Sirvieron la cena en el comedor.
Aunque la mesa estaba puesta para dos, Hyungsik no apareció. Minwoo apenas
comió y, poco después, pidió que lo condujeran a su camarote. Desesperado por
pasar el tiempo, llenó la bañera en el impresionante cuarto de baño de mármol.
Acababa de meterse en el agua perfumada cuando la puerta se abrió y Hyungsik
apareció en el umbral.
Tenía el cabello revuelto, una
sombra de barba en el mentón y la camisa colgando suelta, fuera de los
pantalones vaqueros. Su atractivo aspecto de chico malo hizo que su corazón
brincara. Se incorporó y pegó las rodillas al pecho.
—Lo siento… —dijo él con aspereza.
Esas dos palabras fueron como un
cuchillo que se clavara entre sus costillas, no sabía qué llegaría a
continuación. Tenía presentimientos negativos y esperaba malas noticias. Se
preguntó si él se disculpaba porque se sentía incapaz de convivir con un joven reconocido
públicamente como ladrón convicto.
—No sé qué decirte —Hyungsik alzó
un hombro.
Minwoo siguió paralizado en la
bañera, como una estatua de hielo, el miedo le erizó la piel.
—¿Qué?
—Siempre he tenido la teoría de
que todo el mundo tiene una imperfección fatal. La tuya eran tus antecedentes
penales —dijo él—. Encajaba, tenía sentido.
—¿Qué tenía sentido? —Minwoo
estaba pendiente de cada una de sus palabras, deseando que adquirieran un
significado comprensible para él.
—Eres bello, listo y sexy, pero
realizabas un trabajo de baja categoría y mal pagado, ¿por qué? Porque tenías
antecedentes penales —Hyungsik apretó sus sensuales labios—. Soy un cínico.
Siempre busco el lado oscuro. Nunca se me ocurrió dudar que fueras un ladrón.
—Lo sé —afirmó Minwoo con pesar.
—Durante meses me negué a pensar
en ello, porque me molestaba — siguió él con voz ronca—. Cuando te encontré y
nació Jaehyun, enterré ese recuerdo.
La palidez de Minwoo se acentuó. Hyungsik
había enterrado el recuerdo de su supuesta culpabilidad porque era la única
forma de poder vivir con él.
Hyungsik alzó una mano con pesar y
después dijo algo que le desconcertó por completo.
—Pero aunque un tribunal te
declarase culpable y fueras a la cárcel no eres un ladrón.
—¿Qué acabas de decir? —su tersa
frente se arrugó.
—Eres inocente. Tienes que serlo.
Nada tendría sentido en otro caso. Siento no haberte escuchado.
—No entiendo por qué estás
dispuesto a escuchar ahora —admitió Minwoo, dubitativo.
—Examiné el delito a la luz de
cuanto sé sobre ti y de repente tuve muy claro que tenías que estar diciendo la
verdad.
—¿Acaso has estado hablando con Taehoon?
—No. ¿Por qué?
Hyungsik no tenía ni idea de que
su jefe de seguridad había estado investigando su caso. Cuando Minwoo se lo
explicó, su poderoso rostro se ensombreció.
—Así que incluso Taehoon te creía
cuando yo no.
—Imagino que Joonyoung no le habrá
dado otra opción —el alivio de saber que por fin Hyungsik confiaba en él hizo
que sus ojos se llenaran de lágrimas. Estudió el agua y parpadeó varias veces—.
Deja que termine de bañarme. Saldré en cinco minutos.
—¿Vas a llorar? —preguntó
Hyungsik.
—¿Tú qué crees? —Minwoo alzó una
delicada ceja y mostró sus ojos, brillantes como joyas.
—Necesito saber qué te ocurrió
hace cuatro años. El arresto, toda la historia.
—Dudo que eso haga que te sientas
mejor.
—¿Crees que merezco sentirme
mejor?
—No —contestó Minwoo con
sinceridad.
