmin viera a
su antiguo amor, lo recordaría todo. Comprendería que había caído en su trampa.
—¡Kyuhyun!
La anfitriona, una mujer de unos treinta y
tantos años casada con un magnate coreano que era tres veces mayor que ella, se
acercó a saludarlo con una gran sonrisa.
—¡Qué maravillosa sorpresa, cariño! Tu
asistente envió tus disculpas y… Oh, dios mío. Lee Sungmin. No esperaba… Jamás
pensé que tú…
—¿Está Jin aquí? —la interrumpió Kyuhyun.
—Había oído que estabas en Australia —respondió
la anfitriona—. De otro modo, jamás lo habría invitado. Por favor, cariño, no
quiero problemas…
—No te preocupes, Jesica. Simplemente vamos
a charlar un poco.
—Te tomo la palabra —dijo la mujer,
aliviada. Entonces, miró a Sungmin y le sonrió antes de darle un beso al aire—.
No sabía que Kyuhyun y tú aún estabais juntos, Sungmin, cariño.
—Así es —replicó él fríamente.
Kyuhyun se acercó a la barandilla y miró
hacia la parte inferior. En la discoteca, se iba a celebrar aquella noche la
fiesta del vigésimo noveno cumpleaños de Jesica. Era ya el tercer año en el que
ella cumplía aquellos años. De repente, en la barra del bar. Kyuhyun vio a Jinseob,
su rival.
Miró rápidamente a Sungmin y esperó a que
viera al magnate estadounidense. Sin embargo, Sungmin lo estaba mirando a él
con furia.
—¿Te estás divirtiendo? —le preguntó él—.
¿Es ésta la razón de que te casaras conmigo? ¿Para lucirme como un esposo florero?
—Puedo hacer lo que quiera contigo —le
espetó él.
Lo agarró por el brazo y lo obligó a bajar
las escaleras. Entonces, lo dirigió directamente al lugar en el que se
encontraba Jinseob. Allí, le miró fijamente, esperando ver en los ojos de Sungmin
cómo reconocía a Jin. El hombre al que era leal. El hombre a quien amaba.
El atractivo playboy norteamericano se dio
la vuelta y contuvo la respiración al ver a Kyuhyun. Miró a su alrededor con
nerviosismo, como si estuviera buscando la salida.
—Cho, estamos en un lugar público. Ni se te
ocurra…
—Tranquilo. He venido a divertirme.
—Entonces, ¿no hay rencor? —le preguntó Jin,
visiblemente más tranquilo—. Sólo le entregué ese documento a la prensa porque
me parecía que estabas infringiendo la ley.
—Por supuesto, lo entiendo —replicó Kyuhyun,
sabiendo con toda seguridad que Jin lo había hecho buscando su propio
beneficio—. Tú no sabías si yo era culpable o no y nadie —añadió, mirando a Sungmin—
debería permanecer impune a sus delitos.
Sungmin frunció el ceño y lo miró, como si
estuviera tratando de comprender el significado de aquellas palabras. No
parecía tener interés alguno en Jinseob.
¿Por qué no funcionaba? Jin era el amor de
su vida. Tenía que serlo. No podía haber otra razón por la que él hubiera sido
capaz de traicionarlo de aquella manera. ¿Por qué no reaccionaba de modo alguno
al verlo?
Apretó la mandíbula y se volvió para
dedicarle a su rival una dura sonrisa.
—Y precisamente para demostrarte que no hay
rencor, Jin, te he traído una pequeña ofrenda de paz.
Entonces, empujó a Sungmin hacia él. Él se
tambaleó y estuvo a punto de caerse. Jin abrió la boca y exclamó con
incredulidad:
—¿Tu ofrenda de paz es Sungmin?
—Olvídalo, canalla —le espetó Sungmin,
volviéndose para mirar de nuevo a Kyuhyun—. Ni hablar. Ni siquiera bailaré con
él.
—Claro que lo harás.
Sungmin contuvo el aliento y durante un
instante. Kyuhyun pensó que iba a abofetearlo. Entonces, se irguió con elegante
dignidad.
—Es una buena idea —dijo, con frialdad.
Entonces, se volvió a sonreír a Jin—. ¿Bailamos?
—Sí… Oh, sí…
Había tal deseo reflejado en los ojos de Jin,
que Kyuhyun tuvo que apretar los puños. Observó cómo su rival en los negocios
acompañaba a su esposo a la pista de baile. Cuando la música empezó, Kyuhyun no
pudo apartar la mirada.
