Era con
toda probabilidad el lugar más lúgubre y desolado que había visto jamás. Supuso
que el grueso manto de niebla que lo cubría, de varios metros de espesor, podía
ser la causa, así como los árboles sin hojas, que, por lo que él sabía, podían
estar tanto vivos como muertos. O tal vez pareciera tan desierto porque era muy
temprano.
Por otra
parte, Youngwoon dudaba de que ningún rayo de sol, por débil que fuera, pudiera influir en su estado de ánimo, ni tampoco el canto de
los pájaros, si es que había alguno por allí en aquella época del año. Estaba
predispuesto a detestar Raccoon Glade, y lo detestaría, eso seguro.
Sir Donghwa
querría haber llegado la noche anterior, lo cual habría sido fácil, pues la
posada en la que se habían alojado se hallaba a menos de veinte minutos de su
destino. Pero Youngwoon no estaba de humor para conocer a su abuelo inglés
después de un día entero de viaje. Quería estar tan despejado como le fuera posible,
no cansado y pensando únicamente en un baño caliente y una cama.
No
obstante, todo había que decirlo, Youngwoon admitió que el marqués vivía en una
casa muy grande, que podía necesitar unos cuantos sirvientes más de lo habitual
para funcionar como es debido. También dedujo que probablemente los ingleses
estaban un poco malacostumbrados, sobre todo los grandes lores como su abuelo,
y que tal vez creyeran necesitar muchísimos sirvientes, a pesar de no ser así.
Hicieron
falta cuatro sirvientes, para acompañar a Youngwoon a su habitación, situada en
el primer piso. Cuando el ama de llaves salió a recibirlo, él ya se reía entre
dientes de que hubieran hecho falta tantas personas para llevarlo cuando habría
bastado con que le indicaran el camino. Pero aquel no era ni por asomo el final
de la procesión.
Apareció
otra doncella para encender el fuego de su habitación. Luego vino otra con agua
caliente y toallas. Y, pisándole los talones, llegó otra más con una gran
bandeja de tentempiés matutinos: galletas, embutido, pastas y dos jarritas de
té y chocolate calientes. Y menos de diez minutos después de que se marchara,
vino aún otra señorita para preguntarle si necesitaba alguna cosa más.
Y por
último llegó Willis.
Willis era
un hombrecillo delgaducho de mediana edad, casi cincuentón, que proclamaba con
orgullo haber sido elegido como ayuda de cámara de Youngwoon.
Youngwoon
no era tan ignorante como para no saber cuál era la función de un ayuda de
cámara. Estaba sorprendido, eso sí, de que hubiera uno en su habitación, de que
Willis estuviera ya deshaciendo su maleta, la que casi tuvo que arrebatarle a
un lacayo en el piso de abajo para subirla en persona antes de que él tuviera
oportunidad de decirle que no era necesario.
Y entonces
oyó:
-¿Una
falda, señor?
-Es una
falda escocesa, ¡necio! -Youngwoon casi rugió ante aquel insulto, ruborizándose
hasta las orejas.
Su tono no
alteró a Willis, quien se limitó a chasquear la lengua mientras guardaba la
falda escocesa en la cómoda.
Youngwoon
se quedó mirándolo, sin salir de su asombro. El insulto ya había sido lo
bastante grave, pero que, además, aquel hombrecillo ignorara su furia...
Apretando
los labios, Youngwoon ordenó:
-Fuera de
aquí.
Aquello
atrajo toda la atención de Willis, quien, no obstante, se limitó a decir:
-¿Señor?
Ante la
mirada perpleja del hombrecillo, Youngwoon explicó:
-No he
necesitado un ayuda de cámara en toda mi vida, y no voy a necesitarlo ahora.
Sin
embargo, en lugar de enfurruñarse y marcharse, Willis volvió a chasquear la
lengua y dijo:
-No es
culpa suya dónde se crió usted, pero ahora está en tierras inglesas y querrá
hacer las cosas como es debido, estoy
seguro.
