En el trayecto de vuelta a casa después de
cenar, apenas hablaron. Ryeowook estaba sentado quieto como una estatua, presa del
miedo y de la recriminación hacía sí mismo por desear con todo su cuerpo al
hombre que conducía a su lado.
Al llegar, Yesung lo agarró de la mano y
lo llevó escaleras arriba. Iba tan deprisa que Ryeowook se tropezó en el último
escalón, pero él no aminoró la marcha, lo tomó en brazos sin mediar palabra con
él y siguió andando hacia su dormitorio.
Ryeowook lo miró a los ojos y vio que su
rostro estaba muy serio, frío y distante y se preguntó cómo iban a hacer
aquello sin cariño ni afecto.
Al llegar a su habitación, Yesung lo
depositó en el suelo. Ryeowook tenía la respiración entrecortada e intentó ir
hacia la puerta que comunicaba con su dormitorio, pero Yesung se lo impidió.
—No quiero hacer esto y no lo voy a hacer
—le advirtió Ryeowook.
Yesung no contestó, se acercó a él y lo
besó. Ryeowook intentó zafarse, moviendo la cabeza de un lado a otro.
Yesung se apoderó de su boca, Ryeowook
volvió a apartarse, pero Yesung no se dio por vencido y comenzó a besarlo por
el cuello. Ryeowook le dio puñetazos en el pecho, pero no le sirvió de nada.
Sin tener que hacer mucho esfuerzo, Yesung le llevó un brazo a la espalda se lo
mantuvo allí.
Había algo indómito en aquel hombre que
tenía Ryeowook atrapado por completo. En aquellos momentos sentía su erección y
el deseo se apoderó de él. La batalla estaba perdida, le temblaban las piernas
Lo cierto era que no quería resistirse.
Yesung descendió y posó sus labios sobre su
descubierto pecho, llevó la mano que tenía sobre su hombro hacia su cuello, se
aferró a su pelo, momento que Yesung aprovechó para agarrarlo de una nalga con
fuerza y apretarse contra él.
Aquel gesto, aquella urgencia, hicieron
que Ryeowook ahogara un grito de sorpresa. Una fuerza suprema recorría su
cuerpo, sentía la necesidad de conectar de la manera más íntima con aquel
hombre y, de repente, supo que Yesung se había dado cuenta.
Yesung volvió a tomarlo en brazos y lo condujo
hacia la cama. Tras dejarlo de pie de nuevo, Ryeowook no se movió. No se opuso
tampoco. Enfadado con él por hacerlo sentir débil y consigo mismo por aquella
respuesta que su mente no quería, lo besó con pasión y con furia. Sus lenguas
se encontraron y se entrelazaron.
Presa de la ira, Ryeowook le quitó la
chaqueta, que cayó al suelo, Yesung se deshizo el nudo de la corbata y se
desabrochó la camisa. Al ver su torso desnudo, Ryeowook se quedó sin
respiración y, sin pensar en lo que hacía, puso las palmas de las manos sobre
aquella piel bronceada y maravillosa.
—Quítame el cinturón y los pantalones —le
ordenó Yesung.
Ryeowook obedeció con manos temblorosas.
Cuando acerco las manos hacia el botón de los pantalones, sintió, el calor que
emanaba de la erección de Yesung. Lentamente, le bajó la cremallera y le rozó
con los nudillos En aquel momento, sintió que su erección pulsaba contra la
tela de los calzoncillos y que Yesung gemía. Al levantar la mirada, se encontró
con sus ojos y tuvo la sensación de que eran los únicos habitantes del planeta.
En aquellos momentos, sólo existían ellos
y lo que estaban haciendo.
Yesung le apartó la mano con impaciencia,
se deshizo de los pantalones y de los calzoncillos y quedó ante él
completamente desnudo. Ryeowook se fijó entonces en que tenía un tatuaje sobre
el bíceps derecho.
—¿Qué es eso? —le preguntó.
—El símbolo de mi entrada en una banda
callejera —contestó Yesung con desprecio—. ¿Por qué? ¿Te excita?
Ryeowook negó con la cabeza.
—¿Y qué significa?
—Que no me fío de nadie —contestó Yesung.
«No se fía de mí», pensó Ryeowook.
