Cuando Kyuhyun se despertó a la mañana
siguiente. Sungmin no estaba. Se sentó en el sofá. Debía de ser muy tarde.
Efectivamente, el reloj que había sobre la chimenea marcaba las once. ¿Dónde
estaba Sungmin?
La cama estaba vacía. Vacía y hecha.
¿Había hecho la cama?
Con un gruñido, se levantó y se acercó
la cama. Entonces, vio que sobre la almohada había una nota manuscrita.
Me he
ido de compras. Volveré pronto.
Kyuhyun respiró aliviado. No había
recuperado la memoria y había salido huyendo. Había ordenado a Kangin que lo
vigilara por si acaso.
No volvería a escaparse de él.
Sungmin había salido de compras.
Sonrió. Aparentemente, no había cambiado tanto como se había imaginado.
Bostezó y se estiró. Le dolía todo el
cuerpo y no sólo porque hubiera conseguido encajar su cuerpo de más de un metro
ochenta en un sofá que medía mucho menos. Era por estar tan cerca de Sungmin.
Escuchando cómo respiraba. Recordando
la última vez que había dormido en el mismo dormitorio con él.
Se mesó el cabello. Le había resultado
muy difícil pasarse el día anterior con Sungmin, mostrándose cariñoso. Pasar la
noche en la misma habitación de hotel había estado a punto de destrozarle los
nervios.
Odiaba el hecho de que aún siguiera
deseándolo.
Tres meses atrás, era perfecto. Su
figura era esbelta, pero con curvas en los lugares adecuados. Sin embargo, en
aquel momento a pesar del embarazo, seguía siendo tan esbelto, que Sungmin se
había convertido en el sueño de cualquier hombre.
Incluido él mismo.
Había permanecido a propósito en el
despacho hasta las tres de la mañana contestando e-mails y llamadas de teléfono
referentes a su contrato de Australia. Había estado a punto de dormirse sobre
el ordenador antes de entrar en el dormitorio para acostarse en el sofá.
Incluso dormido, no había dejado de
soñar con que le hacía el amor a Sungmin. Se había despertado con una erección.
Lanzó una maldición y trató de estirar
el cuello. Le dolía por todas partes. Entró en el cuarto de baño y abrió el
grifo de la ducha. Siempre había sabido que Sungmin era superficial y egoísta,
pero le habían intrigado profundamente todas sus contradicciones, que fuera
virgen, que jamás le hiciera preguntas ni revelara ninguno de sus sentimientos.
Al contrario de otros jóvenes, había disfrutado en la cama sin emoción alguna.
Kyuhyun se había sentido completamente
cautivado por él. Cuando, en la cama, lo empujaba hasta llegar al clímax, sus ojos
le habían brillado con repentina vulnerabilidad. Ese hecho le había llevado a
pensar que había algo más dentro de su alma. Un misterio que sólo él podía
resolver. Había seguido creyendo aquello hasta el día en el que Sungmin se
levantó de la cama, rebuscó en su caja fuerte y robó información financiera de
gran importancia, que le entregó a Jin
durante un romántico desayuno.
Aquella noche, las acciones del grupo Cho
bajaron casi medio punto, lo que provocó que Kyuhyun perdiera casi su empresa
entera. Si él no hubiera tenido el recurso de su fortuna personal para
respaldar a su empresa, lo habría perdido todo. En vez de comprar pequeñas
empresas en apuros, habría pasado a ser uno de los pobres diablos que se veían
obligados a vender.
Lanzó una maldición en coreano.
Y, a pesar de todo eso, había estado a
punto de besarlo aquella noche. Había querido poseerlo contra la pared de un
pequeño callejón una y otra vez, hasta que se hubiera saciado de él.
Apretó los puños y se metió en la
ducha. Dejó que el agua caliente le cayera por su cuerpo desnudo y se enjabonó.
¿Tan malo sería ceder a la tentación? ¿Tan malo sería tomar lo que tanto
deseaba?
