Tras un buen rato echándose agua fría en
la cara y en las muñecas, Ryeowook salió del baño. Se preguntó qué tipo de
embrujo había utilizado aquel hombre con él y sintió náuseas al pensar que iba
a tener que enfrentarse a su hermano cuando él tampoco había podido evitar sus
encantos.
De repente, deseó que aquel hombre,
realmente, no fuera el padre del hijo de Donghae. Iba a ser el tío del hijo de
aquel hombre, no debía olvidarlo. Ryeowook sintió que el estómago le daba un
vuelco y temió vomitar.
Tras echar los hombros hacia atrás, entró
en la cabina y, para su sorpresa, se la encontró vacía. La azafata se giró
hacia él y Ryeowook se preguntó qué habría hecho Yesung. ¿Se habría tirado en
paracaídas para escapar de él?
—El señor Kim está en el despacho que hay
en la parte trasera del avión atendiendo una llamada de negocios. Me ha dicho
que, si necesita usted algo, me llame. Aterrizaremos en menos de una hora, joven
Lee —le informó en tono profesional.
Ryeowook asintió.
Yesung estaba sentado en la parte trasera
del avión. La llamada telefónica había durado apenas un par de minutos. Todavía
sentía el cuerpo caliente y los pantalones demasiado prietos.
Cuando Ryeowook había aterrizado en su
regazo, había tenido muy claro lo que tenía que hacer: apartarse de él y
decirle que se fuera a su sitio de nuevo, pero sus brazos habían actuado por
cuenta propia y su trasero había encontrado el sitio perfecto entre sus
piernas, como si se conocieran de otra vida, y se había sentido tan bien con su cuerpo entre las manos que
había olvidado lo enfadado que estaba con él.
Por otra parte, lo que le había dicho no
tenía sentido. ¿Cómo se atrevía aquel joven a asumir cómo había sido su vida?
Evidentemente no sabía que Yesung se había tenido que abrir paso a codazos y
patadas y que por causa de alguna fuerza divina había conseguido mantenerse
siempre del lado de la ley, pero por poco. Si no hubiera sido por Kim Janghoo, que los había sacado de las calles, ¿qué habría sido de él y de su
hermano?
Yesung maldijo a Ryeowook por hacerle
pensar en aquellas cosas. Por supuesto, sabía que no era culpa suya, pues el
pasado estaba ahí y Yesung, aunque tampoco hablaba de él, no lo había negado
nunca. Sin embargo, había aprendido por las malas que, cuando uno tiene dinero,
los demás se olvidan de cómo lo ha conseguido. Aun así, la acusación de Ryeowook
le había dado en punto flaco y no sabía por qué, pues, al fin y al cabo era un
completo desconocido.
Yesung no quería que nadie lo compadeciera.
Sobre todo porque no guardaba buenos recuerdos de lo que había sucedido la
única vez que había confiado la verdad a otra persona, un joven.
Yesung se puso en pie. Cuanto antes
llegaran a Japón y aclararan aquella farsa, mejor. Y cuanto antes le quedara
claro a aquel joven que no tenía nada que reprocharle, mejor. Yesung se
prometió a sí mismo que estaría de vuelta en su casa en Jeju aquel mismo día y
que ninguno de aquellos jóvenes sería una amenaza para él.
Yesung volvió a la cabina principal justo
cuando el avión estaba aterrizando y Ryeowook evitó mirarlo. Temblaba por
dentro, así que se dedicó a mirar por la ventana cómo iban apareciendo los
campos, los edificios, los coches...
De repente se dio cuenta donde estaban.
—¿Cómo sabías dónde venir? No te lo he
dicho en ningún momento — comentó.
—Lo sé porque ha sido fácil de averiguar
—contestó Yesung abotonándose la chaqueta.
Ryeowook tuvo que hacer un gran esfuerzo
para que sus ojos no se fueran directamente hacia sus labios.
—Ah...
—Lo cierto es que nunca me has dicho para
qué querías el dinero exactamente ni tampoco la cifra... te has limitado a
hacer tu teatro para darme pena y nada más —comentó Yesung en tono aburrido.
Ryeowook sintió que el corazón se le
endurecía. Aquel hombre era un bastardo. Lo odiaba. Le había hecho daño a Donghae
y no pensaba perdonarlo.
Ryeowook intentó mantener la voz calmada
mientras le contaba las lesiones que había sufrido su hermano.
