Hyukjae se quitó los pantalones a tirones y le separó los
muslos.
Con el cuerpo envuelto en puro fuego, Donghae aguantó la
respiración mientras él colocaba su largo y duro cuerpo entre sus piernas.
La punta de su miembro presionaba justo sobre su entrada.
Arqueó las caderas acercándose aún más, aferrándose a sus amplios hombros.
Deseaba sentirlo dentro con una desesperación tal, que desafiaba a todo
entendimiento.
Y de repente, sonó el teléfono
Donghae dio un respingo al escucharlo, y su mente recobró
repentinamente el control
— ¿Qué es ese ruido? —gruñó Hyukjae.
Agradecido por la interrupción, Donghae salió como pudo
de debajo de Hyukjae; le temblaban las piernas y le ardía todo el cuerpo.
— Es un teléfono —dijo, antes de inclinarse hacia la
mesita de noche y coger el auricular.
La mano no dejaba de temblarle mientras se lo acercaba a
la oreja. Lanzando una maldición, Hyukjae se puso de lado.
— Judith, gracias a Dios que eres tú —dijo Donghae, tan
pronto como escuchó su voz. ¡En ese momento agradecía muchísimo la habilidad
que tenía Judith de saber el momento preciso en que llamar!
— ¿Qué pasa? —preguntó su amiga.
— Deja de hacer eso —le espetó a Hyukjae que, en ese
instante, se dedicaba a lamerle las nalgas en un movimiento descendente…
— Pero si no estoy haciendo nada —le dijo Judith.
— Tú no, Nani.
El silencio cayó sobre el otro extremo de la línea.
— Escucha —le dijo Donghae a Judith con una dura
advertencia en la voz—. Necesito que busques entre la ropa de Jinhyuk y traigas
unas cuantas cosas. Ahora.
— ¡Funcionó! —el agudo chillido estuvo a punto de
perforarle el tímpano—. ¡Ay, Dios mío! ¡Funcionó!, ¡no puedo creerlo! ¡Voy para
allá!
Donghae colgó el teléfono justo cuando la lengua de
Hyukjae bajaba desde sus nalgas hacia…
— ¡Para ya!
Él se echó hacia atrás y lo miró con el ceño fruncido,
estupefacto.
— ¿No te gusta que te haga eso?
— Yo no he dicho eso —contestó antes de poder detenerse.
Hyukjae se acercó de nuevo a él.
Donghae bajó de un salto de la cama.
— Tengo que irme a trabajar
Hyukjae se apoyó en un brazo, tendido sobre un costado, y
lo observó mientras recogía los pantalones del pijama y se los arrojaba. Los
agarró con una mano mientras sus ojos se movían, perezosamente, sobre el cuerpo
de Donghae.
— ¿Por qué no llamas para decir que estás enfermo?
— ¿Que estoy enfermo? —repitió—. ¿Y tú cómo conoces ese
truco?
Él se encogió de hombros.
— Ya te lo he dicho. Puedo escuchar mientras estoy
encerrado en el libro. Por eso puedo aprender idiomas y entender los cambios en
la sintaxis.
Con la misma elegancia de una pantera que se endereza
tras estar agazapada, Hyukjae apartó el edredón y salió lentamente de la cama.
No llevaba los pantalones. Y su miembro estaba totalmente erecto.
Hipnotizado, Donghae fue incapaz de moverse.
— No hemos acabado —dijo él con la voz ronca, mientras se
acercaba.
— ¡Pues claro que sí! —le contestó Donghae, y huyó al
cuarto de baño, encerrándose allí tras echar el pestillo a la puerta.
Con los dientes apretados, Hyukjae tuvo la repentina
necesidad de golpearse la cabeza contra la pared de tan frustrado como se
sentía. ¿Por qué tenía que ser tan testarudo?
Se miró el miembro rígido y soltó un juramento.
— ¿Y tú no puedes comportarte durante cinco minutos al
menos?