Sin embargo, no le dio tiempo a seguir
aquel hilo de pensamiento, pues Yesung le estaba quitando el pantalón. La camisa
no tardó en caer también al suelo. Ryeowook se quitó los zapatos y Yesung lo
tumbó sobre la cama.
Fue entonces cuando Ryeowook se fijó en lo
excitado que estaba. Al instante, sintió que una estela de líquido
incandescente le recorría la entrepierna. Definitivamente, su cuerpo lo
traicionaba por completo.
Yesung se tumbó junto a él y se quedó
mirándole el pecho. Tenía los pezones muy duros y parecían pedir a gritos que
los acariciara, así que le pasó la palma de la mano sobre uno de ellos. Ryeowook
se estremeció y explotó cuando Yesung se inclinó sobre él, tomó el pezón entre
sus labios y comenzó succionar. Sin pensarlo, arqueó la columna y Yesung lo tomó
de la espalda para acercarlo más a él.
—¿Qué es eso? —se sorprendió Yesung al
tocarle la cicatriz que tenía en la zona lumbar.
Sin darle tiempo a que contestara, lo giró
e inspeccionó. Ryeowook cerró los ojos y se apartó de él con violencia. Menos
mal que estaban a oscuras. Ryeowook se sentó apoyado en el cabecero de la cama
y se abrazó las rodillas. Se sentía culpable y avergonzado y tenía miedo.
¿Lo estaba mirando con compasión?
—No es nada.
—¿Cómo que no? Tienes una cicatriz enorme
en la espalda. ¿Cómo te has hecho esa herida? ¿Te duele?
—Sólo a veces, cuando tengo demasiada
actividad física.
Yesung recordó de repente cómo lo había
cargado al hombro e hizo una mueca de disgusto. Ryeowook comprendió al
instante.
—No lo sabías —lo tranquilizó.
—No, pero no tendría que haber sido tan
poco cuidadoso.
Hubo algo en su tono de voz que hizo que Ryeowook
bajara la guardia y se olvidara de su intención de no contarle nada.
—Me lo hice hace aproximadamente cinco
meses. La milicia rebelde rodeó el campamento en el que estábamos y comenzó a
disparar. Mataron a veinte personas. A mí sólo me hirieron. Tuve suerte.
Yesung se levantó de la cama y se puso los
pantalones. Sabía perfectamente que Ryeowook estaba intentando atarle
importancia al asunto. Seguro que estaba atemorizado cada vez que recordaba lo
que había vivido. Por alguna razón, llegó a la conclusión de que le estaba
ocultando algo.
Ryeowook cerró los ojos y se dijo que no
debía pensar en el pasado.
Yesung comenzó a pasearse alrededor de la
cama. Así que lo habían tiroteado. Así que una bala le había dado. Al imaginar
a Ryeowook herido, sintió algo extraño en el pecho que lo obligó a sentarse en
la cama junto a él y a acariciarle el brazo. A pesar de lo que le acababa de
contar, seguía deseándolo.
—Ryeowook... —murmuró.
Ryeowook levantó la mirada. Parecía
desesperado, lo que sorprendió a Yesung. La idea de que alguien le hubiera
pegado un tiro lo desazonaba de tal manera que le hubiera gustado tomar a Ryeowook
entre sus brazos y no separarse de él jamás.
—Estoy bien. De verdad —le aseguró Ryeowook.
Pero no era cierto. De repente, lo estaba recordando
todo. Imágenes, rostros de muertos, peligro. La única manera de evitar aquella
pesadilla era entregarse a Yesung, a aquel hombre cuyo deseo lo paralizaba.
Entre sus brazos, se sentía a salvo. El deseo volvió a apoderarse de él con
fuerza.
Ryeowook era consciente de que estaba
jugando con fuego para olvidarse del dolor, aunque sólo fuera durante un rato.
Necesitaba sentirse vivo, necesitaba que aquel hombre le contagiara su fuerza.
El hecho de que se fuera a dejar
seducir... Ryeowook prefirió no pensarlo. Woon Joowon jamás lo había excitado
tanto. Sin pensarlo dos veces, se tumbó bocarriba flexionó las rodillas y se
quitó su ropa interior.
Yesung lo miró confuso, pero no tardó en
comprender, se puso en pie, se quitó los pantalones de nuevo volvió a tumbarse
a su lado.