—Quiero que lo vea el mejor ginecólogo
especializado en traumas de Japón y sólo atiende de manera privada. Aunque
tuviera el dinero, ese terapeuta pasa consulta en el centro de Japón, así que
nos vamos a tener que mudar allí para que mi hermano pueda ir una vez a la semana
ya que no podría aguantar el viaje.
Sentía ganas de llorar. Maldición. Si Donghae
o el bebé sufrían por culpa de aquel hombre... Ryeowook se giró desesperado. No
le sorprendería que, cuando aterrizaran, lo echara del avión, cerrara la puerta
y se volviera a Corea.
Yesung se quedó mirando a Ryeowook y se
preguntó si todo aquello formaba parte del juego o si estaba realmente
disgustado. Por un momento, se le pasó por la cabeza, hacerlo bajar del avión
en cuanto hubieran aterrizado, cerrar la puerta y volverse a casa, pero sabía
que no podía hacerlo porque Lee Donghae era una realidad.
Aquel joven estaba relacionado con él y le
sería muy fácil vender aquella historia y no iba a permitir que algo así
sucediera.
Yesung recordó la conversación que acababa
de mantener con su secretario en Corea. Su hermano pequeño todavía no había
aparecido. Si de verdad Lee Donghae estaba embarazado, Kim Hyukjae iba a tener
que dar muchas respuestas.
Tu hermano lleva varias horas consciente.
Creemos que no va a volver a entrar en coma. Ryeowook sintió un profundo
alivio.
—¿Y el bebé?
—Está bien —contestó la enfermera—. Es un
milagro que sobreviviera al accidente. A partir de ahora, va a necesitar cuidados
constantes para que el embarazo vaya bien. Menos mal que Hyukjae ha hablado con
el doctor Kang y ha conseguido que le citara a Donghae para dentro de un par de
semanas.
Ryeowook se tensó y sintió cómo Yesung se
tensaba también a su lado e intentaba interpretar las palabras que acababa de
oír.
—¿De qué me estás hablando? ¿Quién es Hyukjae?
Su amiga lo miró confusa.
—¿Quién va a ser? El novio de Donghae,
tonto. Llegó ayer. Lleva toda la noche sentado en una silla a su lado —le
explicó guiándolo hacia la habitación de su hermano—. Está muy débil, así que
no te quedes mucho tiempo, ¿de acuerdo?
Ryeowook asintió confuso. No entendía
nada. Cuando llegó a la habitación de su hermano, tuvo la sensación, justo
antes de abrir la puerta, de que todo se iba a liar y, cuando apartó la cortina
que separaba a su hermano de sus compañeros de habitación, estuvo a punto de
desmayarse por segunda vez en dos días.
—Wookie... —dijo Donghae con voz débil.
Ryeowook no lo miró. Apenas se podía mover.
Estaba mirando fijamente a la versión un poco más joven y un poco más baja de Kim
Yesung. Debía de estar exhausto y aquello debía de ser una alucinación.
—Wookie, ¿estás bien? —le preguntó Donghae
cuando, por fin, se giró hacia él.
Su hermano todavía estaba muy pálido y la
cicatriz que le cruzaba la frente era espantosa, pero sus mejillas estaban
ligeramente sonrosadas, lo que alegró a Ryeowook. En aquel momento, Yesung le
indicó que se sentara. Ryeowook así lo hizo. Una vez sentado junto a la cama de
su hermana, lo tomó de la mano.
—Las enfermeras me han dicho que te habías
ido ayer... ¿dónde has estado? —quiso
saber Donghae mirando a su hermano y a Kim Yesung, cuya presencia acababa de
registrar.
Ryeowook vio por el rabillo del ojo que el
hombre joven se ponía en pie furioso.
—Señor Kim... ¿qué hace usted aquí? —le
preguntó Donghae al acompañante de su hermano.
Yesung dio un paso al frente.
—Parece ser que tu hermano cree que soy el
padre de ese niño —contestó señalando la tripa abultada bajo las sábanas.
Ryeowook asintió satisfecho de comprobar
que, por fin, Yesung admitía que su hermano estaba realmente embarazado.
—¿De dónde te has sacado eso? —le preguntó
Melani.
Ryeowook sintió deseos de fingir otro
desmayo. No se atrevía a mirar a Yesung.