Donghae se dio una larga ducha fría. ¿Qué tenía Hyukjae
que hacía que su sangre literalmente hirviera? Incluso ahora podía sentir el
calor de su cuerpo sobre él.
Sus labios sobre…
— ¡Para, para, para!
No era un ninfómano sin control sobre sí mismo. Era un
licenciado en Filosofía, con un cerebro; y sin hormonas.
Pero aun así, sería extremadamente fácil olvidarse de
todo y pasar todo el mes en la cama con Hyukjae.
— Muy bien —se dijo a sí mismo—. Supongamos que te metes
en la cama con él un mes. Y luego, ¿qué? —Se enjabonó el cuerpo mientras la
irritación desvanecía los últimos rescoldos de su deseo—. Yo te diré qué pasará
después. Él se irá y tú, colega, te quedarás solo otra vez
¿Te acuerdas de lo
que ocurrió cuando Shang se marchó? ¿Te acuerdas de cómo te sentías cuando te
paseabas por la habitación, con el estómago revuelto porque habías permitido
que te utilizara? ¿Te acuerdas de la humillación que sentías?
Pero aún peor que esos recuerdos, era la imagen de Shang
mofándose de él a carcajadas con sus amigos, mientras recogía el dinero de la
apuesta. Cómo deseaba poder abrir la
puerta de su apartamento de una patada y golpearlo hasta hacerlo pedazos.
No, no dejaría que nadie más lo utilizara.
Le había costado años superar la crueldad de Shang, y no
tenía ningún deseo de arruinar lo que había conseguido por un capricho. ¡Aunque
fuese un fabuloso capricho!
No, no y no. La próxima vez que se entregara,
sería con un hoombre que estuviese unido a él.
Alguien que no dejase a un lado su dolor y continuase
usando su cuerpo buscando su propio placer, como si él no importara nada, pensaba,
mientras los recuerdos reprimidos regresaban a la superficie. Shang se había
comportado como si él no hubiese estado presente. Como si no hubiese sido más
que un muñeco sin emociones, diseñado sólo para proporcionarle placer.
Y no estaba dispuesto a dejar que lo volviesen a tratar
así, especialmente si se trataba de Hyukjae.
Jamás.
Hyukjae bajó las escaleras, maravillado por la brillante
luz del sol que entraba por las ventanas. Le resultaba divertido el hecho de
que la gente diese por sentado esos pequeños detalles. Recordaba la época en la
que no se fijaba en algo tan simple como una mañana soleada.
Y ahora, cada una de ellas era un verdadero regalo de los
dioses. Un regalo que tenía toda la intención de degustar durante el mes que
tenía por delante, hasta que estuviese obligado a regresar a la oscuridad.
Con el corazón agobiado, se dirigió a la cocina, hacia el
armario donde Donghae guardaba la comida. Al abrir la puerta le sorprendió la
frialdad. Alargó la mano y dejó que el aire frío le acariciara la piel.
Increíble.
Sacó varios recipientes, pero no pudo leer las etiquetas.
— No comas nada que no puedas identificar —se recordó a
sí mismo, mientras pensaba en algunas de las asquerosidades que había visto a
la gente comer a lo largo de los siglos.
Se inclinó hacia delante y rebuscó hasta encontrar un
melón en uno de los cajones inferiores. Lo llevó a la encimera del centro de la
cocina, cogió un cuchillo largo del soporte, donde Donghae tenía al menos una
docena de ellos, y lo partió por la mitad.
Cortó un trozo y se lo introdujo en la boca.
Cuando el delicioso jugo inundó sus papilas gustativas,
gruñó de satisfacción. La dulce pulpa hizo que su estómago rugiera con una
feroz exigencia. La garganta le pedía, con una sensación cercana al dolor, que
le proporcionara un poco más de aquel relajante dulzor.
Era tan estupendo volver a tener comida… Tener algo con
lo que apagar la sed y el hambre.
Antes de poder detenerse, dejó el cuchillo a un lado y
comenzó a partir el melón con las manos, llevándose los trozos a la boca tan
rápido como podía.