Recordó la primera vez que saboreó un
carísimo whisky escocés.
Sólo tenía diecinueve años y acababa
de llegar a Nueva York. Había trabajado muy bien para su jefe estadounidense en
Seul, pero aquél era un país nuevo. Un nuevo mundo. Llevaba esperando más de
media hora en el despacho de Kim
Sanghyun y cada vez estaba más nervioso.
Al final, decidió servirse una copa de
whisky. Acababa de dar un sorbo cuando se dio cuenta de que Sanghyun lo estaba
observando desde la puerta.
Mientras se preguntaba si lo iban a
despedir en su primer día de trabajo, levantó la barbilla y había observado con
gesto desafiante:
—Está muy bueno.
—Es cierto —replicó Sanghyun—.
Bébetelo todo.
—¿Todo? —preguntó Kyuhyun, mirando
horrorizado la botella. Estaba casi llena.
—Sí. Ahora mismo o márchate de aquí.
Kyuhyun se bebió la botella entera
como si fuera agua. Sin embargo, su arrogancia se vio castigada cuando se pasó
casi toda la mañana vomitando en el cuarto de baño de la oficina, consciente de
que el resto de sus compañeros se estaban riendo de él en el pasillo. Cuando
por fin regresó al despacho de su jefe, tenía el rostro enrojecido y sudoroso y
se sentía profundamente humillado.
—Ahora, ya sabes que no debes robarme
—le dijo Sanghyun—. Ahora, ponte a trabajar.
Kyuhyun aún se echaba a temblar cuando
recordaba aquel día. No había podido volver a tocar el whisky. Casi veinte años
después, sólo el olor lo ponía enfermo.
Así era como deseaba sentirse sobre Sungmin.
Deseaba poder liberarse de su obsesión de una vez por todas hasta que no
pudiera ni verla.
Hasta que el hecho de pensar en que
podía acostarse con ella le resultara tan desagradable como una botella de
whisky.
Cerró el grifo y se secó. Sacó la ropa
necesaria del armario y se vistió.
Mientras se miraba en el espejo, se
juró que jamás se dejaría llevar por la lujuria. No dejaría que Sungmin
volviera a seducirlo. Lo único que quería de él era su hijo. No descansaría
basta verlo sano y salvo entre sus brazos. Hasta que Sungmin desapareciera de
sus vidas para siempre después de que el niño naciera.
Se abotonó la camisa blanca y se miró
en el espejo. Se juró que jamás volvería a ser el estúpido necio que había sido
meses atrás. No volvería a bajar la guardia. No perdería nunca más el control.
Tenía que convencerlo de que se casara con él tan pronto como fuera posible.
Aquel mismo día, si podía. No podía
arriesgarse a que recuperara la memoria antes de haberlo convertido en su esposo.
Entonces, le ayudaría a recordar. Cuando naciera el niño, le haría elegir entre
dinero o su hijo. No le cabía la menor duda de lo que Sungmin elegiría.
Por ello, aquel día, se comportaría
como un enamorado amante. Lo tentaría. Le susurraría dulces palabras al oído.
Poesía. Flores. Joyas. Lo que fuera.
En aquel momento, oyó que la puerta de
la habitación se abría y se cerraba. En menos de un segundo, vio a Sungmin de
pie detrás de él. Se quedó boquiabierto por lo que vio en el espejo. El le
dedico una serena sonrisa.
—Buenos días.
—Sungmin —dijo él dándose la vuelta
sin poder creer lo que veía—. ¿Qué has hecho?
Sungmin había estado sonriendo, pero, de
repente, se sintió muy tímido.
Se llevó la mano al cabello, lo traía
mas corto
—Me he cortado el pelo.
—Eso ya lo veo.
—Entonces, ¿por qué me lo has
preguntado?
Kyuhyun no respondió. Se limitó a
rodearlo y a mirarlo de arriba abajo.
