—¿Has bebido?
—Sí, me he tomado
un té frío. ¿Quieres uno?
—¿Esto va en
serio?
—Eso espero. ¿Qué
piensas tú?
Hyungsik prefería
no pensar.
—¿No estarás
jugando sucio? Porque tengo que decirte que...
—No es un juego,
Hyungsik —se quejó Minwoo.
Parecía ofendido.
Se quitó de encima de él y se fue hacia un extremo de la cama
—Pensé que
podríamos... conectar —añadió—. Pero si no quieres...
—¿Si no quiero?
Minwoo, claro que quiero.
Se quitó la
chaqueta y la camisa, las tiró al suelo y fue a buscarlo
—¡Ven aquí, por
favor!
Suspiró. Todavía
no podía creerlo. Tenía un nudo en el estómago y, aunque el instinto le decía
que tomase lo que le ofrecían sin hacer más preguntas, se quiso proteger, ya
que sabía que las cosas nunca eran tan sencillas como parecían.
—Minwoo.
Pero él no quería
hablar.
Le puso un dedo
en los labios y Hyungsik no pudo evitar atrapar su mano y acariciar su palma
con la lengua.
—Pensé que
querías hacerme el amor —susurró Minwoo—. Pero llevas demasiada ropa.
Hyungsik casi no
podía respirar. No sabía si lo que estaba viviendo era un sueño o la realidad.
Se quitó los pantalones y los calzoncillos con dificultad, los tiró al suelo y
se arrodilló a su lado para contemplarlo.
Casi había
olvidado lo precioso que era. Su pecho, la cintura delgada, las caderas bien
dibujadas y las piernas largas. Tenía la piel suave, ligeramente dorada por
todas las horas pasadas en el exterior. A Minwoo le encantaba el sol.
Le acarició el
pecho, tenía los pezones duros. Y Hyungsik no necesitaba mirar hacia abajo para
saber que su erección también era prominente.
—Tú también
llevas demasiada ropa —dijo quitándole la minúscula ropa interior—. Así está
mucho mejor.
Minwoo se movió
inquieto cuando su marido rozó su sexo con el dedo al quitarle la ropa
interior, pasó a su entrada y prepararlo para recibirlo.
El también estaba
preparado y buscó sus labios mojados con la boca. Lo deseaba, siempre lo había
deseado antes de los tres abortos y de que Minwoo lo rechazase.
Minwoo apartó la
cara, como si no desease que siguiese besándolo, como si los preliminares no le
interesasen. Quizás tuviese tantas ganas como él de consumar su unión.
—Por favor,
Hyungsik, hazme el amor.
El también estaba
deseándolo, pero cuando se colocó entre sus piernas se dio cuenta de que no
tenía preservativo.
—No tengo...
Gesticuló para
que su pareja le entendiese. Pero a Minwoo no pareció importarle.
—No pasa nada.
Por favor...
No necesitó que
se lo repitiese. A pesar de que hacía más de dos años que no hacían el amor,
encajaron a la perfección. Lo penetró y Minwoo se movió despacio, dejándose
llevar por el placer de tener todos sus músculos apretados contra él.
—Ah, cielo
—murmuró Hyungsik apoyando la cabeza en su pecho.
Minwoo, que hasta
entonces casi no lo había tocado, lo tomó por los hombros con fuerza, para
atraerlo hacia él.
Al principio se
contentó con estar tumbado a su lado, piel contra piel, sintiéndose unido a él.
Pero pronto se encontró llenándolo.
Minwoo se mostraba
impaciente, pidiéndole a gritos que tomase lo que le estaba ofreciendo. Así que
Hyungsik empezó a moverse con más rapidez.
Hyungsik sentía
cómo se le inundaba la frente de sudor, no podía contenerse. Lo deseaba tanto,
que el miedo a que volviese a rechazarlo hizo que acelerase el ritmo. Minwoo
tenía las piernas alrededor de su cuerpo y Hyungsik sabía que, a pesar de que
lo intentaba, tampoco podía controlarse.