Pero no lloró. Era muy buena
noticia que por fin dejara de creerle un ladrón. Había tardado un año en llegar
a esa conclusión, pero mejor tarde que nunca. Se puso un albornoz y se reunió
con él en el dormitorio.
—Nancy y Sylvia, las sobrinas de
la señora Do me contrataron para que le hiciera compañía y le preparase las
comidas. Casi nunca vi a Sylvia porque trabajaba. Vivían en el pueblo a un par
de kilómetros de distancia. —le dijo Minwoo acurrucándose en la enorme cama—.
La señora Do vivía en una casa grande y vieja. El primer día de trabajo, Nancy
me explicó que su tía sufría las primeras etapas de demencia senil y que no
debía hacer caso de sus historias sobre cosas que desaparecían.
—¿Eso no te hizo sospechar?
—Hyungsik enarcó una ceja y se sentó en la cama, a su lado.
—No. Estaba demasiado contento por
tener un trabajo y dónde vivir. La anciana parecía confusa a veces, pero era
muy agradable —le confió Minwoo—. Nancy me pidió que me ocupara de limpiar la
plata, que se guardaba en una vitrina, y me dijo que era muy antigua y valiosa.
Había muchas piezas y, la verdad, apenas me fijaba en ellas cuando las
limpiaba.
—Pero sin duda dejaste tus huellas
dactilares en todas las piezas.
—Unas semanas después, la señora Do
se enfadó mucho y dijo que habían desaparecido dos piezas. Yo no habría sabido
si era verdad o no, pero se lo mencioné a Nancy y ella me dijo que o eran
imaginaciones de su tía o que ella misma las habría escondido en otro sitio.
Insistió en que la señora Do lo había hecho otras veces. La señora Do quería
llamar a la policía, pero yo la disuadí —rememoró Minwoo con tristeza.
—¿Qué ocurrió después? —Hyungsik
le apretó la mano para tranquilizarlo.
—Lo mismo, pero esa vez me di
cuenta de qué piezas habían desaparecido y las busqué por toda la casa, sin
éxito. Empecé a sentirme incómodo, pero Nancy me dijo que no fuera tonto y que
los objetos reaparecerían antes o después. No tenía motivos para desconfiar de
ella. Uno de mis días libres, cuando me estaba vistiendo para ir a ver a Ekyun,
apareció la policía —susurró Minwoo, sintiéndose fatal al recordar el momento
en que su mundo empezó a desmoronarse sobre él—. Registraron mi habitación y
encontraron la jarrita de estilo georgiano en mi bolso. Me acusaron de robo.
Pensé que tal vez la anciana la había puesto allí, pero entonces me dijeron que
no sufría ningún tipo de demencia senil.
—Madre mía… te contrataron para
que su sobrina pudiera robarle y tú cargaras con la culpa —afirmó él con
amargura.
—Pero no había forma de probarlo y
Nancy lo negó todo. Era mi palabra contra la suya y ella era coadjutora de la
iglesia. La plata desaparecida tenía mucho valor económico.
—Pero la prueba era
circunstancial.
—Tres abogados distintos se
ocuparon de mi caso, y estaba convencido de que se demostraría mi inocencia. No
me di cuenta de lo grave que era el problema —admitió Minwoo tembloroso—.
Estuve en estado de shock varios días cuando me declararon culpable y para
entonces era demasiado tarde. No había nadie en el exterior que pudiera luchar
por mí.
—Debe haber sido terrorífico para
ti —dijo Hyungsik. Minwoo alzó los hombros, tembloroso.
Hyunsik, se situó a los pies de la
cama. —No tenía ni idea, amado mío. Me siento como un auténtico bastardo.
—No lo hagas. Olvídalo. No te
culpo por haber pensado lo peor. Muchas otras personas reaccionaron de la misma
manera —le dijo—. Pero consumió muchos años de mi vida y no quiero perder más
tiempo con ese asunto.