Sungmin levantó la barbilla, como si
estuviera desafiándolo a que lo criticara. El corte de pelo era moderno más que
sexy, pero no era el único cambio. En lugar de los pantalones ceñidos del día
anterior, Sungmin llevaba puesto un sencillo conjunto de lino de color rosa
pálido. Las sencillas prendas eran bonitas, pero naturales. Sungmin se sentía
cómodo, como si por fin fuera él mismo en vez de alguien que sólo trataba de
llamar la atención con su ropa.
Kyuhyun frunció el ceño.
—No lo comprendo. ¿Dónde has comprado
eso?
—En una boutique en la Mercerie que me
recomendaron en recepción.
—¿Te ha acompañado Kangin?
—Sí. Yo no quería, pero él insistió.
Ni siquiera me permitió utilizar mis tarjetas de crédito. Insistió en que lo
cargara todo en tu cuenta.
—Bien. Estás muy distinto… ¿A qué se
debe el cambio?
Sungmin respiró profundamente. ¿Cómo
podía explicarle lo horrible que era que los hombres le miraran constantemente?
—Bueno —dijo—. La ropa que tenía en la
maleta simplemente no me parecía adecuada.
—Eso no fue lo que dijiste cuando te
la compraste en Seul.
—¿Tú me compraste esa ropa?
—Sí.
—Bueno, era todo muy bonito, pero…
—susurró. No quería parecer desagradecido.
—¿Si?
—Pero no me resultaban cómodos.
Además, hacía que la gente me mirara.
—Yo creía que eso te gustaba.
—A pesar de todo, fue un regalo muy
bonito —tartamudeó él—. Te estoy muy agradecido. Fue muy amable por tu parte
que me compraras todo eso. No quiero criticar tu gusto, pero…
—Yo no te las elegí. Simplemente lo
pagué todo. Lo elegiste todo tú.
¿Cómo? ¿En qué diablos había estado
pensando?
—Oh… Bueno, estoy seguro de que se
venderá bien en las tiendas de segunda mano —dijo—. Son tan bonitas…
Kyuhyun miró sorprendido hacia la
maleta y vio que estaba vacía.
—¿Me estás diciendo que has regalado
toda tu ropa de diseño? —preguntó con incredulidad—. ¿Los Gucci? ¿Los Versace?
—¿Son tus diseñadores favoritos?
—¡No! ¡Son los tuyos!
—Oh… Bueno, esa ropa era demasiado
ceñida para mí, por no mencionar demasiado sexy. Tal vez mis gustos han
cambiado porque estoy a punto de ser appa. Seguramente es eso, ¿no te parece?
Kyuhyun lo miró fijamente. Por fin,
extendió una mano, que Sungmin la tomó en la suya.
—Estás muy hermoso —dijo.
—¿De verdad?
—Sí. De hecho, jamás te he visto tan
radiante.
Sungmin suspiró y soltó el aire que
había estado conteniendo sin darse cuenta mientras se preguntaba cómo iba a
reaccionar él. Lo miró atentamente y vio que, efectivamente. Kyuhyun parecía
aprobar lo que veía.
—Está bien. Vayamos a dar un paseo
—dijo él con una sonrisa.
Durante el resto del día, exploraron
los encantos de Venecia. A lo largo del día, la niebla fue cayendo sobre la
ciudad y dándole un aspecto melancólico. Sin embargo, Sungmin casi no se dio
cuenta de que la luz del sol había desaparecido. Se sentía alegre y contento. Kyuhyun
le sonreía mientras charlaban y reían. Entonces, él le compró una rosa de color
naranja en un mercadillo al aire libre. Cuando le dijo en voz baja lo hermoso
que era para él, lo mucho que deseaba que se convirtiera en su esposo, Sungmin
se sintió feliz.
Con su nueva ropa, recibió alguna que
otra mirada de los hombres, pero nada como el día anterior. Se sintió seguro.
Libre. No quería que el día terminara. Miró la mano con la que Kyuhyun le
sujetaba una de las suyas. Era tan posesivo, tan atento… Tan romántico y
cariñoso.