Sintió cómo los
músculos de su entrada se tensaban alrededor de su sexo un momento antes de que
alcanzase el clímax. Minwoo habría gritado de placer si no hubiese tenido la
boca apoyada contra su pecho Y Hyungsik tardó sólo unos segundos más. Por
primera vez después de varios años, sintió cómo se vaciaba dentro de él. Y
aunque sabía que lo estaba aplastando, no tenía fuerza para quitarse de
encima...
Minwoo estaba en
la cocina con el joven Moon cuando Hyungsik bajó a la mañana siguiente.
Se había
despertado solo en la gran cama y, al comprobar que el colchón estaba frío como
el mármol, sospechó que su esposo debía de haber dormido en otro sitio.
Alguien, probablemente Minwoo, le había tapado las piernas con la colcha, para
que no hiriese la sensibilidad de el joven Moon, suponía. Todas las velas se
habían consumido y la habitación estaba vacía y sin vida.
Hyungsik había
abierto todas las ventanas de par en par antes de meterse en la ducha y no
había querido hacerse preguntas acerca de la ausencia de Minwoo. Después, como
no tenía planeado ir a la oficina, se había puesto una camiseta negra y los
vaqueros más viejos que tenía, que le quedaban justos, por lo que se dejó el
botón de la cintura desabrochado. Hacía meses que no se sentía así de bien,
relajado y descansado. Un estado bastante inusual durante los últimos tiempos.
Minwoo estaba de
pie, apoyado en la encimera, tenía una jarra de algo que parecía ser café en la
mano y hablaba con el joven Moon. Al contrario que él, no parecía estar relajado
ni haber descansado bien, aunque estaba deslumbrante. Vestía una camisa amplia
en tonos rosas encima de una camiseta color marfil y unos pantalones marrones,
estaba muy elegante.
Los dos jóvenes dejaron
de hablar cuando él entró. Pero Hyungsik no pensaba desistir de su propósito.
—Buenos días.
¿Interrumpo algo?
—Por supuesto que
no, señor Park —respondió el mayordomo, Minwoo evitó su mirada—. Supongo que
quiere usted desayunar. ¿Qué le apetece?
Hyungsik quería
que Minwoo lo mirase, pero después de dirigirle una mirada rápida y dejar que
siguiese hablando con el mayordomo, su esposo se puso delante del enorme
fregadero de porcelana y miró hacia el jardín por la ventana.
Durante los
últimos años se había acostumbrado a que lo ignorase, pero no entendía su
actitud después de lo que había pasado la noche anterior, así que mientras el
joven Moon sacaba unos huevos del frigorífico, Hyungsik cruzó la cocina para
acercarse a él.
—Hola. Te he
echado de menos al despertar.
Minwoo dio un
sorbo de café antes de responder:
—¿De verdad?
—respondió sin dignarse a mirarlo—. Supongo que estás acostumbrado a tener sexo
también por la mañana.
¿Por qué decía
eso? Hyungsik lo miró sorprendido. Minwoo se enfadó con él mismo por haber
hecho ese comentario. No quería volver a pensar en lo perfecto que había sido
hacer el amor con él la noche anterior.
Le costaba hasta
mirarlo. Hyungsik siempre había sido guapo, en eso tenía que estar de acuerdo
con el tal Yeowool. Tenía el pelo oscuro, y solía llevarlo demasiado largo y
despeinado, los ojos negros como la noche y unas facciones masculinas y sensuales.
A todo eso se
añadía la tenacidad que su padre siempre había
admirado. Y el hecho de que fuese alto y delgado y se moviese con
la gracia de un felino. El conjunto
lo convertía en un hombre irresistible.
Milagrosamente,
se había casado con él. Se habían enamorado y habían vivido una inolvidable
historia de amor. Minwoo había creído que nada ni nadie podría separarlos. Pero
no había sido así.
—¿Me he perdido
algo?