—La semana pasada cuando llegué, tenías
mucha fiebre. Cuando te pregunté quién te había hecho esto lo único que me
dijiste fue «Kim Yesung». Fue el único nombre que mencionaste. Dijiste que ibas
a verlo cuando se produjo al accidente y me pediste que lo encontrara.
—¿De verdad?
Ryeowook sonrió con tristeza.
—Supongo que no te acuerdas.
—Es cierto que cuando tuve el accidente
iba a ver al señor Kim — confesó Donghae mirándolo nervioso—, pero sólo para
pedirle que me devolviera a Hyukjae...
—Hyukjae... —repitió Ryeowook.
—Sí, Kim Hyukjae —comentó Yesung con
frialdad—, el hombre con el que tu hermano estaba teniendo una aventura en el
trabajo y que es mi hermano.
—Entonces, el bebé... —comentó Ryeowook
mirando hacia Hyukjae.
—Sí, Ryeowook, el padre del bebé es él
—dijo Donghae apretándole la mano.
Yesung sintió asco ante una imagen tan
edulcorada, así que miró a Donghae para distraerse. Al hacerlo, se dio cuenta de
lo débil que estaba. Era evidente que era imposible que hubiera fingido el
accidente.
Aquellos dos jóvenes le recordaban tanto
el pasado que quería parar aquella farsa inmediatamente. Aun así, su hermano
miraba a Donghae con amor y Yesung comprendió que el daño ya estaba hecho. Eran
unos arpías que sabían aprovechar las circunstancias. Yesung estaba seguro de
que el bebé no era hijo de Hyukjae, pero su hermano era mucho más ingenuo e
incrédulo que él.
«La historia se repite», pensó Yesung.
—Hyukjae, me gustaría hablar contigo a
solas un momento —le dijo a su hermano en tono frío y distante.
El joven se sonrojó y tragó saliva, pero
siguió a su hermano mayor fuera de la habitación. Ryeowook sintió pena por él.
Era evidente que Yesung era el jefe de los dos hermanos y él, con lo que había
hecho, había dado al traste con cualquier compasión que Yesung pudiera sentir
por Hyukjae dadas las circunstancias.
Qué lío.
Ryeowook decidió disimular para no
preocupar a su hermano, así que apartó aquellos pensamientos de su mente y se
levantó para abrazar a Donghae.
Lo único importante era que estaba bien.
—Oh, Hae —le dijo con lágrimas en los
ojos—, creía que te había perdido.
—Claro que no, Wookie —contestó
su hermano muy
emocionado también—. ¿Sabes que nos vamos a casar? Me lo ha pedido y nos
vamos a ir a vivir al centro de la ciudad para que el doctor Kang...
Ryeowook miró a su hermano muy serio. No
debía hacerse ilusiones.
—Donghae...
—El hombre con el que estaba saliendo era
él, Hyukjae —insistió Donghae—. Cuando su hermano se enteró, se enfadó mucho y
lo envió a las oficinas de Londres, pero seguimos en contacto. Un par de meses
después de que se hubiera ido, me di cuenta de que estaba embarazado. Era tal
el disgusto que había tenido porque lo habían alejado de mí que ni siquiera me
había dado cuenta de que había tenido faltas en el periodo —le explicó—.
Incluso se me pasó por la cabeza irme yo también a Inglaterra. No me importaba
dejar la empresa, yo lo único que quería era estar con él, pero... al final, me
di cuenta de que no podía irme porque quiero que mi hijo nazca aquí —añadió
mirándose con ternura la tripa—. Le quería pedir al señor Kim que lo dejara
volver.
—¿Y por qué no me contaste nada de esto?
—se lamentó Ryeowook. Donghae suspiró.
—No pude. Intenté llamarte al campamento,
pero no lo conseguí. No quería contártelo por correo electrónico para no preocuparte
y, además, un día me escribiste para decirme que no ibas a tardar mucho en
volver. Quería que fuera una sorpresa agradable, quería que Hyukjae y yo
estuviéramos juntos cuando lo conocieras...
—Ay, cariño... —sonrió Ryeowook apartándole
a su hermano un mechón de pelo de la cara.
En aquel momento, volvieron los dos
hombres. Yesung parecía furibundo. Hyukjae se acercó de nuevo a Donghae, lo
volvió a tomar de la mano y miró a su hermano en actitud desafiante. Era
evidente que Yesung no estaba contento. Así lo reflejaba la expresión de su
rostro, frío y distante.