-¿Ah, sí?
-respondió Youngwoon en tono amenazador, empezando a enojarse otra vez.
-Naturalmente
que querrá, y naturalmente que me necesita. Ningún caballero de importancia
pensaría jamás en vestirse solo.
-Yo no soy
un caballero, ni un lord, y puedo vestirme solo, maldita sea. Ahora márchese,
antes de que me vea obligado a echarle.
Con
aquellas palabras, Willis acabó por tomarlo en serio y Youngwoon tuvo la
impresión de haberlo asustado.
-No estará
echándome, ¿verdad? Eso me perjudicaría mucho.
-¿Solo
porque no lo necesito?
-Pero
nadie lo creerá -le aseguró Willis-. No, esto se entenderá exclusivamente como
culpa mía y me impedirá aspirar de por vida a una posición tan prestigiosa como
es esta. Será mi ruina, señor, si me envían de regreso a Londres.
Youngwoon
habría jurado que al hombrecillo acababa de temblarle el labio inferior. Suspiró.
Él no era un hombre mezquino, solo obstinado. No obstante, no deseaba ser el
causante de la «ruina» de nadie. Aunque no le gustaba hacer concesiones.
-Muy bien,
puede dedicarse a planchar y limpiar lo que me ponga, pero vestirme es cosa
mía, ¿queda claro?
-Gracias,
señor -dijo el hombre, retomando su tono altivo y condescendiente-. Y ¿me
permite que llame al sastre del marqués para que le tome las medidas, o van a
llegarle más baúles en breve?
Youngwoon
se quedó mirándolo. Dale a un inglés la mano y..
***
A Jungsoo
no le pareció tan trágico que la historia de su familia hubiera salido de nuevo
a la luz. De hecho, la buena sociedad de Londres estaba
reaccionando de forma tan extraña cuando lo conocía que hasta lo encontraba divertido.
La gente,
que antes lo había mirado con la mera curiosidad reservada a todo recién
llegado, le dedicaba ahora miradas que parecían decir: «¿ Sigues vivo? Pero no
por mucho tiempo, te lo aseguro». Una dama había incluso cometido la ridiculez
de ponerse a gritar, creyendo que era un fantasma. Jungsoo se preguntaba hasta
qué punto debía de haberse distorsionado el rumor cuando llegó a oídos de
aquella necia.
Sus
perspectivas de hallar esposo en Londres eran ahora nulas, obviamente. Al fin y
al cabo, ¿qué caballero que se casara con la pretensión de tener un heredero, y
esa era la razón por la que muchos lo hacían, querría un joven esposo que tal
vez no viviría lo bastante como para dárselo? Sus dos tíos estaban vivos y
habían pasado muchos años desde las tragedias, rompiendo a todas luces el
círculo vicioso, pero ¿había alguien que tuviera eso en cuenta? No. La alta
sociedad londinense, en resumidas cuentas, pasaba por alto aquel detalle.
Lo cierto
es que contarle a todo el mundo la verdad sobre su familia no hacía ningún
bien. Creerían lo que quisieran creer.
Era mucho más interesante insistir en que aquella tendencia a acabar con la
propia vida prematuramente tenía que ser algo de familia.
Por
desgracia, el bisabuelo de Jungsoo, lo había hecho, y su inconstante esposa,
incapaz de soportar la tragedia, siguió
su ejemplo. Sin embargo, ahí debería haber terminado todo. Su hija les sobrevivió, ya estaba casada por aquel
entonces con su padre, un conde de constitución robusta, y tenían ya dos jóvenes
hijos, Minwoo y Hyesung. El padre de Jungsoo, aún no había nacido, razón por la
cual el título del viejo duque pasó a otra rama lejana de la familia
desconocida para los Park.
Nadie, al
menos nadie de la familia, sabía con seguridad si su abuela había saltado por
el balcón o si la caída había sido
accidental. Su salud se había deteriorado después de dar a vida a un hijo varón y pasó varios meses deprimida tras su
nacimiento, así que cabía la posibilidad de que hubiera seguido el mismo camino que sus padres.