Minwoo se dio
cuenta de que tenía que contárselo. No era justo que Hyungsik pensase que
volvían a estar juntos. Aunque se sentía tentado a aplazar ese momento lo
máximo posible. Sabía que, si él quería, podrían pasarse el día juntos, en la
cama.
Pero no podía
hacer eso. Hyungsik era como una droga y después no podría desengancharse.
—Estoy seguro de
que sabes de qué hablo. Sé que te has acostado con otros jóvenes, Hyungsik, que
no has vivido como un monje todos estos años.
—¡Dios santo! ¿De
dónde te has sacado eso?
La reacción de
Hyungsik fue violenta y Minwoo miró preocupado por encimo de su hombro para ver
si el joven Moon los estaba escuchando. Pero el mayordomo se había marchado y
los había dejado solos.
—¿Acaso no es
cierto? ¿No has estado viéndote con alguien?
—He estado viendo
a muchas personas. ¿De qué hablas, Minwoo? ¿A qué vino lo de anoche? ¿Por qué
no me dijiste cómo te sentías antes de...?
De pronto, se
sintió mareado. ¿Era la causa de tanta excitación? ¿O tal vez temía de antemano
la pesadilla que se avecinaba?
—¿Hyungsik?
Minwoo parecía
casi preocupado y él se preguntó si se habría dado cuenta de que algo iba mal.
Pero lo último que quería era darle lástima. Todavía tenía orgullo, aunque
hubiese perdido parte de él la noche anterior.
—Déjame, Minwoo
—pidió agarrándose con las dos manos a la encimera—. Me voy a la oficina. Ya
nos veremos.
Minwoo tocó su
brazo y él se estremeció. Sólo lo había tocado y ya estaba loco por tomarlo en
sus brazos. A pesar de que le temblaban las piernas y de saber que su esposo lo
había utilizado, todavía lo deseaba. Era patético.
—No estás vestido
para ir a la oficina.
—Tenía hambre —respondió
Hyungsik, aunque sólo de ver la tortilla que le había preparado el joven Moon
le entraban náuseas.
—Supongo que
estás deseando verlo.
—¿Verlo? ¿De
quién estás hablando?
—De ese joven.
¿Trabaja en tu oficina, verdad? ¿Jo Yeowool? No hagas como si lo hubieses
olvidado.
—¿De qué lo
conoces?
—Lo conozco
—respondió Minwoo, que no quería decirle que ese joven había estado allí el día
anterior.
—No puedo creer
que te interese lo suficiente como para investigar mi vida.
—¿No? Eso es que
ya no nos conocemos bien.
—¿Y de quién es
la culpa de eso? —preguntó Hyungsik sintiendo que se le aceleraba el pulso—.
¡No fui yo quien se marchó de tu cama!
—Sabes por qué lo
hice... —se defendió Minwoo.
—Esos bebés
también eran míos —espetó. Entonces sintió que necesitaba aire y cruzó la
cocina con paso inseguro—. ¡Vete al infierno!
Hyungsik estaba sentado en su oficina cuando lo llamaron por el interfono, se echó hacia delante y apretó el botón de respuesta.
—¿Sí?
—Tiene usted una
llamada, señor Park —anunció su
secretaria—. Sé que me pidió que no lo molestasen, pero es su esposo.
—¿Mi esposo?
—repitió Hyungsik sorprendido.
No tenía ni idea
de lo que querría después del altercado de esa misma mañana, pero él siempre
era optimista.
—Pásemelo —añadió.
—Hola, Hyungsik.
No era Minwoo.
Eso fue lo primero que pensó, y empezó a ponerse de mal humor. Así que fue
bastante seco.
—Yeowool
—respondió él. Había reconocido su voz inmediatamente. Tal y como se sentía, lo
habría matado si lo tuviese cerca.
—Cariño... ¡Te
acuerdas de mí!