—Tarde el tiempo que tarde,
restableceré tu buen nombre, te lo juro —aseveró Hyungsik con fiereza.
—¿Tan importante es para ti?
—Claro que sí. Eres mi esposo.
Hyungsik no se reunió con él en la
cama hasta entrada la madrugada y Minwoo notó que no lo abrazaba como era su
costumbre. De hecho, era la primera vez que dormían juntos que estaban tan
separados como si ocuparan camas distintas. Cuando se despertó, a la mañana
siguiente, Hyungsik ya no estaba y pensó que quizá fuera mejor así.
Aunque Minwoo no tenía ningún
deseo de leer la noticia en los periódicos, sospechaba que Hyungsik leería cada
palabra y sentiría la humillación en lo más profundo de su ego masculino. En
consecuencia, se saltó el desayuno y pasó casi todo el día con Jaehyun,
preocupándose por el futuro de su matrimonio. Al fin y al cabo, aunque él
aceptara que había sido condenado injustamente, seguiría viviendo en un mundo
en el que todos los demás creerían en la culpabilidad de su esposo. No estaba
enamorado de él, así que no había una red de seguridad que los uniera si las
cosas iban mal; no había amor en su relación.
Ya por la tarde, Hyungsik entró en
la habitación, vestido con un traje de negocios negro y corbata dorada. Estaba
muy guapo y más pálido y tenso de lo normal.
—He estado trabajando todo el día,
pero sueles venir a verme al despacho, dulce. ¿Qué has estado haciendo?
Minwoo bajo los párpados para
ocultar su mirada. Había perdido la confianza en que fuera a darle la
bienvenida si iba a verlo. Además, varios miembros de su equipo habían volado
al yate esa mañana, y todos debían haber leído la historia sobre el esposo
convicto de su jefe. Se había sentido incapaz de enfrentarse a todos con una
sonrisa de indiferencia forzada y había optado por esconderse. También había
pensado que a él lo avergonzaría su presencia.
—Con Jaehyun…, había olvidado que
te ibas a Seúl esta noche.
—Volveré en veinticuatro horas
como mucho. No me gusta la idea de dejarte solo.
—Estoy bien —protestó Minwoo
rápidamente.
—Por cierto, el artículo del
periódico no era nada —Hyungsik encogió los hombros pero no lo miró a los
ojos—. No te preocupes más de eso.
Pero Minwoo no podía evitar
preocuparse. Culpable o no, se había convertido en un motivo de vergüenza para
él. Su actitud reservada le indicaba que había sufrido un duro golpe. Tanto Jian
como Wonwoo lo habían llamado esa tarde para demostrarle su lealtad.
Jian los había invitado a pasar un
fin de semana en Bakhar, y Wonwoo se había ofrecido a pasar unos días en el
yate con él. Minwoo le había dado las gracias pero había rechazado su oferta.
Al día siguiente, Hyungsik telefoneó para decirle que estaría fuera más tiempo
del que había pensado.
Cuarenta y ocho horas después,
Minwoo encendió la televisión del dormitorio y se enfrentó al canal italiano de
noticias que solía ver Hyungsik. Antes de que pudiera pasar a otro, la foto de
su marido apareció en pantalla y su mano se detuvo sobre el control remoto. A
continuación se vio a Seojoon saliendo de un hotel y a Hyungsik saliendo de lo
que parecía el mismo edificio. No sabía suficiente italiano para entender el
comentario que acompañaba a la filmación. Pero buscó en Internet y, aunque
había pocos datos, lo que descubrió le dejó destrozado.
La noche anterior, Hyungsik había
pasado un par de horas en el mismo hotel de Seúl que Seojoon, y lo habían
abandonado por salidas distintas, obviamente intentando evitar que los
descubrieran. Se mencionaba la posibilidad de un reavivamiento de su antigua
relación, tras el divorcio de Seojoon y los problemas del matrimonio de
Hyungsik tras haber sido revelado el pasado de su esposo.
Sonó el teléfono.