Cuando empezó a llover con fuerza, él
le empujó hacia una puerta con un rico artesonado. Entonces, para su sorpresa,
se dio la vuelta y llamó a la puerta del palazzo.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó
confuso.
—Ya lo verás.
Les franqueó la entrada un ama de
llaves. La mujer les dijo, a duras penas, que el marqués y la marquesa, los
amigos de Kyuhyun, estaban de vacaciones. Sin embargo, cuando Kyuhyun, con la
más encantadora de sus sonrisas, le pidió a la mujer que les dejara ver el
salón de baile, ella no se pudo resistir.
Cuando el ama de llaves los dejó a
solas en el amplio salón, Sungmin se quedó impresionado por su tamaño y su
belleza. Para poder observar mejor el maravilloso techo, subió hasta la mitad
de las escaleras.
—Ahí es donde te vi por primera vez
—le dijo Kyuhyun.
—¿Aquí?
—Sí. Antes de ese día, no había hecho
caso alguno a los rumores que circulaban sobre ti. Ningún joven podía ser tan
hermoso como se decía —añadió, mirándolo con el deseo reflejado en los ojos—.
Entonces, nos conocimos. Te vi bajando esas escaleras. Ibas del brazo de mi
mayor rival en los negocios, pero supe enseguida que te apartaría de él
—añadió. Lentamente, fue subiendo las escaleras hasta llegar hasta donde se
encontraba— Te habría apartado hasta del mismo diablo. Me hiciste perseguirte
por toda Venecia durante una semana hasta que, por fin, accediste a acompañarme
a Seul. Allí, descubrí, para mi sorpresa, que eras virgen. Por primera vez en
toda mi vida, me encontré deseando más a un joven después de haberme acostado
con él que antes de hacerlo.
Kyuhyun inclinó la cabeza hacia él. Sungmin
no podía moverse ni respirar.
—Cuanto más me dabas, más quería.
Sin embargo, cuando estaba a punto de
besarlo, se detuvo de repente y se puso tenso. Sin tocarlo siquiera, se apartó
de él. Le dirigió una mirada glacial.
—Vamos. Ya hemos terminado aquí.
Tras darle las gracias al ama de
llaves, los dos abandonaron el palazzo. En el exterior, el bochorno reinante
parecía indicar que estaba a punto de producirse una tormenta, igual que estaba
ocurriendo entre ellos.
Cruzaron el Gran Canal a través del
puente Rialto. Este estaba casi vacío de turistas. De repente, él se volvió
para mirarlo. Lo tomó con pasión entre sus brazos y lo estrechó contra su
poderoso cuerpo.
—Aquí fue donde te besé por primera
vez —dijo con voz ronca.
Se inclinó hacia delante y le enmarcó
el rostro entre las manos. Sungmin siempre había creído que él tenía los ojos
negros, pero, en aquel momento, vio que eran de un marrón profundo con reflejos
dorados.
—Y aquí es donde te voy a besar ahora…
Sungmin se echó a temblar. El corazón
le latía a la misma velocidad que un colibrí mueve las alas para volar. Quería
que Kyuhyun lo besara, pero, al mismo tiempo, algo lo empujaba a salir huyendo.
Sin embargo, no podía hacerlo. Aquella
vez, Kyuhyun lo había agarrado con fuerza. No lo iba a dejar escapar.
Fue como si no lo hubieran besado
nunca antes. Al principio, Kyuhyun lo besó con dulzura. Entonces, consiguió que
abriera la boca. Le lamió los labios y entrelazó la lengua con la de Sungmin.
El deseo y la pasión se apoderaron de él
como si fueran un fuego.
Se le olvidó que quería huir. No se
pudo resistir más. No quería hacerlo.
Kyuhyun profundizó el beso. En vez de resultar
tentador y seductor, de repente se volvió posesivo.