Cómo iba a
olvidarlo. Llevaba tres meses acosándolo, desde que lo despidió. Lo había
llamado tantas veces, que le había pedido a su secretaria que filtrase las
llamadas.
—No me llames
«cariño» —contestó preguntándose por qué no colgaba inmediatamente. Ya lo había
hecho antes—. ¿Se puede saber qué estás haciendo? Hacerse pasar por otra
persona es un delito. Si vuelves a llamarme, avisaré a la policía. ¿Sabes cómo
se llama lo que estás haciendo, Yeowool? Acoso.
—No seas
retrógrado. No te comportabas así cuando estábamos juntos.
—Nunca hemos
estado juntos. Salimos juntos una vez, y puedes creerme si te digo que fue un
error.
—No digas algo
que no piensas, Hyungsik.
—Claro que lo
pienso, del mismo modo que hablo en serio cuando digo que voy a llamar a la
policía. Debí hacerlo antes, pero supongo que me das lástima.
—No sientas
lástima por mí, Hyungsik.
De pronto,
parecía alterado y molesto. Tanto mejor. A ver si se daba por aludido de una
vez y lo dejaba en paz.
—Siente pena por
ti mismo. Tenemos que estar juntos y lo sabes.
—¡Dios santo!
¡Vive tu vida, Yeowool, y déjame tranquilo!
Iba a colgar el
teléfono cuando Yeowool soltó la bomba:
—Vamos a
tener un bebé,
Hyungsik, por eso
he estado llamándote. Tenemos que hablar.
Minwoo se pasó la
mañana en el estudio que Hyungsik había hecho construir para él en el jardín,
lejos de la casa y con una magnífica vista que daba hacía la bahía. Su casa estaba
al pie de los acantilados, podía llegar bajando los escalones de piedra que el
anterior dueño había hecho esculpir en la roca.
Minwoo pintaba
bastante bien al óleo y al carboncillo, pero su material favorito era la
acuarela y, durante los últimos años, se
había hecho conocido por ilustrar libros para niños.
Pero esa mañana
le costó concentrarse. No dejaba de pensar en lo que había hecho la noche
anterior y en la cara que había puesto Hyungsik cuando le había dicho que
estaba al corriente de su aventura con Jo Yeowool.
Hyungsik no lo
había admitido, pero tampoco lo había negado. En su lugar, lo había acusado de descuidar
su matrimonio, de haberse marchado de su cama y de haber acabado así con su
relación.
¿Acaso no sabía
cómo se había sentido por aquel entonces’? Se había quedado embarazado tres
veces, había sentido el milagro de la vida en su interior tres veces, y las
tres había perdido al bebé durante el tercer mes de embarazo. Era cierto que
quizás no había pensado en cómo se había sentido Hyungsik. Quizás había estado
demasiado hundido en sus propias emociones, en su propio dolor.
Pero Hyungsik
siempre le había parecido tan fuerte, siempre estaba preparado para enfrentarse
a lo que le presentase la vida. Era el hijo mayor de un obrero y su esposo, y
había luchado duro para sacarse el título de ingeniero. Era el único miembro de
su familia que había ido a la universidad y, aunque en ese momento uno de sus
hermanos y sus tres hermanas ya tenían sus propios trabajos y familias,
Hyungsik los había ayudado durante años trabajando hasta en dos lugares al
mismo tiempo que estudiaba.
Quizás lo había
juzgado demasiado rápido al pensar que sólo se sentía decepcionado. Lo había
decepcionado al no conseguir hacerlo padre, y él se sentía frustrado como pareja.
Minwoo siempre había pensado que Hyungsik debía de haber sentido que le había
fallado, no una, sino tres veces. Y cuando le había negado su compañía después
de eso, él se había ido con otra pareja.
Todo le parecía
tan simple... y sórdido. Minwoo siempre había creído que un hombre como
Hyungsik no podía estar sin una pareja en su cama. Había tardado casi dieciocho
meses en descubrir su aventura con Yeowool, aunque imaginaba que no era la primera.