Fuera
cierto o no, a nadie le cupo la menor duda de que lo había hecho y, de esa
forma, el rumor resurgió y se mantuvo en circulación el tiempo suficiente como
para impedir que Minwoo y Hyesung pudieran encontrar marido. Y ahí debería
haber terminado todo. Al fin y al cabo, ahora había sangre nueva en la familia
que provenía de la rama del conde. De hecho, el rumor se había extinguido
cuando sus padre se casaron y de su unión nació él.
Sin
embargo, sus padres tuvieron entonces la desgracia de ingerir comida en mal estado
y los dos fallecieron antes de que llegara el médico. Hasta el perro murió por
haberse comido las sobras. Y dos de las ayudantas de cocina, que solo la habían
probado, habían tenido graves trastornos intestinales. El médico afirmó que la causa había sido algún alimento
en mal estado. Pero el rumor de que habían ingerido veneno de forma deliberad
no tardó en surgir.
Minwoo y Hyesung
sabían que no era así. Su hermano y su esposa se amaban y eran muy felices. Su
muerte, como mínimo, había sido un verdadero accidente. Pero, una vez más,
nadie iba a creerlo.
No era
sorprendente que sus tíos estuvieran desolados al saber que el rumor estaba de
nuevo en circulación, después de tantos años. Además, se habían hecho muchas
ilusiones con Jungsoo a las que ahora tendrían que renunciar.
No
alcanzaban a imaginar quién podía ser tan mezquino y envidioso como para volver
a introducir ese viejo rumor en los círculos de Londres, aunque saber quién
había sido no cambiaría nada. El daño estaba hecho. Y por esa razón, no había
motivo ya para quedarse en Londres durante más tiempo.
Lo cierto
es que Jungsoo se alegró de regresar a casa. Se había dado cuenta de que Londres, tan bullicioso y rutilante, no era para él.
Había demasiada gente, mucha suciedad, y el aire solía estar impregnado de hollín y humo. Añoraba con
fuerza el aire limpio que se respiraba al dar un paseo por el campo cubierto de nieve, y los olores de
los animales y el follaje en los meses más cálidos, en lugar del hedor de la
gente y la basura.
Se
alegraba de haber asistido al menos a un baile porque era poco probable que lo
invitaran a otro y a unas cuantas fiestas más, antes de que el rumor se hubiera
extendido. Al menos, ahora sabía cómo era Londres. Mejor eso que preguntárselo
por siempre, razón por la cual el viaje no le parecía una completa pérdida de
tiempo.
Y, a
diferencia de sus tíos, no pensaba que ahora no fuera a casarse. Imaginaba que
algún día encontraría un hombre agradable, inteligente como para ver la verdad
más allá de los rumores.
Era cierto
que algunos de sus antepasados se habían suicidado, pero eso no significaba que
toda su familia estuviera condenada a hacer lo mismo. Y si no encontraba a
nadie, tampoco supondría una gran tragedia, y sus tíos daban fe de ello.
Irónicamente,
sus anfitriones, los Kim, tuvieron también que viajar a Yorkshire, porque
tenían que presentarse en Raccoon Glade para conocer al nieto de Eric Moon, que
estaba a punto de llegar.
Como era
natural, se sugirió la posibilidad de que viajaran todos juntos. Había sido
idea del joven señor Soogeun. No obstante, su hijo Heechul se saltó las buenas
formas suplicando a los Park que también se unieran a ellos en Raccoon Glade.
Los tíos
de Jungsoo sin duda vieron aquello como una última oportunidad de que algún
joven caballero se fijara en Jungsoo, por lo que accedieron de buen grado.
También pensaban en las muchas fiestas que Heechul sin duda celebraría en Raccoon
Glade después de casarse, lo cual sería muy beneficioso para su sobrino.