—¿Qué hacías en un hotel con Seojoon?
—preguntó Minwoo, en cuando oyó la voz de Hyungsik.
—Los rumores maliciosos viajan a
la velocidad de la luz —murmuró él con calma—. Estaré contigo dentro de una hora.
—No has contestado a mi pregunta.
—Tengo compañía, cariño.
Minwoo enrojeció al oír la
aclaración. Los minutos siguientes se hicieron eternos. Dejó el dormitorio y
fue al salón donde paseó de un lado a otro, intranquilo. Finalmente, salió a
cubierta, donde el cielo azul empezaba a teñirse con un leve tono melocotón con
la caída del sol.
No podía imaginar una vida sin
Hyungsik, pero se preguntaba si él sentiría eso mismo con respecto a Seojoon.
Una atracción fatal que él desdeñaba, pero a la que era incapaz de resistirse.
Eso explicaría por qué se negaba a hablar de su ex prometido. Ni siquiera le
había preguntado qué le había dicho Seojoon la noche antes de la boda.
Su corazón se desbocó cuando el
helicóptero iniciaba el aterrizaje. Hyungsik bajó con el rostro serio.
—Por una vez, traigo buenas
noticias —le dijo, ecuánime—. Esta tarde han arrestado a Nancy Do.
—¿En serio? —Minwoo lo miró atónito,
era lo último que esperaba oír en ese momento.
—La policía obtuvo una orden de
registro y encontraron algunas de las piezas de plata desaparecidas en su casa.
La señora Do falleció el año pasado. Nancy empezó a vender las piezas hace unos
meses, cuando le pareció que sería seguro. Pero, como ya sabes, Taehoon
identificó un par de piezas y el rastro lo condujo directamente a ella.
—Cielos… —a Minwoo le temblaban
las piernas y tuvo que sentarse en el brazo de un sofá—. Después de tanto
tiempo, se descubre la verdad…
—Un marchante de antigüedades ha
identificado a Nancy y su prima va a declarar en su contra, porque está furiosa
de que le robara una gran parte de lo que debería haber sido una herencia
compartida. Tengo a los mejores abogados trabajando en el caso. Tomará tiempo,
pero están seguros de que podrás demostrar tu inocencia.
—No lo puedo creer —Minwoo se
cubrió el rostro con las manos—. No sé cómo darte las gracias…
—Todo se debe a los esfuerzos de Taehoon.
Él es el héroe. Si no hubieras intervenido, ya no trabajaría para mí. Yo no he
hecho nada — declaró Hyungsik—. La prensa sensacionalista ya se ha hecho eco de
la noticia. Una sentencia errónea es mucho más interesante para ellos que la
noticia original. Seguramente te asaltarán con peticiones de entrevistas sobre
tu experiencia en la cárcel.
—No, gracias —Minwoo hizo una
mueca de horror.
—¿Cómo te sientes?
—Atónito —Minwoo titubeó—. ¿Y lo
de Seojoon?
—No tuve más remedio que hacer un
trato con él cara a cara — Hyungsik se pasó los dedos por el cabello—. Pero
debería haber adivinado que tendría a periodistas preparados para realizar esas
fotos en el hotel. Seojoon nunca desperdicia la publicidad gratuita.
—¿Qué clase de trato? —Minwoo lo
miró interrogante.
—Banryoo está en Seúl recibiendo
tratamiento contra la leucemia. No está nada bien —le dijo Hyungsik con voz
pesada.
—Oh, cielos, ¡por fin te has
puesto en contacto con tu hermano! —su rostro se ensombreció al captar el
significado real de sus palabras—.¿Leucemia?
—Sus posibilidades son más o menos
del cincuenta por ciento — Hyungsik hizo
una mueca—. No necesita el estrés añadido de un divorcio en este momento, así
que lo compré.
—¿A eso te refieres con lo del
trato? ¿Le diste dinero a Seojoon?