—Te llevo a casa —le dijo a Ryeowook.
—Pero si acabo de llegar.
—Ryeowook...
Hubo algo en su tono de voz que hizo que Ryeowook
no protestara. Era como si su voz lo hubiere hipnotizado. No quería quedarse a
solas con aquel hombre porque, evidentemente, iba a tener que hacer frente a
sus recriminaciones. Aun así, no pudo evitar obedecer.
Ryeowook miró a su hermano y, de repente, Donghae
tomó, a pesar de su debilidad, el control de la situación.
—Vete tranquilo, Wookie, tienes que
descansar. No has parado desde que volviste.
Ryeowook dudó.
—Ya no tienes que preocuparte por mí,
ahora tengo a Hyukjae —le dijo su hermano al oído.
Así que Ryeowook se puso en pie y bostezó.
Lo cierto era que se sentía muy cansado. También se sentía como si lo hubieran
metido en una lancha inflable y lo hubieran lanzado al mar. De repente, todo
lo que conocía se iba haciendo más y más pequeño y se perdía en la distancia.
Para empeorar las cosas, Yesung lo tomó del brazo. Ryeowook intentó ignorar el
efecto que sentirlo tan cerca le producía.
—Encantado de conocerte —se despidió de Hyukjae
fingiendo una sonrisa.
—Lo mismo digo —contestó el hermano de Yesung
muy serio.
Y, de repente, se encontró andando al lado
de Yesung. Hasta que no llegaron a la entrada del hospital, Ryeowook no
encontró fuerzas para librarse de su brazo, que había colocado sobre sus
hombros.
Ryeowook miró a Yesung. Tantas emociones
se habían apoderado de él en aquel momento que no sabía por dónde empezar. Se
sentía como si estuvieran tirando de él en un millón de direcciones diferentes.
Sentía un inmenso alivio y no era solamente porque su hermano estuviera
recuperándose.
—Lo siento —dijo por fin.
Yesung se quedó mirándolo y Ryeowook tuvo
que hacer un gran esfuerzo para no apartar la mirada. Yesung parecía un
príncipe Coreano exótico. Un grupo de enfermeras enfermeros que pasó a su lado
se quedó mirándolo, pero él no parecía darse
cuenta.
_¿Lo sientes? —le espetó.
Hubo algo en su proceder que le recordó a Ryeowook
un pasado que hubiera preferido olvidar. En un abrir y cerrar de ojos, volvió a
ser uno de esos enfermeros y tenía ante sí a un dios. Aunque era irracional,
aunque sabía que Yesung no era aquella persona, una emoción muy fea se apoderó
de él.
—Sí, lo siento —contestó haciendo un gesto
en el aire con la mano como quitando importancia a lo que había sucedido.
Era perfectamente consciente de la
acusación que había vertido sobre aquel hombre y se sentía avergonzada por
ello. Aun así, se estaba dejando llevar por el pasado y estaba reaccionando de
manera poco coherente.
—Creía realmente que eras el padre del
hijo de mi hermano. Cuando llegué, me encontré con mi hermano en el hospital,
embarazado de cinco meses y abandonado por el padre de la criatura. No tenía ni
idea de quién era y el único nombre que mencionó fue el tuyo. Además,
necesitaba un tratamiento médico muy caro. Creo que es evidente que la única
conclusión lógica a la que se podía llegar en aquellos momentos y dadas las
circunstancias era a la que llegué, ¿no te parece?
Yesung se quedó mirándolo. Desde luego,
aquel joven no tenía precio. Ni siquiera se molestaba en fingir que estaba
avergonzado. ¿Por qué lo iba a hacer cuando habían conseguido engañar a uno de
los Kim?
—¿Te das cuenta de que has puesto mi vida
patas arriba? —le espetó.
—Lo siento, lo siento, lo siento. De
verdad, lo siento mucho, siento mucho haber creído que eras el padre siento
mucho haberte ido a buscar a tu despacho y a tu casa... —se disculpó Ryeowook
cada vez más apesadumbrado—. Simplemente, lo siento, ¿de acuerdo? Prefiero volver
a casa en autobús. Así, podrás volver a Corea en tu avión y olvidarte de mí.
Olvídate de lo del dinero. Donghae y yo ya nos cuidaremos solos.
«Que es lo que llevamos haciendo toda la
vida».