Pensar de
ese modo bastó para animarlos un poco y Jungsoo no tuvo el valor de poner
objeciones, aunque él sí era consciente de lo incorrecto que sería presentarse
ante el marqués de Kang sin que les hubiera invitado personalmente.
Jungsoo
tampoco desconocía los verdaderos motivos de Heechul para invitarlos a Raccoon
Glade, a ellos y a muchísimas otras personas más. Le enfurecía, y no le
importaba quién lo supiera, que lo apartaran de Londres, y aquella era su
absurda manera de llevarse a Londres consigo. Sin embargo, la razón de peso era
que necesitaba refuerzos para hacer acopio de valor, porque ya había dejado
bien claro que aquel bruto escocés con quien sus padres lo obligaban a casarse
le aterrorizaba.
Aunque a Jungsoo
seguía disgustándole la forma en que Heechul pretendía deshacerse de su
prometido, hasta cierto punto se solidarizaba con ella. En la época en que
vivían, tener que casarse con alguien a quien ni siquiera se había visto,
estaba desfasado. Su temor era comprensible.
Jungsoo se
habría solidarizado aún más con Heechul si le hubiera expresado su deseo de
casarse por amor y no de aquella forma, pero al parecer esa idea no estaba en
su lista de prioridades. Simplemente, había sido demasiado impaciente para
esperar a ver si el nieto del marqués podría convenirle y, además, aspiraba a
un título superior al suyo.
No
obstante, fue bastante embarazoso encontrarse con la expresión severa del
mayordomo de Raccoon Glade. Heechul abordó el asunto como era habitual en él,
tratando al mayordomo como a un mero criado.
-Si voy a
quedarme aquí -le dijo-, mis amigos se quedarán también. Casi siempre tengo
visitas, así que ya puede ir acostumbrándose.
Por suerte
para Heechul, sus padres aún no habían entrado y no oyeron aquel arrogante
comentario, pues de lo contrario le habrían dado un buen rapapolvo. No
obstante, el mayordomo le dejó bien
claro con la mirada que aquello llegaría
a oídos del marqués. Eso esperaba Heechul, sin duda. No quería agradar al
marqués.
Al menos, Jungsoo
y sus tíos no tendrían que ir muy lejos si ocurría lo peor y el marqués los
echaba a todos. Su casa, solo estaba a veinte minutos de allí, por lo que
marcharse no supondría inconveniente alguno, ni siquiera de noche. Ahora solo
les quedaba esperar y ver si lord Eric iba a estar de humor para consentir a su
futuro nieto político.
***
Desconociendo
que sus huéspedes habían llegado, Youngwoon y su abuelo estaban en aquel
mismo instante en el piso de arriba,
viéndose por primera vez. Youngwoon había insistido en esperar a Eric en su
salón privado cuando su ayuda de cámara se negó a despertar al marqués antes de
lo que era habitual en él, y la espera había durado casi dos horas.
Al final,
el anciano había hecho su aparición y el ayuda de cámara, que se marchó
ruborizado, había recibido sin lugar a dudas una reprimenda por no haberlo
despertado antes. Lo cierto es que a Youngwoon no le había importado la espera,
que le había permitido examinar algunas de las pertenencias que Eric debía de
considerar importantes, dado que las tenía en su salón privado.
Había un escritorio
que parecía tan frágil que a Youngwoon le habría dado miedo usarlo, temiendo
que pudiera desplomarse con tan solo apoyar un codo. Había encima dos
miniaturas, una de las cuales reconoció como el retrato de su madre cuando era
joven, pintado sin duda antes de que se marchara de casa para contraer
matrimonio. La otra era de un niño de pelo rojo.
El segundo
retrato le llamó la atención y se quedó mirándolo. Podría ser él, supuso,
aunque desde luego no recordaba a nadie conocido que pudiera haberlo pintado.