Pero sí era el único que había dejado
embarazado.
A la hora de la
comida Minwoo desistió de trabajar y fue a la casa. Todavía tenía que
explicarle al joven Moon por qué su habitación estaba llena de velas consumidas
y por qué Hyungsik no había dormido en su propia cama.
Pero el mayordomo
había salido. Solía hacer la compra los martes por la mañana, recordó Minwoo.
Sólo conseguía pensar en la visita de Yeowool del día anterior y en lo
confundido que se había quedado después. Sabía que había intentado seducir a su
marido. Pero no entendía por qué.
Bueno, era obvio:
quería quedarse embarazado. ¿Pero tenía
sentido?
¿Por qué pensaba
que ese embarazo, si es que conseguía quedarse embarazado, podría ser diferente
a los anteriores? ¿Por qué se hacía sufrir él solo?
Sacudió la
cabeza. Lo único que sabía era que no podía dejar que le robasen a su marido.
Seguía amándolo, a pesar de todo, aunque no tenía pensado confesárselo. Pero si
Yeowool estaba embarazado era porque se estaban acostando juntos. Y eso le daba
una ventaja. A pesar de que él siguiese siendo su esposo.
Se sorprendió al
ver que el joven Moon había dejado comida para dos en el salón. Una crema de
espárragos fría, una ensalada César, y un pastel de fresas de postre. Minwoo se
preguntó si el mayordomo esperaba que
invitase a comer a Hwang Kwanghee, su mejor amigo, que vivía cerca.
Pero él no le
había dicho que esperase a nadie. Y Hyungsik hacía tiempo que no iba a comer a
casa. Ya era bastante si iba a cenar, aunque no le importaba, ya que
normalmente no tenían mucho de qué hablar.
Había una botella
de vino descorchada en la cubitera, Minwoo la sacó y se sirvió una copa. Nada
más probarlo se dio cuenta de que era un Chablis, a Hyungsik le encantaba. ¿Le
habría dicho él al joven Moon que iría a comer?
Le parecía poco
probable, se había marchado de casa muy enfadado después de su pelea matutina,
así que seguro que no lo veía en todo el día. Pero no todo era culpa de Hyungsik.
Él también se acostaba cada vez más temprano para evitar hacer preguntas acerca
de las ausencias de su marido.
Oyó el motor de
un coche y se puso tenso. Podía ser el joven Moon, por supuesto, pero él conducía
un Ford, no un Aston Martin. Y parecía el motor de un coche potente.
Dio un trago de
vino para intentar calmarse. No tenía por qué ponerse nervioso. Seguro que
Hyungsik había olvidado algo, así que entraría en casa, buscaría lo que fuese y
volvería a marcharse sin tan siquiera saludarlo.
Cerraron la
puerta del coche con fuerza y Minwoo sintió que se le secaba la boca. Dio otro
sorbo de vino sólo para humedecerse la garganta y casi se atragantó al ver a
Hyungsik aparecer por la puerta abierta.
Tenía que haber
cerrado la puerta, se dijo Minwoo, todavía convencido de que Hyungsik no se
quedaría a comer. Pero estaba equivocado.
—Hola —lo saludó
civilizadamente—. Qué bien, llego justo a tiempo.
Minwoo tragó
saliva y miró la mesa, los mantelitos individuales de color verde y amarillo,
la vajilla de porcelana y la cubertería de plata.
—¿Así que esto es
para ti?
—Para nosotros
—lo corrigió Hyungsik, quitándose la chaqueta negra del traje y dejándola
encima de una silla. Se desabrochó el botón más alto de la camisa y se aflojó
la corbata gris. Se acercó a la cubitera y preguntó:
—¿Es un Chablis?
—No me digas que
no lo sabes. Estoy seguro que has sido tú el que ha pedido al joven Moon que
organice esto antes de marcharte.
—No, en realidad
lo he llamado por teléfono —le explicó sirviéndose un poco de vino, pero muy
poco. Era evidente que no había ido a casa a ahogar sus penas en alcohol—. Mmm,
qué bueno está.