Sungmin bailaba muy bien. Siempre lo había
hecho. Sin tocar a Jin, se movía lenta, sensualmente, delante de él mientras
levantaba los brazos.
Jinseob, y casi todos los hombres que había
sobre la pista de baile, lo miraban completamente boquiabiertos mientras Sungmin,
con los ojos cerrados, se contoneaba al ritmo de la música.
Kyuhyun se sintió también como si le
faltara el aire… o se estuviera muriendo de sed. Agarró un Martini de la
bandeja de un camarero que se detuvo delante de él y se lo tomó de un trago sin
dejar de mirar a su esposo. Todos los hombres lo miraban con lujuria. De
repente, él sintió un agudo dolor en la mano y miró hacia abajo. Entonces, vio
que acababa de hacer añicos la copa de Martini que tenía en la mano.
—¡Aigo! —exclamó un camarero que se marchó
precipitadamente a buscar una escoba.
—Kyuhyun —dijo Jesica, que apareció de
repente a su lado con un paño.
Kyuhyun lo tomó.
—Gracias.
—Estás perdiendo el tiempo con él —susurró Jesica—.
Vas a salir herido.
—Te equivocas —dijo Kyuhyun mientras se
secaba la sangre de la mano. Los cortes no eran profundos—. El no puede hacerme
daño.
Sin embargo, sabía que estaba mintiendo. Sungmin
le había hecho mucho daño ya hacía tiempo.
Volvió a observar a Sungmin. El deseo que
sentía hacia él era más profundo que cualquier corte. Como los demás hombres de
la discoteca, lo deseaba profundamente. El hecho de estar tan cerca de él, de
haberlo tenido en su cama pero sin poder tocarlo, lo estaba volviendo loco.
Había estado completamente seguro de que Sungmin
recuperaría la memoria en aquella fiesta y volvería a convertirse en el cruel
seductor que él recordaba. Y así había sido, pero no del modo que él había
esperado.
Sungmin lo estaba provocando.
Sentía que el cuerpo se le iba cubriendo de
sudor. Cuando la canción terminó, oyó el gruñido de apreciación de muchos
hombres. Sintió que muchos hacían ademán de acercarse a él.
Sungmin, como si estuviera saliendo de un
trance, abrió los ojos. Kyuhyun vio que Jinseob trataba de agarrarlo…
De repente. Kyuhyun se encontró al otro
lado de la sala, en medio de la pista de baile. Apartó a su rival.
—¡Aléjate de mi esposo!
—¿De tu esposo? —repitió Jin, asombrado.
Entonces dio un paso atrás—. ¿Estás casado?
—Así es —admitió él. Entonces, miró a Kyuhyun—.
No sabía que te importara.
—Me importa —replicó él—. Te repito que te
mantengas alejado de mi esposo…
Jin los miró y lo que vio en el rostro de Kyuhyun
debió de convencerle porque se dio la vuelta y salió corriendo. Kyuhyun sintió
que los ojos de todos caían sobre él. Y eso que le había prometido a Jesica que
no haría una escena.
—Feliz cumpleaños —le dijo a su
anfitriona—. Gracias por la fiesta.
Entrelazó los dedos con los de Sungmin y lo
acompañó al exterior del edificio. Sólo cuando estuvieron en la acera y el aire
fresco de la noche le rozó la piel, se volvió a mirarlo.
—Estúpido… ¿En qué estabas pensando con ese
pequeño espectáculo?
—¿Acaso no era eso lo que querías? ¿No es
esto lo que quieres que sea? —le preguntó, conteniendo las lágrimas—. ¿Es que
piensas que porque tú no me desees me puedes pasar a tus amigos…?
Kyuhyun lo empujó hacia un callejón oscuro.
—¿De verdad crees que no te deseo?
—Lo que creo es que eres un mentiroso
—replicó—. Me convenciste para que me casara contigo con falsedades y ahora
quieres castigarme por alguna razón. No sé por qué, pero yo fui lo
suficientemente estúpido como para creer tus palabras, tus falsos besos… No me
puedo creer que te dejara tocarme. No volveré a hacerlo nunca…
Kyuhyun lo interrumpió con un beso y lo
empujó con fuerza contra la dura pared. Lo obligó a levantar los brazos y se
los inmovilizó sobre la cabeza. Le separó los labios con la lengua y le
introdujo la lengua en la boca profundizando el beso hasta que Sungmin se
relajó entre sus brazos.