El niño no estaba posando, sino que jugaba al
aire libre, ajeno a que pudieran estar observándolo. Y Youngwoon solo
había tenido el pelo así de rojo cuando era pequeño, pues ahora el color era
muy distinto. Con la edad se le había oscurecido de manera considerable. Sin embargo, no halló otro parecido aparte
del pelo, aunque eso podía ser culpa del artista; se estaba quedando sin
razones para descartarlo como su retrato, cuando en el fondo sabía que lo era.
Lo cierto
es que no podía imaginar por qué lo tenía Eric, por qué lo había querido,
cuando jamás ni una sola vez en la vida de Youngwoon había intentado ver a su
nieto o incluso ponerse en contacto con él.
Había
escrito a Junjin, pero nunca a su único nieto, lo cual hablaba con elocuencia,
en lo que a Youngwoon atañía, sobre los sentimientos de Eric hacia él. Era
una posesión prometida, y probablemente Eric no lo veía muy diferente a sus
otros objetos de arte: algo estimado y de valor pero que no despertaba en él
sentimiento alguno.
Ahora, al
verse por primera vez Eric se había detenido en la puerta que daba a su
dormitorio y no se movía, se estudiaron mutuamente, sorprendidos de que ninguno
de los dos respondiera a sus expectativas.
Eric
conservaba todo el pelo, aunque había adquirido un color blanco plateado. Y
había envejecido bien. No disimulaba los años que tenía, pero apenas le habían
salido arrugas y tenía la mirada despierta.
De hecho, Youngwoon
no se hallaba ante un hombre próximo al lecho de muerte, como había insinuado Donghwa.
Nada más alejado de lo que estaba viendo. Eric parecía gozar de una salud
inmejorable.
-Eres más
corpulento... de lo que esperaba -fue lo
primero que dijo Eric.
En la
misma línea, Youngwoon respondió:
-Y usted
no es tan viejo como esperaba; no está tan mal.
Las
palabras rompieron el incómodo silencio. Eric entró en el salón, andando a buen
paso, aunque suspiró al sentarse en su pequeño escritorio. Youngwoon, al no
encontrar ninguna silla en todo el salón que no diera la impresión de ir a
romperse con tan solo mirarla, se quedó de pie junto a la chimenea.
Enseguida
averiguó que no había sido buena elección, pues el fuego crepitaba ya incluso
antes de que él llegara y seguía haciéndolo. Por ese motivo, hacía un calor
excesivo en el salón que, junto al fuego, resultaba inaguantable.
Se dirigió
a una de las ventanas y se dispuso a abrirla; las tres que tenía el salón
estaban cerradas a cal y canto.
-Por
favor, no lo hagas -le pidió Eric y, ante la mirada interrogante de Youngwoon,
añadió, algo avergonzado-: Me han pedido que tenga cuidado con las corrientes.
Por lo visto, mis médicos piensan
que mis pulmones no soportarán otro
achaque más. Lamentablemente, eso significa que las habitaciones que frecuento
deben estar más caldeadas de lo habitual.
-Entonces,
¿ha estado enfermo?
-Me pasé
el último invierno en cama. Este año me encuentro mejor.
Youngwoon
asintió. Lo había dicho con naturalidad. Eric no estaba lamentándose, tan solo
informándole sin más. Youngwoon permaneció junto a la ventana, donde al menos
se estaba un poco más fresco, aunque no lo bastante después de haber estado
junto a la chimenea. Sudaba y se quitó la chaqueta.
-Supongo
que eres tan alto como lo fue tu padre, y también tienes su pelo -señaló Eric,
observándolo.
-Me han
dicho que tengo sus ojos.
-¿Te
importaría... acercarte para que los vea?
La
pregunta, casi en tono de súplica, desconcertó a Youngwoon.
-¿No tiene
buena vista, entonces?
-Llevo
lentes -respondió Eric en tono gruñón-. Pero nunca sé dónde las dejo.
Aquel
tono, que le recordó a Junjin, casi consiguió relajarle. Tuvo que decirse que
aquel anciano no era el abuelo que lo había criado y se había ganado su amor.