¡Por los dioses!, estaba tan hambriento… Tenía tanta sed…
No fue consciente de lo que hacía hasta que se descubrió
desgarrando la cáscara.
Se quedó paralizado al ver sus manos cubiertas con el
jugo del melón, y los dedos curvados como las garras de cualquier animal.
«Date la vuelta, Hyukjae y mírame. Ahora sé un buen chico
y haz lo que te ordeno. Tócame aquí. Mmm… sí, eso es. Buen chico, buen chico.
Házmelo bien y te traeré de comer en un momento.»
Hyukjae se encogió de temor ante la repentina invasión de
los recuerdos de su última invocación. No era de extrañar que se comportara
como un animal; le habían tratado como tal durante tanto tiempo que apenas
recordaba cómo ser un hombre.
Al menos, Donghae no le había encadenado a la cama.
Todavía.
Asqueado, echó un vistazo alrededor de la cocina,
mientras daba gracias mentalmente por el hecho de que Donghae no hubiese
presenciado su pérdida momentánea de control.
Con la respiración entrecortada, cogió la mitad del melón
y lo echó al recipiente donde había visto a Donghae tirar la basura la noche
anterior. Después, abrió el grifo del fregadero y se lavó para desprenderse de
la pegajosa pulpa.
Tan pronto como el agua fresca le rozó la piel, suspiró
de placer. Agua. Fría y pura. Era lo que más echaba de menos durante su
confinamiento. Lo que más anhelaba, hora tras hora, mientras su reseca garganta
ardía de dolor
Dejó que el agua se deslizara por su piel antes de
capturarla con las manos ahuecadas y beber directamente de ellas. Se chupó los
dedos. Era maravillosamente relajante la sensación de sentir el frescor en la
boca y después notar cómo bajaba por la garganta, calmando su sed. Lo único que
deseaba en ese momento era meterse en el fregadero y dejar que el agua se
deslizara por todo su cuerpo.
Dejar que…
Escuchó que alguien golpeaba suavemente la puerta y, al
instante, un ruido de pasos que descendían por la escalera. Cerró el grifo y
cogió el trapo seco que había junto al fregadero para secarse las manos y la
cara.
Cuando volvió a la encimera para recoger los restos del
melón, reconoció la voz de Judith.
— ¿Dónde está?
Hyukjae agitó la cabeza ante el entusiasmo de la amiga de
Donghae. Eso era lo que había esperado de Donghae.
Los dos entraron a la cocina. Hyukjae alzó la mirada y se
encontró con unos ojos marrones tan grandes como dos escudos espartanos.
— ¡Jesús, María y José! —balbució Judith.
Donghae cruzó los brazos sobre el pecho, en sus ojos
brillaba una mezcla de ira y diversión.
— Hyukjae, ésta es Judith.
— ¡Jesús, María y José! —repitió su amiga.
— ¿Judith? —preguntó Donghae, moviendo la mano ante los
ojos de su boquiabierta amiga, que ni siquiera parpadeó.
— ¡Jesús, Ma…!
— ¿Vas a dejarlo ya? —la reprendió Donghae.
Judith dejó que la ropa que llevaba en las manos cayera
directa al suelo y dio una vuelta completa alrededor de Hyukjae para poder ver
su cuerpo desde todos los ángulos. Sus ojos comenzaron por la cabeza y descendieron
hasta los dedos de los pies.
Hyukjae apenas pudo suprimir la ira ante semejante
escrutinio.
— ¿Te gustaría mirarme los dientes tal vez, o prefieres
que me baje los pantalones para que puedas inspeccionarme más a gusto? —le
preguntó con más malicia de la que había pretendido en un principio. Después de
todo, ella estaba, técnicamente, de su parte
Si cerrase la boca y dejara de mirarlo de aquel modo…
Nunca había soportado ser el centro de esas desmedidas muestras de atención.
Judith alargó la mano, insegura, para tocarle el brazo.
— ¡Uuuh! —se burló él, consiguiendo que Judith diera un
respingo. Donghae soltó una carcajada.