Yesung tuvo que hacer un gran esfuerzo
para no poner los ojos en blanco. Ahora se estaba yendo al otro extremo y le
estaba resultando exagerado.
Ryeowook estaba muy confuso por todo lo
que había pasado. Estaba acostumbrado a pensar en Donghae y en él como en una
unidad. Debía asumir que ahora había en sus vidas otra persona, Hyukjae, que
quería ayudarlos.
Quería estar solo, quería que Yesung lo
dejara en paz, necesitaba tiempo, tenía las emociones a flor de piel y quería
irse porque aquel hombre era... demasiado.
Así que se giró y comenzó a alejarse con
lágrimas en los ojos. Dios. Hacía años que no lloraba a pesar de lo que había
visto en África y ahora se ponía a llorar cada dos minutos y se desmayaba como
la heroína de una película mala.
Sintió una mano en el brazo que lo giró
con fuerza. Lo único que veía era una silueta enorme y oscura. No podía hablar.
De repente, se encontró entre unos brazos muy fuertes que lo consolaban con
tanta eficacia que hubiera creído estar en el paraíso.
Y entonces dio rienda suelta a las lágrimas
y lloró durante una eternidad por sí mismo, por Donghae.
Y por haber acusado a aquel hombre
equivocadamente, por no haber sido capaz de pedirle perdón sinceramente porque
lo que aquel hombre le hacía sentir le daba miedo.
Y siguió llorando hasta que se le secaron
los ojos y le dolió la garganta.
Yesung se había dejado llevar por el
impulso. A pesar de que sabía que aquellas lágrimas eran parte de la farsa, no
había podido evitar consolarlo. Cuando lo había visto girarse para marcharse,
algo dentro de él le había gritado que no lo dejara marchar.
Era la primera vez que sostenía entre sus
brazos a un joven que lloraba. Lo que sentía era deseo físico.
Sólo eso.
No había nada que entender ni que
racionalizar, era simple y llanamente deseo. Había algo en aquel joven que lo
atraía a nivel básico. Yesung era consciente de que debía agotar aquella vena
le costara lo que le costara, así que decidió argüir un plan.
Sí, un plan que calmaría a Hyukjae, que se
estaba comportando como un estúpido al insistir en casarse con Donghae, y que
le permitiría vigilar a Ryeowook y a su hermano. Y, de paso, conseguiría
acostarse con él y saciar su hambre...
Ryeowook había dejado, por fin, de temblar
incontrolablemente. Yesung notó que tomaba aire profundamente porque sintió que
sus pechos se apretaban. Al instante, sintió que la entrepierna se le
endurecía.
Sí, definitivamente, había tomado la decisión
adecuada. A continuación, lo apartó lentamente y lo miró con la esperanza de
que se hubiera convertido en un hechicero, como en los dibujos animados, pero
no fue así.
Seguía siendo tan exquisito, seguía
teniendo unos ojos inmensos que ahora brillaban, seguía teniendo una boca que
resultaba toda una invitación y las nuevas huellas de las lágrimas hacían que Yesung
quisiera inclinarse sobre él y borrárselas a besos.
De repente, se dio cuenta de que, en
aquellos momentos, estaba actuando exactamente igual que su pobre hermano.
Tenían que apartarse inmediatamente. Se estaba metiendo en arenas movedizas y
aquello no le gustaba.
Aquel joven y su hermano eran actores y
manipuladores consumados. No podía permitir que unas cuantas lágrimas de
cocodrilo lo engañaran.
—Vamos a tu casa —anunció apartándolo de
él.
A continuación, realizó una llamada desde
su teléfono móvil y, al cabo de pocos segundos, llegó el coche negro que los
había llevado hasta allí desde el aeropuerto. Al ver que el rostro de Yesung
volvía a adquirir aquella máscara de indiferencia y distancia, Ryeowook sintió
un escalofrío, pues debían de haber sido imaginaciones suyas, pero le había
parecido más humano durante un rato.
—Para que lo sepas, sigo sin creerme que Hyukjae
sea el padre del hijo que espera tu hermano, así que no te dejes confundir por
su promesa de casarse con él.
Ryeowook apretó las mandíbulas y no
contestó.
«No es humano, es frío y cruel», pensó
mientras entraba en el coche.
—¿Lo has visto? —Lo estoy viendo ahora
mismo. Yesung estaba muy serio. En una mano tenía el teléfono móvil y en la
otra el tabloide. Todavía no había tocado el desayuno que le habían servido en
el hotel en el que se había alojado aquella noche.