Este no significaba nada para él.
No
obstante se acercó y se quedó frente al escritorio. Le puso bastante nervioso
el detallado escrutinio de Eric. Le
vinieron ganas de alejarse, pero consiguió contenerse.
-Mi hija,
estaría orgullosa de ti si pudiera verte ahora.
En cierto
modo era un cumplido, de Eric, no de su madre. Provocó el efecto de enojar a Youngwoon
en lugar de halagarlo.
-¿Y cómo
puede saber usted lo que ella pensaría, cuando no volvió a verla después de que
se casara?
Su
amargura era patente. Eric tendría que haber estado sordo para no detectarla y,
a su avanzada edad, puede que estuviera
perdiendo otras facultades, pero no el oído. Se puso rígido. Si lo que quería
era hablar del pasado, no tenía intención de permitirlo. Abruptamente dijo:
-El joven
lord Heechul y sus padres llegan hoy. Sería de gran interés para los dos que
hicieras un esfuerzo por impresionarlo. Aunque él va a beneficiarse más que tú
con este matrimonio, me han informado de que es extremadamente popular en los
círculos londinenses y que ha tenido innumerables ofertas aparte de la
nuestra, así que, hasta que se celebre la boda, deberás tenerlo contento. Estos
jóvenes de hoy - añadió disgustado- rompen los compromisos como si tal cosa.
Youngwoon
se preguntó si aquellas últimas palabras se referían a él. Podían ser de la
misma sangre, pero Eric nunca había hecho ningún intento por ponerse en
contacto con él, ni siquiera por carta, antes de que hubiera llegado el momento
de que se cumpliera «la promesa», y aun entonces había sido Junjin el destinatario de sus cartas. Era imposible que
supiera en qué clase de hombre se había convertido Youngwoon, a no ser que Junjin se lo hubiera explicado.
Frunció el
ceño, preguntándose qué le habría contado exactamente en todas aquellas cartas
que se habían escrito.
-Yo no
rompo ningún compromiso... cuando lo contraigo, pero aún no he contraído
ninguno.
-¿No te
habló sir Donghwa de tu enlace ... ?
-Me habló
del enlace que usted concertó, que no tiene nada que ver conmigo. ¿No se ha
dado cuenta todavía, lord Eric, de que tiene ante usted a un hombre hecho y
derecho, no a un muchacho que necesita que decidan por él? Estoy aquí por mi
madre. Me casaré por Junjin, porque parece que él quiere que sea pronto. Pero
elegiré yo a mi futuro esposo. Si su lord Heechul me conviene, puede que
incluso me case con él, pero no estoy obligado a hacerlo hasta que sea yo el
que me comprometa.
-Entiendo
-dijo Eric despacio, sin abandonar su rigidez-. Has venido a disgusto.
-¿Eso
cree? Yo diría que me desagrada en lo más profundo estar aquí. Alguien debería
haberme puesto al corriente de esa maldita promesa suya antes de que tuviera
que hacerlo sir Donghwa.
Luego Youngwoon
se marchó, antes de que pudiera decir más cosas de las que luego tuviera
que arrepentirse. No debería haber
revelado sus verdaderos sentimientos. No era esa su intención, al menos no tan
pronto.
Estoy imaginandome a Kangin en una falda escocesa...y gracias al SS5...no me es imposible😂😂😂😂😂😂
ResponderEliminarAl menos ya le dejo en claro a su a abuelo que èl buscará a su esposo,ya que lo obligan,al menos se dará el gusto de elegirlo...y si es para la contraria de su abuelo...creo que mejor.
Este quiere que se case...y el otro qyiere un nieto.
No hay presión👍
Aaww Teukkie...aunque el hecho de que siempre hayan hablado de su familia lo tenga acostumbrado,no es bonito que sea tooodo el tiempo
Al leer lo de la falda, me acordé cuando él se disfrazó de por risa, con su cabello rojo y grandes piernas 😂
ResponderEliminarGracias por el capitulo