—A cambio de ciertas condiciones
firmadas, selladas y legalizadas — Hyungsik sacó un documento de la chaqueta y
lo desdobló—. A nuestra reunión en el hotel fui con un equipo de abogados. Lo
hicieron muy bien. Habría pagado el doble.
—¿Qué condiciones? —Minwoo movía
la cabeza como una marioneta, asombrada.
—Seojoon ha accedido a devolver
las joyas de la familia que tiene en su posesión y concederle a Banryoo un
divorcio tranquilo. También ha prometido no volver a acercarse a ti.
Minwoo abrió los ojos con
sorpresa.
—¿Quieres decir que te molestó que
me acorralara esa noche el club?
—¡Por supuesto!
—¿Y por qué no me lo dijiste?
Hyungsik lo miró con ojos oscuros
como la noche y un leve rubor tiñó sus marcados pómulos.
—Me sentí muy culpable por lo sucedido,
y la culpabilidad me enfureció. Te molestó antes de nuestra boda y casi arruinó
el día…
—¿Cómo descubrió dónde iba a
estar?
—El director del club le avisó.
—Sabía lo de Jaehyun.
—Pero no por mí —contestó
Hyungsik, comprendiendo sus dudas.
—Seojoon me dijo que tú le pediste
que se divorciara de Banryoo.
—Es mentira. Pero fue culpa mía
que te convirtiera en el objetivo de sus dardos envenenados.
—¿Por qué iba a ser culpa tuya?
—Seojoon es como un buitre. Cuando
intentó volver a mi vida, no lo desanimé tanto como debería haber hecho, y su
vanidad pudo con él — reveló Hyungsik con desgana—. Su persecución me divertía.
Fue antes de conocerte y no vi razón para no jugar con él, igual que él había
hecho conmigo antes…
—¿Querías vengarte? —a Minwoo la
desconcertó esa posibilidad que no había tenido en cuenta antes, y sintió un
gran alivio al comprender que él no seguía interesado por el rubio.
—Nunca lo habría buscado —Hyungsik
agitó una mano con desdén—, no me importaba lo suficiente. Pero me enfadé
cuando se atrevió a insinuarse hace un año. No tuve que hacer nada para saldar
viejas deudas… sólo quedarme quieto y ver cómo Seojoon tramaba y planeaba la
manera de recuperarme.
—Pero era el esposo de Banryoo
—Minwoo soltó un suspiro consternado.
—Seojoon va donde va el dinero, y
en el momento en que Banryoo perdió el suyo, se convirtió en historia antigua.
Él lo sabe tan bien como yo y creo que por fin ha superado su amor por él. ¿Qué
clase de joven abandonaría a su marido en medio de una enfermedad como ésa?
—Uno despiadado…, la clase que
pensé que tú admirabas.
—Él no me ganaría al ajedrez en un
millón de años, delizia mia. No se le ocurriría decirme que me prohibía escalar
el Everest porque es demasiado peligroso y podría perder la vida… por cierto,
ya lo hice hace unos años. Es una suerte que disfrutara de algunas experiencias
antes de conocerte, porque hay un montón de deportes arriesgados que te
provocan crisis de ansiedad, ¿verdad?
Minwoo enrojeció. No se había dado
cuenta de que su terror ante la idea de que le ocurriera algo resultara tan
obvio. Hyungsik agarró sus manos y miró sus ojos.
—Seojoon me habría animado a
practicar deportes peligrosos, porque habría disfrutado más como viudo alegre
que siendo mi esposo. ¿Cómo has podido pensar que la deseaba cuando te tengo a
ti?
—Tú y yo nos vimos precipitados a
una relación. No estaba planificada… sobre todo Jaehyun —a Minwoo le tembló la
voz—. Pero tú elegiste a Seojoon. Quisiste casarte con él.