—¿Y bien? ¿Te importaría decirme de qué va
todo esto? —tuvo la audacia de preguntarle su secretario, que lo conocía desde
hacía muchos años.
—La verdad es que no me apetece hablar de
ello, Jongjin —contestó Yesung. La verdad era que ni él mismo sabía qué
demonios había sucedido.
— Mira, Yesung, hay una foto en portada en
la que se te ve besando a un desconocido en la puerta de tu casa. De manera muy
apasionada, por cierto — suspiró Jongjin—. La reunión para la fusión es dentro
de unos días y los americanos han dejado muy claro que no quieren publicidad
innecesaria. Ya sabes cómo es Sooman y que nunca le ha gustado que seas un
playboy...
—Ya lo sé, Jongjin —le espetó Yesung—. En
cualquier caso, te saco ventaja. El joven se llama Lee Ryeowook y acudirá
conmigo a la reunión en calidad de mi... — buscó la palabra adecuada—... invitado.
—Ah... —contestó Jongjin sin molestarse en
preguntarle de dónde había salido el nuevo invitado—, ¿Y él sabe?
—Todavía no, pero no creo que haya
problema —contestó Yesung dando por finalizada la conversación.
Aquel fotógrafo, al que le habían
confiscado la cámara pero que de alguna manera se las había ingeniado para
salir de allí con una fotografía, había hecho exactamente lo que Yesung quería.
Tras despedirse de Jongjin, realizó otra
llamada.
—¿Hyukjae? Me gustaría que nos viéramos en
mi hotel, por favor.
Al despertarse, Ryeowook tuvo una
sensación extraña. Se sentía curiosamente descansado. Durante un segundo, se sintió
completamente desorientado y, entonces, se dio cuenta de que estaba en su
habitación de siempre, en la casa que había compartido con Donghae antes de
irse a África.
Sí, claro, Kim Yesung lo había dejado allí
la tarde anterior, la había acompañado hasta la puerta y se habían despedido
educadamente.
Ryeowook se puso en pie y pensó en su
hermano. Aunque Hyukjae había prometido poner su sueldo a disposición de Donghae
y del bebé, Ryeowook era consciente de que iba a tener que trabajar mucho para
que pudieran mudarse al centro de Japón y pagar el tratamiento del doctor Kang.
Porque su hermano iba a ir a tratarse con
aquel médico. Su hermano se merecía lo mejor. Su hermano lo era todo en el
mundo para él. Siempre había sido así, desde que su madre los había dejado en
la puerta del orfelinato cuando tenía cuatro años y Donghae, dos y medio.
Ryeowook recordaba perfectamente a su
madre, enferma, estresada y preocupada, recordaba perfectamente haberse quedado
mirándola estoicamente hasta perderla de vista, recordaba que su progenitora no
se había girado ni una sola vez.
No la había vuelto a ver desde entonces.
Ryeowook apartó aquellos pensamientos de
su mente porque no tenía tiempo para recuerdos tristes y llamó al hospital para
hablar con Donghae, que le aseguró que se encontraba mejor. Efectivamente, a Ryeowook
le pareció que estaba más fuerte y distraído... era evidente que Hyukjae estaba
con él.
Ryeowook colgó el teléfono con el ceño
fruncido. No sabía si podía fiarse de Hyukjae, aunque parecía realmente
auténtico, y desde luego no parecía ser tan retorcido como su hermano...
Ryeowook se dijo que no tendría que haber
estado fuera tanto tiempo. Si hubiera estado en Japón, lo habría conocido mucho
antes.
Bueno, pero, por fin, había vuelto y eso
era lo único que importaba.
Se preparaba para ducharse cuando llamaron
a la puerta. Por alguna extraña razón, sintió que le daba un vuelco el corazón.
Rápidamente, miró lo que llevaba puesto. El pantalón del pijama y una sudadera,
suficientemente presentable para atender al cartero o a algún vecino.
Pero, cuando abrió la puerta, se encontró
con Kim Yesung, el hombre que él hacía en Corea, en su palaciega e idílica
mansión, encantado de haberlo perdido de vista.
Por supuesto, estaba guapísimo.
OSI el monito esta comprometido bien con el pecesito
ResponderEliminarYesung siento decirte que muy muy muy en el fondo ni vos te crees que Ryeowook es sólo algo pasajero en tu vida
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