Judith frunció el ceño y les dedicó a ambos una furiosa
mirada.
— Muy bien, ¿están intentando reírse de mí?
— Te lo mereces —le dijo Donghae mientras cogía un trozo
de melón recién cortado por Hyukjae y se lo llevaba a la boca—. Por no
mencionar que tú vas a ocuparte de él durante el día de hoy.
— ¿Qué? —preguntaron Hyukjae y Judith al unísono.
Donghae se tragó el bocado.
— Bueno, no puedo llevarlo conmigo a la consulta, ¿no?
Judith sonrió con malicia.
— Apuesto a que Lisa y tus pacientes estarían encantados.
— Exactamente igual que el chico que tiene cita a las
ocho. No obstante, no creo que fuese muy productivo.
— ¿No puedes cancelar las citas? —preguntó Judith.
Hyukjae estuvo de acuerdo. No le apetecía en absoluto
mostrarse en un sitio público. La única parte de la maldición que encontraba
remotamente tolerable era el hecho de que la mayoría de sus invocadoras lo
mantenían oculto en sus estancias privadas o en los jardines.
— Sabes perfectamente por qué —contestó Donghae—. No
tengo un maridito abogado que me mantenga. Además, no creo que a Hyukjae le
guste quedarse solo en casa todo el día, sin nada que hacer. Estoy seguro de
que le encantará salir y conocer la ciudad.
— Preferiría quedarme aquí contigo —dijo él.
Porque lo que realmente le apetecía era verlo retorcerse
otra vez bajo su cuerpo, y sentir cómo todo su miembro se empapaba, mientras le
hacía chillar de placer.
Donghae quedó atrapado en su mirada, y Hyukjae reconoció
el deseo que brillaba en las profundidades de sus ojos. En ese instante,
descubrió lo que se proponía. Se iba a trabajar para evitar quedarse a solas
con él.
Bien, tarde o temprano tendría que regresar a casa
Y, entonces, sería suyo.
Y una vez se rindiera, iba a demostrarle la resistencia y
la pasión que poseía un soldado Macedonio entrenado en el ejército Espartano.
La mañana pareció transcurrir muy lentamente con la
habitual ronda de citas. Por mucho que intentase concentrarse en sus pacientes
y sus problemas, no lo lograba.
Una y otra vez, su mente volvía a recordar una piel
tostada por el sol y unos ardientes ojos negros.
Y una sonrisa…
Cómo desearía que Hyukjae no le hubiese sonreído jamás.
Esa sonrisa podía muy bien ser su perdición.
—…y entonces le dije: «Dave, mira, si quieres ponerte mi
ropa, de acuerdo. Pero no toques mis vestidos de diseño, porque cuando te los
pones, me doy cuenta de que te quedan mejor que a mí, y me dan ganas de
dárselos todos al Ejército de Salvación.» ¿Hice bien, doctor?
Donghae alzó la vista del cuaderno donde garabateaba
bocetos de hombres «contentos» con lanzas en ristre.
— ¿Qué decías, Rachel? —le preguntó a la paciente,
sentada en el sillón justo enfrente de él.
La mujer era una fotógrafa elegantemente vestida.
— ¿Estuvo bien lo de decirle a Dave que no se pusiera mi
ropa? A ver, joder, no sienta muy bien que a tu novio le quede tu ropa mejor
que a ti, ¿no?
Donghae asintió.
— Por supuesto. Es tu ropa y no tendrías por qué cerrar
tu vestidor con llave.
— ¿Lo ve? ¡Lo sabía!, eso fue lo que le dije. ¿Pero acaso
me escuchó? No. Él puede llamarse Davida siempre que quiera, y decirme que es
una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre; pero cuando aterriza, me escucha
como lo hacía mi exmarido. Juraría…
Donghae miró inadvertidamente la hora… otra vez. Casi
había acabado con Rachel.