Ryeowook suspiró aliviado. Aquel peligro
era mucho mejor que mostrarse vulnerable ante él, así que Ryeowook le pasó los
brazos por el cuello, lo apretó contra su cuerpo y se regocijó en su calor, en
su olor y en su fuerza protectora.
El calor sexual los rodeó con toda su
fuerza. En pocos minutos, habían llegado al mismo punto donde lo habían dejado
y lo habían sobrepasado sin dificultad. Pronto, lo único que existió en la
mente de Ryeowook fue el hombre que tenía encima moviéndose y mirándolo a los
ojos.
Yesung miró a Ryeowook a los ojos y vio
deseo y necesidad, así que lo penetró y comenzó a moverse al mismo ritmo que
sus caderas. Ambos tenían la respiración entrecortada. Ryeowook nunca se había
sentido tan bien, nunca había sentido tanto, nunca había tenido tantas
sensaciones.
Mientras Yesung lo penetraba una y otra
vez, buscó su boca y lo besó con la respiración entrecortada. Tenía todos los
músculos tensos y no se podía creer que estuviera tan cerca del orgasmo tan
rápido, pero las oleadas estaban empezando a ser cada vez más fuertes y no las
podía controlar. Ryeowook arqueó la espalda y gritó al llegar al clímax.
Yesung siguió moviéndose dentro de su
cuerpo. Aunque, al principio, la sorprendió un poco, Ryeowook comprendió
enseguida que iba a tener otro orgasmo.
Ambos cuerpos estaban cubiertos de sudor
y, cuando Yesung se inclinó sobre él y le mordió un pezón. Ryeowook sintió de
nuevo que todo su cuerpo se tensaba y que comenzaba a temblar, más fuerte en
aquella ocasión.
Esa vez, Yesung también se tensó y, antes
de derrumbarse sobre él, depositó su semilla en su interior y, en aquel
momento, Ryeowook lo entendió todo y tuvo la sensación de que todo tenía
sentido en su vida.
Tras tomar varias bocanadas de aire, Yesung
reunió fuerzas para tumbarse boca arriba al lado de Ryeowook. Quería abrazarlo
o tomarlo de la mano, pero se controló y no lo hizo.
Una buena sesión de sexo. Sólo había sido
eso. La única vez en su vida en la que le había ocurrido lo mismo que en
aquellos momentos había sido desastrosa, la única vez en su vida que había
sentido deseos de abrazar a la pareja con la que se acababa de acostar le había
costado muy caro. No le había vuelto a suceder desde entonces. Aquello
demostraba que no debía fiarse de Ryeowook.
Era igual que el otro.
Yesung se puso en pie y, de repente, oyó
que Ryeowook estaba llorando. Al girarse, comprobó que tenía los ojos cerrados
y el brazo puesto sobre ellos y que las lágrimas le resbalaban por las
mejillas.
—Ryeowook.
Ryeowook abrió los ojos y retiró el brazo,
se sentó en la cama con indiferencia y recogió su ropa. Hecho aquello, fue
hacia la puerta de su habitación. Sorprendido, Yesung sólo pudo mirarlo.
—Para que lo sepas, estoy tomando la
píldora, así que no habrá consecuencias —le dijo.
Y, dicho aquello, desapareció. ¿Cómo se
atrevía?
Furioso, Yesung fue hacia la puerta, pero
se paró en seco. Él tenía mucho cuidado con aquel asunto, siempre insistía
mucho en proteger sus relaciones sexuales y no entendía qué le había ocurrido
en aquella ocasión.
Estaba furioso consigo mismo. Al recordar
lo que había pasado, volvió a excitarse. Desde luego, si Ryeowook creía que se
comportaba así con todos tenía razones para haberse enfadado.
Mientras se duchaba, se preguntó por qué
se habría puesto a llorar. ¿Habría sido por algo que él había hecho?
Lo que le acababa de ocurrir era tan
enorme que todavía no comprendía. Mientras se daba una ducha, Ryeowook recordó
las manos de Yesung, recordó lo que le habían hecho sentir, recordó la
vulnerabilidad que se había apoderado de él cuando le había tocado la cicatriz
y decidió que no quería pensar en ello.
No se podía creer que Yesung no hubiera
pensado en ponerse un preservativo. Para ser sincero consigo mismo, sólo había
pensado en el asunto de la protección cuando todo había terminado ya.