—Diablos —suspiró Hyungsik,
compungido—. Yo tenía veintiún años y él era el joven que mis amigos
envidiaban. Creí que lo amaba. Era un niño, pero ahora soy un hombre y busco
algo muy distinto en un esposo. Pero hasta que no te conocí no supe que quería…
—Sólo querías sexo —afirmó Minwoo
con descaro.
—Puede que fuera así al principio,
pero tú me enseñaste a querer otras cosas que ni siquiera sabía que necesitaba.
—¿Por ejemplo?
—Cosas normales como la risa,
opiniones sinceras, discusiones…
—¿Necesitabas a alguien con quien
discutir?
—Algo de oposición de vez en
cuando me viene bien. Y las conversaciones inteligentes no relacionadas con
joyas, ropa o dietas fueron muy bienvenidas, amado mío —reconoció Hyungsik—.
Por supuesto, no me di cuenta de la joya que eras hasta que desapareciste
durante siete meses y medio y supe lo que era echarte de menos.
Minwoo estaba encantado, al
principio había creído que pretendía tomarle el pelo, pero reconocía la
sinceridad que se ocultaba tras su tono burlón.
—¿Me echaste de menos?
—Y era demasiado tarde. Te habías
ido. Si Seojoon hubiera jugado esa carta, habría reaparecido un par de semanas
después, pero tú, en cambio, no volviste.
—En ese momento, me pareció lo
mejor.
—Aún me aterroriza pensar en lo
cerca que estuve de perderte. La fiesta en el yate fue un desastre. No… —gruñó
Hyungsik cuando Minwoo liberó sus manos de un tirón—. Tienes que dejar que te
lo cuente…
—No, ese tipo de cosas están mejor
enterradas —Minwoo se apartó de él con rostro serio—. Ocurrió antes de nuestra
boda y no es asunto mío.
—¡Ya, pero no dejas de utilizarlo
en mi contra en cuanto surge la oportunidad! —Hyungsik se acercó y lo obligó a
levantarse.
—¿Cuándo fue la última vez que lo
mencioné? —gritó Minwoo.
—No has visto tu expresión crítica
cuando pusiste los pies en este barco por primera vez…
—Tal vez tu conciencia te hizo
imaginarla. ¡Suéltame!
—No. No me emborraché en esa
fiesta para hombres. Ni siquiera besé a nadie. ¿De acuerdo? —declaró él—.
Ocupabas mi mente hasta tal punto que era como si estuvieras conmigo. Eras la
única persona a la que deseaba.
—Entonces no tenía buena opinión
de ti —Minwoo, asombrado por la súbita confesión, dejó que lo llevara en brazos
a su camarote.
Hyungsik lo depósito suavemente en
la cama.
—Lo sé y me lo merecía, yo me lo
busqué. Pero nunca volveré a tratarte así porque te quiero. Incluso si fueras
un ladrón, seguiría casado contigo y sintiendo lo mismo.
—¿Te enamoraste de mí? —a Minwoo lo
asombró la emoción que veía en su rostro.
—Seguramente la primera vez que te
vi. Mi cerebro empezó a funcionar al revés. Me pasaba el día haciendo
suposiciones sobre ti. El sexo fue fantástico, pero tú más. Mientras estuve en
Noruega, mis amigos se reían del número de veces que te llamé.
—Sí, es verdad que llamaste
—reconoció él.
—Y aunque lo del traslado a China
te desagradara, era mi primer desafortunado intento de comprometerme en una
relación que hacía en una década —arguyó él en su defensa.
—Me alegra que hayas utilizado
«desafortunado».
—Y destrocé las posibilidades que
me quedaban con la estúpida fiesta sólo para hombres. Pero me devastó no
encontrarte. Entonces supe lo que sentía por ti. Por eso no hubo nadie más en
todo ese tiempo…
—¿Nadie? —Minwoo ladeó la cabeza y
lo estudió con los ojos muy abiertos—. ¿Ni una pareja en todos esos meses?