Hasta que Sungmin comenzó a devolverle el
beso.
En el momento en el que Kyuhyun sintió que
los labios de Sungmin comenzaban a moverse contra los suyos, que se prendía en
un fuego similar al suyo, una inmensa alegría se apoderó de él. Iba a poseerlo
allí mismo, en el callejón. Contra la pared.
No le importaban las consecuencias. Lo
poseería allí mismo aunque muriera por ello.
Sungmin tenía la respiración entrecortada. Kyuhyun
lo besaba lentamente mientras le acariciaba lentamente.
—¿Por qué haces esto? —susurró—. Hice lo
que querías. ¿Por qué estás tan enfadado? ¿Por qué te sentiste tan posesivo
hacia mí cuando bailé con tu amigo tal y como tú querías?
—Ver cómo todos esos hombres se morían
también de deseo por ti no fue nunca lo que yo quería.
—Entonces, ¿por qué? ¿Por qué me estás
haciendo esto? ¿Por qué me besas un instante para castigarme al siguiente?
¿Acaso me haces daño porque me odias?
Kyuhyun se detuvo. Lo miró y él vio que el
fuego que había en sus ojos se había convertido en anhelo. En confusión. En
dolor.
Sin dejar de mirarlo, Kyuhyun se quitó la
chaqueta negra que llevaba puesta y, sin decir palabra, se la puso encima.
Entonces, agarró las solapas y tiró de ella. A continuación, bajó la cabeza y
descansó la frente sobre la de Sungmin.
—Lo siento…
Entonces, lo sacó suavemente del callejón
hasta llegar al Bentley, que los estaba esperando. Sin explicación alguna, Kyuhyun
le abrió la puerta y lo ayudó a entrar. No le habló en el coche. Ni siquiera lo
miró.
Sin embargo, no le soltó la mano hasta que
llegaron a su apartamento.
Cuando el coche se detuvo frente a la
puerta, le ayudó a salir y volvió a agarrarle la mano sin soltársela.
Sungmin lo miraba asombrado, incapaz de
apartar la mirada de aquel hermoso rostro. Ya en la puerta del ático, Kyuhyun
lo miró. En sus ojos se reflejaba el deseo.
—Debería haber hecho esto hace mucho
tiempo.
Lo tomó en brazos. Abrió la puerta de una
patada y la cerró del mismo modo.
Tras cruzar el ático, lo colocó suavemente
sobre el suelo. Sin dejar de mirarlo, le quitó la chaqueta y la dejó caer al
suelo. Entonces, Sungmin cerró los ojos cuando notó que él comenzaba a
acariciarle suavemente el cuerpo.
—Eres mío, Sungmin —susurró.
El sintió cómo le recorría el cuerpo con
sus grandes manos. Notó cómo los pulgares le rozaban sus pezones haciendo que se
le irguieran contra la tela de un modo que resultaba casi doloroso. El cuerpo
de Sungmin estaba tenso, acalorado. Se encontraba débil, casi mareado.
Abrió los ojos cuando sintió que Kyuhyun se
arrodillaba frente a él. Vio cómo él le acariciaba lentamente las piernas,
desde las pantorrillas hasta la parte trasera de las rodillas. Sin dejar de
masajearle la pierna, le quitó
suavemente un zapato, luego el otro. Entonces,
los arrojó contra el suelo.
Lo miraba lleno de pasión y deseo.
Lentamente, volvió a ponerse de pie. Sin
dejar de mirarlo, se quitó la corbata. Se desabrochó a continuación la camisa y
la dejó caer al suelo.
Al ver el poderoso torso, Sungmin contuvo
el aliento.
De repente, Kyuhyun se quedó completamente
desnudo ante él. Su piel relucía bajo la luz de la luna que entraba por la
ventana.
Cada centímetro de su piel exudaba un
masculino poder. Sungmin bajó la mirada y vio lo mucho que él le deseaba. Tragó
saliva, temerosa de su tamaño y de su fuerza. Estaba embarazado de él, pero
como no tenía ningún recuerdo, se sentía tímido.
Murmurando suaves palabras en coreano. Kyuhyun
lo tomó entre sus brazos y lo llevó al dormitorio, donde lo depositó suavemente
sobre la enorme cama. Allí, le desnudó. De repente, Sungmin quedó completamente
desnudo frente a él y sintió miedo. Sin embargo, antes de que pudiera
apartarse, él se colocó encima.