¿Se habría dado cuenta de que estaba
llorando? ¿Se habría dado cuenta de que lo había conmovido hasta las lágrimas
con su cuerpo? Había llorado porque era la primera vez en su vida que
experimentaba tanto placer, había llorado porque durante el último año había
reprimido su parte emocional. No le había quedado más remedio. Había sido
cuestión de supervivencia.
Sin embargo, aquel hombre le había hecho
volver a sentir de nuevo. Ryeowook había querido sentirse vivo otra vez y ahora
no sabía si iba a ser capaz de soportar la situación. Se había acostado con Yesung
creyéndose un joven sofisticado, pero ahora ya no estaba tan seguro.
Tras secarse, se metió en la cama y se
preguntó como era posible que aquel hombre le hubiera devuelto algo tan
precioso, aquello que le había arrebatado otro.
Al llegar Jongjin, el
ayudante de Yesung, se lo llevó para tratar unos asuntos de última hora y Ryeowook
subió solo a ver la suite que les habían dado en el hotel, propiedad de un
amigo de Yesung.
Yesung le había dejado muy claro que, una
vez en África, no había escapatoria, que iban a tener que dormir juntos. A
pesar de que había conseguido escapar a cualquier contacto físico con él,
estaba nervioso y evitaba sus miradas.
Una vez deshecho el equipaje bajó a dar
una vuelta y, estando en la recepción esperando para que le dieran un mapa de
la zona, oyó una voz inconfundible a sus espaldas.
—Vaya, vaya, vaya, pero si es Lee Ryeowook.
Qué pequeño es el mundo.
Ryeowook se giró lentamente y se encontró
con la mujer que había competido con él durante años. Primero, en la escuela de
enfermería y, años más tarde, en el hospital. Lo peor había sido que había
terminado compitiendo con él por un hombre y ambos habían sufrido.
—Vaya, Serena Cameron. Hola.
La aludida sonrió de manera desagradable.
—Serena Gore Black —lo corrigió—. Estoy
casada con Jeremy —añadió señalando a un hombre que estaba en el mostrador.
Ryeowook lo miró. Lo había conocido en una
cena en el lago. Como y sabía que trabajaba en la empresa de Yesung en Japón.
Qué cruel coincidencia.
—¿Y tú con quién has venido? —quiso saber
Serena.
—Con Kim Yesung —contestó Ryeowook.
Su eterna enemiga lo miró con envidia, lo
que no le produjo ninguna satisfacción.
—¿De verdad? —le preguntó fijándose en la
carísima ropa que llevaba—. Veo que te va muy bien.
—Te tengo que dejar... —contestó Ryeowook
forzándose a sonreír.
En aquel momento, llegó el marido de
Serena y saludó a Ryeowook. Parecía un hombre muy amable.
—Mira, cariño, me acabo de encontrar con Lee
Ryeowook, fuimos compañeros de trabajo en el Royal hace unos años —le dijo
Serena a Jeremy.
Cuando la pareja se hubo ido, Ryeowook
pensó que no era nada bueno que Serena andará por allí. Aquella mujer siempre
había sido problemática.
Cuando Yesung entró en la suite aquella
noche, Ryeowook estaba listo para bajar a cenar. Aunque no había querido ni
mirarlo, lo recordó desnudo en su cama y sintió que el deseo se apoderaba de
él.
Mientras se vestía de gala para la cena
pensando en que le encantaría deshacerle el peinado que le habían hecho en la
peluquería y despojarlo de aquella ropa, se dijo que debía controlarse, que ya
tendrían tiempo luego.
—Ya estoy, vamos —anunció Yesung.
Ryeowook se giró hacia él. Se había
mantenido de espaldas todo el tiempo para no verlo desnudo. Una en la puerta y
antes de cerrarla, Yesung se quedó mirándolo intensamente.
—¿Qué pasa? Vamos a llegar tarde.
Sin mediar palabra, lo tomó entre sus
brazos y lo besó. Al instante, Ryeowook sintió que la pasión de la noche
anterior volvía de nuevo, gimió excitado y desesperado.
—Yesung, no me pienso volver a acostar
contigo. Esto no entraba en el trato — le aseguró desesperado—. Por favor.
—El trato ha cambiado —contestó Yesung—.
Antes te ibas a hacer pasar por mi pareja, pero ahora vas a tener que actuar
como si realmente lo fueras en todos los aspectos. Piénsalo bien. ¿Por qué te
quieres negar un placer así?