—Considéralo mi castigo por
haberte obligado a acostarte conmigo aquella noche. No he estado con nadie
desde que te conocí, y estoy muy orgulloso de ello —sonrió avergonzado y a Minwoo
le dio un vuelco el corazón—. Es verdad que te pedí que te casaras conmigo en
un momento en el que estabas vulnerable. Lo hice a propósito. Sabía que no me
sentiría seguro hasta que no fueras mi esposo. Habría hecho cualquier cosa por
ponerte ese anillo en el dedo.
Minwoo sonreía, halagado por su
confesión.
—¿Así que lo que te disgustaba era
el jaleo de la boda, no el hecho de casarte conmigo?
—¿Eso fue lo que pensaste?
—Hyungsik hizo una mueca—. No lo dije con esa intención, dulce mío. Pensaba que
podía hacerte feliz…
—Y lo hiciste.
—Pero seguí cometiendo un error
terrible al no creerte. Me siento muy culpable por eso.
—Es cierto que tienes tus
defectos, pero te quiero de todas formas, puede que incluso más por ellos. No
sé si podría soportar que nunca hicieras nada malo, pero no lo consideres una
invitación para dejar el buen camino —una sonrisa luminosa curvó sus labios
rosados—. Porque ya lo sabes… esas fiestas para hombres…, no pienso perdonar
cosas así…
Él se arrodilló sobre la cama y lo
besó con tal pasión que se le saltaron las lágrimas de pura felicidad.
—Además, un buen marido debe
reservar su energía para su esposo — Minwoo le soltó la corbata.
—¿Cómo diablos conseguiste enamorarte
de mí? —Hyungsik se quitó la chaqueta y la camisa con entusiasmo.
—Eres irritante, pero muy guapo,
sexy, divertido… —Minwoo extendió las manos sobre su pecho con admiración y lo
miró con ojos brillantes y llenos de cariño—. Tengo que confesar que me encanta
ganarte al ajedrez…
Hyungsik apoyó su cabeza sobre la
almohada y lo besó hasta dejarlo sin aliento. Su entusiasmo fue muy bien
recibido.
Casi tres años después, Minwoo
daba los últimos toques a su peinado. En menos de una hora, cualquier persona
digna de mención estaría en el palacio Zea. Park Hyungsik celebraba lo que ya
se auguraba la fiesta del año.
Se había admitido que había habido
un error judicial en la condena de Minwoo y todos los cargos habían sido
anulados y borrados de su expediente. El juez que dictaminó en su caso había
sido amonestado. Había tenido el apoyo de un excelente equipo legal, que había
tenido que luchar largo y tendido para conseguir ese resultado, a pesar de que Nancy
Do finalmente había reconocido haber colocado la jarrita en su bolso.
Irónicamente, Nancy Do ya había
cumplido su condena y recuperado la libertad para cuando Minwoo consiguió
limpiar su nombre. Pero a Minwoo no le había importado. Le bastaba con que por
fin se supiera la verdad. Cuando recibiera la compensación económica por su
injusta estancia en la cárcel, iba a donarla a una sociedad benéfica que
ayudaba a ex presidiarios a reintegrarse en la sociedad y encontrar trabajo.
Por fin estaba consiguiendo dejar
atrás su pasado. Estaba recuperando poco a poco la confianza y extroversión que
una vez habían formado parte de su carácter. Y lo más importante para ello era
su felicidad.
Joonyoung y Taehoon habían
celebrado recientemente su segundo aniversario. Joonyoung era appa de un niño
de seis meses, un acontecimiento que había sorprendido y deleitado al joven,
que había creído ser demasiado mayor para quedarse embarazado.
Banryoo se había recuperado de su
enfermedad y empezaba a tener citas. Hyungsik iba reforzando poco a poco los
vínculos con su hermanastro y lo había puesto al frente de una de sus empresas.
Seojoon había cobrado la pequeña fortuna que le ofreció Hyungsik para luego
convertirse en el cuarto esposo de un egipcio fabulosamente rico. Se decía que,
igual que Cleopatra, se bañaba en leche y miel.