Su cuerpo se apretó contra el suyo con
tanta fuerza, que Sungmin dejó de estar seguro de dónde empezaba Kyuhyun y
dónde terminaba él.
Nunca antes había experimentado un
beso así. Se sentía asombrado, perdido en él. Cuando se apartó de él, se le
escapó un pequeño gemido de protesta.
—Ahora, cariño —susurró—, me
perteneces.
Sungmin cerró los ojos y se repitió
una vez más aquellas palabras. «Me perteneces». Kyuhyun le había dicho antes
aquellas palabras. Lo había besado allí antes.
Había sido en una cálida noche de
verano. Recordó el contacto de las manos de Kyuhyun contra sus hombros
desnudos. Recordaba que había deseado desesperadamente que él lo besara.
Recordó haber sentido alivio y triunfo cuando lo hizo.
Abrió los ojos y se apartó de él.
—¡Me he acordado de algo!
—¿Qué es exactamente lo que has
recordado? —preguntó él. Su voz sonaba tensa y preocupada, pero, perdida en la
emoción que la embargaba, Sungmin no se dio cuenta.
—De nuestro primer beso.
¡Efectivamente fue aquí en el puente, tal y como tú has dicho! Oh, Kyuhyun.
Estoy recuperando la memoria. ¡Está regresando! ¡Todo va a salir bien!
Le rodeó el cuello con los brazos,
lleno de gratitud y alivio. Había tenido tanto miedo, pero en aquel momento…
Mientras abrazaba a Kyuhyun, sintió
que se le aceleraban los latidos del corazón. De repente, algo entre ellos
había cambiado. Al tenerlo tan cerca, al aspirar el aroma de su piel, se sintió
diferente. Las mejillas se le ruborizaron cuando lo miró a los ojos.
—Sungmin, mi hermoso Sungmin
—susurró—. Cásate conmigo. Sé mi esposo…
Sungmin quería acopiar, pero se obligó
a negar con la cabeza.
—Tú te mereces mucho más. Te mereces
un esposo que pueda recordar lo que es amarte…
—No te preocupes por eso. Tengo lo que
me merezco. Después de que seas mi esposo, me dedicaré día y noche a ayudarte a
recordar tu pasado. Te lo juro.
Sungmin tragó saliva al imaginarse lo
maravilloso que seria ser el esposo de Kyuhyun. Era lo adecuado, dado que estaban
esperando el nacimiento de su hijo. Tal vez entonces su cuerpo no tendría tanto
miedo de que él le besara. Tal vez entonces su sentido del honor aceptaría
mucho más que un beso.
—Aceptar algo así sería egoísta por mi
parte —musitó.
—Lo que sería egoísta sería
rechazarlo. Cásate conmigo. Por el bien del bebé, por el mío.
Sungmin se echó a temblar cuanto Kyuhyun
volvió a rozarle los labios.
Sintió vibrar su miembro y que un
escalofrío le recorría todo el cuerpo. Soltó un suspiro. Ya no podía seguir luchando,
mucho menos cuando lo único que quería era sentirse amado, protegido y sentir
que su bebé también lo era.
—Cásate conmigo —repitió él mientras
le besaba los párpados, la frente, la garganta… Sungmin ya no podía pensar. Kyuhyun
la abrazaba tan suave, tan tiernamente…—. Cásate conmigo ahora mismo.
Sungmin sintió que los ojos se le
llenaban de lágrimas cuando le miró el hermoso rostro. Un instante después, Kyuhyun
volvió a besarlo. Lo último que Sungmin pudo pensar fue que no se acordaba de
haberlo amado, pero que, tal vez, no necesitara recordar nada.
Tal vez podría volver a enamorarse de
él una vez más.
Besar a Sungmin fue como caer en el
Infierno. El fuego le abrasó por todas partes. Le colocó la mano en la nuca y
enredó los dedos en su hermoso cabello para poder profundizar el beso.
Llevaba meses odiándole, deseándole.