Minwoo sacudió la
cabeza y apoyó la copa en la mesa con mano temblorosa. No podía permitir que
Hyungsik se comportase como si no hubiese pasado nada. Jo Yeowool formaba parte
de sus vidas, para bien o para mal.
Hyungsik lo miró
de un modo que habría hecho derretirse a cualquier joven. Estaba distinto que
otros días. No sabía lo que era, pero lo turbaba.
—¿Nos sentamos?
—Si quieres
—contestó Hyungsik.
Esperó a que
tomase asiento en la otra punta de la mesa, lo más lejos posible de él, pero no
hizo ningún comentario al respecto. Se conformaba con que no lo criticase, al
menos por el momento. Ya iban a estropearse suficientemente las cosas cuando le
hablase de la llamada de Yeowool.
Minwoo volvió a
servirse vino, como si lo necesitase para sentirse valiente y una copa no fuese
suficiente. A pesar de que no quería hacerlo, no pudo evitar preguntarse por
qué su marido parecía tenso.
Se dio cuenta de
que Hyungsik estaba esperando que se sirviese él primero, así que se puso un
poco de crema de espárragos antes de pasarle el cucharón a Hyungsik.
A juzgar por la
poca cantidad que se sirvió, su marido no parecía tener nada de apetito, a él
le pasaba lo mismo, y se preguntó cuál sería la razón. La noche anterior
Hyungsik se había comportado como siempre, aunque entonces había sido él el que
había estado centrado en sus propios intereses.
El mal aspecto de
su marido tenía que deberse al sentimiento de culpabilidad, pensó Minwoo metiendo
la cuchara en el plato sin demasiado entusiasmo.
—¿Has dormido
bien?
La pregunta le
pilló totalmente desprevenido, seguro que Hyungsik lo había hecho a propósito
para sacarlo de sus pensamientos
—No muy bien.
Tras dejarlo a él
profundamente dormido en su cama, se había ido a otra de las habitaciones de invitados.
Debía de estar exhausto, porque no había pensado en lo que había ocurrido hasta
que a la mañana siguiente el sol había entrado por la ventana. A partir de ese
momento no había podido volver a pegar ojo.
—Qué pena. Yo he
dormido como un tronco, estaba muerto.
Hyungsik se dio
cuenta inmediatamente de que no había elegido bien sus palabras, dado su estado
de salud, y esperó que no fuesen premonitorias. Pero Minwoo no era consciente
de su importancia.
—No me sorprende.
Supongo que te remuerde la conciencia.
—Tengo la
conciencia muy tranquila. ¿Y tú?
—¿Yo? ¿Por qué no
iba a tenerla?
—Veamos...
—empezó Hyungsik recostándose en el respaldo de la silla y jugueteando con la
copa de vino sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos—. ¿No piensas que tu juego de anoche fue
un poco sucio?
—Eres mi marido.
¿Por qué iba a serlo?
—Cielo, no creo
que quieras que conteste a esa pregunta.
—No me llames
«cielo».
—¿Por qué no?
Como acabas de decir, soy tu marido.
—Si me
perdonas... —se excusó Minwoo levantándose de la mesa.
Hyungsik se
levantó también y le bloqueó la salida, sabía que eso lo enfadaría, pero no
podía dejarlo marchar.
—No, no te
perdono. Todavía no hemos terminado.
—No tengo más
hambre.
—No me refería a
la comida.
Minwoo lo miró
enfadado y Hyungsik supuso que le molestaba que, a pesar de ser alto, él lo
fuese más.
—No puedes
retenerme aquí.
—Claro que puedo.
Así que vuelve a sentarte para que hablemos.
O! Esto me encanta!!
ResponderEliminarAmo esta parejitaa! 😀
me encanta esta pareja *w* y la trama de esta historia
ResponderEliminarMuchas gracias por el cap espero el siguiente :)