Minwoo había pasado gran parte de
sus primeros dos años de matrimonio en Seúl, para poder ir a clase y completar
los estudios empresariales que estaba realizando cuando conoció a Hyungsik. Kim
Wonwoo se había convertido en uno de sus mejores amigos. De vez en cuando,
Hyungsik y Minwoo visitaban a Sang y Jian en Bakhar, junto con Wonwoo y Mingyu.
Todos sus hijos se conocían y hacían buenas migas.
Minwoo se puso un colgante y un
pendiente de diamante que captaban la luz con cada movimiento. Eran el regalo
de cumpleaños de Hyungsik. Fue a darle las buenas noches a Jaehyun, seguida por
Fenix, su gato siamés. Fénix se había convertido en su sombra y casi había
llenado el vacío dejado por su predecesor, Rosso.
Minwoo apoyó una mano en la leve
curva de su vientre, pensando que pronto habría una adición a la familia.
Estaba deseando darle la noticia a Hyungsik.
—Me encanta como luces —dijo
Hyungsik, letalmente guapo con su esmoquin, reuniéndose con él en la escalera—.
El dorado es tu color. ¿Está dormido Jaehyun?
—Sí, no lo molestes —aconsejó
Minwoo—. Empezará a quejarse del chico de Wonwoo otra vez.
—¿No es así como eres tú conmigo,
delizia mia? —preguntó Hyungsik, llevándolo a un rincón oscuro.
—Sólo cuando te conocí —rió
Minwoo—. He madurado mucho desde entonces…
—Así que ¿no eres el joven que me
colgó el teléfono la semana pasada porque no llegaría a tiempo para la cena?
Minwoo se sonrojó y se removió en
sus brazos.
—Bueno, eso fue una excepción y
estaba equivocado…
—Puedes volver a colgarme el
teléfono cuando quieras. Soy duro como el granito —dijo Hyungsik, poniendo una
mano en su cadera y atrayéndolo hacia su cuerpo—. Y me pediste disculpas de
manera muy agradable esa noche, en la cama.
Minwoo se puso rojo hasta la raíz
del cabello.
—Te quiero, Park Minwoo —dijo
Hyungsik, mirándola con aprecio—. Jaehyun y tú son el sol de mi vida…
—Y pronto tendrás que compartir
ese sol —le dijo Minwoo juguetón, queriendo darle la noticia antes de que se
reunieran con los invitados.
—¿Te refieres a que Fenix, el gato
más mimado, por fin conseguirá pareja?
—No, ¡estoy embarazado! —exclamó
Minwoo, burbujeante de alegría.
—Eres un joven increíble —dijo él
con una cálida sonrisa de satisfacción.
—Me alegra que lo pienses.
Minwoo rodeó su cuello con los
brazos. Cuando por fin salieron de entre las sombras se lamentaba de que iba a
tener que acicalarse de nuevo. Pero se reía y él contemplaba su rostro con la
intensidad de un hombre muy enamorado. Tardaron un rato en reunirse con sus
invitados…
Fin
***
Primero que todo, disculpen la tardanza con el capítulo, la verdad con las fiestas, mi montaña rusa anímica, no daba para subirlo.
Terminó la serie de mis niños preciosos... aunque algunas cofcofcofcomadrescofcofcof no lo crean así *.*. Gracias a todas las que llegaron hasta el final y disfrutaron de éstas historias.
Les deseo de corazón un prospero año nuevo, lleno de bendiciones y momentos compartidos con sus seres querido. Recuerden somos personas especiales, cada una es única y siempre tendremos a alguien que nos quiere incluso más que nosotros mismos. Somos personas valiosas, no nos olvidemos de ello.
¡¡¡¡NOS LEEMOS!!!!
Ahhh que lindos!!!
ResponderEliminarAl fin se supo la verdad, que bien que todo terminó excelente para todos!!!! 😎
Gracias por tus historias!!
Feliz año para ti también!!! 😍