— Ya sabes, Rachel —le dijo, cortándola antes de que
pudiese comenzar su consabida arenga sobre los hombres y sus irritantes
costumbres—, quizás deberíamos dejar el tema para el lunes, cuando tengamos la
sesión conjunta con Dave, ¿no crees?
Rachel asintió.
— Gracias doctor. Es usted es el mejor —Rachel recogió su
bolso del suelo y se encaminó hacia la puerta.
Donghae se frotó la frente mientras las palabras de
Rachel aún resonaban en su cabeza.
Antes de poder hilar ese pensamiento, sonó el zumbido del
intercomunicador.
— ¿Sí, Lisa?
— Su cita de las once ha sido cancelada, y su amiga Choi Judith
ha llamado seis docenas de veces; y no estoy exagerando, ni bromeando. Ha
dejado una cantidad impresionante de mensajes para que la llame al móvil tan
pronto como sea posible.
— Gracias, Lisa.
Cogió el teléfono y marcó el número de Judith
— ¡Uf, gracias a Dios! —exclamó su amiga antes de que
Donghae pudiese pronunciar palabra—. Mueve el culo hasta aquí y llévate a tu
novio a tu casa. ¡Ahora mismo!
— No es mi novio, es tu…
— ¡Ah!, ¿quieres saber lo que es? —le preguntó Judith con
un tono histérico—. Es un jodido imán de estrógenos, eso es lo que es. Estoy
rodeada de una multitud de mujeres y
jóvenes en este mismo momento. Sungmin está encantado, porque está vendiendo
más cerámica de la que ha vendido en su vida. He intentado llevar a Hyukjae de
vuelta a tu casa esta mañana, pero no he podido abrir un huequecito en
semejante muchedumbre. Te juro que si lo ves, pensarías que hay un famoso. Es
la primera vez que soy testigo de algo así. Y ahora, ¡mueve el culo y ven a
ayudarme!
Y colgó.
Donghae maldijo su suerte y le pidió a Lisa, a través del
intercomunicador, que cancelara todas las citas pendientes para el resto del
día.
Tan pronto como llegó a la plaza, entendió lo que Judith
había querido decirle. Habría unos veinte jóvenes y mujeres rodeando a Hyukjae,
y docenas más boquiabiertas al pasar cerca del tenderete.
Los que estaban más cerca de él, se empujaban a codazos
tratando de llamar su atención.
Pero lo más increíble de todo era contemplar a las tres
mujeres que le pasaban los brazos por la cintura, mientras otra les hacía una
foto.
— Gracias —ronroneó una de ellas, cuya edad rondaría los
treinta y cinco, dirigiéndose a Hyukjae mientras le arrebataba la cámara a la
chica que acababa de hacer la instantánea. La sostuvo delante del pecho en un
intento de atraer la atención de Hyukjae, pero él no pareció interesado en lo
más mínimo—. Esto es simplemente maravilloso —continuó babeando—. No puedo
esperar a llegar a casa y enseñársela a mi grupo de novela. Jamás me creerán
cuando les cuente que me he encontrado con un modelo de portada de novela
romántica en el Barrio Francés.
Había algo en la rigidez de Hyukjae que le decía que no
le gustaba la atención que despertaba. Pero tenía que admitir que no se
comportaba de forma abiertamente maleducada.
No obstante, la sonrisa no le llegaba a los ojos; y la
que tenía en esos momentos no se parecía en nada a la que le había dedicado a él
la noche anterior.
— Un placer —les contestó.
Las risitas que siguieron al comentario fueron
ensordecedoras. Donghae agitó la cabeza totalmente incrédulo. ¡Por Dios, un poco
de dignidad…!
De repente, Hyukjae miró más allá de la marea de admiradores
y lo vio. Donghae arqueó una ceja, indicándole que encontraba la situación
bastante divertida.
Al instante, la sonrisa se borró de su rostro y clavó los
ojos en él como un hambriento depredador que acaba de encontrar su próxima
comida.
— Si me disculpan —dijo, abriéndose paso y dirigiéndose
directamente hacia Donghae.
El tragó saliva al percibir la instantánea hostilidad de
los presentes, que fruncieron el ceño en masa, observándolo.