Sungmin sintió la potente erección contra su
cuerpo mientras él le besaba con suavidad el cuello y los lóbulos de las
orejas.
—Cariño mío…
Besó su pecho antes de deslizarse sobre él
para besarle el vientre. Con las manos comenzó a acariciarle las caderas, los
muslos para centrarse poco después de nuevo en su boca.
Fue un beso duro, hambriento. Lo abrazó y lo
sujetó con fuerza contra su cuerpo. Sungmin contuvo el aliento al sentirlo
entre las piernas y notar que él trataba de separarle los muslos.
Un murmullo de satisfacción masculina se le
escapó a Kyuhyun de los labios cuando movió su erección con la cálida entrada de Sungmin. Se retorció debajo de él
y su respiración comenzó a acelerársele. Sintió que se estaba convirtiendo en
líquido deseo sólo para él. Si Kyuhyun no…
Se deslizó dentro con un único movimiento. Sungmin
arqueó la espalda. Gritó cuando lo llenó por completo, sintiendo un placer tan
profundo que bordeaba el dolor. Kyuhyun por su parte, contuvo la respiración.
Cerró los ojos y volvió a hundirse en él. Se retiró y volvió a penetrarlo.
Entonces, comenzó a moverse rápida y lentamente dentro. Cada penetración era
más profunda y lo enviaba cada vez más cerca del éxtasis.
Más fuerte, más
rápido, dolor y placer. Sólo cuatro veces. Cuatro movimientos más, cada uno de
ellos más
profundo y más potente que el anterior.
Entonces, Sungmin explotó por completo.
Cuando Kyuhyun sintió que su cuerpo se
tensaba, supo que no podría aguantar mucho más. Tocarlo era el paraíso. Su piel
era aún más suave de lo que recordaba. Sabía tan dulce… La primera vez que se
deslizó en él, estuvo a punto de perder el control. ¿Cuánto tiempo llevaba
deseándolo? ¿Cómo había podido contenerse durante tantos días?
Sentía que el cuerpo le temblaba con cada
movimiento, con la agonía de contenerse cuando lo único que deseaba era
hundirse en él por completo, perderse en el éxtasis de hacerle el amor. Todos y
cada uno de sus nervios estaban ardiendo. Jamás se había sentido así antes.
Temblaba por el esfuerzo que estaba
haciendo por retener el control.
Gruñó cuando lo penetró duramente,
consiguiendo un placer tan intenso, que estuvo a punto de verterse en él. Oyó
que Sungmin gemía suavemente, para luego gritar de placer. Entonces, se echó a
temblar cuando el cuerpo se convulsionó de puro gozo. Ya no pudo esperar más. Con
un grito, se hundió en él por última vez y lanzó un grito gutural antes de
alcanzar un potente clímax.
Completamente agotado, se dejó caer tumbado
a su lado. Lo tomó entre sus brazos y lo agarró con fuerza.
Estúpido Kyuhyun....como te atreves a hacerle eso a Sungmin y estando embarazado....se lo ofreces a tu enemigo....pero te salio el tiro por la culata,y te revolcaste en lo que tú mismo hiciste....estúpido kyuhyun ,aun quiero darte un golpe.
ResponderEliminarPobre Min,cayo de nuevo en las garras de ese lobo,aaaaaaaa kyuhyun se resistio tanto para caer la tentación,pero esta bien,se cree el muy valiente pero es un cobarde....estúpido kyuhyun
esperemos a ver que le prometes ahora......tonto
Por un momento quería matar a KyuHyun por ofrecerle a SungMin a su enemigo, lo bueno es que SungMin se comportó a la altura y que a KyuHyun las cosas le salieron al revés, SungMin no recordó a ese tipo, y para colmo terminó muerto de celos. Lo bueno es que no pudo resistirse más al poder que SungMin tiene sobre él y el que es mutuo. Espero que después de esa noche las cosas mejoren para ellos dos.
ResponderEliminarGracias por la actu.
Bye ^^
Aishhh pero que idiota el Cho, quiero golpearlo.
ResponderEliminarQue le pasa? Andar ofrciendo a su recien esposo se me hace tan despreciable que tengo ganas de pegarle.
El pobre de Min debe estar super confunfido, ademas creo que hay una historia oculta tras lo que Min le "hizo" a Kyu, yo se que Min ama a Kyu.