¿Por qué el hecho de poder besarlo por fin le abrumaba más de lo que lo había
hecho nunca? No era sólo deseo lo que había hecho que el beso fuera diferente.
El beso era diferente porque Sungmin era diferente.
Se apartó de él y lo miró. Sungmin
seguía teniendo los ojos cerrados.
Una hermosa sonrisa se le había
dibujado en los labios. Con su ropa y su corte de pelo nuevos, parecía dulce,
natural. Verdadera.
Kyuhyun sintió un profundo deseo de
llevárselo a la cama. De hecho, había extendido la mano para llevarlo de camino
al hotel cuando se detuvo en seco.
¡No!
No podía olvidar con quién estaba
tratando. El joven dulce e inocente que había delante de él era sólo un
espejismo. El verdadero Lee Sungmin era una zorra superficial, un mentiroso
egoísta. Le había dado a él su virginidad sólo para poder traicionarle con otro
hombre.
No podía consentir que Sungmin ganara.
En aquella ocasión, la victoria estaría de su lado.
—Cásate conmigo —reiteró una vez más—.
Cásate conmigo ahora mismo.
—Está bien —susurró Sungmin—. Está
bien…
Kyuhyun exhaló un suspiro.
—Hoy mismo…
—Sí, me casaré contigo hoy mismo
—murmuró él, mirándolo con un rostro feliz, casi lloroso.
—¿Qué se va a casar Cho Kyuhyun?
—exclamó alguien a sus espaldas—. ¡No me puedo creer que lo acabe de escuchar!
Yay~ Me encanta que halla amor y odio <3
ResponderEliminarNooooooooooooooooo L plan d kyu s muy cruellllll si l conejo hizo algo lo traiciono tuvo q tener un motivo
ResponderEliminarQuien abra aparecido ????
Mmmm por fin se pone interesante! Quiero que Min recupere ya su memoria para ver que pasa con el dulce Min. ¿Volverá s ser como antes o seguirá así de dulce e inocente? Eso me intriga demasiado! ! ¿Kyuhyun se enamora del dulce Min o lo va a seguir odiando y deseando nada mas? Aunque creo que ya se esta enamorando del nuevo Min ♡♡♡♡ no puedo esperar para el próximo actu!!! Quiero el desenlace ya!! :3
ResponderEliminarque feo lo que l ehizo el antiguo min a kyu casi lo deja en banca rota ,y ahora es otra persona pero kyu quiere venganza u.u ay sungmin tendras que volverlo a enamorar al gordo ,gran y hermoso capitulo mil gracias d verdad y hasta pronto saludos y exitos ♥
ResponderEliminarOMO quien es?, cielos, se van a casar espero que no le haga daño, se que hay algo mas ahi, y Kyuf debe entender o descubrir que fue lo que paso...
ResponderEliminarNoooo, no. Min que haces.
ResponderEliminarKyu tonto no trtates mal a mi Min.!!!
Dios, m e preocupa mucho, el conejo esta vulnerable y Kyu se aprovecha,
Muchas gracias por el mp =)
KyuHyun no se esperaba para nada el cambio de look de SungMin, sobre todo porque este refleja como es ahora él, y creo que aunque lo intente con todas sus fuerzas, el amor que siente por SungMin va a volver.
ResponderEliminarLo que me dejó pensando fue la forma en que se conocieron, es como si Min hubiese dejado que KyuHyun se acerqué a él solo por conveniencia, ahí hay algo oculto.
Y la persona del final también me dejo intrigada.
Gracias por el Mp
Bye ^^
aigooo!!! no puedo creer que haya tardado tanto en comentar!! pero ahora comentare! kyu va conociendo a un nuevo Sungmin y eso hace que le sea dificil odiarlo, porque este nuevo Min es alguien puro en todos los sentidos! y me duele que Kyu quiera vengarse de esta nuevo Min!! y quien sera esa tercera persona??
ResponderEliminarmuchas gracias por el mp!!
saludos
_n_a_t_i_