Ryeowook lo miró confuso.
—Es sólo sexo... sexo maravilloso... no
hace falta que nos caigamos bien...ni siquiera que nos respetemos a la mañana
siguiente —le aseguró Yesung.
Ryeowook se estremeció ante aquellas
palabras. Por lo menos, Moon Joowon había escondido su deseo tras una falsa
máscara de amor. Yesung no se molestaba en hacer esas cosas y, de cierta
manera, debería estarle agradecido por ello.
Ryeowook comenzó a avanzar por el pasillo
y Yesung lo siguió.
Los cónyuges y los hijos de la comitiva
habían llegado aquel día y, cuando Yesung y Ryeowook llegaron al comedor
situado en una plataforma sobre la playa, Ryeowook vio que había mucha gente y
le pareció que aquello tenía nada que ver con el ambiente protegido y acogedor
de Jeju.
Casi inmediatamente, se dio cuenta de que
Serena estaba mirando y, de manera automática, le apretó la mano a Yesung, que
se la había agarrado nada más salir del ascensor.
—¿Qué te ocurre?
—Nada... nada —contestó Ryeowook buscando
protección en él.
La cena fue algo caótica, pero placentera.
Leeteuk se sentó a su lado durante el café.
—Esto es muy diferente a lo de la semana
pasada, ¿verdad?
Ryeowook sonrió y asintió. Algunos de los
presentes se habían dirigido al bar que había al aire libre y en el que había una
orquesta interpretando piezas de jazz.
—¿Y cómo se conocieron Yesung y tú? —le
preguntó el esposo de Kangin. Ryeowook intentó buscar una respuesta ambigua.
—De manera poco convencional, te lo
aseguro.
Leeteuk sonrió.
—No me sorprende viniendo de un hombre
como Yesung. No es precisamente convencional, ¿verdad?
Ryeowook miró al hombre del que estaban
hablando, que estaba en la barra, siendo el centro de atención de los demás,
orgulloso y atractivo con sus pantalones oscuros y su camisa clara. No, desde
luego que no era convencional. Era complejo y duro aunque en la cama y cuando
lo besaba...
Ryeowook sintió que el corazón le daba un
vuelco y cerró los ojos un momento. A continuación, suspiró y se sintió algo
más relajado.
—No, no lo es.
—Bueno, creo que será mejor que nos
vayamos los hombres. Hay jóvenes por aquí mirando a Yesung con interés y,
aunque sé que sólo tiene ojos para ti, creo que sería mejor que no les diéramos
oportunidad de que te bajaran de tu pedestal.
Ryeowook se puso en pie algo nervioso.
¿Bajarlo del pedestal? Pero si Yesung
nunca lo había tenido en ningún pedestal. ¿Cómo lo iba a bajar de un lugar en
el que nunca lo había puesto? Ante aquel pensamiento, se sintió realmente
incómodo y se preguntó por qué.
La única respuesta que se le ocurrió fue
que realmente le gustaría que Yesung lo tuviera en un pedestal porque... de
alguna manera... se había enamorado de él.
—Me voy a dormir.
Yesung apretó los dientes, pero asintió.
—Gracias —le dijo Ryeowook.
Una vez en la suite, se quitó los zapatos
que lo estaban matando de dolor y comprobó que se había rozado ambos talones.
Todo lo aprisa que pudo se curó, pues no quería que Yesung lo tocara aquella
noche, quería estar dormido para cuando él volviera, le era impensable volver a
hacer el amor con él después de haberse dado cuenta de lo que sentía.
¿Cómo era posible que se hubiera enamorado
de él? ¿Acaso no había aprendido después de su relación con Joowon?
Ryeowook estaba desesperado y sintió unas
inmensas ganas de llorar. Además, le dolía la cabeza, así que, tras tomarse una
aspirina, se lavó la cara con agua fría y se miró en el espejo.
Tras decirse que todo iba a salir bien, se
metió en la cama. Se sentía muy solo.
Su hermano estaba en Japón con Hyukjae.
Había hablado con él aquella misma mañana y le había dicho que en la primera
cita con el doctor Kang todo había ido muy bien, así que Ryeowook se dijo que
las lágrimas que resbalaban por sus mejillas en aquellos momentos eran de
felicidad por Donghae y que no tenían nada que ver con su pasado ni consigo
mismo.