Pero fue mucho peor el repentino y crudo arrebato de
deseo que lo recorrió por completo, e hizo que su corazón comenzara a latir
descontrolado. Con cada paso que Hyukjae daba hacia él, la sensación se
multiplicó por diez.
Una ardiente descarga eléctrica recorrió su espalda y,
antes de que pudiese moverse, él le arrastró hacia sus brazos y le dio un
tórrido beso que le desgarró el alma.
Cerró los ojos de forma instintiva y saboreó la calidez
de su boca y de su aliento; la sensación de sus brazos rodeándolo con fuerza
contra su pecho, duro como una roca. La cabeza comenzó a darle vueltas.
¡Uf, ciertamente este hombre sabía cómo dar un beso!
Hyukjae tenía una forma de mover los labios que desafiaba cualquier posible
explicación
Y su cuerpo… Donghae nunca había sentido nada parecido a
esos músculos esbeltos y duros flexionándose a su alrededor.
Una de las «admiradoras» susurró un apenas audible
¡Lagarto!, que rompió el hechizo.
— Hyukjae, por favor —murmuró—. La gente nos mira.
— ¿Y a ti te importa?
— ¡Pues claro!
Hyukjae separó sus labios de los de Donghae con un
gruñido, y volvió a dejarlo sobre el suelo. Sólo entonces, fue consciente de
que le había estado sosteniendo, aparentemente sin mucho esfuerzo.
Con las mejillas al rojo, Donghae captó las miradas
envidiosas mientras se dispersaban.
Hyukjae se apartó y dio un paso hacia atrás; su rostro
mostraba a las claras lo poco dispuesto que estaba a mantenerse alejado.
— Por fin —dijo Judith con un suspiro—. De nuevo puedo
oír —dijo agitando la cabeza—. Si hubiese sabido que iba a funcionar, yo misma
le habría besado.
Donghae le dedicó una sonrisilla satisfecha.
— Bueno, tú eres la culpable.
— ¿Cómo dices? —le preguntó Judith.
Donghae señaló la ropa de Hyukjae con un gesto de la
mano.
— Mira cómo va vestido. No puedes mostrar en público a un
dios griego con unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes dos tallas
más pequeña de la que necesita. ¡Jesús, Judith!, ¿en qué estabas pensando?
— En que estamos a 38º con una humedad del ciento diez
por ciento. No quería que muriese por un golpe de calor.
— Señores, por favor —dijo Hyukjae, interponiéndose entre
ellos—. Hace demasiado calor como para estar discutiendo en plena calle sobre
algo tan trivial como mi ropa —dijo, deslizando una hambrienta mirada sobre
Donghae, y sonriendo de una forma que derretiría a cualquiera—. Y no soy un
dios griego, sólo un semidiós menor.
Muy buen capitulo!!!! me encanto maldito teléfono okno kkkkkkk cada que Hyuk insiste para llevar a Hae a tener sexo es OMG gracias por el cap
ResponderEliminarCuídate esperare la próxima actualización =)
Eeeeeish......esa mania de interrumpir por dios......da coraje
ResponderEliminarhae haciendo sus diacusiones mentales....claro que quiere pero no quiere que lo dejen.....ya bastante tiene con sus recuerdos.
vaya psicologo,pero lo entiendo,cómo dejar de pensar en hyuk? Cómo?
dios.....semidios......pufff,como sea lo quiero *0*
Y aquí es donde todas odiamos al teléfono xD Igual creo que el capítulo nos sirvió para entender un poco mejor a ambos. Ese tipo que se metió con Hae al parecer solo por una apuesta el muy maldito, lo utilizó y se nota que le hizo mucho daño. En cuanto a Hyuk, las personas que lo invocaron antes lo trataban como un objeto, eso también lo ha herido.
ResponderEliminarLa parte divertida como siempre la puso Judith, ya me imagino la ropa que le puso a Hyuk, al final llegó Hae al rescate xD
Gracias por la actu ^^