Yesung entró silenciosamente en la
habitación acercó a la cama y vio que Ryeowook estaba profundamente dormido. Su
apariencia inocente e infantil lo turbó, pero...
¿por qué demonios llevaba el pijama
abotonado hasta el cuello en lugar de dormir desnudo? ¿Por qué demonios no lo
estaba esperando?
Se fijó en que Ryeowook había sacado una
pierna por debajo de la manta y en que tenía sangre en el talón y supuso que le
habrían hecho daño los zapatos nuevos. Entonces recordó lo que le acababan de
contar. Aunque confiaba en la persona que se lo había contado tan poco como en Ryeowook,
probablemente, lo que le había dicho sería verdad. Lo cierto era que se sentía
profundamente decepcionado y no quería admitírselo a sí mismo.
Estaba furioso.
Al final, Ryeowook iba a ser una carga.
—Ven a desayunar conmigo —dijo Yesung
cuando vio que Ryeowook se despertaba—. Se está muy bien aquí fuera.
Hubo algo en su tono de voz que hizo que Ryeowook
desconfiara, pero tampoco podía quedarse en la cama todo el día, así que se
puso la bata sobre el pijama y salió al balcón.
—No hace falta que te tapes, me sé
controlar —le dijo Yesung mientras le servía un cruasán y algo de fruta en un
plato.
Ryeowook evitó mirarlo a los ojos y se
fijó en la maravillosa vista del mar que había desde allí. Mientras le
observaba, Yesung pensó en lo buen actor que era, en que había estado a punto
de engañarlo.
—Anoche tuve una conversación muy
interesante con una antigua compañera tuya de trabajo —comentó.
Ryeowook sintió que la sangre se le helaba
en las venas, dejó el vaso de zumo sobre la mesa y miró a Yesung elevando el
mentón en actitud desafiante.
Evidentemente, Serena no había perdido el
tiempo.
—¿Y? Venga, cuéntamelo ya porque es
evidente que te mueres por hacerlo — le dijo con desdén.
—Serena Gore Black, la mujer de Jeremy, me
habló de tu aventura adúltera con el doctor Joowon... como se llame.
Así que lo había hecho. Ryeowook sintió un
profundo dolor y la culpa se agarró a sus entrañas, aquella culpa que jamás
desaparecía.
—Moon... doctor Moon Joowon.
—¿Te fuiste a África por él?
Ryeowook se quedó mirándolo intensamente y
asintió. Era evidente que Yesung creía que Joowon se había ido primero y que él
lo había seguido cuando, en realidad, había sido al revés, pero daba igual. ¿De
que le serviría contarle la verdad cuando él parecía más partidario de creer lo
peor?
Lo cierto era que Ryeowook se había ido a
África para distanciarse de Joowon porque estaba disgustado y asqueado con lo
que había sucedido, porque no podía soportar el haberse enamorado de alguien
tan inmoral
El hecho de que Ryeowook le confirmara
aquella historia hizo que Yesung sintiera una curiosa presión en el pecho.
—Entonces, ¿no niegas que te liaste con un
hombre que tenía esposa y cuatro hijo?
Ryeowook se puso en pie y se agarró a la
barandilla con fuerza. Al cabo de unos segundos, se giró muy enfadado.
—No, no lo niego. Es cierto. Tuve una
aventura un hombre casado. ¿Estás contento? Además de cazafortunas, me lío con
hombres casados. Ya lo sabes soy un joven malvado que roba dinero y maridos.
Yesung se puso en pie lívido.
—Digamos que no me sorprende, pero ¿qué
más da? No me importas absolutamente nada... exactamente igual que el mentiroso
de tu hermano —declaró.
Ryeowook lo abofeteó.
—No hables así de mi hermano. Por tu culpa
tuvo un accidente y terminó en el hospital.
Excitado por aquella reacción, Yesung lo
tomó con fuerza entre sus brazos y lo besó.
—Yesung, no... así no —protestó Ryeowook.
—Sí, no mientas, me deseas tanto como yo
te deseo a ti, me deseas a pesar de que
me odias. A mí me pasa exactamente lo mismo —insistió él tomándolo con fuerza
entre sus brazos.
Vieja fea ojala y se la coma un caimán pobre esperó y no tenga indigestión
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